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Hill Boone, Elizabeth (ed.): Andean Art at Dumbarton Oaks. II tomos. Dumbarton
Oaks Research Library and Collection, Washington DC, 1996.
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El presente artículo forma parte de un volumen dedicado a la colección de arte prehispánico andino
de Dumbarton Oaks, Washington DC (Nota del traductor). Hemos eliminado las referencias a láminas
del catálogo.
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invasores europeos. Los pueblos andinos canalizaron el uso del metal en el ámbito
social ante todo como medio de comunicación. Los mensajes que se transmitían
estaban relacionados con el estatus social personal en la vida y en la muerte, con la
afiliación étnica o comunitaria, con autoridades e ideologías políticas y religiosas,
con la continuidad del ritual. Loas orejeras y narigueras, las figurinas humanas y
animales, las máscaras atadas a fardos funerarios, los objetos de culto carismáticos
(en general en tamaño miniatura pero de concepción monumental), los vasos y las
vasijas que asemejan prototipos en madera y cerámica, se encuentran entre los
artículos más comunes de la cultura material andina en metal. Las manufacturas
utilitarias -cuchillos, hachas, agujas de coser, malacates, anzuelos y cuchillas para
herramientas de agricultura- son mucho menos comunes en el área andina central.
Lo utilitario no fue el ámbito en el que la metalurgia andina tuvo su mayor estímulo,
ni la vía por la que desarrolló fuertes y duraderas tradiciones. Mayoritariamente se
trataba de ámbitos en los cuales los objetos y procedimientos a través de los cuales
eran realizados comunicaban información social importante (Lechtman 1984a,
1993).
Cobre, plata y oro eran los tres metales primarios utilizados en la producción
y sus aleaciones más importantes eran mezcla de éstos: cobre y plata, cobre y oro,
plata y oro. Hacia el comienzo del Horizonte Medio, el bronce arsenical era
producido en cantidades considerables en las regiones más norteñas de los Andes
Centrales (Lechtman 1979b, 1981, 1991; Epstein y Shimada 1983; Shimada 1985b;
Shimada y Merkel 1991). Simultáneamente o poco después, el bronce de estaño se
transformó en un gran producto de la zona centro-sur y surandina y los gobernantes
incas lo difundieron ampliamente a lo largo del Tawantinsuyu (Lechtman 1980;
Owen s/f; González 1979). Todas estas aleaciones, excepto el binomio plata-oro, se
basan en el cobre. El cobre fue la columna vertebral de la metalurgia andina.
Durante el Horizonte Tardío, los objetos de fundición de bronce estañífero se
convirtieron en empresa del estado Inca (Owen s/f), pero a lo largo de la historia
prehispánica andina, la abrumadora mayoría de los productos en metal eran
martillados hasta alcanzar su forma, generalmente se modelaban hojas de metal
fino. Esa tradición se mantuvo con los incas, particularmente en objetos realizados
en oro, plata y sus aleaciones con cobre. Los habitantes andinos elegían focalizarse
y utilizar las propiedades mecánicas del metal que le permitían tomar la forma de un
material sólido: plasticidad, maleabilidad, endurecimiento a través de la deformación
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El autor utiliza en muchos pasajes el término “smiths” que literalmente significa “metalurgistas”
preferimos traducirlo por “metalurgistas” ya que en español aquel término remite al hierro, metal que
fue introducido en América por los españoles (Nota del traductor).
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mantener la forma que su propia plasticidad les permitió alcanzar. Estos sistemas de
aleaciones fueron utilizados ampliamente por un milenio a lo largo del área andina.
La construcción de formas redondeadas a partir de láminas premoldeadas
requiere que las partes ensambladas se unan por las juntas. Los ejemplos más
tempranos de uniones metalúrgicas que utilizan soldaduras se han hallado en la
tradición centro andina de las figurinas. Las soldaduras son aleaciones diseñadas
para fundirse a temperaturas más bajas que las temperaturas de fusión de las
partes metálicas que unen. Las soldaduras andinas son en general aleaciones de
plata y cobre, oro y cobre o plata y oro. Los mochicas incluso experimentaron con
una soldadura hecha de una aleación de cobre y arsénico, quizás el uso más
temprano de esta aleación de bronce en la zona andina (Lechtman 1988: 363-365;
fig. 30.42). El punto a destacar es que la afición andina para trabajar y unir
componentes de láminas de metal proveía un escenario para el testeo y desarrollo
de aleaciones por sus propiedades mecánicas y térmicas.
Podemos empezar a considerar algunas actitudes que los metalurgistas
andinos tenían en relación al metal examinando su acercamiento tecnológico al
material. Primero y principalmente, el metal era un sólido cuya masa podía ser
extendida en formas planas delgadas y generalmente así lo fue. Normalmente se
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alcanzaba uniformidad en el espesor y se valoraba la delgadez de la lámina. Las
propiedades mecánicas que los trabajadores del metal buscaron y desarrollaron en
aleaciones no fueron dureza, fuerza y afilación sino plasticidad, maleabilidad y
resistencia, propiedades mecánicas de materiales naturales. La “planaridad”,
cualidad que describe el estado del material a partir del cual la mayoría de las
producciones en metal fueron hechas, es una propiedad del estilo tecnológico
andino del metal y quizás también en el tratamiento de otros materiales.
Color
La propiedad física más importante de los metales andinos y sus aleaciones
fue el color. 4 Conocemos los colores metálicos andinos5, no en base a la evidencia
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Las medidas de los espesores de las láminas de metal fueron tomadas a partir de un número de
objetos en la colección de Dumbarton Oaks. Cada conjunto de medidas exhibe una uniformidad
remarcable.
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Color, sonido y olor son propiedades físicas de los materiales sólidos; fuerza, dureza, maleabilidad
y resistencia son propiedades mecánicas que caracterizan el funcionamiento de los materiales bajo
estrés.
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El color metálico en los Andes, como en el oeste de México (Hosler 1994) y oeste de África (Herbert
1984), incluía reflectividad y luminosidad como cualidades del color.
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La metalurgia del hierro no fue desarrollada en los Andes antes de la invasión europea.
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Prehispánicos por los metalurgistas del, ampliamente difundido, culto chavín. Poco
después, la plata comenzó a compartir el mismo escenario simbólico que el oro. La
evidencia arqueológica más directa sobre el significado cultural que asocia la
dualidad con esos dos materiales y su color corresponde a un conjunto de tumbas
reales mochicas excavadas en Sipán, en la costa norte del Perú (Alva y Donnan
1993). En la Tumba 1, enterramiento de un sacerdote-guerrero, indudablemente uno
de los miembros de más alto rango de la sociedad mochica, sobre el pecho del
difunto se colocó un collar de grandes cuentas metálicas representando maníes: las
cuentas del lado derecho del cuerpo son de oro y las del izquierdo de plata (figura
2). Un par de pequeños cuchillos ceremoniale (tumis) colgaban de su cuello: el del
lado derecho es de oro y el que se encuentra en el lado izquierdo de plata.
Acompañando a este sacerdote-guerrero se encontraron dos grandes protectores
coxales en una un par casi idéntico al de los tumis, uno de oro y el otro de plata.
Pares similares de objetos de oro y plata u objetos hechos mitad lámina de
oro y mitad de plata, fueron encontrados en las Tumbas 2 y 3 del complejo de
tumbas de Sipán. Alva y Donnan (1993: 223) consideran el par y la yuxtaposición de
estos dos metales y su disposición en los lados derecho e izquierdo del cuerpo
como sugerentes asociaciones de género: oro, lado derecho, masculino; plata, lado
izquierdo, femenino. Los autores destacan las creencias entre los habitantes
andinos al momento de la invasión europea que identificaban la masculinidad y la
femeneidad, con la derecha y la izquierda y con el oro y la plata, respectivamente.
A pesar del rol central que jugó el cobre en la metalurgia andina desde el
Período Intermedio Temprano (que coincide con la presencia moche en la costa
norte de Perú) hasta el Horizonte Tardío (definido temporalmente por el período de
la hegemonía incaica), resulta frustrante la escasez de información etnohistórica que
podría dar cuenta del lugar del cobre en los sistemas de creencias andinos y de las
actitudes que las personas tuvieron respecto de ese metal. Esto no sorprende si
tomamos en cuenta la atención exclusiva de los españoles hacia la plata y el oro, ya
sea como minerales que se extraían o como objetos andinos que podían fundirse.
Sin embargo, contamos con una rica información acerca de la dedicación al trabajo
en cobre a través de los datos arqueológicos y de los análisis de laboratorio. Los
mochicas fueron los innovadores en la metalurgia del cobre (Lechtman 1980).
Muchos de sus objetos de láminas de metal están martillados en cobre y en los
enterramientos mochicas se encuentran con frecuencia lingotes o pedacitos de
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cobre en la boca o manos del muerto. El cobre sirvió como la base para las
principales aleaciones andinas. En parte por sus propiedades físicas y por la
variedad de cualidades culturalmente determinadas que tenía alcanzar.
Los mochicas hicieron una contribución crucial y duradera a la metalurgia
andina y al manejo del color metálico a través del desarrollo de dos sistemas de
aleación claves: las aleaciones de cobre con plata y de cobre con oro (esta última
conocida comúnmente como tumbaga). En ambos sistemas de aleaciones el
elemento fundamental es el cobre; además en ambos, dado que el metal se martilla
hasta laminarlo, el lingote fundido de la aleación sufre un cambio de color,
generalmente un cambio drástico, de un lingote rojo cobrizo o rosado a una hoja
plata o color oro (Root, 1949; Lechtman 1971). Los mecanismos responsables de
estas alteraciones de color en la superficie generalmente refieren a fenómenos de
merma y enriquecimiento: a medida que la superficie de la aleación pierde un
porcentaje de uno de sus metales constitutivos, el cobre, se enriquece
automáticamente con el otro elemento (o los elementos) remanente de la aleación,
plata u oro. En consecuencia, durante el proceso de elaboración de láminas de
metal a partir de lingotes de aleación, el color de superficie cambia de rojo/rosado a
plata u oro. Los términos plateado por oxidación y dorado por oxidación refieren al
desarrollo de estas técnicas metalúrgicas del color.
Miremos la figura 3, una microfotografía que muestra un corte transversal de
una delgada lámina levantada de una pequeña cuenta procedente de un sitio de la
costa central del Perú (Lechtman 1979b; 26-29, figs. 6, 7). La lámina está elaborada
a partir de una aleación de plata y cobre cuya composición se determinó que era
41% cobre y 45,3% plata 7. Al fundirse esta aleación cobró un aspecto cobrizo
moteado. Durante las secuencias alternadas de martillado y recocido, necesarias
para trabajar este metal y volverlo lámina, dos cambios estructurales ocurren
simultáneamente con el material. La fase rica en cobre (oscura en la
microfotografía) y la fase rica en plata (luminosa en la microfotografía) que están
presentes como una combinación en el lingote fundido, se separan una de la otra y
se extienden en largas y delgadas laminillas que se alternan. Es esta estructura
laminada la que otorga a la aleación una especial resistencia, una de las
propiedades que la hacía atractiva a los mochicas y otros metalurgistas andinos. Al
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La cuenta esta muy corroída lo que da cuenta de la pérdida del 15% del material original por
corrosión.
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mismo tiempo, este material tan resistente requiere varias sesiones de martilleo y
recocido para reducirlo a una fina hoja. En cada re-cocción, a través del proceso de
oxidación y difusión, se pierde el cobre de la superficie de la aleación 8. La pérdida o
merma del cobre deja la superficie enriquecida con plata. En la figura 3 son
evidentes las capas engrosadas enriquecidas con plata en ambas superficies de la
cuenta. El color exterior del metal y la cuenta ha cambiado de un tono cobrizo a
plateado. Un fenómeno similar ocurre con las aleaciones de cobre- oro, el color de
superficie se altera de un rojo cobrizo a un oro.
Las técnicas de plateado y dorado por oxidación, aunque iniciado por los
mochicas, son probablemente mejor conocidas por los objetos en metal producidos
posteriormente por metalurgistas de Sicán y de Chimú, especialmente las máscaras
grandes de momias a menudo configuradas a partir de aleaciones ternarias que
contienen cobre, plata y oro (Lechtman 1973; Carcedo y Shimada 1985). Con la
adición de un tercer metal a la matriz de la aleación, los mecanismos de merma y
enriquecimiento se vuelven mucho más complejos. Si, como en el caso de las
máscaras mortuorias, la superficie del objeto aparece dorada, el metalurgista debió
remover los elementos de la aleación -cobre y plata- para reducir a ambos en la
superficie, enriqueciendo el tercer y restante elemento, el oro. Durante la fabricación
de la lámina de metal a partir de esta aleación ternaria, una vez que se removió
suficiente cobre a través del recocido y la oxidación, queda en la superficie de la
lámina una aleación binaria de oro y plata. Los metalurgistas andinos removían
selectivamente la plata de esta superficie de aleación disolviéndola con minerales
naturalmente corrosivos (Lechtman 1973). De este modo, los lingotes cobrizos-
rosados se transformaban en grandes y delgados planos de metal dorado.
Las aleaciones tumbaga binarias y ternarias con sus propiedades inherentes
de enriquecimiento superficial hacían posible que los objetos mostraran metales y
colores culturalmente requeridos producidos a través de transformaciones
estructurales internas. Estas aleaciones se volvieron una marca de identidad de la
tradición metalúrgica de los Andes Centrales pero fueron igualmente apreciadas y
utilizadas en abundancia por los habitantes del norte, en Colombia, América Central
y partes de México. Mientras que en el área de la cultura andina los tumbaga ricos
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El fuego oxida el cobre y los óxidos migran a la superficie y la cubren, se introduce en una solución
ácida caliente que elimina los óxidos de la superficie y deja al descubierto el dorado o plateado. (Nota
del traductor).
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abstracta que modifica la cualidad del amarillo. Estas fuerzas amarillas y blancas se
mezclan en distintas proporciones (Reichel-Dolmatoff 1981:21). En el simbolismo de
los colores tukanos, mientras que el blanco y el amarillo están asociados con la
potencia masculina, una gama de tonalidades rojizas, identificadas con la luna, se
consideran femeninas. De este modo la combinación entre amarillo/rojo representa
la fertilidad y fecundidad masculina/femenina.
Idealmente, en la mitología y cosmología tukano “el sol fertiliza a una brillante
Luna Nueva brillante que [luego] pasa a través de una secuencia de fases
coloreadas amarillentas, rojizas y cobrizas que se comparan con […] el proceso de
desarrollo embrionario” (Reichel- Dolmatoff 1981:21). Se trata probablemente de un
modelo de aleación por la combinación de cobre, oro y plata para la elaboración de
tumbaga. En este sistema de pensamiento el cobre es el material y agente de la
transformación.
La información etnográfica corrobora las observaciones realizadas en el
laboratorio sobre objetos andinos (también colombianos y centroamericanos)
coloreados por merma: los colores plata u oro se desarrollan en la superficie en
base a una mezcla profunda de cobre, plata y oro -las aleaciones tumbaga- que
constituyen el cuerpo del objeto. La emergencia de una cualidad externa, el color,
resulta de la transformación de la estructura interna de la aleación. Su color,
emblema del objeto, viene con él. El color es la consecuencia externa y mejorada de
un cambio en el estado interno o en el orden estructural.
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Sastrería/Tailoring refiere a la fabricación de ropa a partir de grandes piezas de tela, que se cortan
a partir de un patrón y se unen.
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Fig. 1. Perteneciente a un par de cabezas trofeo huecas estilo Nasca hechas a partir de
láminas de oro. Valle de Ica, costa sur peruana. Colección privada. Alto: 1,95cm.
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Fig. 2. Collar mochica de cuentas de metal huecas con forma de maníes. Cada cuenta está
hecha a partir de mitades soldadas entre sí a lo largo de una costura en la línea media. Las
diez cuentas de la izquierda son de oro y estaban sobre el lado derecho del pecho del
guerrero enterrado, las diez cuentas de la derecha, hechas en plata, descansaban en el
lado derecho del pecho. Las cuentas más grandes son de 9 cm de largo, las más pequeñas
miden 7cm. Tumba 1, Sipán, valle de Lambayeque. Museo Nacional Bruning de
Lambayeque, Perú. Fotografía cortesía de Christopher B. Donnan.