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ANÁLISIS SEMIÓTICO DE TEXTOS BÍBLICOS

Introducción básica
Dr. René Krüger
Los métodos de análisis bíblico
Si nuestro fin es estudiar y explicar la Biblia, podemos usar diversos caminos o métodos.
Podemos acercar a la Biblia con la lectura personal; la podemos leer bíblico en un grupo de
estudio bíblico; podemos preparar un sermón o devocional. Cada acercamiento es una especie
de método o camino de interpretación. La Biblia contiene una gran cantidad de datos, y todos
ellos son útiles para su mejor comprensión. Estos datos se suelen agrupar para facilitar el
estudio. Así tenemos el vocabulario bíblico, los principales conceptos, la historia, las parábolas,
el manejo de la concordancia, la comparación literaria, el estudio de los géneros literarios, el
análisis de la redacción. También se investigan los factores sociológicos, históricos, culturales
y de género. Estos diferentes elementos se investigan precisamente con los Métodos
exegéticos. Bajo Método entendemos una camino para alcanza un fin. El método no es el fin
en sí mismo, sino sólo un modo de aproximarse a la meta (y nunca es el único modo). La
Exégesis es la explicación de un texto. Métodos exegéticos son conjuntos de herramientas
para comprender un texto con la mayor cantidad posible de elementos: el texto como una
unidad, la historia de ese texto, su origen y su formación, su forma, su lenguaje, sus ideas y
conceptos, su género literario, su redacción, su mensaje. Todo esto quizá suene algo complejo
y alejado de la realidad del lector o la lectora creyente; pero cuando esta persona abre su
Biblia, inmediatamente se encuentra con el fruto del trabajo de quienes han aplicado estos
métodos. La traducción, las introducciones a cada libro, la misma transmisión del texto, todo
ello ha costado inmenso trabajo. Y cuando la congregación se dispone a escuchar el sermón,
recibe los frutos del estudio realizado por su pastora o pastor. Notamos, pues, que los métodos
de análisis bíblico no son algo tan alejado de la realidad como podría parecer a primera vista.
En todas las ciencias surgen constantemente enfoques y descubrimientos nuevos. En la
segunda mitad del siglo XX surgió un método especial llamado análisis estructural o
semiótico de textos bíblicos. Comúnmente se entiende bajo semiótica la ciencia que
estudia los signos. Como tal, es una descripción científica de los sistemas y prácticas
significantes; en un sentido más restringido se suele emplear el concepto como equivalente a
“análisis semiótico de los textos”.
Entre los diversos métodos semióticos, ha tenido especial relevancia para los estudios bíblicos
la escuela del lituano Algirdas Julien Greimas, radicado en París y líder del análisis estructural
en la École Pratique des Hautes Études en Sciences Sociales, y de sus seguidores, conocidos
principalmente como Grupo de Entrevernes.
Greimas recepcionó los resultados de las investigaciones de Ferdinand de Saussure, Vladimir
Propp, Claude Lévi-Strauss, E. Benveniste y otros, combinándolas con su propia metodología y
aplicando este conjunto a la investigación de la dimensión de la semántica, hasta ese momento
algo descuidada por la lingüística. Greimas presentó sus conceptos básicos en dos obras:
Sémantique structurale. Recherche de méthode, Paris, Larrousse, 1966 (versión castellana:
Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1971); y Du sens. Essais sémiotiques, París, Seuil,
1970 (versión castellana: En torno al sentido. Ensayos semióticos, Madrid, Fragua, 1973.
Greimas hizo la presentación práctica de su método en Maupassant. La sémiotique du texte.
Exercices pratiques, París, Seuil, 1976. Uno de las primeras introducciones al pensamiento y al
modelo de trabajo de Greimas es el artículo de C. Galland, “Introduction à la méthode de A.-J.
Greimas”, en: RThR 48 (1973) 35-48. El Grupo de Entrevernes elaboró una presentación
completa del método de análisis semiótico de Greimas: Grupo de Entrevernes (Giroud, Jean-
2

Claude; Panier, Louis, Red.), Analyse sémiotique des textes. Introduction – Théorie – Pratique,
Lyon, Presses Universitaires, 1979. Versión castellana: Grupo de Entrevernes, Análisis
semiótico de los textos. Introducción, teoría, práctica. Traducido del francés por Iván Almeida
Prólogo, notas y acomodación por Juan Mateos, Madrid, Cristiandad, 1982.
Buen valor práctico posee el manual de Joseph Courtés, Introducción a la semiótica narrativa y
discursiva. Metodología y aplicación. Estudio preliminar de A. J. Greimas. Traducido del
francés por Sara Vasallo. Buenos Aires, Hachette, 1980. Para la terminología véase el
diccionario de semiótica de Algirdas Julien Greimas, Semiótica. Diccionario razonado de la
teoría del lenguaje. Versión española de Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico
Carrión, Madrid, Gredos, 1982.
Véanse también Equipo “Cahiers Evangile”, Iniciación en el análisis estructural, Estella, Verbo
Divino, 1978; y Jean-Claude Giroud, Semiótica. Una práctica de lectura y de análisis de los
textos bíblicos, Estella, Verbo Divino, 1988.

Para “meternos” en la semiótica, necesitamos algunas aclaraciones.


Solemos dividir el transcurso del tiempo en pasado, presente y futuro. Cada hecho tiene su
pasado, su presente y luego sus efectos, es decir, su futuro. Los métodos exegéticos tratan de
hacer justicia a esos tres momentos del mismo texto sagrado.
Es imposible aislar la Biblia de su propia historia. Este es el campo de investigación de los
llamados métodos histórico-críticos. Éstos parten siempre del texto, no de nuestra
interpretación. Se trata de un trabajo histórico porque es un estudio del texto bíblico según las
exigencias de la historiografía y el estudio de fuentes, que investiga la historia de la formación
del texto. En ese sentido, los métodos empleados por la exégesis son los mismos que se
aplican al estudio de otros textos de la antigüedad. Los pasos exegéticos histórico-críticos
investigan el texto y “su detrás” o “su antes”: su historia oral y escrita, su prehistoria, sus
etapas de formaciones, su compaginación. El método histórico-crítico ve el texto como una
fuente para reconstruir procesos históricos: el origen, la formación, las fuentes, la redacción, la
situación histórica del texto.
Ahora bien, también hay otros acercamientos posibles a un texto, además del histórico-crítico.
Uno de ellos es precisamente el análisis semiótico o estructural, que ve el texto como
estructura y organización que produce sentido más allá de la intención de su autor. Este
enfoque se dedica al texto en sí, tomando en cuenta el hecho de que todo texto, además de
su historia, también tiene una identidad propia y una autonomía.
El análisis estructural se basa en los resultados de la investigación histórico-crítica, pero se
dedica a otras preguntas: ¿Cómo funciona el texto? ¿Cómo produce su sentido? ¿Qué pasa
en el texto en sí? ¿Qué operaciones de lógica, afirmación, negación, oposición hay en el texto?
Podemos usar dos imágenes para estos diferentes acercamientos al texto bíblico: un montículo
arqueológico o geológico, y un tapiz o alfombra. El análisis histórico-crítico trabaja con un
esquema “geológico”: toma el texto como una sedimentación de sucesivas capas o estratos
que conforman el texto final. Estudia esos estrados de manera diacrónica, o sea, a través del
tiempo. En cambio, la semiótica trabaja con un paradigma literario: el texto en sí es una
expresión lingüística, y es leído como una unidad actual y no como un mero acceso a su propia
historia. La semiótica ve el texto como un tejido, en el mejor sentido etimológico de la palabra
texto, que se relaciona con tejido. Para la semiótica el texto es un producto final, y no sólo el
resultado de muchos hilos, tinturas y trabajos sueltos. Estudia ese tapiz de manera sincrónica,
es decir, tomando en cuenta todos sus elementos a la vez. Reitero que la semiótica no ignora
la existencia de los estratos, los hilos sueltos, la historia y el trabajo de composición; pero se
3

dedica a la forma final del texto, tal como salió de la mano del autor final y tal como lo hemos
recibido. Esta forma de trabajar con la forma canónica no reemplaza la histórico-crítica, sino
que la complementa.
Finalmente, luego del estudio del texto y su “antes” y del texto “en sí mismo”, hay un tercer
acercamiento, la hermenéutica, entendida como la ciencia de la interpretación de los textos
para la actualidad. Es, si se quiere, el estudio del texto y “su después”. Una vez constatado
mediante los métodos histórico-críticos y la semiótica lo que dice ahí en el texto, todavía falta
comprenderlo también para nosotros hoy. La exégesis histórico-crítica y el análisis semiótico
son explicación, pero para que un texto nos hable, debe ser interpretado. Aquí comienza la
tarea de la hermenéutica. La hermenéutica enfoca el texto desde nosotros y para nosotros.
Considera el texto desde la persona y la comunidad que lo lee hoy, pues nuestras condiciones
de lectura, tradiciones y situaciones son diferentes de los lentes de los autores de los textos
antiguos. Pertenece a la tarea de la hermenéutica definir nuestra ubicación, nuestro tiempo,
nuestro enfoque de lectura de la Biblia; y poner nuestro mundo de experiencias y expectativas
en relación con el mundo del texto, para trazar puentes de ida y venida entre ambos mundos.
Sólo así comienza a hablarnos un texto antiguo. Todo texto tiene una reserva de sentido, que
es explorada desde el horizonte de la persona que lee ese texto. De esta manera se produce
en realidad una relectura del texto.

El análisis estructural o semiótico


El análisis estructural va directamente a lo que se llama la estructura del texto. La estructura es
algo así como el esqueleto de las cosas, su disposición interna, que tiene un orden claro. Un
edificio de varios pisos tiene una estructura de hormigón armado. Se pueden sacar las
aberturas, la mampostería, el piso, y con todo aún se mantendrá la forma de la casa. Pero si
se saca la estructura con sus vigas y columnas, entonces sí se derrumbará la construcción.
De la misma manera también las obras literarias tienen su estructura. La más conocida en
nuestro medio consta de tres elementos: introducción, cuerpo y conclusión. Esto vale para una
carta, un discurso, un sermón, un libro, un diálogo. Claro que las estructuras tienen mucho
más elementos. El análisis estructural trata de descubrir las estructuras de los textos, para
comprender mejor cómo están formados y cómo se produce su mensaje. La estructura misma
de una obra literaria es parte de su mensaje, por ser fruto de un proceso que incluye
elementos lógicos, conscientes, intencionales y muy bien pensados; a la vez que naturales de
la cultura del escritor, como cuando un poeta redacta un soneto: generalmente no necesita
contar minuciosamente las sílabas y los versos, pues el número exacto le sale de manera
natural. Las estructuras no son adornos, sino esquemas mentales y culturales traducidos al
plan fundamental de un texto.

La convergencia metodológica: El método histórico-crítico y la semiótica


Durante muchas décadas, decir exégesis equivalía a decir método histórico-crítico (crítica
textual, crítica literaria, historia de las formas, historia de las tradiciones, historia de la
redacción y la composición).
El MHC llegó a ciertos límites cuando se trataba de analizar sincrónicamente los diferentes
elementos lingüísticos (y no sólo los literarios y redaccionales) y comprenderlos como totalidad
organizada. Al instalar el proceso de formación de un determinado texto, una tradición o un
conjunto de textos en el centro del interés de la investigación y al colocar con ello el énfasis en
la prehistoria de la formación final, actual y canónica del texto, se produce el riesgo de
confundir los resultados de la crítica literaria, la historia de las formas y las tradiciones con el
4

sentido mismo del texto. Con ello, el interés de los y las exégetas se traslada en última
instancia a una etapa precanónica del texto. El análisis redaccional parece equilibrar esa
desventaja; sin embargo, es un acercamiento similar, pues se lo suele comprender como una
historia de la redacción, colocando con ello nuevamente el énfasis sobre el proceso de la
formación del texto en lugar de trabajar sobre su forma final. Ahora bien, la teología, la
proclamación y la enseñanza eclesiásticas del mensaje de los textos trabajan sobre textos que
poseen una determinada forma final. Los pasos histórico-críticos reconstruyen la historia del
texto y aportan datos imprescindibles para su comprensión, pero no equivalen directamente a
la explicación del sentido del texto. El sentido no es suministrado por los fragmentos del gran
vitral o mosaico, sino por la figura final, definitivamente estructurada1. Claro está que la
compresión de las piezas del vitral y del proceso de armado es parte esencial de esta
interpretación.
Aquí entra el aporte de la semiótica. Así como el método histórico-crítico es indispensable para
el análisis “estratigráfico” o “arqueológico” y diacrónico del texto, el análisis semiótico de las
diferentes estructuras de superficie, el nivel narrativo (sujetos, objetos, actantes, funciones y
programas), el nivel descriptivo (figuras, conjuntos figurativos, temas descriptivos, papeles
temáticos e isotopías) y la estructura profunda es imprescindible para la comprensión
sincrónica del texto.
En la medida en que el estudio histórico-crítico del texto con su prehistoria pasa a la
comprensión semiótica del texto “en sí”, se resuelve también de manera “natural” el problema
de la relación entre la semiótica y el método histórico-crítico, muy discutido en los primeros
tiempos del análisis estructural.
En el trabajo histórico-crítico se realiza una transferencia ciertamente ilegítima al asumir que la
exposición de la dimensión semántica del texto (¿Qué dice el autor?) lleva directa y
mecánicamente a la dimensión hermenéutica (¿Qué nos dice el texto?). Pues esto presupone
establecer como primacía que el ser humano crea significados, que pueden ser transmitidos
poco más o menos como “paquete”. Claro que el ser humano crea significados; pero las
estructuras altamente diferenciadas en las que se desarrolla y con las que le toca vivir, también
le imponen significados. El sentido proyectado por un autor o una autora no necesariamente
tiene que equivaler al sentido que transmite el texto final. Por su parte, este sentido se
relaciona con diversas estructuras de su contexto como también del actual, es determinado por
ellas y las sobredetermina. A la vez, el texto mismo se compone de estructuras, que no sólo
son un “medio” para la transmisión de sentido, sino que son parte del mensaje. Por ello, la
combinación de la investigación de las estructuras del texto con el estudio de sus dimensiones
históricas (autor o autora, situación matriz, destinatarios, lugar, época, etc.) posee una mayor
posibilidad de hacer hablar al texto. De ello se desprende que la combinación y la mutua
complementariedad del método histórico-crítico como investigación diacrónica de los elementos
del texto y de la semiótica como su comprensión sincrónica hacen mayor justicia a la
comprensión del ser humano como creador de significados y sentidos y a la vez como ser
2
histórico condicionado por significados que le son “impuestos” .
La semiótica comprende el texto como expresión lingüística y como categoría fundamental, y no
como mero acceso a otros niveles (historia de la formación del texto, su prehistoria, contexto,
cultura, religión, sociedad, etc.), como suele suceder en mayor o menor grado con el MHC y

1
En este nivel se inserta también el acercamiento canónico (Canonical Approach), según el cual el canon
tiene una función hermenéutica para la interpretación de la Biblia. Esta perspectiva ha sido desarrollada
vigorosamente por B. S. Childs, „Die theologische Bedeutung der Endform eines Textes“, en: ThQ 167
(1987) 242-251; y The New Testament as Canon. An Introduction, Valley Forge, Pennsylvania, Trinity
Press International, 1994.
2
Daniel Patte, What is Structural Exegesis?, Philadelphia, Fortress Press, 1976, p. 14.
5

también en la lectura sociopolítica. La definición “texto como expresión lingüística” o “categoría


fundamental” implica lo siguiente. La semiótica trata de “respetar” al texto como construcción
con identidad propia, como mensaje puesto por escrito, como “tejido” que produce sentido (en
latín, textum y textus significan tejido; textus pasó a significar la conexión del discurso; de ello
se deriva texto).
Esta formación refleja por una parte determinadas intenciones y situaciones de su creador o
creadora; pero al mismo tiempo posee una dinámica propia que posee mayor o menor fuerza; y
ejerce su influencia sobre determinadas situaciones “irradiando” su sentido, en ocasiones siglos
e incluso milenios después de su origen. Esto suele suceder sobre todo con textos religiosos. El
análisis de esa construcción artística, productora de sentido, hace más justicia a la identidad
propia y la autonomía del texto que un mero acercamiento histórico. De allí que la semiótica y la
lingüística bíblica en general no sean simplemente una metodología más que pueda agregarse
3
al MHC, sino que se trata de una nueva orientación, un nuevo paradigma científico .
Los efectos de sentido que una lectora o un lector percibe en el texto son originados por un
sistema estructurado de relaciones que está montado sobre una o dos oposiciones
fundamentales. A partir de esa oposición fundamental, se originan funciones y antifunciones,
papeles positivos y negativos, programas y antiprogramas, sujetos y antisujetos, etc. De ello se
deduce que todo texto e incluso cada una de sus afirmaciones incluyen un elemento polémico.
El relevamiento de estas relaciones (las oposiciones también constituyen relaciones), de las
leyes que determinan la coherencia intratextual y de la estructuración del tejido del texto
colaboran con el descubrimiento de los mecanismos que producen el sentido del texto. Por ello
se habla más bien de producción de sentido y efectos de sentido, y no del “sentido en sí”, dado
que el sentido es creado por la disposición organizada de los elementos del texto. Los efectos
de sentido buscados (frecuentemente también no buscados) por el autor o la autora y
contenidos en el texto – también pueden ser llamados resultados de sentido – presuponen un
sistema de relaciones entre los elementos significantes. Este sistema no es obra del azar, sino
que constituye una estructura basada en la lógica binaria de conjunción y oposición. Por ello es
posible rastrear la producción de este efecto y descubrir de esta manera la disposición o la red
4
sobre la que está construida .
El análisis semiótico de textos pregunta, pues, acerca de la producción del sentido de un texto.
Se lo llama también análisis estructural, puesto que analiza la forma de la producción de
sentido basada en una arquitectura o estructura del texto. ¿Mediante qué disposición interna
de sus elementos un determinado texto crea su sentido? ¿Qué es lo que posibilita
precisamente éste y no otro efecto de sentido? ¿Cuál es la armazón que sostiene el texto
desde su profundidad? La sintaxis habitual termina con el fin de la oración – más
precisamente, con el punto; pero un texto generalmente consiste de varias o muchas frases,
¿cómo se relacionan éstas? ¿De qué reglas de combinación y de qué transformaciones dentro
de un discurso o un texto resultan los efectos de sentido? ¿Cómo “funciona” el texto? ¿Cómo
dice el texto lo que dice?5
En sus años iniciales la metodología semiótica fue rechazada frecuentemente por exégetas
comprometidos con el método histórico-crítico. Por el otro lado, diversos semióticos también
creían poder arreglárselas sin el trabajo histórico-crítico. Ahora bien, quedó demostrado
claramente que esto era un cortocircuito. Si bien el análisis semiótico se centra en el texto en
sí, debe desecharse totalmente el postulado exclusivista de una “eliminación” completa de las

3
H. Zimmermann – K. Kliesch, Neutestamentliche Methodenlehre. Darstellung der historisch-kritischen
7
Methode, Neubearb. von Klaus Kliesch, Stuttgart, Katholisches Bibelwerk, 1982 , p. 271.
4
Jean Calloud, Structural Analysis of Narrative, Philadelphia-Missoula, Fortress Press-Scholars Press,
1976, p. 1.
5
Grupo de Entrevernes, Análisis semiótico de los textos, p. 16.
6

preguntas acerca de los antecedentes del texto. Queda claro que la semiótica pregunta acerca
de lo que sucede en el texto mismo6, y no acerca del Sitz im Leben, la época de composición,
el autor o los destinatarios. En el texto mismo suceden hechos y acciones lógicas:
afirmaciones, negaciones, conjunciones, oposiciones, verificaciones, acercamientos,
comparaciones, alejamientos. Todo lo demás, por lo cual pregunta el método histórico-crítico,
la ciencia introductoria y la crítica canónica, sucedió o sucede fuera del texto: antes de su
conformación definitiva (crítica literaria, formas y géneros, tradiciones, transmisión, redacción,
composición; cuestiones de introducción); con el texto (p. ej., canonización); después de él
(transmisión del texto, crítica textual); por él (historia de los efectos). Pero con todo, el método
histórico-crítico es imprescindible para la comprensión semiótica de un texto. En primer lugar,
los textos bíblicos son obras clausuradas, que ya no están expuestas a modificaciones como sí
lo es un diálogo actual en el que se pueden hacer cuestionamientos y brindar respuestas. Si un
semiótico pregunta acerca de procesos de formación o de trasfondos, sólo el método histórico-
crítico puede responderle. En segundo lugar, los textos provienen de culturas y épocas
distantes, que se volvieron extrañas para nosotros. La comprensión misma de los conceptos y
las formulaciones exige la asimilación de tanto material lingüístico, histórico, cultural, religioso,
etc., que para todo trabajo científico con esos textos se requiere todo un léxico cultural.
De esta manera, luego de intercambiar críticas mutuas, ambas orientaciones metodológicas
comenzaron a entablar un diálogo. Desde los últimos años de la década del setenta del siglo
XX, los exégetas comprometidos con la semiótica vienen repitiendo que ambos métodos, el
histórico-crítico y la semiótica, ya no pueden seguir ignorándose mutuamente. Tienen dos
metas en común: trabajan sobre los mismos textos, y les interesa el sentido de los textos. La
7
única actitud aceptable y madura es, pues, la de la cooperación y de la convergencia de los
8
métodos , dedicándose el método histórico-crítico a la investigación del texto y su prehistoria (y

6
Jean Calloud, Structural Analysis of Narrative, p. 9-10.
7
J. Delorme, “L’intégration des petites unités littéraires dans l’Evangile de Marc du point de vue de la
sémiotique structurale”, en: NTS 25 (1978-79), p. 469.
8
Véase sobre ello un trabajo de los primeros años “en común”: Paul Riccoeur, “Del conflicto a la
convergencia de los métodos en exégesis bíblica”, en: Roland Barthes et alii, Exégesis y hermenéutica,
Madrid, Cristiandad, 1976, p. 33-50.
Mucho antes del desarrollo de la semiótica, James Barr hizo el intento de establecer una relación entre la
metodología lingüística y el amplio campo de las ciencias bíblicas: The Semantics of Biblical Language,
Oxford, The Clarendon Press, 1961.
La revisión de la clásica obra Neutestamentliche Methodenlehre de H. Zimmermann por Klaus Kliesch
(1982) ya toma en cuenta la necesidad de esta cooperación entre la exégesis histórico-crítica y la crítica
lingüística, y bosqueja breves programas para los diferentes pasos metodológicos (crítica textual, crítica
literaria, historia de las formas, historia de la redacción (p. 275-285). Kliesch subraya que el trabajo
lingüístico es indispensable, pero al mismo tiempo constata (para su momento) que falta “un método
amplio para la interpretación del texto sobre una base lingüística”, p. 280. Este déficit queda corregido por
el método semiótico de Greimas, tal como es presentado por el manual del Grupo de Entrevernes. Kliesch
remite a la versión alemana del primer libro del Grupo de Entrevernes: J. Delorme (Ed. para el Grupo de
Entrevernes), Zeichen und Gleichnisse. Evangelientext und semiotische Forschung. Mit einer Studie von J.
Geninasca und einem Nachwort von A. J. Greimas, Düsseldorf, Patmos Paperback, 1979 (original
francés: Signes et paraboles. Sémiotique et texte évangélique, París, Seuil, 1977; versión castellana:
Grupo de Entrevernes, Signos y Parábolas. Semiótica y texto evangélico. Con un estudio de Jacques
Geninasca. Epílogo de Algirdas Julien Greimas, Madrid, Cristiandad, 1979), y dice: „Este libro presenta el
inventario y el método del análisis semiótico de textos, como se lo viene practicando desde hace tiempo
en Francia”, p. 281, nota 33; pero no menciona el manual del mismo Grupo de Entrevernes, publicado en
1979: Analyse sémiotique des textes. Introduction – Théorie – Pratique, Lyon, Presses Universitaires,
1979.
7

no sólo la prehistoria del texto), y la semiótica al texto en sí, presuponiendo para ello la
prehistoria.
Actualmente muchos comentarios, monografías y artículos trabajan con una combinación de
los diferentes métodos en la investigación de los textos bíblicos9. En lo que respecta al mundo
exegético de América Latina, éste es consciente de que el conjunto y el desarrollo de los
métodos exegéticos y sus posibilidades de combinación no constituyen ningún monopolio de
una determinada tradición cultural o confesional, sino que están a disposición de todas las
personas que están interesadas en el trabajo con el texto bíblico. El mundo latinoamericano
sabe que el método histórico-crítico se desarrolló ante todo en Europa10 y que la semiótica de
Greimas surgió concretamente en Francia11; pero también sabe que la investigación y la
interpretación de la Biblia constantemente se enriquecen con aportes de otros contextos, con
nuevas preguntas y sobre todo con nuevos horizontes hermenéuticos. En este panorama las
perspectivas hermenéuticas originadas en la América Latina marcada por las diferencias
sociales y económicas, los hilos conductores de la explotación, el sufrimiento y la esperanza
atraviesan la mayor parte de los estudios exegéticos y hermenéuticos de este continente.

Principios de la semiótica
Como toda metodología, la semiótica se basa en algunos principios fundamentales, que son
los siguientes:
1. Distinción entre sincronía y diacronía
En la lengua hay dos aspectos: el sincrónico y el diacrónico. El diacrónico se refiere a las
transformaciones del idioma a lo largo de su evolución; y es estudiado por la filología, la
etimología, la historia de la lengua. Diferente de ello es el aspecto sincrónico. La lengua no es
sólo un conjunto de términos que duermen pasivamente en un diccionario o en una gramática.
Es un código entre cuyos elementos se pueden establecer relaciones, diferencias y
oposiciones. En un discurso oral o escrito, las palabras adquieren su valor a partir de su
posición y oposición con respecto a otros signos lingüísticos. La semiótica, como parte de la

Sobre la comlementariedad véanse también H. Frankemölle, Biblische Handlungsanweisungen. Beispiele


pragmatischer Exegese, Maguncia, 1983, p. 11-32 y 199-204; y Wilhelm Egger, Lecturas del Nuevo
Testamento. Metodología lingüística histórico-crítica, Estella, Verbo Divino, 1990, p. 93-95 y 192-194.
La cooperación metodológica se practica y se propaga desde hace más de dos décadas en la ISEDET
(hasta 2001, Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos; ahora Instituto Universitario ISEDET;
Buenos Aires, Argentina). El instrumental y los resultados del método histórico-crítico se combinan con la
semiótica, el método socioanalítico, elementos de crítica ideológica, la perspectiva de género, la
hermenéutica y las cuestiones de la proclamación y la doctrina de la iglesia. Nos permitimos remitir aquí a
nuestro manual de métodos exegéticos, publicado por el ISEDET: R. Krüger, S. Croatto, N. Míguez,
Métodos Exegéticos, Buenos Aires, Publicaciones EDUCAB, ISEDET, 1996 (2ª Edición, versión corregida
y aumentada).
9
Véase un ejemplo para Stg: Gilles Becquet, et alii, La carta de Santiago. Lectura socio-lingüística.
Traducido del francés por Nicolás Darríncal. Cuadernos Bíblicos Nº 61, Estella, Verbo Divino, 1988.
10
Con un aporte muy significativo de la exégesis alemana.
11
Durante largos años, Erhardt Güttgemanns ha hecho el difícil intento de arraigar en Alemania la
lingüística y el método semiótico en las ciencias bíblicas. A comienzos de la década de los setenta publicó
una colección de seis artículos con análisis de textos desde una perspectiva lingüística en Studia
linguistica neotestamentica. Gesammelte Aufsätze zur linguistischen Grundlage einer neutestamentlichen
2
Theologie, Munich, Christian Kaiser Verlag, 1973 . Güttgemanns y su grupo publicaron también
regularmente a partir de 1970 diversos análisis lingüísticos en Linguistica Biblica. Interdisziplinäre
Zeitschrift für Theologie und Linguistik. Véase también E. Güttgemanns, Studia linguística biblica, BEvTh
60, Munich, 1970; y del mismo autor, Einführung in die Linguistik für Textwissenchaftler. Kommunikations-
und informationstheoretische Modelle (FThL 2), Bonn, 1978.
8

lingüística, se propone estudiar esas interrelaciones sincrónicas dentro del sistema de la


lengua, pero siempre en un texto concreto, no es un diccionario.
2. La lógica binaria por oposición
La semiótica parte de la afirmación que el espíritu humano funcionó y funciona siempre de la
misma manera, sean cuales fueren la época, lengua, cultura, ideología o condicionamientos.
Este funcionamiento trabaja sobre la base de una lógica binaria por oposición: sí - no; positivo
– negativo, alto – bajo, adentro – afuera, abierto – cerrado, particular – universal. Captamos
sentidos sólo a partir de diferencias y oposiciones. Cada enunciado evoca consciente o
inconscientemente su oposición u opuesto, que lógicamente varía según el contexto en el que
figura un determinado término. Percibimos siempre por lo menos dos términos como
coexistentes en oposición. Dos términos con identidad son comprendidos combinadamente (es
decir, hay conjunción, igualdad o similaridad); dos términos con diferencias son comprendidos
como distintos (entonces hay disyunción).
Los efectos de sentido que percibimos en el texto o en una conversación, provienen de un
sistema estructurado de relaciones que está montado sobre una o dos oposiciones
fundamentales. A partir de esa oposición fundamental se dibujan funciones y sus contrarias,
papeles positivos y negativos, programas y antiprogramas, sujetos y antisujetos, etc. Para
comprender esa estructuración, se debe definir el valor de los términos no sólo por su
etimología, sino fundamentalmente en función de sus relaciones con otros términos.
Es importante destacar que el binarismo no está en las cosas en sí ni constituye la realidad en
sí, sino que es el mecanismo por el cual captamos sentidos a partir de diferencias. Además no
se trata de constantes oposiciones, sino de la combinación de aspectos de identidad y de
aspectos diferenciales. Lo que se opone binariamente son las unidades elementales del
significado, no las cosas en sí o los sentidos del texto.
3. El concepto de efecto de sentido
La organización y la estructura del texto produce un determinado efecto, que llamamos efecto
de sentido. Estos efectos producidos por el texto presuponen un sistema de relaciones entre
los elementos que suministran sentido (que también se llaman elementos significantes). Este
sistema no es obra del azar, sino que constituye una verdadera estructura basada en la lógica
binaria de relación y oposición. Como el análisis semiótico analiza la forma del sentido basada
en la estructura, puede ser llamado también análisis estructural. Cuando se lo aplica a textos
bíblicos, se habla de análisis semiótico o estructural de textos bíblicos.
Para esta forma de encarar los textos, el sentido no es una entidad metafísica adosada a lo
literario y que también podría existir independientemente de ello, sino que es un efecto, un
resultado engendrado por un entrejuego de interrelaciones entre elementos significantes de un
determinado texto. El análisis semiótico o estructural trata de describir cómo se produce ese
sentido. El sentido sobrepasa la suma de los elementos integrados en el texto (tradiciones,
conceptos, fuentes), e incluso sobrepasa las intenciones del autor (es decir, su trabajo
redaccional, que es la manera en la que el autor ordena y transforma los elementos que
integra en su texto, omitiendo, agregando y modificando cosas, para que el producto de su
trabajo realmente exprese su propósito). Por ello no es suficiente saber de qué elementos se
compone un texto y cómo organizó el redactor sus materiales, sino que conviene descubrir
cómo funcionan esos elementos y cómo el tejido produce su efecto.
Ese efecto de sentido puede ser aclarado si se desmantelan los elementos lingüísticos y los
mecanismos que lo producen, buscando el modo o la armazón sobre la que es construido. La
semiótica investiga, pues, el funcionamiento del texto y examina las leyes de la coherencia
9

interna y la estructuración: ¿Cómo funciona el texto? ¿Cómo dice el texto lo que dice? ¿Qué
afirmaciones, negaciones, conjunciones y oposiciones hay en el texto?

Niveles de análisis
El análisis estructural distingue dos niveles o dimensiones en un texto: el de la estructura
manifiesta y el de la estructura inmanente.
1. Estructuras manifiestas
La estructura manifiesta consiste en la organización de las unidades literarias, los paralelismos
de todo tipo, las oposiciones, los quiasmos, las estructuras concéntricas y todas las simetrías.
El conjunto de estos elementos da una primera muestra de lo que pasa en el interior del texto.
La naturaleza está llena de simetrías. En una simetría los elementos se oponen o
complementan por pares, formando dos mitades de una única estructura. El cuerpo humano
tiene unas cuantas simetrías: dos ojos, dos extremidades inferiores y dos superiores, dos
pulmones, dos orejas, etc. Todas estas partes del cuerpo se corresponden. No son
precisamente iguales, sino simétricas.
Es sorprendente descubrir que la literatura bíblica también está llena de simetrías. Las
simetrías son disposición de palabras, frases, elementos o unidades menores en orden
invertido, en el que el primero corresponde al último, el segundo al penúltimo, y así
sucesivamente. La simetría más sencilla recibe el nombre de quiasmo. Quiasmo proviene de
la letra griega ji, cuya forma se parece a la equis del alfabeto latino, y se debe precisamente a
esta disposición cruzada u opuesta de los elementos pares, como se observa en Colosenses
3,11:
Donde no hay griego ni judío
A B

Circuncisión ni incircuncisión
B’ A’
Así se obtiene el esquema a – b – b’ – a’, forma básica del quiasmo. El esquema también
puede ser desarrollado en forma vertical, resultando más fácilmente identificable:
A Donde no hay griego
B ni judío,
B’ circuncisión
A’ ni incircuncisión.
Cuando hay más que cuatro elementos, pero siempre en número par y paralelo, se habla de
una estructura quiásmica, como en Isaías 60,1-13:
A Levántate, resplandece;
B porque ha venido tu luz,
C y la gloria
D del Señor
E ha nacido sobre ti.
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F Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra,


F’ y oscuridad las naciones;
E’ mas sobre ti amanecerá
D’ el Señor
C’ y sobre ti será vista su gloria.
B’ Y andarán las naciones a tu luz,
A’ y los reyes al resplandor de tu nacimiento.
Una estructura con una cantidad impar de elementos se llama concéntrica, pues sus
elementos forman como círculos o anillos equidistantes de un centro común, tal como aparece
en Lucas 19,1-10 (esta vez sintetizamos el texto colocando sencillamente indicaciones sobre
su contenido):
A Descripción geográfica de la venida de Jesús
B Calificación socioeconómica de Zaqueo
C Búsqueda de identificación cristológica
D Realizaciones de Zaqueo para solucionar problemas
E Conjunción entre Jesús y Zaqueo
F Mandato de Jesús
X Necesidad de hospedarse hoy
F’ Cumplimiento del mandato
E’ Crítica de la conjunción entre Jesús y Zaqueo
D’ Realizaciones de Zaqueo para solucionar problemas
C’ Satisfacción de la búsqueda de identificación
B’ Calificación soteriológica de Zaqueo
A’ Descripción soteriológica de la venida de Jesús como Hijo del hombre, Salvador
Lo realmente interesante es que muchos autores bíblicos colocaban temas esenciales en los
centros de sus estructuras. En el ejemplo propuesto, en el centro de la historia de Zaqueo está
la frase de Jesús: Es necesario que hoy me hospede en tu casa. El núcleo del mensaje de esa
historia es precisamente la transformación de Zaqueo obrada a partir de ese encuentro con
Jesús.
2. Estructura inmanente
La estructura inmanente no es visible a simple vista, pero tan real como cualquier elemento
visible. Se compone de un nivel narrativo, un nivel descriptivo y un nivel profundo.
Para comprender mejor el concepto de los diferentes niveles de un texto analizados por el
trabajo estructural, imaginémonos un texto cualquiera en forma de dado o cubo.
Plano manifiesto, lo “visible”.
Componente narrativo: sujetos, objetos, cambios y programas
Componente descriptivo: figuras, conjuntos, papeles y temas
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- +
Nivel o estructura profunda, con lógica binaria por oposición

No + No -
La cara superior de este cuerpo equivaldría al plano manifiesto, a lo “visible a simple vista”. Es
el texto “material” con sus efectos estilísticos. El autor o la autora se vale de las expresiones
“materiales” correspondientes a la lengua en la que quiere hablar o escribir: castellano, griego,
aymara, francés. Todo estudio de un texto debe “entrar” por el nivel manifiesto del texto.
La semiótica se plantea una serie de preguntas, todas ellas variantes de una misma
preocupación básica: la producción del sentido. ¿Mediante qué dispositivos internos y qué
sistema inmanente de relaciones entre sus elementos el discurso crea su efecto de sentido?
¿Qué hace posible el significado que se percibe en el texto? ¿Cuál es la armazón que sostiene
el relato desde su profundidad? ¿De qué reglas de combinación y de qué transformaciones
resultan los efectos de sentido? ¿Cómo funciona el texto? En fin, ¿cómo dice el texto lo que
dice?
La tarea de la semiótica consiste en describir los elementos estructurados y estructurales,
narrativos y descriptivos; determinar el conjunto de las leyes que reglamentan ese hecho de
“contar con sentido”; presentar de manera clara esa organización y construir un modelo
representativo de los efectos de sentido. Sus resultados permiten verificar el sentido que el
lector ya había “palpado” en el texto. Esta verificación puede corregir distorsiones y sentidos
introducidos erróneamente al texto. Además, comprender cómo dice el texto lo que dice,
también aporta a una mejor comprensión de su sentido.

2.1. El componente narrativo


Volvamos al cubo. Una vez estudiada la manifestación, el análisis pasa de la cara superior del
dado al interior del mismo. Esto es algo que excede nuestra imaginación, ya que un texto no
parece tener más que las dimensiones visibles (largo y ancho, por así decirlo). Pero la
semiótica descubre que la “cara” es la expresión de lo que el texto “tiene adentro” y que se
llama nivel inmanente (esto significa “interno”). Abriéndose paso por ese interior, el análisis
llega a la última profundidad de un texto, que debemos imaginarnos como “más acá de las
palabras”. Dentro del dado, en la inmanencia, la semiótica distingue dos componentes: el
narrativo y el descriptivo.
El esquema actancial
El primer nivel se compone de sujetos, objetos, estados, movimientos, acciones, cambios y
transformaciones. Aquí “viven” los actantes, que no son exactamente los actores o personajes
literarios. Aquí hay que identificar los sujetos y objetos, y clarificar qué sujetos realizan qué
acciones con qué objetos. El análisis describe el comportamiento de los actantes a través del
decorrer el texto. La sucesión de estados (un sujeto en conjunción o disyunción con un objeto)
y cambios (dar, perder, quitar, ceder, conseguir, apoderarse de un objeto, etc.) constituye un
programa narrativo. Con esto se establecen diversos tipos de interrelaciones entres los sujetos
del texto. Para comprender mejor el funcionamiento y las interrelaciones de los actantes, la
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semiótica los ubica en un esquema actancial, que tiene seis funciones o posiciones
actanciales: sujeto, objeto, destinatario o receptor, emisor, ayudante y oponente.
EMISOR OBJETO RECEPTOR
AYUDANTE SUJETO OPONENTE
El emisor determina qué destinatario recibe qué objeto. Esto inicia un programa de acción,
desarrollado por el sujeto. Esta acción puede lograr su cometido, a veces con auxilio del
ayudante; pero también puede verse impedida o frustrada, si se impone el oponente. Ayudante
y oponente no siempre son personajes. También puede tratarse de cualidades, información,
objetos inanimados, poderes. El oponente, cuando vence al sujeto, se transforma en antisujeto
de un programa alternativo.
Fases de la narratividad
Armando varios esquemas actanciales seguidos, se obtienen las fases de la narratividad de un
programa narrativo: influjo, capacidad, realización, valoración:
INFLUJO CAPACIDAD REALIZACIÓN VALORACIÓN
La fase principal se llama realización. Para descubrirla hay que preguntarse qué acciones
cambian los estados de los sujetos. La capacidad es el conjunto de cualidades que posibilitan
la acción. El influjo es el sujeto, la intención o la fuerza que mueve al sujeto a realizar su
acción. Finalmente, está la fase de evaluación, cuando se reconocen los cambios ocurridos y
el estado final. Si bien estas cuatro fases del programa narrativo se corresponden por
secuencia lógica, no siempre se hallan explícitamente indicadas en un texto.
Volviendo al ejemplo de Zaqueo, el texto describe dos programas narrativos: uno del propio
publicano, que consiste en querer conocer la identidad de Jesús; y otro de Jesús, que consiste
en el cambio de vida de Zaqueo. Como resultado, el texto indica que aquí Jesús se identifica
como el que logra la transformación de Zaqueo.

2.2. El componente descriptivo


Un texto no sólo contiene sujetos y objetos, estados y cambios, programas narrativos con sus
distintas fases, sino que estos contenidos también toman formas y modos específicos. Un
cambio de estado puede producirse pacífica o violentamente, con alegría o con tristeza; puede
sobrevenir de manera lenta, rápida, voluntaria o forzada. Es decir, hay ingredientes que
describen, “pintan”, dan color a los sujetos y las funciones.
Figuras y conjuntos figurativos
La unidad esencial del plano descriptivo es la figura. La figura da colorido, movimiento y forma
a la acción. Así p. e. en la historia de la torre de Babel, además de las acciones, hay figuras
que muestran vanagloria, temor, soberbia; en el relato de Caín y Abel hay figuras que califican
a Caín de devoto, envidioso, enojado, asesino, mentiroso, culpable, miedoso y protegido. Las
figuras vienen a ser los adjetivos y adverbios del discurso.
Las diversas figuras de un texto se interrelacionan entre sí y constituyen conjuntos figurativos.
Un conjunto es una especie de “figura superior” que engloba muchos aspectos menores.
Retomemos a Caín y Abel. Ambos hermanos son devotos: presentan sus respectivas ofrendas.
Hay, pues, un conjunto figurativo de devoción, aplicado a ambos. Otras figuras califican sólo a
Caín y no a Abel: la mentira, el asesinato, la culpa. En este caso el texto agrupa figuras
negativas en torno a Caín. Todos los conjuntos a su vez se entrelazan y se entrecruzan,
formando una especie de red o tejido.
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Al elaborar su texto, el autor o la autora “pinta” a sus personajes, actantes, acciones,


aplicándoles esos conjuntos compuestos de muchas figuras. En otras palabras, los conjuntos
sirven para revestir a los actantes, y así resultan papeles temáticos y temas descriptivos.
El tema descriptivo es un concepto unificador bajo el cual pueden englobarse varios conjuntos
figurativos. Cuando el autor aplica un tema descriptivo a un determinado sujeto, resulta un
papel temático. En el capítulo 24 del Evangelio de Lucas se describe la frustración de los
discípulos de Emaús. Se trata de un tema descriptivo. Al ser aplicado a los dos caminantes,
resulta un papel temático. Este papel de los discípulos frustrados es transformado por el
Resucitado, y al final los discípulos asumen otro papel: testigos convencidos de Cristo.
En el caso de Zaqueo – para seguir con ese relato – hay varias descripciones que se van
sucediendo. De un conjunto de figuras socioeconómicas (jefe de publicanos, rico), el texto
pasa a un nuevo conjunto de figuras teológicas, logrado por el papel transformador de Jesús:
hijo de Abraham, necesitado de conversión, pecador buscado y salvado, persona generosa y
justa.

2.3. El nivel profundo


Un texto no es un simple conjunto de sujetos y objetos que se oponen o se relacionan de una
determinada manera. Es fundamentalmente un texto, un tejido, una unidad que es más que la
suma de sus partes, relaciones u oposiciones. ¿Cómo se sostiene ese tejido?
Una vez que se describieron los programas narrativos y las figuras de un texto, van
apareciendo ciertos valores en toda esa amalgama de sujetos, objetos y acciones. Algunos
valores se relacionan entre sí, otros se oponen. “Bajando” cada vez más en el análisis, se
puede llegar a la llamada oposición fundamental. Este nivel ya no tiene equivalente en nuestro
dado; pero si hemos aceptado que un texto tiene más dimensiones que la superficie “visible”
del dado, y si ya sabemos que en su interior contiene un componente narrativo y otro
descriptivo, no nos costará demasiado imaginarnos otra dimensión más. Esta última
dimensión, una cuarta si se quiere, está “más acá de las palabras”. Podemos imaginarla como
la mentalidad operacional y relacional de la persona que fabricó el dado, es decir, del autor o la
autora del texto.
La oposición fundamental
Hagamos un ejercicio “al revés”. Supongamos que un anciano quiera inculcar a sus bisnietos
los valores de la vida de antaño, y explicarles concretamente que la gente tenía más tiempo
para su prójimo. Posiblemente les cuente “historias de antes”: cómo vivían sus padres, qué
hizo en su juventud, lo hermoso que era la vida en contacto con la naturaleza, que no había
televisión, y cosas parecidas. En sus historias aparecerán muchos actantes (sujetos y objetos):
los tatarabuelos, bueyes, carretas, barcos a vela, flores, cantos, un acordeón, la siesta, el
almacenero de campo, la luna, el domingo. También aparecerán figuras: paciencia, tiempo,
comprensión, tranquilidad, comprensión, silencio, alegría. Pero todo eso está “montado” sobre
una oposición fundamental, que ese bisabuelo lleva en su mentalidad y con la cual “produce”
su relato. Un análisis semiótico de ese relato llegará a descubrir esa oposición fundamental y le
dará un nombre, p. e. “antes tranquilidad versus hoy estrés”, o “antes comunicación versus hoy
ansiedad”, o algo parecido. No es que el anciano formule primero esa oposición en tales
términos, y que luego produzca la historia. Tiene incorporada la oposición, es parte de su vida;
y cuando se pone a relatar “lo de antes”, las cosas le salen con naturalidad.
Lo mismo sucede con los textos. El análisis semiótico intenta encontrar el común denominador
de los componentes narrativo y descriptivo, viendo qué actantes, figuras, conjuntos, etc. se
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combinan y cuáles se oponen. Los diferentes elementos se agrupan a lo largo de líneas de


sentido, las llamadas isotopías. El ensamble de los dos componentes forma las estructuras
internas del texto. Las isotopías organizan los elementos narrativos y descriptivos sobre una
oposición final. El último paso del análisis semiótico consiste en la descripción de esta
oposición final que sustenta todo el texto desde la profundidad.
El cuadrado semiótico
El análisis semiótico busca entonces la lógica a la que obedecen los cambios narrativos y los
pasos de un valor a otro. Esa lógica se reduce a una oposición fundamental. Y ahora viene lo
más interesante del trabajo semiótico: hay que darle un nombre a esa oposición. Para ello se
busca un binomio que sintetice todas las relaciones y oposiciones encontradas en el análisis,
p. e. abierto versus cerrado, fijo versus móvil, aceptación versus rechazo, seguridad versus
inconstancia, etc. Este binomio oposicional se proyecta sobre el llamado cuadrado semiótico,
que es un esquema cuadrado con sus cuatro ángulos. Los términos del binomio oposicional se
colocan en los dos ángulos superiores; en los inferiores van las respectivas negaciones. Así se
obtiene la estructura elemental del significado. El cuadrado clasifica todos los valores y
relaciones del texto. No se trata de un resumen del texto ni debe repetir los términos del
discurso. Es una representación de los mecanismos que producen el efecto del sentido. El
cuadrado semiótico de la historia de nuestro anciano se presentaría de la siguiente manera:
Estrés Tranquilidad

No-tranquilidad No-estrés
Retomando la historia de Zaqueo, podríamos establecer el binomio perdido vs salvado como
síntesis final del relato. En el caso de Caín y Abel, es posible hablar de culpable vs buscado.
Como no hay un perdón aceptado por Caín, no es posible hablar de culpable vs perdonado.
El cuadrado semiótico brinda también un modelo de la circulación del relato. El texto suele
comenzar por uno de los extremos superiores (p. ej., estrés), avanza hacia su negación (no-
estrés), y elige una opción desde esta negación. En el caso de la historia, sería tranquilidad.
Puede ser que se produzca una segunda vuelta, que en este caso sería desde tranquilidad
pasando por su negación no-tranquilidad nuevamente a estrés. Textos breves pueden contener
sólo el paso de un valor a otro (siempre a través del cruce por la negación del primer término);
textos medianos pueden tener una vuelta completa; y relatos mayores suelen contener varias
circulaciones.
Para terminar, puede señalarse que la semiótica saca a luz conflictos, contradicciones,
tensiones y profundas oposiciones, metidos en los textos. Esto deriva del hecho de que la
realidad es conflictiva, y de que los textos siempre reflejan algo o mucho de esta realidad
cotidiana e histórica en que vivimos. Practicar análisis semiótico, en última instancia no sólo
nos permite una mejor comprensión de los textos, sino que también nos ayuda a ubicarnos
mejor en medio de las tensiones de la vida diaria12.

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Además del manual del Grupo de Entrevernes ya indicado (Análisis semiótico de los textos.
Introducción, teoría, práctica), son de mucha utilidad también las siguientes obras: Joseph Courtés,
Introducción a la semiótica narrativa y discursiva. Metodología y aplicación. Estudio preliminar de A. J.
Greimas. Traducido del francés por Sara Vasallo. Buenos Aires, Hachette, 1980; Equipo “Cahiers
Evangile”, Iniciación en el análisis estructural, Estella, Verbo Divino, 1978; Jean-Claude Giroud, Semiótica.
Una práctica de lectura y de análisis de los textos bíblicos, Estella, Verbo Divino, 1988; Grupo de
Entrevernes, Signos y parábolas. Semiótica y texto evangélico. Con un estudio de Jacques Geninasca.
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ANEXO: Pasos del análisis semiótico


Lo que sigue, es una enumeración muy concisa de los pasos del análisis semiótico de un texto.
Delimitación del texto: Se delimita el texto mediante la crítica literaria, fijando claramente el
comienzo y el final de la unidad, y estableciendo eventuales divisiones internas.
Análisis de la estructura manifiesta: Se verifica si hay algún tipo de simetría. Se elabora la
simetría y colocar el texto de forma simétrica, poniendo letras A – B – C – X – C’ – B’ – A a la
simetría. Luego, se pasa a describir la simetría, destacando en qué cosas se corresponden los
elementos A y A’, B y B’, etc. Se presta especial atención a la descripción del centro, señalando
qué idea fundamental contiene y en qué sentido produce cambios de los elementos de la
primera mitad de la simetría.
Nivel narrativo: Se hace un inventario de los principales Sujetos y Objetos (los Actantes), y
se los coloca sobre sucesivos Esquemas actanciales. Luego, se describen todos estos
esquemas. Tomando el ejemplo de Amós 7,10-17, se diría: El Sujeto Amasías quiere hacer
llegar el Objeto Expulsión al sujeto Amós, ayudándole su posición de sacerdote oficial del
santuario real de Betel, y figurando como Emisor el rey Jeroboam. Como Oponente se perfila
Amós.
Se indicará que esto constituye el Programa narrativo de Amasías. Luego, se dibuja la línea
de las Fases de la narratividad y se indica con breves palabras los contenidos de las cuatro
fases, comenzando con la Realización, y tratando de identificar luego las demás fases: Influjo,
Capacidad y Evaluación (o Valoración). Una vez identificadas las fases, hay que describirlas.
Cabe diferencia entre Programas narrativos principales y Programas narrativos adjuntos,
que son los que posibilitan la realización del PN principal. Cabe describir los PN adjuntos.
Para la descripción de la Evaluación, se debe aplicar el Cuadrado de verificación con los
planos de Ser y Parecer y las categorías de Verdadero, Falso, Mentiroso y Secreto.
Cerrando el capítulo del análisis del nivel narrativo, debe verse si hay conflicto entre los
diversos programas narrativos, y en tal caso, describirlos.
Nivel descriptivo: Corresponde hacer un inventario de las principales Figuras, para agruparlas
luego en Conjuntos figurativos. Estos conjuntos deben ir acompañados por una descripción.
Luego, corresponde agruparlos en Temas descriptivos y Papeles temáticos, aplicados a los
diversos Sujetos (Actantes).
Acto seguido, se busca un título a cada uno de los principales Temas descriptivos y Papeles
temáticos. Hay que indicar qué Conjuntos figurativos (con sus respectivas Figuras) revisten
y dan “color” a cada Tema y/o Papel.
Se han de describir los Temas y Papeles temáticos, y destacar los cambios que se van
produciendo en los personajes. P. ej., con relación a la historia de Zaqueo se puede mostrar
cómo el papel de Zaqueo pasa por una profunda transformación por la actuación de Jesús, que
ejerce el papel de Salvador. Para ello, se describen los sucesivos papeles de Zaqueo.
Nivel profundo: Se estudia nuevamente todo el conjunto de Sujetos, Objetos, Figuras y
Conjuntos figurativos; y luego se agrupan todos estos elementos en Isotopías semiolóticas

Epílogo de Algirdas Julien Greimas, Madrid, Cristiandad, 1979. Para la terminología semiótica véase
Algirdas Julien Greimas, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Versión española de
Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico Carrión, Madrid, Gredos, 1982.
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(códigos). Hay que darles nombres genéricos a estas isotopías, como p. ej. Isotopía mesiánica,
vegetal, geográfica, escriturística, didáctica, salvífica, religiosa, antropológica, apocalíptica,
profética, creacional, sacerdotal, real, legal, histórica, somática, eclesiológica, comunitaria, etc.
A continuación, se describe el contenido de cada una de estas líneas de sentido.
Ante el cuadro de todas las Isotopías, hay que identificar ahora el “mínimo elemento común” o
“común denominador” de todas ellas con su cantidad de elementos diversos. Este “mínimo
elemento común” será la Oposición fundamental del texto. Se obtiene esta oposición
fundamental preguntando qué es lo que articula las diferencias percibidas en las diversas
isotopías semiolóticas. Hay que buscarle un nombre a esa oposición mediante un Binomio
oposicional, que “trabaja” sobre la isotopía semántica. Este binomio no debe repetir
simplemente los términos del texto, pues no es un resumen del texto, sino la representación de
los mecanismos que producen el efecto de sentido. P. ej., en la historia de la mujer adúltera
(Juan 7,53-8,11), se identifica como binomio oposicional Fin vs Oportunidad.
Una vez identificado el Binomio oposicional, se toma el primer nombre, se pone debajo del
mismo las Isotopías identificadas, y se coloca junto a cada una los respectivos Programas
narrativos y Conjuntos figurativos. Luego, se hace lo mismo con el segundo nombre del
binomio.
Concluido ese primer listado, se efectúa una “segunda vuelta” de clasificación, pero esta vez
sobre el Cuadrado semiótico. En la historia de la mujer adúltera, el binomio oposicional Fin vs
Oportunidad se amplía al Cuadrado con los vértices Fin – No fin – Oportunidad – No
oportunidad. Entonces se proyecta entonces esta Oposición fundamental sobre los
principales Programas narrativos y Conjuntos figurativos. Para esto hay que subdividir los
Programas y Conjuntos colocados sobre Fin en dos grupos: aquellos que expresan
claramente el Fin, y aquellos que expresan No oportunidad. Lo mismo vale para los que fueron
colocados sobre Oportunidad: hay que subdividirlos en los que expresan claramente la
Oportunidad y los que expresan No fin.
El siguiente paso consiste en colocar los Programas narrativos y los Conjuntos figurativos
sobre los cuatro vértices del Cuadrado semiótico, según el despliegue anterior.
Finalmente se describe la Circulación del relato, empezando – según lo indique el texto – por
uno de los vértices superiores (Fin), pasando a su negación (No fin) y de allí al otro nombre del
binomio (Oportunidad). Si el texto es muy breve, puede ser que circule sólo por tres vértices; si
es más amplio, puede haber una o más circulaciones completas por los cuatro vértices.
En la historia de la mujer adúltera, los acusadores buscan el Fin de la mujer y de Jesús, pero
Jesús niega ese Fin (no les presta atención), y luego les quiere dar una Oportunidad: quien no
tenga culpa, que arroje la primera piedra. Ellos se dan cuenta de que no tienen esa
Oportunidad (son acusados por su conciencia), y ponen Fin a su intención (se retiran). Jesús,
por su parte, transforma ese Fin en una nueva Oportunidad para la mujer: “Yo tampoco te
condeno (No fin); vete, y no peques más” (Oportunidad).
Hermenéutica: en el paso hermenéutico se trata de interpretar el mensaje del relato para
nosotros y nosotras hoy, en nuestra situación. Siguiendo con la historia de la mujer adúltera y
luego de la reflexión sobre nuestro propio horizonte de situaciones y experiencias, se puede
preguntar quiénes son los que podrían representar hoy el Fin, indicado por los acusadores en el
relato bíblico, cómo lo hacen, de quiénes se valen, qué acusaciones hacen, y en qué consiste
el Fin. Asimismo, cabe preguntar cuáles son las Oportunidades que nos da hoy Jesús, y qué
hacemos con ellas.

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