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jin.O dr la ralla «le lógir.

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rirrt.MS curas po|»ul»m a'lu'ba ''"'""lática do m rn<:
os curación causal mir-vlhi laiuM.VÚ.-icn del be,íbice,-'»
qHt. desentierra el imr-W" productor de las nrtralgias in­
tolerables de un ení'c mío; es sintomática aquella (jue tra­
ta la hidropesía imi«-ntos de grama y de
estigmas de man- pt-’ro mjetus dr un
natural ladino. nlie se advierte fácilmente en ellos, han
llevado sus labilidades hasta el extremo de incorporar
su arte -,cl^as nociones tomadas a préstamo, más o
menos n -.perfecto, a nuestra Ciencia Médica; ellos han
concle'^0 l’or convencerse de la eficacia de las sales de
nía en el tratamiento de la malaria y han introduci­
do Jas dichas sales en la confección de sus preparados pia­
ra combatir dielm enfermedad y os fácil de comprender
(pie la malaria será curada por la acción de la quinina
sea ella administrada en inyecciones, oldeas o píldoras,
de manera semejante a cómo será curada si se admití' -
ira el misino medicamento en mezcla detestable con cvj
crementos humanos, o con yerbas u otros productos. A-í.
jures, no cabe rechazar sistemáticamente la curación de
estos enquíñeos: ellos llevan a cabo los diversos trata­
mientos que hemos indicado y es así que consiguen no
lincas victorias. Por otra parte, los curanderos, en algu­
nas jiobhtcioiios, sólo 011 llamados jarra jirestar :;uc ser­
vicios a enfermos que los médicos, a veces con ligereza,
lian declarado incurables. Ku estas condiciones, si. la in­
curabilidad fue mal establecida, so eomji rendo sin esfuer­
zo cuánta y de cuánta eficacia es la acción benéfica ejer­
cida j mu* el curandero respecte a enfermo que los médi-
"iis habían declarado en jieligro de muerte inminente.
' Mros viinimlrms hay, que ofrecen el raro caso de
isoeiación de jiráetiens eienlífiens y pojnilares. Re
•;a de sujetos (jue iniciaron la carrera médica y se vio-
•roeisados a abandonarla: n las juicas 'nociones ad-
dieaiuontos imra la] o cual,enfermedad o en demanda di'
tal o mal medicina de aquellas publicamente exhibidas.
Y no smi pocas las ocasiones en que se aventuran a en­
trar en relación eom.ereial con tales industriales per­
sonas 'que, perdida toda esperanza en los beneficios
de la Ciencia Médica, no vacilan en esperar de aquellos
empíricos el bien <y.ie a los hombres de estudio no les lia
sido dado conceder. Tales arroceros no tienen estableci­
da una tarifa de expendio de los producios que constitu­
yen su exclusive( comerció y ellos cobran teniendo en
cuenta, más que él valor intrínseco de las Sustancias que
venden, la capacidad económica de los parroquianos, ex­
cediéndose en el cobrar de precios cada vez que se dan
cuenta de la extrema necesidad de quienes acuden,a ellos
en demanda de una esperanza y de la posibilidad én que
se bailan de subvencionar a los gastos de estas curaciones
maravillosas. f '■ ■

a-.
Hnmpl Kütti. (Otixco).
Imi la ciudad del Cuzco se dá el nombre de llnmpi
Kalu al mercado de remedios, el cual ocupa parte no pe-
quena del Mercado Central do la ciudad. Algunos de es-
ios comerciantes de drogas tienen sus negocios conve-
nieiil» lóenle inslalados en pequeños kioscos de madera
I ochados c o n calamina; otros, más modos!os, mujeres ge­
neralmente. instalan sus puestos en el suelo, disponiendo
en mantas de pintorescos colores aquellas mismas dro­
gas que los otros, más rumbosos, tienen . dispuestas en
bolsones de tela y agrupadas en casilleros, en mi todo sm
mojantes a los -establecimientos de comercio. En este
¡lamín Katn es menos velada la exhibición de los errores
y prejuicios de la Medicina Popular; si en Arequipa los

nfrncófns venden, al mismo tiempo que productos de ven­


ta lícita: tales la cebada, el incienso, etc., algunos otros
de origen netamente curanderil; en este mercado del
(bizco la venta es mucho mayor do productos que la Me*
dieina rechaza o a los cuales la Medicina no reconoce ac­
ción benéfica alguna. En estos puestos, ambulantes o es­
tables, del llamjñ Katn del Cuzco se bailan a disposición
de la credulidad de los parroquianos las sustancias si-
guirnl e s : fetos'de llama yMe?*kumaj grasas «lo llama, do
vicuña, de oso, de tigra, de león, de hombro; amuletos de
piedra berentjueÁa,.anillos y emees de hierro, chaco re­
vistiendo d i v i d a s formas y figuras, reíanlo, chiuchi pi-
ñi, ccollif<¡tic-riiiltu, piedra pisar, haccc-ntasa, tuco, m il­
pa, piedra del águila, uropiinente, chanta, piedra imán,
haneen-eeori, o'ropimentd blanco, silmaijru, llipfa, cd\uú\
asta de venado; f calina,
■> ,
camarones> secos,t chaqniro, i'víbo-
y
ra desecada, chiche, h minia ¡fó, pinco-pinco, snloiUa, pu­
pusa, alljia-licóá, pallares, frijoles de todas clases y colo­
res, i/analí, torta de mostaza, semillas de culantro, ceba-

«le merendó V, otf todos las ilc* los •\iith»p,\


1!>•; Ilplll’lliojhliHV-i
(lilla dél valle, Imito, sasnhni, reala, chaco-chaco, inti-
suveca, charhaeoina, choquecanlta, ehancoruma, airOni-
po, pan de San Nicolás, Halan hanipipa ecutceon (polvo*
de los grandes o altos remedios) obtenidd mediante la
pulverizaran) de los más acreditados remedios que la
Medicina Popular toma de los tres reinos de la Naturale­
za.
En la ciudad de lluaneayo también se lleva a cabo,-,
aun que en menor escala que en Arequipa y Cuzco, esta
venta de remedios caseros. En los Mercados y en Jas fe
..-i .tí m■ ¡Timism****-
/•/((.' si mi iiisi alados | uicsb >s i Ir r\ | imi in i|r las s'puiruf es
ii -! a iti i,us : <‘<>¡>nl. rniiilor <i)¡itiJ, | *i<■Irn imán, piten llmu-
¡m, iki nh llmitfiu, V( i (iiiimii luí. |>if■■Ir;i <lrl ápuiila. innrti-
i/d, n ¡ni itllrtt, p'uihtt ih Hdf'n, sitílitw mu mi. h na ri pn-
I hi ' I i i , piaras y frac ínclitos dr \ ;11 •i*> =: animales, tales n.i-
iiiii la ¡«trifwtt. rl zorrino. rl oso, el tijrre, la víbora. la lla­
ma. la vi'oí fia. etc.
Kn la capital de la República los ruramliTos ejercen
con uolablc disimulo, sin aijuella librrlad a<lmirabie ron
que I" liaren en las poblaciones que liemos nombrado.
Además de los laidas veces nombrados (htlíithttni/ns, a
quienes en loma se dá la particular denominación de me-

pin «tn <|< Mid'i ji dinpns i'Oj'iilnn s *n ln epllo d»’1 Puim». (T.íiikO.
ilicos hnlivunins: adrinás de los lieclnreros que lieneti nu­
merosa cíe ntela \ que practican su ofudo de tales rodea-
líos de las mayores reservas, hay sujetos que llevan a ca­
bo. en las ralles advócenles al Mercado ('cidral, la venta
iIr ;1 1- 1 1 i_yi:- si 11 q ilim.mu.v. vaic-iminlibado» f*ft la Mrb'irttíTr
Popular. Tales vendedores de yerba?, cuidan de col u-ar
las en e] suelo, sobre una maula. Kilo? venden hinii'nin
¡ia, viril-vira, ortiga macho, liarnui hnasa, Incnnauiihiln,
(mero de zorrino, hígado de zorrino, mhujunln, ratania,
eulaulrillo, liquen, ele. Además, en los puestos autoriza
dos para el expendio de llores, se encuentra a disposición
del público: el mttl«f/usinw, el culón, el cidrón, el toronjil,
la sávila, la borraja, la siálica, el tutumo, las hojas de
nogal, las de eucaliptos, el culantrillo, la ruda, la muña,
los rizomas de grama, etc.
Nosotros liemos recogido información fidedigna de
bulas las prácticas curativas, de todos tos prejuicios y
errores de «pie está llena la Medí* ina Popular y euros
orígenes probables ya hemos indicado ni este mismo ea
pitillo. Tal riqueza de procedimientos de pretendida ac­
ción terapéutica de nuestra Medicina Popular no repre
se uta, en número alguna, un expolíente di incultura lia
cioual ni traduce un grado considerable de atraso en la
obra demoledora de errores de la civilización. Kstas ideas
médicas son el representante deforme de tiempos que
fueron, de creencias que fueron aelnales: son el alma de
los liempos idos y ellas e \ i •t en en lodo- lo- países, aun en
aquellos de una avanzada civilización.. I)< c-de signilica
do la importancia de estudios como el presente: ellos
cotil í'ilniyen al mejor conocimiento del pasado; pues que
el /o//]1/oe< . es. en ta utas ocasiones, el rect i ficador o el ra
t i ficador de la historia,
Las prácticas: médicas que nosotros li» me expuesto,
no son iguales en todas las regiones de inte tro ferritoi io:
en ocasiones, la diversidad regional de las formas de una
(Miración hace dilíeil reconocer en ella la i (‘presentación
legítima de oirá practica (pie, a despcdio de ello, le es
idéntica en el londo \ que se lleva a cabo a distan* ias a
las \ ecos tilín considerables. I{especio a la p i ueodcocói-
lLo_Lai-cs-qoaidu*■ac ii'ru'Ol I1**s IumÍm
T ¡óiiiliulo núcele»» l>il»oi
exisl.iMH’.in ; |•**ro estés (.latos uo [Hieden tener un valor
absoluto, ITácticas de procedencia remota lian [jodido
ser i ij11 inri rolas de lina región a oi rá y lian podido desa­
parecer en la primera y conservarse en la segunda. Des­
de esle punto de vista, otra cansa de error se halla eolis*
iitnída por el'sello personal que cada curandero impri­
me a sus práctieag curativas, a las cuales, en no pocas
ocasiones, arrebataron su fisonomía original hasta el ex­
tremo de hacerla irreconocible, p v .>■"*.
Tal es el libro que ofrecemos al interés del lector a
quien agraden estos estudios. No iiene pretensiones dé ;
completó y sí las tiene de contribución al estudió de
nuestro folk loro médico. Que él sea punto de partida de
una labor de investigación fecunda; que él constituya
humilde piedra basal del edificio de una investigación
| más venturosa en este campo basta el presente poco o
j nada espigado dtíl folk 1ovr.
. -.nflrWfc ; . .” •
■t ' ' ■.V

Damos término a esta introducción do nuestro libro


trascribiendo las líneas que. respecto a los (lallaliimtjos
publicara I’ a r e d e s . Se {rafa de una muy prolija pre­
sentación de los cali(ilnciija:sq últimos representantes de
aquella medicina mitad observación prolija y mitad
charlatanería que fue la Medicina de los primitivos ha­
bitantes del ITrú. Tal relación dice así:
“ DI yol ivi o sabio por excelencia, que a sus conocí--
“ mientes médicos Une los prestigios de un aventajado
“ interior cle lii república le llaman Kamili; le temen y-
“ buscan. MI nombre propio de estos Temosos curaude-
“ ros, herbolai'ins y hechiceros, Toé el fie Kolhi hnnyns o
"seo parladores de mediemos, que eon Ih eorrupción fo-
“ nétien y disitmilneión producidas en las palabras con
“ el uso y el tiempo, llenó a convertirse en el que tienen.
'Mis un error suponer que llevan ese nombre por babor
“ sido provenientes sus antepasados de los valles de Ca-
“ rabaya. No existe entre ellos la tradición más remota de
“ tal procedencia; por el contrario, se notan completas
“ desemejanzas con los habitantes de aquellas regiones
“ y éstos.
“ Los callalmayas formaban una casta aparte en la
“ antigüedad; se les consideraba como únicos deposita-
“ rios de la ciencia médica de los Kollanas, sus sabios ante-
“ pasados. Sus costumbres eran y siguen siendo especia-
“ les y diferentes de las que tienen los indios que habi-
“ tnn en la misma región. Su principal obligación eonsis-
“ tía en recorrer todos los pueblos, llevando consigo
“ remedios variados y curando a cuantos enfermos de­
smandaban su asistencia, o les pedían auxilios contra los
“ embrujamientos, o amuletos para evitarlos. Tampoco
“ rehusaban ejercer la hechicería, cuando les exigían, ya
“ sea para causar un daño al prójimo o vaticinar el por­
venir.
“ Durante el régimen colonial siguieron desempe­
rnando el mismo papel, y son ellos los que hicieron co-
“ nocer casi todas las plantas que hoy so usan en la far-
“ macopoa indígena, con la circunstancia, de que las pro-
“ piedades que les señalaron, han sido admitidas por }a
“ ciencia y justificadas así sus perspicaces observacio-
“ nes.
“ Mn la actualidad, estos notables y célebres herbola­
r n o s y brujos, habitan ciertas circunscripciones de los
"La l’az, y hall j>ér»ll«U> üiUoliO'tic* »U antiguo jucKWgHi,
“ ya jujre|ue lian descuidado las observaciones y métodos
“ de curación de sus antepasados, ya porque la ensenan-
"za médica se encuentra adelantada en nuestro país y
“ los médicos abundan relativamente a la época colonial,
“ en la que éstos, por sus escasos y deficientes conoeimien-
“ tos, eran i n ferio res a los empíricos.
“ EL< -allabuaya no se contenta con ser un brujo
“ y curandero, confundido en el común de los que siguen
“ estos oficios, sino (pie trata siempre de Sobresalir en su
“ porte v relaciones con los demás; la vanidad y el orgn*
“ lio, son pasiones que le dominan demasiado. I'ln las fes­
tividades que celebran sus pueblos, se les ve bien y sin-
“ gularmente trajeados: la ealuv.a envuelta Con un elo-
“ gante pañuelo de seda y encima un Sombrero do paja
“ de (íuayaquil, panlalón de casimir fino, sujetado a la
“ cintura por un chiripá o cinturón adornado con uiono-
“ das de plata extranjeras, Los enllahuáyas de Curva se
“ presentan montados en caballos, ensillados Con aperos
“ chapeados de piala, estribos del mismo metal, riendas y
“ cabe/,ada. formadas algunas de cadenas de plata. .Su
"afán es imitar a los gauchos de las pampas argentinas,
"por Jo que cargan puñal en el cinto y pronuncian e!
"castellano con acento gauchesco.
"Las mujeres son feas y muy sucias; sujetan su
"manto con tres grandes lupus o prendedores de plata,
"que forman sobre el pecho un triángulo; la frente la
"cruzan con una faja de lulos de varios colores, y euei-
"ma se ponen un sombrero de paja. El corte de su falda
"lo usan hasta, la rodilla, haciendo que las pantorrillas
"queden al descubierto.
“ Los eallalmnyns hablan nymará, k'hcclma, puqui-
"na y castellano. Son tan suspicaces que cuando tratan
41con los indios, se entienden entre ellos en el lenguaje
“ que .ignoran los que se hallan presentes.
“ La vida que llevan es misteriosa. Los dé Curva,
“ regresan de sus viajes arreando cada cual una tropa,
“ más o menos numerosa, de muías argentinas, y los de
“ Oharazani, travendo mercaderías valiosas y raras. Los .
“ vecinos mestizos de ambos pueblos, particularmente los
“ que desempeñan alguna función pública, los éxaccio-
“ nan mucho; si no les arrebatan a viva fuerza lo que1
“ traen, les compran por precios ínfimos; a tal punto que*
“ lian establecido la costumbre de permutar una-buena,
“ muía con una caja de alcohol. Las mismas autoridades
“ superiores de la provincia, no so excusan de explotar,
“ en igual forma, a estos desgraciados, ya directamente o
“ va por intermedio de los corregidores; por lo menos es-
“ tos últimos funcionarios llegan cu sus abusos a extre­
móos inconcebibles.
“ No se han podido averiguar aún los medios de que
“ se valen los eallahuayas para conseguir bestias y objetos
“ valiosos en sus viajes; lo probable es que explotando el
“ espíritu supersticioso de los campesinos, se Lacen de
“ dinero, con el que compran todas esas especies, o reci-
“ ben directamente éstas, en pago de, sus curaciones y
“ pronósticos.
“ Do conocimientos botánicos, les quedati los sufi-
“ cientos para darse cuenta de las propiedades de algunas
“ plantas, y lineen uso de ellas en sus recetas, que unidas
“ éstas en sn aplicación al conjunto de supersticiones que
“ emplean cu cada caso, logran su objeto de conseguir la
“ sanidad del enfermo, o la tranquilidad de quien se cree
“ víctima de maleficios. Cuentan, que los eallahuayas en
“ sus viajes, van averiguando de los indios, que-en el trári-
“ sito se bailan enfermos y cuando dé ello se convencen
“ y de que es rico el paciento, en ti erran cerca de la casa
“ de éste, un sapo u otro animal apropiado, con el cuerpo
w

‘malteatádo o. c»iiturj
'ríe sus miembros, coif^jíWftlYrns
. ...*S u' •' alfileres, y"; -al si-**
“ guíente día so presentan, otial si aportaran pin* cásua-
“ lidad o iguorrtndo en lo absoluto Jo tille ocurre en ¡a
“ casa. •'* . y ffíf |f
“ F,l enfermo •v» su familia, reciben la visita
. ' 'si.AX'Sgjg/v'?' ‘,*C•.•:‘ 'V, '' \i de esté.
í * i i orno presagio t.le buen augurio, e inmediatamente acto
“ den a su saber. El callabuaya, después de muchos rué-;
“ gos y halagos, accede en hacerse cargo del enfermo. Es

‘negro, y sobre él derrama la coca, examina, la forma en


‘que lian Caído las hojas; sale aftlérti, mira el cielo ,v des-
‘pnés de pronunciar algunas frases iuiiifeligihlesíéma^
‘nifiesta que el enfermo está embrujado en un anhiial
‘y que él descubrirá el Jugar en qiie el hechizo se cncuein
‘Ira. En efecto, desjmés de nuevas manipulaciones y
Mre)tejeos, se dirige, acompañado dé los de la casa, ai Ju
gnr en que enterró el animal expresado, lo saca fuera,
‘le desliga ó arranca td alfiler, lé Cura la herida y prc-
‘dice la pronta sanidad de áquélgh quien le da’de beber
‘para mayor éxito, algún mate o yerba en infusión o le
‘pone ciertos parches, con cuyos-remedios y la imprej
‘sión que ha'recibido con el encuentro del sortilegio,
‘queda-sano eí enfermo, y el CáílilíuájJi después de reci-
‘hir su salario y muchos obsequios, so marcha salisféS
‘•cho.
“ Antes de emprender sus largos viajes, penetran
‘estos curanderos a j o s valles de Oamatn,' de donde h-
‘proveen de yerbas y-raíces, y hasta qué llega eí día dé
‘la partida, Se entretienen en pintar de colores diferen^
“ t.cs íi varias de las últimas, y labrar (le Irnosos maiuV'i-
' ‘lias y otros dijes extraños, que después venden á los ere-
“ dulos, dándoles virtudes sobrenaturales. Aseguran,
“ cuando ningún funcionario o persona ilustrada les ve,
“ de que son talismanes para hacer amar ü olvidar a
“ quienes les soliciten su compra. Se jactan de poseer el
“ secreto para tener fortuna y ser dichoso en la vida. La
“ vez que son sorprendidos por la presencia de alguna
“ persona sospechosa, cambian de conversación y al mo-
“ monto contestan a la pregunta de éste: “el secreto pora
“ser anuido por lo mujer está cu tener dinero, ¡ai plato es
“el verdadera huarmimunaclii........... ".
■‘Otros aforismos que respecto al dinero tienen, son:
“ El creador de una fortuna, es siempre un hábil y audaz
“ esta fador,”.
“ Las riquezas, casi oh la totalidad de los casos, son
“ en so origen, productos no del trabajo honrado, sino de
“ la estafa” .
“ El rico es un vencedor de los prejuicios sociales; el
“ pobre un paria sujeto a ellos”.
“ Los jueces, solo castigan al estafador que se ha
“ portado como un asno; al listo le lisonjean y aún se
“ prestan a formar parte del séquito de sus aduladores”.
“ Cuatro días antes del Carnaval hacen una mag-
“ nífiea cabalgata, en la (pie campean las mejores muías
“ y caballos enjaezados con todo lujo. Las chapas de
“ plata están esparcidas con profusión en las cabezadas,
“ riendas, arretrancas y estribos de sus monturas. La
“ espuela roncadora de plata, el poncho largo de rico paño
“ y el sombrero del campesino de las pampas de Salta y
“ Tueumán hacen del callahuayfl ño gaucho completo,
“ pero gaucho de lujo.
“ Presididos por el Corregidor, a quien le calzan
“ con espuelas de plata, salen a la campaña a recibir la
“ porción de tierras que la autoridad reparte para su
< m m 7. ■
ip
- X X IV —

m f:
vicios, llegando ambas familias a convertirse cu enc-
"migas. Con ligeras viy.uariacioncs CstaS costumbres son
"comunes en los indios, ■í: <>.,.«>■y , . --J' ■.
a- '.%y> rximf, '
"Desde que termina la ceremonia religibsa del ma-
"trimonio, los parientes del novio, llevan obsequios a la
"casa de la novia: leña, clamo, chicha y botellas de li-
"cor, artículos que son igualmente regalados por los
"parientes de la novia al novio. La tercera ilóche se ce*
"lelo-a la ceremonia nupcial en casa de los padrinos del
"matrimonio. El varón al saludar a sus abijados, les (U sp
"rige en tono magistral estas palabras! Cómo raposos
S8S
“consogrados por la iglesia, debéis comprender qué
“ vuestra misión en la vida Conyugal, es ejercer la su-
“prona autoridad sobre vuestra mujer y sobre vuestros.,
“hijas. Sin ella 'seríais cama el huma gne se disipó al
■“soplo del viento> y Con ella seréis el padre de vuestros
“hijas y el maridó de vuestra mujer. Para ejercer el
“poder que se os ha dado, recibid este látigo, que es el
“siinhala de la fuerza, de la razón y de la justicia, qué lo
“ usareis cuando lójóxijan las circunstancias. Y vos inti-
“jer, nucida parad}} dolor y el sufriiniievto, inclinad
“ vuestra frente ev señal de sumisión y respeto al qué es
“ vuestro marido y armóos de la resignación que el de-,
“ ber os impone. Vais a recibir la lección del poder de
“ vuestro niuridopde ese poder que le dan el derecho y él
“amar. Entonces/el marido armado ya del látigo fatal.
"lo descarga Sobre la infeliz, que gituCr lloi'a y grita en
. "medio de Un Círluiío de espectadores; Ílasta que el pn- 4
"drinó 1evantánrif,innno para que'Ct|SC la flalelnCioil^
"Terminada éStfeceremonia bárbara v Cruel, el llanto
"se cambia eñ|H5n,y el dolor en plac6r.nl sonido! <de¡3fl¡fflW
lé íTÓlenizan l««s
'guitai ras qu^flmenizau las danzas dnl festín”
del festín’
"El regalo de preferencia qne se acostumbra ofroL
en las bodas que realizan los de la raza indígena, Cs>de nli
- un mía gallina para el no-
‘ sin . |\(>|H c-a n1; i n (M as aves } i;i r ; i los indios, b>s 'íiil-
•|Ki| ii-- de la | mi rucia general ríz y de la fecundidad. que
‘delien predominar en la sociedad conyugal que se es-
‘Ial deee.
“ Parados algunos meses emprende el reeién casa-
•(|(i un \ ¡aje sin riinilin l’ijn ni destino señalado eon an-
111-1;.i«•ii’*n. Anles de Itaeerln. se despide de los suyos rm-
‘briagándnsc eon (dios y encargando a sus augures y
‘brujos que le vaticinen buen éxito. Parte a media no-
‘ebe y la mujer lo acompaña basta dos leguas de dis-
‘taneia. de donde, llorando, se despide y regresa.
“ El vestido de viaje del eallabuaya se compone de
‘un pantalón de paño azul, viejo, raído y con flecos en
‘las extrealidades inferiores; de un poncho largo y an-
1gusto, listado horizontalmenlo, por lo común, de blan-
‘co y eiilnrado; sombrero de paja y sobre su espalda o
‘bajo su brazo derecho, asegurada a uno de los hom-
‘bros, una bolsa cuadrada, grande y de vistosos colores,
‘d(‘ la que nunca se separa, porque constituye la divi-
‘sa de su profesión de curandero. Ella está repleta de
‘yerbas, raíces, cáscaras, semillas, etc., que son reem-
‘ pía/,atlas a medida que se venden y utilizan, estando
‘iodo (dio. en su interior revuelto y en desordenado ma-
‘reniagnum. Fuera de esto, conduce, algunas veces, dos
‘o más burros, cargados de provisiones y especies re­
lacionadas con sus ocupaciones de herbolario v liechi-
‘ccro. Mientras dura su ausencia, que por lo regular es
Me tres, cinco, basta diez años, la mujer acostumbra
‘no lavarse ni peinarse, ni ataviarse con nuevos trajes;
‘vive dedicada a sus labores agrícolas y quehaceres de
‘su casa, guardando estricta fidelidad a su esposo au-
‘sentu y excusándose en lo absoluto de asistir a diver-
‘s ionos y tiestas. Para el eallabuaya tiene la fuerza de
‘una convicción indiscutible, la idea de que la mujer
“ siempre se asea y atavía solo para parecer bien y aera-
“ (|;ir¡i 1pe hombres, e n el objeto de atraerlos. La nn<-
“ ¡i r rasada. dieeii, cuida muelm de su i in sa n a , <u au-
“ senda del (s/mso, cuando siente ta necesidad dr un
"amante
“ Tienen un proCnndo conocimiento del corazón lm-
“ mano.
**'151 regreso del viajero, que sicni] rre debe coincidir
“ con la fiesta de la pascua, es anunciado con anticipa-
“ ción. La mujer va a su encuentro basta el río, situado
“ a legua y media del pueblo de Curva, llevándole cbi-
“ eba y abundante comida. Si aquel acepta esos obsc-
“ qnios, es señal de que se encuentra satisfecbo <le la
“ conducta que su consorte lia observado durante su au­
s e n c ia ; pero si se muestra serio y la rechaza, es pruc-
“ ba de (pie se baila disgustado con ella, por baber sa-
“ birlo alguna falta suya. Entonces la afligida esposa, le
“ llora, le ruega, se arrastra a sus pies, de rodillas, implo*
“ raudo su ])erdón; si no lo obtiene y continúa el calla-
“ lmaya implacable, no le queda a la infeliz más recurso
“ que volver al pueblo y arrojarse de una altura, que se
“ encuentra a dos madras de la plaza y que se llama
"Karha y morir embarrancada.
“ Los callabuayas son celosos, crueles y llevados de
“ augurios. Las mujeres asesinan frecuentemente a sus
“ esposos por celos; viven en habitaciones mal construí
“ das, desmanteladas, frías y pobres. A los vecinos mes-
“ tizos los aborrecen, porque los exace'ionan despiada
“ (lamente; les ocultan sus mercaderías, y sólo las sacan
“ y ofrecen al extraño. El lujo para ellos consiste en ha-
“ eer llegar íntegra la tropa de muías o mercaderías que
“ adquirieron en sus viajes, y ostentar a las miradas de
“ sus relacionados y paisanos. No son capaces de vender
“ una sola cabeza en el camino, aunque les ofrezcan pre
“ (dos subidos.
"Con el prestigio que gozan los ettlhlillltiyiis, ile ]»0
“ secr facultades extraordinarias para descubrir el por­
v e n ir o las cosas ocultas, y de ser médicos acertados,

“ son temidos por los indios, quienes les brindan todo
“ género de distinciones, les alojan bien, les obsequian
“ y jamás se atreven a sustraer,nada de las abultadas y
“ misteriosas bolsas que llevan consigo.
“ El baile usado por esta raza, es el que en otro
“ trabajo liemos descrito con la denominación de civfa-
*'kc<iniris, o sea tronzadores de cinta.

J’n rM o f1p vrntn <1p florps y (Ir (Iro sa s 'po]niljvpg pu el mpiemUi


C e n lrn l N

‘‘Kn cuanto a las prácticas religiosas, son ninv de­


sid iosos y sus. actos no están conformes con las exigen-
‘‘i»* ^ culto católico, del cual,'no ^precian sino la
t()lír,lp ftue les permite divertirse y embriagarse. El
^cristianismo no lia penetrado en el alma indígena pór
^ t.ilta (le una enseñanza seria y de sanos ejemplos que
lis debieron ofrecer los encargados de su propaga-
“ción. Ed ealbduiayayni concurre'a misa, fucla de las
‘que él o .sus relaciones hacen especialmente Celebrar,
‘ni se Confiesa ni ¿omulgn. MutiaHtttmjo lia 'vivido, íuij *
‘xiliado ]>or sus brujos* <
“ Cuando alguien se enferma, creen que el alma del
‘pacienta pugna por dejar su encepo atraído por la
‘]icrsona de la dolencia y para impedirlo ;»C'yeuueu a
‘media noche sus amigos, y colocados en lila,-a. la ontra-
‘da de su caSa; ruegan a la enfermedad qué se yaya, pe- .. ;
‘ro que no se lleve el espíritu del enfermo y si lo lia
‘seducido, que desista de su empeño. Le piden con jpie-, |
‘gos los más cariñosos, ofreciendo tratarle bien: darle
‘pan, dulce, viandas y licores para su viaje de regreso. '
“ Son estos .indios poco hospitalarios v no coiisieic’C I
¡ileu que un extraño
... ............ 1 . -.o
permanezca muimos uias. en su co­
‘marra. i
“ No obstante, dé «pie los eallalmayas viajan por •-.t !
íinotos ________
y civilizados_ _y_ _aun
_ varios de éllós re-H K
‘cibeñ*instrucción en escuelas extranjeras, no lian ¡ule- ■ j
Maulado ni en su manera de ser individual, ni en sus
‘costumbres sociales; lo que fueron sus antepasados, i :
‘continúan siendo ellos boy: con las mismas preoCupa-
‘ciones e iguales resistencias para amoldarse a la vida
Movilizada. En los viajes, lo único que aprenden es lia- ;
Mdar un poco el castellano y mostrar cierto despejo cu
‘sus relaciones con personas extrañas; maneras que ;
‘desaparecen en presencia del Corregidor o vecino
‘principal de su pueblo, ante quiénes se muestran Colii-
‘bidos y acortados; porque éstos lejos de cooperar a las' :
‘tendencias de adelanto que traen aquellos de fuera, no ¡
‘]ñerden ripio para humillarlos y deprimirlos de la
‘manera más brutal, fuera de robarles con descaro los
objetos que traéníj El cholo de pi'oviucía, pnrtieuíar-
Mnciitc el de aquellos pueblos, ostenta con el indio, que '
Mas más de las veces vale más que él, una vanidad ri*
“ díeula y feroz, <j ui* so liare do lodo punió improscin-
“ diblc oí reprimirla. Uno ocasión regrosó al pueblo de
“ Curva un rallahuaya joven ijuo habiendo permaneei-
“ do on líuonos Aires algunos años, pudo ilustrarse y
“ adcpiirir maneras indias, muy superiores a las de los
“ vecinos principales del Impar, Mortificado el Corregi-
“ dor con aquel porte correrlo del indio y herido en su
“ amor propio con la manera decenio de vestir, lo ase-
“ sino sin que mediara provocación por parte de aquel,
“ en la primera fiesta que celebraba el pueblo, y sin que
“ basta hoy el delincuente hubiera sufrido ninguna san-
“ ción.
“ Quizás esas causas influyen para que los calla-
“ liuayas se entreguen a la embriaguez y se pongan fu-
puosos en ese estado, e* indiferentes y melancolicen,,
“ cuando no se hallan dominados, por el alcohol.
“ Más felices somos en tierras extrañas que en el
“ suelo donde nacimos”. Ksa es la verdad: amarguras y
“ desengaños solamente les esperan en sus pueblos. Kn
“ vano s<‘ fatigan con largos viajes: los frutos de sus ím-
“ probos trabajos sólo sirven para enriquecer a sus fa-
mélicos opresores, cual si una maldita ley evolutiva
“ los hubiera condenado a desaparecer, torturados en
“ las ultimas etapas de su decadencia étnica.
“ Tales son estos famosos herbolarios y hechiceros
“ de la raza indígena” ( . P a r e d e s R i g o b e r t o M.—•
“Mitos, Su ¡lersticiones y Supervivencias papulares de
Ha!iria". La Paz, MOMXX).
la m a , TMCM V v >.
'mélicos opresores, cual si una maldita ley evolutiva
los hubiera condenado a desaparecer, torturados en
las ultimas etapas de su decadencia étnica,
“ Tales son estos famosos herbolarios y hechiceros
de la raza indígena” ( P a r e d e s R i g o b e r t o M.—•
Mitos, Su prrst ieiones y Supervivencias papulares de
SUMA l¡(0 DEL PRIMER VOLUMEN

"+
¡ipítulo 1. / lOS ni ite's médicos. 1>i viniilailes y fantasmas

JT II, 1as m los médicos. El susto.

77 111, Los IIIilos médicos. El aire. El e'hoeaíjue. La


' JCI Ojeo. . - -
IV. —Los mitós médicos. Las yaguas. La urijua. Im 1ic-
radura. *- /
V. —Lo brujería. , _ _
\' I . La brujería. - -
V11.■ Jjiis raras místicas. .
I 11. I,a med ciño interna. -
IX. has enfermedades ele la /orí. .

X. Im vida sexual. - -

XI. ha Obstetricia. _
XII. ha pediatría.
XIII. has enfermedades mentales ij nerviosas.

X IV. ha en ujía. -
XV. I:a oftalmología, ha m nereotogía.
XVI. M hombre, manantial terapéutico. ■
CAPITULO I

LOS MITOS MEDICOS


Supay, esp íritu del mal y sus rep resen ­
ta n te s en la m itología regional.— E l Re­
ce y el Y unxi de los Co'nibos.—L as Y aras;
los JurupR ris; los C hulla chaquis; los Ya-
yay-m am am ; los C aiporas; y los Tunschis
de los A m azonas.— El C am agari de los
Cam pas.— El Sam inchi de los Piros.-—El
Ih tisn ch i del rio M arnñón.— El TaJfeño
de los H uito to s.— L a C honta de los A gua­
n in a s.—El M achu de los K eshuas.— El
L a ri la rl de los A ym arás.— El Quepque de
los K eshuas.— L as alm as en pena y los
duendes.—El Urna; el N ic a c c ; el H u a ri; ei
Kke kke; la N in a m nla; y el Y chic ollkko
de los Cliinehnyeuyos.—El H uam añi de la
provincia de Tluanta.—L a Capacuc-ama
del callejón de llu a y la s.— E l H u aracoy de
UuSnue.o.— E l Ajuaro de A vacucho.— El
C carcacha de Ayacnclio.— L ob A chaehlllas
o A chaehilas de los A ym arás.— El An-
chanehu de los A y m a rá s.—Los ánim os y
el Angel.— El Anquí, A uqulllo o Apu. -E l
Yaya Jirc .v --L a V eta. -El rie h g a o h iy .—
Los encantos.— El Cnrbnnclo.— El Tullo-
Piacco.— El niilo de Tom ayquira.— La fan ­
tasm a aterradora.

1.1 \1'libio, en kcsluia Supay (Diablo, Supay.— Voenb. Qquichua.


<• o y (i 1 e 7, II o 1 g u i n. Ciudad de los Royes, M. D. C. VIII) y en
pillara tu paya; (Demonio, Supayo. Aniiguamenlc dezían: llahua-
*!. une es Fantafina.—Vocab. Ayiuara. B e r t o n i o . Inli, 1012);
Sn el ku.shua regional de Iluánneo Shap.thico (e.osa común de iodos,
|a;i/»/ Camino real y eomún, Sapfiñam. Vocab. Qquichua. G o n z é -
r r U n í g ü í n . Ob. cil.), como diminutivo, es considerado como
autor Oe.no pocas enfermedades y como responsable de muchas Ini*
inabas desventuras.
En el (leparíalo#nUi Oe lluániieo, como en muelios otros (lepar!
lamentos del Perú, refieren los indios, como noticia digna del mayo/
.crédito, la frecuencia con la cual el diablo lia sido visto por deter*
minadas personas y en la forma en la cual viene pintado general.1
mente, o sea provisto dé enorme enrtnicopia, de solemne cola y líJ
desagradables pezuñas. Dicen los indios qué el diablo suele tomar Ir*
figura de personas y de animales, con el objeto de mejor engañar a
sus víctimas y que le es posible tal enmn.scáfatniento por permisión
divina.
" 4'-
Infieren los indios que suele el diablo adoptar la figura de lav
personas ausentes y la de aquellas que murieron y que tales forma'
reviste cuando en la desesperación del dolor se invoca con ilisisipn-1
cia el recnerdo de una persona ausente o quo lia muerto. Dicen asi mis
mo, (pie cuando el diablo 1mna la figura de animales, prefiere aque
líos de piel o plumaje negros, o indios hay qufí, sorprendidos por la
presencia insólita de animales de tal color, viven convencidos de ha­
ber recibido la demoniaca visita en castigo a sus malas obras o a sus
malos pensamientos.
Refieren también los indios que, en no pocas ocasiones el diablo
gusta de tomar las formas de una mujer codiciada y en tal forma sp
presenta al cortejador para mejor perder eso alma. *
Creen los indios, firmemente, en la posibilidad de las posesione*
demoniacas y en la frecuencia con que el espíritu de las tinieblas gus.
ta de lomar alojamiento en el cuerpo de los hombres y de los anima-
les. Tienen la seguridad de que el demonio esté en el cuerpo de aque­
llas personas y de aquellos animales que ofrecen una congestión anó­
mala de las conjuntivas, así como en aquellos animales cuya inteli­
gencia es-fuera de lo normal y de lo mediocre. En tales casos, proce­
den a victimar al animal sospechoso o a libertarle de la posesión
demoniaca mediante el empleo de agua bendita y de algunas priletl-
cas de exorcismo.
Respecto al m ito demoniaco en el departamento de Puno, el Dr
IJi’t e a g a ("El Perú’’, " Jtocnfos Históricos", Lima, 35114 pág
151) dice lo siguiente: _____
(Refiere las tradiciones del Jfuarsa rafal ‘‘Pero la enorme eueó
‘‘ va de. la Campana no sólo refugia al pastor y al ganado en los día*,
"de crudo invierno; también es visitada por ai espíritu <lcl mal, quC
"danza en las noches de tempestad alumbrado por los relámpagos y
"al son de traquidos horrísonos del trueno. Felizmente, los (pie es!
*‘asrgnrau—(tiren quo la dnnr.n infernal es siempre rara. , . . Y. sin-
‘'guiar, contraste, casi a su espalda, la cueva tiene una esplauada cu-
"bierta de una alfombra de verdor, donde en los días de verano, y en
"malinées aleares, las puneñas, bailan con gra<’ia y donaire, alum-
"brndas pnr los esplendorosos rayos de este sol, qne, en estas nltu-
"ras, reeorre el piélago azulado con la refulgencia y magostad de
"mi Dios” .
// ' ' ' ’ ' • •
El mismo Dr. U r t e a g a y en sn misma obra (págs. 100-156)
ilustra la creencia en el mito deinoniaeo entre los keslillas y los ay­
marás en la siguiente forma:
“ Y es curiosa la coincidencia: en el Perú encuentro en la Mi-
"tología kieho-aimará el culto del genio del Mal en la creencia
‘ ‘en el Supay. Supay es el nombre (pie kichnas y aymarás dan al j
‘‘demonio, el genio maléfico que se complace en atormentar al hom-
. "brej según restan casi..¿tulas. laa.teqgpnías. En la lengua kichua se
” Tc nom bra Supay; cu armara Snpaya, apenas si una ligera modi-
“ ficneién altera él nombre de los dos idiomas. Pero lo que más sor-
aprende en este nombre es la eorrespondeneia filológica que tiene con
‘‘el Dios indos)ano. Si, siguiendo las reglas de la estructura grama-
"ticnl y las carnclerísticas de las lenguas americanas, notamos que
“ es frecuente el cambio de la 1/ en i, vocales débiles, las d->s; y que es
•'más lYieit \ frecuente el enmbio de la h en p; si, además, notamos
“ que la y final de Supay apenas es un pronombre de posesión, lia-
“ bremos, sin violentar las leyes de la Filología, encontrado en el Su-
" pay americano el Siva indo. Esta coincidencia es asombrosa, pero
“ más asombroso es todavía sn culto y la creencia en sus atributos, en- „¡
“ tre los indios. Fstos creen que Supay trae los malos tiempos y las .. <
“ enfermedades; que se opone a todo lo bello y hermoso, y que'su sím-
‘‘bolo perfecto seria la miseria, el dolor, la podredumbre. Hay en la
"lengua keeluia una frase interjectiva asquerosa e hiriente: hvia-
“ supaypa, cuya traducción no es posible hacerla; en el kecliua del kj1
“ norte el Isttuasupaypa, se lia cambiado en dwblapisnmy, y equiva-
"lc ni mismo despectivo; aquel a quien se le profiere recibe el más
"duro y asqueroso calificativo. Pero si entre los kecbnas el Supay es
"genio maléfico y perverso, entre los aymarás no ba descendido a
‘‘tal grado sn apreciación. Ló.S alunaras reconocen en el Supny al po­
d ero so genio, a veces tan poderoso como el Huira-cochaticci; puede
"cambiar el curso de las leyes naturales y producir el desorden y la
‘‘desolación donde deben imperar la armonía y la abundancia. El
— "Simaré teme a este dios maligno y le tributa culto, un culto silen-
d iow r-y—apocado que no ba . poeljdo_estingtiir el cristianismo, sino
"más bien contrarrestarlo. El ¡limará tiembla temiendo al Supay,
"cuando se aproximan las lluvias; puede el maligno genio destruir
"l;i cosecha y matar los ganados; incendia con el rayo, tala con la
‘‘sequía, la inundación o las heladas; hay que oponerle una divini
"dad que ceñirán este su dañoso indujo y es seguro que. antiguamen-
"te, a Fupay el perverso, se le njwmía la fierra madre, fecunda y
"buena, que devuelve el fruto e.on creces y da la cosecha abundosa y
"rica. Quizá esa Maya misteriosa del lndostáu, también tenía
‘‘en Amónen un símbolo profundo. Iba Tierra Madre, la Afuma Va-
“ cha, podía oponer suíjnflujo al indujo de Svpay y purificar el eie-
“ lo, hacer brotar los maizales y la fragante coca y secar la era que
"sombrea las vegas".
El armará "por manía, y a causa de que se describe al Supaya
‘‘con dimensiones extraordinarias que-impresionan su imaginación,
"ha dado en califica,i* con esta denominación a todo hombre perver­
s o , a toda mujer mala; pero no lo hace porque siente realmente ho-
"rror por este personaje, puesto que, en determinadas cirennstan-
‘‘cias, le husca -y demanda sus favorei. lA i Jfafc,—
^Supdya, desearía verlo personalmente, pará pedirle que le r
"de sus enemigos, y después de ver satisfechos sus odios, entregar
"si posible es, su alma; ya que le predican sus opresores que esO
“ exige el demonio. Sufre tanto, la existencia se le ha hecho tan entar­
uga, «pío al indio no le importa lo que le puede Suceder en el otro
"mundo, con tal de ser aliviado en éste del peso de los sufrimientos
"que gravitan sobre 61. Al Supaya conceptúan los laykas gran v¡-
"cioso a la coca y al cigarro, por cuyo motivo, en sus operaciones
"piden siempre esas dos cosas al que va a consultarles, para ofrecer
"a aquel". ( P a r e d e s R i g o b c r t o M.—“ Mitón, Supersticio­
nes y Supervivencias populares de Bolivia”. La Paa, 1920/ PágSj 59 **
96). *ti1-±ijf~i]ii~ Ü® - : '
En hn tÓSío fle^^OTSl^d^dóH ^ S fa jitier K T F Í a ti)'' p ®
labras", Buenos Aires, 1898) figura una del título Supaya que re­
producimos por el pintoresco desfile de mitos aymarás a que nos linee
asistir el poeta:
‘‘Porta licor de Muerte, de los cabellos canos,
"bufón eoYno un Kvsillv, de la vida en la mesa
"en las copas escancia licores letennos
"Supaya (supi.aya ) ron su risa traviesa.
"Porta licor de Muerte, de los fríos eternos,
"lijero cual iaruja llena su bolsa ancha
"en las obscuridades de los rudos inviernos
"para dar al Janchnnchu comida en la Jalaucha.
“ En las cumbres breñosas con su legión de cuervos
- Borprende ftlrViftjero y, -amT&gr lo -precipita " " 7
"en til citveiim obscura dpiule sufren acerbos
"dolores losespíritus presos en la apackita.
" Supava (supi-aya), porta licor de Muerte, ¡
"ludió <;on Facha-mama, con nuestra madre avvila,
"y lucha todavía contra su adversa ánérte.
"En la vía al ufavvavva cuenta aSí el achnchila”. (1)
Una representación del culto demoniaco existiría entre los Co­
mbos, refiriéndose a los cuales dice el “padre T o m á s A l c á n t a -
r a (" Exlracln del viaje que hizo el Reverendo Padre Misionero
Apostólico Fray T o m á s A l c á n t a r a , de la Orden de San
Francisco, desde el Colegio de Ocopa hasta el pueblo de Pisquis de
Sipibos, indios infieles”, en "Boletín de la Soeiedad Geográfica de
Lima”, Año IX, pág. 456) cuanto sigue:
"Para agarrar a los enemigos hacen antes una procesión, por la j‘
"plazuela, y llevan con mucha veneración al Reco. El Reco es un
"gusano envuelto en un capullo de seda más ordinaria que la de Es-
"pnña, y aun más vasto que el algodón. Dicen que el gusano está vivo,
°'y cuando hay enemigos se menea dándoles con eso a entender que
"Saldrán victoriosos en la pelea. Parece que a ese gusano lo conside-
"ran como al Yunxi, que quiere decir el Diablo. Lo tienen colgado en
"una cestita, y el que halla uno se tiene por muy dichoso; el que lo
"cíonduce lo cuelga al cuello y los otros infieles le ponen un asiento
fíjen la canoa cuando van por el río, o en donde se paran para comer
"o algunn otra diligencia; este, en fin, conduce al Reco con tanta
"modestia como cuando entre nosotros se lleva el viático a un en- K
" fem ó ”. :.
Si esto sucede en la serranía y entre nuestros salvajes, algo aná­
logo ocurre en las poblaciones de Ir costa, en la inmensa mayoría de
las cuales no se ha echado en olvido todavía la donosa tradición del

( í) " Kisullu,. Bufón. .


" Svpaya, Genio del mal.
"Supi-aya, Esencia o zumo dé muerte.
" Turuja, Ciervo,
' f,lanchanchu, Genio del abismo.
" Jalancha, Abismo.
" Aparbila , Caverna de las cumbres.
~ " Facha Manía, Madre tierra.
” Avvila, Viejo.
"Uta, Casa.
" " Utavravva, Feudo.
" Achachila, Abuelo, Genio de la Apachita” .
Mttesiib Palma, «Rg6ü.,k;¿\iai el iletüótíló en grmona vivióla la
provincia de Chnneay durante los ya lejanos tiertipós de la dmruMa-
, eión española, ejerciendo el -honesto oficio de cigarrero ("Tradicio­
nes Vcnianas", Barcelona),
En Lima y Callad/ las clases mfglí«tu#y aun aquellas que de
modesto sólo tienen el caudal de sus conocimientos, creen posible la
visita demoniaca, la (pie Sospechan siempre tpie no se explican fcl
mecanismo de producción de ciertos fenómenos aparéntémente sobre­
naturales. En todos ctíos casos, acostumbran regar con agua ben­
dita los parajes o habitaciones en-que tales fenólnétlos se producen
y que son conocidas con él nombre de cuartos pesadas, casas pesadas,
etc. En Arequipa, en casos (pie se juzgan graves, se lince exorcizar
por feacerdo te católico?'
Los salvajes del/Amazonas tienen, una bella mitología que nos
diera a Conocer el1/’jesuíta . l o s é C h a n t r e y H e r í C í a
('‘Historia de. las misiones del Marañón español1" . Madrid, 1901) y
de la cual se ha ocupado el doctor G e n a r o G. H e r r e r a
("Leyendas y tradiciones de Loreto ", Iqnitos, 1918).
Entre las creencias mfis generalizadas entre las tribus salvajes
del Amazonas figura aquella de la existencia de las JTarfix,
Las Yaras, Chitarás o Uparas, palabras guaraoís que significan
Madre de las aguas o Señora de los rías, y a la cqal dan los indios el
aspecto de las mitológicas sirenas, serían muy hermosas mujeres, con
el medio cuerpo de peces y cuya misión sería aquella de proteger la
región en cuyas aguas habitan.
Él doctor H e r r e r a (Oh. cit. págs. 77-85) refiere una pinto*
resea tradición según la cual un joven y arrogante coóanw, bijo del
Curaca de los Omaguas, se enamora perdidamente’dé tona encanta­
dora Yara y del timbré musical de su voz seductora. El joven refiere
a su anciana madre la aventura en la cual ha perdido la propiedad
de sns afectos. La anciana madre escucha cu silencio la relación de
aquellos amores y cuando su hijo ha terminado habla ella y le dice
' un tus frases en las cuales queda desvirtuado el concepto de, bondad
que la leyenda obsequia a las Yaras:
“ Hijo ainado—murmuró la anciana -no regreses mós al igara- j
“ pó ilel Maya, te jjfMlBd. La mujer que allí ha| visto es la Yara, hi-
“ jo mío; su mirada éé fuego y su sonrisa va hi muerte. Te suplico too
*Me oigas la voz paraMpic no cedas al encanto y a la Seducción que
“ ella siempre despliega a fin de ganarse adeptos y admiradores pa-
“ ra sns sombríos y maléficos dominios”. El joven cocnma, desoyendo
los consejos y recomendaciones de la anciana madre, marchó cu busca
de aquel rostro hermoso que había contemplado deritro del mareo

t
majestuoso de las aguas y en busca de aquella voz musical que había
escuchado una m z sola en la serena quietud de la selva. Algunos pes­
cadores, que escucharon aterrados la seductora canción de amores,
se aproximaron a escuchar y vieron junios, muy juntos, en un beso
de amor y de muerte,.los rostros de la Vara y del apuesto coca-nía.
La Yara continuó cantando su canción y el amante continuó escu­
chándola embelesado. Calló la encantadora y ante la mirada angus­
tiada de los lesligos se abrieron las aguas del río y lentamente vol­
vieron a juntarse sobre los cuerpos de los amantes, que no volvieron
a aparecer más.
El Padre C h a n t e e y H c r r c r a, da también noticia de las
Chitaras o Yaras, llamadas, así mismo, Yacu runas (en Keshna:
yacu, agua; nina, gente; tjenir. del agua o de las aguas) considerán­
dolos como Sujetos demoniacos; pero discute la autenticidad delim i­
to y emite la opinión de que se trata de animales con una muy re­
mota semejanza humana o de indios ladinos, habituados a permane­
cer por largo tiempo en las aguas de los ríos y que aprovechan sus
condiciones de eximios nadadores para sorprender la ingenuidad y
Superstición de los pobladores de la selva. Lo dice el Padre II e r re­
ñ í como comentario de lo referido a los misioneros españoles por
los indios que llegaron a los religiosos sobrecogidos de espanto y refi­
riéndoles haber visto a las Cinturas y haber hablado con ellas que les
habían pedido de comer y les habían solicitado una buena amistad.
Estos mismos indios del Amazonas, además de las Chitaras, tie­
nen en su mitología la creencia en los Supay o Jura parís, que son los
diablos y en los Supaypa huahua», que son los hijos del diablo o dia­
blos pequeños.
Esta expresión de Supaypa huahuan, está muy generalizada en
todo el Perú, en los departamentos de habla keshna; pero la mayoría
de ellos, eslá reservada para designar a aquellos niños o sujetos jó­
venes a quienes por su natural inquieto o por su hiperactividad ex­
traordinaria se les obsequia la diabólica paternidad. Departamentos
hay, sin embargo, y se cuenta entre ellos el de Arequipa, en que tal
expresión constituye una ofensa grave.
En la mitología del Amazonas figuran los chulla chaquis (pies*"
desiguales) de quienes se d ic e viven en el fondo impenetrable de los
bosques, entre grandes mínenles (bosques de Fíats sp.) y duermen
en hamacas hechas de piel de lagarto y suspendidas dé los árboles
por grandes cuerdas tejidas de víboras y culebras. Estos chulla cha-
(litís tendrían la mitad anterior del cuerpo de aspecto humano y la
mitad posterior de venado y se reconocería su paso por las huellas
desiguales que deja cuando recorren, con vertiginosa rapidez, la in-
mensa selva. Los mismos indios del Amazonas, creen en la existencia
do los yayay-mdmam, que serían los niños sustraídos a sus padres por
los espíritus malignos; en la de los caiporas, almas o espiritas de los
indios que mueren sin bautizarse y cuya presentación es denunciada
por los fuegos fatuos; en la de los tunschis, espíritus de las personas
próximas a inferir y (pie vagan por los pueblos, rovelíindoso a los
hombres por medio de un estridente silbido que llena de espanto a
quienes lo escuchan. ( H e r r e r a . —Üb. cit. págs. VIH y 244).
Los indios Campas creen en una divinidad buena, a la cual lla­
man Genoquenire; creen, por oposición, en un Dios malo al cual lla­
man Camagari ( J o s é B. S a m a n é z O c a m p o : “ Explora­
ción de los ríos peruanos, Apurímac, Ene, Tambo, Ucayali y TJru-
bamba”, Lima, 1885. pág. 30.)
Los indios Piros llaman Huya-cali a su Dios bueno y Saminchi
( Catmaleghl, según C a s t e l n a u) a su Dios malo, al último de los
cuales temen muellísimo creyendo que interviene en todos sus asun­
tos y en todos sus negocios, antes do emprender los cuales suelen ha­
cerle ofrendas que conceptúan agradables a esta mala divinidad.
líos indios salvajes del río Marañón, “ reconocen y respetan a un
ser poderoso que llaman lliuanchi” . ( M u ñ o z D a v i d . —“ Memo­
rias de viaje”, Lima, 1001. pág. 26).
Los Huitotos creen en un ser superior al que llaman Usiñamu
“ y en un ser inferior al que llaman Taifeño, que es el espíritu del
mal”. (R o b u c h o n E u g e n i o—“ En el Putmiayo y sus afluen­
tes” .—Lima, 1907, pág. 70).
“ Admiten también (los indios de la Pampa del Sacramento y
“ montañas do los Andes del Perú) un ser maligno habitador del oen-
“ fro de la tierra, á quien hacen autor de sus desgracias y se estre-
“ mecen al oir su nombre. Los más advertidos toman de aquí motivo
“ para hacerse respetables, suponiéndose sus delegados bajo el nombre
“ de vwhabcs o agoreros, a quienes se consulta hasta en los asuntos
“ más pequeños. Ellos rigen las intrigas del amor, la salud de los hom-
‘‘bres y el éxito de las campañas; todo lo que siendo muchas veces
“ desgraciado recae sobre sí, y suelen pagar muy caro sus engaños” .
" ( U n á n u c H i p ó l i t o J.—Noticia de los trajes, supersticio-
“ nos, etc., do los indios de la Piimpa del Sacramento y montañas dá
“ los Andes del Verá.—En “ Obras Científicas y Literarias”, Barce-
“ lona, 1014. Tomo ÍT, pág. 263).
Entro los Agunrunas, indios salvajes que pueblan la región del río
Marañón, se considera que todas las enfermedades que los indios
desconocen son originadas por la chonta, un espíritu malo que toma
posesión de los enfermos. Los 'Agua-runas emplean, para la curación
de estos enfermedades de chonta, juramentos merced a los cualea su-
plicaa al espíritu maligno que salga del cuerpo que lia enfermado
o le exigen dicha salida. (J o r g e M. v o n II a s s e 1 : "Las tribus
salvajes de la región amazónica”, en el "Boletín de la Sociedad Geo­
gráfica de Lima”, Tomo XVII, 1905, pág. 04) ; y pronunciando tam­
bién las palabras Asazatn, nanhinglran ( J o r g e M. v o n Ha s -
s e l .—“ Vocabulario aguaruna”, en "Boletín de la Sociedad Geo­
gráfica de Lima, Tomo XII, Año XII. pág. 82).
El Machu (Macha, viejo, en personas, animales o plantas—
Vocab. Qquiclma G o n z á l e z H o l g u í n ) , es en el departamento
del Cuzco, una divinidad maligna, temida en grado superlativo por
los indios, que lo consideran autor de cuanta desdicha pueda caer so­
bre ellos. Para evitar la acción nociva de este Machu, los indios pro­
curan tenerle de parte, haciéndole ofrendas diversas y desagravián­
dole en diversidad de formas cuando creen, por ellos mismos o por
opinión do los hechiceros, que el Machu está enojado y puede exte­
riorizar este su enojo.
• Entre los aymarás aun vive vida intensa la leyenda del lari lari
(Lari lari: gente que vive en la juina fin Cacique; Vocab. Apnuira de
B e r t o n i o ) , el maligno lari lari que penetra en los hombres y en
'los animales o que adopta la forma y apariencia de é.stos. Ciertos sig­
nos exteriores, ciertas apariencias cuyo conocimiento ha sido trasmi­
tido de generación en generación, permite a los aymaras darse cuen­
ta de que el lari lari ha tomado la forma de una persona o de un ani­
mal y les impone la obligación de destruir, en defensa personal y co­
lectiva, a dicha supuesta encarnación del espíritu maligno. Los tri­
bunales bolivianos en más de una oportunidad, han debido conocer en
delitos extraños, verdaderos delitos rituales, perpetrados por los in­
dios en acatamiento de prescripción imperativa de sus ideas religio­
sas: indios que han visto al lari lari en la mirada, en el ademán, en
el gesto, de algún vecino o de algún forastero, le han extrangulado
fría y despiadadamente creyendo cumplir sus deberes religiosos de
exterminar al maligno alejando así la desgracia y la enfermedad.
Según M. R i g o b e r t o P a r e d e s (Oh. cit. págs. .148-149) ‘
los aymarás bolivianos "en ciertos casos atribuyen la enfermedad
"del niño a un espíritu maligno, llamado Lari lari que ha lngra-
"do apoderarse de su cuerpo, y para ahuyentarlo y hacer que sane,
"queman hhoa con añil en la habitación del enfermo, suponiendo
"que con el fuerte humo que debe producirse abandonará a su víc-
‘‘tima. Dicen que el J.arilari se lince visible en forma de un gato de
"pelaje colorado, que trepa a los árboles y de allí silba a los incau-
"tos, y los atrae. Apenas los vé jiróximos al árbol, baja rápido y al
“ escapar va a rozarse precisamente con ellos, inoculándoles al ino­
pulento de ]iasar una enfermedad, cuyos síntomas son: ojos inyccta-
11dos en sangre: cuerpo amoratado y decaimiento completo del orga­
n ism o . La equimosis y manelias de sangre que resultan en el cadá-
“ ver del niño, ya sea a causa de haberse producido una congestión
“ pulmonar, o por otro motivo explicable, le culpan al larilari, quien
“ aprovechando del descuido de la. madre o de las encargadas de aten-
“ der al enfermo, dicen, que maltrató y azotó su euorpeeito, hasta
“ ocasionarle la muerte, según lo manifiestan esas señales”.
Los í ’irnn “ atribuyen Indas las enfermedadra a la presencia de
un Insecto. . . . Cuando la enfermedad termina de una manera fatal,
dicen que el animal había llegado a los huesos”. ( Cl i s t e l ñ a u
I1' r a n e í s de. I!.vpedí lian (l<um les pdrtics centrales <lc l ’Amc-
rique <h( Snd. París, 385], Tomo IV. pág. 384).
En el departamento del Cuzco es muy general la creencia en los
usados por el Qucpque (Huma purik qucpque.—Phnntnf-
ma como cabeza humana que amiaun y-.,,. oí uv*i*o. ocn1) Qquichua de
G o n z á l e z II o 1 g ü í n ) , animal que, según aseveran ios inaion¡
se desprende muy fácilmente del cuello de ciertos sujetos de mala
catadura. Una vez en libertad el Qucpque vaga por los campos, por­
tador siniestro de la desgracia y de la muerte. ¡Infeliz de aquel en
los muros de cuya casa se posó el animal agorero! Infeliz aquel otro
cuyos ojos tuvieron la desventura de contemplar al Qucpque! Todas
las desgracias, incluidas la enfermedad y la muerte, sobrevendrán a
la aparición del temido y temible Qucpque, que nada valen, para pre«
venir sus daños y para aminorar su acción maléfica, los preservativos
de los mejores hechiceros ni las curas portentosas que ellos emplean
para curar ciertas enfermedades.
En el vulgo de todo el Perú, más en el elemento blanco y en el
mestizo que cu el indio, existe toda una serio de supersticiones re­
lacionadas con la agonía y con la muerte.
En las poblaciones de la costa, con mayor intensidad que en aque­
llas de la sierra, si- considera de muy mal agüero la rotura de espe­
jos o de objetos de cristal; pues se cree que tal hecho es anuncio ine­
quívoco de enfermedad grave y de muerte. La misma interpretación
se concede n la caída del aceite o de la tinta de escribir fuera de las
vasijas (pie los contienen. Tales supersticiones viven vida tan intensa
en la mentalidad de la masa que muchas veces estas roturas de ob­
jetos llevan verdaderos días de luto a familias enteras, a las cuales na­
die puede demostrar la casualidad de tales acontecimientos y su nin­
guna significación pronostica.
El arder tres vedas en una habitación so considera de mal agüero.
El parpara o la paca-para, el cuervo y ciertas mariposas cre­
pusculares son considerados animales de mal agüero y se adopta
toda una s e r a de recursos para impedir que estos agüeros se reali­
cen. La visita Je algunas personas también se considera de mal agüe­
ro; a dichas personas se les llama quenchm, en el departamento de
Arequipa.
El gallinazo goza, en Lima, la misma fama de anunciador da
muerto.
151 {anchi, “ pájaro fatídico para el vulgo, predice pomo la bu
chura, alguna desgracia", (Madre do Ulna),
Refiriéndonos a la agonía misma, el vulgo cree que las personas
agonizantes realizan una verdadera incursión en aquellos lugares que
les fueron más familiares en vida. Dícese entonces que tales agoni­
zantes se (Impiden o recogen sus panos y que lo hacen, precisamente,
en aquellos momentos en los cuales el moribundo duermo profunda­
mente o se halla bajo la acción de un estado sincopal. Se refiere, en
anovo de esta generalizada creencia, el caso de muchos moribundos
cuyo espiran m, analizado excursiones a través de largas distancias
y ha traído noticia minuciosa y cabal ilu enante r *al distancia ocu­
rría. Las tradiciones familiares al respecto son inu.\ numerosas, pe-
mucho que ellas estén hechas a base de meras coincidencias o di tabu­
laciones de origen ncurósico.
Se dice que los perros están dotados de facultades sensoriales
que les permiten contemplar a estos espíritus vagabundos de los ago­
nizantes y es por esta circunstancia que el doloroso ahullido de un
perro, sin causa real que provoque esta expresión del animal, es to­
mado eomo anuncio de que el can ha visto al moribundo recogedor
de sus pasos a través de la vida. El espantarse los caballos sin causa
justificada, lo atribuyen también a la presencia del alma de un mori­
bundo, o de la otra nida.
Existe la muy general creencia de que aquellos cadáveres a los
cuales no fué posible hacerles la oclusión absoluta de ambos párpa­
dos representan el anuncio cierto de que una segunda muerte seguirá
a la primera: el muerto se lleva a uno de los suyos. Para evitar esta
misma desgracia precisa no barrer la casa durante los días en que
el cadáver permanece en ella.
También se cree que las almas que no han conseguido ir direc­
tamente al Hielo purgan sus pecados viendo de cerca, sin ser vistas
ni sentidas, los dolores de los suyos y asisten, impotentes, a sus des­
gracias y a sus pecados. Son las almas en pena o simplemente las pe-
*7/r;<f(1ó í'iivii historia’ está llena In tradición peruana di’ la época eo-
luiiiiil y de Ins albores de lu era republicana.
: ]Cs interesante, en relación a estas penas, el hecho de que mu­
idlas de las preciosas tradiciones del maestro 1’ a l ma , por este
ileseriias cdiiio habiéndose realizado en liinia, son referidas, con nom­
bres de personas y señales de ellas, como ocurridas en Iluánuco, en
Arequipa, en (.'ajamaren y en otros departamentos de la República.

Procesión de ánim as.

. Sucede otro tanto con algunas tradiciones españolas, como aque­


ja tan conocida del sacerdote que, por haber tenido la costumbre de
delirar misa sin sacristán, purgaba su falta celebrando el santo
tficio hasta hallar piadosa persona que tuviese el valor necesario pa--
n ayudarle.
Las procesiones tic dn i-mas pertenecen ni número do las leyon-
das que se dan como sucedidos en casi todas los poblaciones del Pe­
rú, El señor I’ n | ni m lie referiiln nmelme de lee niMirrldee en Id
ma; ellns lian tenido lugar también en Arequipa y en el departa­
mento de Iluánuco. Vive aún familia lmanuqueña, cuyo tronco, un
respetable médico extranjero, había aseverado presenciar una de es­
tas procesiones terroríficas.
Cuando, por obra y gracia de sujetos francamente neuropálleofl
sé percibe cu una casa ruidos extraños, pisadas como de personas, di­
versas maniobras más o menos ruidosas, misteriosas aperturas y ce­
rraduras de puertas y ventanas, se cree que se trata de un olma en
pena y se dice, como ya lo hemos advertido, que la habitación o la ca­
sa son pesados. En muchos casos, la tradición realiza su obra vigoro­
sa y el vulgo piensa, en escuchando tales ruidos, en el alma vagabun­
da de algún rico español que, por permisión divina, ronda en tor­
no a sus tesoros cuidadosamente ocultados, en pos de una plegaria
que le permita abandonar las torturas del purgatorio y hacer el cami­
no de la salvación eterna, o en el alma en pena del cadáver enterrado
junto con el tesoro. En tales casos, las personas rezan una oración
por aquella alma necesitada y comienzan a buscar el tesoro, topado o
entierro, realizando a tas veces verdaderas demoliciones, cegarlas por
su deseo de hallar el tesoro oculto.
Un indicio seguro en la búsqueda de estos tesoros es considera­
do el hecho de los fuegos fatuos; pues se cree que, debajo del ca­
dáver correspondiente al alma en preña se hallan los tesoros y-se cree
también que nuestros abuelos, cuando ocultaban sus fortunas a la
codicia de sus herederos tenían el hábito de victimar al esclavo cuyos
servicios habían sido empleados en el enfierro. Dicen que, por tal mo­
tivo, los fuegos fatuos indican no sólo el lugar de sepultura de un
cuerpo humano si no también el de tesoros.
Se considera que las almas en pena son ahuyentadas por el llan­
to de las criaturas y aun por la simple presencia de éstas en la ha­
bitación en que las almas en pena exteriorizan su presencia. Es por
este motivo que en muchas de las llamadas cosos pesadas se adopta esta
precaución de hacer dormir en ella a una criatura, a la cual se pe­
llizca, para provocar su llanto, a cada manifestación del olma en
pena.
En algunos departamentos, como en el de Arequipa, cuntido tic- •
nen lugar las manifestaciones de presencia del olmo en pena se deja,
en la habitación en que tales manifestaciones son más intensas, reca­
do de escribir, con el objelo de que el visitante sobrenatural pueda
dictar sus órdenes o indicar sus deseos. En no pocas ocasiones, fraca-
sumió csto** medios de comunicación con las ahitas en pena, se hace ne-
Cesi l l in ) reunir il l l f l l l l l I t ’H M i r o n a ( MI 111 m | nti ¡ fiar que ' I ! rl|r¡t te ln p n ■

labra al ahita en pena. En algunos departamentos del Peni esta prác­


tica eslá Ierminantcmenle proliibidn, pues se considera que la res­
puesta puede matar fulminantemente al interrogador; pero, en al­
gunos otros departamentos, hay personas que haciendo grandes aco­
pios de valor, muchas veces a base, de alcohol, dirigen ni ahita en pe­
na preguntas como las siguientes:
“ ¿Eres de ésta o de la olea?”
“ ¿Qué necesitas?”
“ En nombre de Dios, eres de ésta o de la, otra?’'
“ Dimc en nombre de Dios, ¿qué es lo que necesitas?”.
Cuando, a despecho de los recursos que hemos indicado, siguen
manifestándose las almas en pena, se piensa que el alma está conde­
nada o que hay intervención demoniaca en tales manifestaciones. En
estos casos se recurre a la oración conocida con los nombres de Mag­
níficat y Magnifica:
“ Glorifica mi alma al Señor, y mi espíritu se llena de gozo al
“ contemplar la bondad de mi Salvador.
“.Por que ha puesto la mirada en la humilde sierva suya; y ved
“ aquí el motivo porque me tendrán por dichosa y feliz todas las ge-
“ neracioncs.
“ Pues ha hecho en mi favor cosas grandes y maravillosas. El
“ que es Todo Poderoso, su nombre infinitamente santo.
• “ Cuya Misericordia se extiende de generación en generación a
“ todos cuantos le temen.
“ Extendió el brazo de su poder. Disipó el orgullo de los sober-
“ bios trastornando sus designios.
“ Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes.
“.A los necesitados llenó de bienes y a los ricos dejó sin cosa al­
aguna.
“ Exaltó a Israel su siervo, acordándose de él por su gran mi-
“ sericordia y bondad.
“ Así como se lo había prometido a nuestros Padres, a Abra-
“ ham y a toda su descendencia, por los siglos.de los siglos.
“ Gloria al Padre .y al Hijo” .
Esta misma oración, con ligeras variantes, constituye el Cánti­
ca de iXnrsInt Señara, que también es empleado en casos análogos y
como la Magnifica no falla jamás en casa de familia piadosa.
Después del diablo y de las penas, es el duende uno de los mitos
más generalizados en el Perú. Primándose a los duendes ha escrito
J u a n (Ir A r o ñ a ('‘Diccionario de Peruanismos", lama. págs.
191-102) :
" I joh liiilinH ili'l InliM’loi' oieiiii iln un ihiiiIn mulo y rtiHptiliinHo mi
“ la existencia do los duendes y juran verlos y encontrarlos a cada
“ paso y bajo diferentes formas. Según ellos, los duendes pertene-
‘‘ccn a la formidable falange debelada por San Miguel y acaudilla-
“ dn por Luzbel, (pie anda dispersa por el mundo tentando a los hit-
"manos. Un venerable indio de Coiieliucos, nveeinndo largo liompo
“ en Lima, me contaba los dos encuentros que tuvo un día con ellos
‘‘en una de sus correrías. Iba de Jauja a Tarma. El cielo que estaba
“ sereno, comenzó de repente a armarse (es decir a ponerse en facha
“ de tempestad) y no tardaron en desencadenarse la lluvia y los
“ truenos. Nuestro hombre trató de ir a guarecerse en una especie
‘‘de choza (pie divisó; y al acercarse se encontró frente a frente de
“ un gran cuadrúpedo apocalíptico, de color pardo, y con tamaños
“ ojos, lucientes como brasas, fijos en él. Alejóse amedrentado nues-
“ tro pusilánime viajero, que al fin halló hospedaje en una casucha
“ de mala traza. Acababa de acurrucarse en un rincón de la. vivien-
“ da, después de haber arreglado la cena de su muía, cuando he aquí
“ (pie se presenta en el dintel de la puerta un hombrecito de la cría
“ del general Tom Pouee, pues a lo sumo tendría veinte pulgadas de
“ alto, y que desaparecía bajo la tendida falda de un inmenso y gro-
“ tesco huarapón, El conchucano iba pertrechado de su Magníficat,
“ que es el gran antídoto contra los espíritus malignos, y empezó a
“ exorcizarlo lleno de le, pensando que con su Magníficat, y su título
“ de cristiano nada tenía que temer; a pesar de lo cual perdió el sen-
“ tido, cayó privado, permaneciendo así hasta el día siguiente. Todo
“ esto me lo relató con una gravedad imperturbable”.
Noción nítida de la existencia de los duendes existe en los de­
partamentos de Cuzco, Junín, Ayactieho, Ancnsh, Iluánueo, Caja-
marca y Arequipa.
Se cree, en los departamentos de Iluánueo y Junín que los duen­
des son los espíritus de los niños muertos sin bautizo y confinados,
por tal motivo, en el Limbo, Hospedo a la acción nociva de los duen­
des, como respecto a su forma aparente y a su aspecto, existen diver­
sidades regionales de opinión.
En el departamento de Iluánueo se dice (pie los duendes tienen
el aspecto de criaturas; (pie caminan completamente desnudos y (pie
gustan permanecer cerca de los manantiales y amplias en que se bn
fin ti, en que realizan mil pintorescas cabriolas y en los cuales se ocul­
tan a la aproximación de las personas de esta chía. Eon numerosas
las personas que declaran muy seriamente haber visto a los duendes
bañándose rn las acequias que atraviesan longitudinalmente 1-a mayo­
ría de las calles en nuestras poblaciones del interior. [Refieren talca
personas haber asistido a semejante espectáculo por haberse levanta­
do muy de madrugada y aseveran que, a penar de traíanlo de cria­
turas con aspecto de humanas, su vista lia sido espectáculo de mucho
deangrado por la turbación di' ánimo y por el temor grandísimo que
(Helia visión pono en el ánimo de quienes llenen la desgracia do lo­
grarla.
En las Haciendan de las proximidades de la ciudad de Huánu-
co, cerca de los trapiches y otras máquinas destinadas a la elabora­
ción del aguardiente do caña y del azúcar de caña, suele hallarse, con
alguna frecuencia, pequeñas concreciones que se elevan sobre el te­
rreno arenoso, irregularmente cuneiformes, de consistencia cremosa
y de color amarillento. No conocemos la explicación química de es­
tas formaciones que hemos visto de cerca y que los indios de Huánu-
co, y aún el mismo elemento blanco de la población de ese departa­
mento atribuyen a las deyecciones de los duendes.
En el departamento de Arequipa se cree en los duendes, con­
siderados como en Iíuánuco como habitantes del Limbo. Se dice que
tales duendes hacen sus apariciones cubiertas las macrocefálieas ca­
bezas por sombreros de amplia ala, que baten ruidosamente al ser sa­
cudidas por el viento, circunstancia a la cual es debido el ruido es­
pecial que producen las caravanas de duendes en sus colectivos es­
parcimientos.
El duende en Cutervo (departamento de Cajamarca) es consi­
derado nomo un espíritu demoniaco, como el ángel arrojado del cie­
lo por soberbio, Dicen en Cutervo que el duende es rubio; que está
dotado de alas que le permiten una vertiginosa locomoción y que,
cuando marchan sobre la superficie del suelo lo hacen en un solo
pié. Los agricultores de 'Cutervo, durante la época de recolección del
maíz, suelen hallar en sus chácaras algunos fragmentos de huiros
(cañas de maíz) y, en viéndolas, aseguran que fueron los duendes
quienes chuparon los tales huiros durante la noche.
Tanto en Cutervo como en Huánuco se asegura que los duendes
son seres dotados de un grandísimo y peligroso erotismo y de una
ejemplar tenacidad y no es caso raro el de alguna india que discul­
pe sus liviandades inculpándolas a los duendes. Se dice, en los mis-
mo's lugares que cuando un duende la tama con uno no le deja vivir
en paz y le ofrece, en todo momento, pruebas de su presencia, ator­
mentándole e impidiéndole conciliar el sueño y tomar sus alimentos,
llamándolo quedamente por su nombre, arrojándole pedrezuelas, etc.
En Huánuco se aleja ni cinc tule mediante la oración. En Cu-
torvo se le aleja iritis alegremente, mediante la guitarra. Dicen los in­
dios que la eficacia de la guitarra estriba en el hecho de que el duen­
de, en oyéndola, recuerda' los acordes del vloltn que locaba durante
su permanencia en el cielo antes de su caída por soberbio.
En Arequipa so aleja al duende devolviéndolo bis podro/ueles
que suelo arrojar aobro aun victiman, tomando cuidado do untarlas
con excremento humano.
En todos estos lugares se croe que tanto los duendes como las
almas en pena son alejados eficazmente, cuando la víctima do estas
manifestaciones sobrenaturales recurre a la jntis completa eoprola-
lia, pronunciando las palabras mtís obscenas de que tenga noticia.
En algunas poblaciones de la costa, Lima entre ellas, se dice que
los duendes son los obligados primeros ocupantes de las casas recien­
temente construidas. Si en alguna de estas casas se percibe ruidos
misteriosos; si algunos sujetos histéricos o histeroides perciben so­
plos maravillosos sobre la superficie de la piel, si escuchan el chi­
rriar de goznes a cuyo ruido no estaban acostumbrados, no vacilan en
culpar a los duendes de todos estos fenómenos a que no hallan racio­
nal explicación.
Es posible que los yayay mafinam de la mitología amazónica
( H e r r e r a . Ob. cit. p/íg. VIII) "que son los niños tiernos, sus­
traídos por los espíritus malignos” constituyan una representación
regional de los duendes. Y no sería aventurado suponer que los supay-
pa huahuan y supaypa huachashga del departamento de Jluíínuco,
en su calidad de hijos del diablo correspondieran a eslo mito amazó­
nico de los y ay ay maman.
De algunos personajes míticos peruanos hemos hallado curiosa
noticia en un autor anónimo (“ Dialecto chincha,ysuyo”. En "Revis­
ta Histórica”. Tomo VI. Entrega III. Lima, 1019). Se trata de los
mitos siguientes:
El Urna es un "ser mitológico que vaga en las tinieblas de la
noche, en los sitios solitarios, en forma de cabeza, con los cabellos des­
greñados y que, cuando pasa por encima do tina persona, la hace
feliz”.
El Nácara es "un ser imaginario que tiene por mansión las gru­
tas o minas en los lugares apartados, causando gravísimos daños a los
mineros o transeúntes”.
El IIuari es "la deidad que cuida los tesoros ocultos y preside
el trabajo”.
Estos IInaris a que hace referencia el Autor Anónimo fueron
para los anliguos peruanos "los primeros pobladores. . . . que dizcn
Turrón (ligantes", los diosos "(lo las Tuerzas”. (A rr ' a .—"La
Extirpación di• la idolatría ni el l ’irir', En t'olece. 1? o m e r o . IJr-
t o a o a. Secunda serio. Tomo I. pág. 21).
MI hl,r A'/i'e "en la persona (|iie por tener relaeiones ilícitas con
el compadre, sus extremidades, intestinos y cabeza se soparan para
recorrer las calles, haciendo un ruido semejante a la palabra Ac he",
1.11 Man wala es "la mujer que tiene relaeiones con un sacerdo­
te, se transforma en muía, recorre los lugares cabalgada por el dia­
blo”.
El Ych'c ollkko es “ una especie de duende con cabellos largos
y blancos como la nieve, que habita en las fuentes”.
El mito de la nina muía es muy generalizado en provincias, en
las cuales son más comunes que. en la costa las relaciones sexuales de
los sacerdotes. Se llama con el simple nombre de Muías a las amantes
de los sacerdotes y se asevera que los hijos de éstos vienen siempre a la
vida ostentando alguna señal denunciadora de su mal origen. A sus
hijos se les llama generalmente candclcros.
“ En la actualidad, se llama huamañi a un demonio protector
“ del ganado, en la provincia de Fajardo (Sancos). Estos demonios
“ residen en los cerros, las peñas y las selvas; también se cree que re-
“ siden en el remate mismo de la cola de los animales. Así, cuando se
“ corla el huamañi, el animal no puede vivir muchos años. Se tiene
“ en mucha cuenta en las transacciones comerciales o ferias; si es para
“ criarlo, se compra con huamañi y su valor es mayor; si es para ne-
“ goeiar o el consumo, se corta y vale menos. Los huamañis, cuidan el
“ ganado abandonado en los cerros y defienden contra los ladrones,
“ convirtiéndose en la llgura de sus dueños o protectores”. ( R c c a -
" r e d o P é r e z P a l m a . —La evolución mítica en el Imperio del
" Taliuantin-Suyo” , En Revista Universitaria. Año XV. Vol. I. Li­
ma, 11 )2 0 ).
“ Semejantes al huinnañi, hay en otras partes, como en la pro-
“ vincia de Huanta, el IUan, que es el demonio protector o patrón del
"ganado (Yuyón, padre). El lllan, reside lo mismo que el huama-
" ñi en las huillcas o cerros sagrados envueltos en densa nube, entre
“ nieves perpetuas. Son invisibles. Sólo se aparece al ganado en cier-
“ tas Tiestas que se celebran en su honor ( l 9 de agosto) y entonces
“ desempeña el papel de Yapan o padrillo, cuando se echa el ganado
“ con ese objeto a los pajonales o huillcas, dónde moran los Ilíones
“ en figura de llamas, venados, paceos y en la'actualidad aún de to-
“ ros. Estos son pequeños o pigmeos, de grandes astas y de cola cor-
"fa, Es un amuleto poderoso contra las enfermedades del ganado
“ y un protector dividido para ln procreación de ln especie animal <I«>
' 1 (luiidi' pnii'i'ili'", ( l¡ e e a r e d o P é r e z l’ a 1 m m: Olí. vil.)
Según I<i leyenda recogida por K immicli, en id callejó'ii do 1 1 ut»>
las fio 1l/imn casa chácara o ('n/meiie iiniii (huillín castradora), a unas
ruinas anIIquislmns mi las que los indios suponen, mora un ser malé-
fieo, abuelo, que castra a todo ser viviente que penetra en ella, a ex­
cepción de los galos y perros. ( K i n n n i c h .—"Casa chácara de
Hongo”. En “ El Comercio”. Lima, 23 de mayo de 11)20),
En el departamento de lluánueo se oree que los Huaycos, son
presididos por un ser mitológico destructor que avasalla y destruye
cuanto encuentra, a su paso, al que llama Huaraco}). Para los indios
del departamento de Ayacnclio, las avenidas son presididas por un
ser mitológico al que llaman Amaro, el que al descender por las que­
bradas en forma generalmente de toro o de cerdo, derriba casas, de­
vasta sementeras, sembrando desolación y miseria por donde pasa,
(R a i m o n d i A.—Itinerario de Viajes .—En Bol, Soc. Geog, de Li­
ma. Tomo V, pág. II). En el departamento de Apurímac el Amaro
preside las tempestades. Solamente quien haya visto de cerca los efec­
tos de las tremendas tempestades que se desencadenan en la sierra y los
daños que ocasionan las enormes masas de piedras y de barro que a
causa de las torrenciales lluvias de la región de la sierra, descien­
den desde elevadas cumbres por los flancos do las quebradas, con una
fuerza, un ímpetu, un ruido espantoso, arrasando cuanto encuen­
tran a su paso y llevando muchas veces la miseria a infelices que no
tienen sino un pedazo do terreno de cultivo; podrá comprender la
génesis de estos seres mitológicos, tan maldecidos por tantos grito*
de terror que arrancan a su paso y por las lágrimas que hacen de­
rramar a tantos pobres indios.
Los indios del departamento de Ayaeueho, creen en un ser mito­
lógico al que llaman Ccarcacha, y al que pintan como un “ mons­
truo que tiene medio cuerpo de hombre y la otra mitad de llama”.
(R. a i m o n d i A .—Itinerario de. Viajes , En Bol. iSoc. Geog. de
Lima, Tomo V, pág. II) ; y que escupe a la cara de las personas que
encuentra.
“ Las tribus llamadas Aguarunas, Antipas, Huambisas........ te-
“ men a un genio maligno que creen que está metido en los remolinos
“ del río y cu un cerro del Pongo de Manscrichc”. ( M e s o n e s
M u r o M a m i e l A n I o n i o.-—Vías al Oriente del Perú. En Bol.
Soe. Geog. de Lima. Tomo XIII, pág. 81).
En la región de las selvas “ es creencia general de que ni vena­
do, el ronsoco y el lagarto-negro, son espíritus malignos, muy espe­
cialmente rl primero”, (Si t i g 1 i e h (1c r m á n. “ Informe <irl
Jefe de la Comisión Exploradora■ de las regiones del ücayali, Fisca-
rrald y Madre de Dios. En Ultimas Exploraciones ordenadas por la
Junta de A’ías Pluviales. Lima, 1907),
Algunas tribus salvajes “ aborrecen al lagarto y al peje-torre,
por atribuirles poder especial para, sugestionar otros animales y aún
a los seres humanos” ( S t i g l i c h G e r m á n , —Ob. cit. pág. 8 8 .)
Loa a cha chillas o achochUas (Achachi, viejo, abuelo—La cepa
de vna cafa o familia—Término o mojón de las tierras, Vocab. Ay­
unara de B e r t o n i o ) , son, en el departamento de Puno, los primi­
tivos padres de la tribu o comunidad: son espíritus tutelares, piado­
sos custodios de la vida y de la salud de los hombres, de los anima­
les y de las plantas. Cada colina, cada cerro, cada extensión de te­
rreno, tiene achachilas, encargados de velar por la salud y bienestar
de los hombres, animales y plantas, dentro de ciertos límites verda­
deramente jurisdiccionales.
“ El achachila, es siempre el faro de todos los caminos” . (J,
A l b e r t o C u e n t a s . “ Puno, sus aborígenes, sus costumbres,
usos y diversiones, etc” . En “ La Crónica”. Lima, 28 de julio de
1920).
Ilustrando la etimología de este mito, dice . P a t r ó n (“ Ori­
gen del Itechua y del aymará”, Lima, 1900 pág. 33) : “ En es­
te sentido: Achachi, término o mojón de las tierras (aymará). L e ­
ño r m a n t pone: completo, llegado a la maduréz; y así viene bien
achachi: viejo, abuelo (ajinará)”.
Los indios creen en la conveniencia de mantener las mejores re­
laciones posibles con los achachüas por que, de, otra manera, la fa­
milia y la propiedad sufren todo género de desgracias: mueren o
enferman los hombres ,y los animales; se pierden las cosechas; se su­
fre pérdidas y desgracia en los viajes. Con el objeto do ganar la bue-
nn voluntad del achachila, en determinada época del año, se le ofrece
un verdadero banquete, en la siguiente forma: se escoge una cue­
va, en la cual se considera que tiene su residencia habitual el acha­
chila y se conduce a dicha cueva una gran mesa, encima de la cual
se disponen pallares, garbanzos, arroz, fideos, canela, azúcar, higos,
vino, dulces y confites. Los entendidos, cuando no verdaderos sacer­
dotes del rito pagano, pronuncian algunas oraciones, cuyo conteni­
do matienen en el mayor secreto, con el propósito, según aseveran,
de invitar al achachila a aceptar la ofrenda. El sacerdote anuncia a
la familia que la invitación es benévolamente aceptada, y, momentos
después, anuncia que el invitado ha llegado. Se le ruega, entonces,
encarecidamente velar por la familia que le agasaja y el achachila,
por labios del sacerdote, acepta el compromiso. A partir de aquel rao-
mentó, la familia vive confiada en la protección del achachila; pero
si, por desgracia, olvida los agasajos y ofrendas que debe hacer pe­
riódicamente a su benefactor, éste se venga del olvido y desencade­
na sobre los olvidadizos todos los niales de que puede disponer y que,
como ya lo hemos dicho, so refieren a la salud y a la propiedad. Si
estas desgracias sobrevienen, la familia recurro al hechicero o ni
sacerdote y a uno o a otro ruegan haga comparecer al achachila para
conocer con precisión los motivos de su enojo y saber la más conve­
niente forma de desagraviarlo.
La llamada do los nc.hachilas o la invocación do ellos se lleva n
cabo en la siguiente Corma:
Dispuesta la mesa para la ofrenda en la forma que ya hemos
dejado indicada, sin olvidar de poner coca entre los manjares desti­
nados al achachila, se coloca la mesa en el centro de la cueva en la
cual dehe comparecer el genio tutelar. El brujo o sacerdote, más
frecuentemente este último, acompañado por los miembros de la fa­
milia interesados en la invocación, espera tranquilamente las doce
de la noche en punto, hora considerada como la más propicia a la in­
vocación del genio tutelar, análogamente a como es considerada por
el elemento blanco hora la más propicia para la aparición de las
almas en pena y para otras manifestaciones de carácter sobrenatu­
ral. En el preciso momento en que los relojes marcan las 12 de la
noche, el sacerdote apaga las luces que iluminaban tímidamente la.
cueva y comienza la ceremonia. El brujo, coir voz humilde, recita
misteriosas plegarias y, concluidas éstas, llama a grandes voces al
achachila.
El achachila suele hacer su entrada en la cueva por la bóveda
de ésta, por algún pequeño agujero que en esta bóveda pueda exis­
tir, o por el techo de la habitación, si la ofrenda no se linee en una
cueva, en la cual se le ofrece los manjares más de su agrado. Si la
noche es tempestuosa; si, a momentos, la tiniebla de la noche es in­
terrumpida por la solemne iluminación de los relámpagos, se dice
que envuelto en estos relámpagos ha llegado a la cueva el achachila.
Otras veces, cuando el sacerdote no dispone del beneficio de estos
relámpagos de la noche tempestuosa, el achachila se limita a anun­
ciar su llegada por medio de crugidos de la mesa, en la cual están
depositadas las viandas. Una voz sepulcral saluda a todos los pre­
sentes por sus nombres propios: es el achachila.
Dice siempre el achachila haber pagado olvido con olvido o con
daño y haber dejado de asistir a la familia y de velar por su salud y
por su tranquilidad en vista del olvido que de él había hecho la di­
cha familia y agrega que si ha permitido que la familia fuera víeti-
mn. do tanta desventura es porque en el infortunio recordamos me­
jor n quienes nos lian hecho bien y para (pie sus olvidadizos prote­
gidos recordaran que la salud y tranquilidad de que disfrutaran en
otros tiempos fueron debidas a la piadosa solicitud del susceptible
achachila. El sacerdote anuncia entonces, solemnemente, a nombre
de la familia, los propósitos de enmienda de ésta: dice que las cosas
no volverán a suceder y que la atribulada familia no dejará de ofre­
cer a su protector aquellos periódicos presentes que tan del agrado
parecen ser del ach achila. Este acepta el compromiso y ofrece a su
vez, no volver a enviar desgracia alguna sobre aquellas arrepentidas
gentes y, por el contrario, velar por ellas para que todo sea, en lo su­
cesivo felicidad y satisfacción. En esta forma es que quedan hechas
las paces entre el resentido acha chita. y sus olvidadizos protegidos.
El achacliila no devora todos los manjares (pie le son ofrecidos, cu
una sola vez sino que va haciéndolo lentamente, hasta no dejar nada
sobre la mesa del banquete, momento en el cual creen los indios (pie
la ofrenda ha sido perfectamente recibida, que el achochóla lia que­
dado satisfecho y que, a partir de. ese momento, se inicia para la fa­
milia una era de ventura y de prosperidad.
Los brujos o sacerdotes indios encargados de estas invocaciones
del achoehila, son de dos categorías: unos tienen facultades limita­
das, que sólo les permiten invocar a un achoehila; en tanto que otros
hay, m-emunidos de mayor autoridad y que pueden invocar un ma­
yor numero ¿o achachilas. Entre estos últimos se cuentan, y son los
mas famosos entre ir,s indios y de éstos los más buscados y los más
temidos, lns sacerdotes q„.o habitan la isla. de Copacabana o isla del
Sol, en el lago Titicaca. Toa,-, aquellas personas que han realizado
la romería a ose santuario pagano f]e ]os nymaras, regresan firme­
mente convencidas de la existencia de ios achachilas, de la eficacia
de su invocación por los sacerdotes, de la .ordad de sus «»r—¡«iones
<-it las cuevas en que son llamados por los sacerdotes y de la eficacia
de sus pronósticos.
Son varios, en la isla del Sol, los temido* * acloratorios especial­
mente destinados a la ¡iivn,i,i,-''*|ii de los achachilas. Dicen los indios
(pie en es<“> templos tienen lugar verdaderos conciliábulos de acha­
chilas, invocados por un sacerdote con autoridad bastante para hacer
latt amplia invocación. Agregan los indios (pie los achachilas lineen
m i aparición «obro las mesas en forma de lenguas de fuego, idea to­

mada seguramente, al.rito cristiano, y que, además, se advierte tam­


bién la presencia de ellos por un ruido que producen y que es muy
semejante a! batir de las alas de un ave de grandes dimensiones. Una
ve/ reunides los achachilas, hablan con muy distintas voces y discu-
(en con iii mayor vehemencia respecto n las desgracias ocurridas en
la comarca y respecto a las pesies (pie en ella hubieren 1 enido lugar,
así como respecto a las enfermedades del ganado y a las sepilas y
pérdidas de sementeras. Si se Italia presente en la reunión el acha-
chila culpable de tales daños, los demás le reducen a dura prisión,
le castigan severamente, poniéndole grilletes y, una vez colocado en
tal condición, le imponen (pie sea bueno en lo sucesivo v sea protec­
tor de la persona o personas que lian acudido al santuario en devota
peregrinación.
En la ceremonia de invocación de estos numerosos acliachilas, in­
terviene el sacerdote sólo, sin ayudante alguno; la familia o las per­
sonas interesadas permanecen en un ángulo del ndoralorln, en la más
absoluta liniebla, guardando el más religioso silencio, la! que le per­
mita escuchar la discusión de los achachüas, el ruido producido por
los grilletes de que es cargado el responsable y las protestas de éste
de procurar reparación del daño que ha producido. Es perfectamente
inútil agregar que de todos los peregrinos indios que acuden al le­
gendario templo de los bcollas, no hay uno sólo que ponga en diida
la existencia de los achachüas cuya voz sepulcral lian escuchado en
la tinicbla del adorntorio pagano y cuyas promesas de arrepentimien­
to son para ellos placentero anuncio de las venturas por venir.
R i g o b e r t o P a r e d e s que ha estudiado la creencia en
los Achachüas entre los aymarás bolivianos, se expresa de ellos en
esta forma:
“ Mayor vitalidad lia tenido en. la mitología indígena y sigue te­
j i e n d o aún la creencia en los Achachüas, o sea la de considerar
“ a las montañas, cerros, cuevas, ríos y peñas como puntos de donde
“ se originaron los antecesores de cada pueblo, y que por este motivo
“ nunca descuidan aquellos de velar por el bien de su prole” .
“ Entre los Achachüas, a unos los tienen como a principales tron-
“ cos de grandes pueblos, tales eran el lago Titicaca, el Illampu, el
“ Illimani, el Caca-hake o Ilunyna-Potosí; otros eran de menor im­
portancia y cepa de tribus insignificantes. El Achachiln de los unís,
“ decían que era el fango, de donde éstos habían brotado y que por
“ eso eran despreciables, de poco onlendimiento, ásperos v «abe!t'fios:
“ (pie vivían en Imlsas (le lotera, ('miumipnuuio um>inninnoiie dea
“ de la superficie de las aguas a su progenitor, el linio del lago. Eos
“ lupi-hakes o ¡apaleas, los urnasuyas y pacajjns, se suponían de pro-
“ sapia superior, nacidos da los amores del Illampu emi el lago Tili-
“ oaen. Al Potosí se le lonía como anleeesor de los ('hayaalas v al Ta­
ja-Sabaya, de los hura■!<anhas o carangas. El Sajanin, y el Tnnari,
“ el río Cachimnyu, el Pilcomnyp, etc., etc., so. los consideraba como
" Acliachilas de los pueblos próximos a esas montanas o ríos”.
‘‘Sin perjuicio de adorar el indio a su propio Achachila, cuando
‘‘al trasmontar una altura o doblar una ladera, ve por primera vez
‘‘cualquiera de esas montañas, cerros o ríos, inmediatamente se pone
‘‘de rodillas, se destoca el sombrero y se encomienda a ese Achachi-
“ la, aunque no sea el suyo y en señal de reverencia, le ofrenda la co-
“ ca mascada que tiene en la boca, arrojándola al suelo, y dirigiéndo-
“ sc a aquél”.
‘‘Cuando en .1808, Rir Martín Comvay, trató do realizar su nsccn-
"sión al lllampu, los indios quisieron sublevarse y atacarlo, porque
‘‘Intuían rpi > el extranjero profanase a su deidad y ésta lea enviará
‘‘castigos, por lo que Comvay sólo junio efectuar a medias su inten-
‘‘1 o y en atinencia de los indios” .
“ En sus viajes es imposible que el indio deje de encomendarse a
“ su Achachila favorito, pidiéndole protección. Cuando en el camino
“ encuentra un peñasco o podrezco, se aproxima a él y se destoca el
“ sombrero, le saluda y reverencia, ofrendándole coca mascada que
“ arroja sobro él y en seguida descansa a sus pies”. (M. R i g o b e r -
to I’ a r e d e s.— Mitos, supersticiones y supervivencias populares
de Balivia .—La Paz. MCMXX. págs. 34 y 134).
Los indios aymarás del Perú y de Bolivia viven convencidos de
la existencia del Anrhanchu, al que “ lo pintan como un viejecito
“ enano, barrigón, calvo, de cabeza grande y desproporcionada al
“ cuerpo; con rostro socarrón, y dotado de una sonrisa fascinadora.
“ Dicen que viste telas recamadas de oro y que lleva en la cabeza un
“ sombrero de plata de copa baja y ancha falda; que mora en las
"cuevas, en el fondo de los ríos y en edificios ruinosos y abandona­
dlos; allí donde las gentes no aproximan sino rara vez, o residen so-
d o por cortas temporadas” .
“ El Anchanchu atrae a sus víctimas con sus salamerías, y las
"recibe regocijado y ansioso; y cuando adormecido se halla, el huésped
“ con tanto halago, castiga su incauta confianza dándole muerte, o
“ inoculándole en el cuerpo una grave enfermedad. Lo suponen,
“ eiia/ido se hace visible, tan amable y meloso, que engaña al hombre
“ más avisado y mundano con su astucia y sagacidad. Personifican
“ en él la deslealtad, la perfidia, la refinada perversidad y la lúgu-
* “ bre ironía. El Anrhanchu es una deidad siniestra, que sonríe siera-
“ pre y sonriendo prepara y causa los mayores daños; lleva la deso­
d o r a n a los hogares y destruye los edificios y campos sembrados.
"Huid de él, aconsejan, porque la dicha que brinda no es cierta, por-
“ tpte su trato cortés y afable, es la red con que apresará a su victima”.
“ Cuanrio transita por los caminos, produce huracanes y remoli-
“ nos de viento, por eso el indio asustado ante estos fenómenos ntm'os-
“ féricos, se para y exclama: «pasa, pasa An chancha; no me liabas
“ ningún mal, porque el dIalien me ampara».
“ La hacienda, casa o cualquier otro fundo donde mueren los
“ propietarios con alguna frecuencia, la suponen habitada por el An-
"chanchu, que en la noche, durante el sueño, les ha chupado la san-
“ gre o introducido alguna enfermedad, a cuya consecuencia se de-
“ ben esas'muertes”,
"Kl indio rara vez se atrevo ’n pernoctar cerca a los ríos o en
“ casas deshabitadas, por temor a esa terrible deidad, cuyo nombre
“ excusa aún pronunciarlo y se limita a dcciri Yaukhanihua, llene
“ maligno, o Sajjranihua, que significa lo misino. Con las denomina-
“ oiones Ynnliha y iVajjrn, designan indistintamente a los espíritus
“ maléficos
“ Cuando un terreno se derrumba o sufre frecuentes denudacio­
n e s , lo atribuyen al Anchanchu, que posesionándose de su interior,
“ produce aquellos desperfectos telúricos” ( P a r e d e s R i g o b e r -
t o M.—Oh. eit. págs, f>!)—01).
En ciertos caminos reales, principalmente en elevadas cumbres
especialmente en el departamento de Cajamarca, el observador que
viaja por aquella pintoresca región, contempla con sorpresa, deposi­
tados de trecho en trecho, hacinamientos considerables de ramas que
los indios no se atreven a tocar ni permiten tocar a los viajeros a
quienes acompañan y que, al contrario, procuran ellos aumentar arro­
jando sobre las ramas ya depositadas alguna nueva. Son lugares que
los indios reputan peligrosos para el viajero; son lugares en los coa­
las es casi fatal la perdida del ánimo si no se ha tomado la pre
caución de arrojar una rama fresca como ofrenda al sitio conside­
rado por la credulidad indígena como ladrón del ánimo. Los in­
dios conceptúan que la rama fresca constituye una seguridad de pa­
so tranquilo y, sobre todo, de p/i.so con ánimo y todo, sin dejarlo
en poder del temido y misterioso ladrón. Guando algún indio, por
sus preocupaciones muy intensas o por otros motivos, olvida de ha­
cer la ofrenda al lugar peligroso, tiene la seguridad de haber sido
despojado de su ánimo y no tardan en presentarse en él algunos
síntomas que ratifican sus sospechas y le obligan a recurrir a los be­
neficios de la ciencia de un brujo experimentado. En el departamen­
to, de Iluánnco, en vez de ramas, depositan piedras.
Por regla general la pérdida. del ánimo viene considerada co*
una cansa predisponente de primer orden, que hace del sujo.*
víctima fácil de cualquiera enfermedad. Unas .veces el sujo*
perdido i>l ;'i11 i1111 >r;ir en las ;i nía riniras dr ln ,-i Iic)i;ic ii'm ilion f¡il; otras
veces oI'itoo el lamen!able espectáculo de una desnutrición grave,
dr un ad dgazamicnto misterioso, al cual los módicos no llegan a des-
ciilirir nríjri’ii alguno y <|m’ conduce a los su,idos a la muerte por
agotamiento si éstos no recurren a los brujos o curanderos, únicos ca­
lmees de recuperar el ánimo de los sujetos que lian tenido la poca
ventura de perderlo.
Puede el sujeto mismo que lia sufrido el robo de su ánimo vol­
ver ni í.ilin misino en el cual se creyó despojado, y reclamar, niriidn-
m uile, la devolución de su ánimo, reprochando su conducta al lu­
nar, haciéndole el nlcirqnin de los más injuriosos insultos de que es­
te provisto su vocabulario. Iticen los Indios que, en muchas ocasiones,
basta este procedimiento para obtener la devolución del ánimo roba­
do; pero en otras ocasiones, y estas son mayoría, es menester agregar
a las palabras injuriosas algunos disparos de revólver o de otra ar­
ma de fuego, que parecen ser para los lugares ladrones de ánimos tan
dicaces como suelen serlo para los ladrones en general. Pero ocasio­
nes hay en que ni las interjecciones gruesas ni los disparos de arma
de fuego son eficaces: el lugar se empecina en mantener consigo el
espíritu robado y la víctima continúa adelgazándose, desnutriéndose,
basta que sobreviene la muerte.
En la provincia de Iluancayo, del departamento de Juuín, el
ánimo es el ángel y éste puede ser sustraído en aquellos lugares pe­
ligrosos, ocasionando a los sujetos grave y aun mortal daño en su
salud. La ceremonia terapéutica tiene lugar en la forma que a con­
tinuación se expresa y es más conocida con el nombre de regreso del
Angel: ella se lleva a cabo a las 12 de la noche. El curandero, que ha
esperado esa hora en casa del enfermo, se marcha, provisto de liilqs
de diversos colores, y encamina sus pasos hacia el sitio en el cual le
fuera robado el ángel al enfermo. Una vez en dicho lugar, el curan­
dero ruega id ángel vuelva al encepo qUe lia abandonado y le ofrece
regar de flores, como lo hace en efecto hinchas veces, el camino que
ha de recorrer. En ciertos casos diée! el curandero que el ángel ha
accedido a sus ruegos y lia vuelto ón compañía suya de. grado: con
tales palabras y con una expresión de satisfacción inmensa del cu­
randero, termina la ceremonia y el enfermo siente (pie el ángel se
reincorpora a él y le vuelve la salud. Pero hay ocasiones en las cuales
el curandero conoce, por ciertos signos misteriosos, (pie el ángel no
tiene deseos de volver al cuerpo abandonado y entonces debe proce­
der a aprisionarle, objeto con el cual lleva aquellos'hilos de diversos
colores a (pie liemos hecho referencia. En tales casos, el curandero
vuelve a iasa del -enfermo, simulando la marcha de la persona que
arrastra coiinÍl'o a otra persona, s i 111111 ;i 11<11> asi misino la fatigíf'pro-
duciila por el esfuerzo í| uc lia deludo realizar para eoiidneir al irte:
ductible prófugo. Otras veces, por último, el ángel í m regresa, ni de
grado ni de fuerza, la enfermedad continúa cu progreso y el enfer­
mo sucumbe.
Es interesante y sólo a título d e interesante lo consignamos en
estas páginas, rpie el mito del ángel o ánimo ipie abnndona el cuerpo
de los sujetos, lia sido hermosamente llevado a las páginas, de la lite­
ratura francesa por M. M a e t e r 1 i n e k en su lióte íileonnú (Pa­
rís).
También exist? en Sirunni, en el departamento del Cuzco, esta
creencia de la pérdida ih'l ilai'ino. Para curar loa daftoa proilueldoa
por esta jiérdida, hacen los curanderos molos de lana y las pasan por
el cuerpo de los sujetos, criaturas de tierna edad en su mayor parte.
Ileelia esta fricción preliminar se arroja las molos en un depósito
conteniendo orina fuertemente fermentada y conocida con el nombre
de orina podrida: los curanderos observan si se lia operado alguna
modificación en la orina o en el color de las motas de lana y de dicha
observación concluyen cuál es la verdadera enfermedad de que ado­
lece el niño. Hecha esta averiguación, el curandero hace un muñe­
co de trapo al cual viste con las ropas del enfermo y lleva este mu­
ñeco al sitio o lugar en el cual se verificó la pérdida del ánimo. En
tierra» en este sitio coca, incienso, coñihua (Chcnopodimn sp.) sebo
de pacocha (Anchenla sp.) y todo ello es incinerado cuidadosamente.
La caravana regresa a casa del enfermo, conduciendo el muñeco que
ha servido para la curación y declarando que ésta se lia verificado
satisfactoriamente.
En capítulo posterior veremos cuán general es, entre los indios
del Perú, esta creencia de la jiérdida del ánimo o del ángel, ya que
la gran mayoría de las curaciones del susto indica que el susto y la
perdida del ánimo vienen a ser una misma y única, entidad mor­
bosa.
Tienen todos los elementos populares del Perú, así el netamente
indio, como el mestizo y aún el Illanco, una muy arraigada creencia
en ciertos fnnlasmas. Además de las (danos en pena y de las proce­
siones de ánimas creen los blancos, en ciertas localidades, en la apa­
rición sobreñalural de la viuda, fanlasma de formas de mujer y ves­
tida eternamente de negro, purgadnra unas veces de, sus pecados de
liviandad, vengadora otras de ofensas inferidas a ella o a su es­
lióse.
En el departamento de lluáuueo e| Am/nillo (Angui. Padre o
Señor, \ or-üli. Ay niara de I’ e r I o n i o. - . t uijuiruna, los nobles.
Ilidall'o';, fi-ñItr-'íi, Yocab. <jq II¡rllllll (Ir (i (i ti Z¡I I OS II ol g i l í » ) ,
,ll ii/lii, o ,1/ui tic oíros 11!•| in r Iii lii i' 111os, es mi míln que castiga ac vera­
mente ¡l quienes no le lineen ofrendas que con motivo de los más in-
signilieanlos aconlccimicntos de la vida, deben liacerle. Son siem-
jire enfermedades gravísimas las que vienen atribuidas a la obra
nociva del .Auqnillo y a. sus enojos y es por eso que los indios pro­
curan, por todos los medios a su alcance, ganarse la buena volun­
tad del tal. a quien ofrecen la primera gota del aguardiente de caña
(chacta) que emplean en sus bebidas, vertiéndola a tierra en home­
naje a la peligrosa divinidad. También le ofrecen las más tiernas ho­
jas de coca y algunas otras cosas que dicen ser una ofrenda grata
al Anquillo; para no ser castigados con el Jirca o mal del cerro.
. Así, pues, los indios, antes de emprender un viaje, suelen adop­
tar algunas precauciones, consistentes, cu su mayor parte en captar­
se simpatías del Anquillo.
El señor A r t u r o E. D e l g a d o (El Anquillo en la forta­
leza de Gvcchvnque, “ La Crónica”, Lima, 1918) ha. constatado la
creencia en el mito huanuqueño en el departamento de Lima, en la
provincia de Clianoay, en una leyenda muy pintoresca. Dice el señor
Delgado: “ El Yaya Jirca, como el Anquillo, representan para los
indios el poder de las fuerzas materiales, los clones de la Naturaleza
y la superior acción directora sobre los actos de los humanos, de
acuerdo con una voluntad implacable y poderosa. Protectores de la
suerte, de los trabajos, propósitos, viajes y vida de los indígenas y
aun mas, de la especie humana, existen siempre en la imaginación de
olios, como espíritu creador. Sin embargo, parece que el Yaya Jirca
(keslma: Yaya, Padre, Amo, Señor. Yocab. Qquichua de G o n z á ­
l e z H o 1g u i n.—Jivca, cerro. Yocab. Poligl.), ocupara una gerar-
quía más elevada y general y que el Anquillo fuera el sér inmate­
rial que anima, cuida y posee cada lugar o cerro: El culto que re­
ciben esas denominaciones es secreto y más severo que el concedido
a los santos o imágenes católicas, reverenciados también hasta el
fanatismo por los mismos que adoran secretamente el Yaya Jirca y
el Anquillo, antiguas divinidades autóctonas” .
La divinidad maligna que reside en los cerros es creencia muy
generalizada en el departamento de Apurímac: se dice que el poder
de los cerros es capaz de producir los mayores daños, singularmente
en las personas debilitadas n enfermas, aunque es capaz de producir­
los y no desdeñables, en las personas que gozan de buena salud. Con
el objeto de prevenir eslos daños del cerro, oslas acciones nocivas
ib'l />nilrr ilc he; cerros, usan los indios ligarse, cuando van a empren-
d"r viajo y ib, bou alravezar algún cerro, lanas ’ diversos colores,
con pt'i'Trreíi.c¡¡i lanas de llama, los hilos rojo y negro sirven para
amarrar las mmieras; los hilos hlaimo y vri'ile para amarrar el cue­
llo y el tercio inferior de la pierna y los hilos amarillo y azul, por
último, sirven para amarrar los muslos, inmeilialamenle por encima
de las rodillas. Así lirados los indios, se consideran a salvo de la ae-
. eión nociva de los cerros y emprenden el viaje Irampnlamenle,
Kn los departamentos do llminueo, Junto y Aneasli, el nororho
o mal de las alluras de los animales, es conocido con el nombre de
vela que, en estos produce un disnea muy intensa, una invencible
fatiga y, a las veces, epíxtnsis abundantes, excepcional mente graves.
La gran mayoría de los indios eslá convencida de que tales acciden­
tes son obra indiscutible de alguna enlidad sobrenatural y que, sien­
do tan grave como es, más vale prevenir la veta que curarla. Ilav to­
da una serie de curanderos, que constituyen una verdadera especia­
lidad de sus conocimientos para evitar la vela. Dicen también los
arrieros qué se ven obligados a viajar con alguna frecuencia entre las
.ciudades de Jluánuco y Cerro de Pasco; que se cuenta la veta entre
los males cpie evita la práctica que ellos tienen establecida, de buscar
a la salida del pueblo que es punto de partida, un hueco existente
entre las peñas y en el cual colocan, procurando no ser vistos de per­
sona alguna, muidlas piedreeitas muy menudas, algunas hojas de co­
ca,y algunos cigarrillos. Cuando han hecho osla ofrenda parten más
tranquilos y tienen mayores seguridades en el buen éxito del viaje.
Estos mismos arrieros tienen una costumbre de la cual damos
cuenta por representar ella la idea india de que hasta los animales
son temerosos de las fuerzas ocultas de la naturaleza. Queremos .re­
ferirnos a la manera como consignen tales arrieros levantar a una
llama que se ha echado por fatiga, liemos tenido oportunidad de ver
a estos animales cuándo ellos se echan a descansar y hemos com­
probado las dificultades qúc licué el obligarlos a cambiar de posi­
ción y a incorporarse en la caravana. Los arrieros para lograr su olí-
jeto, asustan a la llama: Se ocultan los arrieros en lugar desde el cual
no puedan ser vistos por la cansada llama y entonces comienzan a
arrojarle pequeñas pied.rceilas. E! animal se incorpora, lmsea a su
misterioso agresor y cuando no lo baila escucha además los grilos
que dá el arriero simulando grilos de !':.r.::¡, se lev:.ubi eses!;: m
haciendo enorme esfuerzo, va a incorporarse a la caravana y prosi­
gue el viajo.
En los departamentos de ITuánueo, Junín, Aneash, Apurímae,
Lima. ( laja marea y Ayaeuclm existe una costumbre que en el pri­
mero de los 11••;i;i el amen tos nombrados, se llama /V ’/un/réo/ v en la
provincia de ( aula Pichi/a. Cuando muere alguna persona, los ríen-
dos suponen 11iir H (1 el muerto no so lia marchado doflnitivn-
mcnlc: lia ido y lia vucllo: está cutre ellos y puede darse cuenta de
cuánto hacen y dicen los suyos. En conformidad con esta creencia,
1 rnsenrridos tres días de aquel en que tuvo lugar el fallecimiento, se
lleva a cabo la ceremonia del Pichgach ¡y. anunciado a los lugareños
■por la presencia, a las puertas de la rasa en que la ceremonia tiene
lugar, de uu lamí o de una lumbre malquiera. Sobre una mesa se co­
loran algunas prendas de voslir del difunto, simulando el cuerpo de
i'sie y roil •i! 1111 o11> de cirios y velas como si el cadáver se bailara pré­
senle. Asi lo velan los ii ni ¡tros y los parientes: unos chacchan (mus­
tien n) mi tan estimada lio,¡a de coca; otros fuman y Indos beben. To­
dos lineen el elogio de liui virtudes del difunto, con vencidos cuino ca­
tán de que el difunto les oye y necesita escuchar tales halagos para
estar alegre y satisfecho. Algunas veces arrojan ceniza, harinas de
maíz o de quilma, cerca de la mesa y en la habitación en que tuvo
lugar el Fallecimiento, con el objeto de encontrar en dicha ceniza
las huellas del paso del difunto. Si el examen de estas huellas les
indica que el muerto lia venido efectivamente, entonces se apresu­
ran a preparar mucha y muy abundante comida y no escasa chicha,
todo ello cu agasajo del muerto. Otras veces, buscan la huella en los
bordes de la superficie de lina olla de mazámorra, en los cuales creen
ver la huella del dedo del muerto.
Es más general esperar cinco días que tres desde el fallecimien­
to y creemos que esta cifra corresponda a la ceremonia originaria;
pues Pichga en keshua. es cinco y los cinco días son más generalmen­
te observados que los tres. En algunos de los lugares en que est^ ce­
remonia del Pichgachiy es observada, el día quinto se lleva la ropa
del muerto a un río o a una fuente en cuyas aguas es lavada para
así servir a !n familia del muerto.
lili al departamento de Cn,jamaren a esta práctica se da el nom­
bre cas Iel la no ilcl quinto. “ Llegado el quinto día de la muerte, aban­
donan todos sus casas y cantando el yupaccvy, canto de una mono­
tonía desesperante, acompañado por el tañer de una flauta, reco­
rren pesadamente el camino hasta el ojo de agua, donde las mujeres
lavan toda la ropa y objetos que pertenecieron al desaparecido. Jun­
io n las lavanderas, los indios se están inmóviles y una música, corno
ellos llaman, acompaña al monótono canto donde repiten los hechos
más insigniíiranlos en que intervino el m uerto...., irnos el difunto
así no fpicdai'á desnudo y lia de volver dejando rastro en la puerta
dn la ''.asa para avisarnos que Herró y está bien o lia de venir a llorar
todas las tardes s¡ no se lo hace su quinto” ( F e r n a n d o L u i s
C a s i r o : “ Id Aon l'ahclia''. en “ .Mundial'’. Lima. 1!'20).
En el misino de pn r1¡i moni o ele Cnjamaren, según M. á l a p a
S a n t o 1 a 1 1a, (Departamento de ('ajamaren.— En Dol, Soe. Grog,
de Lima. Tomo XX, pág. 313) “ cinco días después del entierro van
los parientes y'amigos a la lava, a un río o acequia vecina, y allí que­
man la ropa inútil, lavándose la que estando en buen estado puede
ser útil a los deudos’’,
En la provincia de Canta del departamento de Lima, cuando
muere nuil persona, lodos los parientes y amigos van a velarlo din
mulé la noclie, entreteniéndose los hombres jugando briscan y las
mujeres chacchando (masticando) cora ¡ a las J!3 en punto do la mis­
ma imelic, 10 a líi personas van al cementerio a cavar la sepultura,
cuyo trabajo lo lmcen basta las .12 m. del día siguiente y no pueden
retirarse ele ella basta dejarla concluida, colocando luego una cnii
con el objeto de que el alma no entre a medirse.
Los deudos contratan a unas mujeres, llamadas Jas lloronas, pa­
ra que acompañen el cadáver hasta el cementerio, con un lloriquee
muy triste y característico; a la vez que los parientes más cercanos
relatan los principales hechos de la vida del difunto, empleando ,-ti­
ra ello una entonación muy triste.
Después del entierro continúan velando la cama del difunto has­
ta. el quinto día; pero en la víspera de éste, desde las 2 de la tarde,
más o menos, comienzan a hacer la chicha y a preparar el trigo lia­
ra el patache, al que echan por lodo condimento pellejo de chancho
por ser comida de muerto: en otro tiempo acostumbraban hacerlo con
orejas de burro. AI mismo tiempo que colocan la olla sobre el fogón,
acostumbran poner sobre ella una cruz, con el fin de que el alma no
chaplc (Chiiplap, manosear, keshua de Junín) la comida y en el ca­
so de que lo hiciese, dicen que se vuelve agua espumosa; para evitar
esto, además de la protección de la cruz, no duermen durante Inda
la noche, entreteniéndose con variados juegos. A las (i de la mnfiima,
a manera di1 almuerzo, come cada persona uno o dos platos de pata­
che; concluido este almuerzo realizan la Pichga: alistan la ñopa del
muerto y de toda la que fue su familia, la cual cíí llevada cu asnos
hasta la orilla del río más próximo; quedando cu la casa solamente
las personas encargadas de preparar la comida, las que inmediata­
mente comienzan a barrer todas las habitaciones espolvoreando ceniza
en todas las puertas, cerrándolas luego, rcclnvéndose en la cocina y
cuidando de no hacer bulla, hasta la vuelta de los demás, los que en
la ceniza logran percibir </ rostro d<l (dina. La ropa una vi’/, puesta
en el rio comienzan a lavarla, con el mayor entusiasmo; mientras que
otros se ocupan de bañar, de lavarles la raheza a los dolientes, pues
ellos no pueden hacerlo personalmente por estar prohibido; libán-
111 n i i i i ni l nnI r r lib lia v \ mi y rharc há ndusc ;ilin m l;iiif(' enea ; si por
ca su a lid a d m > ilr m n n ii I :1 ch ich a (1 ¡ci'n i|iii> el nlm n si' lia salvado.
/ J i 'I ' ih la la ln iil ■. 11■ i•111 ¡ 11:1111> el la v a iln (la la ropa, i’f*r ri’s.'i ri indos a la
iinai di'l 1111' 1111111 11111111•1 na Ira n lrv i 1 la i'iiin ld ii i I r tu i 11n 111ii • mu el ve-
lo rio .
Idn la víspera del día del primer aniversario anual de la muer­
te. se retinen los parientes y amigos y vuelven ¡i velar otra vez la ro­
pa del diluido; y el día del aniversario liaren celebrar la misa lla­
mada de cabo de año: terminada la cual regresan a la casa del difun­
to, visten de colorado y adornan con flores a los deudos y en segui­
da, tomándose todos de la mano y formando un círculo, comienzan
a bailar al són del arpa o del violín, organizándose una fiesta que se
llama quila lulo, fiesta (pie dura dos y hasta tres días.
En el departamento do Ca,jamaren “ el primero y el dos de no­
viembre, los parientes de los que fallecieron, llevan al cementerio
y colocan sobre las tumbas de sus deudos las ofrendas, que consis­
ten en los comestibles que eran de más agrado del difunto; y a las
iglesias llevan frutas, comidas, pollos y cuyes, poniendo una vela en­
cendida cerca de estos artículos, que los obsequian a los que rezan
por el alma de sus deudos” ( M á l a g a S a n i o 1 al la F é r ­
til ! n.— “ Drparlawculo <lr Cajaiiiarra”. Olí. eit. pág. 313); igual prác­
tica se sigue actualmente en tunebos pueblos del departamento del
Cuzco. Esta costumbre representa indudablemente las ofrendas que
ios antiguos Peruanos ofrecían a los muertos. ,
En el departamento de Eambayeqne “ el fanatismo religioso y el
culto por los muertos os tal (pie llegan a veces a lo inverosímil. El día
de todos los Santos, por ejemplo, acostumbran ir los deudos al pan­
teón a depositar su ofrenda de flores naturales o artificiales, como
recuerdo a los seres queridos que yacen, acaso desde lince muchos años,'
ocupando un lugar en la Casa de reposo, como llaman a los cemen­
terios. Desde muy temprano y provistos de fiambres, coca, aguardien­
te y velas de cera, se encaminan al Campo Santo, formando intermi­
nable romería. Una vez allí buscan la sepultura de sus deudos y co­
locan, fijándolas en el suelo, dos, cuatro, seis o más velas encendi­
das. Se sientan en seguida alrededor, y entre sollozos y rezos se .en­
tregan a la bebida. Así permanecen renovando cirios basta altas ho­
ras de la noche, para proseguir, al día siguiente, en la misiha fúne­
bre y piadosa faena. Esta costumbre que nos habían contado, tuvi­
mos ocasión de presenciarla en los pueblos de .Moelmmí. Pacora, Eli­
mo. Titeóme, -layauea y Molupe, no lia mucho, el 1" de noviembre
do¡ ano en curso, que veníamos desde .Molupe en automóvil, de 10 a
I- de la noche. Por todas parles veíamos grupos de gente del pueblo
ni As o menos élu-ins, i|iie enn sus nimios 11 • enmiilns, bebidas y velns,
se dirigían ni ('enienIm ió n reemplazar, sin duda, ¡\ los (|iie Imhínn
permanecido lodo el din nrompiiriaiidn Ion renlon de seres ipie liiri-nn
pañi ellos muy (jucrhlos: y (d espeeláetilo fpnlástico de bis tiiiulnfs
rodeadas de lautas vedillas encendidas, ofrecía al viajero tema de
variados comentarios, unos de admiración por la le que esa práctica
encierra y por la paciencia y amor a los suyos que denota lan extrn-
vagunle costumlire; y otros de protesta. por el arlo mismo, revelador
de creencias perniciosas tan profundamente arraigadas e inculcadas
por quienes, por especular, fomentan actos tan poco cultos, tan irres­
petuosos por las borracheras a que se entregan y tan anti-higiénicos
por los miasmas que allí absorven ”. -
* “ Él mismo ilía de todos los Santos observan otra práctica. Muy
de mañana llevan al templo en jarras, huncos, botellas o cualquier
recipiente, agua de las acequias o pozos que van depositando en un
gran tonel o botijo, con gran afán y solicitud. No queda, puede ase­
gurarse, individuo alguno del pueblo que no acuda con su poco de
agua a verterla en el recipiente indicado”.
' “ Permanece allí basta el día siguiente, 2 de noviembre, en que
la iglesia conmemora el día de los difuntos y cada cual que aportó
contingente líquido el día anterior, va ansioso a extraer del barril el
agua que ya el cura, durante la misa, había bendecido. Es do ver el
apresuramiento e interés que se toman por llevar a su casa un cán­
taro (olnmdo, ipie luego colocan en los sitios que los miembros de la
familia que pasaron a oirá vida, ocuparon de preferencia cuando vi­
vieron en ésta” .
“ Estas costumbres retrógradas y fanáticas son practicadas, por
supuesto, por el vulgo, especialmente en los pueblos nombrados de
la. provincia de Lambayeque y por los peones de las haciendas, oriun­
dos de Santa (buz, Pambamarca y otros lugares del departamento
de Caja nía rea ”.
“ Cuando visitando la hermosa y limpia hacienda de Cayaltí,
preguntamos a unos eruceñios qué significado tenía llevar el agua ben­
dita a sus casas, nos contestaron que era para que los pobres difun­
tos saciaran su sed. pues ellos, añadieron, salen de sus tumba'--, cada
ano, por ese día. con tal objeto” . ( P a c bina n n C a r l o s .1 .—
“ /Irpai tmar iiIo (Ir l.umhmii . .Monografía bislói iro-m’o^i ále-a.
Cima. 1 !C’l, págs. 1 11 y I Ib i.
Cu el depa r l aimml" de Apurímae tienen la pr-canción de bnr-
1■,,;ii1 con espino-, ii plañías espinosas el lecho o mesa donde depositan
el cada ver, con el tin de que este im s<‘ Ihrt en si-etiida a n/r/acn de
su familia.
;;s
Kn 1;i jir<<vi 11f i;i de ( ’:iu 1;i 111•1 (IrpnrI;iment(> de Lima, rniislata-
,'| t’nIii'i-i nti'■111•>. coloran el cadáver cu lililí iiiiiiiIii sobre el sucio,
pura ipir su aitón su nnin ron toas janlithttl al rolo.
Iln llnlivhl la primera uorlic ilcl velorio, " Icriiliiunla la rouiiilll
y cumulo ya nadie dehe salir fuera, ni pasar por la puerta, esparcen
ceniza en el suelo, a la entrada de .la habitación mortuoria y conti­
núan los veladores con la vigilancia del cadáver, compungidos, cu-
eliiclieándose y consumiendo siempre tazas de agua caliente alcoho­
lizada. Xn falta alguno que rompe el silencio con la narración de las
virtudes y buenas acciones del muerto, o llora increpándole por su
fallecimiento. Al día siguiente del velorio y antes de que ninguna
persona transite, examinan la ceniza colocada la noche anterior, pa­
ra observar las huellas de las pisadas que pudieran encontrarse; la
edad y el sexo a que pertenecen, y, por ellas, predicen quiénes mo­
rirán tras del finado. La víspera del octava) día, los parientes, compa­
dres y amigos, van al río a lavar la ropa y camas del difunto. De re­
greso y en la noche, se reúnen a velar en la habitación en la que fa-
< lleeió aquel. A la media noche, salen a las afueras del pueblo, regu­
larmente al paraje por donde corre algún riachuelo, que por este mo­
tivo suele llamarse ijuta j ahuira o sea río de la viuda. En este sitio
riiniliiaii el vestido de la viuda o viudo, la entregan al oreo del vien­
to; azotan su cuerpo con ramas de ortiga, para que las aflicciones
huyan con el castigo: mastica cada uno tres hojas de coca, lo que
llaman 7 7 1 / 1/1 Ini o; beben aguardiente y chicha, que llevan en peque­
ños eaiiiarilos, arrojándolos lejos cuando ya están vacíos. Después
los hombres se ponen los ponchos al revés, y las mujeres hacen lo
mismo con sus sayas, y apoderándose dos jóvenes sol-leros del viudo,
0 dos solieras, si es viuda, parlen a la carrera, sin mirar atrás, segui­
dos de los presentes' En la puerta de la casa, arde una fúgala por en-,
cima de la cual deben saltar para introducirse a su interior. Este
ac|n tiene por objeto quemar las desgracias que pudieran haberse
prendido en los vestidos. En la habitación invita el doliente, asado,
con panecillos de harina de quilina, conocidos con el nombre de oquis-
y chuno cocido. Traen la sartén ron manteca tibia para que ca­
da roñen rrenle se pase ron ella la palma de la mano, a fin de que las
p úa . sean ahuyentadas. I’ermaneeen hasta el amanecer, teniendo los
compadre-; la obligación de doblar las campanas en la mu-be.
Al día 'iruieulo. a la Imra.señalada, asisten al templo á oir la m¡-
-■a de reí | u bou. celebrada en -ii frac io del alma del extinto, y de vuel-
‘l a de ella. -1- noivida a ios que acompañaron la noche anterior a celo,
lu'.ar los arhii 1lías1, siendo práctica establecida de comenzar la tiesta,
1"'o,1m I” i ■1■1:1 , 11a 1 1r lio ia- de cuca •bd nnmt om-it o -pie penen en el
i"|i,a,M" e.-o|a , nal t r -- hoja- >íe . a -Id iimnioncilo que ponen en el
cenírn del i'iiíirlo 1 1 ’ •i r i■<1 <*s I> i g n b c r I o, Olí, <■iI. |>:rLrv. 2 U■>
y 272).
Suji'ln niiliiriih-s ilrl 11•'| >11 rl ii ii11*11111 de Aimn 11, ir - i11 n11 ^ en I.i-
mii, realizan Indii genero de esfuerzos por llevar n rabo esta oorriiiio
llin del I'irliiliirli i il y proeiirilii dar n cuín eeri'innil ln luí iis|irtdoH más
inofensivos; trátese de adultos n de niñns, el ceremonial es idéntico y
estos indios, (pie liman a calió una ceremonia nclainenie pacana, di­
simulan estos aspectos, manifestando que el Píohc/achiij sólo tiene
por objeto hacer que los muertos lleguen más pronto al ciclo.
Es muy interesante el lieelio de que esta misma costumbre exista
en algunas tribus salvajes (pie pueblan nuestras montañas y entre las
cuales se encuentran tantas prácticas netamente incalías, llevadas a
aquellas regiones por los indios que abandonaron el imperio de los
Incas al arribo de los conquistadores.
Efectivamente, entre los Virón existe una costumbre análoga al
T'ichgacliiy de IImímico y que traduce una creencia en la participa­
ción del.espíritu maligno en el deslino de los muertos. Cuando mue­
re un Viro, se le sepulta en el interior de su casa; se procede a des­
truir todos b>s objetos que fueron de propiedad del muerto, rompien­
do aquellos frangibles <> incinerando los demás; se victima a los ani­
males domésticos y se arroja al río las armas y herramientas del ido.
Realizada esta ceremonia de destrucción, colocan sobre el sepulcro
una pequeña vasija de masillo (chicha de yuca), y se retiran los parien­
tes y los amigos a, algabas millas de distancia de la casa del ■muerto.
De. cuando en cumulo vuelven n observar el sepulcro y si sobre <"<10
o en torno a éste descubren huella? de animales feroces, creen enton­
ces que el espíritu maligno ha visitado la tumba, y, en vista de ello, la
viuda y los demás miembros de la familia, abandonan la casa para
siempre. Si las huellas que lian creído observar corresponden a ani­
males tímidos tales como conejos, ralas o aves que no sean de rapi­
ña, entonces, la familia vuelve confiadamente a habitar la- casa del
muerto. Entonces la viuda principal o mamá (que tiene un fogón
particular cu la casa, como cada una de las demás mujeres de! ex­
tinto) ha de instalar su fogón precisamente sobre el sepulcro del
mismo y en la dirección de la cabeza del muerto, viniendo el lecho
inmediatamente en seguida. ( S a m a n ex, O e a m p o. Ob. eit. pág
dñ).

Tos t'ninlws tienen laiuhión una idea análoga raspeólo a o-ls,


ronda de los murrios ipio representa el ¡‘¡clitiarli¡i/ v que so baila r<>-
preseulada. a -i momo mi la prá- l ira do lo-. l ’ini <'liando t C,mi
aos vuelven a mi - oasa-- do-pio-s do lia bel’ beri lo algunas \ t>•t intas cu -
11'1' sus o iioiu ieo-, i'i-iiiioii a sus párenlos v amigos, ou o| niavoi- nu-
ñu''i; posible. y ruinen y beben emi el objeto de aplacar en esta for-
nni si 11;mi Inr bis minies de los muertos que ellos niisinos lililí beelio.
Oreen <|iie si no tiene lugar esle bani|iiele, les inanes de los enemi­
gos nmerlns vendrían a hacerles daño. (Saín u n e / O o a ni p o.—
(Ib. eil. pág, •Iñ).
lais Sipiltos, después de terminado un enIierro, “ lineen una
"rail eomida. convidan a uno ipie es reputado por el mayor Mueraya,
(pie quiere decir brujo, que balda con el demonio. Lslc hechicero, se
niele debajo de nn toldo donde le dan un gran plato de comida pa­
ra que llame al alma del difunto para que ven ¡ya a comer; después,
que él coiné hasta hurlarse, empieza a llamarla con "raudos voces,
aparenta que ha venido y que le da de comer, y practicados éstos y
olios embustes, dice que el alma eslalia muy finen, pero que ya comió
bien, y que se va al cielo'’. (A I e á n I a r a T o m as.— Art. eit. pág.
I l!M.
“ Cuando muere algún salvaje, toda sn familia so siente poseída
“ de una tristeza y melancolía que no le abandona por muchos días.
“ Las mujeres se ponen el lienzo pequeño más viejo y agujereado que
“ cubre lo indispensable a la honestidad, y si es esposa del difunto,
“ se rapa toda la raheza. Todos, hombres y mujeres lloran sin consue-
“ lo. cantan unas tonadas lúgubres capaces de enternecer al corazón
“ más duro; y ese llanto y ese canto es a un mismo tiempo, sin cesar,
“ día y noche, pero con un frenesí y lina rabia que parecen cnergú-
“ menos o fieras. Tal es la función fúnebre de sus difuntos, los cuales
“ acostumbran enterrar en sus mismas casas’’. ( S a l í a t e L u i s . —
“ Viaje de los padres Misioneros del Convento del Cuzco a los tribus
salvajes de los Campas, Ciros, Conihos y Sipibos’’.—Lima, .1S77j pág.
2 ñ¡1 ),
Todavía en los alrededores de la ciudad de Arequipa, los chaca­
reros creen en los curantos, t’nos dicen que estos se encuentran cu las
caídas de agu í y en las / tosas, de donde salen en la noche bajo la for­
ma de gallinas con sus polinches y que el que los sorprende se vuelve
loco. Oíros creen que residen en los estanques de agua, de los que los
viernes a las 1 2 m. en punto, sale una negra y se pone a lavar rica
vajilla de oro y piala; el eneanlo dicen que se deshace, si se logra a la
ilb'lui bora. arrojarle a la negra el zapato del pie izquierdo. Otros
por fin, creen que los encantos residen en el fondo de los estanques,
en lo-, que ven mujeres hermosas lavando magníficos servicios de
l'lala.
Ku la provincia de Ambo, del deparl amen lo dé lluánueo, aún
«•!••• n «’ii l;i >'\\ I »»M«• i : i i lol ( ' »//I n i n r í n , :\ « | i i i o n »1 i f***11 11; 11»**r v i < ! n *.*ll 1OS
'•'•mis He ( ‘'*;irhn;iIhmijiii. (Vnroy, H<\
Mucho se luí escrito acoren del ('arhu neto cu la época del ( 'i>|<i-
n ijijo y albores de la líepnldiea. Lccuundn lo menciona en la simúlen­
le forma :
“ En el tránsito (pie sigue de osla ciudad (Trujillo) para el ainc-
“ no valle de Cliieama, se, ofrece un cerro pedregoso, a que estos mo-
“ radores llaman de la Campana-. en su falda en el año de 17S(> en-
“ contró a este cuadrúpedo (Carbunclo) un pasajero viniendo en su
‘caballería de noche; no estaba ésta muy oscura; y vio caminar a pa-
“ so lento a este animal cuya figura distinguió ser poco mayor (pie
‘un raposo de los comunes, quien esforzando su caballo le siguió, al-
“ eanzáiidole a dar un latigazo en el lomo con las riendas del freno:
“ al verse cale animal lastimado abrió la compuerta de su frente, y
“ llenó de luz la campaña, dejando admirado al caminante.
“ No lia sido este el único..que lo lia visto tan cercano, pues hay
“ otro testigo que también afirma haberlo encontrado de inoche entre
“ unos peñascos en la misma inmediación o distancia de seis leguas,
“ yendo de la hacienda Sausal para el camino del mismo valle: este,
“ que no conoce al otro de quien hemos hablado, asegura lo mismo,
“ sin diferir absolutamente en cosa alguna de la relación del primero;
“ pero con la particular circunstancia de haber éste combatido con el
“ animal, del que dice no ser veloz en la carrera, pues queriendo
“ aprisionarle a poca, diligencia le echó mano, en cuyo acto abrió su
“ lumbrera, y lo dejó no menos asombrado que al primero'', (he-
e u a n d a -I o s é 1 g n a c í o d e—“ Descripción ¡jcor/ráfica de lu
ciudad ij partido de Trujillo ”.—En Ob. cit. pág. 1 'iñ).
“ Entre bis indígenas de la provincia de Amlahuayias, existe
“ una preocupación hondamente arraigada, como todas las (pie se de-
“ rivan de la superstición, y esa preocupación o creencia a (pie nos rc-
“ ferimos se llama el Tullo-I’iscco, divinidad ignorada de muchos di’
“ nuestros estudiosos, pero que constituye cual uu sér fantástico, extra-
“ ño una especie de producto de las teogonias orientales o un Júpiter
“ mitológico con lodos los arrestos amorosos que le presta la fábula,
“ pues es un temible seductor de doncellas, un tenorio celeste, dife-
7 rcnciáiidose sólo en la representación de la figura, porque si aYcus
“ los poetas y los artistas nos lo cantan y describen en mil graciosas y
variadas acl il mies de sed md(ir. en cambio al Tullo-I'ixcco S(‘ le apre
cia y t iene en•llin Mun ob miento feroz y devorador para 1lis virgetu"
y ultrajador impune de los burlados maridos ¡ sopla un vi«cilio iúl
placable, eirá.idee, •dnr y es la aparición ,ibd día temido. (Ir 1 uiciní
simo espírilu malí gno lumlio carne y fu. gn para hacer nna de la,
suyas. Sop'a uno ,le c .iv: vientos liiiraean ado: . agitador,'.. v ,b 1me
‘tures, ipie lio respetan árboles seculares ni nada, i orno esos siiii n ni s1
" y i ¡lunes 11'■ I \ ¡ i ' j '> mundo y que s e dina
s i t un brusco despertar de
"la nal nraleza. <pn* ait veras »r venira de las olivas da los hombres en
,-asa su fonnn. Ierrorifiea da protesta. 1*11 <¡iu* zumba cu esas regiones
“ a una nos referimos, produce ruido lau infernal y estrepitoso al ro­
nzarse con la paja da las punas, ipie da la sensación de lo descono-
*' aillo, da lo grandioso, da los podaras oeitllos de una divinidad malé-
‘•fiaa complacedora da las angustias y (errores da los cohibidos mor-
“ tales, (|iiianas Ucean así a materializar los productos supersticiosos de
"su menta. Así se va trasmitiendo de generación en generación. En
‘ asas altas cumbres glaciales punrña's abunda la pajil, cuyo creci-
"mianto llega basta los 50 ó (10 centímetros de altura: y allí el viento
‘'hace proezas, cual un ser animado, juguetea, se solaza, se diría; y
‘'si en los arenales del desierto y de la costa, regálase el espectáculo
‘•para, el observado/', para que éste contemple sorprendido todo de
‘'cuanto caprichoso y obstinado suele hacer el viento con los granos
“ de arena, dóciles a. la vez del elemento ciego e irrebatible que soli-
“ viaiíla, aprieta, estruja y moviliza, esas partículas dóciles, para
“ amontonarlas en formas artísticas, variadas e inverosímiles, lo mis- .
“ mu sucede, en idéntico espectáculo, cuando ese desencadenado cle-
''manto se desala a través da la paja da los pajonales y de.las quie-
“ liras profundas, que dan la sensación de la altura, el poder de las
“ fuerzas de la naturaleza y de la mezquindad del hombre haciendo
“ su contraste. Ora se traduce en silbidos agudísimos que se prolou-
“ gnn y repercuten, esfumándose en las lejanías, yendo el eco de mon-
“ tafia en montaña glacial y sin fin y poniéndose al habla, tal es la
“ ilusión entre ellas, y espectáculo inolvidable para quien primero lo
“ contempla.
“ Ora también semeja concierto musical, rítmico, de variados y ,
“ diversos sones, y al cual ni siquiera le falta el compás marcado por
“ el tableteo de un redoblante, que tal es el efecto del viento; señor
“ absoluto de las alturas, ahí extiende sus dominios en toda su ple-
“ nilud. y magnificándose el cuadro con la soledad circundante y en
“ medio mismo a una naturaleza abrupta y salvaje! Y hay algo más
“ impresionante todavía. Cuando el viento se da en una de aquellas
“ lardes o noches huracanadas, seguido del granizo, en la puna soli-
“ loria y frígida, entonces habrá que inventar el pincel suficiente a
“ describir lo que actualmente indescriptible es: necesidad tendría de
“ verlo para comprenderlo y sentirlo el que lejos da aquéllos sitios
" vive a poli roñado en ciudades cómodas y defendidas, y ni mili así.
II" .do uno de los infinitos admirables fenómenos de la natura-
T U L L O - P I S C C O
*' lOsr rs precisamente el fenómeno ;«ImostV*ric<> que lia ot
'' 11;11111 nmliilinl dr leyendas rnli'r los timoratas aboripenes de la
*• Idealidad y lia dado niariri'ii, de coii ^ íltuicnli», a nuestra narración:
''al laiiioso T iillo-l’iscco. Sopla el viento; ya se inicia la tormenta;
"oscurécese el firmamento; es el momento ipio pasa, el TaUo-Viscc.o
‘■(pie viene, ese ser extraño, misterioso, destructor, terrible, violador
"de doncellas, Júpiter de nuestra cordillera. Todos hablan de él, y
"nadie lo lia visto ni lo conoce; cada cual préstale los atributos de
“ su mente aterrorizada e impregnada en la tradición ancestral, pri-
"mlllin orli'en de la historia universal. I’nr muchas vocea un Icono
‘‘ velo separa la leyenda de la realidad.
"I,os muchachos abandonan sus labranzas, y fu'pan a esconder-
“ se en sus rústicas y humildes chozas, y cu ellas, presididos por el
“ viejo jwtvr finuiliiir, si’ euelpan. así diremos, de los labios del ora-
“ dor. para escuchar sus consejas, una retahila de sucesos abraeiula-
“ brantes eir situaciones parecidas, con la aparición y desapari­
c i ó n pasajera del Tullo-Piscco. El buen anciano repite y repi-
“ te siempre allá lo ipie le contaron, en sus lejanas mocedades,
“ sus padres y ellos repetirán á su turno á sus descendientes, en idéu-
“ tica forma y aún corregido y aumentado, porque es el eterno cuen-
“ to de la bola de nieve.’
“ .Vuestros indígenas hacen sus invocaciones en frases aprendi-
“ das alrededor del amor de la lumbre, que en este caso es un candil
“ de presa, cuya rojiza luz ilumina los rostros espantados y siniestros
“ y bailan las pupilas dilatadas por el miedo y toda la expresión, en
“ fin, de la fisonomía ante las historietas espeluznantes del viejo na-
1 ‘ rrador inpenuo!
“ Ea coca va haciendo su oficio; chácchala’ el anciano, chacchan-
"la los hijos, chácchanlu todos; el jefe hace historia, la madre eseu-
“ (•hn 'oimi‘!!i, los váslairos inlerrnpnn con voz queda y curiosidad mie-
“ dosa. esperando por momentos ser ellos las víctimas señaladas por
“ el Tallo-I'ixcco, en tanto arrecia la tormenta y zumba el huracán y
“ tabletea el trueno en el espacio enlutado.
" El Tullo-l'iscco es el comentario oblipado, es el coco de las don-
“ eellas, ponpic son sus víctimas propiciatorias.
"En las fiestas populares de rito provinciano, las mujeres, eir
“ pimpos de tres o cuatro, colocadas juntas y ron el ruedo de sus faI-
“ das, llevado a la altura de la boca, que simulan cubrir, cantan al
"unísono, ron nol as apudísimas y el tono más el ('vado, los temas alusi-
" vos al asunto de la tiesta. Principalmente en la época de la cosecha,
"y dr la siembra, se explota el trina, ron estos sus acentos extraños
"y desesperantes, inspirados en diferentes asuntos, entre ellos, en la
“ negra Irycm,.. del terrible Tullo-l’isccn, y en lanío los hombres sue-
“ iian las hondas y mnalan por su parle el raido ron unas oxelania-
“ ciones i|ne nos liaren rerordar en nn no sé ipié al Inma liritániro.
"V es que en el fondo se congenian las roslnadires de los pnrldos
“ nriinil ¡vos" ( S n m a n e z d. (!.—“ /•,’/ Tullo l'i.scro, En “ El ('o-
nierrio". Diina, ‘JO de agosto de 1IIJI).
lis muy ¡nlrresanlr id milo de Taaiaiiqaira ipie aún se relalii en
el deparlámenlo de II nálineo :
Toiaaqqaira era lililí iiinjrr poderosa, lleynn de la .fueren. I'iiml
nidia siempre por las rimas, t'n illa bajó al llano y !’\ié sorprendida
por dos enormes llaaracu'/s (pie envidiosos la quisieron destruir.
Aceptó resignada la amenaza, pero les )iidió que a condición de que
lino solo la destruyera. Pensaron minares los dos culebrón?!? (pie ha­
lda (pie disenlir nuil de ellos sería el preferido romo wicrificiulnr,
Pero Toinaijquira- abrevio Inda dificultad y dispula, proponiéndoles
que ella se pondría, en la cima y que el (pie más corriera, cumpliría
la pendiente obligación. Tonunjquiro se puso de modo tal, que los rayos
del sol poniente impedían verla a los dos enormes huaracoys. Y así
cuando ellos pensaron en correr, los rayos del sol les impidieron ver-
la. Desde entonces Tomin/qiiTra con las maldiciones de los culebrones
se quedó petrificada en la rima, quedando también petrificados los
dos maldicientes.
Efectivamente, en los contornos de Ambo, se observan interesan­
tes efectos de erosión de aguas meteóricas y salvajes, que lian' dejado
en pié columnas en que la fantasía popular ve figuras humanas y
otras representaciones zoomórficas, en las que ven a Toinaqquira y
a los dos huaraco!)!!.
En los primeros años de la República, la fantasma aterradora te­
nía corridos a los habitantes de la ciudad de Arequipa, siendo en las
noches la dueño de la ciudad:
‘Por los años de 1828—dice don F r a n e i s e o I h á ñ e z—-los
“ habitantes de Arequipa estaban aterrados con una viuda que desde
“ las ocho de la noche recorría las calles de la ciudad haciendo sonar
“ una cadena (pie contribuía á darle aspecto sinieslro y lúgubre.
“ Ea fantasma era un figurón de estatura colosal, eubierlo con
“ una Iónica negra y un enorme cucurucho.
> 'En la fecha que sucedía esto, el alumbrado de la población no
“ existía, ponpie estaba reducido a una luminaria que uno ipm Otro
“ vecino ponía en su puerta con nn rabilo de vela, que. hasta des.
“ pues de las ocho de la noche alumbraba- a medias con su debilitada
“ luz. lista rii constancia contribuía a hacer que la fantasma inlun
“ diese temor a los habitantes de esa épica que harto se euidahnn ib'
I
un salir m a calle 111-<| >111 dr las nueve de |;i noche. dejánuoie c!
*■'ii 1111ii i lili n* .i I f i;• u n ’i11 •| m •, ••ni Isi j’••1111* sencilla. pasaba por i' o- ii
' i11• lll ni I(I V11Ili.
"III Irmir ilia siendo rada día íns grande, hasta el pxfrcmo (pío
'se 11i/.<> laii general, (pie a los niños en el día se les asustaba con
'mentarles a la viuda, y en la linche era la pesadilla de los viejos.
“ El prefecto de esa época era el ilustrado y valiente general D.
‘Antonio (¡nI iérre/, de la Fuente, hombre despreocupado, que lio
‘creía en brujas, ánimas en pena, ni fantasmas. Teniendo, conoci-
‘miento de lo (pie estaba pasando en la población, mandó que salie-
\se una patrulla de cuatro hombres y un oficial, con orden de que se
‘apoderasen de la fa ni asiría donde quieran que la encontraran.
“ El oficial y los soldados no las llevaban todas consigo y maldi-
‘ta la gana que tenían de cumplir tan repugnante comisión. Andan-
‘do más de fuerza (pie de gana por esta calle y luego por la otra
‘de repente divisaron a la fantasma,-y sin tener aliento para diri-
‘girle una palabra, echaron á correr. La fantasma conociendo el efec-
‘ i o ipie había cansado su presencia, se les fuá encima, poro la patni-
‘11a corría más y mejor hasta, que llegó á la Prefectura jadeante y
‘casi sin respiración. Repuesto el oficial del susto mayúsculo que se
‘había tragado junto con los soldados, dió parte al Prefecto de ha-
‘ber topado con <>l fantasmón: decía que tenía los ojos con fuego;
‘que era más grande (pie una (orre; que su aspecto era tan aterrador
‘que no era posible dejar de asustarse; que ni divisar a la fantasma,
‘los cabellos se le habían crispado; que al correr, las piernas se les
‘doblaban y les parecía de lana y el aliento les fallaba.
“ En vista de esto parle, el Prefecto determinó salir en persona
'a la noche siguiente acompañado de un edecán que no conocía el
'miedo y jamás sus ojos vieron visiones.
"A la noche siguiente el Prefecto y el edecán andaban por esos
‘Irigns en busca de la fantasma, basta que (quien busca llalla) pare-
‘ció aquello, y como se dice vulgarmente, se le fueron al humo. La
'fantasma intentó, como la noche anterior, hacer efecto y desorien-
‘tar a los que la perseguían; y viendo que no retrocedieron y al eon-
’lrario avanzaban con los aceros desnudos, volteócaras y cebó a
‘••orrer. en dirección al depósito de cadáveres que había en el liospi-
Mal di1 San .luán de Dios, que daba a la calle y (pie permanecía abier-
' to toda la noche, donde se refugió. Acosada por sus perseguido-
‘ res, mi tuvo más recurso que ''otar los zancos que la Inician tan
' r>ruin le, arroj ar por un lado el cucurucho y meterse en uno de los
‘ féretros, (adiándose sobre un cadáver y cubriéndse con el paño mor-
' Inorio.
‘‘('nnnilo In imloridml y el edecán penetraron ni depósito donde
violo i•111 nt c ii In Cuu l iiiimi, 1111111111i<*ri 111 mu In víala v linda
‘ 1 luí )•(un
“ vieron. Sin cmluíi'jjro, para. cerciorarse. leviiniiin el puño de uno de
“ los féretros, y ¡quién lo ereyi'm ! allí estnlni nnn mujer que con voz
“ desfallecida y las manos en actitud .suplicante. les dice:
—“ Dejadme en paz, porque yo soy una mujer desgraciada.
“ lia supuesta fantasma era una señora, distinguida i|ue al pun-
“ to conoció el Prefecto, y maliciando la causa de tan extraña eonduc-
“ ta, 1c ordenó al edecán los dejase solos.
“ Cuando lo estaban, la señora le reveló que había sido burlada
“ de un don fulano de tal y que al salir de la manera que la estaba
“ viendo, tenía, proyectado el matar al individuo que perseguía.
“ El Prefecto le afeó su modo de proceder y la obligó a que de­
gistiera de semejante propósito, puesto que en lo sucesivo ya no se-
“ ría un secreto lo que en tan menguada hora, había concebido.
“ La sacó del lecho mortuorio, le dio elbrazo y la acompañó lias­
e n su casa.
“ Desde entonces no volvió a salir la fantasma” (Ib año?.
F r a n c i s c o .—“ Tradiciones de vi i tierra”. Arequipa, 1984. pág.
1(35).
Refiriéndonos nuevamente a los duendes, diremos que en la ciu­
dad de Arequipa, creen también que corresponden a los abortos y que
de preferencia se presentan, en las casas donde bav niños sin bauti­
zar; las piedras que éstos arrojan dicen que son de muy poco peso y
muy frías.
Insistiendo respecto a las (dinas en pena, añadiremos que en
el departamento de Arequipa, dejan recado de escribir en el cuarto
en que se siente ruidos misteriosos, para que el alma en pena mani­
fieste sus deseos y diga, dónde se encuentra el tapada o entierro: di­
cen que los deseos riel alma en pena, generalmente se refieren a in­
dicar el lugar en que se encuentra el tapado y a señalar el sitio don­
de se encuentran los que fueron sus huesos y a que se les mande de­
cir determinado número dé misas, todo con el fin de no seguir peí lan­
do; es costumbre en los que tienen la suerte de encontrar un tapado,
mandar decir apreeinblc número de misas por el alma en pena, núme­
ro que depende generalmente de la riqueza que se baya logrado y
de la magnitud de los ruidos que se sintieron: y aseguran, que retira­
do el tapado o huesos y mandadas 11 decir las misas, desaparecerán
los ruidos, pues el alma en pena tullirá dejado de penar.
Agregaremos a las prácticas de velorio, la siguiente, en la previo-
eia de (.'anchis del departamento del ('uzeo: Cierran por odio días las
puertas riel aliarlo donde luvo lugar el l';¡!Ieri m a 111o ; ;d ealm de D'
i•u ¡i I<■-, l.i familia eondtur la lupa ili'l <I¡l'i 1111o hasta el .•urde 11•■! rio:
I>n >i-(mI<■11 a incinerar la ropa vieja. cuyas cenizas arrojan al río para
alojar las culermedades : y a lavar la ropa (pie pícala ser utilizada por
la familia, llrgrrsan a la rasa y ron un lumilirr pobre, generalmenle
cirro, liaren arroj ar ron fuerza Iros huevos, sobre las paredes del r u a r ­
lo donde ocurrió el fallecimiento; encienden después en dicho r u a r ­
lo cual ro velas de sello.
Hablando nuevanienle d.e las Muías, agregaremos (pie, en la ciu­
dad de Arequipa. ruando se desea saber si determinada mujer tiene
id'eelivanienle relaciones sexuales con un sacerdote, se la espera en un
templo católico y estando ella caminando se la arroja a los pies un
sombrero de hombre: si en la pisada se descubre la impresión de la
herradura de una milla, se tiene la prutaba incontestable (le la verdad
de dichas relaciones.
lint re los Kipibos, Combos, Setebos, la extracción de la Chonta.
se realiza en la siguiente forma: “ reunidas algunas familias, eomien-
’biura tomar chicho basta ponerse ebrios, preparando de antemano
“ era,lides cantidades de esa alcohólica bebida; y cuando están ebrios,
“ se dan fuertes rasguños unos á otros, empleando pana eso, á mas de
"las propias uñas, una especie de cuchillos de forma curva, con lo
"cual hacen graves heridas no raras veces, que les ocasionan la muer-
“ lc o la pérdida de algún miembro, o cuando menos, los inutilizan,
“ por resultar corlado algún tendón ó nervio, lil efecto que se propo­
siten con esa salvaje fiesta, si fiesta puede llamarse lo (pie parece ¡n-
“ ventado por el maligno espíritu, enemigo del hombre, es arrojar o
“ expeler la chonta, que. con supersticiosa y estúpida creencia, su-
“ ponen que les ha sido inoculada en su cuerpo por algún brujo enc-
“ mign suyo, de cuya acción malévola van á quedar libres y salvos,
“ mediante aquella sangría y herida recibida en la fiesta. Creen esos
“ infelices que son efectos de la chonta, los dolores de cabeza, cstóma-
“ go o'de cualquier otra parte, lis la chonta. una madera que se en-
“ cuentra en aquellas selvas, y cuyas diminutas astiilitas creen aque-
“ Ibis gentes supersticiosas, que son infiltradas, de un modo inexpli-
“ rabie, en los cuerpos humanos, por la acción mágica de los brujos”.
( Ka b u l e L n i s Viaje de tos ¡'adres Misioneros dtt Convento
iht ('meo a tas tritios salvajes de los Campas, t’iios, Cunihos 1/ Sijii-
lws". Lima, 1S7 7 . pág. 1S1).

La existencia de Xnpaii en la religión de bis primitivos perua­


no. lia siiln enunciada por quienes se han ocupado del asunto con una
111;l \ <>. iiuiímanidad que l;i existencia l<,;i I. cu el rilo incú ico. . Ic mi
|ns CI>rrcs| >11ti11¡ell les a las (Ie If| ;| (1es buenas. propicias al ||, Ini 11le. \a
ila <Ie parí icular i>I’rece el lieeho de osla mi i l<>rin i<In<I de opiniones,
si se piensa en <|iie la eran mayoría de las teogonias consigna la axis.
Inicia de las divinidades extremas, aquella que es símlmlo del liien y
aquella otra que es símbolo del mal, y, per el lieelm de serlo, e< ene­
migo lógico del primero, con ol cual sostiene guerra eterna. Así, pues,
Siijimi, en la mitología peruana es la oposición simle'ilie-a del l’tichn-
cmiuic y las (ribos que pueblan nuestro Amazonas, descendientes en
oran parle de tribus que abandonaron el imperio de los Incas al ad­
venimiento de los españoles, y en cuyas costumbres es frecuente ba­
ilar huellas muy interesantes de su abolengo, admiten también un
Supon, un espíritu malo opuesto a los dioses buenos a quienes ellos
rinden culto.
Tomando nota del concepto actual de los indios respecto al dia­
blo. concepto que expresa mayor terror que repugnancia y teniendo
en cuenta el hecho de uno ellos procuran mejor evitar que combatir
la acción nociva del espíritu maligno y de sus supuestas encarnaciones
en hombres y en animales, nos inclinamos a creer que aleo de exa­
geración buho en nuestro hábil compatriota ( l a v e ¡ l a so o algún
deseo de manifestar la eficacia de la predicación del evangelio, cuan­
do dijo que “ la intención de los indios nunca fue dar este nombre
( l’aclmeamae) al demonio, que no le llamaron sino Zapan, que quie­
re decir diablo; y para nombrarle escupían primero, en señal de
maldición y abominación” ( ( í a r o i l a s o . —“ Los (’ownilmios Tíra­
les dr Jos lucas'’. Lima, 1 0 1 8 , Tomo I. pág. 8 1 ). Es de creer que es­
ta abominación fue solamente hecha ostensible para convencer a los
conquistadores del total abandono de unas creencias religiosas que
aun se conservan en la actualidad, si no fue piadosa aseveración de
O a r c i I a s o.
S¡ los primitivos peruanos creyeron en el Supon, es posible que
le consideraran culpable de muchas o de la mayor parte de sus en
fermedades y de sus desgracias, creencia tan frecuente en los pueblos
primitivos. ‘‘En la creencia caldea-—dice h e n o r tu a n I. “ Tai
iiiat/ir ches les chaUJTcns ”, I’arís, 1871 -las enfermedades son obra
de los demonios, . . . la enfermedad es dada como un efecto de la mal­
dad de los diferentes demonios; parece que se la considera como un
ser personal y distinto que ha extendido su poder sobre el hombre''.
Los rs/piiiiiiili s suponen que las enfermedades son maui fe :l aciones n>
Irndbles de malos espíritus o demonios (pie se han apoderado del ence­
po de ellos o (pie habitan en él ( \V e I s y K e l l y . “ Hiialish <x-
l. iiin mui i x/i'/ao imiUih I iicahnlai n s ' I,
Xn hemos encontrado 111>(i<•¡;i íiltrn m;i res pee 1o ;i la forma (pío los
pri11ti t i \ i>< peruanos (1ioron a Su ¡uní y si la dicha l'onna tuvo algunos
•pimío-» de culiInt'la (•mi la> particulares apariencias que la religión
crisl iana eniieeile al milo demoniaco.
Si niiiehos indios. siiurnlarmcnt e los de Puno. Cuzco y Ayacu-
din, así como los de nuesleas monlafias. conservan relalivamentc ¡ni­
cas algunas creencias de su remotísimo culto, la inmensa mayoría de
ellos lia experimentado una acción indiscutible de la religión.católi­
ca. La concepción de Suptni ha debido ser modificada intensamente:
Los aupagpa huahuan de los modernos son sujetos a quienes se da ese
nombre despectivamente: son sujetos que reciben en tal nombre el
agravio de condiciones morales detestables. Si los- primitivos perua­
nos creyeron en los stipai/pn huahuan, es posible que ellos fueran
considerados como de origen divino, análogamente a como lo eran los
hijos del rayo, muchos de los cuales eran dedicados al sacerdocio,
por razón exclusiva de su pretendido origen divino.
El demonio de los cristianos en la mitología peruana de hoy es
obra exelusivif de la predicación del evangelio en las fierras con­
quistadas. V la inmensa mayoría de las leyendas relativas al demo­
nio de la religión católica son obra exclusiva de la objetivación del
mito (pie se vieron obligados a hacer los predicadores, poco o nada co­
nocedores del idioma de los indios. Las apariciones del demonio y otras
manifestaciones demoniacas, que tuvieron su época de oro en el Perú
durante los tiempos que de ejercicio tuvo en Lima el Tribunal del San­
to Oficio, viven aún, en el vulgo, la vida intensa de la leyenda y se
cree en ellas como en los buenos tiempos en que el Padre C a l a n -
c li a hablaba de sujetos que morían rabiando por haber penetrado
en sus cuerpos el demonio y de aquellas desventuradas mujeres a
quienes el maligno hacía objeto de sus repugnantes erotismos. (C a­
l a n c h a.—“ Coránica moral izada del Orden de San Avgustln en el
Perú”. Bareeloija, 1 G3 0 ).
De idéntico católico origen es el mito de los duendes, que debió
servir a los misioneros para hacer una activa propaganda en favor
del bautismo, ya que se consideraba (pie eran los niños muertos sin
bautizar los que llevaban la vida inquieta que llevan los duendes en
conformidad con la leyenda. Y son del mismo origen las “ almas en
pena"’ y los “ aparecidos’’ que tan profusamente halla el estudioso en
la a preciosas páginas de aquella, amable historia del Perú colonial
que ha e-erito don R i c a r d o P a l m a en sus populares tradi­
ciones.
A r r i a g a. ( l,n Kxlirpución <Ir la Idala!ría en el Perú. —En
i'olee R o m e r o D e t e n g a . Segunda Serie. Lima. Al CAI XX. Tomo
— r»i

I. pág. L’ñ) habla dr linos Ilunraclln qiic serían la representación inea-


na drl mili) riilóliro dr los diirildcs : " Eli rslrmisino pllrlilo dr 'I'anril
ndnrnviui n los ilnrndrs 111m ellos Human 11 mirarlln, mi viios alisos que .
cslavnn junio al pueblo. adonde sr aparecían y ovan sus voces, y a estos
también drdieavnn donccllíis para ol’m'i'r sacrificios". Ini párrafo
semejante sr lee en O l i v a (Historia (Jet Verá y 1 arañes insiqms
en santidad.-—Lima, 1 8 0 5 . pág. Eit) y en C a l a n clin. (OI», eit.
Tomo .1. pao. -1712).
Los indios de la región amazónica creen ijne la Chonta es un es­
píritu maligno (pie se lia introducido en el cuerpo do los sujetos de­
terminando la enfermedad y por eso creen cpic la única cura racional
de ésta es la extracción de la chonta, practicada en la forma que de­
jamos enunciada. El Machu (viejo, en porfolios, o animales, o plan­
tas. Vocab. Q'quichua de D i e g o G o n z á l e z l l o l g n í n )
do los indios euzqueños, es un espíritu maligno, capaz de causar to­
das las desgracias y todo el daño posibles y al cual los indios ponen
gran empeño en tener de parle. El mimo Inri tari (Lari. tari, genio
de. la puna, que no reconocen Cacique, cimarrones. Vocab. de L.
B e r t o n i o ) de los aymarás, que tienen a su disposición mitológi­
ca el Supaya, constituye otra representación mítica del espirito ma­
ligno. Y el Qnepquc (Jlunut pvrilt qucpquc, Pliantafma co­
mo cabeza humana que andana por el arre. Vocab. Qqnichna
de G o n z á l e z II o 1 g ü í n ) , animal misterioso y fatídico heral­
do de desgracias, de enfermedad y de muerte, no es, en buena cuenta,
otra que una representación del espíritu maligno, como lo son aque­
llos hombres y aquellos animales que, por algunos particulares aspec­
tos, son lomados por el vulgo como habitual domicilio (M espíritu de
la.s tinieblas.
Respecto a las Taras del Amazonas, ellas parecen haber mono­
polizado entre nosotros el personal, numeroso en otras mitologías, de
los fantasmas del agua. Entre los mitos de la "región misionera" des­
cribe A ni b r o s c I t i (Supersticiones y Leyendas. Unenos Aires.
1í).17 . págs. 10.1 y 100) Iros denominaciones de los fantasmas del
agua representantes de otros lautos tipos míticos: el li-pora, animal
fantástico que a las veces-se lince antropomórfico: el l'ira Xá, pez
negro (pie echa a pique las embarcaciones y el Vayna-ron, monstruo
de coloración semejante a la del asno, poblador de las orillas cu las
cuales liare excavaciones destinadas a hacer caer en ellas a los ani­
males de cuyos pulmones parece ser goloso. Las Yaras de! Amazonas
serían el representante peruano del n pora, a diferencia dn (pie es
constanlcmenle antropomórfico: otro punto de contacto cutre am­
bos mitos e liaría >n las tendencias eróticas de ambos. A ni l> i os c I t i
. ¡ l ; i !<•\ >muI:i de una .joven arrebatada por mi á puní, <11h- era mi
iii'irrn. ipil' Iki)>i;i manifestado a la joven haberla codiciado por mu-
i,lil ¡ni" Ii i 1111ii i I,n .inven I’11<’• ir .1il n ¡i la a |ir¡ nivoi merced a la "lira
111• mi niiilifii viejo ipir sr aivrri) a las lilallas drl río y pronunció
1•iIM-t as nrarii mas a hizo riri'hii r \ i0 "' ¡s mu ■; ipia nblij'ai'nli al ai'i'ilirii
Iil■11a■11 a di•\ 111\ i1r "ll vlclinui, la anal ofrecía huellas da las torturas
a ipla halda sido smnalida. Idáiiliaamanla erótica as la Yitm dal Ama­
zonas. como lo comprueba la leyenda dal ¡joven Cocaína que liemos
tomado del interesante libro del doctor H e r r e r a .
La ansí timbre da los indios da ('ajamaran de arrojar rmn¡tus’ ti
los montones da ramilas ya existentes en determinados lugares de los
caminos, as una interesante supervivencia de la costumbre incana
de las apacbitas o apachetas. Refiriéndose a éstas dice (í a r e i 1 a-
so: “ Declarando el nombre apuchitos que los españoles dan a las
cumbres de las.cuestas muy altas, y las hacen dioses de los indios,
es de saber qué lia de decir apacliccla, es dativo y el genitivo es apa-
checpa deste participio de. presente apachar que es el nominativo, y
con la sílaba la se linee dativo; quiera decir, al que baca llevar sin
decir quien es, ni declarar que es lo que linee llevar; pero conforme
al Crasis de la lengua, como a Iras liemos dicho y adelante diremos,
de la mucha significación que los indios encierran en una sola pala­
bra. quiere decir, demos gracias y ofrezcamos al que hace llevar es­
tas cargas, dándonos fuerza y vigor para subir por cuestas tan ás­
peras como éstas y nunca lo decían sino cuando estaban ya en lo al­
to de la cuesta; y por esto dicen los historiadores españoles, qnc lla-
mabaii apachihtx a las cumbres de las cuestas, entendiendo que ha­
blaban con ellas, porque allí les oían decir esta palabra apacheta; y
como no entienden lo (pie quiere decir, dénselo por nombre a las cues­
tas" (f¡ a r c i 1 a s o.—Oh. cit. Tomo T. pág. 8 9 ), El mismo historia­
dor (Oh. cit, Toin. 1. pág. 9 0 ), reriere que los indios “ a más no po­
der. ni tener otra cosa mejor, ofrecían algún palillo o algunas pajue­
las, s¡ las hallaban por allí cerca: y no las hallando, ofrecían un gui­
jarro: donde no había cebaban un puñado de tierra; (según P o l o
de On l l e g a r d o.—“ histrvccinn contra las. ceremonias ;/ ritos que
rsan los indias conforme aI tiempo de su infidelidad".— En ('olee.
R o m e r o L r l e a g a , Primera Serie. Tomo III. Lima lUCÍUXYL
págs. IttO y ‘JOñ—, ofrecían también: plumas, coca mascada, maíz
ni.'M'inl'i, ojotas viejas; y según otros autores ofrecían además: so­
gas. ropa, clc.t : y deslas ofrendas había grandes montones en las
c u m b r e s de las c u e s t a s " . “ Cada vez. que soldán algún puerto de
nieve o trío, en la cumbre tenían un gran montón de piedras como
l1"!' a l t a r . \ di a l g u n a , p a r t í s p u e s t a s allí m u c h a s e n s a n g r e n t a d a s
saetas, y ¡illí <11'i-i . i¡i n ile 111 que llevaban. /\ 1j»ii nos dejaban ¡illí algiq
nos |»(■(I¡ixos de |>I;11;i. otros, 11c uro, otros. pelos de los pestañas, olpos
de las cejas, oíros, de algunos caladlos. Tienen por roslnmlirn eiimi
liar por allí con gran silencio; poripic dicen ipir al luildan, nc enoja
rán los vientos y (adiarán ninclia nieve y los matarán'1. (He la s
( ’ iihiis, Ih las . I ni anuís (lentes ih l l'irn. Madrid, ISO'1, pápe.
|)8d)l)j. De modo ipie los indios de (.'ajamaren, ofreidendo mpudlas pe
quenas ramas que dejamos dicho en osle capítulo, hacen exactamen­
te como lo hacían sus remotos antepasados. Da constatación tiene td,
mismo valor, trátese di1 una ofrenda al cerro o al genio del cerró' o
Irá tese de una ofrenda en apradecimieiilo a l ’ac.hncnwac, Da mayor
parte de los cronistas hacen referencia a este rito de la apachada : Mo­
lí n a (“ Relación de las fábulas p filos de los lucas1', Lima 1!U(>,
Golee. R o m e r o y I’ r t e a "a. Serie I. Tomo I), manifiesta que
también ofrecían sal los indios en las que él escribe cha pasitos. V i-
l l a g o ni e s (“ E.iurlacioncs c instrucción acerca de las idolatrías
de los indios. Lima, 11)1 !). Colee, lí o m e r o y tí r t c a £ a. Serie, I.
Tomó Xtl, pág. 2 1 0 ), formula el siguiente cuestionario de averigua­
ción: “ 2 0 . Si cuando van camino han echado o echan en las cumbres
altas, o apáchelos a donde llegan, o en piedras grandes hendidas, co­
ca mascada, o maíz mascado ú otras cosas escupiéndolas, o ludiéndo­
les que les quiten el cansancio del camino" (Tomado por V i I I a-,
g o m es, de A r r i a g a. Oh. cit. pág. lOO). El señor V i 1 1 a g o-
m e s confundía dos prácticas distintas aunque muy vecinas y tal
vez si de un fondo idéntico: confundía la apacheta, que era. exprc-
si m de un agradecimiento a camino hecho, cuando la marcha bahía
sido buena, cuando la divinidad invocada o el genio invocado hablan
hecho ya el favor solicitado, con aquella ceremonia que hoy realizan
los indios de Cajamarca y lluánuco, solicitando el apoyo de sus se­
cretas divinidades o la benevolencia de los genios tutelares de los ca­
minos que van a recorrer: hacía ¡dénlieos ofrecimientos y manil’csla-
ciones de gratitud,
•T i j ó n y G a a m a ñ o (La Rcl pión del Imperio de los Incas.—
Quito, lili!). Tomo I, págs. 2 (ib y 2 (5-1 ) pretende explicar el origen de
las Apartidas, de la siguiente manera: “ Ahora bien, si los primiti-
“ vos atribuyen la fatiga a un espíritu o poder .mágico maligno, /.no
‘podremos suponer que creen que éste reside en las cumbres de las
“ montañas? /.No sabemos acaso (ya que de ello tenemos repetidos
“ ejemplos) que lian creído que en las cúspides residen genios irrila-
“ toldes y dañinos? Id11 cuyo caso qué cosa más natural que el que
“ atribuyan a eslos la fatiga producida por la ascención, va que
“ niienl ras‘más so acerca el caminante a la cumbre, más difícil se |<•
“ vuelve el cent inuar su ruta y una voz coronada la montaña, el cs-
"píritu se dilata, los ímisculos se llenan de ímevi) vigor, á Ja vista del
"descenso y ante la convicción de que la mayor dificultad lia sido
"dominada. Y si es así. ; no será muy ló<ric*o el suponer, dada la
"mentalidad del hombre no civilizado (que por motivos que no es
"del caso analizar, cree que la cúspide de los cerros es la residencia
"de espíritus mal intencionados) que atribuya a éstos la fatiga ex-
" perimenta.da en la subida y que.arroje piedras en los lugares, de
"donde juzga (pie emana, para impedirle salir y enterrarla? Y, si
"esto es así. muy fácil es explicarse cómo con el trascurso del tiem-
" po, la evolución de las ideas, la constante repetición del acto, segui-
"do de una misma sensación, la de disminución del cansancio, propia
"del descenso, se haya olvidado a juzgarse que, al arrojar el guija-
"rro sobre el montón, se echa allí la fatiga. Lo cual era tanto más
"fácil de que crea el primitivo, cnanto que muchos de sus ritos má-
"gieo-rcligiosos, estaban fundados en la trasmisión del mal de que
"adolecía a un objeto material, para librarse de él, al mismo tiempo
"(lite de éste".
"La práctica de depositar los caminantes una piedra, un palo
u otra cosa, parecida y de escaso valor en sitios determinados no es
exclusiva del antiguo Perú, ya (pie igual costumbre ha existido en los
más diversos países, tanto del Viejo como del Nuevo Mundo, y es
una de aquellas usanzas primitivas, en que todas las razas y pueblos
coinciden". ( J i j ó n y C a a m a ño J.—“ La Religión clcl Impe­
rio de los Incas’’. Tomo I. pág. 1 7 6 . Quito, 1 9 1 9 ).
Respecto del origen de las Apachitas. Sa n! , a c r u z P a c h a -
e u t i ( Jo a n de S a n t a >c r u z P a c h a c u t i Y a m q u i.—
“ Jicinrión de Antigüedades deste Retino del Piró”.—En Tres Relacio­
nes de Antigüedades Peruanas. Ob. cit. págs. 247 y 2 4 8 ) dice: "Este
('¡nrhintcnt/nga comenzó a gouernar a todo el señorío de su padre, el
(pial fue gran amigo de ciñieras y de hazer ropas, y los mando que bus­
caran minas de plata y oro; no entendió mucho este en cosas de guerra,
porque como hombre muy alto, y talle de espantar, poras vezes salía
en lo que es de hazer edificios de cassas ¡ eran tan aplicados de gran
fuerza. De todas las prouineias desde Ohacnmnrca y desde los Au-
garaes allí dieron con presentes; y (pie las quería hazer conquistas,
los yinhiaba sus capitanes y gente, los-(piales dizen que cu cada que­
brada lo liazía licuar piedras por para (sir) hazer ttsnus, que son
\nas piedras puestas como,estrado. 1" en este tiempo, dizen que vn yn-
dlo encantador se entrometió por vno de los oficiales de guerra, el
qnal los alna dicho (pie los llamasen ngaehitas, y los ptisso vn rito que
cada pa-uijero pass,a--e con piedras grandes para dejar para el dicho
oferto nessosario ya doelaradn: y mas lo alúa dicho el dicho encanta­
dor al capitán del yuga rpm lodos los soldados los echasen los encalla-
cJio.i, cocas mascadas al serró por donde passaren, debiendo coy coy-
iU¡j can pitn-cqui pariynn coila ¡y yus h indíne. V desde entonces los co-
mensaron llenar piedras y echar cocas, porque aquel encantador pu­
blicamente los hazia assi hordinariamente. Y muchas rezos que aconte­
ció que los npaehitas o serros y dentro dolías los respondían vora hue­
va, con esto fueron ei'cydos por aquella pobre genio de los tiempos
passados”.
til auquiljs> o iniqui do los doparlamonlos del centro y el npn
(Señor grande o Juez Superior, Vrocab. (¿quichua de G o n z á l e z
H o 1 g u í n) de los departamentos del Sur y el achachila de los ay­
marás (En opinión de A r r ¡ n g a y cu, la de V i 1 1 a g o m e z, algu­
nos hechiceros del antiguo Perú recibían los nombres de Chacha y
Anquí y Auquilla, “ (pie quiere decir padre o viejo”, en “ Exortacio-
nes e Instrucción acerca de las Idolatrías de los Indios”, Colee. R o ­
m e r o U r t e a g a . Primera Serie. Lima, MCMXTX. Tomo XII.
pág. 1 5 1 ), parecen, así mismo, tomar origen muy remoto en las creen­
cias religiosas de los primitivos peruanos. Rodeados óstos en su mito­
logía, de un considerable número de divinidades nocivas, que sólo pa­
recían esperar el momento oportuno para hacer al hombre víctima
de su poder y sujetos a una tan severa acción de la divinidad buena,
exigente en demasía respecto a veneración, los primitivos peruanos
debieron contar con algunos genios protectores de cada familia o de
cada tribu. Tal parece ser el origen de los achacillas que aparecen
en el rito de los he ollas como personificación mítica de celosa vigilan­
cia y de celo afectuoso por el bien de los hombres. El miquillo de
Huánuco es, probablemente, representación regional del mismo es­
píritu tutelar.
Posible es que estas costumbres de los indios de hoy tomen su («ri­
gen en aquellas prácticas de las tribus preincásicas de las cuales di­
ce G a r r í l a s o (Oh. eil. Tomo I. pág. JO) "que adoraban yerbas
plantas, flores, árboles de todas suertes, cerros altos, grandes peñas
y los resquicios dolías, cuevas hondas, guijarros y piedrceitns” ; y
P o l o d o O*;'! o g a r d o ('' Instrucción contra las ceremonias y
ritos que rsim los indios conforme al tiempo de su infidelidad”. En
Colee. R o m e r o U r t e a g a . Primera serie. Lima, ¡MG.MXVl. To­
mo IIP pág. ISO) dirá que: "oouivn es casi a Indos los Indios adorar
Uñaras. Idolos, Quebradas, Peñas o Piedras grandes. Cerros, Cum­
bres de montes, alamud ¡ales. Puentes y finalmente qualqnier en a d»
naturaleza que pare/ra milalile y d i lereneiada de las d« ma peñe
liras osla- que debieron halen *■ i«l i, I<« aun de- pues do la llenada de
los i-1>n11ii ¡s| ni loivs cuando ini Iira I a \ ¡ l l a g o ni e z. i'iiinn iulerrnga-
<•¡<*>11 por h¡i<'i,rs<' ¡i los íihIíik, la si«rii¡>*i11 : " I(i. Si lian-adorado, o mo-
i liado, adoran, o mochan alalinos ititiis, o maiiaid ¡ales, o puquios, pi-
dii'inlolrs, vida, salud o oíros bienes temporales". (Olí, ciI. pao
■Jim.
Que los primitivos peruanos creyeron en muelias divinidades pa-
trouns'de los silios o lugares <|ue (dios freciirntaban, parece demos­
trarlo la l'reeneneia con la cual ellos adoraban todo aquello que ofre­
cía algunos aspeelos. por muy leves que éstos fueran, de sobrenatu­
ral y la frecuencia con la cual atribuían un origen divino a todo
aquello que saliera de la normalidad de sus experiencias de la vida
cotidiana, l’ero es probable también que estos aparentes cultos a de-
determinados lugares ib' los caminos y esta generalizada creencia en
genios tutelares, protectores di' la vida del hombre, sólo constituyeron
derivaciones del culto de la l'tichii-nunini (.Madre Tierra) a la cual
cuidaban de venerar y de hacer las más ricas ofrendas con motivo de
las simples acciones de la vida, como tendremos ocasión de manifes­
tarlo en el siguiente capituló.
ba práctica Imantupieña del l’ichqncli ;// es de un origen neta­
mente incano-. V i.l l a g o m c z (que loma de A r r raga. Oh. eit. pág.
2001 nos ofrece una prueba, cuando considera en t'l cuestionario de
averiguación de las idolatrías de los indios (Oh. eit. pág. 211) la que
signe: “ 2M. Ri creen, o han creído dicen, han dicho que las almas de
los difuntos van a 11uaraeoclui o a l ’pamareu, y no al cielo, o al in­
fierno. o al purgatorio, o si cuando se muere alguno dedos, al alma
del difunto le han dado, o dan de comer al quinto, o otro dia, que­
mando para ello maíz, y derramando chicha, o en otra manera”, sub­
sistiendo aún la práctica de esparcir ‘‘harina de maíz,, o de Quitina
por la casa, para ver, si buclve el difunto, por bis pisadas que ha de
dexar señaladas en la harina ". (A r r i a g n. Oh. eit. pág. ó!); y Y i-
I I a g o m (•/.. Oh, eit. pág. 1 7 0 1 .
La práctica de velar a los muertos era llamada por los incas l’o-
rnririic t l'okorilni.r, se lee en T s c h n d i), voz que, según Cr i e n -
ga l.Votas en el libro de Y i I I a g o tu e z. pág. 2 0 8 ) significa: “ ve­
lada completa, toda la noche, de claro en claro: de la noche á la auro­
ra: 1‘oriirir el que amanece, la aurora y Tuto, la Vuelto". El J'ocnri-
fiic solía durar "cinco dias, en los qmilcs ayunan no comiendo sal, ni
ají, sino maíz blanco, y carne: y juegan al jugo que llaman la /Ox­
eo i l'n sro e 11 Y i I I a g o ni e z) lomando el mimbre ib* los cinco días,
qno c, <•<111 \ nos palillos con diversas rayas, y no entiendo, que tienen
m a s oi i -1••i io. une para divertir el sueño \ al cabo de estos cinco illas
tan a la\ar la ropa <111<• de \ ó el difunto, al río" i A r r i a g a. (Ib.
cil. pág. (i*1: v Y i I I a g o m r z. Olí. i*i I. pá«r. 1 7 1 ) ; en el l'acaricac
se cantaban ‘‘endechas cmi voz muy lastimosa, vitas voces a euros, y
otras cantaiulo vno, y respondiendo lodos los demás, cierran la puerta
por donde sacaron al dirimió, y no so sirven más do olla. Kn iilpnnos
pnolilos do los llanos, diez días después do la muerte del difunto se
junta todo el Avilo y parentela, y llevan al pariente más coreano, a
da fuente, o corriente del río que tienen señalado y lo zabullen tres
veres, y lavan toda la ropa que era del difunto, y luego se liaze vna
merienda, y id primer bocado que mascan, lo echan fuera de la boca,
acabada la borrachera se linchen a casa y barren el aposento del di­
funto, y echan la rasura fuera cantando los Hechiceros, y esperan
cantando, y lloviendo toda la noche siguiente, al ánima del difunto
que dizen, que a de venir a comer, y hever, y quando están ya loma­
dos del vino, dizen que viene el ánima, y lo ofrecen derramándole mu­
cho vino, y a la mañana dizen que ya está el ánima en Zamayhuaci,
(pie quiere decir casa del descanso, y (pie no volverá más” (A r r i a-
gn. Olí. idt. págs. íid y til); y Y i I 1 a g o m o z. Oh, eil. págs. 170 y
1 7 1 ). Según P o l o de Ondegnrdo (" I nslrrcion contra lux ceremo­
nias 1/ ritos que rson los indios conforme al tie»ii>(> de sn infidelidad. ”
En Colee. H o m e r o C r I o a gn. Primera Serie. Tomo 111, pág 1**1)
‘‘las exequias (duraban) en partes ocho días! y en partes menos” :
según d c I a s C a s as (15 a r t o I o m é de l a s C a s a s.—De
las ''Antiguas (lentes del l ’en't”. Madrid, 1 8 Í12. pág. 1 2 2 ), lloraban
n los muertos ‘‘cinco y sids días y aún diez, y. , , . bahía mujeres que
tenían el oficio de endeelieras (las que contaban) las perfecciones y
virtudes del difunto” ; y según Cobo (Oh. cil. 'romo IV, pág. 215(1)
“ en la muerte de grandes señores duraban ocho días los llantos y ce­
remonias. . . . ”
Los antiguos peruanos no solamente acostumbraban el Vararicnc,
para honrar a los recién fallecidos, sino también en las fiestas perió­
dicas (pie hacían a sus liuaeas, a sus nudqais (sepulcros de los ante­
pasados, donde también enterraban a sus muertos), en las que los he­
chiceros iban a las huaros, a los nudqais, a hacer determinados sa­
crificios, terminados los cuales regresaban los concurrentes y comen­
zaba el Vacaricuc propiamente tal, en una noche en la (pie muLe dor­
mía. cantando a ralos y a ralos bailando y otras refiriendo cuentos y
así a los muchachos solían casi ¡gn/* cuando se dormían y desde esa
finche comenzaba el ayuno, privación de sal, de ají. y del ecdtu. Y
este ayuno duraba cinco o más días (A r r i a g a. (ib, i■iI. paos
1 y .11); V i I I a g o ni o z. (>b. eil. pág. bS ).
Pr e oc upa c i ón muy viva del clero español fné e s t i n e u i r e| l'aea
nene, cuya supervivencia es verdaderamente notable y en c| /Y/u ,'u
contra la Idolatría del padre A r r i a g a (Ob. cil. pág. 1 9 9 ) so con­
sidera la pregunta l'J reveladora do osa tomlonoia: “ Tlom si saben
que en las diolias l’ioslas do las Uñaras írn diioniion on Inda viiíi no-
011o oanlandn lloviendo, y haylaudo el que llaman l'acauii'iic, por cc-
romnnia do su geni ilidad En ol edicto do V i I I. a g o ni e z esta
pregunta licuó id minicrn S (Ob. cil. 1111". ). Entro las constitu-
oiniios (pío debían dejar los visiladoros de idolatrías ( A r r i a g a .
Ob. cit. pág. 2 0 -1 ) ligura osla “ Item de aquí adelanto los, Indios de
oslo pueblo, no liarán el Vacxricuc. .. .v el cura, y el Vicario de este
pueblo procederá contra, los que quebrantaren esta constitución, co­
mo contra relapsos en la idolatría ”. Párrafo semejante se lee en Y i-
1 1 a go ni e z (Ob. cit. pág. 2(i2).
En la actualidad en el departamento del Cuzco, se juega toda­
vía la 7 f*rtu con unos huesos de las patas de las llamas, a manera de
dados. Es juego para gente joven, y es muy empleado para distraer
la monotonía de una lincho de velorio.
En creencia do que el canto do algunas aves es de mal agüero,
también os de origen incaico, pues P o 1 o de O n d e g a r d o ("Ifls-
Inician cantey, tas ceremonias 1/ ritas que vsan los indios conforme al
tiempo de su infidelidad.'’ E11 Colee. Ho r n e r o U r t e a g a . Pri­
mera Serie. Tomo III, pág. 1 9 7 ). dice que cuando los antiguos perua­
nos “ oinn cantar lechuzas, buhos, buytrcs.. .lo (tenían) por agüero
malo y pronóstico do muerte, para sí. o para sus h i j o s ...” ; y P é ­
r e z I’ o c a n e g r a (Ritual Formulario, c Institución de Curas,
etc. Lima, 1 6 3 1 , pág. 1 2 S). trae la pregunta siguiente: “ Quando ves
alguna, culebra, o alguna fierpe, o oyes cantar alguna lechuza, o al
ruifeñor, o al buho, o a cierto pnxnro que canta de noche, o ladrar
algún (ierro? Rucies temer, diziendo, quizás caeré en algún pe­
ligro 1 ”
Hospedo a la actual costumbre de los indios de Cajainarca, Lam-
baycque y Rieuaní (y probablemente de casi todo el Perú) de acu­
dir ¡1 las iglesias y a. los cementerios (sobre las mismas tumbas de
sus antepasados y parientes), llevando alimentos que'se obsequian
a, los indios que rezan por el alma de los deudos.: indudablemente que
representa las ofrendas que los Incas hacían a los muertos, de las
((lie se ocupan tantos historiadores, y a cuyo respecto dice P o l o de
O ti d e g a r d o (“ Jnslrucion contra tas ceremonias y ritos de los
indias conforme id tiempo de su infidelidad". En Coleo, lí o m e r o
C r t e a o,a. Primera Serie. Tomo III. pág. 1 9 1 ) “ vsan hazor sus
animu-sarios acudiendo o de mes a mes. o do ano a año, con comida,
'•liieba. piala, lupa \ mías ..... para -aeri l'n a ría o hazor ollas cero-
ilion i¡is Tu ]>.’i rrn i'i i si-ni <•ja ule si' Ice en (' n 1 a n o Ji a. (Olí. cit.
Tomo I. ]iáy. .‘>7 7 ).
Ija si oh ¡*>ii I i<,r«-i'(*ii«’ia do I? n ni n k <¡ a v i l á ti. parece Inier
relación con los Achacli ihts y con Jos aves 11m* inlcrvioncn cu algunas
sesiones de brujería: “ Entró pues aqueste enemigo (el demonio) en
vn banquete qe vil Indio aula ordenado por dar alegre contrapeso a
la cosía y trabajo en qe. le estaña una casa que ya tenía acabada
(cosítimbre muy recebida desla, nación, liazer grandes fiestas qitando
leuantan edificios.) assistio c) demonio por grande rato eti el banque­
te. con aquella forma, y figura de aue, que entro, y porque esta re­
lación eobrasse mas crédito con los testigos, mandó el Prior llamar vn
Indio, el qual depuso de este sucesso como quien le vido, y de su bo­
ca le, oí yo por el orden que aquí refiero: Verdad es padres mios
(dixo el Indio) (pie siendo yo muchacho, antes que esta santa Imagen
cstuuiern entre nosotros, vi en mi casa vn dia. grande junta, y con­
curso de Indios congregados todos a sus liarles, y fiestas, v vi ocu­
larmente entrar vna disforme lechuza, que se asento sobre vna pinna,
o troje (donde se guarda la comida) que auia en aquella junta, y
desde allí saludó a los Indios, en lengua Ayunara, preguntándoles por
su salud, respondieron los Indios en el misino ydioma, y lengunge. con
sus rudas cortesías, y cansadas sumisiones, estar buenos a su servicio.
Agradecióles el aue con palabras amorosas la respuesta, diziendnles el
gusto que tenia de verlos alli en semejante junta. Idas contó el Indio,
que su padre suplicó a la lechuza baxasse del Jugar donde estaña, y se
sentasse entre ellos a honrar aquella fiesta, y que acudió luego a sus
ruegos, y entonces su madre le mando adorar aquella lechuza, y que en
señal dello le'llenase en vn pequeño vaso (que ellos llaman kero) algu­
na chicha, la qual ofrenda recibió el dil'iazado demonio, y con sus apa­
rentes vñas de lechuza punzó tanto quanto las manos del nueuo ca­
pero, qfie le auia servido a la heñida. Añidió mas el Indio, que qnan-
do sucedió esto era ya de noche, y quandh con muy mezquina luz
se vían los vnos a los otros, siempre este Principe de tienieblas bazo
en ellas sus'suertes”.
“ Es costumbre muy connaturalizada entre los Indios, al cubrir,
y lechar .sus casas, hazer junta de hechizaros, para que Inmuten fi­
gura, y pronostiquen el bien, o mal que les aguarda en aquella casa.
Inuoean los demonios en su l'anor, con cantares tristes, al son de tam­
boriles desteñí piados (para, ellos siianissimnsl. Prosb'uiendn con su
plática e| padre prior fray -I u a n V i / e a y u o ( Itelieioso anticuo,
y er indeineiile esperto ni cosas de los nal órale ' di"" qm ma ve-
'II Indio llenado de curiosidad, quiso \rr quien na el dtlnniiio ( q11‘•
no —

111' r»r«l iun rio assislia n sus linyles noHnnins'l y lorimiln sus ropas, He­
ñí» ile Imrrnr, y espnnln, las linlló ile vna lana fofa. y ninjnilii, muy
ns(|nerosa' \ ( l l a m o s C a v i l a n . —-“ Historia (Id calibre santua­
rio <lc Nuestra Señora de ('.opacabana'9. Lima. .1 (121. Cap. XXV. C'it.
por .1 i j ó n y (' a a ni a ñ o. OI». <•it. Tomo 1 . píijrs, 2 ') y 2 4 ).

t
LOS M ITOS MEDICOS
t
K1 Susto; sus equivalentes regionales y
sus curaciones varias.—K1 Shogpi y los
Limpias.—Kl Cutidlo tlel ('uzeo.- luis cu
rociones ilc 1n Cealccn.

El Susto, el traumatismo psíquico intenso jirovoendo por una


emoción de espanto, está considerado por nuestra Medicina Popular
como una verdadera enfermedad. Uno de nosotros ha sido el prii,nero
en aportar una con!riluición al estudio de esta entidad mórbida que
es firme creencia de los indios del Perú culero (Y a 1 d i zá n. "Xitt's-
ira Medicina Popular”. Lima, 11111) y cuyo fundamento real se Italia
constituido por la acción indiscutible ejercida por el traumatismo psí­
quico sobre el organismo cu general y sobre el sistema nervioso en
parí ¡ciliar.
La etiqueta del susto corresponde, en rigor de verdad, a agrupa­
ción caprichosa de accidentes diversos y de diversa naturaleza. Tra­
íase en muchos casos, de alteración más o menos profunda del meta­
bolismo, sobrevenida como derivación inexorable de un régimen ali­
menticio poco racional; en otros casos se trata de trastornos nenio-
sos de orden oído y cxotóxico; y, finalmente, en no pocas ocasiones
el susto disimula la. ignorancia de los curanderos respecto a enferme­
dades que son mejor conocidas de los médicos.
La pnlogCTiin del susto es explicada 1por los indios como una a u­
sencia m a s ó menos prolongada del espíritu del enfermo, Kl espíritu,
el línr/rd en el departamento de Jnnín. el úuiuia en el departamento de
('ajamaren, lia abandonado el cuerpo m el momento de oilVirse el
susto, v el cuerpo, abandonado a sí mismo, se nutre mal y sobrevienen
Indas las manil'esiaciones de la enfermedad. La terapéutica es lógica
en n o-Ua el o leo peo OI peino, nien V ella t Io11e por nhinln vn!\e| el al-
ma al cuerpo por lodos lo medios de qin dispoin |,i balolidad d> b
cora loteros.
— I'.'J, . -

Kn e] departamento de ],¡iin1>;i\Tf|UC la mayoría de los casos ríe


susto snii conocidos con los nombres dr mal. de rspaulo y de l ’ttcha-
rhari (Pacha, tierra. Ki'sIium. Voeab. Poligl, 1 non ico.—Pocha, i‘i .fe
1'id'i'one a Alakh o a Ara o a .1lancea, figiiil'ica el cielo, la tierra, y el
infierno, fegun le precede. Vocal). Aymará de B c r t o n í o . — Cha-
vi, Vafea, Hombre anciano. Vocal». Aymará de B c r t o n i o ) . Entre
Es síntomas de la enfermedad se describe los siguientes: escalofrío,
fiebre, náusea, vómitos, diarrea. Al mismo tiempo que estos síntomas
de sede gaslro entérica, evolucionan algunos otros, tales como una
mortificante astenia general, una intensa depresión psíquica, una
anemia ostensible en la palidez de las mucosas y de la piel, palpita­
ciones violentas, gritos nocturnos y sueño intranquilo. Después de las
alzas térmicas, que sobrevienen generalmente por las tardes, hay su­
dores profusos seguidos de cefalalgias violentas y de dolores óseos y
articulares muy molestosos para el enfermo.
t'uando los curanderos de Lambaycque so ludían en presencia de
aínloimi:] semejantes a los que dejamos mencionados, proceden a efec­
tuar lo que pudiéramos llamar el diagnóstico de la naturaleza del
suata, lía operación diagnóstica es llamada la limpia del cui. Se to­
ma un cui, macho y negro preferentemente, y con él se fricciona todo
el cuerpo del enfermo; terminada la fricción se victima al cui, me­
diante una incisión longitudinal, que pone al descubierto las visceras
toráxicas y abdominales del animal, en las cuales debe hallar el curan­
dero la explicación del avalo sufrido por el enfermo, así como la in­
dicación precisa del órgano ú órganos preferentemente afectados.
Espolvorean las visceras del cui con polvo de maíz blanco y vierten
algunas gotas de vinagre de Castilla, y hecho esto realizan una mi­
nuciosa inspección. Es generalmente en el estómago del animal que
dicen los curanderos haber hallado toda una serie de animales ex­
traños. muchos de ellos provistos de cuernos y que le indican al curan­
dero la técnica‘terapéutica que debe seguir. Esta observación de las
visceras del cui en la ceremonia de la limpia les sirve también a los
curanderos para sacar de ella un signo pronóstico: si el corazón se
erecta al recibir los polvos de maiz y H vinagre de Castilla, el enfer­
mo sanará: si. al contrario, el corazón no reacciona a dichos estimu­
lantes, el enfermo está irremisiblemente perdido.
Kn el ileparlamento de Apuñalar, se designa con el nombre de
Pacha. a todas las enfermedades incurables, especialmente la tuber­
culosis.
Kn ('niervo, provincia del •B-¡>;11 t;i m-' n t •■ de <'ajamaren, el susto
se llama <>¡>a ti In \ con impende. mi la 'jeneral alad ib' los casos, a de-
Ie 11c ¡o 11c- del de-arrollo de los niños o a alleracnui grave de ritmo de
desarrollo de <*llns. Hay adelgazamiento considerable, anemia inten­
sa. Otras veees se trata de trastornos psíquicos )>reitoni i na ni i*s y a
contenido depresivo. En estos últimos rasos se dice que nn eerro, un
río o una quebrada, le liou tomado el ánimo al enfermo.
En el departamento de Aptirímac se dire Mn nchariscra (Muu-
chariscca, es¡ululado. Vocal). Keslilla. Poligl. f nea ieo.—.'•/o nch o ni, te­
mer o tener miedo. Voeali. (¿quichua de ( Ion r a l e s II o 1 c u í n ) ,
del niño que, por obra de trastornos gastrointestinales crónicos, ofre­
ce el desmedrado aspecto de una nutrición insuficiente. La patogenia
es, como en los otros departamentos que liemos nombrado, el aleja­
miento temporal del ánimo del enfermo.
Pasemos ahora en revista las curaciones reservadas al susto:
En el departamento de Huánuco, se practica el >S'har/pl-. “ El
"shor/pi se linee con flores. Colocado el niño en el centro de una sá-
“ bana blanca, en una mesa'o en una cama, la curandera arroja sobre
“ él los pélalos de las flores que lia recogido, llosas y claveles, lirios
“ y azucenas, jazmines y violetas, pasan por el desnudo cuerpo del
“ niño, que protesta ruidosamente de la inusitada caricia. Mientras la
“ madre contempla admirada la maniobra de la curandera, éste si-
“ mula con las flores el oleaje, de las aguas y les imprime movimientos,
“ ya suaves, ya rudos, de vaivén. El niño continúa llorando y la rn-
“ randera dividiendo sus miradas entre las expresiones de congoja de
“ los rostros de la madre y del hijo. Trascurrido un buen rato de esta
“ maniobra, la curandera, anuncia que ha terminado la curación y se
“ sienta en una silla significando la mayor fatiga. La madre retira
“ las flores, besa a su hijo y le cubre cuidadosamente” . (V a 1 d i z á n.
—Ob. cit.)
Cuando el shogpi- resulta, insuficiente y a despecho suyo continúan
los progresos de la enfermedad, los curanderos buanuqueños recurren
al llamado baño do. Horro que consiste en rodear de tierra el cuerpo
del enfermo, dejando al descubierto sólo la cabeza y mantenerle en es­
ta forma durante tiempo que varia con la gravedad del susto.
Tanto para prevenir como para curar el susto, úsase en lluánu-
eo pasar por el vientre de la criatura asustada una pequeña porción
de tierra recogida en el sitio mismo cu r! cual ocurrió el susto. Usan,
asi mismo, en tanto que administran al interior alguna bebida alvo-
bélica O 1¡ilpuiuis golas dle 1int uní de árnica. lomar una pequeña can
lidad ide tierra del sitio en el cual ocurrió el aceidi ■n|e y llevarla a 1;
frente (le 1 nifui a-ust adoi. pronunciando la p; ilaln a ¡.tesó ' a crida en
loeaeiéni do dicha tierra sobro la frente.
t: n i 1 d.q.artamvnP > i!<’ 1,a lid ni \ 111". ]a v11l'.'U1él. ,lv|
ce cu la siguiente l'orili; i :
Kl lniI;imicnlo comíi('ii/.,i siempre en un día limes y debe prolon­
garse hasta el día viernes dé la semana; dura, pues, eineo días. IdI cu­
r a n d e r o obliga al eiirerino a pennaneerr en él lecho y, lomando un
gallo o una gallina, un pollo o una polla, según el sexo y edad del
enfermo, marcha al sitio en el cual ocurrió el accidente y golpea el
suelo con el encepo del animal, principalmente con las alas. Esta ma­
niobra tiene por objeto levantar rl ('minia del enfermo. Idn los siguien­
tes cuatro días, en lodos ellos, se llevan a cabo las llamadas limpias.
(pie son de dos clases, esto es de prunas y de }ti rhns y ipie tienen lu-
gar en la siguiente manera :
luí limpia dr (/ranas se verifica siempre en la mañana, antes de
(pie el enfermo baya tomado alimento alguno. El curandero toma (un­
en granos de maíz de todas clases (blanco, amarillo, morado, etc),
cinco semillas de enigma (Cyelanthcra pedata Sobrad), (unco semillas
de zapallo, un ají seco amarillo entero, un pequeño fragmento de sal
de comer y un pcdneilo di' carbón. Todo esto se coloca dentro de una
media o dentro de un séquito que baya servido para depositar dinero
y. a falta de una u otra cosa, dentro de un pedazo de trapo. Se cie­
rra el trapo herméticamente y se hace entonces la limpia, masaje ge­
neral del cuerpo del enfermo, perfectamente análogo al (pie se prac­
tica con el cui que sirve para el diagnóstico del órgano preferentemen­
te atacado por el susla. Terminada la limpia, la sal, el carbón y el
ají se incineran, no así los granos, que son sepultados debajo del fo­
gón. Si el ají. al quemarse, desprende los irritantes vapores que su
combustión produce, dice el curandero que sanará el enfermo; en ca­
so contrario, afirma que el enfermo morirá irremisiblemente.
La limpia con yerbas se hace, como la curación anterior, duran­
te los cinco primeros días de la semana; pero debe ser practicada du­
rante las noches. El curandero busca las siguientes yerbas; chara-
ras. apa-rhaura, mulle, ruda, rapo quina, yerba mora, tomatillo, ver­
tía del gallinazo, la upa, paira 11 marra (Artemisia peruviana
Vé i 1 I d l. Debe evitarse cuidadosamente el empleo del Juan Alonso
<.Vnntliium amhrasiaidrs l l o o k f , (pie, según dicen los indios, que­
braría los huesos del enfermo. Se soluiza el todo mi una callana (v asi­
ja de barro) durante breves momentos y con estas yerbas calentadas se
baca r | masaje o !imp:a; se procura recoger los fragmentos más pe-
qucíie- a que se reducen estas yerbas después de la fricción del cuer­
po del entenno y e] curandero se las lleva consigo para arrojarlas a
un ' a m i no sin mi n r el sitio hacia donde ca"ii. Se prohíbe al enfer-
me lava!'', aun las manes, durante Ies demás días de |a semana has-
La eiira a’m termina el día sába-
e r rnfermo. colocando la camisa su-
eia en pl techo i|p Iíi casa, expucsl.a a sol y sanio. No admira a lo-,
pura micros que los dos primeros días de la limpia haya una agrava­
ción do síntomas: lejos de ello, consideran dicha circunstancia conm
de magnífico valor pronóstico.
También emplean los curanderos de Lambayeque algunas otras
prácticas que, en ocasiones, agregan a las limpias de que acabamos de
hablar y que, a veces, llevan a cabo aisladamente. Ponen en el cuello
de los enfermos no collar formado por una cresta de gallo y un ajo
maelm. I/es dan a beber agua de callana de huaro, agua con polvos
do ishpiuyo, polvos de rosa de Castilla y unas gotilas de gmagro.
Cuando les es posible obtener la. piedra del lobo de mar, un verdadero
enterolito -de este animal, dan como muy eficaz remedio el agua en
que esta piedra ha sido mantenida dutranle algún tiempo.
Si el enfermo ha hecho -algún viaje muy largo y fatigoso y el cu­
randero '.no ha conseguido levantarle el ánhno por medio del gallo, se
procede a rescata ido por medio del rundí, perro de pequeñas dimen­
siones, preferiblemente robado y que el curandero debe abandonar en
el sitio mismo en el cual el sujeto fue víctima del susto.
La limpia del cu i se verifica en el departamento de Cajamarca.
en forma análoga a como ella tiene lugar en el departamento de
Lambayeque. El curandero o curandera, esto último más frecuente­
mente, toma al cu i por el cuello y lo fricciona contra el cuerpo del en­
fermo, terminando en la cabeza de éste, donde detiene y prolonga,
por breves minutos, el contacto del animal con la piel del hombre. En
seguida victima al animal y observa sus visceras atentamente, para
descubrir las causas de la dolencia que aqueja al enfermo, creyendo
como creen que el animal, por contacto, ha adquirido la misma en­
fermedad del hombre.
¡de administra, también en (¡ajamaren, a los niños asustados unos
ratones fritos, que si1 consideran excelente remedio contra el susto
infant il.
En aquellos casos en que se cree que el susto, más conocido en
Cajamarca con el nombre de espanto, es debido al hecho de que un
cerro, un río o uní quebrada le han lomado id ánimo al enfermo, el
curandero, a la caída del sol o durante la noche, promp'a devolverle
el compañero perdido. Para esto sale el curandero a! sitio de| svda,
solo o acompañado y en osle último caso armados todos do em-billns.
de revólveres y do escopetas, gritan y amenizan a la causa que ro-
! !"m el ánimo I--I enfermo ; le --viren una piolita i -■ 111o- ! >-• .
pués de estas ceremonias, los muamb-ros bañan el cuerpo del enfer
mu en una atina confcccimiada con unas yerbas hediondas \ -pe- lia
sido bien calentada. Después del baño se abriga al en Tormo, cuyo su­
dor copioso es anuncio de un Tranco restablecimiento.
Inn la provincia de llualgayoe, del misino departamento de Ca-
,jamaren, se emplea como en el departamento de ITuámieo, a título
profiláctico del susto y a título curativo también, una copa de Pisco
(aguardiente de uva). También se usa la limpia del cui y se reco­
mienda también la eficacia del masaje general del enfermo con la
piel de un sapo vivo. La limpia de yerbas se realiza, poro es mucho
más simplificada, ya (pie, en rigor de verdad, debiera llamarse lim­
pia del molla: pues es solamente con hojas de mello que es'practieadft
por los curanderos.
Kn la provincia de ('niervo, del mismo departamento de Cíaja
marea, se cree que el mal de espanto, como es llamado el susto, pue­
de ser debido también a la obra del brujo y, en este caso, se llama el
mal del prójimo. Los indios temen mucho a estas-enfermedades y di­
cen que ellas son de tanta gravedad que algunos enfermos lia habido
que se lian marchado a la oirá vida, en cuerpo y alma y han vuelto,
apareciéndose corea de las cuevas y a orillas del río y de algunos ma­
nantiales y que las personas que lian visto a éstos han perdido el áni­
mo muy fácil y gravemente.
Además de los ratones fritos, se usan en algunas localidades del
departamento de Cajamarca las deyecciones fritas del mismo roedor.
Ln la provincia de Chueuito, del departamento de Puno, cuan­
do un sujeto sufre dolores agudos generalizados o un inexplicable ma­
lestar como consecuencia de un grave traumatismo, físico, se dice que
tal sujeto se lia caído o golpeado en sitio cuya divinidad maligna, en
forma de enmnaeión, se lia infiltrado en la persona del caído o gol­
peado. La curación se hace por medio del Millu-jaña o Ceollpascca.
lis también en el departamento de Puno que se realiza la cu-
ración denominada Kiehuhascca. operación que se practica en los ñi­
ños asustados, cuando han sufrido alguna grave caída o golpe y, como
'•un-ei-iiencla del traumatismo, si- ludían profundamente abatidos. Se
toma a los niños, se les cubre con lajas y muy cuidadosamente el pe-
clm y la cabeza y se les coloca, en decúbito dorsal, sobre una manta.
' "alio hombros levantan esta manta y la sacuden con suavidad, bas-
to que "I curandero indica haber terminado la curación.
I ambii-u en rl departamento de Puno lomaii los asustados el
11 ua yrh una una, -n laneia constituida en su mayor parte por frag-
menlo-. do colnopii-ros. desleído en mui pequeña cantidad de vino ge­
neroso
L n el de p a r í a n u n l o de A p o r i aun ¡as en ra cio n e - del s ii \ tn -c rea
izan en la -ojuieule | o r i n a :
Kl (-11i'íi 11>11*t'(i i'iiin ¡i'iiz» ¡>or averiguar i*l sil io ni el mal m* pro-
11ujo el siixlo, I)(■Ir r 111i n ;i 11o el s i I io, l;i pr rsoi iji ;i•-11sI ¡i <I;i es ;illi cun-
(luciila a lmia avanzada da la noche, después del sii/uiulo runlo ibl
{/tillo, en id más religioso silencio. Se apaga las luces de la caravana
se alejan los acompañantes del curandero y enrennn. Kl curandero
linee con las manos, por varias veces, la señal de la. cruz; se colora
detrás del paciente, le coloca ambas manos sobre los hombros y enton­
ces pregunta, por tres veces, hablando sobre la nuca misma del en­
fermo: “ Fulano (aquí el nombre), a dónde vas? Regresa, aquí está
tu hogar” Mantenidos en ¡a situación que dejamos indicada perma­
necen el curandero y el enfermo, en el mayor silencio, durante 10 o
V, minutos, Entonces se reúnen los acompañantes y . encienden las
luces que les guiaran al lugar del susto. Si, en esos momentos, atraído
por la luz, pasa algún Inserto o algún ave, creen el ludio curandero y
los acompañantes de éste que se trata del alma asustada del enfermo \
que vuelve al cuerpo de éste. En aquel momento visten al enfermo,
poniéndole del revés la camisa y lo retiran del sitio del susto. Esta
curación es la más sencilla del susto y ella es la única empleada cuan­
do se considera que el susto no ha sido sumamente grave. En caso con­
trario, cuando se piensa en la gravedad del accidente o cuando la cu­
ración que hemos descrito no tiene uní éxito satisfactorio, se recurre
a la operación llamada pur/upo-: ella tiene por objeto satisfacer a la
madre tierra para que ella devuelva el ánima del asustado.
Los curanderos piden para la pnr/opn. cuando se hallan en pre­
sencia de una familia pudiente, productos finos: buenos vinos, bue­
nos licores, dulces y pastas finas, coca de la mejor calidad, maíz,
tluiupu (arcilla y tierra silicosa) y conchas de mar de varias clases,
oropiniente ,flores disecas al pié de algún altar y, finalmente, el pol­
vo residual de varios medicamentos indígenas que adquieren de ma­
nos de los ce,amilis y que llaman Jíatun hampipa rcolccon (polvo o
residuos de los altos o grandes remedios). Cuando el paciente es po­
bre. los curanderos exigen productos mucho más modestos, conformán­
dose con chicha, aguardiente y pan y manifestándose exigentes sólo
respecto a la enea y a los otros productos indios, que, en opinión de los
curanderos, son indispensables para el mejor éxito de la pui/upa, ope­
ración ésta que exige una operación previa de invocación o requeri­
miento a la madre tierra y que es conocida de los indios con el nom­
bre de ran/upa l ('ctniuru/i, invocar. Keshua de Ayacuelm. Voeab. En­
ligó. Incaico).
Hecho el requerimiento o rrin/njui a la madre tierra, el curando
ro hace en ella una excavación de unos '.'(I a MI centímetro-, de pro-
Iund idad \ coI-m-u <>m el buido, comen raudo por la cea, la di'er.ac
cosas «jim* lia pedido a la familia del enfermo y que liemos enumera­
do en el párrafo anlerior. FJ curandero va colocando los <1idios ar-
Iionios en capas diversas, rociando la coca y demás especies con el vi­
no \ los licores o con la cliiclm, y comiendo y bebiendo de las cosas
de comer y de* beber simulando una invitación a los cerros o moii-
lañas más vecinas. lisie comer y beber de los curanderos es lanío en
veces que. concluida la papapa, se hallan reducidos a lamentable con­
dición de ebriedad. V dicen enlonees los indios (pie la embriaguez del
curandero représenla la aceptación que la tierra lia hecho de la ofren­
da y creen que, en pago de ésla, devolverá el alma y con ella la salud'
al enfermo.
También se usa, en el mismo (leparlanienl-o de Apurímac, bañar
a los asustados, principalmente si son niños, en agua en la cual se ha
mantenido duranle largo liempo. fragmentos de roeré o roqqitr.
( '(infeccionan también un muñeco con las ropas del enfermo y
lo cid ierran donde sospechan se sufrió el ansio.
fsi el susto es consecutivo a una grave caída, se procede a cor­
tar algunos cabellos y las uñas del sujeto asustarlo y esto, mezclado
con mi poco de sal de comer y un clavo cualquiera, se enI ierra en el
lugar en el cual ocurrió el accidente, debiéndose hacer la excavación
con un cuchillo. Además de esto, el curandero toma un poco de agua
con un pequeño fragmento de sal en la hora y enlonees adhiriendo
sus labios al enebro del enfermo (vértex) simula una succión, que re­
pilen en las palmas de la mano y en el corazón. Hecho esto, el curan­
dero toma una laza llena de agua hervida y coloca en el interior una
rama de pimpinela con las hojas dirigidas hacia el fondo del vaso y
de esta infusión así confeccionada, da a beber al enfermo tres gotas
mezcladas con agua del Carmen.
También se practica en el departamento de Apurímac el slior/pi
empleado en el dopartamenlo de Tluánueo, aun cuando no lleva el
mismo nombre: y se predica en la siguiente forma:
Se loma una faja lejida con lanas de diversos colores; una de esas
fajas tan eomnnmenle usadas en los indios y por ellos llamadas rhvm-
p i ; y con ella se ala por la cinlnra a la persona asustada y así se la
lleva, simulando (pie se la líala, liaste corea de las orillas de un río o
in;111:1111i;11 o acequia. Illa vez. llegados a eso lugar, se coloca en (¡erra
un nuiulcl pequeño y blanco y se deposita sobre el dicho mantel rosas,
clavóles y relama, rociado lodo con agua del ('armen. Hecho oslo* se
paca a la persona asustada en el ccnlro del nmnlrl. que dehe colocar­
se muy corr í del agua y se procede a bañar a la persona, lo más com-
plclainenle posible, Terminado el baño, se envuelve a la persona
en una sabana y se le conduce así envuelta, cargada por una porso-
un, hasta su casa. ] j;i. persona que conduce ni asustado ótela* poner rm
peño cu no volver In cara, ipio si lo hiciere correría era ve peliero de no
saiiiii' y aún de morir el cu ferino. Las flores (pie sirv ieron para id luí
íio son arrojadas a un crucero de calles, a una de las lanías ruatm
esquinas que se encuentran en los caminos y en las poblaciones.
También se praeliea en el departamento de Apurímae la siguien­
te curación del su-slo: En una noche de luna se conduce al enfermo
a una habitación oscura, en la cual se procura que duerma. Se tuesta
ají y muí/, y con esta mezcla se fruía la espalda del asustado. A las
12 ile la noche el curandero le llama por su nombre, al mismo tiempo
que realiza la fricción que dejamos dicha. Idn seguida el curandero
hace llevar o lleva personalmente la camisa y un calzoncillo del en­
fermo a la orilla del río más próximo y ata ambas prendas de vestir
en la extremidad de un palo, simula entonces un baile, armado de este
palo, y llama por sus nombres al enfermo. Vuelve entonces a la casa
en la cual ha sido depositado el paciente, le obliga a hacer una cóma
rn y sepulta esta cuidadosamente.
No son pocos los curanderos del departamento de Apurímae que
creen que el luaurharisrra es víctima de la hntda del alma y q u e rea
li/.an su curación con el objeto de que el alma vuelva al cuerpo, la'
curación inspirada en esta concepción patogénica se lleva a cabo en
la siguiente forma: El curandero comienza por tirar de los cabellos
del asustado a partir del vértex, al mismo tiempo que pronuncia es­
tas palabras: “ Anima espantada, no te asustes, Vuelva a tu cuerpo,
en nombre de llios Padre (pie le creó; de Dios Ilijo, que te redimió;
y Dios Espíritu Eanto, que le santificó En seguida reza el cura mic­
ro tres Padre Nuestros y tres .Ice .1lorias. La ceremonia debe practi­
carse los días martes y viernes tanto en la mañana, estando la criatu­
ra asustada en iniunas, como en la noche, antes de dormirse la cria­
tura.
En eb departamento del Cuzco son numerosas las curaciones re­
servadas al susto:
El curandero marcha en el silencio de la noche al sitio en el cual
ocurrió) id susto y llama a orilos al silicio asustado, al mismo tiempo
'pie excava en la tierra valiéndose de un i/auri. ( Yauri , amia, lxe-
shua. Vocal) l’oli<rl. Incaico).
f'asi todas las curaciones se realizan a la media noche, rodeadas
de un ¿fraude sigilo y de un eran misterio, El ritual de casi todas es
tas curaciones os Inrfro y complicado y los curanderos no cusían de
referirlo en lodos sus detalles. Eos curanderos rezan oraciones en
l'cslma. cu castellano y en latín: invocan a los ánimos o almas y cnlie-
iian. en el sitio 11rI susto, olidas de barro con variados contenidos.
l’nid ¡case en el departamento del Cuzco ];i operación curativa
couoc i<la con el uonilirc kcsliua ilc f'iilicht , devolver) ó <le t'iilicliis-
cco. Iv.la operación '>e lleva a calió culi aquellos sujetos viclnmi. 111• ae
cidenIes paralíticos diversos, en cuya el iología suele actuar, en Inicua
proporción, id factor susto, l ’raclícase el cutiche con ¡tulla (l’(do') de
alpaca, un huevo di' gallina, un (diodo, dos onzas de enea lina, de la
cual se escoja las mejores hojas en número de doce, doce semillas de
coca, incienso, cañihua ((’heuopodiuui sp.), sebo de alpaca,1 pan de
piala, hilo de oro, hilo de piala, chiuchi piñi, recado (figuras de es­
taño, de pequeñas dimensiones, representando muebles y vajilla y re­
presen lando laminen al Apóstol Santiago, ele), huairuros (Erptliriita
sp,), chochábalos (Sopiadas Saponaria L.), vino, etc. Todo esto, con
el nombre del enfermo escrito, se envuelve en una cubierta de papel
y con"el todo así dispuesto se fricciona el cuerpo del enfermo y se
quema en lugar que no haya sido hollado por planta humana. Con­
cluida esta ceremonia se da por curado al enfermo.
Cuando se trata de criaturas, se dice que ellas, consecutivamen­
te a. una grave caída, sufren los accidentes del susto porque la tierra
les ha aparrado el ánimo. Curan el susto, en este caso, en la forma
siguiente: Se hace motas de lanas de diversos colores y se fricciona
con ellas el cuerpo de la. criatura asustada, para saber exactamente
cuál es el órgano que ha sufrido más intensamente la acción del sus­
to. Ceban estas molas en la orina podrida del enfermo y creen obser­
var, en los' cambios de coloración a veces operado en estas motas,
cuál lia sido el órgano preferentemente atacado y si sanará el enfer­
mo y así vestida la llevan al sitio mismo en (pie ocurrió el accidente.
Allí el brujo llama al ánimo del enfermo, previo papo a la tierra con
hojas de coca, incienso, cañihua, sebo de pacoelia, todo esto quemado
en un agujero cavado ad hoe. Terminado todo esto, vuelven curande­
ro y parientes del, enfermo, a casa de éste y declaran hecha la cura­
ción del rutiche, que sólo debe ser practicada en la noche y en el si­
lencio más absoluto.
l,a .1lllitjaño (Armará) o Crol pasera (Koshun) es una práctica
curativa y adivinatoria muy empleada en los departamentos del Cuz­
co y runo; como curativa se emplea en muchas enfermedades y como
curativa y adivinatoria en todas aquellas enfermedades graves cu que
interesa, además de la curación, conocer el origen y pronóstico de la
cuImonedad. íse lleva a cabo, generalmente, en la forma siguiente:
se acuesta de espaldas al enfermo sobre un pancho, al que cuatro in­
dividuo, imprimen Inertes sacudidas alternativamente: desnudan el
cuerpo del paciente y Irieeionnn todo ól con un envoltorio que cT>n-
lienr milla o croll/ta (sulfato de alumina natural; o sulfalus alumíni-
i.ii, férrico y ferroso iiii Hira les i i•11 polvo, n ron lil ccollpa i|!reel IIIIOMI
le, cni) rl lin de recocer la i’iiI'ítiihmIiiiI y |>rimt-i)>n1menIo apaciguar la
fiebre; sobre la ccollpa do la. anterior operación proyecta su aliento
el enfermo varias veces, a lin de que ésta, se lleve la enfermedad, ex­
halada. con el aliento; se celia dicha ccollpa. en una vasija que contie­
ne orina humana podrirla (fuertemente fermentada) y se agita con
un palo para favorecer la disolución y reacción de la ccollpa; se deja
reposar el líquido; el curandero descubre en los caracteres de la es­
puma, en los de las materias en suspensión v materias precipitadas,
las causas y el pronóstico de la enfermedad y hasta hace prediccio­
nes de otra, naturaleza; algunos curanderos afirman ver en medio ele
la espuma, que hace la ccollpa, al Macha seca, genio inaléficry.cau^an-
te de las enfermedades a quien entonces invocan diciépdole:
mui ha-mpic cuHchcc hhvyapayahuaico” (Ven á curar v devolver;
compadeciéndote de nosotros); como juzgan que se ha, apoderado de
la enfermedad la ccollpa que se empleó en la. frieciqn y sobre la que
se proyectó el aliento del paciente; el curandero co¿e con precaucio­
nes la vasija de la orina con la ccollpa y la conduce \r lin lugar muy
apartado a fin de desterrar la enfermedad y que ésta Vio pueda apo­
derarse nuevamente del paciente. ' j -
Algunos curanderos, para el mayor acierto interpretativo de
la. ccollpascca. emplean ñalntin chicha, ñalntin trac/u y valniin
coca (Ñañara es el primer producto que se obtiene antes de que
persona alguna lo haya tocado: la primera chicha, la primera
cantidad de aguardiente, la primera roen). Al tomar dichas cosas, los
curanderos hacen su Iliaca; rezan ciertas misteriosas plegarias en
diversos idiomas, fin seguida loman mu ntadito de ñalntin coca, cu­
yas hojas esparcen por el suelo y son objeto de una minuciosa obser­
vación: toman las más lindas de estas hojas y las mascan lentamen­
te: si el sabor es agradable, el pronóstico es bueno y no lo es si el sa­
bor de las hojas mascadas es desagradable para el curandero. Otros
curanderos comienzan la curación rezando el Paper Maestro y el Are
Moría: y terminan la (Miración haciendo rezar al enfermo e! Yo pren­
dar. Otros, zahuman al enfermo con h nira-ccóyn o con incienso; ele.
Cuando una criatura cae en un sitio y sufrí' una ligera conmo­
ción. no sólo los curanderos sino también aquellos que un lo son, acos­
tumbran en el departamento del ('uzeo, llamar repelidas veces, por
su nombre, al nino golpeado y le ceban en la boca un poco de tierra
recogida en el sil io en el cual ocurrió el accidente.
fomo quiera que la creencia más general en el departamento
'I''! f uzeo atribuye el sosia a la fuga o ausencia del alma del enfermo,
rs I*1 invocación de esta Ja finalidad última de las curaciones que se
I)r;ii•1ica, lil curandero comienza por so 1ici 1<1r se le indique el si.lio
preciso del susto, í\1 cual se c o n c e d e mía imporlaneia de primer or-
. den. I*na vez instalado en este silio. liare taivolver a la criatura en­
ferma en una manta negra, la coloca en el sitio mismo del susto y co­
mienza entonces a llamarla.: líannii, raipim mamniipu; hanun, raipim
tolaitjui, cutirimpiui. raiman. (Yen. aquí está tu madre; ven, aquí es­
tá tu pad re, vuc] vele aquí ).
También se usa en el departamento del Cuzco la siguiente cura­
ción del susto, muy generalizada en id disi rilo de San Pablo: 101 cu­
randero con la marcha pasa por la cabeza del enfermo; en seguida,
desde un lugar bien silencioso llama al alma del enfermo; pide el
saco (americana) do éste y con dicha prenda de vestir envuelve un
pan. en forma (pie el envoltorio parezca una criatura. Se pone este
envoltorio debajo de la almohada del enfermo y se encarga a éste
que, al día siguiente, se coma el pan.
Hn el departamento de Junín, en la provincia de Iluancayo, se
empica también el shor/pi de Huánuco. aun cuando no se le da este
mismo nombre, fíe toma en la mano dos alelíes, uno blanco y uno ama­
rillo: dos claveles de cada color, prefiriendo ios de cinco hojas y se
toma, por último, pimpinela. Teniendo todo esto en la mano, se hace
el ademán de llamar al enfermo, invocando al ángel de su guarda y
poniéndole las flores, siempre en la palma de.la mano del curandero,
sobre la coronilla, sobre el corazón y las plantas.de las manos y de
los piés. Ibas invocaciones hechas jmr el curandero son las siguientes:
“ Angel de Fulano de Tal, ven; no te vayas perdido, ¡v e n !,...y o te
daré fruías, flores y juguetes, ¡ ven ! . . . . vuelve sin tardanza. . . ¡vuel­
ve pronto!". Fu seguida, tomando en la boca un poco de agua, el cu­
randero simula una succión de la coronilla, [llantas de las manos y de
bit pb's y corazón del enfermo.
lin la misma provincia de Iluancayo se realiza una ceremonia cu­
yo parentesco con el shoi/pi fie Huánuco es incuestionable y que seme­
ja mucho a una de las curaciones del misto que hemos descrito en el
departamento de Apiirímiic: Hl curandero recoge euidadnsnmeiilr las
llores de relama (Kparlium jmicnim I,.), de la rosa de remedio, de los
claveles, de las hojas de tumbo (Pastaflora sjt). ote. Todo esto se colo­
ca en un pañuelo de seda de grandes dimensiones y en el centro de,
dicho pañuelo se pone de pié la persona asustada, a la cual se baña
con las flores, como si oslas flores fueran agua. Se recoge en segui­
da el pañuelo con las flores usadas y se lleva a arrojar el todo (lo­
icas do una esquina, adoptando la precaución de no volver la cara
por ningún motivo.
h.. la provincia de Jauja, del mismo departamento de .luníii. se
lleva a calió laminen el baño (le flores, Se recoce llores silvés-
Ires. y con ellas se íriceiona el cuerpo del paciente, arrojándolas, en
seguida. al ilo más próximo. Varias mañanas consecutivas a la fric­
ción con flores se obliga al enfermo a beber agua bendita y no se oí­
r-ida la precaución de cambiar totalmente las ropas del enfermo el
día en (pie e! baño de flores baya sido practicado.
Cuando el baño de flores silvestres no surte los efectos (pie el cu­
randero esperaba, recurre a la que en el departamento de Camba,se­
que viene llama limpia drl mi. Me fricciona c-l cuerpo del paciente,
con un cid negro, que, a fricción terminada, es victimado, Kl miau»
itero abre el vientre ilel cid y observa cu las viséenla cuál es el órgano
atacado; pues dicen los indios que el cui reproduce la enfermedad
del hombre después de la dicha fricción. Concluido el examen de las
visceras del rni sacrificado, se procede a sepultar los despojos, en lu­
gar solitario y lo más alejado del pimldo que sea posible,
J'lu el depártanmelo de Aueaslt existe bastante generalizada la
creencia en la enfermedad de! susto, Las curaciones se llevan a cabo»
con muidlo secreto y los curanderos procuran dar a conocer a los en­
fermos el menor número de detalles de sus prácticas, Entre los me­
dicamentos empleados sin participación de los curanderos se cuenta
la llamada yerba del gallinazo (Clirnopodiuni opalifoliimi Sobrad.),
cuyas ramas (lidien ponerse debajo de la almohada del asustado.
En los departamentos de Piara y Lamba'yeque, en las poblacio­
nes de la costa, la cura del susto está principalmente confiada a los
santiguadores, de quienes habremos de ocuparnos después. En dichas
poblaciones, así como en Luna o lea. la familia de los niños’ iisushi
dos suelo solicitar de los párrocos, a título de medicina (dicacísima, la
imposición de los evangelios, ceremonia que se lleva a calía con pa­
drino o madrina, según id sexo del enfermo.
En la provincia de ('banca,v. del departamento de Lima, se cura
la enfermedad del susto de la siguiente manera: Me lleva al paciente a
rezar a la iglesia y a imponerle el Evangelio, acompañado de Padrino
o Madrina de las condiciones que se dirá después; se zahuma la ropa
del enfermo con incienso; y hecho esto se conduce al enfermo al si»
tio mismo cu (d cual ocurrió el susto, .Allí se obliga al sujeto a poner­
se de pié, con la mirada fija cu la tierra y entonces se le llama por
su nombre. Después.se le administra, por una mujer mtcvdidu (lla­
man así a las iniciadas en los secretos de estas prácticas terapéuticas!,
un baño de i/iihii suata (t'i'slnim li ni;it u<l:lia iu Don.), in debiendo
hallarse presentes en la habitación en la cual se da el baño otras per­
sonas que id enlermo y su curandera. El agua utilizada para el baño
es ii i-fi >¡iiiIii ii lii rni rada ii 'iiili'ln ilr un <•1111«■j <’*11, m liui fi de In Inrilc
v ¡idnpi ;i iiiln In precaución i lid ¡xpensablr (Ir no ser vicios al arrojar
("i|n ;i>’■1111 por persona ;il¡runa, excepción hecha del l’adrino o Madri-
iiii ipil' 'ir i'liülo pura rsl ií ' ititmiiiiiin y ipic deben 'icr da pial lo nu'ei
narra ipia saa posible obtener cu la comarca.
Kn la misma provincia de (.'lutimay se considera como muy efi­
caz i'emedio conlra la enfermedad del snxln la sanare de pallo adini-
nisl rada en forma especialmenle indicada para cada caso por el cu­
randero o curandera: y el lmrer pasar sobre la criatura y por fres
veces a una mujer en pleno finjo eaiamenial.
También se emplea para la curación del susto, así como para pre­
venirlo, «Iravezar un alacrán por el vientre y llevarlo colgado del
cuello a manera de escapulario. Kn oíros pueblos de la misma provin­
cia de ( 'hanray. en vez de un alacrán llevan como escapulario una
cresla de pallo. Se usa. así mismo, en la provincia de Chancar, espe­
rar las 12 de la noche y a esa hora se desnuda a la criatura enferma,
se arroja sus ropas a un corredor de la casa y se procede entonces
a recorrer los eualrn ángulos de la habitación en une se halla el en­
fermo. llamándole por su nombre.
Ion el departamento de Apurímac se emplea para evitar la en­
fermedad del susto llevar consigo o tener en la casa plumas o piel
de cóndor (Ütirrortimph ux r/ri/plius Stoph.).
Kn Ilualgnyoc. Huacho, ('ajamaren y Puno, al mismo título de
prevención de la enfermedad del susto, se cuelga del cuello de las cria­
turas, a manera de escapulario, la cresta del gallo.
t Mras curaciones del susto :
Kn la provincia de Aynviri. departamento de Puno, se recomien­
da a los itxii<lmlos comer tierra del lugar preciso en el ipie se produ­
jo el snxln: en la provincia de Andahuaylas. departamento de Apu­
rímac. se acostumbra enterrar un perro en el sitio en rpie se supone
haberse producido el susto: en otras provincias, se administra al en­
fermo un segundo susto, (pie resulta curativo del primero o se le dá
a beber una copita de licor en (pie han sido arrojados cuatro piojos
<I ’nhc ul iix h ii mu ii iis ],,) ; si' le abandona al enfermo en una habita­
ción oscura y se espera la curación, tai algunos departamentos del
Xoi'lc. amarran al cuello de las criaturas osusliuhis hilos de lana, al­
enden o seda, de diversos colores, considerados como eficaz medicina
de esta enIorinrdad del snxln.
Par a combat i r el susto y para n ui ni l o los rnr/r una Inn postad, to­
man . I //e /.Iicrn ( Pu n o y Ar equi pa! .
• ’on lo-, brazos atiii os y miramlo al cio. llaman al ususlinln
-u nombre v nur tri veces vece rezando Iré; <'n ilns ( Pachaca mac).
lili los (|i'|i¡irt¡iiiii'ii|os ilc A i <•11ni|>:i. I'mio y ('ii/.i'o. comen pan
ilo San Xirnli’is ( i'imooiIlos que llovim grabada ln imagen tío oslo sim­
io; o 11111111ii'11 olí Iiii 11ni do rosolis i i emojndn 011 n|; 1111111i»-n11■ o olí \l
no. Esto piiii también lo llovnn consigo para ¡ilojur Ins onfermedndcs
y nlmyonlíir ni diablo.

P a n do San NirolAs.

lin ol departamento do| Cuzco, beben suspendido on olii'dni do


maíz. polvos do Sihitapnt (con oslo noinliro so venden polvos do ploni-
bagina, (digisto micáceo, nlmidón do arroz lofiido do rosado y iilini-
dón do arroz fon ido do violado).
Friotdonan (d cuerpo del eeniceado con eojrnllos do mulle, do w cr­
oo y do j/nhii sania; ol residuo os arrojado lo más lejos, on sitio igno­
rado dol paciente (Arequipa).
En ol departamento «lo duníii liolion dosloído on agua ol paral;-
Hampa (arcilla y fierra silieosa); ol polvo do la piedra imán (óxido
do !iierro* magiiól ico); laniliión loman ol cóndor copal (arcilla ferru­
ginosa): tamliión loman dosloído on eliielin ol polvo do la piedra de
át/nila (limonita impura) oslo último también so emplea on ol depar­
tamento dol ( ‘uzeo.
Contra la eeaieea, arrojan una piedra, on momentos (pío pasa mi
entierro (Arequipa).
Toman ol polvo do banca coad, mezcla do fragmentos . de sul­
furo do plomo, pirita do fierro, sulfato do calcio lamelar, arenisca
gris, cuarzo y limonita, (departamento dol Cuzco).
íse loma caldo lieelio con carne do zorro, departamento do Junín.
Toman mi eordiid (caldo sustancioso) heelin con carnes socas Pe
golondrina, pilo, zorrino, cóndor, zorro, culebra y galo, departamen­
to do .lunin.
Toman sangre do golondrina. ( ¡d. I’. - sin procedencia).
loman polvo rio osla do venado, doparlamenlo cI••1 I'uzeo.
Amarran al cuello do las criaturas, lanas do colores (Norte).
Coeimienlo de hilos de colores y objetos de acero (Norte),
líanos con cocimiento de papas (Norte).
Comer un poco de tierra del lugar donde se coge el susto (Nor­
te),
Se escupe inmediatamente que se sospecha que se lia. cogido el
susto, departamento de Puno.
Toman leche de cabra negra, departamento de Huanaco.
Paños con cocimiento de yerba del espanto, departamento de
l ’inra,
Darle de latigazos al sitio donde se sospecha se cogió el susto, y
alojarse sin volver la vista atrás. (Arequipa),
Calilo de cabeza de gorrión y carne de buitre. (Norte).
Toman desleído en chicha el polvo de oropimcnle (sulfuro ama­
rillo de arsénico), al que llaman también pimienta de oro, departa­
mento del <'uzeo.
Friccionan el cuerpo con marco; el que se arroja en un lugar le­
jano, sin (pie ninguna persona lo presencie, rezando tres Credos, de­
partamento de Arequipa.
Toman también en polvo el oropmcnte blanco (yeso de estruc­
tura lamelar) departamento del Cuzco.
Toman también el polvo, desleído en chicha,
el ha nru-ccollqquc (sulfuro de plomo), depar­
tamento del Cuzco.
También queman o toman diluido en chi­
cha, el sallo (feto) de llama, quemado; con el
mismo fin y en la misma forma se emplea el sa­
llo de vicuña, departamento del Cuzco.
Hozan los Sacramentos al revés, Paclumn-
mac, departamento de Lima.
Comen el corazón del carnero remojado en
\ ino. o el corazón del zorrino desecado, departa­
mento de Apurimac.
Frotan el cuerpo con toda clase de flores
y arrojan el residuo en las afueras del pue­
blo (S. ]•.).
loman el excremento del murciélago, diluido en airua ; departa­
m e n t o de A purímae.

loma la sangre del buitre, departamento de Apurínne.


S e l l e v a c o n s i g o |j| p i e l y l a s p l u m a s d e l c ó n d o r , s e t o m a l a s a n -
- * * d ' e - 1 • a n i m a l , la i n I u s i o n d e l a s v i s c e r a s d e s e c a d a s 11o o s t e a u i -
,M;d :
I
p o r ú l t i m o e m p l e a n t a m b i é n e n l a c u r a c i ó n d e l s u s t o el r o n -
dorpneutin (masas redolidas, eonslilnulas por restos alimenlieios y
polos, (pie se enenentran en tos nidos de los cóndores,(especies de gas-
trolilos), deparlaniento de Apurímae.
Toman infusión de ana-chanca y do cono-quina (Norte).
En el departamento de Apurímae todos aquellos trastornos ner­
viosos o no que se traducen por cefalalgia, náusea, vómitos, malestar
general, sudores fríos, etc., y en general todas las enfermedades hipos-
tcnizautes, son conocidos como caí ¡censen y se supone sean produci­
dos por la influencia ejercida, por algunos seres sobrenaturales tales
como el espíritu o genio que habita en los cerros o como los espíritus
de los muertos,. Maman recerca al mal de montañas, suponiendo que
el padre monte, i d cirro taita lia ejercido misteriosa liil'luenela
m u

para castigar la audacia de quien lia pretendido escalar sus más al­
tas cumbres. Si una persona experimenta- una jaqueca posteriormen­
te a haber contemplado un cadáver o a las libaciones hechas en el ve­
lorio de un muerto, se dice también sufre la cea leca por obra del es­
píritu, del muerto. Me dice al enfermo entonces ayapa-ccaiccascan y
en su curación emplean ios curanderos grandes y muy-enérgicas fric­
ciones estimulantes, a las cuales agregan la aspiración de los gases
desprendidos por la combustión del ají, de los cabellos, de los cuer­
nos de ciertos animales, ele.
En el departamento de Puno, la curación del ccaiccasca se lineé
en la siguiente forma:
Instalado el curandero en casa del enfermo, lia cuidado de pro­
veerse de un feto de vicuña o de llama, destinado a pagar a la fierra;
de lana de alpaca, de los colores blanco y negro; de mostacillas; de
recado (pequeñas figuras de estaño de la forma y figura de ani­
males diversos y de diverso,s objetos de uso doméstico); nu­
lo (grasa) de flama, de concluís marinas y de una abundante canti­
dad de coca y de licor. La ceremonia comienza a las diez de la npelte,
aproximadamente. Las mujeres comienzan a hilar la lana de alpaca,
cuidando de hilar al derecho con la lana blanca y al revéz con la lana
- negra. El curandero coloca en el suelo un poncho blanco doblado, enci­
ma del cual pone el necio, y, sobre éste, el feto de viruñarubirrlo
„por una gran cantidad de bamlerilas ib1-diverso color y rodeado de
mostacillas y de hojas de cora. Pone alrededor del feto de vicuña los
churos' (concluís marinas) en los males vierte vino y aguardiente. Co­
mienzan entonces las libaciones, las ti nicas y -los conjuros: éstos se
prolongan basta las rmilro de la mañana y durante linio o-lo tiempo
el curandero, provisto de un látigo bendito dá golpes en diversos sen­
tidos para espantar a los malos espíritus que pudieran impedir la
eficacia do la ceremonia y paya azotar a l o d o s a q u e l l o s roi ici irréfil e>
¡i fu ceremonia que comenzaran ¡i r|ucil¡>rsc dormidos, nún cunado se
Irult* de niños (lo tierna edad.
Huiré Inulo. las mujeres lian eoneltiído de hilar la lana; el curan­
dero loma una porción de ceallpa (solíalos térrico, i ceroso, alumínico,
ele., nal orales), en las manos y la pasa por ef cuerpo del enfermo,
con el olijelo de suprimir las enfermedades de (pie pudiera ser vícti­
ma el cuerpo y (pie iludieran hacerle al alma repugnante el regreso.
Kl curandero entrega la erollpa a un niño, que debe correr con ella,
lo más lejos que pueda y deberá enterrarla cuando no pueda correr
más por haberse fatigado hasta el extremo de no poderse tener en pié.
('uando regresa el niño a la casa del enfermo, el curandero loma las
lanas blanca y negra y con ellas envuelve al enfermo haciendo un
trenzado espedid muy complicado; loma, en seguida, una bufan­
da blanca con la cual sacude duros golpes sobrp la cabeza del pacien­
te que. a cada golpe que reciba, debe pronunciar la palabra ¡Jesús!
Inmediatamente después, toma el curandero el poncho con el feto de
vicuña, rodewfo de las hojas de coca y de las mostacillas y lo con­
duce cerca de la cama, del enfermo: éste deberá trasmitirle todas sus
enfermedades al feto de vicuña, echándole el alíenlo (expiración for­
zada) por tres veces consecutivas. Quitada entonces la lana de alpa­
ca. se organiza una verdadera procesión: el curandero toma el som­
brero del enfermo y cada una de las personas que toman parte en la
curación una prenda de vestir perteneciente al enfermo. Y entonces
salen lodos de la habitación del enfermo, conduciendo el feto de vi­
cuña. Una. vez fuera, el curandero comienza a llamar.al enfermo por
sus nombres, haciéndole con las manos señales de acudir al llamamien­
to y haciendo también estas señales con las prendas de vestir que con:
duren todos los presentes. Se hace este llamamiento cu lá dirección
de los cuatro punios cardinales y so hace a gritos y en coro. Una vez
realizada esta operación, se abre un linceo en la tierra y se sepulta
el lelo do la vicuña con las hojas de coca y mostacillas de que esta­
ba rodeado, entonces el curandero y sus acompañantes vuelven a casa
del enlermo, id cual el primero le hace este discurso: “ Ni el gallo
-ha cantado, ni ha pasado la lechuza, id ha rebuznado el burro; ya es­
tás sano: pero nunca volverás a verme; no comas papas redondas si
no largas”. Y,- se va.
.Antes de indicar las otras formas de curación del eeaiccasea, so.
ra oportuno decir algo respecto al papar a la tierra, que es número’
indispensable del dcseeiiicear y de otras varias ceremonias análogas.
Parían a la larra, cuando suponen que ésta se encuentra irrita­
da o de mala guisa, o para inclinarla a favor de uno obteniendo su
protección. ,W el cazador, antes de emprender la cacería debe / tapar
a la tierra; el va en persecución de un ladrón, previamente de­
be liacei- es le pinjo; el curandero «ules de emprender la eurneión de
un enfermo paja también a la fierra; las familias atacadas por una
epidemia, también ¡lajan n la tierra, para alejar la enfermedad; ha­
cen lo mismo los que van a emprender viaje, negocios, buscar te­
soros. construir casas, multiplicar el ganado, etc.
* También los indios papau a la tierra, porque creen que ella, en
determinadas circunstancias puede tener hambre de alguna persona,
la cual está, por este simple hecho, en gravísimo riesgo de ser devo­
rada por la hambrienta si no (¡o apresura a aplacar el hambre de és­
ta. haciendo a la tierra diversas ofrendas, entre las cuales el feto
do vicuña o de llama goza fuma de constituir, el más delicado manjar
(pie la tierra pueda apetecer. Asi aplacado el hambre de la tierra, el
enfermo sana rápidamente,
lin el departamento de Puno el enfermo arroja una hoja de eo-
,ca al aire y se arrodilla y besa el lugar en que la hoja de coca ha caí­
do. Después el enfermo es echado en una manta, en la cual es sus­
pendido por cuatro robustos parientes o amigos, que sacuden la man­
ta con la, violencia necesaria para hacerle cambiar Ja posición que
ocupaba al ser echado en la tela. Es como se vé, una forma do man­
teo, que tantas aplicaciones tuvo en la medicina popular antigua, sin
gularmente en Obstetricia.
En la provincia de Iluancayo, del departamento de Junín, se re­
za largamente y. en seguida-, se abre un agujero en la tierra y se Se­
pulta en éste frutas de varias clases, vino, bizcochos, hojas de coca, ci­
garrillos y flores de la mayor estimación en la comarca.
En Pachacamac, sede de las ruinas del famoso templo incano,
para pajar a la tierra se sepulta, en agujero practicado ad hoc tres
huevos de gallina hueros (podridos). Pistos huevos hueros forman
liarte del arsenal de las brujas que ejercen su oficio en las poblacio­
nes de la costa. Hemos tenido oportunidad de asistir al inventario,
por decirlo así, del arsenal de una de tales brujas, descubierta en ln
ciudad de Lima en la plenitud de sus maquinaciones: entre los nu­
merosos objetos hallados en poder de aquella mujer, se encontraron
muchos huevos podridos, de un insufrible olor y cuidadosamente en­
vueltos en papeles de diversos colores, como hubiese podido hacerse
con las más fragantes manzanas.
«
En el departamento de Arequipa se procede a realizar esta rere
monia de }>ajay a la tierra cuando se va de caza o cuando se va a pro­
ceder a hacer excavaciones en alguna hilará. La técnica es diversa,
según los casos: En el primero, o sea cuando se va de caza, se elum
un siiio. el más alto de la comarca y en él se procede a hacer una pe-
— su -
,l,",|,íl 'M ilvm iV.n. |mr medio de mi eiediillo o e|;ivo. Kn ln e.\e¡i\.. mil
M' l,n.i;is «'"'•¡i. selm de llmnn o de vicuíin. de nlp¡ieíi i C¡-
¡-litios, ele,, iiieiipnlo todos estos olijelos con eliieliíi de ni:iíz v co»

/■ v
C a z a lloros "jingnmto n la tierra’

ll'lhiij» C Cu,lililí-).
aguardiente t n\ ¡i n de caña; a veces también depositan eliielia n
aguardiente en tm peiiueño eáiitueo de barro, Los que prescindan
|¡i ceremonia y el .(pie la ejecuta, beben, en tanto que la ceremonia tie­
ne lugar. sendos trapos de aguardiente.'El que realiza la operación,
debe Hincar (asperjar con los dedos) el aguardiente en diversas di­
recciones, como saludando a todos los contornos. Terminada esta ce­
remonia se cubre con tierra el agujero practicado y ya es posible ini­
ciar la cacería.
Cuando se trata de practicar excavaciones en una huilón, se re­
comienda a quienes la llevan a cabo que, durante la operación no de­
jen de masticar hojas de coca. Es la variante de la técnica del payo
a la tierra,
En los departamentos de Puno y Cuzco, se paga también a la
tierra Con r/L'nr/n-píilí (mostacillas do vidrio de diversos coloresV¡
con ccoUqqnc-rnntn (en kosbua: huevos de plata, constituido por
unas rsf<’ritns y
Jubitos de vidrio
de color blanco
de plata, amari­
llo de oro, azules
y otros colores
C honta brillantes); con
chanta (arngoni-
l o ) ; dunas (conchas'marinas) ¡ calina (hilos o lana te­
ñida de variados colores’); con bizcochos; con bizcochar­
los; vino; frutas; flores; salla (feto) de vicuña; salla
deJhmta: anta o nato (grasa) de llama; anta de vicu­
i
ña; cigarrillos; ají; coca; chicha: etc.
En un hermoso cuento,- ha. explotado L ó p e z
A Ib ú j a r (“ Cacalos Andinos’*. Art. “ Los tres ,1ir-
cas”. Lima, AI CAI XX. pág. 3) las furias v las necesidades de los co­
rros, Dice así:
“ Por eso una tarde cu que, sentado sobre un peñón del Paucar-
“ bamba, contemplaba con nostalgia de llanuras, cómo* se hundía el
“ sol tras la cumbre del Pondos, al levantarme, excitado por el saetí*
“ dimiento de un temblor. Pilleo, el indiomás viejo, más taimado, más
“ supersticioso, más rebelde, en una palabra, más incaico de Hiena, me
“ decía poseído de cierto temor solemne:
“ —./ irca-ijanay, bravo, Jircn-nayay, con hambre, taita.
“ — Quién es ■ !irca-i/aipil/ ‘
I nucarbnmba, taita. Padre Paiicnrhamha, pide oiu ¡as, caca,
“ hcscochos, .ena f a< tes.
, “ —¡Ah!, Paucarbnmba. come cniun los hombres y goloso co-
"iiin los niños! (Quiere confites y biscoclios.
“ —.la (sí) taita. Cuando pasa mucho tiempo sin comer, Pau-
“ garbambn piñashcaican. Citando come, cushiscaican.
'‘—*Xo voy entendiéndote. Pilleo.
l’iñashcaican. malhumor; cushiscaican, alearía, taita.
" —/.Pero tú crees de buena fe. Pilleo, que los cerros son como
"his hombros?
'•—A a. taita. Airean comen; -1irras hablan, Jircas son dioses.
“ Ih- día callan, piensan, murmuran n duermen. De noche andan.
"Pilleo no mirar noche ilirram Ipiren dallo. Noches nubladas Jircas
“ andar más, comer más. hablar más. Se juntan y conversan. Si yo
"te contara, taita, por qué Jircas Ránidos, Pauearbamba y Marabam-
1‘lia están aquí. . . . ”
En Mnranganí, departamento del Cuzco, se paga a la tierra ver­
tiendo en ella la primera copa de licor o de chicha que se lia de be­
ber. Dicen los indios que la tierra en que ellos residen tiene sus mis­
mas aficiones y que le es grato a ella, tanto como a. ellos mismos, el
licor que van a beber, y que la tierra tiene, como tienen ellos, sed y
deseos de holgar. Dicen, además, que dan de beber a la tierra para
que ésta, cuando ellos mueran, no sea rigorosa a sus cuerpos y a sus
almas y no les haga faltar nada de cuanto ellas puedan necesitar.
También pagan a la tierra estos indios de Maranganí cuando deben
practicar un viaje, para que la tierra no les fatigue y, cuando se en­
tregan a las faenas agrícolas, para que la tierra sea fecunda y la co­
secha sea .abundante.
En el departamento del Cuzco llaman los indios Saminchay y
también Vagay a estas ofrendas que hacen a los Avquis o A])iis o ge­
nios tutelares que, según reza la tradición indígena, habitan en los
-cerros, en las lagunas, en los manahtiales, en las ruinas incáicas y, en
general, en lodos los lugares que a los indios merecen alguna conside­
ración. Llevan a cabo estas ceremonias del Saminchay o Vagay por­
tille creen que los Aligáis, cuya concepción es tan semejante a la de
los vi chachilas de los kcollas, son muy vengativos.
En la provincia de Chucuilo, departamento de Puno, se llama
('halla, que, literalmente, quiere decir regar, rociar, a este pago de
la tierra que consiste- en verter sobre ella la primera copa de chicha o
licor que los indios han de beber. Después de recitar una breve ora­
ción. se vierte el licor en tierra. Practícase esta Challa al iniciar una
cosecha, al emprender un viaje, al dar comienzo a una cacería, al to­
mar posesión de una propiedad, al terminar una casa, etc. Trátase
de ceremonia cuyo objeto es el de tener de parte a los Achach¡las,
- ,s:¡ -

ofreciéndoles una de sus comidas predilectas o, en cuso de premura


de tiempo, una de estas Challas (pie es, en i i*ror de verdad, una <d ren­
da a los {reñios tutelares de la tierra.
Esta Challa es tradicional cosí timbre de los Umitas peruanos de
Cliueuito y lo es, así misino, de los keollas bolivianos. l’ero es de creer­
se que la tradición indígena esté intielin más general ianda. Un el de*
parlamento de llnáuuen existe la Iradlelón del Anguilla y debe exls
tir como un equivalente de los Aehaeh ¡las de los keollas iiipiellu Ira*
dl(dón ipie Inspira la lliiniadii ,\uqnis danza (danza de los viejos o de
los ancianos) que debe ser mas un* homenaje tributado a los «reñios tu­
telares de la. tierra que una poética ofrenda de las gentes mozas a la
ancianidad.
Prosigamos ahora con las diversas curaciones del (raiceasen, co­
nocidas con el nombre de deseeaicear.
En el departamento de Arequipa de los ceaieeados se dice gene­
ralmente que los lia agarrado la. Hevea y se emplea toda una serie de
prácticas destinadas a deseeaicear, siendo las principales las si­
guientes :
El curandero toma tres hilos, o tres hebras de hilo: una de color
blanco, una segunda de color negro y una tercera colorada. Con las
hebras de los tres colores envuelve o rodea un chaleco del enfermo y
con el todo así obtenido se fricciona la espalda del enfermo, siempre
en dirección de arriba hacia abajo. En seguida, el curandero se sien­
ta en el suelo y de medio (cinco centavos) de coca sin papa (cantidad
que el comerciante está obligado a agregar a aquella que lia vendido)
toma tres hojas, las mezcla con un pedazo de algodón y con otro de
mito (grasa) de llama y hace de la mezcla una pelota, que quema en
un brasero (pie ha colocado cu el interior de la habitación, mi la cual
lleva a cabo esras maniobras. Toma el brasero consigo y se va ron él
al campo, dando grandes gritos, llamando al enfermo por su nomine,
, muy repetidas veces, Tina hora después regresa el curandero a la ca­
sa del enfermo, al cual anuncia haber terminado la curación.
He toma tres quintos de coca (así llaman las hojas rutera? y más
lozanas); se abiycon.un cuchillo un agujero en el mismo lugar en el
cual el enfermo se eeaieeó y en dicho agujero se deposita la coca, cui­
dando de rociarla con medio de aguardiente y medio de chicha del
cogollo y se cubre con tierra el agujero. En seguida masca el curan­
dero un poco de coca con ccafu y a este masticatorio se le añade aguar­
diente y con el producto así obtenido se fricciona el cuerpo de la crin-
tura. En seguida se llama a ésta, siendo esta la enferma, por su nom­
bre y tres veces consecutivamente. El curandero y las personas (pie
le acompañan se retiran, sin volver la vista hacia atrás; pues si tu­

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