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El Aborto: un dilema de hierro

Si bien el execrable crimen del aborto es tan antiguo como el pecado mismo, la modernidad se
caracteriza por hacer gala de ser el almácigo de todas las atrocidades que el hombre pueda llegar a
cometer. La diferencia entre la modernidad y épocas anteriores no es meramente cronológica sino
mas bien ontológica. Si bien las practicas contra natura han existido, de esto dan cuenta las
paginas veterotestamentarias (el caso de Sodoma y Gomorra), en la antigüedad se las combatía;
ahora son política de Estado

La vida de las personas por nacer en Argentina está acechada por varios y
disimiles factores, aunque todos ellos sirven de manera mancomunada a la
revolución anticristiana.
La vida del Nasciturus está en peligro porque quienes primeramente deberían
velar por su integridad, han decidido acabar con su vida; ya sea porque su madre
realmente no lo quiere o porque padece un alto grado de ignorancia sobre la vida
gestada en su vientre y quienes están detrás del negocio del aborto, aprovechan su
estado de desconocimiento para inducirla al vil asesinato del bebé. Advierto de
ante mano que quienes tienen conocimiento de derecho, en sentido técnico del
término, me objetarán de que incurro en inexactitudes semántico-jurídicas al
hablar de bebé o persona por nacer y no de feto. Pues el término feto o, en su
defecto, embrión es un tecnicismo jurídico, que de modo vago o confuso puede
hacer cierta alusión a la persona gestada. El mismo es usado por quienes, en el
pseudo debate por el aborto, pretenden evadirse por la tangente para justificar
que lo que se está extirpando del vientre materno es un cúmulo de células o un
amasijo de carne y no una persona en pleno desarrollo que no puede defenderse.
Hay sendas teorías jurídicas que abonan esta postura de feto. Pero para hacer
menos confuso el escenario de guerra en el que nos encontramos conviene hablar
de persona por nacer.
La vida del bebé está en peligro porque se ha decidido debatir lo que nunca se
debió permitir que se debatiera: la vida del inocente. La vida del niño por nacer se
ha puesto sobre la mesa de discusión en donde el criterio de mayoría es la criba
para saber si se vive o no. Acá se impone nuevamente un criterio democrático: lo
que zanja la cuestión no es la realidad ni los valiosos aportes que la ciencia en
todos los órdenes haya podido hacer, sino que es el pernicioso número quien
establecerá la verdad de las cosas.
Cuando hablamos de pseudo debate sobre esta cuestión, lo hacemos por -al
menos- tres motivos. Primero porque lo que aquí se propone como objeto de
debate es una cuestión que su Santidad Benedicto XVI llamó, en su momento, una
cuestión “no negociable”. Y la misma es no negociable, no por un capricho
pontificio o eclesial, sino porque poner en entredicho al orden natural repugna a la
recta razón y, por ende, se estaría atentando contra los cimientos que el orden
natural aporta a la constitución de la polis en la cual el hombre puede desplegar y
perfeccionar su naturaleza humana.
El segundo motivo es porque se está atentando específicamente contra la
preservación de la especie humana, lo cual nos llevaría a una reducción importante
de la población. Esta disminución de la población es al mismo tiempo un tema de
vital importancia de las potencias dominantes sobre los países subdesarrollados,
por el interés lucrativo que genera el aborto a la par de los intereses geopolíticos
que dichas potencias desean asegurar en los países expoliados para sus fines
político-económicos. No es casual que desde que la Argentina ha ingresado en una
espiral de préstamos (impagables) con las bancas internacionales ha padecido la
presión para direccionar la política legislativa de la nación hacia cuestiones
internacionalmente impuestas: cesión de soberanía; reformas en las políticas
educativas, dentro de las cuales la más importante es la injerencia de la teoría de
género en los institutos de educación; aborto; etc. Todo esto, facilitado por un
previo y progresivo declive de la inteligencia. A ello se sumarán luego la
legalización de la pedofilia y demás prácticas contra natura.
El tercer motivo es que se ha consentido ingresar al terreno de combate que el
enemigo ha propuesto: se usan las mismas categorías que usan los mercaderes de
la muerte pero en sentido inverso. Un ejemplo de esto es la imposición del
pañuelito de celeste por contraposición al pañuelo verde; hacer gala de los
millones que están a favor de la vida (como si el número en este caso legitimara la
vida desde la concepción); buscar el apoyo de personajes de la farándula para
apuntalar la causa provida por oposición a los portavoces de la muerte de la
farándula. Hemos mencionado estos ejemplos sólo por citar algunos.
Otra cuestión en esta contienda -que es aún mucho más grave que las antes
mencionadas- es que en las marchas provida no se ha querido hacer una clara
mención teológica sobre esta cuestión, so pretexto de no irritar a los aborteros
para no darles la impresión de que se esté metiendo la religión en el medio. Toda
cuestión política (que concierne a la polis) tiene en sus entrañas una cuestión
teológica nos decía un pensador español. El sumun de la gravedad del asesinato del
bebé está dada por la prohibición del quinto mandamiento; se suma a este
agravante los aportes de la ciencia que refuerzan lo adquirido por la Fe. No darle la
gravedad teológica que esto amerita, recordando que matar al inocente es pecado
mortal, es hacer una concesión a la revolución moderna que defiende la separación
entre la Fe y la Razón. Si solamente esgrimimos argumentos científicos soslayando
deliberadamente los teológicos ¿no estamos, acaso, abonando la tesitura
revolucionaria que opone la razón a la Fe?
Cristo fue claro contra quienes se mostraban enemigos de la niñez. Mucho mas es
de suponer que con los mercaderes de la muerte no entraría en concesiones. Es
por esto que duele ver como la conferencia episcopal ha sacado un comunicado
que hace agua por todos lados, peca de confuso, sumiso a eslóganes ambiguos,
comparando a la Virgen con una muchacha distraída que queda embarazada, en fin
ese es el cumulo de testas mitradas que incitan constantemente al dialogo con los
enemigos de Dios y de la Patria. No me olvido de las excepciones entre los pastores
que por sus valientes intervenciones, pero que lamentablemente quienes guían a
la mayoría de la grey no son los lúcidos.

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