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Ahora que usted es cristiano y está en comunión con Dios, querrá aprender más
sobre cómo estar cada vez más cerca de él. La Biblia dice que esto es “crecer en
la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).
Estas son algunas cosas que le ayudarán a comenzar a crecer como cristiano:
o Primero, lea todo el Evangelio de Lucas, un capítulo por día. Esto le ayudará a
comprender los hechos básicos relativos al evangelio.
o Luego lea Hechos, donde se encuentra la fascinante historia de cómo los primeros
discípulos de Cristo extendieron la Buena Noticia de la muerte y la resurrección de
Jesús.
o A continuación, lea algunas de las cartas que los apóstoles de Cristo escribieron a
esos primeros discípulos, todos los cuales eran nuevos en su fe, tal como usted.
Estas cartas van desde Romanos hasta 3 Juan.
o Después lea uno de los otros tres evangelios: Mateo, Marcos o Juan.
Lea los Salmos (el libro de adoración del Antiguo Testamento) para enriquecer
su devoción a Dios.
Lea Proverbios para ganar sabiduría y sentido común, y para fortalecer sus
relaciones con otras personas.
Siempre que pueda, hable con otras personas sobre lo que está aprendiendo.
Ore diariamente
Hable con Dios a menudo. Coméntele sus problemas. Permita que él lleve el peso
de sus aflicciones. (Ver Mateo 11:28; 1 Pedro 5:7.)
Alabe y agradezca a Dios por quien él es y por lo que ha hecho por usted. Admita
sus debilidades. Confiese todo pecado específico del que tenga conciencia. Ore
para que otras personas también reciban a Jesucristo como su Señor y Salvador.
Haga una lista de peticiones, tanto a favor de otros como para usted.
Lea una porción de la Biblia y medite en lo que leyó; luego dedique un tiempo a
la oración.
El Espíritu Santo:
Le enseñará
Lo guiará
Aprenderá a adorar a Dios, que es alabarlo por todo lo que Él es y darle gracias
por todo lo que hizo por usted.
Al adorar, aprender y servir junto con otros cristianos, encontrará personas con
las que puede formar amistades duraderas (¡amistades que durarán por toda la
eternidad!).
Quizá se descubra pensando cosas que se supone que los cristianos no deben
pensar.
La Biblia dice que no debemos estar ansiosos por lo que pueda suceder
mañana (Vea Mateo 6:33-34).
La Biblia también nos promete: “Como tus días serán tus fuerzas”
(Deuteronomio 33:25, RVR-1960). En otras palabras, la gracia de Dios será
suficiente para enfrentar las demandas de cada nuevo día.
En lugar de ser una carga para los demás, usted puede ser una bendición.
Usted crecerá en su fe al descubrir el poder, el consuelo y la fortaleza de Dios
en las experiencias de la vida.
La Biblia dice:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar”
– 1 Corintios 10:13.
Esté preparado para hacer uso de la “salida” que Dios ofrece para la tentación, ya sea que
“huya” de la escena de la tentación (1 Timoteo 6:11), o que permanezca en ella y la
“resista”
– Santiago 4:7.
La vida cristiana es una, marcada por etapas, procesos y experiencias. Se nutre de la fe en Dios
cuyo conocimiento (Rom. 10:17) se adquiere a través de las Sagradas Escrituras (revelación
especial), entendidas en el cristianismo como reveladas por Dios al ser humano.
Por ello, la vida cristiana se da en el contexto de una dimensión escritural que a su vez forja una
visión ética y doctrinal bajo la cual el creyente se “forma” y “conduce” su vida a la luz de unas
creencias. Es decir, de lo que se ha creído. De ahí en adelante, la vida cristiana es un “caminar
conforme a...” y no una mera filosofía de vida personal.
De manera simple, la vida cristiana es entonces: una forma de vida que se inicia con
un encuentro con Cristo (conversión), el seguimiento de Cristo a través de sus enseñanzas,
la puesta en práctica de dichas enseñanzas, y en gratitud –la comunicación de todo ello a
otros seres humanos. Es decir, la vida cristiana, dado que se da en “comunidad,” dicha
comunidad de fe habrá de poner a dispocisión de otros el regalo de amor de Dios que nos fue
dado en Cristo Jesús (Jn. 3:16).
En resumen, como dijo el apóstol Pablo: “Ya no vivo yo, más ahora Cristo vive en mí” (Gál.
2:20). Se trata de tener a Cristo en el corazón y éste manifestado en nuestra forma de vivir. Y,
por tanto, que dicha experiencia se vea reflejada en nuestro diario vivir.
Respuesta: Se supone que la vida cristiana debe ser una vida vivida por fe. Es por fe que
podemos entrar en la vida cristiana, y es por fe que vivimos. Cuando comenzamos la vida
cristiana al venir a Cristo para el perdón de pecados, debemos entender que lo que
buscamos no se puede obtener por ningún otro medio que por la fe. No podemos
preparar nuestro camino al cielo, porque nada de lo que podamos hacer nunca sería
suficiente. Quienes creen que pueden alcanzar la vida eterna por mantener normas y
regulaciones - una lista de lo que se debe y no se debe hacer – niegan lo que la biblia
claramente enseña. "Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe vivirá" (Gálatas 3:11). Los fariseos de los días de Jesús
rechazaron a Cristo porque él les dijo esta misma verdad, que todos sus actos justos no
valían nada y que sólo la fe en su mesías los salvaría.
En Romanos 1, Pablo dice que el evangelio de Jesucristo es el poder que nos salva, el
evangelio que son las buenas nuevas de que todos los que creen en él tendrán vida
eterna. Cuando entramos en la vida cristiana por la fe en estas buenas nuevas, vemos
que nuestra fe crece en la medida que llegamos a conocer más y más acerca del Dios
que nos salvó. El evangelio de Cristo en realidad nos revela a Dios mientras vivimos para
acercarnos a él cada día. Romanos 1:17 dice, "Porque en el evangelio la justicia de Dios
se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá". Por lo tanto,
parte de la vida cristiana es una lectura y estudio diligente de la palabra de Dios,
acompañada de la oración para entendimiento y sabiduría, y por una relación más
estrecha e íntima con Dios a través del Espíritu Santo.
La vida cristiana también se supone que es una de morir a sí mismos para vivir una vida
de fe. Pablo dijo a los Gálatas: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo
yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Siendo crucificado
con Cristo significa que nuestra vieja naturaleza ha sido clavada en la cruz y ha sido
reemplazada por una nueva naturaleza que es la de Cristo (2 Corintios 5:17). Él que nos
amó y murió por nosotros, ahora vive en nosotros, y la vida que vivimos es por la fe en
él. Esto significa sacrificar nuestros propios deseos, ambiciones y glorias, y
reemplazarlos con los de Cristo. Sólo podemos hacer esto por su poder a través de la fe
que él nos da por su gracia. Parte de la vida cristiana es orar con ese fin.
Se supone que la vida cristiana también es perseverar hasta el fin. Hebreos 10:38-
39 aborda este tema citando al profeta Habacuc en el antiguo testamento: "Mas el justo
vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma". Dios no se complace con quien
"retrocede" después de hacer un compromiso, pero aquellos que viven por la fe nunca se
echarán para atrás, porque son guardados por el Espíritu Santo, quien nos asegura que
seguiremos hasta el final con Cristo (Efesios 1:13-14). El escritor de Hebreos continua
para comprobar esta verdad en el versículo 39: "Pero nosotros no somos de los que
retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma". El
verdadero creyente es aquel que cree hasta el final.
Así que la vida cristiana es una que se vive por la fe en el Dios que nos salvó, nos
empodera, nos sella para el cielo, y por cuyo poder somos guardados para siempre. La
vida de fe día a día es aquella que crece y se fortalece en la medida que buscamos a
Dios en su palabra, a través de la oración y a la vez que nos unimos con otros cristianos
que tienen la misma meta que nosotros de ser semejantes a Cristo.
Escrito por
Kristina Hjelkrem
La vida cristiana
EnriqueCases
1 abril 2008
Sección: Conoce tu fe
En resumen, dice el Señor: -Tratad a los demás como queréis que os traten; en esto
consiste la Ley y los profetas. (Mt. 7, 12).
El que así obra alcanzará la vida eterna aunque el camino sea estrecho. Dará frutos
buenos y abundantes, construirá sobre roca y no sobre arena, de modo que las
dificultades no le destruyan.
San Mateo nos dice que «al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada
de su enseñanza porque lo enseñaba con autoridad y no como los escribas» (Mt. 7,
28-29).
Esta reacción es lógica, pues indica el modo divino, concreto y práctico de alcanzar
la felicidad en esta tierra y en el cielo.
Así, podemos comprender mejor los testimonios de Jesús: «Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida». (Jn. 14, 6). En Jesús la humanidad y la divinidad están unidas
tan íntimamente, que es una sola Persona. La humanidad del Señor ha sido
asumida por la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, el Verbo de
Dios. Es imposible una unión mayor entre lo humano y Dios.
El modo que tiene cada hombre de unirse con Dios es parecerse al Hijo de Dios:
Jesús. Esto se realiza por la gracia que nos mereció en la Cruz. Por la gracia se
borra el pecado, se sanan las heridas y debilidades humanas y además el hombre se
va pareciendo cada vez más a Cristo. Si el hombre es muy fiel a Dios llegará a
identificarse cada vez más con Cristo. Esto es obra de la gracia, pues como dijo
Jesús: «El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí, no
podéis hacer nada»(Jn. 15, 5).
«El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… El
que es imagen de Dios invisible es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la
descendencia de Adán la semejanza divina deformada por el primer pecado. En Él,
la naturaleza humana, asumida, pero no absorbida, ha sido elevada en nosotros a
dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación, se ha unido, en cierto modo,
con todo hombre. (GS, 22).