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Débats | 2004
Debate en torno al colonialismo
JUAN CARLOS GARAVAGLIA
La cuestión colonial
[08/02/2005]
Entrées d’index
Géographique : América latina
Chronologique : siglo XVIII
Palabras claves : Colonialismo, cuestion colonial
Texte intégral
1 Abordar el tema de esta discusión sobre la cuestión colonial exige primero una
aclaración de mi parte: es obvio que el uso del termino “periodo colonial”, o “época
colonial” para hablar de todo el lapso que va desde 1492 á 1825, si bien es una
convención generalmente aceptada por los historiadores de ambos lados del
Atlántico, poco nos dice sobre los cambios y permanencias que la(s) sociedad(es) en
cuestión ha(n) tenido en esos tres largos siglos. Es una convención, pero su grado de
conceptualización como hito de demarcación y sobre todo, como forma de
periodización, es igual a cero.
2 El problema que quisiera tratar aquí es otro y a él me quiero referir. Es decir,
¿existe algo que podemos llamar “relación colonial”, sea que lo analicemos desde el
punto de vista político, sea que lo estudiemos desde una mirada estrictamente
económica? Este es, para mí, el punto más relevante y desde el cual se deberán leer 1/18
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las páginas que siguen. El autor lamenta dos cosas y desde ya se disculpa frente a
los potenciales lectores: primero, la mayor parte de lo que sigue resulta de una
obviedad absolutamente desarmante, pero es evidente, en el marco de esta
discusión, que es indispensable recordar determinados hechos; segundo, la
extensión es excesiva, pero nos pareció necesario tratar algunos aspectos con cierto
detalle.
1. El “descubrimiento” de América y la formación de la economía
mundo en el XVI
3 Si bien es indudable que los europeos estaban animados por exigencias complejas
y contradictorias en este primer viaje colombino, lo que impresiona en los relatos del
propio Almirante durante sus primeros días en la islas caribeñas, es su monomanía
aurífera: el tema del oro aparece una y otra vez en sus primeras cartas, confirmando
así uno de los elementos centrales que se hallaban en el corazón de los intereses
castellanos. Escribe Colón el sábado 13 de octubre (¡al día siguiente de haber
avistado tierra americana!):
"Yo estava atento y trabajava de saber si havia oro y vide que algunos de ellos traian un
pedazo colgado en un agujero que tienen en la nariz. Y por señas pude entender que... estaba
por alli un Rey que tenia grandes vasos de ello..."
4 Así, desde el inicio mismo de la aventura americana, los metales preciosos
ocuparon un papel fundamental en flujo mercantil América / viejo mundo. Durante
más de tres siglos y medio –es decir, incluso más allá de la ruptura del vínculo
colonialel metal precioso sería la mercancía por excelencia en las relaciones entre
las nuevas colonias y Europa. Hasta fines de periodo colonial, alrededor del 75% del
valor de lo exportado desde América consistió en plata y oro. Los castellanos llegan
tarde a esta carrera por el oro y la plata. Ya desde 1457 el rey portugués acuña los
primeros cruzados de oro, que mantendrían su encaje durante casi un siglo (los
venecianos lo llamarían “el rey del oro”). A la muerte de Enrique el Navegante
[1460], Portugal poseía un vasto "imperio" que incluía sus posesiones en las islas y
la costa africana. Y ya desde mediados del siglo XV hay constancias de la
introducción de esclavos negros en el Portugal. Fue este mismo tráfico, según
Charles Boxer, el que ayudó a financiar el costo de los viajes en la costa africana. São
Jorge da Mina, en la llamada no casualmente"Costa del Oro", será el ejemplo típico
de esa factoría en donde se intercambiaban mercancías europeas por oro, esclavos,
marfil y otros productos africanos.
5 Esta avidez europea por el oro se explica en gran parte por el hecho de que,
habiendo descendido los precios de las mercancías, sobre todo expresadas en oro, el
metal amarillo se había valorizado en relación a esas mercancías. Pero, además,
dado que la economía europea estaba transitando una nueva etapa de crecimiento,
la exigencia de medios de pago era un también un sólido acicate para la búsqueda de
nuevas fuentes de aprovisionamiento en metálico.
6 En los inicios de la irrupción castellana en América los metales preciosos tenían
dos fuentes fundamentales: los placeres, es decir, los lavaderos de oro de origen
aluvional y los tesoros (objetos rituales y adornos) acumulados durante siglos por
las sociedades indígenas. Las primeras grandes minas de extracción solo aparecen
varias décadas más tarde del último viaje colombino [entre 1538 y 1546 se ponen en
actividad Porco y Potosí en el Perú, al igual que Taxco, Pachuca y Zacatecas en 2/18
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México] y será con ellas que la plata dominaría ampliamente sobre el oro desde los
años cuarenta en adelante. De todos modos, algunas regiones como la Nueva
Granada, seguirá albergando importantes centros de producción aurífera de carácter
aluvional que la convertirían en la primera área de producción de oro durante el siglo
XVI.
7 En los primeros tiempos, el oro fluía desde el Caribe (unos 30.000 kilos habrían
llegado a la Península desde 1492 hasta 1520, cuando la casi total desaparición de
los indígenas agotó esta primera fuente aurífera). Pero, si en la década de 15211530
llegan casi 5.000 kilos de oro a Sevilla (es interesante notar que el flujo portugués de
oro sobrepasaba todavía en los años 1510 1520 los 700 kilos anuales) y sólo se
cuentan 148 kilos de plata, en el largo plazo, la plata dominará en forma total.
Veamos algunas pocas cifras: de 1500 à 1650, el tráfico legal implicó el envío desde
América de 181 toneladas de oro –o sea, un poco más de 1.200 kilos anualesen
cambio, se embarcó desde el Nuevo Mundo a España la cantidad, realmente
fabulosa, de 16.000 toneladas de plata, o sea, casi 110.000 kilos de plata cada año
(promedio para todo el periodo que supera a las cantidades anuales máximas
producidas en las minas de Europa central en sus mejores momentos, es decir, los
años 15261535). Y estamos hablando aquí sólo del tráfico legalmente registrado
(tampoco hemos tomado en cuenta en este cálculo el flujo directo hacia Oriente, vía
Acapulco). Por supuesto, dado que llega mucho más plata que oro, ello da como
resultado inevitable la lenta desvalorización de la primera respecto al segundo,
proceso que se arrastrará durante todo el periodo colonial.
8 El papel que tenía hacia fines del siglo XVI la exportación de metales preciosos
americanos en el marco de la economía mundo en formación, queda en evidencia si
observamos el cuadro siguiente, en el cual presentamos las principales
importaciones europeas para los años 15911600 según Peter Kriedte (hemos
redondeado los valores para facilitar la lectura):
Importaciones europeas (promedios anuales): 15911600
metales
América 288 309
preciosos
9 Como vemos, comparando los cereales importados desde el Báltico y los metales
preciosos americanos –es decir, plata y orose observa que hay una relación
inversamente proporcional entre valor y peso (las especias asiáticas ocupan un lugar
intermedio). Pero, sobre todo, queda claramente expuesto el papel superlativo de la
relación mercantil con América, pues –recordando que además de estos flujos
mercantiles existen otros que deberían también tenerse en cuenta parece claro que
aproximadamente la mitad del valor de las importaciones europeas está constituida
por los metales preciosos llegados del Nuevo Mundo en esos años.
10 Otro dato cuantitativo servirá también para mejor situar el papel de las
posesiones americanas en la economía peninsular: a mediados del siglo XVI, los
ingresos procedentes de las Indias constituían –con un total de 367 millones de
maravedíes el rubro más relevante de todas la rentas de la Real Hacienda castellana
(le seguían las “alcabalastercias” peninsulares con una cifra de 333 millones de
maravedíes). Por supuesto, estos ingresos de Real Hacienda procedentes de
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América, no siempre estaban presentes cuando se les necesitaba –como sí ocurría
con las alcabalas interiores y por ello, eran considerados ingresos no fijos, pero, ello
no obsta para sopesar la importancia que había adquirido en el sistema hacendístico
castellano. Todavía a fines del XVI, los almojarifazgos sevillanos, el almojarifazgo
mayor y el de Indias eran las más cuantiosas de las rentas arrendadas, según señala
Gelabert. En ese momento, las posesiones americanas de Castilla enviaban a Europa
–de acuerdo a los datos presentados en el libro editado por Ernst Van den Boogaart
y sus colaboradores unos 13 millones de pesos anuales, frente a los 4 millones
llegados desde Asia, los 3,750 millones que envía el Brasil, quedando muy atrás el
África con 0,750 millones. En el total de las exportaciones llegadas de América se
calculan para ese entonces 2 millones en productos americanos y 11 millones en
metálico.
11 Obviamente, la economía europea sufriría un enorme impacto con la irrupción de
esa masa enorme de metales preciosos. Esto nos obligará a evocar muy brevemente
el problema de la relación entre el metal americano y la economía europea durante el
periodo. A partir de los años 1500/ 1503, los precios europeos detienen su evolución
negativa; así desde esa primera década y sobre todo, desde mediados del siglo XVI,
una ola inflacionaria sacudiría ahora a la economía europea; ésta se convertiría,
poco a poco, en uno de los centros más dinámicos de la economía mundo en
formación. En 1934, Earl Hamilton, publicó en inglés su libro El tesoro americano y
la revolución de los precios en España, 15011650; mediante este estudio, al
relacionar la inflación europea con la llegada del metal americano, reforzó
notablemente a los sostenedores de las teorías cuantitativistas de la moneda (mayor
llegada de metales desde América durante el XVI, mayor inflación y a contrario, a
menor llegada de metales, deflación y crisis durante el siglo XVII). Hoy sabemos que
las cosas fueron un poco más complejas sin ir mas lejos, varios estudios puntuales
europeos muestran que la inflación se disparó en determinados lugares antes de la
masiva irrupción del metal americano e incluso, algunos autores, ante la
discrepancia en el tempo de la evolución de los precios entre productos alimenticios
y productos manufacturados (la inelasticidad de la demanda de los precios de los
alimentos frente una población que está creciendohace que esos precios se
adelanten en el movimiento alcista) elaboran hoy una sucesión de acontecimientos
completamente distinta a la imaginada hace setenta años por Hamilton: mayor
actividad económica sobre todo, en el mercado interno > mayores precios >
creciente demanda de metales preciosos > mayor actividad minera. Y es necesario
señalar que, en las primeras décadas del siglo, el naciente mercado americano estaba
todavía bastante ligado la economía peninsular.
2. Metales preciosos, el mercado
interno en América y el mercado
mundial
12 ¿Cual es la relación entre ese flujo externo de metálico hacia la metrópoli y el
funcionamiento del mercado interno colonial? Ante todo es interesante señalar que
la mayor parte del metálico que llega a la península por las vías legales como,
obviamente, todo el que lo hace mediante el contrabando transita a través de
mecanismos comerciales: podríamos calcular en forma aproximativa que menos de
un cuarto del total de lo enviado legalmente durante gran parte del periodo está 4/18
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compuesto por remesas realizadas a cuenta del estado metropolitano (producto de
impuestos y exacciones varias). El resto, es decir, más de las tres cuartas partes de
ese total, es el resultado de los envíos privados, realizados por traficantes y otros
particulares. Ello nos muestra la importancia que tiene el estudio de la economía
interna de las colonias, verdadero eje sobre el que rueda toda la maquinaria colonial.
Y dentro de ese marco, la relevancia de la minería como "polo estructurador" de los
flujos económicos internos y "primer motor" de todo el sistema.
13 Todos los grandes cronistas y conocedores de la realidad americana, señalaron
esta relación entre minería y economía general de las colonias. Valga como un
ejemplo muy temprano –decenas más se podrían citarun párrafo de la relación que
el primer virrey de Nueva España, don Antonio de Mendoza, deja alrededor de 1550
a su sucesor, don Luis de Velazco, "el Viejo":
"Lo que al presente parece que da ser a la tierra y la sostiene son las minas. Tenga especial
cuidado de favorecer a los que tratan en ellas, porque si estas caen, todas las demas haciendas
de la tierra vendrán en muy grande disminución..."
14 Casi dos siglos y medio más tarde y también en México, el segundo conde de
Revillagigedo, otro gran virrey novohispano, después de mostrar con detalladas
cifras el incremento de los diezmos de todos los obispados de México hasta 1790,
dice:
"Es imposible que haya dejado de aumentar la Agricultura al paso que ha aumentado la
Minería, pues no habiendose hecho progresos considerables en ésta en utensilios o maquinas
que ahorren o economicen el sebo, cueros, mulada y caballada y los granos necesarios para
mantener a esta y a los operarios, es preciso que el consumo de aquellos efectos o enseres,
productos de la crianza y labranzas sea proporcional a la mayor saca de metales."
15 En los centros mineros se da un fenómeno muy especial que ya había llamado la
atención de los estudiosos y economistas de la época, como es el caso del ingeniero y
especialista de la minería de fines del siglo XVIII en México, Fausto de Elhuyar: el
metal precioso, medida de todos los valores, pero a su vez, mercancía, abunda y por
lo tanto, es relativamente barato. Las restantes mercancías escasean y por ende son
relativamente caras. Así, en los reales de minas, tanto los trabajadores mineros que
han recibido su salario o su “partido” (el metal que ellos mismos podían extraer de la
mina a partes con el dueño), como los propietarios de las minas, dan el metálico
"por nada". Alguna crónica del periodo temprano, nos muestra a un minero que
andaba de casa en casa, acompañado de un indio cargado de barras de oro,
abonando sus deudas… Sumémosle a ello la presencia de los "rescatadores", los
individuos que rescataban el metálico de propietarios y trabajadores a éstos le
trocaban, a tasas de cambio claramente desfavorables, sus "partidos" (México) o la
“corpa”, como se lo llamaba en Potosí; por supuesto, esos “rescatadores” también
eran compradores de mercancías (no pocas de ellas, serán justamente las que
después terminaban en manos de los trabajadores mineros).
16 Esta inflación se transmite, mediante la "cinta transportadora" de los
intercambios mercantiles a todo el espacio colonial, pero, tiene en los reales de
minas su punto más alto. De este modo, se establecían centros económicos de
diversa "presión" es decir, con niveles de precios distintos que eran los puntos de
redistribución de mercancías hacia el interior del espacio colonial y de metal
precioso hacia el exterior del mismo. Esos centros, a su vez, eran tributarios de
Sevilla y ello permitía que gran parte del metálico tomara a fin de cuentas el camino
de la península. Evidentemente, no todo el metálico producido era exportado, pues
una parte era tesaurizada por la Iglesia y por los particulares (en especial, por los
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mercaderes locales), otra parte y no pequeña era utilizada en gastos de defensa
internos. Volvía así al proceso de circulación –salarios de soldados y oficiales,
compras de alimentos para la tropa y adquisición de insumos militarespara
reiniciar a su vez nuevamente ese camino. Y finalmente, un porcentaje, bastante
escaso por cierto, funcionaba como circulante. Sumémosle a este mecanismo de
diferencia de precios, el hecho de la existencia de pagos en concepto de servicios
"invisibles", como los seguros, riesgos de cambio, fletes y otros gastos.
Comprenderemos ahora porque el oro y la plata fluían hacia Sevilla. Allí, una vez
amonedados, si habían llegado en barra, comenzaban desde las gradas sevillanas
una nueva etapa de su viaje.
17 Pues, es interesante señalar que este mismo mecanismo se volvía a repetir en la
ciudad andaluza: aquí también el metal americano era relativamente barato y las
mercancías, que llegaban desde toda Europa, relativamente caras. Obviamente, esto
condujo al conocido fenómeno de la fuga del metálico hacia las ciudades y centros
económicos de la Europa más avanzada que, en ultima instancia, eran quienes
lucraban aprovisionando, por intermedio de Sevilla, al mercado americano. Alberto
Marcos Martín, lo dice con toda claridad “no caben apenas dudas sobre el carácter
claramente deficitario de la balanza de pagos española con Europa”. Ya desde la
segunda mitad del siglo XVI (hasta ese entonces, los productos peninsulares –en
especial, alimenticios ocupan un lugar destacado en los embarques para América)
esto parece ser una realidad insoslayable. De este modo, ya sea por efecto de las
mercancías destinadas a América, como gracias a los mecanismos financieros
descriptos, gran parte del metálico americano seguía su camino, pero, tampoco se
detenía demasiado en el espacio económico de Europa occidental particularmente,
Francia, los Países Bajos, los estados alemanes, Génova e Inglaterrapues en gran
medida terminaba su largo viaje en Oriente, en especial, gracias a la intermediación
otomana y a los viajes portugueses por el Cabo de Buena Esperanza en la ruta
abierta desde 1498 por el viaje de Vasco da Gama.
18 Desde 1550, los reales de a ocho castellanos recibirían el nombre de guru_ en el
Imperio Otomano y a partir de 1570, se les reconoce ya oficialmente el carácter de
medio de pago en el marco del Imperio. Desde allí continuarán su viaje atravesando
Persia hacia el sur de Asia y la India. Ahora, ya en el lejano oriente, tal como lo
muestran los trabajos de Subrahmanyam y otros, la expansión de la circulación de
esta moneda castellana que sería conocida bajo diversos nombres, entre los cuales,
el de larins (en realidad lari, originalmente, una moneda local) en todo el área
mercantil del océano Indico, se acentúa fuertemente desde mediados del XVI, no
solo por efecto de las ya mencionadas vías tradicionales de tráfico entre Occidente y
Oriente (sea gracias a las caravanas, como mediante la vía marítima de la Carreira
da India por la ruta del Cabo), sino también, a partir de los primeros contactos
directos –vía Manilaentre América y Asia que se iniciarían a partir de la expedición
de Legazpi. La relación oro/plata –que era entonces de 1:12 en Europadescendía a
1:6 en China y ello explica esa fuga del metal hacia Oriente; mas, no es nada sencillo
dar cuenta de las causas profundas de esta sobre valoración argentífera y varias son
las explicaciones propuestas: balanza comercial desfavorable a Europa, efectos de la
conversión al plata del sistema monetario chino, mayor valor de uso del metal
precioso (es decir, apreciación de la plata estrictamente como una mercancía). Desde
ya que todas estas causas no son necesariamente contradictorias.
19 Pero, volvamos ahora a América. ¿Cómo es el sistema laboral en las minas? En la
Nueva España nos encontramos con dos realidades diferentes. La de las minas del
centro (Taxco, Pachuca, Sultepec, Temascaltepec, Zimapán, Ixmilquilpan,
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Tlalpujagua, etc.), donde la presencia del trabajo forzado a través del repartimiento
es importante y la de las minas norteñas, donde éste casi no existe. En lo que se
refiere a las minas del centro, una fuente de 1580 nos da los siguientes datos:
esclavos negros 1100, naborías 2600 e indios de repartimiento 800. Es decir, sobre
un total calculado de 4500 trabajadores, tenemos un 58% de indios libres, un 24%
de esclavos negros y un 18% de trabajadores forzados. El área obligada a enviar
trabajadores indígenas de repartimiento a algunas de las minas –tal el caso de
Pachuca, por ejemplo podía extenderse a más de cien de kilómetros a la redonda.
Pero en las minas de Norte, extendidas en un enorme territorio y cuyo papel en la
producción total de la Nueva España terminó siendo más relevante, las condiciones
eran radicalmente diversas. La causa consistía en la situación excéntrica de estos
reales de minas respecto a la gran masa de población indígena de México. Aquí no
había en las proximidades indios a quienes obligar al repartimiento y fue necesario
acudir a otros mecanismos. Tomemos el caso de Zacatecas hacia fines del siglo XVI.
Allí (estamos hablando de una aglomeración minera que no tenía probablemente
más de 6.000/7.000 habitantes) trabajaban unos 400 esclavos negros, mulatos e
indios se trata de los indios de guerra que fueron cautivados y posteriormente
esclavizados por los europeosy unos 1.500 trabajadores naborías (indígenas libres)
originarios de las mas diversas regiones de la Nueva España. Si estas cifras, muy
estimativas, fuesen correctas, tendríamos una relación de 20/22 % de trabajadores
no libres y el resto constituido por fuerza de trabajo “libre” enganchada. Por supuesto
que es necesario hablar del sistema de enganche para comprender un poco más como
funcionaba esto realidad.
20 La mayor parte de los trabajadores viven en la hacienda de beneficio de su patrón
y constituyen su cuadrilla de operarios. Los trabajadores deben cumplir su
obligación de jornada (el tequio) y después pueden extraer la pepena: esta era la
cantidad de mineral de alta calidad que se permitía a los trabajadores recoger en una
bolsa, una vez finalizado el tequio equivaldría a la "corpa" potosina. Esta pepena
tenia, al menos teóricamente, tres destinos posibles: el trabajador lo vendía a su
patrón, lo negociaba en el mercado de la ciudad o lo fundía el mismo. La potencial
movilidad de los trabajadores en la minería el constante avance hacia el Norte y los
nuevos descubrimientos hacían que los trabajadores mineros más especializados
intentaran muy frecuentemente buscar nuevos horizontes con minas más ricas y por
lo tanto, pepenas potencialmente más valiosashizo necesario que surgiera
rápidamente la figura del peonaje por deudas, que de esta forma y por mecanismos
fundamentalmente no económicos, ataba al productor directo a la unidad de
producción. También debió ser importante en estas minas la presencia de
trabajadores libres mestizos y de las diversas castas. En una palabra: aquí la mano
de obra forzosa esta constituido legalmente solo por la esclavitud, que no supera
probablemente el 25% del total, y el resto seria mano de obra libre; pero, el sistema
de peonaje por deudas, en realidad, da nacimiento a una forma de trabajo semi libre.
De todos modos, hay que subrayar que las peculiares condiciones laborales (es decir,
el muy frecuente aislamiento de los trabajadores en los reales de minas respecto a las
ciudades y villas en donde las alternativas al trabajo minero y las posibilidades de
escapar a la presión de la deuda eran mayores), hacen que la real libertad de los
indios naborías sean muchas veces bastante ilusoria, dada la presión ejercida por el
mecanismo de endeudamiento compulsivo a través del peonaje. Cada vez que
hablemos de “trabajadores libres” en este contexto colonial durante este siglo –ya sea
que nos estemos refiriendo a los trabadores mineros, a los indígenas de los obrajes
textiles o a los peones de las haciendastodas estas consideraciones deben tomarse
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en cuenta a la hora de evaluar la verdadera “libertad” de esos hombres.
21 Vayamos ahora a Potosí y a su célebre mita. El sistema original establecido por el
virrey Toledo en el siglo XVI, ordenaba que los mitayos (en aquellos primeros
momentos, más de 14.000 individuos) debían realizar sus mitas mediante un
complejo sistema. La mita estaba compuesta por un “turno” de cuatro meses de
obligación laboral compulsiva. Es decir de 16 semanas de trabajo forzado, pero,
dado que no todos los mitayos podían estar trabajando durante ese lapso, se
establecieron tres turnos (los “tercios”) rotativos de una semana de trabajo
compulsivo y dos semanas de trabajo libre; de esta forma se combina un turno de
trabajo obligatorio, destinado en aquellos primeros tiempos al pago de la renta
monetaria de la encomienda y un periodo de trabajo voluntario, destinado a
mantener parcialmente al trabajador. Finalmente, la composición del año de
trabajo para cada mitayo era la siguiente: 16 semanas de trabajo compulsivo y 32
semanas de trabajo libre. Es decir, gracias a este sistema de trabajo forzado, los
indios debían vivir en Potosí durante todo el año.
22 Todo lo dicho nos habla de la existencia de un sistema de combinación de formas
en las relaciones productivas dominantes en la minería. Sistema que a fines del XVI,
se reparte casi en partes iguales entre trabajo forzado y trabajo “libre”, tomado este
con todas las precauciones del caso; y dejando de lado el hecho de que la minería
aurífera de la Nueva Granada estaba centrada exclusivamente en el trabajo esclavo.
Estos diversos componentes tan peculiares del costo de la fuerza de trabajo en el
proceso de producción en la minería explican uno de los ejes centrales de la relación
colonial. Porque si la economía campesina indígena está en gran parte financiando a
la producción minera –en efecto la producción (y reproducción) de los trabajadores
depende mayoritariamente de los recursos de la economía campesinael costo de la
fuerza de trabajo en la minería o en la producción de alimentos (como por ejemplo,
en el “reparto de los panes”, es decir la mano de obra indígena forzada que trabajaba
en las haciendas trigueras del valle de México y Puebla), resulta inferior a los
valores de mercado –suponiendo que tal cosa pudiese ser una realidad en este
primer periodo.
23 Pero, volvamos por un momento a los indios sometidos al repartimiento de
trabajo y a la mita en las minas novohispanas y peruanas. ¿Por qué estaban
obligados a cumplir con ese trabajo? Sencillamente esa obligación impuesta por la
fuerza (no sin negociación, por supuesto, pues tenían ellos sus líderes que bien
sabían negociar, nadie puede ser tan ingenuo de creer que cada una de estas
imposiciones no fue objeto de arduas discusiones) era uno de los resultados del
hecho de la conquista, los indios formaban parte de los vencidos en esa conquista
militar y –como espero poder mostrar mas adelanteno eran súbditos como los
aragoneses o los napolitanos. De los derechos que otorga la conquista militar, a
aquellos resultantes de la legitimidad dinástica, hay un campo jurídicamente
inmenso. Por lo tanto, llamar a esto subordinación colonial, no parece fuera de
lugar.
24 Y aquí no hemos mencionado sino uno de los aspectos resultantes de esta
subordinación. Tomémonos, casi al azar, algunos ejemplos del trato dado a los
pueblos indígenas en la inmediata post conquista. Por ejemplo, el pueblo de
Tepetlaoztoc, cabecera localizada al nordeste de Texcoco, en el Valle de México. Este
pueblo, en los cinco años inmediatos a la conquista, pasó de mano en mano, a
nombre de tres encomenderos y éstos sacaban del pueblo todo lo que podían,
verdaderamente sin medida ni "tasa": al primero, le daban en cada año treinta pesos
de oro, una carga de mantas finas y 3.000 fanegas de maíz; al segundo
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encomendero, 120 pesos de oro y 21 cargas de mantas finas; al tercero, 120 pesos de
oro, 12 cargas de mantas, 800 cargas de frijoles, 800 cargas de maíz "molido' y
36.600 cargas de maíz común... y así sucesivamente. En los Andes, los kuraka de
Chucuito, un gran señorío pre hispánico, podían protestar (y de hecho lo hicieron,
negociando cuanto pudieron), pero la tasa de la encomienda pagadera en plata
contante y sonante pasa de 2.000 pesos en 1553, à 18.000 en 1559 y a 80.000 en
1574, como nos recuerda Nathan Wachtel en La vision des vaincus. Otro ejemplo
novohispano : en las siete jurisdicciones del Valle de México y de Puebla que estaban
bajo el control directo de la Corona, el monto del tributo pasó de 21.000 fanegas de
maíz y 2.000 pesos, a 12.000 fanegas y 70.000 pesos en los años sesenta del XVI
después de la visita de Valderrama. Esta transformación progresiva de la renta de la
encomienda (que Carlos Sempat Assadourian llamó en su momento “monetización
de la renta”) es un hecho impuesto a las sociedades indígenas y está fundado
claramente en las necesidades de mercancías y de fuerza de trabajo de la economía
minera y urbana creada por los europeos. Los europeos necesitan alimentos y
trabajadores y a ello están destinados estos aumentos progresivos de la tasa (renta)
de la encomienda, impulsando compulsivamente a los indígenas a acudir al
mercado como ofertores de mercancías y de fuerza de trabajo. Pero, aquí no se agota,
ni mucho menos, el interminable catálogo de las imposiciones: ¿Será necesario
también evocar los repartos de mercancías imperantes en Yucatán? ¿O los obrajes
con mano de obra forzada? ¿O la esclavitud de los indígenas en el norte
novohispano? ¿O los trabajadores indígenas forzados en los yerbales paraguayos? Et
ainsi de suite…
25 Pero, volvamos por un momento a lo que decíamos antes acerca de la diferencia
entre el derecho de conquista y el de la legitimidad dinástica ¿Es que alguien piensa
que los aragoneses o los napolitanos estarían dispuestos a soportar un aumento de
los “pechos”, que los multiplicara por 10 ó por 100 en veinte años, como le sucedió a
los kuraka de Chucuito? Incluso en una sociedad como la castellana, fundada en ese
periodo en la relación renta/privilegio, había límites que no se podían pasar
impunemente. Es evidente que en esta “monarquía compuesta”, no todos los que se
hallaban bajo su imperium tenían los mismos derechos. Y me refiero
específicamente el hecho de la pluralidad jurídica existente en el interior de cada uno
de los reinos que componían la monarquía.
26 Como es imposible seguir paso a paso en este trabajo toda la evolución del
problema que nos ocupa, pasaremos rápidamente al último siglo de la dominación
española en América.
3. La relación colonial en el siglo XVIII
27 Veamos ahora como presentaba la obra clásica de Canga Argüelles cual era el
papel de las diversas colonias en relación a la metrópoli a fines del siglo XVIII.
Partimos de estos datos, pues no interesa comprobar como percibían los burócratas
y los economistas españoles de la época el papel del comercio colonial en relación a
la economía metropolitana. El cuadro 1 nos muestra, expresados en millones de
duros, las importaciones y las exportaciones a las colonias vistas desde España.
Cuadro 1
España: importaciones y exportaciones desde las colonias americanas a fines del XVIII
América durante el lapso 1782/1796 –el mejor momento del tráfico colonial en la
etapa del Libre Comercioestudiados por John Fisher dan una cifra global de 225
millones de pesos fuertes de exportaciones a las colonias americanas contra unos
545 millones de importaciones a la península para todo ese periodo.
30 Nuestros propios estudios sobre el comercio rioplatense confirman esta relación
entre el nivel de las exportaciones y el de las importaciones o para decirlo más
claramente: la metrópoli envía a las colonias menos de lo que recibe de ellas. Y los
datos mexicanos tal como los presenta una fuente como la obra de Lerdo de Texada
también atestan acerca de esta relación desigual. Hay que señalar que esto debe
calcularse tomando en cuenta los precios en España en ambos rubros o en el sentido
inverso, los precios en los puertos americanos también para los dos rubros de
entrada y salida; es decir, lo que hoy llamaríamos precios FOB (free on board). Dado
que no se trata de balanzas comerciales de estados independientes –en ese caso, la
diferencia entre lo que se exporta y lo que se importa deberá ser saldada en algún
momento en beneficio del país que más envíaexiste aquí un flujo constante de valor
entre las colonias y la Madre Patria. Evidentemente, la relación colonial se basa en
este supuesto obvio.
31 En la actualidad, algunos historiadores como Leandro Prados de la Escosura y en
menor medida, Enrique Llopis, opinan que el papel de la relación colonial era ínfimo
en el marco de la economía española de fines del siglo XVIII. Ya sabemos que
especialistas como Patrick O’Brien afirmaron en su momento que “el comercio entre
Europa occidental y las regiones de la periferia…constituyen un elemento
insignificante en función de explicar el acelerado crecimiento experimentado par el
centro del sistema mundial después de 1750”. Recientemente Josep María Fradera
ha retomado algunos aspectos de esa polémica en un estudio sobre el colonialismo
en el siglo XIX y como veremos, el tema sigue abierto a la discusión.
32 En efecto, varios historiadores, como el propio Fradera, Josep Fontana y Carlos
Marichal tienen una posición distinta y hasta completamente opuesta. Como
también parece ser la opinión de John Fisher que ha realizado uno de los estudios
más exhaustivos sobre el comercio colonial en la última etapa del periodo. Comenta
Fisher un documento en el que el ministro Diego de Gardoqui en 1794 señala que el
déficit comercial español con los restantes países europeos (Francia, Inglaterra,
Holanda, los estados alemanes, los estados italianos y Portugal, en ese orden) era de
alrededor de 404 millones de reales anuales –es decir, 20 millones de pesos siendo,
además, la mitad de ese déficit atribuible a la importación de mercancías que serían
después re exportadas a América. Pero, Gardoqui agrega seguidamente que el tráfico
americano dejaba a España unos 184 millones de reales de superávit neto una vez
pagado ese déficit con Europa –pues éste, al contrario de lo que ocurría con el
superávit colonial, si había que compensarlo en algún momento. En ese mismo
documento de 1794, el ministro da cifras acerca de ese superávit español en el
intercambio con las colonias hispanoamericanas (exportaciones a América 332
millones de reales, importaciones de América 938 millones de reales) que confirman
ampliamente los datos que hemos citado precedentemente de los trabajos de Joseph
Fontana y de John Fisher. Cuenca Esteban mostró ya hace tiempo el papel que las
entradas monetarias provenientes de las colonias tenían en el marco de los ingresos
ordinarios de la monarquía. En todo caso, no hay dudas, por ejemplo, que la historia
de la Guerra de Independencia en la península –es decir, la guerra contra los
ejércitos napoleónicoshubiera sido mucho más difícil sin los 30.000.000 pesos que
la Nueva España envió (sin ningún tipo de contrapartida) durante esos años a la
Madre Patria, tal como lo ha demostrado Carlos Marichal en un libro reciente, con
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abundantes cifras y datos difíciles de desmentir. Como también es indudable que la
llamada “Guerra de América” –es decir la guerra de las colonias norteamericanas
contra Inglaterra entre 1779 y 1783, en la cual España participaría contra la potencia
europeafue financiada en gran parte por la plata llegada desde la colonia mexicana.
Y que, además, todo el sistema defensivo del Caribe español y las Filipinas también
estaban sostenidos económicamente gracias a los situados llegados anualmente
desde la Nueva España, al igual del papel similar que cumplían, en otros contextos
regionales, las Cajas Reales de Lima (guarniciones chilenas y de Panamá), las de
Potosí (gastos y guarnición de Buenos Aires) y las de Santafe de Bogotá y Quito
(guarniciones de Cartagena y Guayaquil). Quizás sea cierto que el peso de la relación
colonial fuera efectivamente ínfimo en relación al PBI hispano, pero las finanzas
imperiales no podían pasarse sin sufrir merma del flujo anual de plata americana.
33 En efecto, el papel de las colonias americanas fue relevante en función del
mantenimiento de la estructura fiscal imperial durante el último periodo colonial.
Podemos decir que una de las consecuencias de las Reformas Borbónicas fue
justamente esa. Siguiendo los detallados estudios realizados al respecto por Carlos
Marichal y sus colaboradores en lo que hace al papel específico de la Nueva España
en este contexto, podemos distinguir tres niveles: primero, la tesorería de la Nueva
España tiene una función central en el mantenimiento de sus fuerzas de defensa y de
sus respectivo “presidios” (fuertes y destacamentos fronterizos) en todo el ámbito
virreinal. Segundo, esta tesorería posee también un papel destacado en toda la
estructura defensiva en Asia y el Gran Caribe. En efecto, como ocurría en otras partes
del Imperio hispánico, toda esa panoplia de fuerzas militares y fuertes que se
extienden a lo largo y a lo ancho del espacio caribeño (llegando a también a
Guatemala en algunos momentos) y de las islas Filipinas (incluyendo las
Marianas), dependen estrechamente de los situados enviados desde la Nueva
España. Sin situados novohispanos no hay Imperio en Asia ni en el Caribe, área vital
para la continuidad del dominio colonial español y donde se encontraban algunas
de las “joyas” del Imperio hispano, como la isla Cuba (y su producción azucarera). Y
tercero, la Nueva España llego a ser responsable a fines del periodo colonial de casi
el 75% del total de las remesas enviadas desde las colonias a la Tesorería General de
España. Señalemos de paso (volviendo nuevamente sobre la polémica acerca del
papel de las colonias americanas en relación a España) que el total de las remesas
americanas destinadas a la Tesorería General (es decir, exclusivamente, los envíos
en manos del estado) se sitúan alrededor del 25% de los ingresos de esa Tesorería
durante la segunda mitad del siglo XVIII –dejando de lado los años de guerra y por
lo tanto, de interrupción del tráfico marítimo llegando incluso a superar el 69%
[1809] y el 62% [1810] en los momentos más trágicos de la Guerra de Independencia
contra los ejércitos de Napoleón en la Península. Sin ingresos coloniales, la Guerra
de Independencia peninsular hubiera sido muchísimo más dura.
34 ¿De dónde salen estos ingresos en el caso específico de la Nueva España? Primero
tenemos los ingresos regulares del sistema fiscal que ha sufrido profundas
transformaciones a partir de mediados del XVIII, cuando se inicia la larga serie de
innovaciones en la estructura del dominio colonial que conocemos como “Reformas
Borbónicas”. Transformaciones destinadas a acentuar la presión fiscal, como lo
hemos podido comprobar patentemente en nuestras investigaciones sobre el
impuesto a la circulación llamado alcabala. En efecto, en el caso específico de este
impuesto, el paso de los arrendamientos al sistema de percepción directa da como
resultado un aumento considerable de la recaudación de las alcabalas
(efectivamente, éstas pasan de 10.248.444 pesos entre 1762 y 1776 a un total de
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26.164.694 pesos en los años 17801795). El aumento es imponente y los datos
analizados en el capítulo II del libro citado de Carlos Marichal La bancarrota del
virreinato, muestran claramente que este crecimiento de la presión fiscal no se agota
en este caso específico y da como resultado final un peso de la fiscalidad per capita
que resulta incluso superior al de las sociedades europeas de la época. Segundo
aspecto que debe ser analizado: los préstamos y donativos que la Corona exigirá a
sus súbditos coloniales en forma creciente a medida que la crisis fiscal se acentúe en
la Península; entre 1781 y 1800 se colectaron en la Nueva España más de 20
millones de pesos en concepto de esos rubros y recordemos que todos los habitantes
(ricos y pobres) debieron hacer frente a esos donativos graciosos, incluidas las
comunidades indígenas, cuando ya era evidente que no había más posibilidad de
seguir extrayendo ingresos fiscales de otras fuentes. Y last but not least, como si
todo lo anterior no fuera ya excesivo, la Corona acudió al expediente –de funestas
secuelas para la continuidad del sistema de dominación colonial en la Nueva
España de la llamada “Consolidación de los Vales Reales”.
35 Pero, volvamos un poco para atrás. Decíamos antes que existía un flujo constante
de valor entre las colonias y la Madre Patria. ¿En que mecanismo se basa ese flujo?
Hay aquí una compleja concatenación de causas que es imposible estudiar en este –
ya demasiado largoartículo. Pero, podemos centrarnos en uno de los aspectos más
importantes por el papel que juega en la relación colonial, es decir, la producción
minera. Ya sabemos cual es el peso de la exportación de metales preciosos en la
relación colonial. Veamos ahora algunos aspectos de las formas productivas y del
costo de la fuerza de trabajo en esta área tan vital.
36 Vayamos a Potosí. El sistema original de la mita había sido alterado mucho
durante el transcurso del siglo XVII y en el siglo XVIII ya quedaba poco de él. Ante
todo, las cantidades totales sufrieron una baja constante, siendo ya unos 12.000 en
1630, para pasar a unos 4.000 en la época del Duque de la Palata y estabilizarse en
una cifra algo superior a los 3.000 indígenas en el siglo
37 XVIII. Pero, la mayor alteración y la que va a introducir la forma de explotación
más dura de la fuerza de trabajo, tiene que ver con la implantación del sistema de
“tareas” en lugar del de la “jornada laboral”. Este sistema eliminaría en la práctica
ya que no en la legislación la división original entre una semana de trabajo forzado
y dos de trabajo libre, pero, sobre todo, fue el que posibilitó que la minería potosina
aumentara la cantidad de mineral procesado con un número de mitayos casi
constante durante toda la segunda mitad del siglo XVIII. Al incrementar el número
de cargas que se exigían de los apiris mediante el sistema de tareas (incremento que
con frecuencia resultaba de alteraciones en el tamaño de los sacos en que los mitayos
extraían el mineral), los azogueros obligaron de hecho a los mitayos a funcionar
como trabajadores forzados durante casi todo el año que permanecían en Potosí;
mas, no sólo los mitayos sino también a sus familias que terminaban asumiendo en
parte la obligación para “llenar las tareas”. De este modo, una porción sustancial del
incremento de las cantidades de plata producida en las minas recayó sobre el trabajo
desplegado por los mitayos y por sus familias durante el siglo XVIII (es decir, en
última instancia, nuevamente sobre la comunidad campesina indígena que los
sostenía) y no fue el resultado de innovaciones tecnológicas de fondo. Todo ello se da
en el marco de rendimientos en metal fino que había caído a casi una décima parte
de los que imperaban a fines del siglo
38 XVI: de 50 marcos de plata pura por cajón, a una cifra que oscilaría entre los 4 y
los 8 marcos por cajón.
39 Como se ve, una tecnología atrasada para las pautas de la época –a fines del XVIII
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casi todos los ingenios potosinos estaban, además, en manos de arrendatarios que
poco interés tenían en mejorar esas condicionescon rendimientos decrecientes que
se acentúan al llegar a fines del periodo y con una tasa de sobre explotación (y auto
explotación campesina) de la fuerza de trabajo indígena. Así, uno de los misterios
(aparentes) de la continuidad de la actividad minera potosina se basa –en gran
parte en costos empresariales muy bajos de reproducción de la fuerza de trabajo y
por lo tanto, en un costo final de producción de la plata (mercancía, pero al mismo
tiempo, medida de todos los valores) más barato en relación a los europeos de la
época. Alexander von Humboldt se había asombrado durante su visita a La
Valenciana en Guanajuato al comprobar que con una tecnología tan atrasada
respecto a la de Himmelfsfürst en Sajonia (el ilustrado ingeniero prusiano conocía
muy bien esa mina, pero los datos cuantitativos que expone en su obra están
tomados aquí de la obra de Abuisson de Voisins sobre las minas de Freiberg) se
podía producir plata en forma comparativamente más barata, ganando además el
doble. ¿Qué hubiera dicho si hubiese descubierto cuales eran las condiciones de
producción en las minas de Potosí?
40 Mas, sigamos con nuestra argumentación, ¿qué quiere decir en realidad que la
plata tiene en América un costo de producción más bajo? Pues bien, eso significa que
la plata es más barata y que por lo tanto, todas las mercancías –y en especial,
aquellas que han sido importadas desde Europa y Asiason más caras. Es decir,
hace falta más plata para adquirir las mismas mercancías. He aquí la explicación de
una parte de misterio de la relación colonial y de porqué entran a Europa más
valores de los que salen para América.
41 El panorama es idéntico si nos referimos a las mercancías que Europa importa
desde los territorios coloniales. Si hablamos de la grana cochinilla habría que
mencionar a los “repartos de mercancías” que constituyen el sistema económico que
posibilita la continuidad de la producción de esa materia tintórea en la región de
Oaxaca en la Nueva España –y los “repartos de mercancías” son la manifestación de
un sistema de comercialización que muy poco tiene que ver con los precios de
mercado, constituyendo en realidad una forma coactiva de circulación y de
producción de mercancías, aunque hoy algunos autores, como Jeremy Basques y A.
Ouweneel digan que fueron “beneficiosos”, pues integraron los indígenas al mercado
(habría que saber si realmente ellos querían integrarse y esto es quod erat
demostrandum). En otros casos (por ejemplo, el de los cueros rioplatenses), nos
encontramos ante una forma de producción de campesinos pastores y labradores
que funcionan sobre todo a partir de la explotación –y autoexplotaciónde la fuerza
de trabajo familiar. Otro tanto ocurre con los llamados “poquiteros”, los productores
del añil en la región centroamericana del actual Salvador, que constituye así mismo
un área de producción campesina. En todas estas situaciones, los productos
destinados finalmente a la exportación son adquiridos casi exclusivamente gracias
un intercambio de mercancías –es decir, sin acudir al uso del circulante que se
asemeja mucho a formas coactivas de comercialización, con precios inflados y
aprovechando (o acentuándolo artificialmente) el aislamiento de las familias
campesinas productoras. ¿Y qué decir entonces de la esclavitud imperante en los
ingenios cubanos productores de azúcar o en las haciendas cacaoteras de los
mantuanos en Venezuela?
42 Todo este complejo de formas productivas tan alejadas de cualquier cosa que se
asemeje al “mercado libre”, como la producción campesina de los “poquiteros”
salvadoreños, la esclavitud de los africanos en Cuba o la producción indígena de
grana en Oaxaca a través de los repartimientos, revela las peculiares condiciones de
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9/4/2015 La cuestión colonial
producción y los precios finales de intercambio de esas mercancías cuando entran en
contacto con aquéllas, emisarias de los sistemas de producción más avanzados
imperantes en Europa. He aquí, nuevamente, otro aspecto que contribuye a explicar
ese flujo constante de valor entre la economía colonial y la metropolitana.
4. La cuestión colonial vista desde la
política
43 Parece claro que, económicamente, las “Indias” eran efectivamente colonias.
Veamos qué ocurre si cambiamos la perspectiva.
La conquista y sus derechos
44 ¿Cuáles son los derechos que tenía la Monarquía Hispana en Nápoles? Son los
resultantes de legitimidad dinástica derecho por el cual los descendientes de
Alfonso el Magnánimo reivindican su dominium sobre el reino de Nápoles y sobre
sus súbditos. Estos, además, como es público y notorio, pertenecen desde “tiempo
inmemorial” al orbe cristiano. Pero, además, tienen sus propios derechos y sus
propias costumbres que el soberano (y sus representantes) deben respetar
escrupulosamente; en Sicilia, por ejemplo, su Parlamento (lejana herencia
normanda, posteriormente hispanizada) era el custodio de esas leyes y costumbres y
todos los especialistas de historia siciliana moderna (A. Marongiu, A. Baviera
Albanese, etc.), no dudan en afirmar que condiciona “l’autorità regia” representada
por el “vicerè; otro tanto dice G. Galasso para el caso napolitano. En Aragón, según
lo relata Fernández Albaladejo, un proverbio afirmaba “antes de Reyes hubo Leyes” y
las cortes aragonesas no dudaron en recordárselo una y otra vez a quienes
representaban a la Real Persona. Cuando el duque de Alburquerque, es recibido como
vicerè en Palermo el 5 de diciembre de 1627, lo rodeaban el duque de Terranova, el
príncipe de Roccafiorita, el de Pantelleria y otros nobles sicilianos. Alburquerque se
convierte en ese momento en la primera cabeza del reino, pero no puede olvidar que
en estos reinos de la “monarquía compuesta”, él es sólo un primus inter pares.
45 Es obvio que no era esa la situación en América durante el primer siglo de
dominación europea. Los pobladores autóctonos habían sido vencidos en una dura
guerra de conquista y, por otra parte –y esto en era un detalle en marco de las
concepciones políticas imperantes en el siglo XVIno eran cristianos y había que
convertirlos. No es mi intención internarme en las (movedizas) arenas de la
discusión que todo esto suscitó, pero las diferencias jurídicas entre los derechos de
un señor indígena novohispano y de un noble napolitano en el siglo XVI, son
demasiado evidentes como para extendernos demasiado sobre el asunto. La
conquista militar de pueblos no cristianos (y lejanos o “exóticos”), otorga unos
derechos que son absolutamente incompatibles con los resultantes de la compleja
estructuración jurídica que surge en el marco de la sucesión dinástica sobre pueblos
cristianos (y europeos). De estas diferencias provienen las imposiciones que eran
perfectamente “lógicas” en América y hubieran desatado una rebelión napolitana o
aragonesa.
46 Desde ya que estas imposiciones, como hemos dicho unas páginas atrás, no
podían hacerse efectivas sin un proceso de negociación; nadie es tan ingenuo como
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para suponer eso. Pero, se negociaba, como se diría hoy, “bajo presión” y todos
sabían que había una diferencia enorme en el peso de ambas partes negociantes. No
era ésta una discusión entre iguales. Y los señores étnicos debían ser muy
cuidadosos en estas negociaciones. Las disímiles historias de don Francisco Verdugo
Quetzalmamalitzin Huetzin, señor de Teotihuacan y de don Carlos Ometochin,
señor de Texcoco, que nos cuentan Carmen Bernand y Serge Gruzinski, son
sintomáticas en este sentido; podemos ver a través de ellas la búsqueda difícil (y
trágica en el caso de don Carlos, que termina siendo ajusticiado en la hoguera) de
una salida en la estrecha vía que se abría para los líderes étnicos en ese delgado
sendero que transitaba entre el respeto a sus costumbres y sus tradiciones religiosas
y las exigencias de los europeos. Las palabras de don Carlos Ometochin –que
probablemente sellaron su aciago destino resuenan con claridad “¿Quién son estos
que nos deshacen y perturban e viven sobre nosotros y los tenemos a cuestas y nos
sojuzgan?”.
47 Porque detrás de todo esto están las matanzas que, sin caer para nada en la
“leyenda negra”, es inadmisible olvidar. La de Cholula, pedagógicamente ideada por
la habilidad política de Hernán Cortés. O la realmente absurda llevada a cabo por el
violento Pedro de Alvarado, cuando Cortés lo había dejado por un tiempo al mando
de la situación. Este irrumpe en una fiesta religiosa mexica dedicada a
Huitzilopochtli –que había sido permitida por el propio Alvarado arranca
violentamente las joyas y ricas vestiduras de los jóvenes oficiantes, a quienes
“desnudos, en cueros, con solamente una manta de algodón a las carnes, sin tener en
las manos sino rosas y plumas, con que bailaban, los metieron todos a cuchillo.” Las
límpidas palabras del padre Durán nos eximen de toda hipérbole al recordar el hecho
que se conoce como Matanza del Templo Mayor. ¿Debemos recordar también los
hechos similares ocurridos con los guaraníes en la primera época de Asunción del
Paraguay, por ejemplo, cuando se levantó en líder Arecayá? ¿O las realizadas contra
los muiscas en la conquista de la Nueva Granada? ¿O como relata un cronista como
Cristóbal de Molina el accionar de los europeos en Cajamarca y el Cuzco? : "nunca
entendieron sino en recoger oro y plata y hacerse todos ricos; todo lo que a cada uno
le venía a la voluntad de tomar de la tierra lo tomaba, sin pensar que en ello hacía
mal, ni si dañaba o destruía, porque era harto más lo que se destruía que lo que ellos
gozaban y poseían". Hay que decir que, en materia de vesanias resultado de la
conquista militar, on n’a que l’embarras du choix! Es bajo esta presión que deben
negociar en los primeros tiempos los líderes indígenas. Y lo deben hacer, además, en
medio de una de las catástrofes demográficas –causada, sobre todo, por los brotes
epidémicos más terribles de la historia escrita de la humanidad.
La situación a fines del XVIII
48 Pero, vayamos ahora a fines del siglo XVIII. Es evidente que las cosas han
cambiado, en América y en el mundo. Y entramos así en la famosa discusión en la
que terciaría Ricardo Levene con su librito Las indias no son colonias. El libro en
cuestión, publicado en 1951, pero con el antecedente de un artículo de 1947 y de una
surrealista reunión en la Academia Argentina de la Historia en octubre de 1948, en
la cual Levene propuso que los historiadores dejasen de utilizar la palabra colonias
en sus trabajos, ante el asombro de un historiador de medianas luces, pero sensato,
como Emilio Ravignani, quien se animó a decir que “considera la expresión ‘época
colonial’ correcta y que la seguirá empleando”. Otro de los académicos, el doctor
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relación en el –supuesto caso de que no hubiera habido proceso independentista?
¿Es necesario que recordemos también que pasó con los diputados cubanos en 1837?
Josep Maria Fradera publicó en 1995 un trabajo incluido ahora en su libro Gobernar
colonias que relata con precisión cómo y porqué fueron expulsados de España esos
representantes de las elites blancas de la isla en 1837. Ahora, su libro en preparación
sobre el imperio hispano durante el siglo XIX, nos aportará muchos más datos sobre
este periodo y ese episodio. Larra, a quien humor no le faltaba, diría lapidariamente
en esos momentos que tal parecía que “la constitución no era un género
ultramarino”…
51 Obviamente, decir todo esto no es olvidar que las elites blancas americanas se
sentían a fines del XVIII miembros de todo derecho de la gran nación española. Y por
ello en los primeros tiempos de las revoluciones de independencia no se llamaron ni
mexicanos, ni chilenos, ni obviamente colombianos, sino “españoles americanos”.
Pero, una cosa es ese sentimiento de pertenencia de las elites a la nación española y
otra la subordinación colonial.
52 En una palabra, todo hace pensar que había una relación “colonial” y que, además,
ésta tenía alguna importancia en el marco de la economía española y europea de la
época. Suponer que la corona y las elites económicas y políticas metropolitanas –
tanto sea que hablemos de los liberales gaditanos, como de los legitimistas más
duros se opusieron con las armas en la mano desde 1810 al movimiento
independentista hispano americano, sacrificando hombres y recursos que no
sobraban, meramente por deporte o por testarudos, nos parece una forma bastante
poco sagaz de pensar un problema histórico. Alguna importancia tendrían que tener
estas colonias a ojos de los contemporáneos para que durante quince años se enviara
gente a la muerte por intentar preservarlas. Así lo demuestra la percepción de la
relación colonial que tenían personajes tan relevantes como Canga Argüelles y
Gardoqui; éstos, por las funciones que cumplían, estaban obligados a un
conocimiento adecuado del papel del intercambio colonial en el contexto de la
economía española de aquellos años. Y un poco más tarde, cuando resultó evidente
que Gran Bretaña aspiraba a reemplazar a España en la provisión del mercado
americano, sus cabezas dirigentes parecían también apreciar esta cuestión con
bastante claridad. Si no, habría que pensar que las guerras coloniales –y no nos
referimos solo las que se originaron en el proceso de independencia de ibero América
están motivadas únicamente por la incapacidad de los hombres para entender en
que mundo viven y por su perseverante voluntad de ejercer el mal sin razón.
Pour citer cet article
Référence électronique
Juan Carlos Garavaglia, « La cuestión colonial », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne],
Débats, mis en ligne le 08 février 2005, consulté le 09 avril 2015. URL :
http://nuevomundo.revues.org/441 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.441
Auteur
Juan Carlos Garavaglia
Articles du même auteur
Las dos márgenes de un problema [Texte intégral]
Prólogo
Paru dans Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Questions du temps présent 18/18
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