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El 20 de abril de 2010 la plataforma petrolera Deepwater Horizon (Horizonte profundo) explotó por
los aires. Esta avanzada plataforma semisumergible de aguas ultra profundas perteneciente a la
compañía Transocean –alquilada en ese momento por la British Petroleum– se encontraba
taladrando el pozo de petróleo Macondo, en el golfo de México, a 80 kilómetros de la costa de
Louisiana.
De repente tuvieron un violento quiebre, causado por bolsas de metano inestable que salieron
disparadas por las tuberías. Ninguno de los sistemas de emergencia funcionó correctamente y
rápidamente el gas disparado hacia la superficie encontró la forma de prenderse fuego y provocar
una tremenda explosión. El saldo fueron 11 personas muertas (nunca se encontraron los cuerpos),
55 días de derrame continuo de petróleo –mezclado con una pequeña parte de metano– en el mar,
que se estiman equivalentes a 4.9 millones de barriles.
Teniendo en cuenta también los daños al ecosistema, esta tragedia está considerada como el
mayor derrame de petróleo de la historia. Qué fue lo que pasó, cómo se inició el accidente y
algunas dudosas decisiones de los ejecutivos de la compañía son los que se analizan en “Horizonte
Profundo” (Deepwater Horizon, 2016).
El accidente causó, además, enormes daños a las industrias pesquera y turística de la región.
Se estima que cerca de 4,9 millones de barriles crudos se derramaron en las aguas del Golfo de
México tras la explosión y el posterior hundimiento de la plataforma y que sólo se recogieron
800.000 barriles.
Para sellar el pozo, el 15 de julio se colocó una campana y en pocos días se llevará a cabo un
operativo para bloquearlo de forma permanente.
Según BP, afrontar las consecuencias del vertido le ha costado cerca de US$8.000 millones. Hasta
el momento, la empresa ha pagado cerca de US$399 millones en compensaciones a las personas
afectadas por el derrame.