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Por
Dra. Pilar Canivell. Gestolasa Salud Laboral.
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-Que las secuelas incapacitantes sean previsiblemente definitivas, es decir, aquéllas que
persisten una vez sometido a todos los tratamientos posibles
-Que esas secuelas sean objetivas, es decir, que se puedan medir o cuantificar.
-Que tengan la suficiente entidad como para limitar notablemente o impedir el trabajo.
Sólo cuando se cumplan estos criterios estaremos ante una situación de Incapacidad
Permanente y, lo será, en el momento en que se cumplan; por lo que se puede plantear
en cualquier momento de la baja laboral sin requerir agotar plazos.
Pero parece de sentido común que, para emprender este camino, deseemos cuanto
menos una sucinta información sobre los grados de Invalidez que existen, la cuantía de
la posible pensión, su tratamiento fiscal, la posibilidad de revisión, etc.
Entre los datos cuyo conocimiento es imprescindible, se encuentra el saber qué grados
de Invalidez hay, pues es frecuente la confusión entre ellos. En nuestro sistema de
Seguridad Social existen 4 grados de Invalidez Permanente.
-Incapacidad Permanente Absoluta (IPA) para todo tipo de trabajo: Es aquélla que
impide al trabajador cualquier profesión u oficio. Su cuantía es del 100% de la Base
Reguladora y no tiene descuentos de IRPF.
-Gran Invalidez (GI): Es aquel trabajador que no sólo no puede desempeñar ningún
tipo de actividad laboral sino que necesita la asistencia de otra persona para llevar a
cabo los actos más esenciales de la vida (asearse, alimentarse, etc.). Su cuantía es el
150% de la Base Reguladora.
Una de las consultas que con mayor frecuencia se plantean es qué enfermedades pueden
provocar Incapacidad Permanente. Hay que señalar que, cualquier enfermedad crónica
que deje secuelas importantes puede provocar una Incapacidad Permanente, pero como
en el resto de la medicina, siempre hay que particularizar pues, por ejemplo, un Infarto
Agudo de Miocardio, una Neoplasia, pueden ocasionar una No invalidez, una IPT o una
IPA en función de las secuelas derivadas tanto de la enfermedad como del tratamiento al
que se ha sido sometido. Ahondando en esto, hay que significar que los trabajadores
encuadrados en la Industria Farmacéutica presentan el mismo perfil de incapacidad que
la población general, por grupos las primeras causas de la misma son los trastornos
musculoesquéleticos, los trastornos cerebro vasculares y las neoplasias. En el caso de
que se encuentre incapacitado para todo trabajo (I.P. Absoluta), no tiene importancia
cuál es su trabajo; en el caso de que sea una incapacidad permanente Total (IPT) para su
trabajo habitual, ésta vendrá dada por la relación entre las secuelas padecidas y un
trabajo con unos requerimientos especiales como los desplazamientos (visitadores
médicos o comerciales) hacer esfuerzos físicos (operarios) y/o estar sometido a estrés
(puestos de responsabilidad), etc. En nuestra experiencia y, sirva como mero ejemplo, se
han conseguido Incapacidad Permanente Total en visitadores por problemas de Aparato
Locomotor que comprometían la deambulación y la bipedestación (procesos
degenerativos, secuelas de fracturas..) o Incapacidad Permanente Absoluta (por EPOC,
Cardiopatía Isquémica...), Incapacidad Permanente Absoluta por problemas
psiquiátricos en Farmacéuticos y Químicos (Neurosis obsesivo-compulsiva, Trastorno
Bipolar...), por problemas de pérdida de visión en operarios, por Neoplasias en
directivos y, casi tantos ejemplos y combinaciones, como existen en la patología
médica.
Tipos de trabajos a los que pueden acceder las personas con discapacidad
intelectual
Integrarse en un puesto de trabajo que les prevenga de la exclusión social requiere, por
tanto, de un proyecto que apueste por las capacidades y potencialidades del sujeto a través
de sistemas metodológicos y didácticos que han demostrado ser eficaces en la
intervención con sujetos con necesidades educativas, y que favorecen el desarrollo de
aprendizajes, habilidades y destrezas que mejoren su “perfil de empleabilidad”.
Por ello, y con el fin de detectar de forma exhaustiva cuáles son las necesidades
formativas de nuestros usuarios, hemos realizado un estudio cualitativo sobre los perfiles
profesionales desarrollados por los trabajadores con discapacidad intelectual con objeto
de extraer las competencias básicas o más significativas que son necesarias, tanto para el
proceso formativo previo, como para desempeñar con éxito un puesto de trabajo en la
empresa ordinaria.
Para realizar este estudio analizamos más de 130 puestos de trabajo con sus
correspondientes perfiles profesionales (auxiliar de oficina, reponedor, mozo de almacén,
manipulador de alimentos, etc.) y hemos extraído aquellas competencias comunes a todos
ellos (competencias cognitivas, funcionales, sociales y actitudinales) que marcarán y
orientarán el proceso previo a la inserción laboral y nos permitirán diseñar de forma más
adecuada los planes de entrenamiento laboral. Los perfiles profesionales se han
seleccionado, bien por su frecuencia dentro de la Comunidad de Madrid, bien por su
novedad ya que pueden convertirse en nuevos yacimientos de empleo para los
trabajadores con discapacidad intelectual.
Los puestos de trabajo de Auxiliar de Oficina suelen ser perfiles muy variados en tareas
y muy flexibles, es decir, frecuentemente son puestos difíciles de estructurar y con poca
supervisión por parte de la empresa, por lo que va a requerir que el trabajador desarrolle
competencias muy variadas. Generalmente, para desempeñar este tipo de trabajos se
requiere el desarrollo de competencias elevadas a nivel cognitivo. Se hace imprescindible
la capacidad para adaptarse a los cambios ya que se trata de puestos de trabajo flexibles,
buena capacidad para clasificar, un alto nivel de lectoescritura e incluso una elevada
capacidad numérica. Asimismo, se hace necesaria la adquisición por parte del trabajador
de unas buenas habilidades sociales ya que muchas de las tareas se realizan en equipo y
suele haber mucho contacto con clientes o con los propios compañeros de trabajo.
Además, al tratarse de un puesto de trabajo con poca supervisión resulta imprescindible
que el trabajador tenga suficiente control de su conducta, adecuada capacidad para
resolver problemas y, en definitiva, seguridad y autonomía para desempeñar su trabajo.
Es importante tener en cuenta que, con el paso de los años, el mercado laboral está siendo
cada vez más competitivo y complejo por lo que el nivel de exigencia para nuestros
trabajadores también va siendo cada vez más elevado.
Lo mismo ocurre con los trabajadores que actualmente están empleados como Auxiliares
de Comercio (Reponedores / Vendedores), ocupando el 21% de las inserciones realizadas
en los Servicios de Inserción Laboral de nuestra Fundación.
Son perfiles en los cuales las personas con discapacidad intelectual tienen que poner en
práctica muchas de sus competencias cognitivas, además de poseer un buen repertorio de
habilidades sociales por tratarse de un puesto donde el contacto con el cliente es muy
frecuente.
Ambos perfiles profesionales nos han otorgado, desde un primer momento, dar una
respuesta a las demandas de las familias y usuarios ya que nos han permitido realizar una
mayor adaptación de sus tareas y funciones.
Además, desde los Servicios de Inserción Laboral se han ido analizando un amplio rango
de perfiles profesionales que den respuesta a los diferentes grados de “empleabilidad” de
los adultos/trabajadores de la Fundación, buscando puestos de trabajo que se adapten a
sus distintas necesidades de apoyo y les proporcione un desarrollo profesional adaptado
a sus características. De esta manera, y con el paso de los años, son varios los perfiles
profesionales en los que hemos ido incorporando a nuestros trabajadores obteniendo un
nivel de satisfacción muy alto por parte de las empresas, las familias y los trabajadores.
En los cuadros siguientes, se recogen las tareas específicas de los diferentes perfiles que
presentamos, así como las competencias cognitivas, funcionales y de actitud que
requieren de acuerdo con los niveles bajo (B), medio (M) y Alto (A).
Para poder establecer un criterio significativo de los resultados obtenidos, haremos
especial énfasis en aquellos ítems que con independencia del puesto, se dan con mayor
frecuencia y, por tanto, han obteniendo una puntuación mayor (Tabla 1).
Por otro lado, el potencial de aprendizaje (8) se configura como una competencia esencial
para seguir adquiriendo nuevos conocimentos fundamentales para desempeñar un trabajo
en un entorno ordinario, más complejo y exigente que los entornos protegidos a los que
las personas con discapacidad suelen estar habituados. Además, deben poner en práctica
la aplicación de estrategias (7) adquiridas durante la fase de formación y la fase de
entrenamiento en el puesto de trabajo ya que favorecerán la sistematización y ejecución
adecuada de sus tareas.
Finalmente, dentro de los aspectos cognitivos, la capacidad numérica (7) y espacial (8)
pone de manifiesto que un buen entrenamiento en dichos componentes facilitará la
adquisición, adaptación y mantenimiento de diversos puestos de trabajo.
El ritmo y la flexibilidad (10), la capacidad para sistematizar las tareas (8) y la resistencia
ante tareas repetitivas (8), son competencias básicas y necesarias para acceder a puestos
de trabajo tanto de carácter cognitivo como manipulativo. Poder establecer un orden,
secuenciar las tareas, mantener un ritmo de trabajo adecuado y estructurar la jornada
laboral serán para el trabajador indicadores fundamentales para conseguir la adaptación
al puesto de trabajo con independencia del perfil profesional.
Por último, la calidad y la limpieza (10) resultan vitales ya que gran parte de nuestros
puestos se desarrollan en el sector servicios donde el contacto con el cliente es muy
directo y la calidad del producto imprescindible.
Para finalizar, cabe hacer referencia a las competencias sociales y actitudinales siendo
claros predictores del éxito del trabajador en el puesto de trabajo. La experiencia pone de
manifiesto que no es suficiente con que el trabajador posea unas buenas habilidades
cognitivas y funcionales; es preciso que desarrolle un adecuado repertorio de habilidades
sociales así como una actitud positiva ante el trabajo.
Dado que generalmente las personas con discapacidad intelectual realizan trabajos de
carácter auxiliar, por lo que dependen de las instrucciones que reciban de sus compañeros,
jefes o supervisores para ejecutar de forma adecuada sus tareas, la relación con los
profesionales (9) adquiere un importante papel para una integración socio – laboral
satisfactoria.
Por otro lado, el grado de seguridad y autonomía (9) que alcance el trabajador en la
ejecución de sus tareas será valorado por parte de sus compañeros como un indicador de
independencia y eficacia en el desempeño de su puesto de trabajo.
En general, y al margen de las competencias específicas que cada puesto requiera, existe
un repertorio de habilidades básicas que deben ser entrenadas prioritariamente y, por ello,
incorporarse en los planes formativos previos a cualquier integración laboral.