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Rolando Astarita Economía K y la “Teoría Monetaria Moderna” (1)

Economía K y la “Teoría Monetaria Moderna” (1)


En diversas ocasiones economistas kirchneristas, con cierta inclinación
izquierdista, han sostenido que la monetización del déficit fiscal (o sea, cubrir el
déficit con emisión de dinero) no es inflacionaria, y por lo tanto es una forma
viable de sostener la demanda y aumentar el empleo. Tal vez la expresión más
clara de esta forma de pensar la encontramos en la polémica que tuvo Andrés
Asiain con Marcelo Ramal y Pablo Heller, del Partido Obrero.

El cruce se inició con un artículo de Marcelo Ramal en Prensa Obrera


(26/06/2014), donde sostuvo que la emisión sin respaldo en el activo del BCRA,
genera inflación. En respuesta, Asiain emparentó la posición de Ramal con la
del diario La Nación, y sostuvo que, dado que la autoridad monetaria tiene el
monopolio de la emisión, no solo no existe el peligro de cesación de pagos del
Central, sino tampoco “es necesario el cobro religioso de las amortizaciones e
intereses de la deuda que el gobierno nacional mantiene con el Central, ya que
la institución monetaria puede refinanciarlos hasta la eternidad, sin que ello
ponga en riesgo su estabilidad financiera”. Agregaba que “el dinero en
circulación es un pasivo sui generis, ya que no es convertible y no debe tener un
respaldo en reservas” (Página 12, 22/02/15). Sostuvo por eso que la postura del
Partido Obrero configuraba una suerte de monetarismo de izquierda.

A su vez Heller, en respuesta a Asiain, sostuvo que la idea de que la emisión de


dinero sin respaldo genera aumento de los precios no tiene punto que ver con la
teoría cuantitativa; y que Asiain, y otros economistas K, transformaban al dinero
en un fetiche, con el que se podrían solucionar los problemas del capitalismo.
Decía Heller:

“Si el Estado pudiera emitir billetes libremente, sin que éstos perdieran su poder
de compra, se habría encontrado una forma fácil de generar riqueza haciendo
funcionar ‘la máquina de imprimir’. No hay mucha diferencia con las prácticas
primitivas de los brujos o alquimistas, que trataban de encontrar la fórmula para
transformar los objetos en oro o metal precioso. La versión antigua y su réplica
moderna tienen en común que parten de otorgar al dinero una vida propia y la
cualidad intrínseca y milagrosa de crear valor. Los K son tributarios también de
esta concepción y sucumben a ella por la sencilla razón de que buscan una vía
de crecimiento y distribución del ingreso compatible con el régimen de

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explotación vigente” (“Monetarismo, política K y teoría monetaria de Marx”,


https://www.prensaobrera.com/publicaciones/verNotaRevistaTeorica/45/moneta
rismo-politica-k-y-teoria-monetaria-de-marx).

Comparto este punto de vista de Heller y Ramal. De hecho, la revista teórica del
Partido Obrero, En defensa del marxismo (febrero de 2015) publicó un artículo
de mi autoría, “Papel moneda, oro y la teoría monetaria de Marx” (puede leerse
en el blog, aquí, aquí, aquí, aquí), en el que presenté los mismos argumentos que
Heller. Además, en varias notas en este blog sostuve que es imposible mantener
la demanda indefinidamente mediante déficits fiscales, ya que estos deben
cubrirse con deuda o con emisión monetaria. Si se financian con deuda, llega un
punto en que esta es insostenible. Si es con emisión monetaria, habrá crecientes
presiones inflacionarias. Lo cual, naturalmente, me valió también el cargo de
“monetarista”.

Pues bien, pasados ya tres años de esos cruces, y revisando los argumentos, me
doy cuenta de que, además, debería haber criticado la que, presumiblemente,
sea la fuente última del argumento de Asiain, y de otros economistas K, a saber,
la llamada “Teoría monetaria moderna” (TMM). Escribo “presumiblemente”
porque no encontré referencias explícitas a la TMM por parte de Asiain, ni de
otros economistas K. Más aún, Axel Kicillof, en su intervención en las Jornadas
Monetarias y Bancarias de 2011, organizadas por el BCRA, planteó la
necesidad de una renovación, basada en Keynes, de la teoría monetaria, pero no
hizo referencia a la MMT (véase
http://www.bcra.gov.ar/Pdfs/BCRA/jornadas_2011_Kiciloff2.pdf).

Sin embargo, oralmente, economistas K me han manifestado que, en última


instancia, su tesis de que la emisión monetaria nunca es inflacionaria se apoya
en la TMM. Y la realidad es que el argumento de Asiain y el de la TMM se
parecen como dos gotas de agua. Por eso, en lo que sigue, presento una crítica a
la TMM, que complementa lo publicado en En defensa del marxismo. Más
específicamente, trataré de demostrar que la TMM colapsa a la luz de la
experiencia argentina de los años recientes, incluida la economía bajo el
gobierno kirchnerista. De todas maneras, a pesar de centrarme en lo ocurrido en
Argentina, espero que este escrito pueda ser de utilidad más general. Es que la
TMM ha despertado expectativas (¿están las soluciones reformistas al alcance
de la mano?) en muchos círculos del progresismo de izquierda, tanto en EEUU

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como en Europa. Y dado que su enfoque es opuesto a lo que sostenemos los


marxistas (a saber, que los males fundamentales del capitalismo no se suprimen
con reformas monetarias, o de superficie), se justifica que prestemos atención a
los planteos de la TMM. Empiezo reseñando sus principales ideas. Dada la
extensión de la nota, la he dividido en partes.

La “Teoría monetaria moderna”

La TMM también es conocida como “neo-cartalismo”; “Dinero como criatura


del Estado”; “Tax-Driven Money”. En lo esencial, combina la concepción
cartalista de dinero, con el enfoque poskeynesiano. Presento sus ideas más
generales, basándome en los artículos de L. Randall Wray, Eric Tymoigne y
Pavlina Tcherneva, citados en la bibliografía; también he utilizado el blog de
Wray; y los trabajos, más bien críticos hacia la TMM, de Thomas Palley, Marc
Lavoie y Louis-Philippe Rochon y Matías Vernengo, también citados.

Empiezo recordando que el cartalismo sostiene que el dinero es una creación del
Estado. Keynes fue partidario del enfoque cartalista, que es opuesto al de la
ortodoxia mainstream. De acuerdo a esta última, el dinero evolucionó a partir
del trueque y de la necesidad de abaratar los costos de transacción; y su
principal función es ser medio de cambio. En cambio, según Keynes (1996) y
los cartalistas, para que el dinero sea medio de cambio debió ser antes, o al
mismo tiempo, unidad de cuenta. Por eso, dice Keynes, “[e]l dinero de cuenta,
en especial aquel en el que se expresan las deudas, los precios y el poder general
de compra, es el concepto básico de la teoría del dinero” (p. 29). Pero con los
contratos se introducen la ley y el Estado que los hace cumplir y establece con
qué dinero de cuenta se deben cumplir las obligaciones contraídas. Es por este
acto, entonces, que se instituye el dinero. De nuevo, en palabras de Keynes, “la
era cartalista, o de dinero estatal se alcanzó cuando el Estado se atribuyó el
derecho a declarar cuál es el dinero de cuenta que en un momento determinado
debe considerarse como dinero” (p. 30).

Esta idea es retomada por los partidarios de la TMM. En lo esencial, sostienen


que el Estado instituye el dinero no tanto porque lo defina como de curso legal,
sino porque acepta recibirlo por el pago de impuestos. Esto es, el fiat money, o
el dinero de alta potencia emitido por el Estado, que es de curso legal y forzoso,
tiene valor, según la TMM, porque sirve para pagar impuestos (o multas, o

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similares). Por eso el dinero existe en el contexto del poder del Estado de
recaudar impuestos y de declarar que acepta el dinero por él emitido para el
pago de esos impuestos. En este punto aclaremos que, si bien la TMM recurre a
la historia del dinero y la moneda, su argumento principal no es histórico, sino
lógico. Afirma que al margen de lo que haya sucedido en remotos tiempos
históricos, en los sistemas monetarios modernos los impuestos son suficientes
para que se establezca la aceptación y el valor del dinero.

En consecuencia, los neo-cartalistas sostienen que actualmente el Estado puede


crear todo el dinero que desee, y comprar todas las cosas que desee comprar. El
circuito es: el Estado inyecta dinero a través de gastos y adelantos en el sector
privado, y ese dinero luego es reabsorbido con la recaudación de impuestos, o la
devolución de los adelantos. Por eso, siempre según la TMM, el emitir dinero y
el recaudar impuestos no son alternativos, sino acciones que se producen en
diferentes momentos del circuito. En esta lógica, además, un déficit fiscal tiene
como contrapartida que el sector privado acumula superávit; en otros términos,
la deuda nacional neta suma riqueza financiera neta al sector privado. La
“déficit-fobia” no tiene base racional, ya que el gasto siempre puede ser
financiado con la creación de moneda. Los impuestos no se necesitan para
financiar el gasto estatal (que ya se produjo), sino para generar la demanda de
dinero. Y la colocación de bonos de deuda por parte del Estado no tiene como
objetivo financiar el gasto, sino drenar las reservas excesivas de los bancos, a
fin de lograr los objetivos propuestos de tasas de interés. Por eso tampoco existe
una carga para el Estado por las deudas, ya que sus servicios siempre se pueden
cumplir acreditando reservas bancarias. Un gobierno que emite su propia
moneda nunca puede ser forzado a un default involuntario. Habría problemas si
el gobierno se endeuda en moneda extranjera, pero esto casi no se necesita.

La TMM subraya entonces que el impedimento para emitir solo existe en


regímenes de convertibilidad (por caso, bajo el patrón oro); o cuando el Estado
renuncia a su propia moneda. Por eso la TMM es crítica de la Unión Monetaria
Europea, o de un sistema de convertibilidad como el que hubo en Argentina en
los 1990; y sostiene que debe evitarse la emisión, por parte de los Estados, de
deuda nominada en moneda extranjera.

Los partidarios de la TMM critican también la idea de que la emisión para


financiar el déficit genera inflación. La inflación no se produce por emisión,

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sino solo cuando la demanda supera al producto. Por caso, si el déficit fiscal
fuera demasiado elevado en relación a los ahorros netos deseados por el sector
privado, habría presiones inflacionarias por demanda en el punto cercano al
pleno empleo. Pero hasta tanto no se llegue a ese nivel, la emisión no entraña
ningún peligro inflacionario significativo.

Agreguemos todavía que, de acuerdo a la TMM, debido a que el Estado tiene el


monopolio sobre su moneda, posee la facultad de establecer la tasa de interés y
cómo la moneda se cambia por otros bienes y servicios. O sea, puede
determinar el valor del dinero, ya que establece cuánto dinero de alta potencia
entrega a cambio de una hora de trabajo, o de algún bien.

Recomendaciones políticas y el “empleador de último recurso”

Como sostienen Tymoigne y Wray (2013), la TMM deriva conclusiones


políticas específicas acerca de la política fiscal, monetaria y financiera.
Sostienen que el Estado debe involucrarse directamente a lo largo del ciclo
económico, estableciendo programas macroeconómicos que manejen la fuerza
laboral, los mecanismos de precios, los proyectos de inversión, y que
monitoreen los desarrollos financieros. Deben ser programas permanentes y
estructurales (o sea, no se limitan a “sintonía fina” más o menos discrecional).
Asimismo, proponen el control del crédito, la socialización de la inversión y en
las economías abiertas, el control de capitales.

Dentro de este enfoque político general, la TMM ha enfatizado que el Estado


tiene el poder (dada su facultad de emisión) de acabar con la desocupación
contratando toda la fuerza de trabajo que no haya encontrado empleo por un
salario más alto en el sector privado. El Estado se transforma así en el
“Empleador de último recurso”. Actuaría como un amortiguador, absorbiendo
fuerza laboral proveniente del sector privado en períodos de baja actividad
económica, y suministrando fuerza laboral al sector privado durante las fases de
reanimación. Se trata de una propuesta diferente de la que tradicionalmente se
asocia con el keynesianismo, que es estimular la demanda y por esa vía
aumentar el empleo. Por eso también los defensores de la TMM desconectan el
pleno empleo del crecimiento económico.

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Es ilustrativo que los defensores de la TMM hayan sostenido que el Plan “Jefes
y jefas de hogares”, puesto en marcha en Argentina durante la crisis de 2001-
2002, fuera un caso ejemplar de creación de trabajo modelado según su
propuesta. En palabras de Tcherneva y Wray (2005), el plan “Jefes…” habría
demostrado las formas en que el “Empleador de último recurso” puede avanzar
un sentido de “deber cívico, ciudadanía, cohesión social, reciprocidad e
involucramiento comunitario”. Y “contribuir a redefinir el significado del
trabajo al reconocer que determinadas formas de trabajo, tales como el cuidado
y el involucramiento comunitario son útiles socialmente”. Según Tcherneva y
Wray, el plan argentino había tenido un “impacto transformador sobre la
pobreza y la desigualdad de género”.

En conclusión, de estar en lo cierto el enfoque de la TMM se podría solucionar


la desocupación en el capitalismo sin alterar de manera significativa las
estructuras sociales. Para eso bastaría con superar la “déficit-fobia”, creada
artificialmente por el monetarismo y la ortodoxia neoclásica. Además, la
experiencia en la Argentina de comienzos de los 2000 habría avalado, al menos
parcialmente, el programa de la TMM. Y siendo Argentina un país con
“soberanía monetaria” (según Wray y Tcherneva), las condiciones incluso
estarían dadas para eliminar la desocupación (y con ella, ¿también la pobreza y
la indigencia?) por el simple recurso de emitir dinero. Es la receta que han
“comprado” algunos economistas y científicos sociales del subdesarrollo
criollo.

Bibliografía:
Keynes, J. M. (1996): Tratado del dinero, Madrid, Aosta.
Lavoie, M. (2013): “The Monetary and Fiscal Nexus of Neo-Chartalism: A
Friendly Critique”, Journal of Economic Issues, vol. 47, Nº 1.
Palley, T. I. (2001): “Government as employer of last resort: Can it work?,
Industrial Relations Research Association, 53 Annual Proceedings, pp. 269-274.
Palley, T. I. (2013): “Money, fiscal policy, and interest rates: A critique of
Modern Monetary Theory”, mimeografiado.
Rochon, L-F y M. Vernengo (2003) : “La monnaie d’Etat et le monde réel: la
malaise du chartalisme”, P. Piégay y L-P. Rochon (eds), Théories Monétaires
Post Keynésiennes, Paris, Economica.
Tcherneva, P. (2005): “The Nature, Origins, and Role of Money: Broad and
Specific Propositions and Their Implications for Policy”, Working Paper 46,

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Center for Full Employment and Price Stability, Kansas City.


Tcherneva, P. (2012): “Beyond Full Employment: The Employer of Last Resort
as an Institution for Change”, Working Paper 732, Levy Economics Institute of
Bard College.
Tcherneva, P. y L. R. Wray, (2005): “Is Jefes de Hogar an Employer of Last
Resort program? An assessment of Argentina’s ability to deliver the promise of
full employment and price stability”, Asociación Argentina de Especialistas en
Estudios del Trabajo, 7º Congreso Nacional de Estudios de Trabajo.
Tymoigne, E. y L. R. Wray (2013): “Modern Monetary Theory 101: A Reply to
Critics”, Working Paper 778, Levy Economics Institute of Bard College.
Wray, L. R. (2001): “Money and Inflation”, R. Holt – S. Pressman (eds.), A new
guide to post Keynesian economics, London: Routledge.
Wray, L. R. (2003): “L’approche post-keynésienne de la monnaie”, Théories
Monétaires Post Keynésiennes, Economica, Paris.

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