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Contexto y antecedentes históricos

Ley de servicios de Comunicación Audiovisual

En un país donde sucesivos golpes de Estado cívico-militares fueron condicionando y


moldeando la estructura social y económica argentina a partir de 1930, los medios de
comunicación no sólo no se mantuvieron al margen de esa política de dominación, sino
que además contribuyeron a afianzarla.

El 24 de marzo de 1976, con el atentado a la democracia que la dictadura del genocida


Jorge Rafael Videla comandó para derrocar al gobierno del Partido Justicialista, la
intención de domesticar a la prensa se hizo evidente. Las Fuerzas Armadas asaltantes
del poder se denominaron a sí mismas "Proceso de reorganización Nacional” y llevaron
a cabo un plan de exterminio que determinó la desaparición de 30.000 personas.
Durante esa época, muchos otros países de América Latina también sufrieron hechos
similares, como Chile, Brasil y Uruguay.

En aquel contexto, en 1980 Videla firmó por decreto la Ley 22.285 de Radiodifusión.
Se condicionaban los mensajes emitidos por los medios bajo la doctrina de la seguridad
nacional, se privilegiaba el manejo de la información en manos de grandes grupos
empresarios y no se permitía que entidades intermedias y organizaciones sociales, como
cooperativas, universidades y sindicatos de trabajadores, administraran frecuencias
radiales y televisivas.

En 1983 fue recuperada la institucionalidad, y el entonces presidente Raúl Alfonsín


impulsó varias iniciativas que buscaron modificar la norma. Por ejemplo, pedidos para
que el Consejo para la Consolidación de la Democracia elaborara un proyecto de ley.
Los intentos no prosperaron debido a la presión ejercida por distintos grupos
empresarios, lo que motivó que en los años siguientes, entidades sociales, cooperativas,
docentes, sindicatos de periodistas y las emergentes radios comunitarias trabajaran por
la aprobación de una nueva norma representativa de todos los sectores.

La idea volvió a tomar impulso recién en el año 2003, en el marco de un período de


ampliación de derechos civiles, políticos y sociales. En 2009, la presidenta de la Nación,
Cristina Fernández, decidió relanzar un proyecto de ley que fuera antes debatido y
consensuado por la sociedad. Uno de los documentos en que se basó el borrador de la
norma fueron los "21 puntos por el Derecho a la Comunicación” elaborados por la
Coalición por una Radiodifusión Democrática, integrada por 300 organizaciones
entre las que se encontraban facultades de periodismo, sindicatos, radios comunitarias,
cooperativas, referentes de los derechos humanos y pueblos originarios, entre otros
colectivos sociales.

En el año 2009 se llevaron a cabo 24 foros de discusión en todo el país, en donde


10.000 participantes elaboraron 1300 propuestas. De ese estado de intercambio popular,
horizontal y participativo surgieron 120 modificaciones al anteproyecto inicial,
finalmente tenidas en cuenta para el texto definitivo junto a los preceptos sobre el
derecho a la comunicación como asunto de interés público expresado por la
Organización de Estados Americanos (OEA) y la UNESCO.

Nacía de esta manera la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, que


otorga al Estado la responsabilidad de administrar el espectro radioeléctrico para que en
ese mapa puedan participar libremente, sin la preponderancia de ningún tipo de
monopolio, las emisoras de gestión privada con fines comerciales; las privadas sin fines
de lucro; las de universidades, escuelas, cooperativas o iglesias y también las del propio
Estado. En la actualidad, la adjudicación de licencias se realiza mediante procesos
abiertos, las condiciones para obtenerlas están inspiradas en gran cantidad de leyes de
todo el mundo, los derechos del público a la comunicación tienen lugar privilegiado por
sobre el interés privado y son preservadas las necesidades de todos los sectores.

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