Sunteți pe pagina 1din 4

Marc Angenot: Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias.

(17-27) “La crítica del Discurso Social: a propósito de una orientación en investigación”
La vía de investigación por la que Angenot trata de orientarse (y que le parece fecunda) es el
análisis global del discurso social propio de un estado de sociedad. Discurso social es todo lo
que se narra y argumenta (dos grandes modos de puesta en discurso) o, más que ese todo
empírico, los sistemas cognitivos, las distribuciones discursivas, los repertorios tópicos que en
una sociedad dada organizan lo narrable y argumentable, aseguran una división del trabajo
discursivo según jerarquías de distinción y funciones ideológicas para llenar y mantener.
Propone tomar en su totalidad la producción social del sentido y de la representación del mundo
(producción que presupone el sistema completo de intereses de los que está cargada una
sociedad).
Operación radical de desclausuramiento: los dominios discursivos aislados y autónomos se
sumergen en la totalidad de aquello que se imprime y enuncia institucionalmente. Enorme masa
de discursos, vasto rumor social, etc. Voluntad de reconquistar la idea de totalidad, de percibir
el poder de los discursos en su omnipresencia y omnipotencia. La exigencia de un enfoque total
de la producción simbólica como un medio para evitar malentendidos y falsos problemas
debidos al aislamiento abusivo de sectores a los cuales se les asigna una autosuficiencia y una
autonomía hermenéutica que no poseen.
¿Por qué usar discurso social y no discursos sociales? Más allá de la diversidad de lenguajes y
de prácticas significantes es posible identificar en todo estado de sociedad, una resultante
sintética, una dominante discursiva: hegemonía (Gramsci). Esta conlleva una tópica, una
gnoseología, ciertas formas asociadas… la dominancia de ciertos hechos semióticos que
sobredeterminan globalmente lo enunciable y privan, sobre todo, de medios de enunciación a
lo impensable o al “aún-no-dicho” que no se corresponden, de ningún modo, con lo existente o
lo quimérico. Funciona en dialéctica con una división de tareas y factores discursivos.
Interdiscursividad generalizada.
La ideología está en todas partes (todo signo es ideológico, dijeron Bajtin/Voloshinov). Todo
lo que se analiza como signo, lenguaje o discurso es ideológico porque lleva la marca de
maneras de conocer y representar lo conocido que no caen por sí solas, sino que expresan
intereses sociales. En toda sociedad, la masa de los discursos engendra un decible global.
Contra el textocentrismo, se ha de atender a las condiciones de producción/recepción, a su
eficacia dóxica, estética y ética (aunque se eche a perder con la perspectiva histórica).
Interdisciplinariedad: no se trata de interrogar un objeto de saber preconstruido, sino de trabajar
un espacio no jalonado. Sustituir la elitista Zeitgeist (historia de las ideas) por lo que se dice.
Se abren muchas preguntas y temas posibles de investigación una vez se adopta esta
perspectiva. Relación con la llamada “crisis de los estudios literarios”.
La literatura no puede analizarse y enseñarse hoy más que en un contexto
interdisciplinario, a partir de trabajos teóricos contemporáneos, que engloban rectamente
el conjunto de los hechos de cultura, aquellos de masa y aquellos de “circuito restringido”.
Enseñanza que, contra las ortodoxias de toda naturaleza, debe apoyarse sobre aquello que
– en la crítica social, feminista, tercermundista, - resiste la influencia hegemónica de las
ideas recibidas y pone al desnudo los privilegios y los intereses sociales que se quedan
pegadas a la cultura “desinteresada”.
Estudios culturales y Terry Eagleton.
(29-45) “Hegemonía, disidencia y contradiscurso. Reflexiones sobre las periferias del
Discurso Social en 1889”
Enfoque consistente en buscar legitimaciones, dominancias y recurrencias, en buscar lo
homogéneo dentro de la cacofonía aparente, principios de cohesión, imposición y coalescencia.
El rumor de un bajo continuo. Concepto de hegemonía, mecanismos que otorgan dosis de
aceptabilidad y estratifican legitimidad.
¿Qué pasa con las rupturas críticas, cómo diferenciarlas de los golpes audaces permitidos por
las reglas del juego? “Rupturas” dóxicas, no epistémicas, puntos donde la red de las mallas
sociodiscursivas se deshace y donde, a través del agujero, uno cree ver aparecer una lógica
“otra”. Heteronomía: lo que en el discurso social escaparía a la lógica de la hegemonía, hechos
que se sitúan fuera de la aceptabilidad e inteligibilidad normal. Sin embargo, hay cosas que
parecen originales y se mantienen dentro de lo hegemónico.
La hipótesis de que nada cambia (pesimismo cultural): Barthes y su lección inaugural, Foucault,
Habermas. Criterios y precauciones para no dejarnos engañar por los señuelos, para detectar
aquello que no es heteronomía:
- Todo lo que los contemporáneos percibieron como nuevo, original, inaudito, etc, corre
el peligro de no serlo: inaudito inmediatamente inteligible que contribuye a la
recurrencia en las variaciones. Solo una percepción global del sistema discursivo, de sus
equilibrios y fallas, permitirá argumentar para identificar una verdadera o falsa
heterología. Lo nuevo llega al discurso social caminando con patas de paloma
(inadvertidamente). La masa sincrónica de los discursos. Entropía hermenéutica que
lleva a leer los textos de un tiempo con cierta estrechez monosémica, reduciendo lo
nuevo a lo previsible.
- No llamar heteronomía a lo que solo es persistencia o reactivación de lógicas arcaicas.
Aunque también la novedad trabaja sobre material olvidado.
- Identificación retroactiva del novum y problema: es posible caer en una especie de
hegelianismo sumario, según el cual toda disidencia acabaría encontrando un lenguaje
y este lenguaje, inaudible al principio, acabaría imponiéndose.
Las disidencias se encuentran en los márgenes, en la periferia, allí se puede buscar lo
heterónomo. Disidencias grupusculares que producen un discurso autosuficiente e impermeable
a las influencias externas, organizándose como resistencias. Sin embargo, ese fraccionamiento
múltiple de las periferias responde también a la lógica hegemónica. En la periferia, la cohesión
solo puede obtenerse por la imposición dogmática de una contraviolencia simbólica.
El analista del discurso no se apresurará a concluir que existe ruptura cada vez que se
enfrente con enunciados expresamente paradojales o protestatarios. Verá de qué poder de
atracción dispone el discurso social hegemónico para restringir la autonomía crítica de
los doctrinarios socialistas o feministas, así como la independencia especulativa o
imaginativa del pensador y del artista. Verá cómo los pensamientos supuestamente
contestatarios se desarrollan en la movilidad de la hegemonía invisible contra la cual
intentan plantear su crítica, cómo se infiltra constantemente en ellos el discurso
dominante que reprimen.
La categoría de lo heterónomo está ligada con la de aceptabilidad histórica, con las
fluctuaciones del ideologema de lo impensable y lo indecible. La heteronomía nos parece no
excluir la capacidad, manifestada justamente por contemporáneos, de percibir la lógica interna
de un discurso mostrando al mismo tiempo que ese discurso es incapaz de alcanzarlos, de
dirigirse a ellos. No es de orden formal, ha de apreciarse en la lógica de una pragmática
sociohistórica.
Un tipo discursivo puede ser mi contemporáneo sin dejar de ser letra muerta para mí, para
mi grupo, para mi estrato cultural, porque no me dice nada, porque todos sus efectos, su
pathos, sus sugestiones figurales, tienen sobre mí (que no soy su destinatario por elección)
un efecto adverso a la recepción pertinente: me hace reír, me resulta revulsivo, me
exaspera, me aliena, en lugar de encantarme, de estimularme, de darme una identidad.
Los contradiscursos improvisan sus marcos cognitivos, medios perlocutorios, persuasivos y su
estética con los recursos a su alcance; operan siempre en la torpeza de la ilegitimidad, del abuso
de lenguaje. El efecto de hegemonía es lo que los vuelve insatisfactorios, inadecuados,
problemáticos.
Toda ruptura es primero un deslizamiento (erosión, balbuceo). No toda crisis es portadora de
innovación real.
(47-68) “Las ideologías no son sistemas”
Necesidad de delimitar la noción de ideología, que se suele tomar en un sentido demasiado
extenso y, por tanto, resulta inoperante.
Althusser: “Una ideología es un sistema, que posee su lógica y su rigor propios, de
representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos según los casos) dotado de una existencia
y de un rol históricos en el seno de una sociedad dada”.
Angenot: las ideologías no son sistemas (no lo son más que por la apariencia de su retórica de
auto-legitimación), son bricolages (collages heterogéneos cuyas costuras y enlaces la retórica
se esfuerza por ocultar), no tienen lógica ni rigor propios, en tanto que son producciones
sectoriales del discurso social total, son heterónomas e interdiscursivas, y aparecen al análisis
como nudos gordianos de antinomias y aporías más o menos disimuladas, son espacios de
enfrentamiento.

(69-88) “La historia en un corte sincrónico: literatura y discurso social”


Tomar en consideración la producción literaria en su sincronía y no aislada de partida por un
gesto arbitrariamente fundador. Interdisciplinariedad en las investigaciones sobre el discurso
social (ponerse a la escucha del rumor social).
Sincronía entendida no como construcción ideal que forma un sistema homeostático de
unidades funcionales (Saussure), sino como contemporariedad en tiempo real, percibida como
realidad compleja y parcialmente heterogénea. Este corte sincrónico permitirá ilsutrar la no-
contemporariedad. Nociones de intertextualidad e interdiscursividad: ciertos ideologemas son
aceptados debido a su capacidad de mutación y “reactivación”. Rupturas ficción- discurso
referencial.
La literatura está inmersa en la sincronía discursiva y no aislada en una autosuficiencia artificial.
Me planteo el problema de saber cuál es la función de la práctica literaria, no en un sentido
absoluto, sino en una sociedad dada, en un momento dado, en la producción y en la
reproducción de la hegemonía o en su ironización, en su desestabilización y, como lo
podemos sostener fácilmente hoy en día, en su “subversión”.
Hablar de la literatura, primero, con una formación ideológica, y del campo literario como un
sector específico, muy activo e incluso esencial con respecto a ciertas posturas sociales. Rasgo
que funcionaliza la novela y drama canónicos: procurar en la sociedad el simulacro de una
gnoseología del sentido común. La novela como dispositivo interdiscursivo: el encuentro
inesperado por la mediación ficticia, de la sublimidad estética, de hechos diversos y de grandes
saberes.

S-ar putea să vă placă și