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MORAL ÉTICA Y VALORES

1 MORAL
El moralista que en Delos grabó su pensamiento y le puso bajo la protección de

Dios, escribió los dos versos siguientes sobre el pórtico del templo de Latona,

considerando sin duda el conjunto de todas las condiciones que un hombre solo no puede

reunir completamente: lo bueno, lo bello y lo agradable: "Lo justo es lo más bello; la

salud lo mejor; obtener lo que se ama es lo más grato al corazón." No compartimos por

completo la idea expresada en esta inscripción, pues en nuestra opinión, la felicidad, que

es la más bella y la mejor de las cosas, es, a la vez, la más agradable y la mas dulce. Entre

las numerosas consideraciones a que cada especie de cosas y cada naturaleza de objetos

pueden dar lugar, y que reclaman un serio examen, unas sólo tienden a conocer la cosa

de que uno se ocupa, y otras tienden además a poseerla y hacer de ella todas las

aplicaciones posibles. En cuanto a las cuestiones que en estos estudios filosóficos tienen

un carácter puramente teórico, las trataremos según se vaya presentando la ocasión y

desde el punto de vista especial de esta obra. Ante todo indagaremos en qué consiste la

felicidad y por qué medios se la puede adquirir. Nos preguntaremos si todos aquellos a

quienes se da este sobrenombre de dichosos lo son como mero efecto de la naturaleza, a

manera que son grandes o pequeños o que difieren por el semblante y la tez; o si son

dichosos merced a la enseñanza de cierta ciencia, que sería la de la felicidad; o si acaso

lo deben a una especie de práctica y de ejercicio, porque hay una multitud de cualidades

diversas que no las deben los hombres ni a la naturaleza ni al estudio, y que sólo se

adquieren por el simple hábito; las cuales son malas cuando proceden de malos hábitos y

buenas cuando los contraen buenos. En fin, indagaremos si, en el supuesto de ser falsas

todas estas explicaciones, la felicidad es resultado sólo de una de estas dos causas: o

procede del favor de los dioses que nos la conceden, a manera que inspiran a los hombres
que se sientan movidos por una pasión divina y abrasados en entusiasmo bajo el influjo

de algún genio, o bien procede del azar, porque hay muchos que confunden la felicidad y

la fortuna. Debe verse sin dificultad que la felicidad en la vida humana es debida a todos

estos elementos reunidos, o a algunos de ellos, o por lo menos a uno solo. La generación

de todas las cosas procede, con poca diferencia, de estos diversos principios, y así se

pueden asimilar todos estos actos que se derivan de la reflexión a los actos que proceden

de la ciencia. La felicidad, o en otros términos, una existencia dichosa y bella, consiste

sobre todo en tres cosas, que son, al parecer, las más apetecibles de todas, porque el mayor

de todos los bienes, según unos, es la prudencia; según otros, es la virtud; y en fin, según

algunos, es el placer. Y así, se discute sobre la parte con que contribuye cada uno de estos

elementos a labrar la felicidad, según se cree que uno de ellos es más influyente que los

demás. Unos pretenden que la prudencia es un bien más grande que la virtud; otros, por

lo contrario, creen que la virtud es superior a la prudencia; y otros, que el placer está muy

por encima de los otros dos; por consiguiente, unos estiman que la felicidad se compone

de la reunión de todas estas condiciones; otros, que bastan dos de ellas; y otros se

contentan con una sola. (aristoteles, 2000)

1.2 El origen de la moral


Sobre el origen de la moral dice Waal35 que básicamente hay dos corrientes de

pensamiento: una considera que la moralidad es una innovación cultural propia de la

especie humana. No considera las tendencias morales como propias de la naturaleza

humana. Son una elección, pero en el fondo no somos verdaderamente morales. Es La

teoría de la capa de Waal originada en las ideas de Thomas Henry Huxley: “La moralidad

es un revestimiento cultural, una fina capa que oculta una naturaleza egoísta y brutal”36.

La otra corriente, a contrario sensu, sostiene que la moralidad es el resultado de la

prolongación directa de los instintos sociales que son comunes a otros animales. No es
una decisión personal nacida en un momento histórico concreto, sino el resultado de la

evolución social. El sustento de esta concepción es la teoría de la evolución de Darwin.

Esa moralidad se hace evidente hasta en los animales que cooperan entre sí, muestran

lealtad y se ayudan. Esta conducta se observa con mayor razón en los seres humanos al

mostrar sentido de la justicia, tolerancia, empatía… En medio de las dos concepciones

extremas dice De Waal37 hay una visión integral que incluye a los animales y los

humanos; a la evolución y a la cultura. Es el rompimiento de la cultura dualista cuyo

representante fue Edward Westernmarck (1862-1939) que rescata una tradición filosófica

fundamentada en la moralidad como esencia misma y deseo natural de los seres humanos.

Son de la esencia de la moral innata las emociones retributivas que van más allá del ajuste

de cuentas e incluyen actitudes y acciones positivas como la gratitud y la colaboración.

Una perspectiva actual del origen de la moral concibe …nuestra psicología moral como

un instinto –una capacidad, producto de la evolución, que posee toda mente humana y

que se manera inconsciente y automática genera juicios sobre lo que está bien y lo que

está mal-, [lo que permite] entender mejor por qué algunos de nuestros comportamientos

y decisiones se considerarán siempre injustos, permisibles o punibles, y por qué algunas

situaciones nos conducirán a pecar a los ojos de una sensibilidad impuesta por la ley, la

religión y la educación38. Lo anterior permite evidenciar la tesis: existe una gramática

moral con la cual nacemos y el medio ambiente influye, pero no hace nada sin la base

innata. Los juicios morales no proceden de la religión, la familia, el Estado u otras

instituciones, sino que es un instrumento milenario de supervivencia heredado que ha

permitido que la sociedad progrese. Si bien, por ejemplo, en las religiones, y en general

en las diferentes culturas, existen notables diferencias todas tienen como común

denominador unos principios comunes a todos los humanos que son transversales a sus

juicios morales. Hauser39 sostiene que existen unas universales morales que rigen en los
humanos las decisiones y juicios, para distinguir el bien y el mal. Estos principios morales

universales se ubican en un espectro así (Molina Ramirez, 2013)

 En un extremo, una posición innatista que habla de la existencia de reglas o

normas morales precisas en la persona al nacer. 38 HAUSER, Marc. La mente

moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal.

Barcelona: Paidós, 2008, p. 26. 39 Ibid., pp. 203–204. Desde entonces se sabe que

es reprochable hacer el mal y que hacer el bien está mejor. (Molina Ramirez,

2013)

 En el otro extremo, la idea de que la facultad moral es solo formal, carece de

contenidos, pero dota de un dispositivo con capacidad para adquirir normas

morales; es decir, no hay reglas ni contenidos, sino procesos generales, para

adquirir lo que la educación ofrezca. (Molina Ramirez, 2013)

 En el centro, la posición intermedia. Se nace con reglas o principios abstractos en

los cuales la educación gradúa los parámetros y guía hacia la adquisición de

sistemas morales particulares. Con fundamento en esta propuesta intermedia es

que Hauser plantea su tesis: “…hay algo en el cerebro que nos permite adquirir

un sistema de normas morales”40 y ese sistema se adquiere con la educación y se

dan con las variantes propias de cada cultura. Con esta misma orientación otros

autores han argumentado que Los seres humanos nacemos con habilidades

rudimentarias, como la empatía, que son los cimientos de nuestra inteligencia

moral. Antes de que tengamos dos años, ayudamos naturalmente a quienes tienen

algún inconveniente, y a los cuatro o cinco años tenemos una clara idea de lo que

nuestros padres y allegados piensan que es bueno o malo. Nuestro hardware moral

está instalado a priori y las actuaciones llegan en línea, con rapidez asombrosa.

Veamos ahora qué ocurre con nuestro software moral, es decir, el contenido de la
brújula moral que nos guía para tomar decisiones morales. Si dos personas

comparan su software moral, encontrarán que una parte de él es idéntica, mientras

que otros aspectos son específicos, se relacionan con la cultura o la familia en la

que crecimos. (Molina Ramirez, 2013)

1.3 Lo amoral
Su significación estricta es "aquello que carece de moral". Utilizando una

expresión del filósofo Nietzsche, podríamos decir: "aquello que está más allá del bien y

del mal". Es importante señalar que ‘amoral’ no significa lo mismo que ‘inmoral’, puesto

que lo inmoral es algo contrario a lo moral, y es catalogado así por comparación con las

normas morales. Sin embargo, lo amoral se encontraría tan alejado de lo inmoral como

de lo propiamente moral. En filosofía, ‘amoral’ también se suele utilizar como calificativo

que acompaña a todas aquellas disciplinas que tratan los hechos sin valorarlos desde una

perspectiva ética o social. Por ejemplo, con la expresión "el conocimiento científico es

amoral" queremos significar que estudia los hechos prescindiendo de cualquier

valoración moral. Se ha discutido si existen o no individuos ‘amorales’, esto es, que

carezcan de cualquier norma moral. En general, se acepta que no pueden existir, puesto

que toda persona se guía por uno u otro código de conducta que lleva implícito ciertos

valores morales. Ni siquiera los psicópatas con graves alteraciones emotivas y

conductuales carecerían de normas y valores propios. Únicamente en el caso de personas

con gravísimas deficiencias mentales, y por tanto carentes de una mínima racionalidad,

podríamos hablar de individuos amorales. (la moral y etica, 2008)


1.4 La doble moral
Expresión que se aplica para reflejar casos donde un individuo mantiene una

conducta contradictoria en el ámbito moral, de tal manera que actúa de una u otra forma

en situaciones similares dependiendo de su propio beneficio. Por ejemplo, alguien se

declara contrario al aborto por motivos morales; sin embargo, cuando una hija suya,

menor de edad, queda embarazada de manera causal y no deseada, autoriza y financia el

aborto. La expresión se utiliza especialmente para expresar contradicciones entre lo que

un individuo defiende públicamente (ética pública) y lo que hace en privado (ética

privada). Así, es frecuente que numerosas personas actúen moralmente en su vida privada

de manera diferente a lo que proclaman en público. En tales caso, hablamos de doble

moral o moral hipócrita. También cuando un individuo defiende la existencia de ciertas

normas morales para todos los demás o para los que no son como él, y sin embargo no se

aplica las mismas normas a él mismo. (Zan, 1993)

1.5 Tipos de moral


5.1 Moral fundamental
Teología moral fundamental es la reflexión teológica del comportamiento humano

responsable, en cuanto catalogable como bueno o malo. Juicio que tiene en cuenta no sólo

la reflexión racional, sino que tiene como base los contenidos de la revelación y de la fe.

Aspecto que la diferencia de la ética filosófica la constituye en una disciplina de la

teología. Desde el magisterio de Juan Pablo II presenta la definición eclesial de la teología

moral fundamental: “La reflexión moral de la Iglesia, hecha siempre a la luz de Cristo, el

“Maestro bueno”, se ha desarrollado también en la forma especial de las ciencias

teológicas llamada teología moral; ciencia que interpela la divino Revelación y responde

a la vez a las exigencias de la razón humana. La teología moral es una reflexión que

concierne a la “moralidad”, o sea, al bien y al mal de los actos humanos y de las persona

que los realiza, y en este sentido está abierta a todos los hombres; pero es también
teología, en cuanto reconoce el principio y el fin del comportamiento moral en Aquel que

“solo es bueno” y que, dándose al hombre en Cristo, le ofrece la bienaventuranza de la

vida divina”. (Zan, 1993)

5.2 Moral social


La dimensión de la persona no responde a luna diferencia de la estructura, sino de

su falta de vocación existencial. Muchas personas pierden el sentido de la vida, y la

suceder esto, pierden del todo su nivel de exigencia, porque llegan a parecer islas en

medio de un mundo que por momentos parece no ser de ellos. Muchos viven creyendo

que el mundo se lo convierte a base de sueños, otros a base de armas, y existen los que

piensan que la vida es solo el recorrer de lapsos de tiempo. Pero la vida va más allá, va

por la vía de la autorrealización. La moral social es el encuentro entre las personas y exige

la convivencia organizada porque la convivencia garantiza el encuentro. La elaboración

de la moral social del momento es un reto o un desafío frente al grito de varias víctimas

de la violencia, ante las personas que con la perdida de un ser querido pierden tanto la

perspectiva de vida personal como la de vida comunitaria. La pobreza como lo dice puebla

es un obstáculo para al convivencia pacifica, porque la necesidad de alimento es la base

de la disputa de la muchedumbre que piensa en calmar sus necesidades con las sobras de

los poderosos.3 La sociedad desea comprender cual es el rumbo de su existencia, por eso

el hombre de nuestro tiempo especialmente el pensador, debe guiar a la humanidad a la

vivencia de su propia existencia, que se convenza que no es el único que existe y que su

comportamiento afecta tanto el entorno como las relaciones. Es competencia del hombre

de nuestro tiempo vivencia su corporiedad, su ser en el mundo, hacerse uno con los otros,

alteridad, ser sociable, pero en comunidad, desde el aspecto cristiano ser ágape. La moral

atraviesa en determinadas épocas por momentos de mayor aceptación o de crisis. Pero

desde mediados del siglo XX se ha puesto en cuestión a la vez los comportamientos


morales y su legitimación. Han surgido nuevos problemas comunes a la humanidad que

requieren de nuevos instrumentos teóricos para solucionarlos: igualdad de todos los

hombres, supervivencia de la humanidad, desnivel en el desarrollo de los países, el

destino del desarrollo tecnológico. Todo esto no ha acabado con la moral; más bien unos

comportamientos han desaparecido y han surgido otros, como el capitalismo avanzado e

intervencionista y la difusión de los medios de comunicación de masas. Todo ello obliga

a elaborar una teología moral social. Para construir la moral social es necesario

comprender el fenómeno moral actual y sus raíces. En el fundamento de dicha moral se

encontrará, a su vez, el fundamento de toda la moral y de la moral de la persona que mira

a la sociedad. En el proceso fenomenológico de la experiencia moral en su vertiente social

ha de considerarse los siguientes estadios En la experiencia moral del hecho social se dan

unas implicaciones: sociales, personales, familiares, institucionales, etc. Se debe

considerar seriamente la reconstrucción de las bases de la convivencia civil y del

desarrollo económico. En toda experiencia moral el sujeto quiere ser reconocido como

tal. En la experiencia moral el propio sujeto se esfuerza por actualizar su propio

conocimiento íntimo en el reconocimiento de los demás sujetos. En la experiencia moral

debe aparecer el compromiso individual y colectivo y su consecuente responsabilidad. En

la experiencia moral debe tenerse en cuenta su historicidad, su proceso. El hombre es un

ser social, necesita de la convivencia con sus semejantes para realizar su propia vocación

personal, encuentra su propia identidad en el diálogo. El carácter social del hombre se

afirma de un modo radicalmente superior al que puede reconocerse en algunas especies

animales. Fenómenos que consideramos tan comunes como la comunicación, que se

realiza a través del lenguaje, o la misma necesidad que cada persona experimenta respecto

de los otros (tanto en el plano corporal como en el espiritual), son algunos hechos que

hablan del carácter esencialmente comunitario de la persona. De ahí que cuando el


hombre se ve privado de la sociedad, no se le despoja sólo de un complemento importante,

sino que se le impide alcanzar su propia condición de hombre. La moral social trata de

analizar, desde la luz de la revelación y con la ayuda de las ciencias sociales, las

exigencias de esa vida en sociedad. De ellas se ha ocupado desde su origen la reflexión

cristiana. Posteriormente, en particular a raíz de los cambios decisivos que dan lugar al

nacimiento de las sociedades modernas, los pontífices se ocuparon, sobre todo desde fines

del siglo XIX, de iluminar con la luz del evangelio las circunstancias cambiantes de ese

vivir social. De este modo, fue configurándose un cuerpo de doctrina, de principios

morales y de aplicaciones a casos particulares, que alcanzó la denominación de "doctrina

social de la Iglesia" (Zan, 1993)

5.3 Moral de las comunicaciones


Muchos pueden ubicar la moral de las comunicaciones dentro de la moral social,

u otros dentro de la moral de la persona, yo quiero darle su propio apartado, porque creo

que en el mundo en el que estamos viviendo a este tipo de moral se le debe poner mucha

atención. Las generaciones actuales no cesan de sumergirse en las comunicaciones,

buscando dentro de este circulo una felicidad efímera que los lleva al desorden toral. La

masa de las telecomunicaciones por momentos es un bien ç, pero sui no se sabe manejar

se convierte en un caballo sin freno, al que es difícil domar. Veamos también la posición

de la Iglesia y los medios de comunicación social. La Iglesia católica, fundada por nuestro

Señor Jesucristo para la salvación de todos los hombres, y por lo mismo que está obligada

a la evangelización de toda criatura, considera parte de su misión servirse de los

instrumentos de comunicación social para predicar a los hombres el mensaje de salvación

y enseñarles el recto uso de estos medios. A la Iglesia, pues, corresponde el derecho

natural de usar y poseer todos los instrumentos de este orden en cuanto sean necesarios o

útiles para la educación cristiana y para toda su obra de la salvación de las almas, y
corresponde, pues, a los sagrados pastores el deber de instruir y gobernar a los fieles de

modo que éstos, sirviéndose de dichos instrumentos, atiendan a su propia perfección y

salvación, así como a la de todo el género humano. Por lo demás, corresponde

principalmente a los laicos penetrar de espíritu cristiano esta clase de medios a fin de que

respondan a la gran esperanza del género humano y a los designios divinos. Para el recto

uso de estos medios es absolutamente necesario que todos los que se sirven de ellos

conozcan y llevan a la práctica en este campo las normas del orden moral. Consideren,

pues, la especial naturaleza de las cosas que se difunden a través de estos instrumentos,

según la peculiar naturaleza de cada uno; tengan, a la vez, en cuenta, las circunstancias o

condiciones todas, es decir, el fin, las personas, el lugar, el tiempo y demás datos que

entran en juego en los diversos medios de comunicación, y aquellas otras circunstancias

que pueden hacer perder su honestidad o cambiarla; entre las cuales el carácter específico

con que actúa cada instrumento, es decir, su propia fuerza, que puede ser tan grande que

los hombres, sobre todo si no están formados, difícilmente sean capaces de advertirla,

dominarla y, si llega el caso, rechazarla. Recta conciencia en el uso de los medios de

comunicación social En necesario, más que nada, que todos los interesados, en la

utilización de estos medios de comunicación se formen recta conciencia sobre tal uso, en

particular por lo que se refiere a algunas cuestiones agriamente debatidas en nuestros días.

La primera cuestión se refiere a la llamada información, a la obtención y divulgación de

las noticias. Es evidente que tal información, por razón del moderno progreso de la

sociedad humana y por los más estrechos vínculos entre sus miembros, resulta muy útil

y, las más de las veces, necesaria, pues el intercambio público y puntual de noticias sobre

acontecimientos y cosas facilita a los hombres un conocimiento más amplio y continuo

de la actualidad, de modo que puedan contribuir eficazmente al bien común y al mayor

progreso de toda la sociedad humana. Existe, pues, en el seno de la sociedad humana el


derecho a la información sobre aquellas cosas que convienen a los hombres, según las

circunstancias de cada cual, tanto particularmente como constituidos en sociedad. Sin

embargo, el recto uso de este derecho exige que la información sea siempre objetivamente

verdadera y, salva la justicia y la caridad, íntegra; en cuanto al modo, ha de ser, además,

honesta y conveniente, es decir, que respete las leyes morales del hombre, sus legítimos

derechos y dignidad, tanto en la obtención de la noticia como en su divulgación; pues no

toda la ciencia aprovecha, "pero la caridad es constructiva" (1 Cor., 8,1). Primacía del

Orden moral Una segunda cuestión se plantea sobre las relaciones que median entre los

llamados derechos del arte y las normas de la ley moral. Dado que, no rara vez, las

controversias que surgen sobre este tema tienen su origen en falsas doctrinas sobre ética

y estética, el Concilio proclama que la primacía del orden moral objetivo ha de ser

aceptada por todos, puesto que es el único que supera y congruentemente ordena todos

los demás órdenes humanos por dignos que sean, sin excluir el arte. Pues solamente el

orden moral abarca, en toda su naturaleza, al hombre, hechura racional de Dios y llamado

a lo sobrenatural; y cuando tal orden moral se observa íntegra y fielmente, le conduce a

la perfección y bienaventuranza plena. Por otra parte, la narración, descripción y

representación del mal moral, puede, sin duda, con el auxilio de los medios de

comunicación social, servir para conocer y descubrir mejor al hombre y para hacer que

mejor resplandezca y se exalte la verdad y el bien mediante oportunos y logrados efectos

dramáticos; sin embargo, para que no produzcan mayor daño que utilidad a las almas, han

de someterse plenamente a las leyes morales, sobre todo si se trata de cosas que merecen

el máximo respeto o que incitan más fácilmente al hombre, inclinado por la culpa original,

a deseos depravados.

5.4 Moral socioeconómicas


La moral socioeconómica es una parte de la teología moral que busca hacer la
lectura ética de la realidad socioeconómica, que expresa la realidad del hombre con vienes
de la tierra. La moral socioeconómica va ligada a la moral de la persona y la moral
fundamental ya que el discurso moral afecta a la persona entendida como ser social. El
hombre siempre está en la constante búsqueda de una seguridad económica, más aun en
los tiempos actuales donde el hombre es regido por unos parámetros que la misma
sociedad crea, estos parámetros hacen que se dé la lucha de clases, los unos por
mantenerse en la sima, y otros por escalar, la ética vela ara que esta lucha se dé bajo unos
principios, y no bajo la destrucción de la persona. (Zan, 1993)

5.5 Moral de persona


La moral de la persona no es una moral individual, frente a otras, es la aglutinación

de vanos problemas ético en torno a una realidad de la persona, los cuales deben ser

solucionados en clases sociales. Es descubrir el flanco ético en a la elaboración ética de

lo que nos interesa considerar, pero para hacer dicho estudio se debe tener en cuenta a la

sociedad, porque de ella sale el individuo particular. La persona debe ser tomada como

un todo, pero individual, guiados por otras disciplinas que nos iluminen el querer personal

de un quehacer particular en cuanto a la moral”.6 La Teología Moral es la parte de la

Teología que estudia los actos humanos, a la luz de la razón iluminada por la fe, en orden

a conocer la manera en que deben ser realizados, a fin de que sirvan para la gloria de Dios

y realización del hombre. Es la reflexión científica, desde los datos que ofrece la

Revelación, sobre la actividad moral humana en cuanto respuesta a la vocación cristiana.

Centra su atención, por tanto, en las conductas humanas realizadas libre y

responsablemente, en cuanto son capaces de ordenar a Dios como fin sobrenatural. La

vida moral, constituida por múltiples y variados actos singulares, es, sin embargo, una.

También los es la Teología como ciencia que trata de esa actividad moral humana. Pero

esa actividad, objeto de la Teología Moral, puede ser considerada desde ámbitos o

perspectivas diversas y, como consecuencia, dar lugar a partes o tratados diversos dentro

de la unidad de la Teología Moral (Teología Moral Fundamental; Teología Moral

Especial, dividida a su vez en Moral Teologal, Moral de la Persona y Moral Social). Moral
de la Persona es la parte de la Teología Moral que estudia la actividad moral humana

desde la consideración de la persona que responde a la vocación cristiana. No se puede

olvidar que la dimensión ética es una característica propia del obrar moral; es decir, que

la persona está implicada siempre, en la totalidad de sus dimensiones, en cada una de las

acciones que realiza. Y en este sentido hay que decir que toda la actividad moral es de la

persona. Por otro lado, se debe tener también presente que, como creada "a imagen de

Dios" que "es Amor", la persona humana es un ser constitutivamente abierto a la relación

y comunión con Dios y con los demás, de tal manera que sólo se realiza como tal (y, en

consecuencia, llega a la perfección a la que está llamada) en la medida que ama, es decir,

desarrolla su existencia como donación. A la vez, sin embargo, en los actos que el hombre

realiza es posible distinguir (sólo a nivel de discurso y de acuerdo con el ámbito más

directo de relación) los que se refieren a Dios, a los demás y a uno mismo. De este último

ámbito se encarga la Moral de la Persona. Se puede definir, por tanto, como la parte de la

Teología Moral que trata sobre el obrar moral directamente relacionado con la persona

como sujeto singular y en cuanto que, gracias a ese obrar, puede hacer de su existencia

cristiana (o llamada a serlo) una respuesta adecuada a la vocación de hijo de Dios.

Ocupándose de los actos humanos desde la perspectiva de la persona (considerada como

sujeto de la acción moral y también como regla o referente normativo de la moralidad)

trata de aquellos actos que, referidos más directamente a la persona como sujeto singular,

sirven para su realización personal en conformidad con el designio salvador de Dios.

(Zan, 1993)

5.6 Moral sexual


A sexualidad en el contexto actual se convierte para muchos en un mito que se

cierra al solo hecho del contacto sexual, las familias omiten de sus diálogos el tema, como

lo oculto, es como el sótano al que nadie quiere entrar por temor o en la mayoría de los
casos por ignorancia. Pese a que las naciones han implementado en su educación temas,

talleres de sexualidad, es un mito hablar del tema en al actualidad. La sexualidad abraza

todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma.

Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de

manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro. La

sexualidad va muy ligada a la dignidad de la persona, es respetar, tanto mi personalidad,

como mi corporeidad, como un todo. La moral sexual es en este sentido es abrazar el ser

en su totalidad, sexo como definición perfecta y sexualidad como relación personal y

social. Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la dignidad personal de

manera idéntica a uno y a otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y

aceptar su identidad sexual. Con respecto a lo que hemos dicho podemos definir el sexo

como el modo en que uno es humano = varón o mujer Y la manifestación externa de la

sexualidad = aparato genital y rasgos sexuales secundarios. La mala vivencia de la

sexualidad juvenil pone en grave peligro la duración permanente y la felicidad de la futura

propia familia; la mala vivencia de la sexualidad lleva a ver a la mujer como un juguete

con el que pasar un lindo rato. La futura esposa puede terminar siendo un juguete más de

la lista, no menos desechable que los demás. Se degrada la dignidad humana de cada

mujer y ya no se la ve desde el amor sino desde el egoísmo. Y lo que se dice de la mujer

puede decirse igual del varón. Es pues que la Teología Moral es la parte de la Teología

que estudia los actos humanos, a la luz de la razón iluminada por la fe, en orden a conocer

la manera en que deben ser realizados, a fin de que sirvan para la gloria de Dios y

realización del hombre. Es la reflexión científica, desde los datos que ofrece la

Revelación, sobre la actividad moral humana en cuanto respuesta a la vocación cristiana.

Centra su atención, por tanto, en las conductas humanas realizadas libre y


responsablemente, en cuanto son capaces de ordenar a Dios como fin sobrenatural. (Zan,

1993).

2. ETICA
Ética deriva de la palabra griega ethos. Hay dos significados de “ética” en el

lenguaje griego que revelan dos modos de entender y explicar el comportamiento moral

de las personas: a) Êthos (): significaba “carácter”, “modo de ser”. Este es el sentido

que tiene la palabra “ética” en los poemas de Homero (s. -IX o -IIIV), Iliada y Odisea

Según este modo de entender la ética, el comportamiento moral depende del “carácter” o

“modo de ser” de las personas. El “carácter” o “modo de ser” está determinado por la

herencia (genética o social) y, por tanto, no se puede cambiar. Así, pues, las normas y los

valores morales son inmutables. b) Posteriormente (s. -V), éthos () significó “uso”,

“costumbre”, “hábito”. Con este sentido aparece la palabra “ética” en los escritos de la

sofística, de Platón, de Aristóteles... Según esta manera de entender la ética, el

comportamiento moral depende de los hábitos o costumbres. Los hábitos o costumbres

son producto del acuerdo social y, por tanto, se pueden modificar mediante nuevos

acuerdos sociales. Además como los hábitos o costumbres los aprendemos, necesitamos

de la educación moral para adquirir hábitos de “buen” comportamiento. (Angulo Parra,

2008)

2.1 Tareas de la ética


Para reflexionar sobre la moral, la ética hace una investigación filosófica sobre el

comportamiento moral de las personas. El punto de partida es, pues, la descripción de la

vida cotidiana (ética descriptiva). Después procede a criticar y reformular las normas

morales vigentes en la vida cotidiana de acuerdo con principios éticos racionales (ética

normativa). Estos principios también son revisados y cuestionados por una reflexión

crítica más profunda (metaética). Finalmente, tras esta doble revisión crítica, ofrecerá
normas, valores y principios morales concretos para orientar nuestra conducta en la vida

cotidiana (Angulo Parra, 2008)

2.2 Tipos de éticas


2.2.1 Ética descriptiva o empírica
Pretende describir los diversos fenómenos de la vida moral, explicarlos y hacer

una teoría general de la conducta humana. Uno de los aspectos que más le interesa es el

proceso de moralización o de transmisión de normas morales. La investigación sobre este

proceso, le ha permitido, a la ética descriptiva, poner de manifiesto que nuestro

comportamiento es producto de un proceso de socialización que nos “modela” con las

normas, los valores y los principios morales dominantes de nuestra cultura. Pero, nuestro

comportamiento no es sólo un producto de nuestra cultura. Nosotras también decidimos

qué “forma de vida” queremos. Y, con nuestro comportamiento moral, también

“modelamos” (transformamos) nuestra cultura. Además, la investigación sobre el proceso

de moralización le ha permitido, a la ética descriptiva, evidenciar que decidir “no-seguir”

algunas de las normas impuestas por el uso y la costumbre supone tener que superar

numerosos obstáculos en la vida. Por último, conocer quiénes son los agentes

socializadores, qué nos transmiten y para qué, hace que la ética descriptiva nos ayude a

decidir qué normas morales merecen ser obedecidas y cuáles ignoradas o substituidas

para poder construir nuestra “manera de vivir”. (Angulo Parra, 2008)

2.2.2 Ética normativa


Pretende establecer principios generales que se autor recomienden y que

fundamenten de forma racional sin apelar seres sobrenaturales las normas morales

vigentes. Nos proporciona sistemas de reglas prácticas para la “vida buena”. Por ejemplo,

la ética de Platón nos dice que “es preferible sufrir la injusticia que cometerla”; el

utilitarismo, que debemos comportarnos de tal manera que las consecuencias de nuestros

actos proporcionen la mayor felicidad posible al mayor número de personas; la ética de


Kant nos dice: “obra sólo según aquella máxima [norma] que puedas querer que se

convierta, al mismo tiempo, en ley universal”. (Angulo Parra, 2008)

2.2.3 Ética crítica o metaética.


Es una reflexión crítica sobre éticas normativas. Investiga el lenguaje que

utilizamos cuando decimos qué debemos hacer o qué queremos decir cuando decimos

que un comportamiento es “bueno”. (Angulo Parra, 2008)

2.3.4 Ética aplicada o ética práctica.


Propone normas morales concretas aplicables a nuestra vida cotidiana. Esas

normas se traducen en códigos deontológicos (elaborados por mayorías o por consenso)

como los de la práctica médica, los de la creación y utilización de nuevas tecnologías, los

de los negocios, los de la política, etc. (Angulo Parra, 2008)

Como vemos, el punto de partida y el punto de llegada de la reflexión ética es la

vida cotidiana. Y esto es así, porque lo que nos preocupa es saber si es justo el derecho a

la propiedad privada, si merecemos recibir una asistencia médica adecuada, si podemos

decidir sobre la maternidad y/o la paternidad, si podemos elegir morir dignamente, si

debemos obedecer todas las leyes vigentes, si la violencia es el método adecuado para

resolver los conflictos, si debemos tener libertad de expresión, si está justificado el

paternalismo, si es justo el sistema económico capitalista. (Angulo Parra, 2008)

2.3 Ética profesional


La ética profesional puede definirse como la ciencia normativa que estudia los

deberes y los derechos profesionales de cada profesión. También se le llama Deontología.

Al decir profesional no solo se refiere a que la ética es sólo para quienes tienen un título

o son profesionales, sino que ésta va destinada especialmente a las personas que ejercen

una profesión u oficio en particular. La ética profesional tiene como objeto crear

conciencia de responsabilidad en todos y cada uno de los que ejercen una profesión u
oficio. Parte del postulado de que todo valor está íntimamente relacionado con la idea de

un bien. La ética profesional se sustenta o toma bases fundamentalmente en la naturaleza

racional del hombre. Esta naturaleza es espiritual y libre, por consiguiente tiene una

voluntad que apetece al bien moral. Haga el bien y evite el mal. La profesión es una

capacidad cualificada requerida por el bien común, con peculiares posibilidades

económico-sociales. El 28 profesional no tiene el carácter de tal por el simple hecho de

recibir el título que lo certifica o le da la cualidad de profesional, nadie es profesional por

el título en sí, lo único que expresa es su calidad de ser ya un profesional, pero no que

tiene todas las cualidades éticas para serlo. El título profesional más allá de alimentar la

idea de ser un ‘alguien’, es la manifestación intrínseca de lo que internamente se lleva, no

por la naturaleza de la persona sino por sus cualidades éticas, como la idoneidad o aptitud

que le da un nuevo perfil a su personalidad. (Mackey, 2000)

3 VALORES
El vocablo valor se asemeja a un poliedro cuyas múltiples caras nos ofrecen

diversas imágenes, todas ellas verdaderas desde sus respectivas visiones. El olvido de la

perspectiva ocasionaría, muy posiblemente, discusiones y enfrentamientos entre varios

sujetos que narran el contenido de lo que ven. Todos ellos hablan del mismo objeto, pero

no todos dicen lo mismo de él. Clarificar e iluminar esta pluralidad ha sido una tarea de

siempre, ¡por cuanto e! hombre, en su búsqueda permanente del bien, se ha encontrado

con los obstáculos a sortear de la confusión, de la obscuridad, de los múltiples sentidos

de las palabras y expresiones. Tal situación es hoy más patente y preocupante por cuanto

los medios de comunicación son más intensos y poderosos, pues la pluralidad que ellos

manifiestan se torna frecuentemente pluralismo confuso. Campo este abonado para las

medias verdades, la manipulación yel adoctrinamiento. Ello afecta a la esencia de lo más

íntimo y fundamental de toda sociedad: la comunicación. Y sin comunicación nos


quedamos sin relación y sin educación -sin buena relación-, sin posibilidad real de

decirnos adecuadamente lo que pensamos, sentimos o queremos. El lenguaje juega aquí

un papel fundamental, por ser éste el medio privilegiado, aunque no único, de

comunicación entre los humanos. (Gervilla Castillo, 2000).

3.1 Los múltiples significados del valor


El vocablo valor alcanza significados plurales, según el uso o práctica del mismo.

Así, en el lenguaje común o popular, valor puede significar: cualidad, dignidad,

importancia, firmeza de algo, fuerza, actividad, mérito, eficacia, virtud, osadía o valentía

personal, etc. En general, valor es todo aquello que no nos deja indiferentes, que

necesitamos y deseamos porque nos viene bien en algún sentido. En e! ámbito de las

diferentes ciencias o disciplinas, e! valor posee otros tantos significados propios y

específicos. Así, en el campo musical es la duración del sonido que corresponde a cada

nota según la figura que representa: blanca, negra, corchea ... En las Ciencias

matemáticas, puede significar cualquiera de las determinaciones posibles de una cantidad

variable, magnitud o función: e! valor de «x» en función de «y». En la Economía, valor

es el rédito, fruto o producto de una hacienda, estado o empleo. Yen la esfera bancaria,

cualquier documento acreditativo de una obligación que una persona física o jurídica tiene

respecto a su deudor. En Psicología, valor es sinónimo de interés, rasgo, necesidad,

creencia, principio normativo, actitud, etc.

3.2 Objetividad y subjetividad de los valores


Por lo general, las teorías universalistas se vinculan con la creen cia de que hay

valores objetivos. Hoy, por ejemplo, la mayoría de los países occidentales defi enden los

derechos humanos, mu chos basados en la tesis de que son valores universales y ob

jetivos. Tiempo atrás, ya Scheler defendió la idea de que los valores son objetivos, no

creados por la sociedad, ni por el individuo, por lo que éste sólo debe contar con el método
adecuado para conocer esos valores. Como reacción a teorías de este tipo sur gieron las

llamadas corrientes subjetivistas, que ubican el pro ceso valorativo en la psique o en la

subjetividad humana, en lo que nos agrada o desagrada, o bien sosteniendo que el fun

damento del valor es el deseo. Tenemos entonces tres posibilidades para determinar quién

pone el valor:

 Los valores, siendo objetivos y universales, están puestos desde siempre,

por alguna instancia superior.

 Los grupos sociales, atendiendo a sus necesidades, fi nes y deseos, van

creando ciertos valores y abandonando otros en el curso de la historia. Los

valores son, por tanto, crea ciones histórico-culturales.

 El individuo mismo, desde su más profunda subjetividad y atendiendo a

sus preferencias o a sus deseos, es quien pone el valor.

3.3 Valores intrínsecos y extrínsecos


Mas no debemos confundir lo que valoramos por sí mismo (valor intrínseco) y lo

que valoramos como medio (valor extrínseco) para conseguir un valor fi n, último o

superior. Así, pode mos concebir la democracia como un valor-medio o instru mental

para lograr una sociedad más justa, y ésta a su vez en función de un valor supremo como

la felicidad, y así sucesi vamente. La mayoría de los teóricos del valor coinciden en que

los va lores morales siempre son fi nes y nunca medios, hay discrepan cias en cuanto a

cuáles son esos valores y si pueden convertirse en medio, como en el ejemplo de la justicia

en función de la felicidad, que señalamos arriba. (Gallardo Armonioso, 2006)

3.4 Conciencia y realización los valores


3.4.1 Génesis de los valores
Los valores se perciben en la intuición que es nuestro contacto experimental con

las cosas mismas. En este contacto no hay ni objetividad ni subjetividad; simplemente se


perciben los valores y se conoce el ser. Los hechos se presentan siempre con su dimensión

axiológica. Ambos actos son igualmente objetivos o, si se quiere ser más exactos, ni

subjetivos ni objetivos; simplemente son o se dan. Son anteriores a cualquier juicio o

elaboración mental, sólo se dan al sentimiento que los aprecia. Esto es lo que Husserl

llama pre-predicativo y se encuentra tanto en los actos dóxicos (de conocimiento del ser,

de los hechos) como téticos (del reconocimiento del valor). Ver el color verde diferente

del rojo, no es cosa de todo el mundo. Sin embargo, el que los ve diferentes es tan objetivo

como el que los ve iguales. Cada uno percibe los valores con su capacidad emotiva, su

sentimiento del valor. La diferencia no está en lo pre-predicativo (cada uno los ve

objetivamente a su modo) sino en el juicio que se pronuncia sobre el producto de la

intuición (la explicación que se da). La captación de los valores es tan objetiva para todo

el mundo (esto no excluye que haya anormalidades, como en el caso de los daltónicos) a

pesar de las variaciones de estado de ánimo y de sensibilidad al valor. Aún, entre personas

normales, puede haber diferencias pero, éstas como también en el conocimiento del ser,

se corrigen con nuevas experiencias y con la comunicación interpersonal. Como alguien

puede ver mal, ver distorsionado o simplemente no ver, cosas que están delante de él,

simplemente porque no posee el entrenamiento suficiente, lo mismo sucede con los

valores. Si alguien no reflexiona y no desarrolla su capacidad sentimental de la percepción

de los valores, puede ser tan ciego como un daltónico que no ve el verde. Es 1 necesario

ejercitarse en la visión y el análisis de los valores, como uno afina su capacidad para ver

las cosas y conocer los seres como hechos con sus características cualidades pero ello no

afecta la objetividad de los valores. Donde puede haber subjetividad es en los juicios, los

juicios de valor, porque los juicios pertenecen a la actividad predicativa. El juicio es una

actividad de la mente que se funda en representaciones mentales o ideas pero las ideas de

valor no son valores, sino únicamente representaciones de los valores. Y en esto puede
haber errores, distorsiones, prejuicios y subjetividad. Los juicios pertenecen a la mente,

lo mismo como los juicios acerca de la verdad o falsedad de los seres. No debe

confundirse la percepción de un valor con la representación conceptual que funda el juicio

de valor; la primera es absolutamente objetiva y particular; la segunda, de ordinario es

general, digna de ser analizada críticamente. Así queda claro cómo en el tema de los

valores hay dos niveles de actitudes claramente distintos. El primero se refiere a la

captación de los valores y a su ejecución: es el nivel óntico de los valores. Los valores

viven, se dan, actúan tanto en la captación como en su ejecución. A este nivel no hay

subjetivismo; puede haber problema de percepción y de entrenamiento pero no de

subjetividad. El segundo nivel es el de la conceptualización y de los juicios de valor. Este

es el campo de la razón y del conocimiento operado por la mente. Tanto la sistematización

de los valores como su apreciación especulativa pueden ser dominadas por elementos

externos al valor como: memoria, cultura, prejuicios, costumbres, política, economía, etc.

Este es el nivel ontológico de los valores. A este nivel no sólo puede haber carácter

subjetivo, sino manipulación, instrumentalización e interpretaciones arbitrarias de los

valores. A menudo se confunde un nivel con otro y se crean grandes incoherencias. Robert

Hartmann (La Estructura del valor, p. 15) afirma que -no se ha efectuado ninguna

investigación sistemática de la relación que existe entre el teórico del valor (pensamiento

acerca del valor) y el asunto de su disciplina o sea el valor (la captación y la efectuación

de valores; es decir, entre un nivel y otro). Este autor condena a los que cometen tal

confusión -lo que hacen es más bien valorar, que analizar el valor. Valoran el valor y los

juicios de valor en lugar de analizarlos. (Gallardo Armonioso, 2006)

3.4.2 El juicio del valor


El segundo nivel, el de la reflexión y de la especulación sobre los valores, se utilizan

conceptos y comparaciones teóricas acerca de los mismos. Sobre esta base se expresan
los juicios de 2 valor. Generalmente hablando, entre la captación de un valor y su

sistematización y realización, caben juicios de valor los cuales, como juicios que son,

pertenecen a la actividad especulativa intelectual, no a la captación del valor. Los juicios

afirman o niegan la identidad o diferencian entre conceptos, aún cuando se trata de

conceptos de valor. Este es el punto en que se crean grandes confusiones. Cuando capto

un valor y lo pienso, produzco mis propios conceptos acerca de este valor. Entonces, veo

la analogía o la diferencia con otros conceptos y percibo las relaciones entre un concepto

y otro, antes de tomar mis propias decisiones. Esto no impide que el valor posea en sí la

fuerza de inclinarme hacia él o repelerme (por su realidad óntica, anterior a cualquier

consideración teórica). Todo eso se realiza en el yo y la persona consciente tiene la

posibilidad de inclinarse hacia un aspecto u otro del valor: al valor en cuanto tal o a los

conceptos previos o concomitantes. Este es el punto en que puede intervenir una actitud

subjetiva y cambiar mi posición de cara al valor. En este punto del proceso, interviene el

carácter de la persona, el inconsciente, mi historia anterior, mi ambiente social, mi cultura,

la situación política, etc. Toda persona humana percibe, por su experiencia, que la libertad

de movimiento es un valor pero hay una infinidad de casos en que, por razones de política

o de sociedad, o de seguridad, se justifica la restricción o hasta la cancelación de este

valor. No es que no se perciba este valor o no se le considere fundamental, pero los juicios

de valor que se pronuncian están condicionados por otras consideraciones. Al ver una

familia en extrema pobreza, no es que no se perciba el valor negativo de esta situación

humana, ni que este valor no pida a gritos que se le remedie pero la costumbre indiferente

de una sociedad, un estado social egoísta, intereses personales de otro tipo, impiden que

este valor sea juzgado correctamente. Lo que falla, en primer lugar, es el juicio de valor

y, consecuentemente, la efectuación. Si los juicios de valor se emiten a raíz de una rutina

estereotipada que se guía por las costumbres de un determinado grupo étnico o de un


sector social dominante, se pierde poco a poco el contacto con el valor y se crean leyes y

hábitos, ajenos a la axiología. En estos casos, aún la dignidad de la persona humana es

ignorada, el valor de la verdad es despreciado, los valores estéticos sometidos a la

voluntad de poder del estado o de una crítica distorsionada y los valores políticos

aplastados por la tiranía o los intereses de una élite. Al contrario, si los juicios de valor se

formulan de cara a la percepción actual de un valor particular, se coloca la conciencia en

la situación de tomar decisiones correctas, de acuerdo con el propio ser y la mismidad de

uno y, al mismo tiempo, de acuerdo con el poder, el atractivo o la repulsión del valor,

según los casos. El juicio de valor no se expresa siempre como decisión entre dos

situaciones axiológicas opuestas, sino a menudo entre una pluralidad de posibilidades

entre las cuales el yo deberá tomar su propia decisión racional. Mucho se ha hablado de

alternativas entre valores positivos y negativos, como si esta fuera la condición corriente

de los juicios de valor. Al contrario, cuando el yo toma una decisión para efectuar un

determinado valor, más que realizar una selección entre opuestos, elige teniendo en

cuenta todos los elementos que pueden influir en su juicio que, a menudo, son muy

numerosos. Si yo decido inscribirme en la facultad de medicina para convertirme en

médico, mi decisión responde a un conjunto de valores. No se trata de escoger entre el

mejor valor de ser médico y los peores valores de otras carreras. En realidad, tengo en

cuenta un sinnúmero de factores, por ejemplo: si en mi casa hay médicos y me hacen

admirar tal carrera; si pienso en la proyección social que presta ayuda a mucha gente, si

mi amor a la vida me inclina a escudriñar los profundos problemas de la biología humana;

si acepto los desafíos de los peligros que amenazan hoy a la salud en general; si tal carrera

representa un estatus social digno y prometedor de una vida feliz. Todas estas son

consideraciones de valores frente a los que mi propia historia personal, mi mismidad toma

una decisión. Cada uno de estos valores posee su propia energía de atracción de mi
voluntad, pero deja a mi persona la libertad para escoger. Cuando la decisión se toma en

vista a la totalidad de los valores, no puede ser más que una decisión humana en el sentido

más elevado de la palabra. Esta capacidad de totalizar la consideración de los valores es

la que llamamos la trascendentalidad de la persona humana: una trascendentalidad

axiológica. Evidentemente una decisión de este tipo, responde a juicios de valor que

pueden ser contestados por mi propia comunidad y por las personas en general,

sometiendo a crítica mi actitud. Esto abre el sentido de los valores a un horizonte ilimitado

que ilumina desde la totalidad mi propia decisión personal. La validez de la decisión es

tanto más elevada en cuanto es grande el horizonte en el que se sitúa. (Gallardo

Armonioso, 2006)

3.4.3 El valor como criterio


Que el valor pueda asumir la función de criterio para las decisiones humanas, no

es ningún secreto. El mismo sujeto que percibe el valor con 3 su sentimiento, también

logra sus representaciones por los conceptos y está en condición de reaccionar

razonablemente. De hecho, en un sistema económico, el valor del dinero, del capital o de

la energía empleada, es criterio para el óptimo funcionamiento de una empresa. En otro

campo, el valor del poder se utiliza como criterio político en la mayoría de los estados.

Evidentemente, es un error establecer un valor como un absoluto; cada valortiene su

particular importancia pero ninguno posee una importancia absoluta. Los valores forman

un sistema relacionado; cada valor posee su propia acción y su poder, que se coloca en el

sistema general de los valores. El problema humano surge en el momento en que este

valor ha sido utilizado fuera del sistema; de hecho, se le atribuye el estatus de valor

absoluto pero, si el valor se asume en armonía con todo el sistema, se convierte entonces

en criterio general de acción humana, sin el peligro de que se convierta en instrumento de

opresión. Por ejemplo, la economía deberá reconocer el valor de la vida o la moralidad


como limitantes; el valor del arte deberá reconocer el límite de la decencia, de la

educación y el buen gusto; el poder reconocerá la prioridad de la dignidad, del derecho y

de la libertad. Cada valor cobra importancia vital dentro del sistema. El único ser capaz

de evaluar los diferentes elementos del sistema es el yo racional de acuerdo con su propia

conciencia humana y la comunicación intersubjetiva con los demás yos. El valor es

criterio válido y general en cuanto es dado a la conciencia por la vida misma, está en

función de la totalidad. Su validez debe, por tanto, ser confrontada con la globalidad de

la vida y, en primer lugar, de la comunidad humana. El sistema de valores, conocido y

aceptado en su complejidad, no sólo ofrece un contenido que penetra todos los aspectos

de la actividad humana, sino también establece los límites, del conjunto general, como de

todo valor particular relacionado con los demás valores. Se trata no sólo de una norma de

valor universal sino, a la vez, de una norma concreta que surge en cada situación

inmediata de la vida. Esta norma no está encerrada en un individuo particular sino que,

gracias a su trascendentalidad, se extiende a los demás seres humanos. El individuo

humano vive y se comunica con los otros yos humanos y depende también de ellos. Los

valores están destinados, por la vida, a realizar esta intersubjetívidad entre yos humanos:

el aprecio, el respeto, la dignidad, la paz y la armonía. (Gallardo Armonioso, 2006)

3.4.4 El mundo de los valores


Por nacer en la vida misma, en el contacto inmediato de la intui4 ción, los valores

son individuales y concretos. Se captan en una cosa particular, en una persona y en las

relaciones entre las cosas y las personas. Aún, en estos últimos casos se trata de valores

particulares expresados: en un gesto, una acción, una obra, una creación estética o

instrumental, o social, o literaria, o espiritual, o moral, etc. En todo caso, siempre es un

valor particular que llega a golpear o impresionar mi sentimiento. Mi reacción específica

inmediata ante este valor es también una reacción particular a este valor vinculado a cierto
hecho de la vida. Mi sentimiento se refiere a este ser, relación o acontecimiento o hecho

particular y, en cuanto valor, posee su particular poder de atracción o de repulsión, que

demanda de mí una acción también particular. Ahora bien: ¿cómo un valor particular se

convierte en un criterio y puede generalizarse para ser aplicado como principio de acción

para un número ilimitado de otros casos? El sentimiento también posee su propia

memoria. Por tanto, no hay dificultad en que se conserve la memoria de las emociones o

sentimientos de los valores adquiridos. Sin embargo, será siempre recuerdos vinculados

a la particularidad de un acto. No es suficiente este tipo de recuerdo para que la persona

humana tenga una visión global de los valores y pueda sistematizarlos en sus relaciones

mutuas y en su conjunto. La mente, por su parte, expresa un concepto de los valores

percibidos. La mente piensa el valor y lo generaliza como conocimiento, como concepto

de valor. No hay que confundir el valor (particular) con un concepto de valor (general).

Estos conceptos, como ya se ha notado, son conceptos de valores y no valores. Como

todos los conceptos de la mente, adquieren la propiedad de la mente de comparar y

generalizar. El haber confundido los valores con los conceptos de valor ha creado muchos

problemas a quienes han teorizado sobre el valor. Los valores pertenecen a la vida

concreta (del mundo y de las personas particulares); en cambio, los conceptos de valor

pertenecen al conocimiento y al discurso (abstracto y general) sobre valores. Es necesario

conservar siempre la separación entre valor y discurso sobre valor: ambas realidades

corren paralelas y son interdependientes, pero nunca se identifican. Sobre esta base (de

los conceptos) se expresan los juicios de valor y se elaboran enunciados lingüísticos, que

forman parte del discurso compartido por la comunidad. Se crea, pues, un discurso acerca

de los valores que puede ser un discurso común a la comunidad humana en todos sus

horizontes, desde un grupo familiar a una comunidad étnica, a un estado, a una sociedad

multiétnica, a una sociedad de naciones. Cada persona aporta a este discurso su propia
experiencia personal, que es experiencia de valores, y su propia conceptualización, que

es discutible y criticable. El mundo de los valores es propiamente un mundo privado

incomunicable, por ser particular, pero el discurso sobre valores es común y perfectible.

Cada persona debe ser conciente de esta ambivalencia del

mundodelosvaloresynoconfundiruna realidad con otra, aunque sea su tarea la de convivir

con ambas realidades a la vez y aprovecharlas. Cuando se entra al discurso sobre valores,

es necesario que cada persona rescate al mismo tiempo su mundo interior en que los

valores son una realidad viviente y emocionante, para no caer en vanas especulaciones.

Con la salvedad hecha en el párrafo anterior, intentaremos una descripción de los

elementos más fundamentales de este inmenso mundo de los valores. Estamos, pues, en

el discurso sobre los valores. Suponemosquelaexpehencia de los valores ha sido realizada

y está presente en cada persona humana. Entonces no empezaremos con la experiencia

sino desde el mismo yo quien está al centro de todo de este mundo axiológico. A partir

del yo, como conciencia e inteligencia racional que experimenta los valores desde la vida,

podríamos afirmar que la vida es el primer valor y todo lo que conecta el yo con la vida,

como su sensibilidad, su capacidad perceptiva, el cuerpo y los sentidos, constituyen un

mundo primigenio de valores. Sin embargo, el yo está conciente de que, sin su propia

inteligencia y conciencia, la vida no existiría para él o simplemente no existiría. Entonces

es necesario, para mí, concentrar la mirada sobre mi propio yo y declararlo el valor

primero y más radical. Esto se refiere a mi propio yo y a todos los yos que existan en el

mundo, por estar en mis mismas condiciones. Entonces, es necesario partir del yo y de su

propia conciencia para encontrar el origen y el fundamento de todos los valores pero, se

vio al comienzo de este estudio, que el yo no puede prescindir de sus propias facultades

a priori: la inteligencia, la libertad, el sentimiento y la voluntad. Si en nuestro discurso

consideramos a cada yo de la comunidad como otros tantos yos como yo, tendremos que
ver el yo de cada uno, con todos sus elementos a priori necesarios, como una sola unidad

axiológica. Ahí tendremos el punto de partida para todas nuestras construcciones

axiológicas. Se trata de un conjunto de valores que constituyen la misma persona humana

y le dan valor a esta unidad: inteligencia, libertad, sentimiento del valor y voluntad.

Entonces, hablar de la persona humana, como valor básico, ya no es hablar de una entidad

vacía o abstracta, sino concreta, real y experimentable. (Gallardo Armonioso, 2006)

Bibliografía
Angulo Parra, Y. (2008). Ética y valores. Mexico: Santillan.

aristoteles. (2000). La gran moral a audemo .

Gallardo Armonioso, A. (2006). Introduccion a los valores. En A. Gallardo Armonioso.


guatemala: Universidad Rafael Landivar.

Gervilla Castillo, E. (2000). Educación y valores.

la moral y etica. (2008). Moral.

Mackey, J. (2000). ETICA. Colombia.

Molina Ramirez, N. (2013). La moral Innata Y adquirida. Revista colombiana de biotica,


89-106.

Zan, J. (1993). concepto de etica y moral. la etica y los derechosd e la justicia, 26-43.
INDICE
MORAL ÉTICA Y VALORES ........................................................................................ 1

1 MORAL ..................................................................................................................... 1

1.2 EL ORIGEN DE LA MORAL ........................................................................... 2

1.3 LO AMORAL .................................................................................................... 5

1.4 LA DOBLE MORAL ......................................................................................... 6

1.5 TIPOS DE MORAL ........................................................................................... 6

2. ETICA .................................................................................................................... 15

2.1 Tareas de la ética .............................................................................................. 15

2.2 Tipos de éticas .................................................................................................. 16

2.3 Ética profesional ............................................................................................... 17

3 VALORES ............................................................................................................... 18

3.1 Los múltiples significados del valor ..................................................................... 19

3.2 Objetividad y subjetividad de los valores ......................................................... 19

3.3 Valores intrínsecos y extrínsecos ..................................................................... 20

3.4 Conciencia y realización los valores ................................................................ 20

Bibliografía ..................................................................................................................... 29

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