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CAPITULO XX
EL PROCESO DE INDIVIDUALIZACION DE LA PENA
2. El principio de individualidad
a) La pena prevista para cada tipo se entiende fijada para el autor de delito consumado.
Así fluye con toda claridad de lo dispuesto por el artículo 50 del Código Penal.
b) Cuando la ley contempla una pena que se compone de varios grados, cada uno de ellos
se considera como una pena distinta.
Esta regla aparece expresamente contemplada en el artículo 57 CP. De modo que si un delito,
por ejemplo, tiene asignada como pena la de presidio mayor en sus grados mínimo a medio,
debemos entender que aquél aparece sancionados con dos penas: la de presidio mayor en su
grado mínimo y la de presidio mayor en su grado medio.
c) Cuando la ley contempla penas diversas para un mismo delito, cada una de esas penas
se considera como si fuera un grado distinto. Así lo dispone el artículo 58 CP. De suerte
que si consideramos, por ejemplo, la penalidad del delito de parricidio (art. 390 CP.), esto es,
presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo calificado, debemos entender que
dicho marco penal consta de tres grados: presidio mayor en su grado máximo, presidio
perpetuo y presidio perpetuo calificado porque cada una de esas penas ha de ser ficticiamente
considerada como si fuera un grado.
d) La pena que en definitiva se aplique a una persona puede resultar mayor o menor que
aquella que la ley fija de modo abstracto para el delito respectivo. Si bien esta regla no
aparece expresamente consignada en el texto de la ley, ella se deduce del conjunto de
preceptos que regulan el proceso de individualización de la responsabilidad criminal. La
concurrencia de circunstancias agravantes puede conducir a la imposición de una pena más
elevada que la prevista de modo general para el delito, y la influencia de circunstancias
atenuantes -y, también, otros factores, como veremos enseguida- pueden conducir a aplicar
una pena inferior a la prevista en la ley.
fuere necesario. Así, por ejemplo, si la pena asignada al delito fuera relegación menor en su
grado mínimo y tuviéramos que subir dos grados, arribaríamos a relegación menor en su grado
máximo, siguiendo la escala Nª 2.
Si por aplicación de este mecanismo llegáramos al tope máximo de la escala y todavía fuera
necesario seguir subiendo, se aplican las siguientes reglas, contempladas en el artículo 77 del
Código Penal:
- En la escala 1, debe imponerse presidio perpetuo calificado
- En las escalas 2 y 3, debe imponerse presidio perpetuo
- En las escalas 4 y 5, se impone la pena superior de la respectiva escala y además
reclusión menor en su grado medio.
Si, por el contrario, llegáramos al tope mínimo de la escala y todavía fuera necesario seguir
bajando, se impone siempre la pena de multa, cuya cuantía ha de fijarse de acuerdo con el
artículo 25 CP., atendiendo a la naturaleza de la infracción.
1. El título de castigo
Son delitos habituales aquellos en los cuales el tipo demanda la ejecución de una
misma conducta varias veces. Por ejemplo, la figura del artículo 367 del Código Penal.
Son delitos complejos aquellos en los cuales el tipo reúne dos o más conductas
diversas que, consideradas en forma aislada, de todos modos son constitutivas de delito. Por
ejemplo, la figura del artículo 372 bis del Código Penal.
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Excepcionalmente, en cambio, puede suceder que un mismo sujeto haya realizado dos
o más conductas que encuadran en tipos diversos o en un mismo tipo varias veces, o bien que
una misma conducta aparezca captada por dos o más tipos o por uno mismo varias veces. Este
es el problema que se presenta en el delito continuado y en las figuras denominadas concurso
ideal de delitos, concurso material de delitos y concurso de leyes penales.
Un mismo hecho puede dar lugar a dos o más títulos de castigo. Por ejemplo: el hecho
"muerte de Jaime" puede ser calificado como parricidio respecto de uno de los ejecutores y
como homicidio respecto de los otros.
2. El delito continuado
Está constituido por dos o más acciones u omisiones separadas por un cierto tiempo
que, no obstante integrar cada una de ellas por separado la misma figura fundamental de
delito, se valoran como un solo delito en razón a la homogeneidad de sus elementos.
Ningún precepto legal se refiere en nuestro país a esta clase de delito, no obstante lo
cual puede decirse que goza de considerable reconocimiento en la jurisprudencia y en la
doctrina nacionales.
Los elementos de este delito pueden clasificarse en objetivos y subjetivos. Del primer
orden son: la pluralidad de acciones u omisiones, la unidad de ley violada y, para algunos, la
identidad del sujeto pasivo. De índole subjetiva es el requisito de unidad de designio,
propósito, intención o dolo.
Elementos objetivos:
Realización del mismo tipo básico. También es indispensable que las diversas
acciones realizadas vulneren un mismo o semejantes preceptos legales. No se
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requiere, entonces, que todas las conductas merezcan idéntica calificación; basta con
que las diversas figuras sean analogables, esto es, que puedan ser comprendidas como
manifestaciones de un tipo básico. Luego podrá darse tal homogeneidad entre un hurto
y un robo.
Elemento subjetivo
Las múltiples posturas adoptadas al respecto puede reducirse a dos: las que reclaman
una unidad del elemento subjetivo, sea que se lo conciba como dolo, resolución, propósito o
deseo, y las que exigen una cierta continuidad entre las diversas resoluciones o dolos.
La primera alternativa, esto es, la que postula la unidad del dolo, propósito o intención,
tiene el grave inconveniente de que si el dolo es unitario, ha de serlo por abarcar de antemano
todas las acciones parciales en un propósito común. Pero si es así, esa misma perseverancia en
la intención delictiva, lejos de disminuir la reprochabilidad del hecho, la aumenta, lo cual no
concuerda con la búsqueda de un tratamiento más benigno para el procesado, a través de la
consideración unitaria de sus acciones para evitar la aplicación de las reglas agravatorias del
concurso real.
agente deja de ser de índole subjetiva y vinculada a la reprochabilidad, para pasar a ser de
carácter netamente objetiva y a ubicarse en el ámbito de lo injusto.
Disintiendo de este último autor, Garrido adhiere a ambas concepciones del elemento
subjetivo del delito continuado arriba descritas, esto es, tanto a la de la unidad como a la de la
continuidad u homogeneidad del dolo.
Tratamiento penal
La generalidad de la doctrina indica que el concurso ideal puede ser de dos clases:
homogéneo o heterogéneo. El primer nombre se reserva para aquellos casos en que el hecho
realizado configura dos o más veces un mismo delito, mientras que se designa como
heterogéneo al concurso que se produce cuando el hecho único configura dos o más delitos
diversos. Hay, así, concurso ideal homogéneo si con un mismo artefacto explosivo se causa la
muerte de varias personas, o si a raíz de una maniobra desafortunada un conductor lesiona a
diversos individuos.
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En cambio, configuran un concurso ideal heterogéneo, por ejemplo, las lesiones que se
causan con ocasión del acceso carnal de la violación, cuando por su gravedad no pueden
estimarse absorbidas por la pena de la violación (ej.: lesiones graves gravísimas art. 397 n° 1
CP.).
Tratamiento penal
El art. 75 CP, que "se impondrá la pena mayor asignada al delito más grave".
La pena mayor asignada al delito más grave hace referencia, en el caso de las penas
compuestas de grados, al más alto entre éstos; y dentro de tal grado el juez procederá a fijar la
pena exacta de acuerdo al art. 69 CP.
Pero podría acontecer también que el cálculo de la pena así previsto condujera a una
penalidad superior a la suma de todas las que correspondería aplicar a las diversas figuras por
separado. Parece claro, sin embargo, que en tal situación correspondería aplicar la regla
general del art. 74 CP., respecto de la cual el art. 75 constituye una excepción, pues
indudablemente la finalidad de la ley ha sido la de otorgar un tratamiento más benévolo a las
figuras concurrentes -surgidas de un mismo hecho o ligadas en relación instrumental-, por lo
que la aplicación de la regla estudiada no puede conducir a un empeoramiento de la situación
del delincuente.
Hay concurso real cuando los diversos delitos imputados a un solo individuo tienen su
origen en hechos también diversos e independientes, ninguno de los cuales ha sido objeto de
juzgamiento.
los diversos delitos cometidos, como asimismo el grado de desarrollo que hayan alcanzado y
la clase de intervención que le hubiere correspondido en ellos al delincuente.
En el concepto recién apuntado se indica, además, que los hechos deben ser
independientes entre sí, expresión ésta que suele utilizarse para excluir el caso puntual del
delito continuado, que, como vimos, es analizado como un solo delito. Con todo, nada obsta a
que entre los delitos en concurso real haya uno o más que tengan el carácter de continuados.
Sistemas de penalidad
Tratamiento penal
- Se cumplen simultáneamente las penas que así pueden serlo. Precisando un poco
más esta categoría, puede decirse, partiendo de lo obvio, que dos penas privativas de
libertad no admiten cumplimiento conjunto. Pero tampoco lo admiten éstas cuando
concurren con restrictivas de libertad, tal como se desprende de la última parte del
precepto. También es claro que las pecuniarias son compatibles con todas las demás.
En cambio, las de inhabilitación y ciertas penas especiales que impliquen la suspensión
de un derecho, como la privación de la licencia de conducir (art. 492 CP.), deben
comenzar a computarse después del período de privación de libertad, si la hubiere,
pues sería un caso de aquellos en que la ejecución conjunta haría ilusorio el
cumplimiento de las primeras.
El inciso final del precepto indicado precisa lo que debemos entender por tales: "Para
los efectos de este artículo se considerarán delitos de una misma especie aquellos que estén
penados en un mismo Título del Código Penal o ley que los castiga".
Con razón ha sido criticado el excesivo formalismo de este criterio, pues por
encontrarse ubicados dentro del mismo título del código resultan de la misma especie figuras
tan diversas como el homicidio y las injurias, mientras que por corresponder a títulos diversos,
el aborto y el infanticidio deben considerarse especies delictivas diversas.
Si las diversas infracciones pueden estimarse como un solo delito, se impone la pena
resultante de considerarlos como un todo, pero aumentada en uno, dos o tres grados.
En la práctica, esto es posible cuando las penas contempladas para las diversas figuras
se calculan sobre una base común que puede, además, acumularse. Así acontece con las penas
fijadas sobre la base de índices pecuniarios. Entre los que pueden considerarse de la misma
especie, cabe mencionar a vía de ejemplo el hurto (446), la estafa (467), la apropiación
indebida (470 n° 1), y algunas hipótesis de incendio (477) y daños (486 y 487). De este modo,
la apreciación como un solo delito de un hurto y una apropiación indebida obligará a sumar los
valores de lo sustraído y del perjuicio, respectivamente, para así llegar a una penalidad común,
que se elevará de uno a tres grados.
El inciso tercero del art. 509 CPP. aclara expresamente un punto que ya nos había
suscitado dudas en torno a la aplicación del artículo 75 CP, esto es, si acaso ha de volverse a la
regla general del artículo 74 CP. cuando la aplicación del sistema de asperación conduzca a
penas mayores que las correspondientes a la suma de las imponibles a cada delito por
separado. La afirmativa del legislador, sin embargo, está redactada en términos facultativos,
pues indica que "podrán" aplicarse las penas conforme al art. 74 CP. No obstante ello, la
tendencia de nuestros tribunales -indudablemente correcta- es la de observar siempre la
acumulación aritmética cuando ella resulta menos gravosa para el condenado.
El art. 351 del nuevo Código Procesal Penal también regula el concurso material por
reiteración de delitos de la misma especie. Esta regulación presenta las siguientes diferencias
con respecto al art. 509 del Código de Procedimiento Penal:
a) Es aplicable sólo a los crímenes y simples delitos.
b) El aumento de pena que se prevé permite elevar ésta sólo en uno o dos grados.
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c) Recogiendo la crítica que se hace al excesivo formalismo del inciso final del art. 509 del
Código de Procedimiento Penal, se consideran delitos de la misma especie aquellos que
afectaren al mismo bien jurídico.
El mencionado artículo establece una regla de aplicación muy restringida, del siguiente
tenor:
La segunda parte del inciso primero del artículo 75 CP., en efecto, se refiere a un caso
que parte de la doctrina denomina concurso ideal impropio, o -como suele hablarse en España-
concurso medial. De la lectura del precepto emana que el legislador dispensa un mismo
tratamiento, a los efectos de determinar las penas aplicables, al caso en que un hecho configura
dos o más delitos, que al evento en que "uno de ellos sea el medio necesario para cometer el
otro".
Las dudas que suscita esta parte del precepto son básicamente dos. Primero, ¿es éste
un caso de concurso ideal o, por el contrario, la norma cubre hipótesis que corresponden al
concurso real o material de delitos?, y, segunda, ¿qué significa que uno sea el medio necesario
para cometer el otro?
Por lo que respecta al alcance de la exigencia de que un hecho sea el medio necesario
para cometer el otro, es claro que dicha conexión debe apreciarse de acuerdo a la situación
concreta, pues una conexión necesaria no circunstancial, sino inherente, sólo se daría cuando
un delito nunca pudiera ser cometido sino precedido del otro, pero, en este evento, lo que en
verdad se produce es un concurso aparente de leyes penales y no una pluralidad de delitos,
como veremos más adelante.
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Hay concurso aparente de leyes penales cuando, pese a configurar uno o más hechos
las hipótesis de dos o más figuras penales, una sola de éstas es suficiente para aprehender el
desvalor de todos ellos.
Ello ocurrirá cuando el o los hechos en cuestión admitan ser encuadrados en más de
una figura delictiva, no obstante lo cual razones de orden lógico o valorativo conduzcan a la
conclusión de que sólo puede tener aplicación un tipo penal, y no todos los que aparentemente
concurren en el mismo supuesto.
Principios de solución
a) El principio de especialidad
De este modo, se presentará una relación de especialidad entre dos o más preceptos
penales cuando, si bien todos cubran el supuesto de hecho, uno de ellos lo describa en mayor
detalle que los restantes. Así, la conducta del que mata a su padre puede encuadrarse
textualmente en el art. 391 Nº2 CP., que sanciona el homicidio simple, y en el art. 390 del
mismo código, que castiga el parricidio. Pero de entre ambas disposiciones, la última es la
única aplicable, pues en ella se contempla con mayor precisión el hecho juzgado.
En los casos de especialidad se da una relación lógica (género a especie) entre las
diversas hipótesis delictivas, de suerte que la más detallada supone siempre la realización de
las restantes. Así, el infanticidio (art. 394) es una subclase de parricidio, el que, a su vez, es
una subcategoría dentro del homicidio. Según la configuración de los hechos, corresponderá
siempre aplicar uno solo de ellos.
b) El principio de subsidiariedad
Este criterio tiene lugar en aquellos casos en que una determinada figura delictiva sólo
puede tener aplicación por defecto de otra, sea que ello se encuentre expresamente establecido
en la ley, o bien que pueda deducirse del sentido de sus normas.
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En cambio, sí cabe apreciar subsidiariedad expresa, entre otros, en los artículos 168,
176, 183, 325 y 488 del C. Penal. El primero de los citados, por ejemplo, castiga al que, sin
haber tomado parte en la emisión o introducción al país de moneda falsificada (a que se refiere
el art. 167), se la hubiere procurado a sabiendas y la hubiere puesto en circulación.
Evidentemente, ambos preceptos describen situaciones diversas, pero no en relación de género
a especie. Por eso, si no se le hubiera dado carácter subsidiario al art. 168, éste y el art. 167
serían aplicables (en principio) al individuo que, habiendo tomado parte en la emisión del
dinero falso, lo pusiera luego en circulación.
También existe subsidiariedad expresa entre los supuestos de los artículos 15, 16 y 17
del C. Penal. y constituye consagración general y explícita de este principio, en materia de
circunstancias modificatorias, el artículo 63 CP., en cuanto prescribe que carecen de efecto
agravatorio las circunstancias incorporadas a la descripción de un delito.
- Los delitos que se configuran en el curso hacia la realización del ataque más
grave al mismo bien jurídico. Así, no se sancionan las lesiones que conducen a la muerte.
Tampoco los actos preparatorios especialmente punibles, ni la tentativa configurada en camino
a la consumación que después se produce. También son subsidiarios los delitos de peligro
respecto de los de lesión del mismo bien, siempre que el peligro no vaya más allá del
menoscabo efectivamente producido. La misma relación se da entre la comisión dolosa y
culposa de un mismo delito (como cuando el conductor imprudente deja morir con dolo al
transeúnte que acaba de arrollar).
De acuerdo a lo expuesto, casi todas las hipótesis tratadas por la doctrina nacional
como concreciones del principio de absorción, deben ser consideradas como de subsidiariedad
expresa o tácita. Pues no se trata de que un desvalor absorba a otro, sino de que, de acuerdo al
sentido de una determinada norma, se desprende que ésta deja de tener vigencia frente a
hechos subsumibles en otros preceptos que describen manifestaciones más intensas del mismo
atentado.
Este principio supone una determinada relación valorativa entre dos o más preceptos.
Según él, frente a la concurrencia de dos o más preceptos debe darse aplicación exclusiva al
tipo penal que incluya en sí el desvalor de los demás. Ello también se expresa diciendo que un
delito absorbe el injusto de los demás. En otros términos, la implicancia entre los preceptos no
es lógica, sino valorativa.
Por lo general, puede apreciarse consunción respecto de los hechos típicos que acompañan
normalmente a otro más grave. Es el caso del robo, que generalmente va acompañado de
violación de morada.
En todos estos casos, la rabaja rebaja se efectúa utilizando las escalas graduales de
penas, y si un delito tiene asignadas varias penas o varios grados de una pena, la rebaja se
efectúa a partir de la pena o del grado inferior (art. 60 reglas 1ª y 2ª). Por ejemplo: si la pena es
"presidio mayor en cualquiera de sus grados" y tengo que sancionar al cómplice de delito
frustrado, efectúo la rebaja a partir del grado inferior, que es "presidio mayor en su grado
mínimo" y como debo bajar dos grados, me queda "presidio menor en su grado medio".
Respecto de las faltas hay que tener presente que sólo se castigan cuando han sido
consumadas (art. 9º); que respecto de ellas no se castiga el encubrimiento (art. 17) y que los
cómplices son castigados con una pena que no exceda de la mitad de la que corresponde a los
autores (art. 498)
Esto es sin perjuicio de las reglas especiales que en ciertos casos establece la ley (art.
55 CP.) Ejemplo: art. 450 inc. 1° CP..
En efecto, los artículos 65 a 68 CP. le señalan al juez una serie de reglas que precisan
de qué modo debe computar las circunstancias concurrentes en el hecho. Para ello, distingue
el tipo de pena a que se haya llegado en virtud de las fases anteriores de individualización de la
responsabilidad, y el número y clase de circunstancias que adjetivan el hecho concreto.
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Sobre esta base, la ley desarrolla un esquema en el que al juez únicamente le otorga un
cierto margen de arbitrio en lo relativo a tres puntos bien precisos. Así frente a la concurrencia
de varias circunstancias de distinto signo, el juez debe proceder a compensarlas racionalmente,
lo cual implica que ha de atender fundamentalmente a su valor propio (arts. 66, 67 y 68,
incisos finales, CP.).
Por último, queda todavía otro reducto de discrecionalidad para el juez en lo respecta a
la determinación de la pena precisa dentro del grado a que hubiere llegado por aplicación del
todas las reglas anteriores, materia que norma el artículo 69, y que será analizado en forma
separada de cuanto concierne al efecto propio de las circunstancias modificativas de
responsabiidad penal.
En todo caso, deben tenerse presentes en este lugar las consideraciones efectuadas en
lo tocante a la inherencia de dichas circunstancias y a su comunicabilidad, como asimismo, las
reglas básicas que presiden el esquema legal de determinación de la penalidad sobre la base de
los diversos factores que inciden en ella.
Como acabamos de señalar, la ley regula los efectos generales de las circunstancias
modificatorias sobre el marco de la penalidad, atendiendo a su número y, principalmente, a la
divisibilidad o indivisibilidad de la pena en cuestión.
Al respecto, son cuatro los preceptos que abordan las distintas alternativas posibles: el
art. 65, que alude al hecho sancionable con una sola pena indivisible; el art. 66, aplicable
cuando las penas imponibles al hecho sean dos indivisibles; el art. 67, que lo es en el caso que
la pena sea sólo un grado de una divisible; y el art. 68, que se pone en los eventos restantes, a
saber, cuando la penalidad corresponda a la combinación de una o más indivisibles con uno o
más grados de penas divisibles, o bien, cuando sólo consista en diversos grados de una que sí
admite división.
Conviene señalar, antes de entrar a dicho examen, una regla general implícita en toda
esta regulación, según la cual, sin perjuicio de algunas excepciones, la configuración de una
sola circunstancia, ya sea atenuante o agravante, no permite subir o bajar del marco penal
asignado al hecho, ascendiendo o descendiendo en la escala de penas respectiva.
a) Tratándose de una pena indivisible, la agravante no tendrá efecto alguno (art. 65), lo
cual es una aplicación directa de la regla implícita aludida, en orden a que una sola
circunstancia no permite exceder del marco penal aplicable al hecho. Si tal es la norma, y
atendido que la pena es indivisible, no es posible variación alguna.
c) En el supuesto de que la pena sea un grado de una divisible (art. 67), la ley ordena
imponer su mitad superior. Es decir, si la pena es presidio menor en grado máximo (3 años y
un día a 5 años), el juez está obligado a fijar una sanción superior a los 4 años, aunque dentro
de ese tramo tenga todavía cierta libertad para fijar la duración exacta del presidio.
Aparte de ciertos supuestos de agravantes especiales (por ej., arts. 400 y 447 CP.), que
obviamente tienen un efecto propio, más severo, la ley contempla, asimismo, un efecto más
gravoso para una circunstancia agravatoria de aplicación general, cual es la regulada en el
inciso segundo del art. 72 CP. Esta norma se pone en el evento que un individuo mayor de
edad se valga de menores de 18 años para cometer el delito; en tal caso, se aplica al primero
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"la pena que le habría correspondido sin esta circunstancia, aumentada en un grado". Luego,
se trata de una elevación obligatoria al grado siguiente, si bien es el juez quien aprecia en
conciencia si acaso el adulto se ha prevalido del menor.
a) Cuando la pena es una indivisible (art. 65), tampoco puede haber efecto alguno, en
la medida en que una sola circunstancia común no modifica el grado de penalidad.
b) Si las indivisibles son dos, se produce el efecto opuesto del indicado en la letra b)
anterior, a saber: el juez debe aplicar el grado mínimo (art. 66).
Ahora bien, estas reglas generales se ven alteradas en tres casos especiales,
concernientes a atenuantes aplicables a toda clase de delitos.
Una segundo supuesto de excepción se contiene en el inciso primero del art. 72 CP.,
que regla el tratamiento penal, también privilegiado, que debe darse a los menores de 18 años
que hubieren de ser condenados, por haber delinquido con discernimiento. La pena a imponer
será la inferior en grado al mínimo de los señalados en la ley para el delito de que sea
responsable.
En caso de configurarse, o restar aún de la compensación que hubiere tenido lugar, dos
o más circunstancias agravantes, los efectos son los siguientes:
b) Si, en cambio, consta de dos grados indivisibles, y dado que el art. 66 CP. tampoco
regula esta situación, sólo se producirá el efecto contemplado para cuando concurre una sola
agravante: se impondrá el grado máximo de los previstos en la ley para el hecho.
c) De acuerdo al art. 67 inciso quinto, CP., si hay dos o más circunstancias que
agravan un hecho sancionado con una pena divisible, el tribunal puede imponer la superior en
un grado. Es decir, la elevación al grado siguiente no es obligada, aunque si no opta por ella,
cuando menos tendrá que aplicar la mitad superior de la divisible prevista para el hecho, según
hemos expuesto más arriba.
Ello es así en las hipótesis contempladas en los arts. 65, 66 y 67 CP., y se acentúa más
aun en el caso previsto en el art. 68 CP., esto es, varios grados todos divisibles o combinados
con una pena indivisible, ya que en presencia de tal penalidad el tribunal puede bajar la
sanción hasta en tres grados.
La rebaja prevista en estos artículos nunca es obligatoria para el juez. Por otra parte,
para decidir en punto al número de grados a rebajar en cada caso, los arts. 66 inciso tercero, 67
inciso cuarto, y 68 inciso tercero, CP., le señalan al juez la siguiente regla: deberá atender al
número y entidad de las circunstancias concurrentes, lo cual, en realidad, parece bastante
obvio.
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resulta, en cambio, inaceptable cuando se trata de aquellas que permiten elevar la sanción.
Como expresa Zaffaroni, esta situación atenta "contra la lógica de la individualización de la
pena, porque implicaría una desvaloración doble: se le desvalora para agravar la escala penal y
para individualizar la pena dentro de esa escala agravada".
Es más, quien quisiera sostener que esta parte del artículo 69 CP. resulta violatoria del
principio aludido, tendría previamente que afirmar -lo que es insostenible- que las agravantes
sólo le permiten al juez subir la pena y, en su caso, llegar al tramo superior de penalidad, pero
no lo habilitan para, dentro de ese grado, imponer otra sanción que no sea el mínimo de éste,
pues sólo partiendo de esa base cabría pensar que la estimación de las mismas agravantes para
fijar ahora la magnitud exacta de la pena pudiera ser inadmisible a la luz del mencionado
principio, en cuanto permitiría imponer cualquier pena dentro del grado correspondiente.
Finalmente, así como la mención que la norma efectúa al número de las circunstancias
que concurrieren no ofrece dificultades, sí podría presentarlas, el punto relativo a qué ha de
entenderse por entidad de las mismas. En concepto de Rivacoba, esta última expresión
permite dar cabida a una valoración del contenido de antijuridicidad o de culpabilidad de cada
circunstancia.
Respecto de este segundo factor a que debe atender el juez, Etcheberry afirma que él
comprende todas las consecuencias perjudiciales que se deriven de la infracción, "aunque no
estén consideradas en la tipificación del delito para los efectos de la penalidad".
Sosteniendo lo contrario, Rivacoba arguye que una tal interpretación de esa cláusula
conduciría a resultados violatorios del principio de legalidad, pues, en la medida en que se
trasciende el tipo penal para ponderar circunstancias, no ya propias del mismo, como sería la
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entidad del resultado típico producido, sino otros elementos que nada tienen que ver con la
previsión legal de la conducta, el juez pasaría a ocupar el lugar del legislador. Esa desmedida
extensión atribuida al criterio legal mencionado acabaría por vulnerar, asimismo, el principio
de culpabilidad, puesto que no habría manera de que el delincuente llegara a abarcar con su
conocimiento y voluntad las repercusiones colaterales de su actuación antes de llevarla a cabo.
En primer lugar, la ley no alude al mal causado por la acción del autor, sino al causado
por el delito mismo, el cual de suyo, si es material, integra ya el resultado dañoso. Por
consiguiente, el mal causado por el delito no puede ser el que forma parte del mismo, sino el
que excede a él.
Junto a ello, hay otros dos elementos que refuerzan esta interpretación; el primero es
que, concordante con lo señalado, el Código no habla de la mayor o menor gravedad o
intensidad del daño, sino que se refiere a la mayor o menor extensión del mismo, lo que
nuevamente sugiere que la ley le pide al juez considerar elementos trascendentes al tipo.
Por estas consideraciones, creemos que efectivamente el artículo 69 CP, última parte,
alude a repercusiones ajenas, tanto al tipo delictivo como a las circunstancias modificativas de
responsabilidad penal. Mas, teniendo en cuenta que la consagración constitucional explícita
del principio de legalidad, e implícita del de culpabilidad, impide conceder tal amplitud
discrecional al juez para agravar la situación del procesado, pensamos que la aplicación de
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Como es sabido, de conformidad con lo que dispone el art. 21 CP., la multa es una
pena común a los crímenes, simples delitos y faltas, y el art. 25, en su inciso sexto, se encarga
de precisar su monto respecto de los crímenes, de los simples delitos y de las faltas.
El inciso primero de esta disposición señala que para la imposición de esta pena, el
tribunal podrá recorrer toda la extensión en que la ley le permite imponerla, tarea que debe
efectuar considerando exclusivamente dos parámetros, a saber: las circunstancias atenuantes o
agravantes del hecho, y "principalmente, el caudal o facultades del culpable".
De entre estos factores, es indudable que la ley confiere primacía a las facultades
económicas del delincuente. Es principalmente en atención a éstas que debe fijarse el monto a
pagar por cada individuo.
Este factor es el único que puede garantizar, respecto de la multa, una cierta igualdad
en el trato penal. De no seguirse este camino, sería ilusorio pretender que cumpliera alguna
función preventiva o retributiva.
Respecto de las circunstancias modificatorias, cabe destacar que el precepto que nos
ocupa sólo contiene una referencia genérica a tales figuras, sin vincularla, como ocurre en la
norma que lo precede, al número y entidad de las mismas. No obstante la amplitud de los
términos, nos inclinamos a pensar que el legislador alude a las contempladas en los artículos
11, 12 y 13 del C. Penal. En efecto, al consignar un catálogo de atenuantes y agravantes, la ley
lo hace de un modo general, aplicable a totalidad de las infracciones regidas por dicho texto,
cualquiera que sea la pena con que aparezcan conminadas. Luego, por mucho que la multa
quede excluida de la aplicación del sistema general de individualización de la responsabilidad
penal, el principio de taxatividad que rige en materia de circunstancias modificatorias afecta
también a los delitos sancionados con pena de multa.
La disposición en análisis, con todo, permite al tribunal imponer una multa inferior al
monto señalado en la ley, en casos calificados, siempre que no concurran circunstancias
agravantes. Asimismo, se prevé la posibilidad de que el tribunal autorice al condenado para
pagar la multa por parcialidades, dentro de un límite que no exceda de un año. En tal evento, el
no pago de una sola de las parcialidades hará exigible el total de la multa adeudada.