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SALVAJISMO EMPRESARIAL Y

CRIMINALIDAD EN SWEAT-SHIRT

La conjunción entre la generación exponencial de datos y el continuo


perfeccionamiento de la inteligencia artificial no condiciona
solamente el nacimiento y desarrollo de la industria de la vida; sus
potencialidades dejan presagiar la instauración futura de modos
organizacionales en el seno de la empresa basados en una
automatización casi integral. Sin embargo, antes de consumar esta
finalidad suprema, hacen falta profetas clarividentes que sepan im-
plementar juiciosamente las condiciones de su próxima realización
por medio de una rigurosa distribución de las diferentes fuerzas de
trabajo. En lo más alto, casi en el cielo, se aloja la raza de los señores,
la de los "emprendedores visionarios". Ya no son los grandes
industriales más o menos paternalistas del pasado, sino que son
personajes que han integrado perfectamente el espíritu de la época y
todas las "virtualidades" que contiene, y que han concebido métodos
de gestión altamente sofisticados destinados a ofrecer el mayor
despliegue posible a la industria de la vida. Representan a los
emperadores del tecnolibertarismo
que supieron instituir un sistema neofeudal y formado por cuatro
castas distintas.

La primera de ellas se compone de los king coders, que son


individuos que dominan, y con un nivel de excelencia, las
matemáticas y las ciencias de la programación, así como la
concepción de algoritmos complejos. Saben captar precisamente
la naturaleza y el espíritu de un proyecto, saben sintetizar las
exigencias técnicas requeridas y ofrecer soluciones adecuadas y
generalmente inéditas. De su talento dependerá la eficacia
funcional y ergonómica de una aplicación o de un sistema. Se
supone que la mayor parte es atípica o "excéntrica", y combina
cualidades creativas y rigor metodológico. Muchos entre ellos se
formaron en países denominados "emergentes" y pueden
franquear las fronteras fácilmente gracias a sus altas
competencias; se los demanda en todas partes y gozan las
mayores ventajas financieras. Vista su crucial importancia,
constituyen una suerte de élite mundial que los emprendedores
se sacan de las manos.

La segunda casta está formada por una legión más numerosa y


variada, aunque de otra manera. Reagrupa a los demás oficios de la
economía de los datos que van desde los departamentos de
investigación y desarrollo, diseño, marketing, relaciones públicas,
hasta los de recursos humanos, servicios financieros e incluso el
núcleo de la actividad, los ejércitos de programadores apostados
frente a sus pantallas mientras tipean códigos o velan por el buen
funcionamiento de los sistemas. Lo que caracteriza hoy el entorno
profesional de todos ellos es que no se sitúa ya exactamente en una
empresa, sino que se despliega en el seno de una atmósfera, dentro
de una suerte de burbuja a la vez protectora y estimulante. Puesto que
cada uno participa en el bienestar de la humanidad, y como es
conveniente aplicar a uno mismo aquello sobre lo cual
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uno trabaja para los demás, entonces todo está hecho para
instituir un estado espiritual que converge en la mayor
realización personal de los colaboradores y su mejor aporte
creativo y contributivo.

Alphabet-Google representa la empresa "pionera" que instauró


un "nuevo espíritu del management" y que pronto marcó el tono en
todo lugar. Además de tener una visión esclarecida del mundo, la
norma fue también visionaria en el modo de conducir sus batallones,
los googlers. Estos "elegidos" debieron pasar una media docena de en-
trevistas de reclutamiento antes de obtener el Grial. Se les ofrece
condiciones laborales que responden al espíritu a la vez cool y
riguroso que caracteriza a la California del Norte. Hay una cantina
gratuita a disposición de todos. Hay chefs que preparan platos
dietéticos en base a ingredientes bio y locales. Los almuerzos se
comparten alrededor de grandes mesas de madera de haya a fin de
favorecer los momentos de intercambios informales. Hay salas de
juego y gimnasios abiertos día y noche. Se dan gratuitamente cursos
de yoga, de meditación trascendental, así como sesiones de masajes.
Se proponen sesiones de introspección, “Search inside yourself', que
apuntan a desanudar los bloqueos psicológicos y a liberar las
"energías positivas".
Una vez que cae la noche, las familias pueden acercarse a cenar;
los gastos corren a cuenta del "gran hermano". Así, las esposas o
esposos podrán prolongar su jornada o "noche" de trabajo mientras
los niños saltan sobre trampolines en espacios dedicados a ellos. Los
"Google bus" garantizan el transporte entre Mountain View, donde
está la empresa, y San Francisco. Estos vehículos permiten subir la
propia bicicleta y disponen de Wi-Fi a bordo, animando a los
pasajeros a que trabajen en lo suyo durante las dos horas de trayecto
ida y vuelta. En esta "esfera de Disneylandia" se requisa la vida entera
a fin de garantizar el mejor desarrollo de la industria de la vida.
Pero todo esto podría no ser suficiente para el bienestar de las
tropas. El paraíso bajo el sol de California debe ser perfecto o no ser.
Como los ingenieros encarnan el elemento clave, la gran genialidad
de la firma consistió en permitirles consagrar 20% de su tiempo a su
propio proyecto. La empresa, bajo aires magnánimos, se concede una
doble ventaja. Primero, se muestra comprensiva respecto de las
eventuales frustraciones que sienten sus ejecutivos y su deseo de
hacer valer su creatividad fuera de todo esquema determinado.
Luego, se beneficia del fruto de todas esas investigaciones, tanto por
la vitalidad y el enriquecimiento personal y general que favorecen,
como por una eventual participación, en términos de capital, cuando
algunas de entre ellas alcanzan un desarrollo comercial. Una simple
innovación en la gestión genera un prestigio simbólico a la vez que
ofrece la oportunidad de hacer inversiones, antes que la competencia,
en proyectos virtualmente fructíferos muchos entre los cuales,
además, no habrían sido probablemente imaginados fuera de ese
marco específico. Es una suerte de I&D "intra-externalizada" que
beneficia a todas las partes. Estas condiciones parecen exaltar al
extremo, o cultivar en todos los niveles posibles, la teoría del
economista Gary Becker que en su obra El capital humano define este
concepto como "el conjunto de capacidades productivas que un
individuo adquiere por acumulación de conocimientos generales o
específicos, de savoir-faire, etcétera".1
Lo que está en juego es toda una filosofía de lo gerencial que da
a pensar en el advenimiento de un nuevo mundo de la empresa ya no
basado en estructuras piramidales tendencialmente prescriptivas y
coercitivas, sino en el genio de cada cual, libre de expresarse y de
enriquecerse a partir del de los otros sobre un fondo de bienestar,

1 Gary Becker, El capital humano, Madrid, Alianza Editorial, 1983.


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de intercambios y de convivencialidad compartida. Es un medio sin


enfrentamientos y que se desarrolla placenteramente, cuyo único
objetivo, no abiertamente declarado, consiste en explotar toda la
"fuerza de trabajo" de las personas, para retomar los términos de Marx,
haciendo que se confundan las vidas personales y profesionales, y todo
ello posicionado bajo el sello de una "vida buena". Este modelo busca
ser reproducido por las empresas start- up a menor escala y según los
medios disponibles y se ha convertido más ampliamente en una
referencia planetaria. Es una silicolonización gerencial perceptible, por
ejemplo, en el informe "Transformation numérique et vie au travail"2
dirigido por Bruno Mettling, que fue entregado en septiembre de 2015
a la ministra de Trabajo Myriam El Khomri, uno de cuyos extractos
afirma, entre otros tantos enunciados "googlelianos", que "la
transformación digital es primero una chance, una oportunidad para
permitir la implementación progresiva de nuevas organizaciones del
trabajo más transversales, más flexibles, nuevos modos de
funcionamiento más cooperativos y colectivos que respondan a males
como los excesos de la empresa de la actualidad y de un modelo
taylorista al borde del desmayo". La mayor explotación por medio de
lo cool y de la "horizontalidad" debe sustituir la mayor rigidez que
representa un freno al crecimiento.

La tercera casta está formada por una suerte de lumpenproletariado


contratado por empresas que fabrican hardware, la mayor parte de
ellas asiática, como el grupo taiwanés Foxconn. Son fábricas de
ensamblaje que imponen

l'Transformation numérique et vie au travail", informe realizado por Bruno Mettling


dirigido a Myriam El Khomri, ministra de Trabajo, de Empleo y Formación Profesional
y del Diálogo Social, septiembre de 2015, disponible en
www.ladocumentationfrancaise.fr.
condiciones y cadencias de trabajo implacables, que relegan a los
seres humanos al rango de robots de carne. Entre ellos un cierto
número termina por suicidarse. El medioambiente sanitario es
generalmente deplorable y expone a los trabajadores, en algunos
casos, al n-hexanol, también llamado "banana oil", una sustancia
química que ha provocado envenenamientos seguidos de secuelas
neurológicas. Según los médicos del hospital de Guangzhou (China),
nada en el mundo produce tantos daños en el cuerpo como esas
inhalaciones tóxicas cotidianas.2 En agosto de 2015, la empresa
Samsung fue obligada a crear un fondo de 78 millones de euros
destinado a indemnizar a los empleados de aquellas de sus fábricas
en las cuales se habían detectado más de doscientos casos de
leucemia. A veces hay niños que forman parte de las tropas de
trabajadores, como algunos empleados por la empresa Huawei, que
por esta razón tuvo que cerrar uno de sus talleres en 2014. Además,
para la fabricación de las computadoras y los smartphones se necesita
más de una treintena de minerales que provienen de varios
continentes. Se extraen del suelo sin tener en cuenta los impactos
sociales o en el medioambiente, y fogonean así conflictos armados,
como los que se desarrollan en la República Democrática del Congo.
Se trata del retorno de una forma de "anarquía industrial", para
retomar los términos de Édouard Ducpétiaux,3 quien a mediados del
siglo XIX había forjado esta expresión ante todos los estragos
provocados por la actividad manufacturera en ciudades y campos. La
distribución globalizada de la cadena del trabajo provoca, en los
países

2 Ver la investigación de Michael Blanding y Heather White, "Four Years After the Foxconn
Scandal, the Chinese Factories that Build the World's Gadgets still Endanger their Workers
and Abandon them When They Get Sick", Wired, abril de 2015.
3 Édouard Ducpétiaux, Le paupérisme en Belgique, Causes et remèdes, A. Decq, 1844.
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del sur, daños sanitarios y ecológicos comparables, por ejemplo, con los que
causó la Revolución Industrial en otros tiempos en la región de Mánchester.
En la distribución siliconiana de las fuerzas de trabajo, la tercera casta es la
de los intocables. Cuando esporádicamente se revelan ciertos escándalos, sus
dramas forman parte de las noticias para ser muy pronto barridos por otras
noticias. Los apóstoles de la silicolonización apaciguan su conciencia
diciéndose que, a pesar de sus terribles condiciones de vida, estas personas al
menos tienen un trabajo. Son las víctimas colaterales de la luminosa marcha hacia
adelante de la revolución tecnolibertaria, pero hay que tranquilizarse: la
revolución trabaja para la "desmaterialización" y la automatización acelerada del
mundo. El paraíso está por llegar. De aquí hasta ese momento es preciso hacer
algunos sacrificios en nombre de la causa suprema de la mejora del mundo.

La cuarta casta está formada por aquellas y aquellos que


participan en la "economía de plataformas", o sea, los prestatarios,
los choferes de VTC, los locadores de inmuebles, la población de
individuos que se suponen independientes y que, por su propia
iniciativa, ofrecen sus servicios pero que, en los hechos, dependen
de compañías que garantizan la interfaz con los clientes. Este
modelo no se basa en el salario, que no está reglamentado por
ninguna convención colectiva. Cada nuevo ingresante debe aceptar
la totalidad de las condiciones sometidas a consideración. En el caso
de Uber, por ejemplo, los costos y riesgos asociados a la actividad -
la obligación de poseer un vehículo, de contratar un seguro, la
eventualidad de un cese de actividades por enfermedad, o la
perspectiva de la jubilación- son todas cuestiones que quedan a
cargo del trabajador.
A diferencia lo que ha sido adelantado en vanas oportunidades,
no se trata del momento álgido de un movimiento que había
identificado Michel Foucault a fines de los años
setenta, el del advenimiento de una "racionalidad neoliberal"
que hacía competir a todos contra todos y que hacía emerger
al "individuo-empresa": "el Homo economicus empresario de
sí mismo, que es su propio capital, su propio productor, la
fuente de [sus] ingresos".4 Porque este individuo, si padecía
las leyes siempre más competitivas del mercado del trabajo,
así como el retiro progresivo del Estado como garante de la
estabilidad del empleo buscaba, a fin de cuentas, ser él
mismo "la fuente de sus ingresos". Ambicionaba conquistar,
a veces entre penas y dificultades, formas de independencia
gracias a las cuales podía tener la sensación de actuar
positivamente y de manera relativamente autónoma en el
transcurso de su vida.
Ahora bien, aquí, y bajo la apariencia de la independencia,
lo que se produce es un encadenamiento casi invisible y a distancia
que, en el caso de Uber, confía la gestión de tos plannings de los
choferes a sistemas computacionales. Cada prestatario ve su
acción continuamente guiada por algoritmos concebidos para
facilitar la "mejor concordancia" robotizada y generar mayores
volúmenes de ingresos. No es el individuo-empresa que ha
adquirido con dificultad una relativa forma de autonomía, sino
que es la vida cotidiana del individuo-prestatario la que se
encuentra de un extremo a otro orientada por programas sobre los
cuales no tiene nada que decir y que están destinados solamente a
"satisfacer al cliente" ("El cliente antes que nada", dijo Travis
Kalanick, gerente general de Uber) y a enriquecer a la plataforma,
que se queda con un porcentaje sustancial de cada operación.

Es el encanto infinito de la economía "colaborativa" que forja


tanto una grandilocuencia retórica como un

i Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, FCE,


2007,
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modelo dudoso y que instaura otro parámetro a fin de


perfeccionar la excelencia de la arquitectura general: la
calificación de los prestatarios por parte de los clientes,
aderezada con comentarios. Porque no basta con exigir de cada
rehén del tecnolibertarismo, a riesgo de reventar, una sumisión
total a sus desiderata; es preciso también someterlos a la prueba
de la evaluación continua a fin de que se mantengan atentos y
se preocupen permanentemente por la mejor calidad de los
servicios que ofrecen. Este encuadre obliga a cada individuo-
prestatario a hacer de policía de su propia conducta, sus gestos,
sus palabras, porque si no lo hace, otro mejor calificado se
beneficiará de la preferencia de los algoritmos. Con ironía -
pero no sin pena- se podría denominar a esta práctica una
"economía política de calificación de los cuerpos".
En el caso de las plataformas de VTC, se trata de una etapa
provisoria previa a la introducción de vehículos sin chofer
destinados a revocar esta casta engorrosa de ‘esclavos-
independientes" que hace crecer a las corporaciones y empaña la
imagen de ¡la resplandeciente revolución siliconiana. Cuando
pase, se cerrará el círculo perfecto y la adecuación de todo con todo
será integral: todo estará en concordancia con todo, los flujos
digitales se confundirán con los flujos de la vida en el seno de
entornos urbanos que en todos lados serán paradisíacos y estarán
automatizados. Solo quedará que los automóviles robot ca-
lifiquen a los clientes en función de sus palabras y sus com-
portamientos, a fin de que los mejor clasificados, en el caso
improbable de una espera, sean atendidos prioritariamente y sean
los más mimados por parte de sistemas comprometidos con un
encantamiento algorítmico de la vida.

El anarco-liberalismo de origen californiano banalizó


maliciosamente un principio de gobernanza industrial en buena
parte delictivo. Con el mayor cinismo, y no contento con explotar
en su grado máximo, y bajo diversas
formas, las fuerzas de trabajo del mundo, pretende, además,
en conformidad con el principio libertario, sustraerse a los
impuestos. Esta voluntad lleva a las grandes empresas a
proceder a una cierta optimización fiscal,5 al igual que Uber,
que en Francia no declara sino una fracción de sus ingresos
gracias a complejos montajes de evasión fiscal hacia los Países
Bajos y cuentas offshore situadas en las Bermudas o en
Delaware. 0 como Apple, que procede a operaciones similares
incluso en los Estados Unidos. Son otras tantas empresas
siliconianas que se inscriben en la gran tradición libertaria de
los "barones ladrones" del siglo XIX que, de Carnegie a
Rockefeller, combatieron la arremetida del Estado contra sus
negocios.
El tecnolibertarismo se enraíza en la criminalidad, no en la
criminalidad de los oficinistas sino de los hoodies. Produce una
generación de empresarios que hacen de la violación de las
leyes y las reglas un modo de vida. En el rechazo de todo
límite que los caracteriza, instituyeron una economía política
del crimen. La pieza de Bertolt Brecht La ópera de los cuatro
centavos presentaba, en la Alemania prehitleriana, a los
gángsters como hombres de negocios respetables y a los
hombres de negocios respetables como gángsters. Las
empresas siliconianas se vuelven a vincular con esta tradición
de los "hombres fuera de la ley que hicieron América". En su
libro Histoire criminelle des États-Unis,6 Frank Browning y John
Gerassi exponen la relación indisociable que anuda el
American way of life y el American way of crime. Esta tensión se
hace presente por ejemplo en la película El Padrino de Francis
Ford Coppola (1972), que expone el relato de un insolente
"triunfo social"

5 Ver, entre tantos otros casos, "Google a fait discrètement transiter 11


milliards d'euros par les Pays-Bas en 2014", Le Figaro, 19 de marzo de
2016.
6 Frank Browning y John Gerassi, Histoire criminelle des États-Unis,
Paris, Nouveau Monde, 2016.
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medio de la ilegalidad o en El lobo de Wall Street de Martin


Scorsese (2013), que da testimonio de la algarabía de hacer fortuna
burlándose alegremente de toda regla. Hoy, se expresa en los medios,
métodos y prácticas siliconianos que, cada vez que sus partidarios
afirman obrar por el bien de la humanidad, enmascaran en un mismo
movimiento y en nombre de ese grotesco supuesto ideal, otro ideal
mucho más pragmático e inmediatamente realizable, el de actuar
como mejor les parezca, en vistas a satisfacer su insaciable pasión por
el beneficio y de saciar, sin límite alguno, su sed de poderlo todo.

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