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a-.
Hnmpl Kütti. (Otixco).
Imi la ciudad del Cuzco se dá el nombre de llnmpi
Kalu al mercado de remedios, el cual ocupa parte no pe-
quena del Mercado Central do la ciudad. Algunos de es-
ios comerciantes de drogas tienen sus negocios conve-
nieiil» lóenle inslalados en pequeños kioscos de madera
I ochados c o n calamina; otros, más modos!os, mujeres ge
neralmente. instalan sus puestos en el suelo, disponiendo
en mantas de pintorescos colores aquellas mismas dro
gas que los otros, más rumbosos, tienen . dispuestas en
bolsones de tela y agrupadas en casilleros, en mi todo sm
mojantes a los -establecimientos de comercio. En este
¡lamín Katn es menos velada la exhibición de los errores
y prejuicios de la Medicina Popular; si en Arequipa los
pin «tn <|< Mid'i ji dinpns i'Oj'iilnn s *n ln epllo d»’1 Puim». (T.íiikO.
ilicos hnlivunins: adrinás de los lieclnreros que lieneti nu
merosa cíe ntela \ que practican su ofudo de tales rodea-
líos de las mayores reservas, hay sujetos que llevan a ca
bo. en las ralles advócenles al Mercado ('cidral, la venta
iIr ;1 1- 1 1 i_yi:- si 11 q ilim.mu.v. vaic-iminlibado» f*ft la Mrb'irttíTr
Popular. Tales vendedores de yerba?, cuidan de col u-ar
las en e] suelo, sobre una maula. Kilo? venden hinii'nin
¡ia, viril-vira, ortiga macho, liarnui hnasa, Incnnauiihiln,
(mero de zorrino, hígado de zorrino, mhujunln, ratania,
eulaulrillo, liquen, ele. Además, en los puestos autoriza
dos para el expendio de llores, se encuentra a disposición
del público: el mttl«f/usinw, el culón, el cidrón, el toronjil,
la sávila, la borraja, la siálica, el tutumo, las hojas de
nogal, las de eucaliptos, el culantrillo, la ruda, la muña,
los rizomas de grama, etc.
Nosotros liemos recogido información fidedigna de
bulas las prácticas curativas, de todos tos prejuicios y
errores de «pie está llena la Medí* ina Popular y euros
orígenes probables ya hemos indicado ni este mismo ea
pitillo. Tal riqueza de procedimientos de pretendida ac
ción terapéutica de nuestra Medicina Popular no repre
se uta, en número alguna, un expolíente di incultura lia
cioual ni traduce un grado considerable de atraso en la
obra demoledora de errores de la civilización. Kstas ideas
médicas son el representante deforme de tiempos que
fueron, de creencias que fueron aelnales: son el alma de
los liempos idos y ellas e \ i •t en en lodo- lo- países, aun en
aquellos de una avanzada civilización.. I)< c-de signilica
do la importancia de estudios como el presente: ellos
cotil í'ilniyen al mejor conocimiento del pasado; pues que
el /o//]1/oe< . es. en ta utas ocasiones, el rect i ficador o el ra
t i ficador de la historia,
Las prácticas: médicas que nosotros li» me expuesto,
no son iguales en todas las regiones de inte tro ferritoi io:
en ocasiones, la diversidad regional de las formas de una
(Miración hace dilíeil reconocer en ella la i (‘presentación
legítima de oirá practica (pie, a despcdio de ello, le es
idéntica en el londo \ que se lleva a cabo a distan* ias a
las \ ecos tilín considerables. I{especio a la p i ueodcocói-
lLo_Lai-cs-qoaidu*■ac ii'ru'Ol I1**s IumÍm
T ¡óiiiliulo núcele»» l>il»oi
exisl.iMH’.in ; |•**ro estés (.latos uo [Hieden tener un valor
absoluto, ITácticas de procedencia remota lian [jodido
ser i ij11 inri rolas de lina región a oi rá y lian podido desa
parecer en la primera y conservarse en la segunda. Des
de esle punto de vista, otra cansa de error se halla eolis*
iitnída por el'sello personal que cada curandero impri
me a sus práctieag curativas, a las cuales, en no pocas
ocasiones, arrebataron su fisonomía original hasta el ex
tremo de hacerla irreconocible, p v .>■"*.
Tal es el libro que ofrecemos al interés del lector a
quien agraden estos estudios. No iiene pretensiones dé ;
completó y sí las tiene de contribución al estudió de
nuestro folk loro médico. Que él sea punto de partida de
una labor de investigación fecunda; que él constituya
humilde piedra basal del edificio de una investigación
| más venturosa en este campo basta el presente poco o
j nada espigado dtíl folk 1ovr.
. -.nflrWfc ; . .” •
■t ' ' ■.V
‘malteatádo o. c»iiturj
'ríe sus miembros, coif^jíWftlYrns
. ...*S u' •' alfileres, y"; -al si-**
“ guíente día so presentan, otial si aportaran pin* cásua-
“ lidad o iguorrtndo en lo absoluto Jo tille ocurre en ¡a
“ casa. •'* . y ffíf |f
“ F,l enfermo •v» su familia, reciben la visita
. ' 'si.AX'Sgjg/v'?' ‘,*C•.•:‘ 'V, '' \i de esté.
í * i i orno presagio t.le buen augurio, e inmediatamente acto
“ den a su saber. El callabuaya, después de muchos rué-;
“ gos y halagos, accede en hacerse cargo del enfermo. Es
m f:
vicios, llegando ambas familias a convertirse cu enc-
"migas. Con ligeras viy.uariacioncs CstaS costumbres son
"comunes en los indios, ■í: <>.,.«>■y , . --J' ■.
a- '.%y> rximf, '
"Desde que termina la ceremonia religibsa del ma-
"trimonio, los parientes del novio, llevan obsequios a la
"casa de la novia: leña, clamo, chicha y botellas de li-
"cor, artículos que son igualmente regalados por los
"parientes de la novia al novio. La tercera ilóche se ce*
"lelo-a la ceremonia nupcial en casa de los padrinos del
"matrimonio. El varón al saludar a sus abijados, les (U sp
"rige en tono magistral estas palabras! Cómo raposos
S8S
“consogrados por la iglesia, debéis comprender qué
“ vuestra misión en la vida Conyugal, es ejercer la su-
“prona autoridad sobre vuestra mujer y sobre vuestros.,
“hijas. Sin ella 'seríais cama el huma gne se disipó al
■“soplo del viento> y Con ella seréis el padre de vuestros
“hijas y el maridó de vuestra mujer. Para ejercer el
“poder que se os ha dado, recibid este látigo, que es el
“siinhala de la fuerza, de la razón y de la justicia, qué lo
“ usareis cuando lójóxijan las circunstancias. Y vos inti-
“jer, nucida parad}} dolor y el sufriiniievto, inclinad
“ vuestra frente ev señal de sumisión y respeto al qué es
“ vuestro marido y armóos de la resignación que el de-,
“ ber os impone. Vais a recibir la lección del poder de
“ vuestro niuridopde ese poder que le dan el derecho y él
“amar. Entonces/el marido armado ya del látigo fatal.
"lo descarga Sobre la infeliz, que gituCr lloi'a y grita en
. "medio de Un Círluiío de espectadores; Ílasta que el pn- 4
"drinó 1evantánrif,innno para que'Ct|SC la flalelnCioil^
"Terminada éStfeceremonia bárbara v Cruel, el llanto
"se cambia eñ|H5n,y el dolor en plac6r.nl sonido! <de¡3fl¡fflW
lé íTÓlenizan l««s
'guitai ras qu^flmenizau las danzas dnl festín”
del festín’
"El regalo de preferencia qne se acostumbra ofroL
en las bodas que realizan los de la raza indígena, Cs>de nli
- un mía gallina para el no-
‘ sin . |\(>|H c-a n1; i n (M as aves } i;i r ; i los indios, b>s 'íiil-
•|Ki| ii-- de la | mi rucia general ríz y de la fecundidad. que
‘delien predominar en la sociedad conyugal que se es-
‘Ial deee.
“ Parados algunos meses emprende el reeién casa-
•(|(i un \ ¡aje sin riinilin l’ijn ni destino señalado eon an-
111-1;.i«•ii’*n. Anles de Itaeerln. se despide de los suyos rm-
‘briagándnsc eon (dios y encargando a sus augures y
‘brujos que le vaticinen buen éxito. Parte a media no-
‘ebe y la mujer lo acompaña basta dos leguas de dis-
‘taneia. de donde, llorando, se despide y regresa.
“ El vestido de viaje del eallabuaya se compone de
‘un pantalón de paño azul, viejo, raído y con flecos en
‘las extrealidades inferiores; de un poncho largo y an-
1gusto, listado horizontalmenlo, por lo común, de blan-
‘co y eiilnrado; sombrero de paja y sobre su espalda o
‘bajo su brazo derecho, asegurada a uno de los hom-
‘bros, una bolsa cuadrada, grande y de vistosos colores,
‘d(‘ la que nunca se separa, porque constituye la divi-
‘sa de su profesión de curandero. Ella está repleta de
‘yerbas, raíces, cáscaras, semillas, etc., que son reem-
‘ pía/,atlas a medida que se venden y utilizan, estando
‘iodo (dio. en su interior revuelto y en desordenado ma-
‘reniagnum. Fuera de esto, conduce, algunas veces, dos
‘o más burros, cargados de provisiones y especies re
lacionadas con sus ocupaciones de herbolario v liechi-
‘ccro. Mientras dura su ausencia, que por lo regular es
Me tres, cinco, basta diez años, la mujer acostumbra
‘no lavarse ni peinarse, ni ataviarse con nuevos trajes;
‘vive dedicada a sus labores agrícolas y quehaceres de
‘su casa, guardando estricta fidelidad a su esposo au-
‘sentu y excusándose en lo absoluto de asistir a diver-
‘s ionos y tiestas. Para el eallabuaya tiene la fuerza de
‘una convicción indiscutible, la idea de que la mujer
“ siempre se asea y atavía solo para parecer bien y aera-
“ (|;ir¡i 1pe hombres, e n el objeto de atraerlos. La nn<-
“ ¡i r rasada. dieeii, cuida muelm de su i in sa n a , <u au-
“ senda del (s/mso, cuando siente ta necesidad dr un
"amante
“ Tienen un proCnndo conocimiento del corazón lm-
“ mano.
**'151 regreso del viajero, que sicni] rre debe coincidir
“ con la fiesta de la pascua, es anunciado con anticipa-
“ ción. La mujer va a su encuentro basta el río, situado
“ a legua y media del pueblo de Curva, llevándole cbi-
“ eba y abundante comida. Si aquel acepta esos obsc-
“ qnios, es señal de que se encuentra satisfecbo <le la
“ conducta que su consorte lia observado durante su au
s e n c ia ; pero si se muestra serio y la rechaza, es pruc-
“ ba de (pie se baila disgustado con ella, por baber sa-
“ birlo alguna falta suya. Entonces la afligida esposa, le
“ llora, le ruega, se arrastra a sus pies, de rodillas, implo*
“ raudo su ])erdón; si no lo obtiene y continúa el calla-
“ lmaya implacable, no le queda a la infeliz más recurso
“ que volver al pueblo y arrojarse de una altura, que se
“ encuentra a dos madras de la plaza y que se llama
"Karha y morir embarrancada.
“ Los callabuayas son celosos, crueles y llevados de
“ augurios. Las mujeres asesinan frecuentemente a sus
“ esposos por celos; viven en habitaciones mal construí
“ das, desmanteladas, frías y pobres. A los vecinos mes-
“ tizos los aborrecen, porque los exace'ionan despiada
“ (lamente; les ocultan sus mercaderías, y sólo las sacan
“ y ofrecen al extraño. El lujo para ellos consiste en ha-
“ eer llegar íntegra la tropa de muías o mercaderías que
“ adquirieron en sus viajes, y ostentar a las miradas de
“ sus relacionados y paisanos. No son capaces de vender
“ una sola cabeza en el camino, aunque les ofrezcan pre
“ (dos subidos.
"Con el prestigio que gozan los ettlhlillltiyiis, ile ]»0
“ secr facultades extraordinarias para descubrir el por
v e n ir o las cosas ocultas, y de ser médicos acertados,
■
“ son temidos por los indios, quienes les brindan todo
“ género de distinciones, les alojan bien, les obsequian
“ y jamás se atreven a sustraer,nada de las abultadas y
“ misteriosas bolsas que llevan consigo.
“ El baile usado por esta raza, es el que en otro
“ trabajo liemos descrito con la denominación de civfa-
*'kc<iniris, o sea tronzadores de cinta.
"+
¡ipítulo 1. / lOS ni ite's médicos. 1>i viniilailes y fantasmas
X. Im vida sexual. - -
XI. ha Obstetricia. _
XII. ha pediatría.
XIII. has enfermedades mentales ij nerviosas.
X IV. ha en ujía. -
XV. I:a oftalmología, ha m nereotogía.
XVI. M hombre, manantial terapéutico. ■
CAPITULO I
t
majestuoso de las aguas y en busca de aquella voz musical que había
escuchado una m z sola en la serena quietud de la selva. Algunos pes
cadores, que escucharon aterrados la seductora canción de amores,
se aproximaron a escuchar y vieron junios, muy juntos, en un beso
de amor y de muerte,.los rostros de la Vara y del apuesto coca-nía.
La Yara continuó cantando su canción y el amante continuó escu
chándola embelesado. Calló la encantadora y ante la mirada angus
tiada de los lesligos se abrieron las aguas del río y lentamente vol
vieron a juntarse sobre los cuerpos de los amantes, que no volvieron
a aparecer más.
El Padre C h a n t e e y H c r r c r a, da también noticia de las
Chitaras o Yaras, llamadas, así mismo, Yacu runas (en Keshna:
yacu, agua; nina, gente; tjenir. del agua o de las aguas) considerán
dolos como Sujetos demoniacos; pero discute la autenticidad delim i
to y emite la opinión de que se trata de animales con una muy re
mota semejanza humana o de indios ladinos, habituados a permane
cer por largo tiempo en las aguas de los ríos y que aprovechan sus
condiciones de eximios nadadores para sorprender la ingenuidad y
Superstición de los pobladores de la selva. Lo dice el Padre II e r re
ñ í como comentario de lo referido a los misioneros españoles por
los indios que llegaron a los religiosos sobrecogidos de espanto y refi
riéndoles haber visto a las Cinturas y haber hablado con ellas que les
habían pedido de comer y les habían solicitado una buena amistad.
Estos mismos indios del Amazonas, además de las Chitaras, tie
nen en su mitología la creencia en los Supay o Jura parís, que son los
diablos y en los Supaypa huahua», que son los hijos del diablo o dia
blos pequeños.
Esta expresión de Supaypa huahuan, está muy generalizada en
todo el Perú, en los departamentos de habla keshna; pero la mayoría
de ellos, eslá reservada para designar a aquellos niños o sujetos jó
venes a quienes por su natural inquieto o por su hiperactividad ex
traordinaria se les obsequia la diabólica paternidad. Departamentos
hay, sin embargo, y se cuenta entre ellos el de Arequipa, en que tal
expresión constituye una ofensa grave.
En la mitología del Amazonas figuran los chulla chaquis (pies*"
desiguales) de quienes se d ic e viven en el fondo impenetrable de los
bosques, entre grandes mínenles (bosques de Fíats sp.) y duermen
en hamacas hechas de piel de lagarto y suspendidas dé los árboles
por grandes cuerdas tejidas de víboras y culebras. Estos chulla cha-
(litís tendrían la mitad anterior del cuerpo de aspecto humano y la
mitad posterior de venado y se reconocería su paso por las huellas
desiguales que deja cuando recorren, con vertiginosa rapidez, la in-
mensa selva. Los mismos indios del Amazonas, creen en la existencia
do los yayay-mdmam, que serían los niños sustraídos a sus padres por
los espíritus malignos; en la de los caiporas, almas o espiritas de los
indios que mueren sin bautizarse y cuya presentación es denunciada
por los fuegos fatuos; en la de los tunschis, espíritus de las personas
próximas a inferir y (pie vagan por los pueblos, rovelíindoso a los
hombres por medio de un estridente silbido que llena de espanto a
quienes lo escuchan. ( H e r r e r a . —Üb. cit. págs. VIH y 244).
Los indios Campas creen en una divinidad buena, a la cual lla
man Genoquenire; creen, por oposición, en un Dios malo al cual lla
man Camagari ( J o s é B. S a m a n é z O c a m p o : “ Explora
ción de los ríos peruanos, Apurímac, Ene, Tambo, Ucayali y TJru-
bamba”, Lima, 1885. pág. 30.)
Los indios Piros llaman Huya-cali a su Dios bueno y Saminchi
( Catmaleghl, según C a s t e l n a u) a su Dios malo, al último de los
cuales temen muellísimo creyendo que interviene en todos sus asun
tos y en todos sus negocios, antes do emprender los cuales suelen ha
cerle ofrendas que conceptúan agradables a esta mala divinidad.
líos indios salvajes del río Marañón, “ reconocen y respetan a un
ser poderoso que llaman lliuanchi” . ( M u ñ o z D a v i d . —“ Memo
rias de viaje”, Lima, 1001. pág. 26).
Los Huitotos creen en un ser superior al que llaman Usiñamu
“ y en un ser inferior al que llaman Taifeño, que es el espíritu del
mal”. (R o b u c h o n E u g e n i o—“ En el Putmiayo y sus afluen
tes” .—Lima, 1907, pág. 70).
“ Admiten también (los indios de la Pampa del Sacramento y
“ montañas do los Andes del Perú) un ser maligno habitador del oen-
“ fro de la tierra, á quien hacen autor de sus desgracias y se estre-
“ mecen al oir su nombre. Los más advertidos toman de aquí motivo
“ para hacerse respetables, suponiéndose sus delegados bajo el nombre
“ de vwhabcs o agoreros, a quienes se consulta hasta en los asuntos
“ más pequeños. Ellos rigen las intrigas del amor, la salud de los hom-
‘‘bres y el éxito de las campañas; todo lo que siendo muchas veces
“ desgraciado recae sobre sí, y suelen pagar muy caro sus engaños” .
" ( U n á n u c H i p ó l i t o J.—Noticia de los trajes, supersticio-
“ nos, etc., do los indios de la Piimpa del Sacramento y montañas dá
“ los Andes del Verá.—En “ Obras Científicas y Literarias”, Barce-
“ lona, 1014. Tomo ÍT, pág. 263).
Entro los Agunrunas, indios salvajes que pueblan la región del río
Marañón, se considera que todas las enfermedades que los indios
desconocen son originadas por la chonta, un espíritu malo que toma
posesión de los enfermos. Los 'Agua-runas emplean, para la curación
de estos enfermedades de chonta, juramentos merced a los cualea su-
plicaa al espíritu maligno que salga del cuerpo que lia enfermado
o le exigen dicha salida. (J o r g e M. v o n II a s s e 1 : "Las tribus
salvajes de la región amazónica”, en el "Boletín de la Sociedad Geo
gráfica de Lima”, Tomo XVII, 1905, pág. 04) ; y pronunciando tam
bién las palabras Asazatn, nanhinglran ( J o r g e M. v o n Ha s -
s e l .—“ Vocabulario aguaruna”, en "Boletín de la Sociedad Geo
gráfica de Lima, Tomo XII, Año XII. pág. 82).
El Machu (Macha, viejo, en personas, animales o plantas—
Vocab. Qquiclma G o n z á l e z H o l g u í n ) , es en el departamento
del Cuzco, una divinidad maligna, temida en grado superlativo por
los indios, que lo consideran autor de cuanta desdicha pueda caer so
bre ellos. Para evitar la acción nociva de este Machu, los indios pro
curan tenerle de parte, haciéndole ofrendas diversas y desagravián
dole en diversidad de formas cuando creen, por ellos mismos o por
opinión do los hechiceros, que el Machu está enojado y puede exte
riorizar este su enojo.
• Entre los aymarás aun vive vida intensa la leyenda del lari lari
(Lari lari: gente que vive en la juina fin Cacique; Vocab. Apnuira de
B e r t o n i o ) , el maligno lari lari que penetra en los hombres y en
'los animales o que adopta la forma y apariencia de é.stos. Ciertos sig
nos exteriores, ciertas apariencias cuyo conocimiento ha sido trasmi
tido de generación en generación, permite a los aymaras darse cuen
ta de que el lari lari ha tomado la forma de una persona o de un ani
mal y les impone la obligación de destruir, en defensa personal y co
lectiva, a dicha supuesta encarnación del espíritu maligno. Los tri
bunales bolivianos en más de una oportunidad, han debido conocer en
delitos extraños, verdaderos delitos rituales, perpetrados por los in
dios en acatamiento de prescripción imperativa de sus ideas religio
sas: indios que han visto al lari lari en la mirada, en el ademán, en
el gesto, de algún vecino o de algún forastero, le han extrangulado
fría y despiadadamente creyendo cumplir sus deberes religiosos de
exterminar al maligno alejando así la desgracia y la enfermedad.
Según M. R i g o b e r t o P a r e d e s (Oh. cit. págs. .148-149) ‘
los aymarás bolivianos "en ciertos casos atribuyen la enfermedad
"del niño a un espíritu maligno, llamado Lari lari que ha lngra-
"do apoderarse de su cuerpo, y para ahuyentarlo y hacer que sane,
"queman hhoa con añil en la habitación del enfermo, suponiendo
"que con el fuerte humo que debe producirse abandonará a su víc-
‘‘tima. Dicen que el J.arilari se lince visible en forma de un gato de
"pelaje colorado, que trepa a los árboles y de allí silba a los incau-
"tos, y los atrae. Apenas los vé jiróximos al árbol, baja rápido y al
“ escapar va a rozarse precisamente con ellos, inoculándoles al ino
pulento de ]iasar una enfermedad, cuyos síntomas son: ojos inyccta-
11dos en sangre: cuerpo amoratado y decaimiento completo del orga
n ism o . La equimosis y manelias de sangre que resultan en el cadá-
“ ver del niño, ya sea a causa de haberse producido una congestión
“ pulmonar, o por otro motivo explicable, le culpan al larilari, quien
“ aprovechando del descuido de la. madre o de las encargadas de aten-
“ der al enfermo, dicen, que maltrató y azotó su euorpeeito, hasta
“ ocasionarle la muerte, según lo manifiestan esas señales”.
Los í ’irnn “ atribuyen Indas las enfermedadra a la presencia de
un Insecto. . . . Cuando la enfermedad termina de una manera fatal,
dicen que el animal había llegado a los huesos”. ( Cl i s t e l ñ a u
I1' r a n e í s de. I!.vpedí lian (l<um les pdrtics centrales <lc l ’Amc-
rique <h( Snd. París, 385], Tomo IV. pág. 384).
En el departamento del Cuzco es muy general la creencia en los
usados por el Qucpque (Huma purik qucpque.—Phnntnf-
ma como cabeza humana que amiaun y-.,,. oí uv*i*o. ocn1) Qquichua de
G o n z á l e z II o 1 g ü í n ) , animal que, según aseveran ios inaion¡
se desprende muy fácilmente del cuello de ciertos sujetos de mala
catadura. Una vez en libertad el Qucpque vaga por los campos, por
tador siniestro de la desgracia y de la muerte. ¡Infeliz de aquel en
los muros de cuya casa se posó el animal agorero! Infeliz aquel otro
cuyos ojos tuvieron la desventura de contemplar al Qucpque! Todas
las desgracias, incluidas la enfermedad y la muerte, sobrevendrán a
la aparición del temido y temible Qucpque, que nada valen, para pre«
venir sus daños y para aminorar su acción maléfica, los preservativos
de los mejores hechiceros ni las curas portentosas que ellos emplean
para curar ciertas enfermedades.
En el vulgo de todo el Perú, más en el elemento blanco y en el
mestizo que cu el indio, existe toda una serio de supersticiones re
lacionadas con la agonía y con la muerte.
En las poblaciones de la costa, con mayor intensidad que en aque
llas de la sierra, si- considera de muy mal agüero la rotura de espe
jos o de objetos de cristal; pues se cree que tal hecho es anuncio ine
quívoco de enfermedad grave y de muerte. La misma interpretación
se concede n la caída del aceite o de la tinta de escribir fuera de las
vasijas (pie los contienen. Tales supersticiones viven vida tan intensa
en la mentalidad de la masa que muchas veces estas roturas de ob
jetos llevan verdaderos días de luto a familias enteras, a las cuales na
die puede demostrar la casualidad de tales acontecimientos y su nin
guna significación pronostica.
El arder tres vedas en una habitación so considera de mal agüero.
El parpara o la paca-para, el cuervo y ciertas mariposas cre
pusculares son considerados animales de mal agüero y se adopta
toda una s e r a de recursos para impedir que estos agüeros se reali
cen. La visita Je algunas personas también se considera de mal agüe
ro; a dichas personas se les llama quenchm, en el departamento de
Arequipa.
El gallinazo goza, en Lima, la misma fama de anunciador da
muerto.
151 {anchi, “ pájaro fatídico para el vulgo, predice pomo la bu
chura, alguna desgracia", (Madre do Ulna),
Refiriéndonos a la agonía misma, el vulgo cree que las personas
agonizantes realizan una verdadera incursión en aquellos lugares que
les fueron más familiares en vida. Dícese entonces que tales agoni
zantes se (Impiden o recogen sus panos y que lo hacen, precisamente,
en aquellos momentos en los cuales el moribundo duermo profunda
mente o se halla bajo la acción de un estado sincopal. Se refiere, en
anovo de esta generalizada creencia, el caso de muchos moribundos
cuyo espiran m, analizado excursiones a través de largas distancias
y ha traído noticia minuciosa y cabal ilu enante r *al distancia ocu
rría. Las tradiciones familiares al respecto son inu.\ numerosas, pe-
mucho que ellas estén hechas a base de meras coincidencias o di tabu
laciones de origen ncurósico.
Se dice que los perros están dotados de facultades sensoriales
que les permiten contemplar a estos espíritus vagabundos de los ago
nizantes y es por esta circunstancia que el doloroso ahullido de un
perro, sin causa real que provoque esta expresión del animal, es to
mado eomo anuncio de que el can ha visto al moribundo recogedor
de sus pasos a través de la vida. El espantarse los caballos sin causa
justificada, lo atribuyen también a la presencia del alma de un mori
bundo, o de la otra nida.
Existe la muy general creencia de que aquellos cadáveres a los
cuales no fué posible hacerles la oclusión absoluta de ambos párpa
dos representan el anuncio cierto de que una segunda muerte seguirá
a la primera: el muerto se lleva a uno de los suyos. Para evitar esta
misma desgracia precisa no barrer la casa durante los días en que
el cadáver permanece en ella.
También se cree que las almas que no han conseguido ir direc
tamente al Hielo purgan sus pecados viendo de cerca, sin ser vistas
ni sentidas, los dolores de los suyos y asisten, impotentes, a sus des
gracias y a sus pecados. Son las almas en pena o simplemente las pe-
*7/r;<f(1ó í'iivii historia’ está llena In tradición peruana di’ la época eo-
luiiiiil y de Ins albores de lu era republicana.
: ]Cs interesante, en relación a estas penas, el hecho de que mu
idlas de las preciosas tradiciones del maestro 1’ a l ma , por este
ileseriias cdiiio habiéndose realizado en liinia, son referidas, con nom
bres de personas y señales de ellas, como ocurridas en Iluánuco, en
Arequipa, en (.'ajamaren y en otros departamentos de la República.
111' r»r«l iun rio assislia n sus linyles noHnnins'l y lorimiln sus ropas, He
ñí» ile Imrrnr, y espnnln, las linlló ile vna lana fofa. y ninjnilii, muy
ns(|nerosa' \ ( l l a m o s C a v i l a n . —-“ Historia (Id calibre santua
rio <lc Nuestra Señora de ('.opacabana'9. Lima. .1 (121. Cap. XXV. C'it.
por .1 i j ó n y (' a a ni a ñ o. OI». <•it. Tomo 1 . píijrs, 2 ') y 2 4 ).
t
LOS M ITOS MEDICOS
t
K1 Susto; sus equivalentes regionales y
sus curaciones varias.—K1 Shogpi y los
Limpias.—Kl Cutidlo tlel ('uzeo.- luis cu
rociones ilc 1n Cealccn.
P a n do San NirolAs.
para castigar la audacia de quien lia pretendido escalar sus más al
tas cumbres. Si una persona experimenta- una jaqueca posteriormen
te a haber contemplado un cadáver o a las libaciones hechas en el ve
lorio de un muerto, se dice también sufre la cea leca por obra del es
píritu, del muerto. Me dice al enfermo entonces ayapa-ccaiccascan y
en su curación emplean ios curanderos grandes y muy-enérgicas fric
ciones estimulantes, a las cuales agregan la aspiración de los gases
desprendidos por la combustión del ají, de los cabellos, de los cuer
nos de ciertos animales, ele.
En el departamento de Puno, la curación del ccaiccasca se lineé
en la siguiente forma:
Instalado el curandero en casa del enfermo, lia cuidado de pro
veerse de un feto de vicuña o de llama, destinado a pagar a la fierra;
de lana de alpaca, de los colores blanco y negro; de mostacillas; de
recado (pequeñas figuras de estaño de la forma y figura de ani
males diversos y de diverso,s objetos de uso doméstico); nu
lo (grasa) de flama, de concluís marinas y de una abundante canti
dad de coca y de licor. La ceremonia comienza a las diez de la npelte,
aproximadamente. Las mujeres comienzan a hilar la lana de alpaca,
cuidando de hilar al derecho con la lana blanca y al revéz con la lana
- negra. El curandero coloca en el suelo un poncho blanco doblado, enci
ma del cual pone el necio, y, sobre éste, el feto de viruñarubirrlo
„por una gran cantidad de bamlerilas ib1-diverso color y rodeado de
mostacillas y de hojas de cora. Pone alrededor del feto de vicuña los
churos' (concluís marinas) en los males vierte vino y aguardiente. Co
mienzan entonces las libaciones, las ti nicas y -los conjuros: éstos se
prolongan basta las rmilro de la mañana y durante linio o-lo tiempo
el curandero, provisto de un látigo bendito dá golpes en diversos sen
tidos para espantar a los malos espíritus que pudieran impedir la
eficacia do la ceremonia y paya azotar a l o d o s a q u e l l o s roi ici irréfil e>
¡i fu ceremonia que comenzaran ¡i r|ucil¡>rsc dormidos, nún cunado se
Irult* de niños (lo tierna edad.
Huiré Inulo. las mujeres lian eoneltiído de hilar la lana; el curan
dero loma una porción de ceallpa (solíalos térrico, i ceroso, alumínico,
ele., nal orales), en las manos y la pasa por ef cuerpo del enfermo,
con el olijelo de suprimir las enfermedades de (pie pudiera ser vícti
ma el cuerpo y (pie iludieran hacerle al alma repugnante el regreso.
Kl curandero entrega la erollpa a un niño, que debe correr con ella,
lo más lejos que pueda y deberá enterrarla cuando no pueda correr
más por haberse fatigado hasta el extremo de no poderse tener en pié.
('uando regresa el niño a la casa del enfermo, el curandero loma las
lanas blanca y negra y con ellas envuelve al enfermo haciendo un
trenzado espedid muy complicado; loma, en seguida, una bufan
da blanca con la cual sacude duros golpes sobrp la cabeza del pacien
te que. a cada golpe que reciba, debe pronunciar la palabra ¡Jesús!
Inmediatamente después, toma el curandero el poncho con el feto de
vicuña, rodewfo de las hojas de coca y de las mostacillas y lo con
duce cerca de la cama, del enfermo: éste deberá trasmitirle todas sus
enfermedades al feto de vicuña, echándole el alíenlo (expiración for
zada) por tres veces consecutivas. Quitada entonces la lana de alpa
ca. se organiza una verdadera procesión: el curandero toma el som
brero del enfermo y cada una de las personas que toman parte en la
curación una prenda de vestir perteneciente al enfermo. Y entonces
salen lodos de la habitación del enfermo, conduciendo el feto de vi
cuña. Una. vez fuera, el curandero comienza a llamar.al enfermo por
sus nombres, haciéndole con las manos señales de acudir al llamamien
to y haciendo también estas señales con las prendas de vestir que con:
duren todos los presentes. Se hace este llamamiento cu lá dirección
de los cuatro punios cardinales y so hace a gritos y en coro. Una vez
realizada esta operación, se abre un linceo en la tierra y se sepulta
el lelo do la vicuña con las hojas de coca y mostacillas de que esta
ba rodeado, entonces el curandero y sus acompañantes vuelven a casa
del enlermo, id cual el primero le hace este discurso: “ Ni el gallo
-ha cantado, ni ha pasado la lechuza, id ha rebuznado el burro; ya es
tás sano: pero nunca volverás a verme; no comas papas redondas si
no largas”. Y,- se va.
.Antes de indicar las otras formas de curación del eeaiccasea, so.
ra oportuno decir algo respecto al papar a la tierra, que es número’
indispensable del dcseeiiicear y de otras varias ceremonias análogas.
Parían a la larra, cuando suponen que ésta se encuentra irrita
da o de mala guisa, o para inclinarla a favor de uno obteniendo su
protección. ,W el cazador, antes de emprender la cacería debe / tapar
a la tierra; el va en persecución de un ladrón, previamente de
be liacei- es le pinjo; el curandero «ules de emprender la eurneión de
un enfermo paja también a la fierra; las familias atacadas por una
epidemia, también ¡lajan n la tierra, para alejar la enfermedad; ha
cen lo mismo los que van a emprender viaje, negocios, buscar te
soros. construir casas, multiplicar el ganado, etc.
* También los indios papau a la tierra, porque creen que ella, en
determinadas circunstancias puede tener hambre de alguna persona,
la cual está, por este simple hecho, en gravísimo riesgo de ser devo
rada por la hambrienta si no (¡o apresura a aplacar el hambre de és
ta. haciendo a la tierra diversas ofrendas, entre las cuales el feto
do vicuña o de llama goza fuma de constituir, el más delicado manjar
(pie la tierra pueda apetecer. Asi aplacado el hambre de la tierra, el
enfermo sana rápidamente,
lin el departamento de Puno el enfermo arroja una hoja de eo-
,ca al aire y se arrodilla y besa el lugar en que la hoja de coca ha caí
do. Después el enfermo es echado en una manta, en la cual es sus
pendido por cuatro robustos parientes o amigos, que sacuden la man
ta con la, violencia necesaria para hacerle cambiar Ja posición que
ocupaba al ser echado en la tela. Es como se vé, una forma do man
teo, que tantas aplicaciones tuvo en la medicina popular antigua, sin
gularmente en Obstetricia.
En la provincia de Iluancayo, del departamento de Junín, se re
za largamente y. en seguida-, se abre un agujero en la tierra y se Se
pulta en éste frutas de varias clases, vino, bizcochos, hojas de coca, ci
garrillos y flores de la mayor estimación en la comarca.
En Pachacamac, sede de las ruinas del famoso templo incano,
para pajar a la tierra se sepulta, en agujero practicado ad hoc tres
huevos de gallina hueros (podridos). Pistos huevos hueros forman
liarte del arsenal de las brujas que ejercen su oficio en las poblacio
nes de la costa. Hemos tenido oportunidad de asistir al inventario,
por decirlo así, del arsenal de una de tales brujas, descubierta en ln
ciudad de Lima en la plenitud de sus maquinaciones: entre los nu
merosos objetos hallados en poder de aquella mujer, se encontraron
muchos huevos podridos, de un insufrible olor y cuidadosamente en
vueltos en papeles de diversos colores, como hubiese podido hacerse
con las más fragantes manzanas.
«
En el departamento de Arequipa se procede a realizar esta rere
monia de }>ajay a la tierra cuando se va de caza o cuando se va a pro
ceder a hacer excavaciones en alguna hilará. La técnica es diversa,
según los casos: En el primero, o sea cuando se va de caza, se elum
un siiio. el más alto de la comarca y en él se procede a hacer una pe-
— su -
,l,",|,íl 'M ilvm iV.n. |mr medio de mi eiediillo o e|;ivo. Kn ln e.\e¡i\.. mil
M' l,n.i;is «'"'•¡i. selm de llmnn o de vicuíin. de nlp¡ieíi i C¡-
¡-litios, ele,, iiieiipnlo todos estos olijelos con eliieliíi de ni:iíz v co»
/■ v
C a z a lloros "jingnmto n la tierra’
ll'lhiij» C Cu,lililí-).
aguardiente t n\ ¡i n de caña; a veces también depositan eliielia n
aguardiente en tm peiiueño eáiitueo de barro, Los que prescindan
|¡i ceremonia y el .(pie la ejecuta, beben, en tanto que la ceremonia tie
ne lugar. sendos trapos de aguardiente.'El que realiza la operación,
debe Hincar (asperjar con los dedos) el aguardiente en diversas di
recciones, como saludando a todos los contornos. Terminada esta ce
remonia se cubre con tierra el agujero practicado y ya es posible ini
ciar la cacería.
Cuando se trata de practicar excavaciones en una huilón, se re
comienda a quienes la llevan a cabo que, durante la operación no de
jen de masticar hojas de coca. Es la variante de la técnica del payo
a la tierra,
En los departamentos de Puno y Cuzco, se paga también a la
tierra Con r/L'nr/n-píilí (mostacillas do vidrio de diversos coloresV¡
con ccoUqqnc-rnntn (en kosbua: huevos de plata, constituido por
unas rsf<’ritns y
Jubitos de vidrio
de color blanco
de plata, amari
llo de oro, azules
y otros colores
C honta brillantes); con
chanta (arngoni-
l o ) ; dunas (conchas'marinas) ¡ calina (hilos o lana te
ñida de variados colores’); con bizcochos; con bizcochar
los; vino; frutas; flores; salla (feto) de vicuña; salla
deJhmta: anta o nato (grasa) de llama; anta de vicu
i
ña; cigarrillos; ají; coca; chicha: etc.
En un hermoso cuento,- ha. explotado L ó p e z
A Ib ú j a r (“ Cacalos Andinos’*. Art. “ Los tres ,1ir-
cas”. Lima, AI CAI XX. pág. 3) las furias v las necesidades de los co
rros, Dice así:
“ Por eso una tarde cu que, sentado sobre un peñón del Paucar-
“ bamba, contemplaba con nostalgia de llanuras, cómo* se hundía el
“ sol tras la cumbre del Pondos, al levantarme, excitado por el saetí*
“ dimiento de un temblor. Pilleo, el indiomás viejo, más taimado, más
“ supersticioso, más rebelde, en una palabra, más incaico de Hiena, me
“ decía poseído de cierto temor solemne:
“ —./ irca-ijanay, bravo, Jircn-nayay, con hambre, taita.
“ — Quién es ■ !irca-i/aipil/ ‘
I nucarbnmba, taita. Padre Paiicnrhamha, pide oiu ¡as, caca,
“ hcscochos, .ena f a< tes.
, “ —¡Ah!, Paucarbnmba. come cniun los hombres y goloso co-
"iiin los niños! (Quiere confites y biscoclios.
“ —.la (sí) taita. Cuando pasa mucho tiempo sin comer, Pau-
“ garbambn piñashcaican. Citando come, cushiscaican.
'‘—*Xo voy entendiéndote. Pilleo.
l’iñashcaican. malhumor; cushiscaican, alearía, taita.
" —/.Pero tú crees de buena fe. Pilleo, que los cerros son como
"his hombros?
'•—A a. taita. Airean comen; -1irras hablan, Jircas son dioses.
“ Ih- día callan, piensan, murmuran n duermen. De noche andan.
"Pilleo no mirar noche ilirram Ipiren dallo. Noches nubladas Jircas
“ andar más, comer más. hablar más. Se juntan y conversan. Si yo
"te contara, taita, por qué Jircas Ránidos, Pauearbamba y Marabam-
1‘lia están aquí. . . . ”
En Mnranganí, departamento del Cuzco, se paga a la tierra ver
tiendo en ella la primera copa de licor o de chicha que se lia de be
ber. Dicen los indios que la tierra en que ellos residen tiene sus mis
mas aficiones y que le es grato a ella, tanto como a. ellos mismos, el
licor que van a beber, y que la tierra tiene, como tienen ellos, sed y
deseos de holgar. Dicen, además, que dan de beber a la tierra para
que ésta, cuando ellos mueran, no sea rigorosa a sus cuerpos y a sus
almas y no les haga faltar nada de cuanto ellas puedan necesitar.
También pagan a la tierra estos indios de Maranganí cuando deben
practicar un viaje, para que la tierra no les fatigue y, cuando se en
tregan a las faenas agrícolas, para que la tierra sea fecunda y la co
secha sea .abundante.
En el departamento del Cuzco llaman los indios Saminchay y
también Vagay a estas ofrendas que hacen a los Avquis o A])iis o ge
nios tutelares que, según reza la tradición indígena, habitan en los
-cerros, en las lagunas, en los manahtiales, en las ruinas incáicas y, en
general, en lodos los lugares que a los indios merecen alguna conside
ración. Llevan a cabo estas ceremonias del Saminchay o Vagay por
tille creen que los Aligáis, cuya concepción es tan semejante a la de
los vi chachilas de los kcollas, son muy vengativos.
En la provincia de Chucuilo, departamento de Puno, se llama
('halla, que, literalmente, quiere decir regar, rociar, a este pago de
la tierra que consiste- en verter sobre ella la primera copa de chicha o
licor que los indios han de beber. Después de recitar una breve ora
ción. se vierte el licor en tierra. Practícase esta Challa al iniciar una
cosecha, al emprender un viaje, al dar comienzo a una cacería, al to
mar posesión de una propiedad, al terminar una casa, etc. Trátase
de ceremonia cuyo objeto es el de tener de parte a los Achach¡las,
- ,s:¡ -