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realidad, dicha alma es parte constitutiva del compuesto human y está

ordenada, ex natura sua, a existir y a obrar en unión con o cuemo. Bajo


el aspecto puramente racional no se Poseen ar el tos convincentes que
legitimen existencialmente la inmortalidad del alma.
Como argumenta Bettoni, -«la posición de Escoto me parece que
se debe precisar en estos ténninos: un filósofo está en grado de des
mostrar que el alma humana puede sobrevivir al cuerpo, pero no está
en grado de formular argumentos que demuestren apodícticamente que
debe sobrevivir al cuerpo. Ahora bien, sólo en este caso la proposición
"el alma sobrevive al cuerpo", "el alma es inmortal" ten dría el valor de
una conclusión científica» 119. En este problema como en otros
problemas-límites de la existencia humana, Esco_ to recurre a la fe y al
saber teológico 120 para poder conocer mes jor las posibilidades
últimas del ser humano y su verdadero destino existencial.
El Doctor Sutil, partiendo de los datos que le ofrece la teología,
hace una profunda fenomenología del entender y del querer, hasta
llegar a la afirmación de que sus respectivas facultades, el
entendimiento y la voluntad, están intrínsecamente dotadas de una
fuerte intencionalidad que las lleva al absoluto como exigencia
definitiva de su propio dinamismo. Es decir, lo sobrenatural, aunque no
es una exigencia de la naturaleza humana, tampoco es una violencia ni
un forzoso sobreañadido, sino su complemento último y definitivo.
Analizando el entendimiento humano desde el punto de vista de
su aptitud a ser perfeccionado mediante el conocimiento sobrenatural,
puede sostenerse que, con respecto a él, no hay ninguna realidad que
pueda considerarse como sobrenatural, ya que todo aquello que es
cognoscible entra en el ámbito de su capacidad y puede ser conocido
por el entendimiento 121 , Desde este aspecto, es natural incluso la
revelación misma, porque ella se manifiesta según la tendencia
natural del entendimiento y encaja según sus exigencias de infinito.
Incluso la forma más sublime de conocimiento, como es la visión
beatífica, es natural en el sentido de que no violenta la capacidad
humana. Siguiendo la dialéctica de la univocidad del ser, el
entendimiento humano está abierto al conocimiento de cualquier
realidad 122. Esto no supone devaluar la realidad sobrenatural ni
hacerla inútil, pero tampoco considerarla como una superestructura
caprichosa y forzada 123, Aunque el objeto natural de nuestro
entendi-
miento, en su condición actual, es el eidos o la esencia de la
realidad sensible, sin embargo su capacidad intrínseca se abre al
infinito, aunque no con aptitud activa sino pasiva y gracias a un
agente sobrenatural 124 que le abre las puertas al infinito.
Por su parte, la voluntad está también dotada de un deseo natural
de infinito. La voluntad tiende naturalmente hacia Dios, en forma de
absoluto concreto o indefinido, aunque su logro se realice no de un
modo natural sino sobrenatural 125. Este deseo de infinito está ínsito
en la misma naturaleza humana y es irrealizable en ella misma. Es un
impulso que va más allá de la autoconciencia 126 y se manifiesta como
deseo de absoluto impreso por Dios en el hombre y, por tanto, no
puede ser inútil ni ciego ni vacío.
La naturaleza humana, en su dimensión cognoscitiva y volitiva,
tiende hacia el absoluto, que no puede realizarse en esta vida mortal
y está exigiendo la intervención de un agente adecuado para que su
potencialidad pasiva se actualice en su momento oportuno. Lo natu
ral y lo sobrenatural no son momentos disyuntivos sino
complementarios del itinerario existencial del hombre. El infinito
ejerce inmensa fascinación sobre el finito. Pero no se trata de un
espejismo sino de un desiderium naturale que no puede defraudar.
En este campo, Escoto se anticipó a la filosofia de Blondel en el
propósito de vincu lar lo natural con lo sobrenatural. El deseo natural
de lo sobrenatural vincula filosofia y teología en el mismo proyecto
antropológico Y hace que la filosofia de la religión se abra a la
teología de la revelación.

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