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El derecho del trabajo surgió con el objeto de regular las relaciones entre el trabajador que realiza
una labor y el patrón que por ello paga un salario. Esta relación entre trabajador y patrón siempre
ha sido difícil, delicada, con frecuentes rupturas, porque ahí convergen dos intereses
contrapuestos: el de quien desea trabajar menos y ganar más y el de quien pretende ganar más y
pagar menos.
La sociedad del siglo XIX percibía la necesidad de un nuevo derecho que regulara estos afanes
controvertidos, que los normara con equidad para que, rotos los moldes del derecho individualista
liberal, surgiera un derecho protector de clase, capaz de establecer un equilibrio social que el
mundo no conocía en esos días. Consideramos que el origen del derecho del trabajo sólo puede
encontrarse en el último cuarto del siglo xIX, que fue la época en la que el individualismo liberal
que imperaba en Europa se declaró incompetente para solucionar el grave problema del
enfrentamiento de dos enormes estratos sociales, los cuales no encontraban en el marco jurídico
existente ninguna fórmula que regulara los intereses fundamentales del capital y del trabajo.
Los maestros de derecho laboral hacen referencia en sus obras a acontecimientos aislados a lo
largo de la historia que fueron determinantes para la aparición del derecho del trabajo. Pero a estos
hechos les faltó fuerza, continuidad y cohesión, porque si hubieran tenido estos elementos, este
derecho habría aparecido antes. Por ello, a reserva de que en la sección correspondiente se aborden
estos primeros acontecimientos sociales promotores de la integración del derecho del trabajo,
haremos una lista de sucesos que en el curso de la historia, sobre todo en la de finales del siglo
XIX, fueron determinantes para configurar el derecho del trabajo. El Estado liberal se caracterizó
por su escasa o nula reglamentación del trabajo y no es hasta sus postrimerías cuando se hace
posible un cambio, con los siguientes acontecimientos que propiciaron el inicio y desarrollo de un
verdadero derecho del trabajo:
1802. Ley inglesa que prohibía las jomadas laborales de más de 12 horas diarias.
1850. MARX publicó Contribución a la crítica de la economía, con la cual arma al proletariado con
la teoría del materialismo histórico.
1856. Como resultado de lo anterior y de las ideas de industrialización que emergían en toda
Alemania, se expidieron legislaciones incipientes que prohibían el trabajo de los niños menores de
8 y 10 años, en especial de las niñas, en la industria de la lana; también se prohibió el trabajo
nocturno para los niños y se ordenaba establecer condiciones de higiene en los centros laborales.
1869. En Alemania, el 21 de junio, se dictó una reglamentación muy completa en cuestiones de
trabajo: Die Gewerbeordnung.
1891. Se celebró la Conferencia de Berlín, en la que el exitoso y visionario político Otto von
Bismarck hizo su histórica exposición sobre los seguros sociales.
1892. En Alemania se dictó la ley que establecía el arbitraje facultativo. En el mismo año se
promulgó la ley de accidentes de trabajo, que tanta repercusión tuvo en su momento en el mundo
jurídico.
1914. En Alemania, en el mes de agosto, un decreto imperial suspendió la legislación del trabajo.
Éste fue el último acontecimiento importante (por desgracia negativo) en los medios legislativos
laborales del pasado que se iban presentando como preámbulo al derecho del trabajo.
A principios del siglo xx inicia lo que finalmente vendría a ser el derecho del trabajo, entendido
como una rama autónoma del derecho tradicional, con su propia doctrina y vigor para
internacionalizarse con rapidez y brindar cobertura en unos pocos años a la gran mayoría de los
trabajadores del mundo.
Doctrinas sociales
El derecho del trabajo nació cobijado por un conjunto de las más variadas doctrinas sociales:
primero, un liberalismo que lo negaba; después, un socialismo que lo propiciaba, hasta llegar a un
intervencionismo de Estado que lo estructura, pasando por filosofías que de una forma u otra
auspiciaron su nacimiento y desarrollo, como fue en su época el socialismo utópico, el socialismo,
el sindicalismo, el anarquismo, la doctrina social católica, etc. Todos estos movimientos, en mayor
o menor grado, coadyuvaron a la integración del derecho del trabajo.
Las siguientes páginas estarán dedicadas a tratar esas ideologías, aunque en forma breve porque
cada una de ellas requeriría por sí sola obras completas. Sin embargo, el presente trabajo no
pretende agotar el tema, por lo que sólo nos reduciremos a dejar constancia de su presencia en la
formación del derecho del trabajo.
El liberalismo
Esta corriente se considera un parteaguas ya que en el siglo XVIII, cuando apareció, la humanidad
sufrió un cambio entre el inicio y la conclusión de ese siglo. Dos revoluciones tienen lugar en ese
lapso, ajenas entre sí, y marcan nuevos derroteros a la sociedad: la primera fue la Revolución
francesa, que se convirtió en una verdadera revolución ideológica; la segunda fue la Revolución
industrial, que propició una rápida transformación socioeconómica. Una de las consecuencias de
estos dos acontecimientos fue la aparición del liberalismo.
Como preámbulo del liberalismo, veremos cómo en Francia, con el Edicto de Turgot, suprimen el
derecho de agrupación gremial. Luego, con la Ley Le Chapelier, prohibieron también el derecho a
la asociación profesional, por ser incompatible con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad,
que eran el logro magnífico de la Revolución francesa.
Instituciones que, debido a los gastos inmensos que deben costear los artesanos para adquirir la
facultad de trabajar, debido a las exacciones que de toda índole padecen por la proliferación de los
embargos económicos que les imponen por concepto de presuntas infracciones reglamentarias
gravan la industria con una hipoteca terrible, onerosa para los subditos y sin fruto alguno para el
Estado.
Cualquier grupo compuesto de artesanos, obreros, oficiales, jornaleros y otros individuos por ellos
estimulados contra el libre ejercicio de la industria y el trabajo serán considerados sediciosos.
Así, con estas disposiciones quedaba preparado el terreno que facilitaría la explotación de los
trabajadores y el enriquecimiento de los industriales.
La otra revolución de que hablamos era la industrial que, como ya mencionamos, fue propiciada
por los inventos de James Watt, John Kay y Abraham Derby. El primero de ellos descubrió la
aplicación del vapor como fuente de energía para la industria; Kay creó la lanzadera, verdadera
revolución en cuanto al ahorro de mano de obra, y Derby concibió el método de tostar carbón,
iniciando así lo que se conoce como la era del coque. Estos tres inventos fueron la piedra angular
de toda una etapa industrial de indudable valor para la humanidad; por desgracia fue generadora de
condiciones infrahumanas para el trabajador, que fue desprotegido por una legislación que quiso
hacerlo libre y lo volvió más esclavo.
En tanto doctrina, el liberalismo es una corriente filosófica basada en sostener que las leyes
económicas son inexorables y tienen el mismo peso de las leyes físicas, y que con tal calidad deben
regir a la sociedad, es decir, dichas leyes no deben variar porque no han sido hechas por los
hombres; además, mantiene la idea individualista que rinde culto a la libertad humana y a la
libertad de trabajo.
Este sistema creó el capitalismo moderno al darle una promoción enorme al progreso industrial.
Esto generó un desarrollo de la Escuela Fisiocrática en la segunda mitad del siglo xvIII, que como
un producto de la Revolución industrial fue expuesto en forma de teoría por Adam SMITH en el
libro Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, publicado en 1776,
en el que afirma que el trabajo es la fuente y causa de la riqueza de las naciones. Esta doctrina se
presentó en dos variantes: la versión clásica y la versión manchesteriana, pero las dos coincidentes
en los puntos fundamentales. Su efecto en lo político fue que los principios de libertad e igualdad
propiciaron el liberalismo individualista, filosofía que marcó las conciencias de la humanidad
hasta finales del siglo xix. En lo económico, por último, se estableció el imperio de la ley de la
oferta y la demanda.
Por su parte, la Revolución industrial, que como ya expresamos estaba basada en una rápida
transformación de los sistemas de trabajo, buscaba lograr una producción masiva a fin de satisfacer
los mercados que día a día se extendían. En esa época la gran concentración de trabajadores ya no
se daba en el campo ni en los talleres artesanales, sólo sucedía en las fábricas, y causaba el éxodo
de la población rural hacia la ciudad en búsqueda de la oportunidad laboral. Se inició así una ex-
plotación más vil que en las anteriores etapas, porque se permitieron las llamadas medias fuerzas o
sea el trabajo infantil y femenil; la sociedad se tornó cruenta ya no sólo en las guerras, sino también
en el trabajo. Unos, los que tenían medios, explotaban y vivían de los que no los tenían y, lo peor
de esto, el Estado no intervino.
El socialismo
El término socialismo se empleó por vez primera en 1832, en un artículo publicado por Pierre
LEROUX. Más tarde lo popularizó el inglés Robert OWEN. Aunque comprende distintos matices de
orden político-económico, este concepto expresa, en términos generales, el conjunto de ideas
filosóficas y tendencias económicas orientadas a la sustitución del sistema económico y social
basado en el individualismo liberal burgués, por otro en que sea la sociedad en su totalidad la que
esté por encima del individuo; es decir, subordinar el interés individual de una persona o de un
grupo al interés general de la colectividad.
Socialismo utópico
Una fuerte corriente crítica contra el régimen económico y social que imperaba en Francia e
Inglaterra propició el nacimiento del llamado socialismo utópico, sostenido por SAINT-SIMON,
FOURIER, OWEN, PROUDHON, CONSIDERANT y BLANC, pensadores que coincidían en reprobar el
sistema imperante, pero diferían entre sí en cuanto a la nueva organización económica que
proponían.
Para censurar al régimen se basaban en el argumento de que la propiedad privada propiciaba el
enriquecimiento de unos pocos, lo que permitía aprovecharse con facilidad del trabajo de los
demás, con lo que se establecía un oprobioso medio de explotación humana. Además de la
mencionada crítica aportaban soluciones, aunque éstas eran en verdad irrealizables, al menos en
esa época, motivo por el cual se les conoce como utopistas. Sin embargo, también es justo
reconocer que si bien sus soluciones eran poco prácticas e irreales, al menos ayudaron a tomar
conciencia de que era inminente un cambio socioeconómico que garantizase mejores niveles de
vida a la clase trabajadora.
Veremos algunas de las doctrinas. SAINT-SIMON (1760-1825) reunía todos los aspectos del
socialismo utópico. En el plano económico sostenía la necesidad de crear un nuevo orden
económico fundado en el desarrollo racional de la industria. Todos los productores, agricultores,
comerciantes y empresarios debían formar una asociación con miras a producir cada vez más y
sin interrupción. Las masas estarían sometidas a jefes industriales; el poder político lo ejercerían
estos últimos. Los sabios se encargarían del "poder espiritual", tendiente a educar moral y
científicamente a la masa popular. El Estado debería repartir todas las riquezas acumuladas,
además de asumir el papel de distribuidor de créditos y director financiero de la economía.
En el plano social, SAINT-SIMON quería llegar a la realización de la nueva economía con jefes que
serían hombres selectos, capaces de sacrificar generosamente sus egoísmos y sus intereses por el
bienestar de la sociedad. A fin de garantizar seguridad a las masas contra la arbitrariedad de estos
grupos, este autor aconsejaba la formación de un poder espiritual, por medio de una Iglesia
encargada de moralizar a los individuos.
Louis BLANC, por su parte, veía en la competencia el principio nefasto, culpable de todos los males
que la sociedad sufre:
...lucha de los productores entre sí por la conquista de mercado, lucha de los obreros entre sí por la
conquista de empleo, lucha del jornalero contra la máquina que amenaza reemplazarlo, lucha
universal constante, inexorable, pues la victoria siempre es de los grandes capitales como en
batallas de todo orden es de los grandes ejércitos.
Para BLANC, la organización del trabajo no debe basarse en la pobreza de los asalariados, ni en la
competencia, sino en la asociación universal de los trabajadores. El Estado debe equipar los
talleres, asegurar la solidaridad de todas las industrias, fijar el monto de los objetos por producir
según las necesidades por satisfacer. Los salarios deben ser uniformes. El interés personal debe ser
reemplazado por el honor del trabajo. Los beneficios de los talleres nacionales tendrán diversos
destinos sociales. Serán divididos en desiguales, según los servicios asumidos por la colectividad:
reposición de instrumentos de trabajo (amortización de reservas), sostén de miembros que no
trabajan (ancianos, niños, enfermos, etc.). La primera tarea de los talleres sociales será la
liquidación de la industria privada, la creación de un taller central para coordinar el trabajo de los
distintos talleres. El Estado desempeñará el papel de banquero y se encargará de la distribución de
los productos.
Robert OWEN, en Inglaterra, al igual que BABEUF y SAINT-SIMON en Francia, presentó una nueva
visión de la sociedad, un sistema lleno de atractivos estímulos, ya que predicaba la transformación
del carácter humano a través de la educación, de un medio ambiente, ideas que puso en práctica
con indudable y notorio éxito en la fábrica textil que estableció en New Lanark (Escocia) en 1800.
Tras esta interesante experiencia se centró en asuntos más utópicos; así puede decirse que su
sistema social, publicado en 1821, apuntaba ya hacia un evidente comunismo idealista.
Además, OWEN tuvo el mérito de llevar al terreno de las realizaciones concretas varios aspectos de
sus creaciones utópicas. Presidió un amplio movimiento obrerista de carácter sindicalista y
cooperativista que denominó Grana Consolídate Trades Unions, origen de las actuales Trade
Unions británicas.
Salvo los aciertos ya mencionados, en general las ideas de los utopistas no tuvieron éxito, sino que
fracasaron. Sin embargo, las masas proletarias no se desanimaron, y pronto surgió otro ideólogo
que reivindicaría sus derechos: PROUDHON, famoso por sus ataques a la propiedad privada, a la
cual considera un robo. Este autor proclamó movimientos unionistas entre los trabajadores y dejó
una atmósfera de conciencia de clase, que pronto se haría presente con más fuerza.
PROUDHON sostenía que la economía se resume en los tres principios de justicia, igualdad y
libertad. "Igualdad o muerte, tal es la ley de la Revolución." Todas las soluciones que propuso para
el problema social se desprenden de sus concepciones filosóficas. PROUDHON aceptaba todas las
instituciones económicas del capitalismo y trataba de descubrir sus ventajas y sus inconvenientes,
para llegar a un "equilibrio", que sería el orden natural de la economía. Para él la clave de ese orden
natural era una reforma de la distribución de las riquezas, vale decir, de la circulación y comercio
de los bienes producidos. Propuso la creación de un banco de cambio. Dicho banco tendría por
objeto descontar los documentos comerciales con billetes o bonos no convertibles en efectivo, sino
en mercadería (materias primas). Estos bonos estarían garantizados, pues representarían productos
ya fabricados. El productor no obtendría medios de financiación a menos que recibiera las órdenes
de compra de mercadería. Sobre los anticipos no se recargaría ningún interés. Todos los
trabajadores podrían obtener créditos y convertirse así en dueños del fruto de su trabajo, algo que
no tiene lugar en la sociedad capitalista, en la que "la propiedad es un robo", en cuanto permite la
explotación del trabajo ajeno.
Socialismo científico
Como contrapartida del socialismo utópico, que proponía ideas evolucionadas pero tácticas
inoperantes, apareció lo que se llama socialismo científico, el cual aunque también presenta la idea
de un cambio social y económico urgente, tiene diferencias porque es un socialismo más
estructurado y científico. Además de la idea de cambios, presentaba tácticas realistas y fines para
lograrlo. Tal socialismo científico se presenta en las obras de MARX; como crítica y programa
aparece en el Manifiesto comunista, elaborado por MARX y ENGELS. Este documento se redactó
por encargo del Congreso de la Liga Comunista, celebrado en Londres en 1847. Su denominación
de comunista en lugar de socialista se debió, según sus autores, a que si lo hubieran llamado
Manifiesto socialista se habría confundido con la idea utopista. Por medio de este documento
expusieron sus ideas sobre "el ejército industrial de reserva", "la teoría del empobrecimiento
progresivo de los trabajadores", y la famosa convocatoria: "¡Proletarios de todos los países del
mundo, unios!" En este histórico documento también se establecía que el fin inmediato de la clase
obrera era el aniquilamiento de la sociedad burguesa y la conquista del poder político por los
trabajadores.
Las tesis de MARX, contenidas sobre todo en El capital, pueden sintetizarse así: la lucha por la
existencia es lo que une en grupos a los hombres de igual situación. De esa manera se forman las
clases sociales, las cuales, por tener intereses contrapuestos, entran en colisión. Surge de ahí la
lucha entre la clase obrera, cuyo único medio de vida es el trabajo, y las clases superiores,
poseedoras de los instrumentos de producción, reflejados en el capital. De todo ello resulta la
explotación de la clase obrera por la clase capitalista, pues por las condiciones impuestas por ésta a
aquélla el obrero trabajaba más tiempo del socialmente necesario, es decir, el tiempo que sería
suficiente para permitir al trabajador satisfacer sus necesidades de vida. Esta cantidad de trabajo
excesivo pasa al poder del capitalista en forma de plusvalía o beneficio. Este beneficio, a su vez,
permite por su incremento progresivo la concentración del poder económico de explotación, lo que
determina finalmente y en forma gradual el enriquecimiento de los capitalistas y el
empobrecimiento de los obreros. A esta situación, MARX le llama proletarización de la clase
obrera.
Hasta aquí, MARX analiza e interpreta críticamente el proceso económico social. Sin embargo,
añade, es preciso cambiarlo, y es aquí donde entra en juego el papel del movimiento socialista
como instrumento político de lucha para establecer su sistema en forma revolucionaria, mediante
la movilización total de las masas trabajadoras para la conquista del poder, y una vez conseguido
esto, emprender la realización del socialismo mediante la dictadura del proletariado. Así,
concluida la fase final del socialismo, la solución está en el comunismo, y entonces los bienes o
instrumentos de producción pasan al Estado, que representa la totalidad de la sociedad en el poder.
El Estado desaparece y la sociedad, por sí sola, es capaz de autorregirse.
El anarquismo
El anarquismo es otra doctrina social. Ésta propone la desaparición del Estado y sus leyes, para
sustituirlo por un régimen libre en el que no existan ni Estado ni leyes. La palabra proviene de
anarkhos, que significa "sin señor, sin gobernante". Quien primero lo llamó así fue Pierre Joseph
PROUDHON, en su libro ¿ Qué es la propiedad?, que termina con la ya citada conclusión: "la
propiedad es un robo". Los más sobresalientes representantes de esta corriente fueron los nobles
rusos Mijaíl BAKUNIN y el príncipe Piotr KROPOTKIN.
La génesis ideológica, como ya se indicó, se halla en PROUDHON, pero sus seguidores fueron
perfeccionando su idea de la negación del Estado, y optaron por una vida libre, sin ataduras, leyes
o autoridades, con base en un principio de solidaridad sin ningún interés. Pensaron que para ello lo
único necesario sería derrumbar al Estado, y esto se lograría a través de una revolución o una serie
de atentados a los grandes jerarcas.
El príncipe KROPOTKIN sostenía que únicamente por medio de la violencia se precipitaría tal
evolución y se alcanzaría la felicidad que la humanidad ansia. BAKUNIN, por su parte, en 1868 creó
la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, pero debido a sus ideas y a que no todos sus
partidarios eran anarquistas, dicha alianza fue expulsada de la Segunda Internacional en el
Congreso de 1872, celebrado en La Haya.
Las doctrinas sostenidas por BAKUNIN y MARX coinciden en algunos aspectos, pero en otros
discrepan por completo. El primero proponía que los trabajadores controlaran totalmente la
industria y la agricultura, mientras que MARX predicaba la conquista del Estado y los medios de
producción. BAKUNIN, además, proponía la actividad revolucionaria sucesiva, con exclusión de los
medios legales de lucha obrera. Sin embargo, no todos los anarquistas eran violentos, también
apareció un brazo de anarquismo pacífico, que buscaba la misma finalidad, pero sin violencia.
La influencia de las ideas anarquistas en el sindicalismo internacional fue decisiva, sobre todo en
Francia, Italia y España. Las siguientes son algunas de las ideas generales en el anarquismo: "La
libertad es el fin supremo de todo desarrollo" (BAKUNIN); "anarquismo es la eliminación completa
del principio de autoridad, por una parte, y la asignación integral de la libertad del individuo, por
otra" (Sebastián FAURE); "toda obediencia es una abdicación" (RECLUS); "todo es de todos"
(KROPOTKIN).
En México, dentro de esta idea filosófica encontramos la figura de Ricardo FLORES MAGÓN, quien
ejerció gran influencia en la aparición del derecho del trabajo en nuestro país. Fue un profundo
luchador social, pero como se hallaba en el campo del anarquismo, esto propició graves
represiones, tanto en México como en Estados Unidos de América.
Después de una serie de detenciones ordenadas por el gobierno de Porfirio Díaz, FLORES MAGÓN
se ve obligado a trasladarse a San Luis Missouri. En esa ciudad proclamó el Programa del Partido
Liberal, documento que constituye un análisis riguroso y severo de la situación que vivía el país
bajo la dictadura; también anticipa las aspiraciones que posteriormente hace suyas la Revolución
de 1910, y muchas de las cuales se convirtieron más tarde en preceptos constitucionales y
fundamento del derecho mexicano del trabajo. Tales ideas proponían establecer un máximo de
ocho horas como jornada de trabajo, fijar un salario mínimo, reglamentar el trabajo doméstico y el
servicio a domicilio, prohibir el empleo de niños menores de 14 años, obligar a dueños de minas,
fábricas y talleres a mantener mejores condiciones de higiene y seguridad en sus propiedades,
obligar a patrones y propietarios rurales a dar alojamiento adecuado a los trabajadores, forzar a los
patrones a pagar indemnización por accidente de trabajo, declarar nulas las deudas de los
jornaleros del campo para sus amos, prohibir que se pagara a los obreros de cualquier otro modo
que no fuera con dinero en efectivo, suprimir las tiendas de raya, exigir a las empresas no emplear
sino a una minoría de extranjeros, hacer obligatorio el descanso dominical.
Como se aprecia, su ideario fue básico para la integración del derecho del trabajo y se materializó
años más tarde en la Constitución de 1917.
Junto a ese comunismo revolucionario, cuya expresión concreta representó el bloque de países
encabezados por la ex Unión Soviética, existe también el socialismo democrático o
semidemocracia que, aspirando también a imponer su sistema, renuncia a la acción violenta y
acepta el sistema capitalista como medio o plataforma política para realizar por la vía pacífica y de
manera parlamentaria sus fines. Tal es el papel que tienen hoy en el mundo todos los partidos
socialistas del área o bloque no comunista, aunque con diferencias de enfoque y acción a veces
considerables.
La Iglesia católica, preocupada también por los desajustes sociales que sacudían al mundo y lo
dividían en clases antagónicas, ha hecho propuestas políticas para que se apliquen principios de
reparticiones más justas, que no lleven a la explotación de los trabajadores. A pesar de lo limitado
de sus sanciones, que son puramente morales o éticas, tuvieron gran influencia en el cambio que se
avecinaba con el advenimiento del derecho del trabajo. Ello justifica su trascendencia en éste como
en cualquier otro tratado de derecho del trabajo y obliga su inclusión.
Rerutn Novarutn. Nombre de la encíclica publicada por León XIII en 1891. Se trata del primer
texto pontificio importante en el que se estudian los problemas de los trabajadores de su tiempo, en
función de los factores económicos, ideológicos.y sociales que condicionaban su existencia en la
sociedad. La tesis sustentada por León XIII quedó establecida principalmente en estos fragmentos
de la encíclica:
Hay en la cuestión que tratamos un mal capital, y es el figurarse y pensar que son unas clases de las
sociedades por naturaleza enemigas de las otras, como si a los ricos y a los proletarios los hubiera
hecho la naturaleza para estar peleando los unos con los otros en perpetua guerra. Lo cual es tan
cierto que así como en el cuerpo se unen miembros entre sí diversos y de su unión surge una
disposición de todo ser, que bien podríamos llamar simetría, así en la sociedad civil ha ordenado la
naturaleza que aquellas dos clases se junten acordes entre sí y se adapten la una a la otra de modo
que se equilibren, una necesita de la otra, porque sin trabajo no puede haber capital, ni sin capital
trabajo. La concordia engendra en las cosas hermosura y orden, y al contrario, de una perpetua
lucha no puede menos que resultar la confusión junto con la salvaje ferocidad.
Ahora bien, para acabar esa lucha, y hasta para cortar las raíces mismas de ella, tiene la religión
cristiana una fuerza admirable y múltiple. Y en primer lugar, el conjunto de enseñanzas de la
religión de que es intérprete y depositaría la Iglesia, puede mucho para componer entre sí y unir a
los ricos y a los proletarios, aunque a ambos enseña sus mutuos deberes. Los que corresponden al
proletario y obrero son: poner de su parte íntegra y fielmente en el trabajo, que sea libre al defender
sus propios derechos, abstenerse de la fuerza, nunca armar sediciones ni hacer juntas con hombres
que mañosamente les ponen delante desmedidas esperanzas y grandísimas promesas, ya que se
sigue casi siempre un arrepentimiento inútil y la ruina de sus fortunas. A los ricos y a los amos les
toca: que no deben tener a los obreros como esclavos; que deben en ello respetar la dignidad a la
persona y la nobleza que a esa persona añade lo que se llama carácter cristiano. Lo que
verdaderamente es vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres, como si no fuesen más que
cosas para sacar provecho de ellos, y no estimularlos en más que lo que dan de sí sus músculos y
fuerzas
Quadragesimo Anno. Se trata de la segunda encíclica papal centrada sobre la situación social de
los obreros, publicada por Pío XI en 1931, fecha conmemorativa del cuadragésimo aniversario de
la Rerum piovarum de León XIII.
Respecto de la anterior encíclica, ésta representa un paso muy notable para la posición de la Iglesia
sobre la llamada cuestión social. En este documento, Pío XI confirma el derecho y el deber de la
Iglesia de aportar su concurso para lograr la solución positiva de los urgentes y gravísimos
problemas sociales que angustian a la familia humana; es decir, desarrolló el pensamiento social
cristiano conforme a las nuevas circunstancias de los tiempos.
Sobre el régimen de salarios, rechaza la tesis de lo que estima injusto por naturaleza, pero
representa, al mismo tiempo, las formas inhumanas e injustas con que no pocas veces se ha llevado
a la práctica. Asimismo, estima la oportunidad de suavizar el contrato de sociedad, de tal forma
que los "obreros participen en cierta manera en la propiedad, en la administración y en las
ganancias obtenidas".18 Quedan así perfiladas, aunque en embrión, las instituciones
socioeconómicas del accionario obrero, la cogestión y la participación en beneficios, ideas que
habrían de alcanzar años después un notorio desarrollo en el campo de las relaciones de trabajo y la
estructuración moderna de las empresas.
Mater et Magistra. Publicada por Juan XXIII en 1961, esta encíclica trata del mismo problema
social visto por la Iglesia, pero abordado en una época más moderna. Contaba con dos precedentes,
y es un documento más profundo en sus análisis del problema social. Estudia con extensión y
profundidad científica el problema de los trabajadores y su relación con las nuevas estructuras
económicas. Por su contenido, representa un paso decisivo dado por la Iglesia en el enfoque y
valoración de la problemática social moderna, y es posible considerarla en ese aspecto como uno
de los planteamientos básicos para el desarrollo del Concilio Ecuménico Vaticano II.
En esta encíclica, Juan XXIII observa y estudia como un todo los más destacados aspectos del
problema humano en la sociedad de nuestro tiempo, a partir del papel que la economía del trabajo,
el capital y el poder público desempeñan.
Sostiene que mientras las economías de las diversas naciones evolucionan con rapidez y con un
ritmo aún más intenso después de la última guerra, es oportuno fijar la atención sobre un principio
fundamental: el desarrollo económico debe ir acompañado de progreso social, de suerte que de los
aumentos productivos tengan que participar todas las categorías de ciudadanos. Es necesario
vigilar con atención y emplear medios eficaces para que las desigualdades económico-sociales no
aumenten sino que se atenúen lo más posible.
No podemos dejar de referirnos aquí al hecho de que hoy en muchas economías las empresas de
proporciones medianas y grandes realizan no pocas veces rápidos e ingentes aumentos productivos
por medio del autofinanciamiento. En tales casos, creemos poder afirmar que a los obreros se les
ha de reconocer un título de crédito, respecto a las empresas en que trabajan específicamente
cuando se les dé una retribución no superior al salario mínimo.
En un plano nacional ha de considerarse exigencias del bien común, el dar ocupación al mayor
número de obreros, evitar que se constituyan categorías privilegiadas, incluso entre los obreros;
mantener una adecuada proporción entre salarios y precios y hacer accesibles los bienes y
servicios al mayor número de ciudadanos; eliminar o detener los desequilibrios entre los sectores
de agricultura, la industria y los servicios; realizar los equilibrios entre expansión económica y
adelanto de los servicios públicos esenciales; ajustar, en los límites de lo posible, las estructuras
productivas a los progresos de las ciencias y las técnicas; concordar las mejoras en el nivel de vida
de la generación presente, con el objetivo de preparar un porvenir mejor a las generaciones futuras.
En la época moderna se ha verificado un amplio desarrollo del movimiento asociativo de los
obreros, y su reconocimiento general en las disposiciones jurídicas de los diversos países así como
en el plano internacional, buscando los fines específicos de la colaboración sobre todo mediante el
contrato colectivo. No podemos, sin embargo, dejar de hacer notar cuan oportuno o necesario es
que la voz de los obreros tenga la posibilidad de hacerse oír y escuchar más allá del ámbito de cada
organismo productivo y en todos los niveles.
En síntesis, la influencia lograda por esta serie de encíclicas papales ha sido efectiva en la
concientización del problema social. Creemos que ayudan a establecer una atmósfera de
responsabilidades mutuas en las relaciones obrero-patronales, aunque a decir de muchos críticos
su planteamiento es absolutamente moral, esto es, sin sanción alguna.
El sindicalismo
Otro de los movimientos sociales que han influido en la aparición y el desarrollo del derecho del
trabajo es el sindicalismo. Este movimiento (del cual por ahora se hará breve cita por ser objeto de
análisis en otra parte de la obra) fue propiciado, como ya señalamos, por la grave situación en la
que el liberalismo había sometido a la clase trabajadora, ya que con el pregón de que el hombre era
libre e igual, en realidad permitió que una clase sometiera a la otra no a la esclavitud, pero sí a un
régimen salarial exiguo y a una jornada extenuante que en poco se diferenciaba de la servidumbre.
Se quería creer que había igualdad entre los hombres, en tanto que unos poseían la riqueza y el
poder y otros sólo la obligación de trabajar para comer. El liberalismo se abstuvo de regular las
relaciones obrero-patronales, en vez de tratar de controlarlas, y el precio de esto fue la aparición de
una conciencia que amalgamaba a los desposeídos, que los hacía iguales, los alentaba a integrarse
sindicalmente v los solidarizaba en el reclamo de sus derechos laborales.
El sindicalismo, pues, aparece como una reacción de la clase obrera frente a una injusticia social e
integró su propia teoría con puntos estructurales de la institución:
2. Para lograr esto se requiere el reconocimiento social de la fuerza política que significa el
sindicalismo, porque el obrero se convierte en parte molecular de una enorme fuerza sindical, que
influiría mucho en la política social que realice el Estado.
3. La vía para lograr los objetivos anteriores consiste en la utilización de métodos variados de
presión, que abarcan desde los legales, como la huelga, hasta otros no precisamente legales.
Al principio el sindicalismo nació apolítico, es decir, tenía como finalidad la defensa de los
intereses de los trabajadores, pero esto solamente en el terreno contractual, sin inmiscuirse en la
política. Después se pensó distinto y, en 1906, en el Congreso celebrado en Amiens con una
participación de más de mil representaciones profesionales, se discutió el trascendental problema
de un sindicalismo apolítico. En el seno de la reunión se presentaron tres tendencias: los
"positivos", que veían el sindicalismo como un ente que requería un credo político; los
"reformistas", que por el contrario sólo veían en el sindicato la misión reivindicadora, y los
"sindicalistas puros", que deseaban un sindicato apolítico, pero le atribuían no sólo la función de
instrumento compatible, sino también la de guiar la revolución, que así se convertiría en un
derecho sindical puro, sin intromisión alguna de la política. Este último criterio fue el que
prevaleció al final del Congreso por 804 votos contra tres.
Con esta decisión ajena de toda realidad, se quería ignorar que, en la práctica, sindicalismo y
política son indisolubles porque se requieren mutuamente. La política necesita de los sindicatos
para que éstos se conviertan en electorado, y los sindicatos requieren la política para ubicar a sus
mejores hombres en la esfera del poder y desde ahí avalen su actitud reivindicadora de clase. Por
eso, en la actualidad, a pesar del acuerdo del Congreso de Amiens, el sindicalismo casi en su
totalidad es político. Por ejemplo, se manifiestan políticamente, pero afirman que dejan en
absoluta libertad a sus agremiados para que cada uno de ellos ejerza su derecho de voto en favor
del partido político de su convicción. Por ejemplo, en el derecho mexicano la Ley Federal del
Trabajo, en el art. 249, fracc. I, prohibía a los sindicatos intervenir en asuntos políticos y de orden
religioso, pero por decreto del 17 de octubre de 1940 se reformó dicha disposición, y se dejó
vigente la prohibición para intervenir en asuntos de orden religioso. En la actual Ley Federal del
Trabajo, en el art. 378, únicamente se prohíbe intervenir en asuntos religiosos y ejercer la
profesión de comerciantes. Como se ve, ya no subsiste la prohibición inicial de intervenir en
asuntos políticos.
El sindicalismo revolucionario
Este tipo de sindicalismo revolucionario sostiene que las huelgas son necesarias en sí mismas
porque habitúan a la clase obrera a la acción y la defensa de sus intereses. Se opone al militarismo
y a todos los privilegios de la burguesía.
Los esfuerzos de este sindicalismo realizados en forma cotidiana son un desarrollo continuo de las
energías obreras, que entrarán finalmente en conflicto abierto con la burguesía; esto propicia la
huelga general y, en caso extremo, la revolución. Pero antes de llegar a ello, la acción directa es la
única manera, por medio de campañas de prensa, asambleas, manifestaciones, etc. Es necesario
organizar el sabotaje del trabajo; deben alentarse las huelgas locales. Con estas directrices se
realizaron las huelgas en los primeros años del sindicalismo.
La idea de huelga general fue generada en el Congreso de Lyon de 1910. Este congreso declaró
que "la huelga general sólo puede tener un objeto: la emancipación total del proletariado por medio
de la expropiación violenta a la clase capitalista". Los fines del sindicalismo se establecieron por
primera vez en la Carta de Amiens.
El sindicalismo reformista
El sindicalismo catalogado por la doctrina como reformista tiene por fin luchar para encaminarse
"de una forma continua hacia un estado social mejor y definitivo hasta la obtención de un sistema
que la experiencia y las demostraciones científicas revelaron como régimen normal". El objetivo
del sindicalismo reformista es mejorar las condiciones inmediatas en la vida de los obreros, luchar:
a) por el establecimiento de los contratos colectivos y la supresión del arbitraje individual en
materia de fijación de salarios; b) por la implantación de una legislación social.
Las reformas deseadas se obtendrán por medio de la conciliación. La huelga debe ser relegada para
el último extremo de los procedimientos utilizables. Además, deberá declararse sólo cuando exista
la certeza de su triunfo.
El solidarismo
El cooperativismo
Origen del derecho del trabajo Consideramos que el origen del derecho del trabajo sólo
puede encontrarse en el último cuarto del siglo xix, que
fue la época en la del trabajo que el individualismo
liberal se declaró incompetente para mejorar el grave
problema de enfrentamiento de los intereses del capital y
el trabajo.
Liberalismo Corriente filosófica que sostiene que las leyes económicas son inexorables
y que en tal calidad deben regir a la sociedad, ya que tales leyes no pueden
variar porque no han sido hechas por los hombres. Mantiene, además, la
idea de culto individual a la libertad humana y a la libertad de trabajo.
Socialismo utópico Fuerte corriente crítica contra el régimen económico que imperaba.
Sus fundamentos de censura al régimen se basaban en el argumento
de que la propiedad privada propiciaba el enriquecimiento de unos
pocos, lo que permitía aprovecharse del trabajo de los demás
mediante un oprobioso régimen de explotación. Por ello, el
socialismo utópico proponía soluciones sólo idílicas, al menos para
esa época, y por esa razón se les llamó utópicos.
El anarquismo Doctrina social que propuso la desaparición del Estado y sus leyes para
sustituirlo por un régimen en el que no existan ni lo uno ni lo otro.
El comunismo Conjunto de ideas filosóficas y tendencias económicas orientadas a la
sustitución del sistema económico y social basado en el individualismo
liberal por otro en el que la sociedad en su totalidad sea la que esté por
encima del individuo, subordinando el interés individual de una persona o
de un grupo al interés general de la colectividad.
La doctrina social de la Iglesia La Iglesia, también preocupada por los desajustes sociales
que sacudían al mundo y lo dividían en clases antagónicas,
hizo propuestas políticas de aplicar principios de
reparticiones más justas, que no lleven a la explotación de
los trabajadores. A pesar de su limitada sanción, que era
puramente moral, logró gran influencia en el cambio social.
Sindicalismo reformista Sostuvo que las reformas sociales deseadas se obtendrían por medio
de la conciliación. La huelga debía reservarse como último
procedimiento utilizable.
La OIT fue creada en 1919, como parte del Tratado de Versalles que terminó con la
Primera Guerra Mundial, y reflejó la convicción de que la justicia social es esencial para
alcanzar una paz universal y permanente.
Su Constitución fue elaborada entre enero y abril de 1919 por una Comisión del Trabajo
establecida por la Conferencia de Paz, que se reunió por primera vez en París y luego en
Versalles. La Comisión, presidida por Samuel Gompers, presidente de la Federación
Estadounidense del Trabajo (AFL), estaba compuesta por representantes de nueve
países: Bélgica, Cuba, Checoslovaquia, Francia, Italia, Japón, Polonia, Reino Unido y
Estados Unidos. El resultado fue una organización tripartita, la única en su género con
representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores en sus órganos ejecutivos.
Las áreas que podrían ser mejoradas enumeradas en el Preámbulo continúan vigentes,
por ejemplo:
El inicio
“Trabajar para la justicia social constituye nuestra valoración del pasado, y nuestro
mandato para el futuro."
Juan Somavia, Director General de la OIT
La OIT ha realizado aportes importantes al mundo del trabajo desde sus primeros días.
La primera Conferencia Internacional del Trabajo en Washington en octubre de 1919
adoptó seis Convenios Internacionales del Trabajo, que se referían a las horas de trabajo
en la industria, desempleo, protección de la maternidad, trabajo nocturno de las mujeres,
edad mínima y trabajo nocturno de los menores en la industria.
La OIT estableció su sede en Ginebra en el verano de 1920 con el francés Albert Thomas
como primer Presidente de la Oficina Internacional del Trabajo, que es la secretaría
permanente de la Organización. Con gran ímpetu impulsó la adopción de 16 Convenios
Internacionales del Trabajo y 18 Recomendaciones en menos de dos años.
Este primer fervor pronto fue moderado, porque algunos gobiernos pensaban que había
demasiados Convenios, el presupuesto era excesivo y los informes muy críticos. Sin
embargo, la Corte Internacional de Justicia declaró que el ámbito de acción de la OIT se
extendía también a la reglamentación de las condiciones de trabajo del sector agrícola.