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Si todas las medicinas pudieran ser

lanzadas al océano, sería lo mejor para la


humanidad y lo peor para los peces. ~
Oliver Wendell Holmes, 1809–1894

LA “GUERRA” CONTRA LAS


ENFERMEDADES
El gran autor, poeta y médico de Boston del siglo XIX, en realidad no
tenía nada en contra de los peces; sólo que reconoció dentro de su propia
profesión un defecto fundamental que persiste hasta el día de hoy. La
gran mayoría de las medicinas, junto con la cirugía alopática y técnicas
de radiación, tratan los síntomas e ignoran las causas de la enfermedad.

Pero primero, asegurémonos de que conocemos cómo se escribe


correctamente la palabra malestar. Debería ser "mal-estar", con un
guión, porque la enfermedad conlleva estar mal, porque la pérdida del
bienestar en el mundo del caos es exactamente lo que yace en el centro
de todo desde la varicela hasta el cáncer. El mal-estar de la enfermedad,
propiciado por nuestras perspectivas emocionales y creencias
retrógradas, literalmente significa una alteración del bien-estar, una
perturbación del estado de reposo y quietud de la mente, que conlleva a
la buena salud. Implica desbalance, falta del orden, y la existencia de
condiciones caóticas que son tan omnipresentes en nuestro mundo.

Reaccionamos a este mal-estar de la enfermedad con otra palabra que


podemos analizar. Al enfermar nos alteramos, que es una manera de
decir que experimentamos una sensación de que las cosas no están en
orden, y por ende en caos. También nos angustiamos, deprimimos,
abatimos y desanimamos y todos los términos que tienen un uso en
común: explican el síntoma, pero no el problema.
Aquí yace la barrera fundamental para encontrar soluciones para los
problemas que nos aquejan. Somos incapaces o no estamos dispuestos a
investigar las causas principales, prefiriendo una solución rápida en vez
de cualquier análisis mental o espiritual. Incluso los antibióticos, que se
supone que serían la sentencia de muerte, de una vez por todas, a las
enfermedades infecciosas, se han usado tanto que se han declarado
prácticamente inútiles. La Enciclopedia Grolier Multimedia (1993)
concluye que el 90 por ciento de todas las prescripciones de antibióticos
que se realizan son "innecesarias o inapropiadas".

El enfoque de la medicina alopática moderna intenta curar la


enfermedad produciendo una condición dentro del sistema que es
diferente u opuesta a la enfermedad en sí. Si alguna vez has tenido
fiebre, los doctores alopáticos dirán que la trates con una aspirina; si
tienes indigestión te dirán que la combatas con una cucharada o dos de
antiácido. En resumen, lo que podría ser descrito como la pesadilla de
los trastornos sintomáticos, estos sólo tratan los síntomas externos de
todas las enfermedades, ya sean físicas, mentales o sociológicas,
mientras que no prestan atención en lo absoluto a la causa interna,
metafísica. Por ende, el alivio temporal se convierte en el objetivo
primordial de una perspectiva corrupta de las ciencias de la vida. Se
presta una gran atención a "ganarle la guerra" a la enfermedad, pero
pocas veces la "guerra" siquiera profesa prevención.

Aún así, incluso con una trayectoria que podría ser catalogada como
dudosa en cualquier otro campo, la medicina alopática sigue imperante,
mientras que los sanadores que usan otros enfoques siguen siendo
catalogados como curanderos y charlatanes. Según la sabiduría
convencional, sólo los médicos tienen la capacidad de sanar cuerpos,
pero la verdad es que ningún médico ha sanado a alguien. Cuando los
cirujanos ortopédicos enderezan un brazo o pierna roto, ¿en realidad
ellos sanan algo? Claro que no; la sanación es una propiedad natural del
cuerpo. El médico, quien esencialmente actúa como un mecánico, o si se
quiere un facilitador, no juega ningún papel ahí. Los "sanadores" de
otras disciplinas también entran dentro de esta categoría.
Sólo hay una fuerza de energía que realmente sana y esa es la Luz del
Creador. Todas las otras sanaciones consisten en una variedad de
mecanismos de ayuda que permiten que la Luz espiritual obstruida
realice su función, que es buscar y destruir organismos extraños y
dañinos, y si es necesario reparar el daño causado por la oscuridad del
Oponente. Desde afecciones leves como dolor de espalda, fatiga,
alergias en la piel a aflicciones tan serias como el cáncer, enfermedades
cardíacas, y VIH, el factor crítico para la sanación es el flujo de energía
de la Luz espiritual.

Un cuerpo enfermo es un cuerpo con un nivel bajo de Luz. Puede que


resulten enfermedades como respuesta directa de situaciones de tristeza,
o duelo en el que, como hemos visto, la Shejiná abandona al paciente,
dejándolo vulnerable ante la separación de la conciencia de Yesod.
Recordarás que la Shejiná es la fuerza metafísica que sirve como una
cortina para protegernos del poder directo de la Luz del Creador, así
como también como el canal por el cual hacemos una conexión con la
conciencia de Yesod, para vaporizar la negatividad. Al conectarnos con
el flujo de Luz espiritual, cualquier cantidad de aflicciones humanas
pueden ser eliminadas. Nuestros sistemas inmunológicos son la clave
para su erradicación y la meditación kabbalística puede lograrlo.

En otras palabras, tenemos la habilidad de convertirnos en nuestros


propios sanadores. Si lo permitimos, la Luz espiritual fluirá a través de
nosotros, sanando mientras se mueve a través de nuestro cuerpo y alma.
Pero, al mismo tiempo, actuamos regidos por la ilusión de que podemos
interferir libremente con el ritmo normal de las funciones corporales a
través de pensamientos negativos, o abusos de drogas o alcohol,
panaceas médicas inapropiadas, comer de más de o menos, o cualquiera
de las miles de cosas que hacemos que son perjudiciales para el corazón,
hígado, riñones, y otros órganos vitales.

Esencialmente tenemos dos cuerpos. El primero es la construcción física


ilusoria que ocupamos aquí en Maljut. El segundo es el cuerpo
metafísico oculto que está conectado directamente con el Árbol de la
Vida. Sirve como una interface entre el Árbol de Conocimiento y el
Árbol de la Vida, donde ocurre la única sanación verdadera.

VER Y CREER
Antes de que examinemos la verdadera disciplina de la meditación
kabbalística en lo que respecta a la sanación, exploremos primero una
importante técnica de auto-sanación que podemos incorporar en el
proceso. Es el uso de imágenes.

El efecto placebo es bien conocido en todas las aplicaciones de la


medicina. Llamar a algo "placebo" significa que sus beneficios surgen
de la conciencia de creencias del paciente en vez de ser algo inherente a
la medicina en sí. La sanación que ha ocurrido por los placebos sin duda
prueba que los pensamientos pueden desencadenar las habilidades auto
curativas del cuerpo. A través de imágenes dirigidas, nuestras creencias,
deseos, y voluntad de recuperarnos se traducen en sanación significativa.
En resumen, así como podemos engañarnos para realizar una auto
sanación porque hemos sido engañados con un placebo, podemos
hacerlo deliberadamente con una conciencia intencional.

Se han realizado muchas investigaciones sobre la conexión entre la


actividad mental y el cuerpo físico, y la mayoría de ellas indica que la
mente participa activamente en curar las enfermedades. Los kabbalistas
siempre han sabido esto. Ellos se han comprometido con lo que
comúnmente se denomina el poder de la mente sobre la materia, pero
llevan el concepto un paso más allá que los científicos especializados en
temas físicos que observan el mismo fenómeno. El kabbalista sugiere
que más que ser un mero participante en el esquema metafísico-cuántico,
un hombre o una mujer, utilizando el poder del pensamiento, puede
determinar la actividad tanto física como metafísica.

Para lograr esto, utilizamos las siete Sefirot representadas en el


esquemático Árbol de la Vida (Tikún Hanéfesh o Corrección del alma),
desde Jésed bajando hasta Maljut. Este quantum energético, también
conocido como el Tetragramatón, afecta directamente partes específicas
del cuerpo a través de la influencia astral.

TIKÚN HANÉFESH
La tríada superior del árbol, que consiste en Kéter, Jojmá y Biná,
representa las fuerzas que habilitan y dirigen los sentidos externos de la
vista, el oído, el olfato y el gusto. Cada paquete gobierna e influencia los
dos ojos, los dos oídos, las dos ventanas de la nariz, y la boca. Por ende,
las Sefirot abren la puerta a la sanación kabbalística de cada parte del
cuerpo.

Para utilizar el poder del Tetragramatón, el practicante simplemente


debe meditar sobre la combinación de nombres sagrados pertinentes al
área física afligida, y luego, a través de la kavaná –intención- dirigir el
poder hacia esa área. Al ser los canales más poderosos del poder puro y
descubierto de la Luz del Creador, estos nombres nunca deben ser
pronunciados, pero en la sanación, se pueden realizar mediaciones
concentrándose en ellos con completa seguridad y efectividad.

La idea básica de usar fuerzas astrales para influenciar la vida humana es


tan antigua como la raza humana en sí. Antiguamente las personas
reconocían la "magia" de la luz y adoraban al sol, la luna, y otros
cuerpos celestiales. Ellos entendían que las influencias astrales existían,
pero que podían hacer muy poco para utilizarlas o superarlas. Ahora
sabemos que el efecto de la luz en nuestra mente y cuerpo es menos
mágica que biológica. El poder sanador de la luz es tema de
investigación en las clínicas y laboratorios alrededor del mundo.
Finalmente la ciencia está reconociendo algo que los humanos siempre
han sabido instintivamente: la luz estimula y energiza; la luz vaporiza lo
que la oscuridad oculta; la luz nos hace sentir bien. La ciencia puede
usar la luz para alterar nuestros relojes corporales, patrones de sueño y
posiblemente hasta nuestros sistemas inmunes. Y si la luz a un nivel
físico puede hacer todo eso, ¿Cuán mejores son las oportunidades
cuando la energía espiritual metafísica de la Torá es invocada?

Sin embargo, antes de que podamos sanarnos a nosotros mismos,


debemos superar nuestra propia negatividad, dolor, tristeza y depresión,
las terribles klipot que nos cubren y nos separan de la Luz del Creador
que todo lo sana.
Ahora los científicos están estudiando sistemáticamente el duelo y la
tristeza y su efecto en la salud física y en el sistema inmunológico. Ellos
han encontrado que el sistema inmunológico de individuos en proceso
de duelo de hecho se debilita. Pero no han hallado la razón, ni el
mecanismo. La mayoría de los investigadores atribuyen el impacto al
estrés, que es una etiqueta y no una descripción adecuada. El
Zóhar atribuye la conexión entre el duelo y el sistema inmunológico a
una alteración de la conciencia de Yesod, una alteración que se deriva
del hecho de que el duelo y la tristeza no pueden coexistir con
la Shejiná. Y, como discutimos anteriormente, la Shejiná es la que
canaliza la Luz espiritual al sistema inmunológico. Mientras más tiempo
ocurra esta interrupción, mayor será el peligro para el sistema
inmunológico porque para funcionar, requiere el sustento que sólo la
Luz del Creador puede trasmitir. El sistema inmunológico es el
instrumento que les ordena a las defensas del cuerpo a que luchen en
contra del cáncer y una serie de enfermedades infecciosas, pero debe ser
cargado con energía para trabajar, y sólo la Luz puede realizar ese
trabajo. El Oponente, el amo del caos, sabe exactamente cómo mantener
un abismo de oscuridad entre nosotros y la Luz. Él lo hace con el estrés.

Desde hace tiempo se ha reconocido que el estrés es un gran factor


contribuyente en relación a las enfermedades. El estrés allana el camino
para las aflicciones que van desde un accidente cerebrovascular fatal y
ataque al corazón, a úlceras, que cada vez más se reportan hasta en niños
pequeños. El estrés puede afectar los patrones del sueño, desviarnos de
acciones positivas, y nublar nuestras vidas con ansiedad.

Por ello, debemos desprendernos proactivamente de la mentalidad


negativa a través de las técnicas de meditación kabbalística que
mencionamos anteriormente. El grado de nuestra sanación depende
completamente de nuestra habilidad de restaurar la Luz interna a su
revelación más completa, y eso sólo puede ser alcanzado al transformar
nuestro deseo negativo de recibir para sí mismo, a una actitud de
compartir. Sólo así podemos vencer a cualquier invasor microscópico
decidido a perturbar el balance natural de nuestro cuerpo.
La transformación de nuestro deseo inherente de recibir, de codicia a
uno de compartir, no tiene nada que ver con religión, o incluso con
moralidad o ética. Es un asunto supremo de interés propio. Cada vez que
nos comportamos de manera negativa, cediendo ante la codicia, la
envidia, el odio y la intolerancia, estamos de hecho dañando los poderes
curativos naturales dentro de nuestro cuerpo. Con cada pensamiento o
acto negativos nos estamos poniendo en riesgo. Sólo hay una razón por
la que nuestra sociedad como un todo se convertirá en una comunidad
que comparte y eso es porque nos conviene. La prohibición religiosa del
"pecado" no tiene nada que ver con esto. Sin la conciencia elevada de la
Luz espiritual, estamos condenados a caminar toda nuestra vida en una
caminadora cíclica de éxito-fracaso, mañana-ayer, salud-enfermedad.

La única razón para que el cuerpo físico sufra dolor, sufrimiento,


degeneración, envejecimiento, y muerte es el control de Oponente sobre
el universo material. Al eliminar al Oponente eliminamos todas esas
condiciones debilitantes. Cuando permitimos que la Luz espiritual
inunde nuestro cuerpo físico con la energía de la fuerza que da vida,
comenzamos a disfrutar de los beneficios de la intención original del
Creador para Su Creación, que es compartir Su eterna beneficencia y
vida.

Para aprender más de las enseñanzas del Rav sobre sanación y las
herramientas espirituales que pueden ayudarnos a eliminar la
enfermedad y cualquier otra forma de caos en nuestra vida lee (en
inglés) Taming Chaos.

Centro Kabalá

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