Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
RESUMEN
Si la obra de Foucault puede resumirse como una historia del pensamiento, entendida
como el análisis de múltiples "núcleos de experiencia" -análisis histórico que se muestra
a través de la articulación de formas de un saber posible, matriz normativa de
comportamientos y modos de existencia virtual para sujetos posibles-, la noción de
poder se convierte, en dicha obra, en un momento privilegiado de la trilogía que
conforma la articulación del entendimiento de algún "núcleo de experiencia".
Nos proponemos mostrar que la conceptualización que desarrolla Foucault para la
noción de poder descansa en una analítica interpretativa (siguiendo la expresión de
Dreyfus y Rabinow) que surge de la combinación de un momento arqueológico y otro
genealógico. Más concretamente, que tal conceptualización opera como modelo
conceptual que se destaca sobre el fondo de un contra modelo de la noción de poder (el
"jurídico-discursivo"), el cual, finalmente, queda englobado como visión parcial en el
modelo de la "microfísica del poder".
Concluimos con la formulación de algunos interrogantes relativos al sentido nominalista
que el propio Foucault asigna a su noción del poder.
"...if experience is not a given that is then interpreted, but is itself already interpreted,
observable change in patterns of interpretativn and action will be the same as changes in
subjetive experienee".
D. Couzens Hoy
a) El análisis de la función representativa; es decir, el análisis del rol que pueda cumplir
la representación ya sea con respecto al objeto representado o bien con respecto al
sujeto que hace la representación (en suma, el análisis de las ideologías);
b) El análisis del valor representativo -como valor de verdad- del sistema de
representación como sistema de pensamiento de un objeto dado. Alejándose
drásticamente de estos dos polos metódicos del análisis histórico -y de cualquier
combinación que de ellos pueda imaginarse-, la "empresa de una historia de la verdad" a
través del análisis de núcleos de experiencia que ejercita Foucault, se propone "analizar,
no los comportamientos ni las ideas, no las sociedades ni sus "ideologías", sino las
problematizaciones a través de las cuales el ser se da como pudiendo y debiendo ser
pensado y las prácticas a partir de las cuales se forman aquellas" (p. 54). En cuanto al
método de esta analítica de la verdad, dice enseguida: "La dimensión arqueológica del
análisis permite analizar las formas mismas de la problematización; su dimensión
genealógica, su formación a partir de las prácticas y de sus modificaciones" (p. 54).
En relación con este aspecto metódico resulta útil destacar cómo a los ojos de Hubert
Dreyfus y Paul Rabinow -seguramente dos de los mejores estudiosos y colaboradores de
la obra de Foucault- el planteamiento metódico foucauldiano obedece, más que a la
construcción de una teoría general, al planteamiento de un "enfoque interpretativo" o
"analítica interpretativa de nuestra situación actual" (o de nuestra "experiencia" si
usamos una expresión más propia de Foucault). En efecto, estos autores señalan: "Es la
combinación única que Foucault hace de la genealogía y de la arqueología lo que le
permite ir más allá de la teoría y la hermenéutica y sin embargo tomar los problemas
seriamente. El practicante de la analítica interpretativa se da cuenta que él mismo es
producido por lo que está estudiando; en consecuencia nunca puede separarse de ello. El
genealogista ve que las prácticas culturales son más básicas que cualquier teoría y que la
seriedad de la teoría puede ser comprendida únicamente como una parte del tránsito
histórico de las sociedades. La marcha hacia atrás arqueológica que Foucault emprende
para observar la extrañeza de las prácticas de nuestra sociedad no indica que él
considere tales prácticas desprovistas de significación. Debido a que compartimos
prácticas culturales con otros y ya que estas prácticas han hecho de nosotros lo que so-
mos, tenemos, forzosamente, alguna base común desde la cual proceder, entender o
actuar. Pero esta firmeza de esta base no es tan amplia para llegar a ser universal,
garantizada, verificada o fundamentada" 3.
Esta combinación única de la arqueología y la genealogía, si bien reconoce Foucault
haberla transitado "un poco a las ciegas y por fragmentos sucesivos y diferentes" (p.
54), efectivamente constituye el enlace indivisible de dos modalidades de comprensión
de la experiencia de los sujetos. Cada una de estas dos modalidades actúa como
contrapeso de la otra; mientras la arqueología "intenta aislar el nivel de las prácticas
discursivas y formular las reglas de producción y transformación para esas. prácticas",
la genealogía, por su parte, "se concentra en las fuerzas y relaciones de poder
conectadas con las prácticas discursivas" 4.
El aislamiento del nivel de las prácticas discursivas (momento arqueológico) permite
destacar las condiciones que hacen posibles tales prácticas. Suerte de momento
sincrónico, la arqueología asume la historia de la experiencia privilegiando la
discontinuidad y la ruptura. Como contrapeso de esta visión sincrónica, la genealogía
acompaña al momento arqueológico mas no interesada en algún oscuro origen de la
experiencia, sino más bien indagando las relaciones conjuntas entre modalidades de
poder y prácticas discursivas relativas a un núcleo de experiencia. "La genealogía dibuja
el mapa de la emergencia y el crecimiento de las instituciones sociales así como las
técnicas y disciplinas socio-científicas que refuerzan prácticas sociales específicas"; las
historias genealógicas de Foucault "tienen la ventaja de ser menos estáticas al
concentrarse más en las emergencias continuas que en las rupturas discontinuas" 5: Es
esta combinación única de la arqueología y de la genealogía la que permite una "historia
efectiva" que, en oposición a la tradición, no ve en su faena la prosecución de algo
constante en la experiencia humana: "Nada en el hombre -ni aún su cuerpo- es
suficientemente estable para servir como base del auto-reconocimiento o para el
entendimiento de otros hombres" 6. Así, las historias efectivas producidas por esta
analítica interpretativa intentan mostrar cómo el sujeto humano va siendo producido his-
tóricamente en el fondo de su mundo social; o quizás más allá, como lo sugieren
Dreyfás y Rabinow, esas investigaciones históricas muestran cómo los seres humanos
se constituyen a sí mismos como sujetos y cómo se tratan unos a otros como objetos.
(3) Dreyfus, H. and Rabinow, P.; "What is Maturity?" en "Foucault: A critical reader" (D. Couzens Hoy; Ed.),
Blackwe11,1986; p.115.
(4) Davidson, A.; "Archeology, Genealogy, Ethics"; in D. Couzens Hoy, op. cit., p. 227.
(5) Couzens Hoy, D., "Introduction", in Couzens Hoy. D. (Ed.), op. cit., p. 7
(6) Rabinow, P. (Ed.), "The Foucault Reader",1984, p. 87-8.
"...avancer moins oers une "théorie" que uers une analytique" du poufooir".
M. Foucault
En las catorce páginas dedicadas en La Volonté de Sauoir a esta concepción del poder,
el autor pone en juego el momento genealógico de su analítica interpretativa para que, al
tiempo de mostrar cómo este modelo del poder está profundamente enraizado en la
historia de Occidente, ir destacando sus rasgos específicos. Muchos de estos rasgos
particulares del modelo jurídico-discursivo ya habían sido esbozados un año atrás en
Surueiller et Punir.
En efecto, y curiosamente, Foucault pone allí en juego de contraposición las dos
concepciones del poder destacándose, sobre un fondo discursivo relativo a los métodos
punitivos, más la caracterización del modelo de la microfísica que el jurídico-
discursivo. Tal vez, la poca clara definición del modelo jurídico-discursivo que subyace
en el discurso sobre la prisión haya motivado el capítulo Enjeu que aparece en el primer
tomo de la Historia de la Sexualidad; más aún, será a esta poca claridad a la que se
refiere Foucault al señalar: "de una manera obstinadamente confusa he hablado, como si
se tratase de nociones equivalentes, tanto de la represión como de la ley, la prohibición
y la censura" (VS 108).
Sin anunciarla por su nombre, la concepción jurídico-discursiva del poder aparece en
Vigilar y Castigar como referida al "modelo (del) contrato que opera una cesión o la
conquista que se apodera de un territorio" 14.
Respecto al poder concebido como represión, como contrato o conquista; es decir, al
poder como es dado en el pensamiento psicológico moderno, en el pensamiento político
de Occidente, Foucault se impone la tarea de escudriñar en su caracterización, como
preparación al terreno previo al desarrollo del modelo de la microfísica. ¿Cuáles son los
rasgos específicos de esa concepción?; ¿De dónde toma su fuerza la concepción jurídico
discursiva del poder?, y ¿Cuál es la razón histórica de la aceptación del poder como
forma jurídico-discursiva?, son las preguntas en las que concentra su atención el autor.
A los cinco rasgos específicos del poder (relación negativa, instancia de la regla, ciclo
de lo prohibido, lógica de la censura y unidad del dispositivo) subyace un carácter
común, consistente en la estricta separación del poder y de un objeto sobre el cual actúa.
Apoyados en la generalidad que según Foucault esta concepción tiene en la historia de
Occidente, podemos disectar el objeto específico tomado como motivo para la
exposición del modelo; valga decir, el sexo. Resumamos entonces los cinco rasgos
citados.
(14) Foucault, M.; Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión", Siglo M;1980, p. 33 (en adelante nos referiremos a este texto
con las siglas VC, indicando el número de página).
1) La relación del poder con su objeto es negativa; esto quiere decir, que lo único que
"puede" sobre el objeto es "decirle no", los efectos que el poder produce en su objeto
"toman la forma general del limite y de la carencia" (VS, 110).
2) Esencialmente, el poder dicta su ley al objeto -colocándolo bajo un régimen binario,
v gr. permitido-prohibido; prescribiéndole una "orden" que, al mismo tiempo, es la
forma de hacerlo inteligible; actuando sobre él al pronunciar discursivamente la regla y
creando un estado de derecho. "Encontraríamos la forma pura del poder en la función
del legislador" (VS,110).
3) Siendo la regla el modo en que el poder dice no a su objeto, lo logrará no haciendo
más que poniendo en juego una ley de prohibición. Ello con el objetivo de que el objeto
"renuncie a sí mismo" y apoyado -como su instrumento en "la amenaza de un castigo
que consistiría en suprimirlo" (VS,111).
4) La lógica a la que obedecería esta prohibición adquiere un carácter paradójico, al
encadenar las formas de la prohibición «afirmar que (el objeto) no está permitido,
impedir que sea dicho, negar que exista"- conectando lo ilícito, lo informulable y lo
inexistente "de manera que cada uno sea a la vez, principio y efecto del "otro". Así, la
ley de la prohibición se enunciaría "como conminación a la inexistencia, la no-
manifestación y el mutismo" (VS,111).
5) El poder sobre el objeto, tomaría la forma de aparato unitario que recorre todos los
niveles de la dominación social, actuando de "manera uniforme y masiva" bajo su forma
general: la del derecho. El efecto generado en cualquiera de esos niveles sería el de la
obediencia, el de la sumisión. "Frente a un poder que es ley, el sujeto que está
constituido como sujeto -"el sojuzgado"- es el que obedece" (V8, 112).
En síntesis, estos rasgos expresan una cierta "mecánica del poder" en la que "todos los
modos de dominación, de sumisión, de sujeción se reducirían finalmente al efecto de
obediencia" (VS,113).
Podría establecerse que esta alusión de Foucault a una cierta mecánica del poder, no sea
simple desliz o ligereza. Si se permitiese, aún sólo en su sentido metafórico, esta suerte
de mecánica pudiera emparentarse con
la temática del movimiento en la ñsica -y en especial en la mecánica clásica-. El poder
correspondería a la capacidad de alterar un estado de reposo o de movimiento uniforme
de un objeto, frente a la cual este último no podría más que resistir inútilmente; valga
decir, no podría más que obedecer 15.
Esta dominante concepción del poder tiene, para Foucault, su arraigo histórico en la
formación y desarrollo de las grandes instituciones de la Edad Media. Detrás de las
formas de poder que conformaron tales instituciones estaba la fórmula de pax et justitia,
señalando "a la paz como prohibición de guerras feudales o privadas y a la justicia como
manera de suspender el reglamento privado de los litigios" (VS, 115). Funcionaron estas
formas de poder "con el triple carácter de constituirse como conjunto unitario, de
identificar su voluntad con la ley y de ejercer por medio de mecanismos de prohibición
y de sanción" (VS,114).
Instituciones que consolidaron el régimen monárquico y para las que el "lenguaje del
poder", como "modo de manifestación y forma de su aceptabilidad", fue el derecho. Le
ha sido constitutivo a las monarquías occidentales edificarse como "sistemas de
derecho", reflejarse por medio de "teorías del derecho" y poner a "funcionar sus
mecanismos de poder en la forma del derecho" (VS,115).
A esta razón histórica agrega Foucault otra de carácter "general y táctico", para
explicarse la aceptación dominante de esta concepción jurídico-discursiva del poder.
Ala pregunta de si sería aceptado el poder si fuese completamente cínico -es decir si no
se enmascarase en esa suerte de lógica paradójica que impone la ley de prohibición-, la
respuesta es una especie de "ceder terreno" a cambio de llegar a ser tolerable. Para el
poder, el secreto "no es del orden del abuso; le es indispensable para su funcionamiento.
Y no sólo porque lo imponga a los que somete, sino, tal vez, porque para estos les es
también indispensable: ¿lo aceptarían si no viesen en ello un simple limite... dejando
intacta una parte -aún reducida- de libertad?" (VS,113-4).
Pero, estas razones -histórica la una, táctica la otra-, están ya avanzando elementos
críticos de esta concepción jurídico- discursiva.
Por una parte, la misma razón histórica -genealogía foucauldiana en acción- permite ver
cómo esta concepción del poder constituyó el modo discursivo de justificación de
aquello a lo que ella misma se refiere. "La historia de la monarquía y el recubrimiento
de hechos y procedimientos de poder por el discurso jurídico-político estuvieron
apareados" (VS,116). Y es que, en la historia de las sociedades occidentales, los
discursos sobre el poder llevan consigo la formulación en el derecho, siendo éste
oriundo de la monarquía; de tal modo que "en el pensamiento y en el análisis político,
no siempre se ha guillotinado al rey" (VS,117).
(15) Tampoco parece ser una ligereza la insistencia de Foucault en denominar a su propia concepción una "microfísica del
poder". Más adelante, pretendemos indicar cómo se conectan ambas metáforas.
Por otra parte, la razón táctica asoma ya las debilidades de esta concepción que no es
capaz de mostrar, incluso, cómo es que en nuestra sociedad la forma general de
aceptabilidad del poder sea "el puro limite trazado a la libertad"; a no ser refugiándose
oscuramente en su propio discurso jurídico para sólo mostrar sus exigencias de
confesión al sujeto sojuzgado.
Ciertamente "es necesario haberse construido una representación harto invertida del
poder para llegar a creer que nos hablan de libertad todas esas voces que en nuestra
civilización, desde hace tanto tiempo, repiten hostigantemente la formidable
conminación de decir lo que uno es, lo que ha hecho, lo que recuerda y lo que ha
olvidado, lo que esconde y lo que se esconde, lo que uno no piensa y lo que piensa no
pensar. Inmensa obra a la cual Occidente sometió a generaciones a fin de producir -
mientras que otras formas de trabajo aseguraban la acumulación del capital- la sujeción
de los hombres; quiero decir, su constitución como "sujetos", en los dos sentidos de la
palabra (VS, 81). La aplicación de la analítica interpretativa a la experiencia de la
prisión, en la que crudamente se muestra el tránsito del castigo del cuerpo a la vigilancia
del alma «alma, que a diferencia del alma representada por la teología cristiana, no nace
culpable y castigable, sino que nace más bien de procedimiento de castigo, de
vigilancia, de pena y de coacción" (VS, 36)-, constituye junto al análisis de la
sexualidad, de la locura y de la clínica los núcleos de experiencia que, sometidos a
aquella analítica, hicieron posible el surgimiento en el pensamiento foucauldiano, del
modelo microfísico del poder.
Sea cual fuere el origen desde el cual se genera el poder y sea cual fuere su modo de
generación, parece estarse haciendo referencia a la forma más palpitante de su
presencia. Es decir, el poder se nos muestra (ya veremos que en el modelo se conforma
como una red no claramente visible) en sus formas terminales. Además, admitiendo que
"poder y saber se implican directamente el uno al otro" (VC, 34) y, entendiendo la
dominación histórica que ha mantenido en la "edad clásica" el discurso jurídico sobre el
poder, resulta claro que esta manifestación del "saber del poder" pueda interpretarse
como una forma terminal del poder que se dibujará en el modelo. Con suficiente
empeño y alcance mostró Foucault, a lo largo de su obra, el peso del discurso como
forma de poder; y quizás, no haya sido distinto el motivo que impulsó la elaboración
genealógica del contra modelo ("Es en el discurso que poder y saber se articulan').
Esta primera aproximación a la noción de poder, dibujada de manera negativa (valga
decir, lo que no es sino forma terminal para el modelo), nos deja una vista periférica de
tal noción. Partimos del conocimiento de cómo se muestra el poder -merced a su forma
discursiva dominante- y nos adentramos hacia el centro de la periferia. En qué consiste
y cómo se constituye el poder para mostrarse en esas formas terminales, son las
preguntas a las que el modelo de la microfísica intenta dar respuesta.
El rompimiento de esa periferia, de esa especie de corteza resistente conque se ha
cubierto la noción de poder, llevó el esfuerzo intelectual de Foucault al elemento
conceptual que, como rayo luminoso, inunda por doquier toda la concepción microfísica
del poder. Este elemento conceptual, que como centro movedizo se desplaza para
definir la periferia, lo constituyen las "relaciones de fuerza". Este elemento conceptual
no debe pensarse de manera estática, siendo, como lo es, la expresión de la condición de
posibilidad del poder. Esta condición "no hay que buscarla en la exis-tencia primaria de
un punto central, en un foco único de soberanía desde donde irradiarían formas
derivadas y descendientes; es el pedestal móvil de las relaciones de fuerza que inducen
sin cesar, por su desigualdad, estados de poder -más siempre locales e inestables-"
(VS,122).
En concordancia con su tesis de no avanzar más que hacia una analítica del poder,
postula su definición de éste del siguiente modo: "me parece que hay que comprender
por poder... la multiplicidad de relaciones de fuerza que son inmanentes al dominio en
que se ejercen, siendo constitutivas de su organización" (V8, 121-2; el énfasis es mío).
El dominio en que se ejercen tales relaciones de fuerza no puede ser otro que los
incontables dominios de la experiencia (núcleos de experiencia); concepto al que nos
referimos en la primera parte de este artículo.
Esas relaciones, dice Foucault más adelante, "no están en posición de exterioridad
respecto de otros tipos de relaciones (procesos económicos, relaciones de conocimiento,
relaciones sexuales) sino que les son inmanentes" (VS,123-4). Así, lo que determinaría
la particularidad de un dominio de la experiencia específico, serían esas relaciones de
fuerza; en una palabra, al constituir su organización.
¿En qué consisten tales relaciones de fuerza?. Esta es, seguramente, la pregunta más
difícil que pueda plantearse a esta concepción del poder. Su respuesta parece estar
diseminada en el propio tejido discursivo de Foucault, cada vez que asoma, implícita o
explícitamente, alguna caracterización de ellas. Creo que una respuesta sintética debiera
ser del orden de correspondencia que guardan las relaciones de fuerza con el dominio en
que se ejercen 18. Así, por ejemplo, al tratarse del nacimiento de la prisión, su dominio
parece quedar definido por el cuerpo -y "alma"- sujeto al castigo, la vigilancia, la
coacción. "El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo
productivo y cuerpo sometido. Pero este sometimiento no se obtiene por los únicos
instrumentos ya sean de la violencia, ya de la ideología; puede muy bien ser directo,
fisico, emplear la fuerza contra la fuerza, obrar sobre elementos materiales, y a pesar de
todo esto no ser violento; puede ser calculado, organizado, técnicamente reflexivo,
puede ser sutil, sin hacer uso ni de las armas ni del terror, y sin embargo, permanecer
dentro del orden físico" (VC, 33).
Ala definición previamente citada, añade Foucault tres proposiciones referidas,
esencialmente, al modo operativo en que se ponen en juego las relaciones de fuerza:
a) Las relaciones de fuerza entran en "un juego que por medio de luchas y
enfrentamientos incesantes las transforma, las refuerza, las invierte";
b) Las relaciones de fuerza se apoyan "las unas en las otras, de modo que forman cadena
o sistema" o, por el contrario establecen "corrimientos y contradicciones que aíslan a
unas de otras";
c) Las relaciones de fuerza establecen su efectividad a través de "estrategias", "cuyo
dibujo general o cristalización institucional toma forma en los aparatos estatales, en la
formulación de la ley, en las hegemonías sociales" (VS,122).
A partir de la definición del poder (multiplicidad de relaciones de fuerza...) y de los
postulados referidos a su modo operativo, podemos entender mejor, su propia condición
de posibilidad (movilidad del soporte de aquellas relaciones de fuerza).
En efecto, si el poder opera en forma estratégica en una suerte de "combinación" de
fuerzas, se entiende que dejaría de ser "algo que, se adquiera, arranque o comparta, algo
que se conserve o se deje escapar", pues su carácter estrictamente relación el indica que
"se ejerce a partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones no igualitarias y
móviles" (VS, 123).
(18) Pero que se hace presente, fundamentalmente, en las fórmas discursivas propias de ese dominio.
(19) Couzens Hoy sugiere, al respecto, la analogía con el juego de ajedrez en el que la captura de una pieza no obedecería al
enfrentamiento de dos piezas, sino al "efecto del arreglo global de las piezas tanto como de la estrategia puesta en acción".
Cf. "Power, Repression, Progress" in op. cit., p. 135.
(20) Una microfisica del poder implica "que se renuncie a la oposición violencia-ideología, a la metáfora de la propiedad, al
modelo del contrato o al de la conquista" (VC, 35).
(21) Prigogine, I., "Physique, temps et devenir", Masson,1982, p. 59.
(22) Claro está que la metáfora se agota cuando caemos en cuenta que en el caso de la física se sigue concibiendo el
intercambio entre las partículas como una suerte de comercio de "partículas" virtuales; así, por ejemplo, las fuerzas
electromagnéticas tendrían su origen en intercambios de fotones, aún cuando no visibles.
El cometido de Foucault de una analítica del poder se proponía no sólo esclarecer sus
condiciones de posibilidad y su estructuración conceptual, sino además el proceder
metódico para su estudio.
A este segundo propósito ya responden en algo la propia conceptualización hasta aquí
resumida. No obstante, se agregan unas consideraciones finales en las que Foucault -de
modo más explícito- se refiere a este aspecto. Pero, ¿qué es lo que en resumen ha
quedado ya claro respecto al proceder metódico?
Abandonar la concepción jurídica del poder oponiéndole el modelo estratégico,
corresponde a la impostergable tarea de quien quiera comprender cabalmente "los
nuevos procedimientos del poder que funcionan no ya por el derecho sino por la técnica,
no por la ley sino por la normalización, no por el castigo sino por el control y que se
ejercen en niveles y formas que rebasan al Estado y sus aparatos" (VS, 118). La
analítica de tales procedimientos de poder no puede menos que comenzar a partir de los
"mecanismos infinitesimales que tienen su propia historia, su propia trayectoria, sus
propias técnicas y táctica" 23; en una palabra, tiene su punto de arranque en la analítica
interpretativa de algunos núcleos de experiencia, a partir de la cual se podría ver "cómo
esos mecanismos de poder han sido -y continúan siendo lo investidos, colonizados,
utilizados, transformados, desplazados, extendidos, etc.; por mecanismos siempre más
generales..." (ibid.).
Con el cuidado que caracteriza a su retórica, se refiere Foucault a sus consideraciones
de orden metódico como "prescripciones de prudencia" más que como "imperativos de
método" (quizás no haga con ello otra cosa que recordarnos que la analítica del poder
corresponde al estudio de uno de los aspectos cuyo análisis es exigido por la triple
constitución de la experiencia).
Cuatro "reglas" son enunciadas al respecto (de inmanencia, de las variaciones continuas,
del doble condicionamiento y de la polivalencia táctica de los discursos) en las que
subyace la intención de dejar en claro no sólo la estrecha conexión entre formas del
saber y mecanismos de poder, sino además el que las formas discursivas de un núcleo
de experiencia constituyen el material más precioso para el practicante de la analítica
interpretativa. Veamos en qué consisten tales reglas 24.
"Foucault never read our current situación into the human condition and then tricd to
base an ethics on authentically living in terms of presumed universal human realitey".
H. Dreyfus - P. Ravinow
La sentencia es sin ambages. Comienza Foucault su definición del poder como un "il me
semble qu'il faut comprendre", para decirlo, más adelante, "hay que ser sin duda
nominalista: el poder... es el nombre que se presta para una situación estratégica
compleja en una sociedad dada" (VS,123).
A quien supo trazar la arqueología de las ciencias humanas; a quien lúcidamente
desbrozó el trasfondo de estas ciencias como portadoras concretas de una "analítica de
la finitud" 25, resultaría harto difícil verlo dar vuelta atrás a la edad clásica postulando
una suerte de nominalismo absoluto. Y sin embargo, ¿cómo entender el nominalismo
referido a la noción de poder, sobre todo si se tiene en cuenta la pretensión foucauldiana
de hacer pertenecer su trabajo global a la empresa constructora de una ontología de
nosotros mismos?
Quisiera concluir sugiriendo la hipótesis de que no hay en esto contradicción alguna, y
aventurando una explicación ajustada al marco de lo expuesto en este escrito.
Si la tarea intelectual desarrollada por Foucault fue un ejercicio filosófico que se trazaba
como apuesta "saber en qué medida el trabajo de pensar su propia historia puede liberar
al pensamiento de lo que piensa en silencio y permitirle pensar de otro modo" 26; si la
tarea del intelectual la ve Foucault como consistiendo en la identificación de las formas
e interrelaciones específicas que la verdad y el poder han tomado en nuestra historia" 27,
resulta justo entonces comprender que su analítica del poder no podía postularla al
modo de una teoría definitiva y, en consecuencia, la noción de poder no podía menos
que obedecer al nominalismo.
(25) Cf. "Les Mots, et les choses", Gallimard,1966; p.p. 323-329.
(26) Foucault, M., "Usage des plaisirs et tecliniques de so¡", in Le Débat; No. 27, 1983,p.52.
(27) Dreyfus, H. and Rabinow, P.; op. cit., p.116.
Pero es que, además, debe tenerse presente que la analítica del poder tan sólo
corresponde a la exégesis de uno de los ejes constitutivos de la experiencia. Y no sólo
porque está referida a un solo eje, sino porque no se agota en la sola dimensión definida
por tal eje.
En efecto, lo que es constitutivo de la experiencia es el estar definida por un espacio que
se conforma a partir de las dimensiones trazadas por las formas de las prácticas
discursivas que articulan el saber, por las matrices normativas de comportamiento -en
las que se ubican las formas de poder- y por las formas de subjetividad por las que el
individuo se reconoce como sujeto. Cada una de estas dimensiones no puede ser vista
sin referencia a las otras (hemos visto como Foucault habla constantemente de formas
del saber-poder), siendo lo fundamental en la analítica interpretativa de la experiencia el
dar cuenta de la articulación de esas tres dimensiones en relación con un dominio
específico.
Mas, lo que hace posible recorrer ese "espacio interpretativo" de la experiencia es, sin
duda alguna, la analítica de las formas discursivas referidas a cada eje y relativas a un
dominio en particular.
Por ello creemos que detrás de la constitución de ese "espacio interpretativo de la
experiencia" no puede verse más que el postulado firme que sirve de asiento para el
punto de vista siempre relativo a partir del cual -y por medio de la conexión de los
momentos arqueológicos y genealógicostoma forma la analítica de las formas
discursivas. Sobre ese fondo, toda referencia al ente constitutivo de cualquiera de los
ejes que definen el espacio interpretativo no puede más que ser nominalista.
Permitirle pensar al pensamiento de otro modo es una tarea que, para el ejercicio
filosófico crítico llevar a cabo en toda su plenitud, exige consideraciones de esta
naturaleza.
Así puede entenderse que al pensamiento foucauldiano no se le adecue cualquier casilla
disciplinaria de las tantas que han pretendido adjudicársele; tarea que, tal vez sin
sarcasmo, decía Foucault debía dejársele a los burócratas 28. Y si alguna casilla
intelectual puede corresponderle adecuadamente, quizás lo sea la de interpretivismo
crítico; precisamente por no ser éste una casilla. Al practicante de la analítica
interpretativa le corresponde actuar transdisciplinariamente por necesidad; pero por
encima de todas las disciplinas que le sea menester recorrer estará siempre el ejercicio
filosófico, "si por lo menos éste es todavía hoy lo que fue, es decir una "ascesis", un
ejercicio de sí, en el pensamiento" 29.
(28) Cuando su oficio se corresponde con ubicara los intelectuales en disciplinas, no pueden hacer cosa distinta que ejercer
normas, precisamente, disciplinarias.
(29) Foucault, M.; ibid. p. 54.