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8.

HISTORICISMO y NACIONALISMO1

La Alemania de principios del siglo XIX tenía dos problemas: la aspiración a


realizar la unificación política a partir del mosaico de las diversas entidades
que la componían (un caos de estados, ciudades libres y feudos que el
congreso de Viena redujo a 39), y la de emprender el camino de la
modernización sin correr riesgos revolucionarios.

Los intelectuales alemanes estaban trabajando desde finales del siglo XVIII
para establecer las bases de una cultura nacional basada en la unidad de la
lengua, recuperando todo un tesoro de mitos y poesías transmitidos por una
cultura popular hasta entonces menospreciada, como lo haría Jakob Grimm,
͞estudioso del folklore germánico y de las leyes antiguas; las dos cosas, para
él, parte de un mismo trabajo͟

p. 166

Los dirigentes de esta sociedad entendieron desde el principio la


necesidad de cerrar las puertas a las ideas subversivas y ayudar a crear un
consenso social basado en la lucha nacionalista. La acción se inició con la
reforma educativa de Humboldt y la continuaron las universidades prusianas
-en especial la de Berlín, fundada en 1810- que ofrecían a los intelectuales
satisfacción económica y promoción social, y recibían de ellos, a cambio, las
armas ideológicas para hacer frente a la subversión en forma de una cultura
nacional que se presentaba disociada del terreno de la política y renunciaba a
las funciones de crítica social que habían asumido los intelectuales de la

1 Fontana, J. (2002), La historia de los hombres, Ed. Crítica, España, pp. 166-179
Ilustración, encargándose de preparar a la población para reverenciar el
estado al cual proporcionaban legitimación.

Lo que se denomina ͞historicismo͟ resulta difícil de definir. Para unos -dice


Thomas Nipperdey- el historicismo es método, o más exactamente
metodología, teoría de la ciencia; para otros es una visión del mundo
fundada metafísicamente con implicaciones políticas.
p. 167
Un rasgo que define [al historicismo] es el rechazo del universalismo de la
Ilustración, reemplazado por una visión en la que cada nación es considerada
como una totalidad orgánica que tiene sus propias leyes de evolución. La
historia, por su lado, no había de ocuparse de estadios de desarrollo social ni
de ͞siglos͟ de la cultura humana, sino de las naciones consideradas
orgánicamente, y los hechos que estudiase el historiador habían de
analizarse individualmente, en el contexto nacional, sin buscar leyes o
ƌegulaƌidades geŶeƌales Ƌue los explicaseŶ…
El hombre a quien se considera habitualmente fundador del historicismo, y
que sería el divulgador de los nuevos métodos ͞científicos͟ de la historia, es
Leopold von Ranke (1795-1886). El joven historiador, haciendo un ejercicio
de modestia, decía que aunque la historia tiene ͞la misión de juzgar el
pasado y de instruir el presente en beneficio del porvenir͟, su obra no
aspiraba a tanto, sino que se contentaba con ͞mostrar las cosas tal y como
pasaron͟. Esta frase -«Er will bloss zeigen wie es eigentlich gewesen»- fue
sacada de contexto injustificadamente e interpretada como una declaración
metodológica, y fue desde entonces repetida con entusiasmo por los
ejércitos de historiadores académicos que creyeron que legitimaba su
incapacidad, moral o intelectual, de pensar por cuenta propia.

p. 169

[Ranke] le escribía en 1873 a su hijo Atto: ͞Sobre todo flota el orden divino
de las cosas, muy difícil por cierto de demostrar, pero que siempre se puede
intuir. Dentro de este orden divino, idéntico a la sucesión de los tiempos,
ocupan su lugar los individuos importantes: así es como los ha de concebir el
historiador͟. La actividad de los hombres se canaliza a través de las naciones,
que son el componente fundamental de la sociedad: cada una de ellas es
distinta y peculiar, de manera que las generalizaciones no sirven: ͞cada país
tiene su propia política͟.2

p. 170

El «método científico» difundido desde los seminarios universitarios


alemanes fue asimilado por los historiadores de otros países que coincidían
también con sus colegas prusianos en la preocupación por consolidar el
consenso social en torno a unas libertades que no implicaban la conquista de
la democracia…

[…]

Desaparecido el peligro de una revolución, con el fracaso del cartismo, el


combate ideológico parece perder fuerza en Gran Bretaña. Entre Macaulay y
lord Acton (1834-1902), que es ya un representante de la «ciencia histórica»
a la aleŵaŶa… ya no queda más que el vacío -la ausencia de ideas elevada a

2 10. Georg G. Iggers, The German Conception of history, Middletown, Wesleyan University Press, 1968, pp. 65-74. La
carta de Ranke en Pueblos y estados, p. 525.
virtud- que será característico de la historiografía académica británica de
principios del siglo XX.

[Acton] estudió en Alemania, ya que su condición de católico impedía que


le aceptasen en Cambridge -al final de su vida, sin embargo, sería nombrado
«Regius professor» de esta universidad-, y fue el introductor en Gran Bretaña
de los nuevos métodos de la erudición germánica. Pese a que escribió poco,
paralizado por un afán de perfeccionismo que procedía posiblemente de
haber tomado al pie de la letra las exigencias del método prusiano, tuvo un
papel decisivo en preparar lo que se quería que fuese un monumento de la
«nueva historia científica», la Cambridge Modern History, una obra colectiva
a cuyos colaboradores les planteaba Acton el siguiente programa:

Nuestro esquema pide que nada revele el país, la religión o el partido


al que pertenecen los escritores. Esto es esencial, no solamente sobre
la base de que la imparcialidad es la característica de la historia
legítima, sino porque el trabajo lo realizarán hombres que se han
reunido con el único objeto de aumentar el conocimiento exacto.

La falacia académica de la imparcialidad se proclamaba así solemnemente.


El pasado estaba en los documentos, esperando que los historiadores
recogieran los hechos, los pulieran dándoles forma narrativa y los sirvieran al
público. Acton murió sin llegar a ver el primer volumen de la historia de
Cambridge, que no respondería a las grandes esperanzas depositadas en ella:
͞el plan estaba viciado por un enfoque positivista y atomizado de los temas, y
las contribuciones eran de valor muy desigual͟.3

3 23. La fuente esencial de este párrafo ha sido Roland Hill, Lord Acton, New Haven, Yale University Press, 2000
(una cita literal de pp. 396-397). El texto de la «Letter to contributors to the Cambridge Modem History», en Essays in the
liberal interpretation of history, ed. por W. H. McNeill, Chicago, Chicago University Press, 1967, p. 397. De manera parecida
p. 176

Un proceso parecido de difusión de los métodos de la erudición alemana,


asociada a una pretensión de objetividad que no era otra cosa que la mansa
aceptación del orden establecido, y acompañada por la profesionalización de
los historiadores, se dio en la Norteamérica de fines del siglo XIX. El manual
de referencia de los historiadores norteamericanos era la Introducción a los
estudios históricos de Langlois y Seignobos4 y su pretensión de alcanzar la
objetividad y la certeza se basaban en la confianza que les daban los métodos
«científicos» usados, supuestamente similares a los de las ciencias naturales.
Así consiguieron alcanzar una buena consideración profesional en una
sociedad a cuya estabilidad contribuían prestando apoyo a un consenso
conservador, nacionalista y racista.5

p. 177

[…]

A principio del siglo XX, sin embargo, en una sociedad cambiante, la crisis
del historicismo era evidente, lo que explica que se iniciasen los intentos de
superarlo en el terreno concreto de la investigación histórica, a la vez que
permanecía arrinconado en el de la teoría económica, después de una
«disputa del método» que llevó a reivindicar en la economía la primacía de la

se expresaba en su «Lección inaugural sobre el estudio de la historia» dada en Cambridge en 1895, al ser nombrado
«Regius professor», donde decía que 10 mejor era que la personalidad del historiador no se manifestara para nada en su
obra (Lord Acton, Lectures on modern history, Londres, Collins, 1960 pp. 2627).
4 25. Donde se divide el trabajo del historiador en unas operaciones analíticas, que consisten en la crítica externa, o de
erudición, y la crítica interna, y unas operaciones sintéticas que empiezan con el agrupamiento de los hechos y permiten,
mediante el razonamiento constructivo, la elaboración de la exposición final. En la conclusión se decía que la historia no era
otra cosa que el aprovechamiento de los documentos y que su mérito principal era el de ser un instrumento de cultura
intelectual, pero no una fuerite de enseñanzas prácticas para guiarse en la vida. C. V. Langlois y E. Seignobos, Introducción
a los estudios históricos, Buenos Aires, La Pléyade, 1972 (citas de las pp. 235-236)
5 26. La fuente esencial de este párrafo es el gran libro, que ya hemos citado y que en adelante usaremos en más
ocasiones, de Peter Novick, That noble dream. The objectivity question and the American historical profession, Cambridge,
Cambridge University Press, 1988, pp. 21-85.
teoría contra el estudio aislado de casos puntuales que propugnaba la
escuela histórica. Las corrientes de pensamiento que proponían en estos
años la revisión de un historicismo que consideraban fracasado no se
interesaban, sin embargo, por los problemas concretos de la investigación -
un terreno en el que aceptaban de hecho los planteamientos tradicionales-
sino solamente por su fundamentación filosófica.

En esta línea hallamos sobre todo el neokantismo de la escuela de


Marburg, con Heinrich Rickert (1863-1936), que opinaba que la realidad
empírica era múltiple e inabarcable en su totalidad. La forma en que las
diversas ciencias se enfrentaban a ella era diferente. Las ciencias de la
naturaleza lo hacen con un método ͞generalizador͟, que usa de los
conceptos de ley, género y especie, con los cuales consiguen un
conocimiento general de la realidad, mientras que el individuo, con todo lo
que tiene de único e irrepetible, se les escapa.

p. 179

Esto es, en contrapartida, lo que recogen en su conceptualización las ciencias


de la cultura, entre las cuales figura la historia, que incorporan además la
noción de «valor», ausente de las ciencias de la naturaleza. La selección de
los hechos con que el historiador construye la historia se hace en función de
«valores» trascendentes, que están más allá del objeto y del sujeto. La
historia se convierte así en una construcción mental erigida por el hombre, y
la concepción de un progreso histórico es una trampa. «Sólo podemos
calificar de progreso el desarrollo que lleva hacia una determinada
formación, si ésta ha sido establecida previamente como valiosa en función
de una escala de valores.»6

Pese a ser anterior en el tiempo a algunos neokantianos, Wilhelm Dilthey


(1833-1911) influyó con retraso en la filosofía de la historia. Para Dilthey no
son dos campos distintos lo que marca la diferencia entre las ciencias de la
naturaleza y las del espíritu, sino el diferente comportamiento de estas
ciencias. Lo que es físico, incluso en el hombre, es accesible al conocimiento
científico-natural, mientras que lo que constituye el objeto de las ciencias del
espíritu sólo puede ser «comprendido»; los estados humanos se viven, son
manifestaciones de vida. A la vida, en toda su complejidad, sólo podemos
acceder a través de nuestras propias experiencias de vida.

6 30. I. S. Kon, El idealismo filosófico y la crisis en el pensamiento histórico, Buenos Aires, Platina, 1962, pp. 69-85. Las
citas de Heinrich Rickert son de Introducción a los problemas de la filosofia de la historia, Buenos Aires, Nova, 1961, pp. 42-
76 Y 113: Sobre otros autores relacionados, como Simmel, Treltsch, etc., A. Waismann, El historicismo contemporáneo,
Buenos Aires, Nova, 1960, y G. Iggers, The German conception ofhistory.

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