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INTRODUCCIÓN
Los dones de manifestación, como los dones de revelación, desaparecieron
para fines de la edad apostólica, con la muerte del apóstol Juan cerca del año
96. Aquellos dones fueron dados a los apóstoles con el propósito de
capacitarles para establecer la iglesia, para dar a la iglesia su doctrina y para
autenticar su ministerio.
Hay otros dones espirituales que existen en el día de hoy dados a los creyentes
con el propósito de capacitarles para la predicación del evangelio en el mundo
y para las varias fases de la administración de la iglesia. Fue mayormente el
apóstol Pablo quien fue escogido por Cristo para revelar a los creyentes las
verdades acerca de la iglesia y acerca de los dones dados a ellos para la
administración.
El apóstol Pablo escribió: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los
dones espirituales” (I Corintios 12:1). Por esto, el apóstol dio a la iglesia
algunos principios y reglas para el ejercicio de ambas clases de dones, los
dones de la edad apostólica y los dones de la actualidad.
(a) Lee Romanos 12:3. El creyente no debe tener más alto concepto de sí que
el que deber tener. Debe en humildad reconocer que el don que tiene le fue
dado por Dios quien, además, le capacita para su administración.
(b) Lee I Corintios 12:22-25. Para que “no haya desavenencia en el cuerpo”,
que los creyentes investidos de los dones menores no deben ser celosos de
aquellos que tienen dones más importantes, y que los con dones mayores no
deben menospreciar a los con los dones menores. Todos los miembros de la
iglesia deben preocuparse los unos por los otros.
5. I Corintios 12:7 explica que la manifestación del Espíritu, o sea, el uso de los
dones, a cada uno le es dada para provecho. ¿Provecho de qué?
(a) Lee I Corintios 14:3. Los dones son dados por el Espíritu para edificación,
exhortación y consolación.
(b) Lee Efesios 4:12. Los pastores, los maestros administran sus dones con
doble propósito:
(1) Para que los miembros de la iglesia sean perfeccionados para la obra del
ministerio de la iglesia local, y (2) para la edificación del Cuerpo de Cristo que
es la Iglesia.
La obra del ministerio de la iglesia local es también doble: los miembros deben
ser “perfeccionados” (1) para enseñar y exhortar los unos a los otros “en toda
sabiduría” – Colosenses 3:16 y (2) para evangelizar al mundo (Hechos 1:8).
6. Algunos creyentes tienen una pluralidad de dones, pero cada creyente tiene,
por los menos, uno. La Palabra de Dios lo dice; debemos creerlo, aceptarlo por
fe, y pedir a Dios que el suyo le sea conocido.
Ahora, vamos a analizar los dones que existen en la iglesia en el día de hoy.
Para este estudio, nombramos quince dones. Algunos maestros cuentan con
dos o tres más, pero éstos son más bien habilidades aprendidas por estudiar y
practicar. Los dones que nombramos en este estudio son espirituales, es decir,
obsequiados por Dios, el Espíritu Santo. De éstos, hay dos clases:
(1) Ocho dones que se relacionan con hablar, y
Este don no existe hoy como fue ejercido por los apóstoles del primer siglo. Sin
embargo, una parte del oficio del apóstol continúa hoy día en el ministerio de
los misioneros. El nombre “apóstol” en el griego significa “uno enviado”, pues,
los misioneros son los apóstoles modernos, “enviados” por las iglesias a otras
naciones para ganar almas para el Señor y establecer nuevas iglesias. Por
supuesto, como ya sabes, éstos no tienen las credenciales de los apóstoles
originales, las cuales eran “…señales y prodigios y diversos milagros y
repartimientos del Espíritu Santo” (Hebreos 2:3, 4).
Así que, es fácil ver la diferencia entre los profetas modernos y los del tiempo
apostólico. Recordamos que el apóstol fue un hombre escogido por Cristo y
dotado de autoridad para hablar por Dios.
(1) El ministerio de este don, en contraste con el don del misionero, no requiere
necesariamente que el obrero sea enviado a diferentes naciones para ganar
almas para el Señor.
La palabra quiere decir “uno que cuida las ovejas”. Se refiere a la habilidad
dotada por Dios de apacentar la congregación de creyentes, puesto en este
oficio por el “Príncipe de los pastores” (Lee I Pedro 5:2-4).
Según este texto, el pastor tiene varias responsabilidades para con su rebaño.
Son:
Es la habilidad sobrenatural (don de Dios) para (1) explicar con claridad las
verdades de la Palabra de Dios y (2) aplicarlas de manera práctica a la vida de
los oyentes.
Timoteo había de tener este don desde muy temprana edad porque el texto
dice: “…desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras…”.
Es esta porción hallamos un ejemplo del ejercicio de este don. Nota en especial
el versículo 13. Jacobo tuvo, por lo menos, dos dones, el don de ciencia y el
don de sabiduría. El pastor que tiene los dones espirituales ya nombrados hará
su obra con más facilidad y, por supuesto, con el éxito esperado.
De los ocho dones relacionados con el servir nombrados en este versículo, hay
dos que existen todavía.
El primero es el don de ayudas. Es la habilidad dada por Dios de percibir las
obras que deben ser hechas en la iglesia local y luego hacerlas solo o con otro
creyente, ayudando a llevar acabo algunas de las responsabilidades comunes.
Este es el segundo don dado por Dios para capacitar al creyente para servir en
su iglesia. Según Romanos 12:8, este don se relaciona con el gobierno de la
iglesia local; es el don de presidir, o sea, dirigir.
En este don dado al creyente por Dios se incluye la habilidad legislativa. Esta
es la habilidad de tomar parte activa en reuniones de negocios, formular
proposiciones, dirigir en establecer reglas y planes de acción, etcétera, todo
hecho en humildad y con mucho cuidado.
Pero, el creyente que tiene el “don de hospitalidad”, otorgado por Dios, tendrá
los recursos necesarios, y de igual manera tendrá el corazón preparado por
Dios para recibir en casa a todos, a los hermanos de la fe y también a los
incrédulos.
Este es el don de repartir los bienes, la habilidad dada por Dios para dar,
donar, ofrendar, contribuir, compartir y sacrificar más allá de lo que se espera
para el bien de otros y para la obra del Señor. Pero, el que reparte, debe
hacerlo con liberalidad, y según II Corintios 9:7, el don será ejercido con
alegría, no con tristeza, ni por necesidad.
Es la habilidad dada por Dios de sentir compasión por aquellos que están en
aflicción, hacerse compañero en esa aflicción y, con alegría, “sobrellevar la
carga”.
Es la habilidad dada por Dios de mirar más allá de los grandes problemas y ver
la solución. Además, el creyente con este don puede convencer a los demás a
tener confianza en Dios quien quiere ayudarlos a resolver el problema y a
adelantar la obra. Para tu propio bien, debes aprender de memoria Filipenses
4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Este don fue especialmente necesario cuando la iglesia todavía no tenía toda la
revelación de Dios en forma escrita. Acuérdate de Apocalipsis 2:2. Ahora, cada
creyente debe tener un conocimiento de la Biblia suficiente para poder discernir
entre “el espíritu de verdad y el espíritu de error” (I Juan 4:6b), para descubrir
los maestros falsos, y para no ser engañado por estos promotores de sus
“herejías destructoras” (II Pedro 2:1).
Los pastores, con los dones modernos de ciencia y de sabiduría que
supuestamente tienen, protegen sus ovejas contra aquellos lobos. Sin
embargo, los engañadores vienen a la puerta de la casa del creyente con tanta
astucia que éste necesita de un “presentimiento santificado”, una voz que le
dice: “ten cuidado”.
Pero, hermano mío, debes saber que esta voz, si se oye, viene porque tú has
puesto tu parte en el asunto, tú has obedecido la amonestación de Colosenses
3:16, y has dejado “la palabra de Cristo…en abundancia” morar en tu corazón.
El Espíritu Santo, quien mora en ti, te hará recordar la verdad que has
aprendido (Juan 14:26; I Juan 2:27). Además, estarás preparado con la Espada
del Espíritu para tomar la ofensa en la lucha contra la mentira que hoy día está
propagada con tanta fuerza (I Pedro 3:15).
El Escudo de la Fe