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Flourens fue un cirujano brillante y preciso Un método que utilizó fue la ablación, el
procedimiento experimental antes analizado en el cual áreas específicas del cerebro son
removidas quirúrgicamente. Flourens esperaba utilizar este método para determinar las
funciones de las diferentes unidades o estructuras del cerebro. En sus experimentos guiaba
por dos principios, primero, creía que las partes a estudiar del cerebro debían estar
anatómicamente separadas y diferenciadas. Para Flourens, seis unidades en el ce- cerebro
eran apropiadas para el estudio: los hemisferios cerebrales, el cerebelo, el cuerpo
cuadrigémino, la médula oblongata, la médula espinal y los nervios mismos. Segundo, su
aproximación consistía en estudiar la conducta de un animal, realizar una operación
quirúrgica delicada en la cual una de las unidades era removida, dar al animal tiempo para
recuperarse de la operación y luego estudiar su conducta nuevamente. Sus métodos
experimentales permitieron que se tuviera un control y una precisión mucho mayores que
en los "experimentos de la naturaleza", en los cuales el daño cerebral seguía a un accidente,
una lesión o un infarto.
Flourens encontró que los animales pueden sobrevivir a un daño en los lóbulos cerebrales y
en el cerebelo, pero no a daños en la estructura que contiene centros o áreas que controlan el
corazón, la respiración y otros sistemas básicos para la vida: sistemas "vita les". En
consecuencia llamó a esta área —médula oblongata— el "nudo vital".
La unidad del cerebro fue para Flourens el dominante "gran principio". Con tales propuestas
anticipó los conceptos de equipotencial dad y acción de masa de un gran estudioso del siglo
XX de la función cerebral.
También encontró que algunas funciones que se pierden de inmediato tras un daño cerebral
pueden recuperarse con el tiempo. Creía que esta recuperación era el resultado de que
ciertas áreas del cerebro se hacían cargo de las funciones de las áreas en las que se había
realizado la ablación. Este tipo de recuperación de funciones puede verse en víctimas de
infartos.
Flourens creía que los experimentos controlados en forma meticulosa y conducidos con
cuidado, eran esenciales para la comprensión de la función cerebral.
El accidente de la vía férrea ocurrió a las 4:30 de la tarde del 13 de septiembre de 1848,
cerca del pequeño pueblo de Cavendish, Vermont. El protagonista fue un capataz de la vía
férrea de 25 años de edad Phineas P. Gage. El y sus hombres construían una nueva línea de
la vía del tren y estaban a punto de hacer explotar una roca. En la época de Gage se utilizaba
la pólvora para hacer explotar las rocas, un procedimiento muy peligroso.
Derramó pólvora dentro de un hoyo perforado en la roca, la apisonó y la aseguró con una
larga espoleta de hierro. Distraído por una discusión entre dos de sus hombres, Gage apartó
la mirada. La espoleta de hierro golpeó las rocas, encendió una chispa e hizo estallar la
pólvora. La espoleta de hierro de 6 kilogramos, 1 metro, salió volando del hoyo y golpeó a
Gage justo por encima del ojo izquierdo. El hierro reventó directo en su cráneo y se levantó
muy alto en el aire, aterrizando finalmente 46 metros de distancia.
Gage se recuperó paulatinamente de sus lesiones físicas y por noviembre estaba fuera de la
cama y era capaz de caminar alrededor del pueblo. Estaba ávido de regresar a su trabajo
pero, de manera trágica, nunca podría hacerlo. John Harlow, uno de los doctores que lo
atendieron después del accidente, era un seguidor del frenólogo Gall y por tanto estaba
comprensiblemente fascinado por el suceso.
La lesión cerebral de Gage cambió de forma radical su mente. Phineas Gage fue incapaz de
encontrar un trabajo. Rechazado por su antiguo empleador debido a su conducta errática.
Después de una serie de intensas convulsiones que se iban incrementando, Gage murió el 21
de mayo de 1860. Los cambios de conducta y de personalidad que Gage mostró después de
su accidente son característicos de las personas con daño en el lóbulo frontal; tales personas
suelen ser altamente distractibles, carentes de precauciones, frívolos e inconstantes en sus
conductas. La descripción de John Harlow acerca de Gage permanece como un perfil
clásico de las consecuencias de la lesión en el lóbulo frontal. Su reporte del caso se citó con
frecuencia en el gran debate sobre la localización cerebral de las funciones.
Una parte del cerebro de Gage había sido destruida, y su personalidad, emociones y
conducta cambiaron más allá del reconocimiento. Con el reporte de este caso y los estudios
experimentales de Flourens, se estableció, más allá de cualquier disputa, el papel del
cerebro como órgano de la mente.
La pregunta acerca del papel del cerebro en la producción y la comprensión del lenguaje
fue contestada en el siglo XIX.
Gall había visto casos de pérdida repentina de la capacidad para hablar y atribuyó la pérdida
del lenguaje a lesiones en el órgano de la memoria verbal. Localizó dicho órgano en las
regiones del cerebro justo atrás de los ojos. Su localización se basó en la observación clínica
y probó que era correcta.
Bouillaud nunca fue enfrentado y el tema permaneció latente hasta los primeros meses de
1861, cuando el asunto de la localización cerebral del lenguaje se debatió acaloradamente
en una serie de reuniones de la Sociedad Antropológica Francesa en París.
Por un largo Auburtin estudio a un paciente llamado Bache, quien había perdido su lenguaje
pero entendía todo lo que se le decía y respondía con señales de una manera muy inteligente
a todas las cuestiones que se le presentaban.
Este hombre, que pasó varios años en la Bicétre, está ahora en el Hospital para incurables.
Lo volvió a ver y su enfermedad había progresado; había aparecido una ligera parálisis,
pero su inteligencia sigue todavía ilesa y el lenguaje está completamente abolido.
Con base en los síntomas que presenta, hemos diagnosticado un ablandamiento de los
anteriores. Si en la necropsia se encuentra que estos lóbulos están intactos, debería
renunciar a la idea que había expuesto.
El caso de Bache no resolvió el problema, pero en ese tiempo un hombre llamado Leborgne
fue transferido del Hospital Bicétre hacia una unidad quirúrgica encabezada por Broca.
Sus síntomas eran similares a los de Bache, veintiún años antes había perdido el lenguaje,
podía entender lo que se le decía, resolver problemas aritméticos simples levantando el
número correcto de dedos y señalar objetos cuando se le pedía, cuando se enojaba emitía
una blasfemia Sacre nom de Dieu, pero generalmente sus vocalizaciones se restringían al
sonido "tan". Así, pasó a la historia en los análisis médicos como "Tan", el paciente de
Broca.
Broca examinó su laringe y su aparato de lenguaje y encontró que eran normales paciente
sufría de debilidad en el lado derecho de su cuerpo, una debilidad que se había convertido
en parálisis del brazo derecho y de la pierna derecha. Su pierna llegó a gangrenarse y
Broca veía el caso como si no hubiera esperanzas. Llamó a Auburtin, quien examinó a Tan
y concluyó que, en efecto, el paciente cubría los criterios enunciados en su reto.
En 1863 Broca describió cerca de 25 pacientes a fémicos, todos con lesiones del hemisferio
izquierdo. En 1865 presentó casos adicionales y concluyó:
“Insisto en pensar, hasta que estén disponibles nuevos detalles, que la verdadera afemia, que
es la pérdida del lenguaje sin la parálisis de los órganos de articulación y sin la destrucción
del intelecto, está ligada a lesiones en la tercera circunvolución frontal izquierda.”
Broca estaba perplejo de que esos pacientes no mostraran signos de daño en el lóbulo
frontal derecho, y sugirió que, contrario a la tesis original de Bouillard, el centro del
lenguaje es específico del lóbulo frontal izquierdo.
Broca también había observado pro- fundas lesiones de la tercera circunvolución frontal
derecha en pacientes que no eran de ninguna forma a fémicos, y que los dos lóbulos
frontales, con sus situaciones idénticas, tamaño y simetría, tendrían diferentes funciones
contradictorias a la ley de la dualidad orgánica, lo que fue para Broca un gran enigma que
permanece aún hoy en día.
Los hallazgos de Broca cambiaron de manera radical el debate sobre la localización de las
funciones en el cerebro. En una revisión de los estudios de las afasias del siglo XIX, Marx
reportó más de 3 000 trabajos.
El siglo XIX también fue testigo del surgimiento de una segunda técnica importante para el
estudio de la función del cerebro: la estimulación directa de ese órgano.
La primera persona que estimuló el cerebro eléctricamente parece haber sido L. N. Simonoff,
quien en 1860 publicó un reporte de una operación en la que se implantaron electrodos en el
tallo cerebral.
En 1870 Fritsch y Hitzig publicaron el trabajo titulado "Sobre la excitabilidad eléctrica del
cerebro" en el que describían sus resultados. Concluyeron con claridad admirable:
Una parte de la convexidad del hemisferio del cerebro del perro es motora otra parte no lo es, la
parte motora, en general, está más al frente, la parte no motora está más atrás.
Fueron capaces de localizar las áreas del cerebro controladoras de cinco grupos distintos de
músculos involucrados en la extensión del cuello, extensión y flexión de la pata delantera,
movimiento de la pata trasera y movimiento de la cara. La estimulación eléctrica de un lado del
cerebro siempre causaba movimientos en el lado opuesto del cuerpo.
Laboratorios de Nueva York, Boston e Italia, rápidamente replicaron estos hallazgos. El trabajo
más importante fue el de David Ferrier. Primero en el Asilo de Lunáticos de West Riding en
Yorkshire y después en el Hospital Nacional para los Paralíticos y los Epilépticos en Londres.
Ferrier dirigió una serie de brillantes experimentos que utilizaban estimulación y ablación para
localizar funciones tanto sensoriales como motoras. Su objetivo era crear una "frenología
científica". Sus primeros resultados fueron publicados en West Riding Lunatic Asylum Medical
Reports y luego con más detalle en su texto célebre Las funciones del cerebro.
Ferrier implantó electrodos cerebrales en perros, chacales, gatos, conejos, ratas, conejillos de
indias, palomas, ranas y peces, y pudo localizar las funciones motora y sensorial en sus
cerebros. Ferrier localizó en los monos 15 diferentes funciones moto- ras, incluyendo el avance
de la pierna opuesta, la retracción del brazo opuesto, la abertura de la boca y la salida de la
lengua, la abertura de los ojos y el levantamiento de las orejas. Sus resultados fueron aclamados
porque marcaron los comienzos de una nueva era en el conocimiento de la función del cerebro.
Más tarde se encontró que la cantidad de representación de las diferentes partes del cuerpo en la
corteza motora es proporcional a su función, en lugar de serlo a la masa del cuerpo.
Tales relaciones con frecuencia se muestran en los textos fisiológicos mediante dibujos del
humúnculo motor, una figura caricaturesca similar a un humano dibujada en proporción a la
cantidad de representación cortical de diferentes funciones. Esas figuras tienen una apariencia
más bien alarmante con enormes labios y lenguas, manos grandes y pequeñas espaldas.
Al final del siglo XIX, también se localizaron algunas sensaciones estéticas en la región pos
central, posterior a los centros motores.
Menos de cinco años después de los primeros experimentos animales con estimulación
eléctrica del cerebro, se llevó a cabo un experimento similar con un paciente humano.
El doctor Roberts Bartholow, un profesor de medicina clínica del Colegio Médico de Ohio en
Cincinnati, observó los efectos de la estimulación eléctrica sobre el cerebro humano. En abril
de 1874 publicó un reporte de sus "Investigaciones experimentales dentro de las funciones del
cerebro humano"
El nombre de su paciente era Mary Rafferty. Por las notas del caso del médico, sabemos que
Rafferty era una mujer de 30 años de edad, una trabajadora doméstica que había nacido en
Irlanda, y parecía sufrir de una cierta debilidad mental.
Gozaba de buena salud hasta 13 meses antes, cuando una pequeña úlcera había aparecido sobre
su cuero cabelludo. Rafferty creyó que la úlcera se había producido por la fricción de una
horquilla en su peluca. Después de su admisión, se encontró que su cráneo estaba
completamente erosionado en un área circular de más de 2 pulgadas (casi 6 cm) de diámetro. A
través de este hoyo se podían observar las pulsaciones de su cerebro.
Bartholow insertó agujas a través del hoyo de su cráneo hasta el cerebro. Las agujas fueron
aisladas excepto en sus extremos, así se podía enviar corrientes eléctricas a áreas localizadas de
su cerebro, Las primeras observaciones que realizó Bartholow fueron después de la
estimulación de la duramadre y del cerebro mismo.
Las observaciones de Bartholow fueron el comienzo de lo que David Krech ha descrito como
el área del "cirujano experimentador". Krech escribió: "Con estos descubrimientos comenzaría
la gran era del cirujano experimentador. De allí en adelante, todo cerebro humano expuesto
para el tratamiento médico era una invitación abierta para experimentar. Y muchas de esas
invitaciones fueron aceptadas" (Krech, 1962, p. 63). Aquí la frase clave es "expuesto para el
tratamiento médico". El cerebro de Rafferty no estuvo expuesto para el tratamiento, no
obstante, en procedimientos modernos la exposición del cerebro es parte del tratamiento.
Tales procedimientos dependen de mapas o atlas que especifican las coordenadas
tridimensionales de una estructura cerebral y con ello su ubicación, y de instrumentos
estereotáxicos que permiten colocar los electrodos en estructuras objetivo en el cerebro. El
primer instrumento estereotáxico para el cerebro humano fue diseñado por Aubrey Mussen
alrededor de 1918.
Las respuestas motoras que seguían a la estimulación podían ser observadas, y dado que las
operaciones se realizaban bajo anestesia local, Penfield podía pedir a los pacientes reportes
verbales de sus experiencias.
En su libro clásico La corteza cerebral del hombre, original- mente publicado en 1950, Penfield
y Rasmussen describieron las áreas sensorial y motora a lo largo de cada lado de la fisura de
Rolando, un área en la cual se localiza el lenguaje, y áreas en el lóbulo temporal en las que al
parecer se almacenan los recuerdos, las alucinaciones, las ilusiones e incluso los sueños. La
estimulación cerebral ha probado ser una técnica poderosa para desenmarañar los misterios del
cerebro humano.
En 1954 James Olds y Peter Milner reportaron que las ratas presionarían la palanca en tasas
muy altas por estimulación intracraneal y continuarían haciéndolo hasta que cayeran
exhaustas.
Progreso y desafío.
Alrededor de los comienzos del siglo XX, surgieron dos técnicas para estudiar la función
cerebral la ablación y la estimulación y se encontró que eran altamente productoras de
nuevo conocimiento.
Sherrington dedicó su gran trabajo de 1906, La acción integradora del sistema nervioso,
a David Ferrier expresando su admiración pero también su perplejidad ante el hecho de
que tales procedimientos imperfectos hubieran producido resultados precisos. Incluso
los mecanismos cerebrales subyacentes a la formación de asociaciones parecían a punto
de ser revelados.