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Tomasello y los orígenes culturales del conocimiento humano

I)
Michael Tomasello en su texto Los orígenes culturales de la
cognición humana plantea una cuestión concreta como punto de partida de
su investigación. El habla de un “enigma” y éste se caracteriza por un
factum concreto de la especie humana: el explosivo y amplio desarrollo
cultural del hombre respecto a otras especies que incluso comparten con él
hasta un 99 % de material genético como los chimpancés. De modo preciso
en un lapso de tiempo relativamente corto se produjo no sólo las
consabidas herramientas sino también un cierto tipo de conjuntos
simbólicos para comunicarse y diversos modos de organización social. El
criterio utilizado aquí es el del tiempo evolutivo. El tiempo usado por la
evolución en el caso del Homo es muy breve comparado a los chimpancés
en relación al desarrollo socio-cultural de la especie. En términos
comparativos las habilidades cognitivas surgidas hasta el día de hoy no
tienen precedentes en cualquier otra especie. La cuestión central, entonces,
radica en saber de qué modo el Homo ha podido realizar su cultura de una
forma tan particular; es decir, a modo de pregunta, ¿cuáles son los factores
o elementos propios del ser humano que posibilitaron ese fenómeno
exclusivo?
La tesis central de Tomasello es que en el hombre se produjo lo que se
puede llamar una “evolución cultural acumulativa”. Esto significa que el
conocimiento se ha desplegado desde sus inicios no sólo sobre la base de lo
se denomina “invención” sino también por el carácter transitivo que
implica un tipo de transmisión de la habilidad desarrollada que se abre por
dos vías. Una, la capacidad de reproducir la habilidad de un modo fiel; es
decir, de poder repetir su ejecución con éxito. Otra, y quizás la más
importante para el caso, la capacidad humana de integrar a esa habilidad
transmitida ciertas “mejoras” que, en la medida que mantienen el saber
adquirido, provocan una ampliación cognitiva del mismo posibilitando
nuevos modos adaptativos. En este sentido, la acumulación remite a la
ampliación e integración como factores propios de la especie. Esto es lo
que denomina Tomasello como “efecto trinquete”. La metáfora del
trinquete de lo que habla es de la imposibilidad del “deslizamiento hacia
atrás”. Una habilidad cognitiva una vez inventada, mejorada, y transmitida
es acumulativa en la medida en que imposibilita la vuelta al ejercicio
previo a las mejoras introducidas. El trinquete es un mecanismo, un objeto
mecánico, que posibilita a un determinado engranaje girar en una dirección
al mismo tiempo que le es imposible girar en la dirección contraria.Y esto
por la estructura misma de aquello que gira. La sierra circular funciona así.
Es un círculo dentado que gira para un lado pero debido a sus dientes
mecánicos le es imposibles girar en sentido inverso. Se traba y no funciona
o incluso se rompe. De allí que el “efecto trinquete” implique una
comprensión acumulativa de las habilidades cognitivas. Por eso el
conocimiento es siempre integrativo y no meramente reproductivo. La
analogía mecanicista, de esta manera, invita a pensar dos cosas.
A) En primer lugar, si se quiere, en la temporalidad evolutiva de los
organismos humanos y su capacidad productiva. Pareciera que el
tiempo no sólo remite siempre al futuro sino también a una
linealidad, que por más discontinuidad que quiera pensarse, hace
posible la identificación del Homo como especie evolutiva
caracterizada por la acumulación. Lo acumulativo, de esta manera,
se distingue siempre por dos puntos centrales: la unidireccionalidad
temporal y la unidad histórica. Es verdad que debería comprenderse
de ese modo la evolución del Homo sino no podríamos establecer
una línea desde los primeros humanos hasta hoy. La narrativa
expuesta así lo exige. Pero, podría pensarse, como el mismo
trinquete, si la interpretación no gira siempre de un lado y no de otro.
Hay que preguntarse si la historia narrada no está focalizada más que
ninguna otra cosa en las habilidades cognitivas instrumentales y no
en las simbólicas. Una de las cuestiones que surgen es en qué
medida podemos hablar de un carácter acumulativo en el terreno
simbólico del hombre. O, mejor aún, si las condiciones de
posibilidad evolutivas de la especie hacen posible la aumulación
simbólica sólo bajo los rasgos del trinquete. A modos de ejemplo
preguntarnos: ¿en qué medida ha habido “mejoras” en el lenguaje?,
¿los hombres de hoy denominan más ampliamente que las
civilizaciones antiguas posibilitando mejoras adaptativas?; ¿Una
civilización sobre la base de la escritura posee más acumulación
respecto a una cultura ágrafa? Puede decirse que en ambas actúan los
mismos mecanismos cognitivos pero eso no implica que no deba
preguntarse por las diferencias evolutivas intraespecie. ¿No hay
mecanismos desarrollados evolutivamente que nos permitan
comprender las diferencias culturales? Esto no deja de ser
interesante en cuanto si eso existiese deberíamos reconocerlo como
una acumulación exitosa de la adaptación. ¿La especie Homo no
debe reconocerce en sus dibersas subespecies? Es decir, la historia
del hombre es dirigida exclusivamente por la historia en común?,
¿no podría pensarse en desarrollos cognitivo paralelos que, sin
embargo no dejan de ser de la especia humana? O incluso podemos
discutir en un caso antropológico por excelencia, que parece que nos
ha distinguido de otras especies: el culto a los muertos y sus
entierros. ¿Hay en este caso acumulación?, ¿no podría decirse que
siempre en este caso se produce “un desplazamiento hacia atrás”?
B) En segundo lugar, y siguiendo lo anterior, cabe pensar
asimismo en el proceso evolutivo mismo. Es decir, en el factor
esencial del concepto de evolución de origen darwiniano, la
adaptación. El efecto trinquete efectúa en su temporalidad una forma
de espacilidad que implica, como es de interés para el autor, tipos de
organización social y determinadas formas institucionales. La tesis
central de Tomasello, como él mismo declara, remite a la
acumulación en tanto integración cultural como factor central de
adaptación (p. 23). Una adaptación directa no puede explicar el
desarrollo cognitivo sino una adaptación indirecta que vincula las
modificaciones genéticas con los cambios socio-culturales. La
imposibilidad del “desplazamiento hacia atrás” nos lleva a
reflexionar sobre lo que podemos llamar la “incapacidad de
adaptación”. Este concepto viene a significar la contingencia de
algún individuo o ciertos individuos del desconocimiento o, más
específicamente, del no-reconocimiento en los diversos modos de
aprendizaje. Otra de las tesis importantes que recorre el texto de
Tomasello es que el aprendizaje, más allá de sus diversos modos,
refiere siempre a uno básico que es el aprendizaje por imitación. Los
individuos de temprano imitan los comportamientos de sus
congéneres aprendiendo, esencialmente, la relación medios-fines.
Podemos decir que se aprende el comportamiento pragmático-
intencional, es decir, a cómo hacer para resolver inconvenientes que
plantea el medio y para utilizar las cosas. Se aprende imitando
comportamientos y de ese modo se adoptan determinadas conductas
personales y sociales, si cabe la distinción. Uno de los puntod aquí
es en qué medida podemos considerar si la imitación ha sido exitosa
o no. Podemos suponer que es exitosa en el caso de que el individuo
utilice los medios de manera adecuada para alcanzar los fines
satisfactoriamente. Saber una cosa no deja de ser eso. Pero ¿cómo
podemos distinguir una “mejora” en los artefactos culturales?
Tomasello, sin explicar demasiado, habla de la interpretación como
la apertura de posibilidades no exploradas hasta el momento. En
tanto facultad parece ser la posibilidad intrínseca al hombre para
abrir nuevos rutas de comportamiento. Ahora bien, ¿la
intencionalidad es siempre autónoma o está constriñida por otra
cosa? Del momento en que nacemos estamos inmersos en una
sociedad que nos lleva a desarrollar nuestra persona y las habilidades
cognitivas que nos permiten movernos en nuestro medio. Esto está
claro en Tomasello. ¿Pero no apela a cierta autonomía para describir
la posibilidad de ejercer nuevos comportamientos a tavés de lo que
él entiende por interpretación? ¿De qué modo se produce un nuevo
conocimiento, por ejemplo?, ¿no implica esto siempre un
reconocimiento de la comunidad interpretativa, sea cual fuere?,
¿cómo se impone un nuevo comportamiento?
La interpretación parece ser de carácter subjetivo. Uno o varios
individuos de la especie son capaces de introducir mejoras en una
cosa y de esa manera ejercer un tipo de saber hasta el momento no
realizado que hace continuar la historia. ¿Hay algo en la propia
especie que hace que aceptemos lo nuevo como una “mejora”? Un
aspecto central sería lo que mencionamos antes en cuanto a la
apertura de nuevos y mejores modos adaptativos. Ahora bien, dentro
de esto puede mencionarse el desarrollo cognitivo de las ciencias por
aucumulación en el campo de la biología contemporánea, como por
ejemplo, la biogenética y la bioingeniería. En estos casos, ¿un tipo de
reconocimiento cognitivo de la acumulación no debe corresponderse
con un tipo de reconocimiento ético que regule esa misma
acumulación en relación a la supoerviviencia del Homo?, ¿cabe
observar algo así en el desarrollo evolutivo humano, en sus factores
propios de especie? En esta dirección Tomasello nos indica el factor
de la cooperación como un elemento evolutivo específico de la
especie humana que podría comprenderse como la condición de
posibilidad empírica de todo simbolismo. En este sentido, toda
interpretación como variación en pos de la acumulación quedaría
enmarcada en la cooperación. No hay interpretación sino en el
cumplimiento de su supuesto regulativo. En este sentido, la historia
por más líneal o fortuita que llegue a ser reconoce en su interior el
rol cooperativo del Homo como elemento constitutivo. No hay
historia o historias que operen efectualmente si no es por este
trascendental empírico. Todo proceso imitativo como toda
interpretación operan al mismo tiempo que la cooperación
estableciendo los alcances y los límites del comportamienton
humano.

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