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Hacia 1850 Cuba era la principal productora de azúcar del mundo, pero amenazada ahora
por la competencia y por el arcaico sistema de comercio. Además la esclavitud, que había sido
central en esta producción, ya era ilegal y cada vez más difícil de sostener.
Así, hacia 1865, convencidos de que España no quería o no podía conceder ninguna
reforma, algunos cubanos soñaron con una Cuba libre y soberana, con estrechos lazos
económicos con los Estados Unidos, y otros pensaron en la posibilidad de procurar su anexión
al mismo.
En la región occidental se concentraban el 80% de la población y el 90 % de la riqueza
azucarera, y la mayoría de los hacendados eran partidarios de las reformas. La región oriental,
más extensa y menos desarrollada fue el centro de conspiraciones independentistas. Al
fracasar la Junta en Madrid donde se debatirían las reformas y la esclavitud, y en medio de
una crisis económica internacional, una ola de sentimientos anti españoles dio pie a los grupos
independentistas.
En octubre de 1868 Céspedes (hacendado oriental) enarboló la bandera en su plantación y
proclamó la independencia cubana. A principios de 1869, el gobierno colonial se encontró ante
una rebelión generalizada. La guerra duró diez años, debido a la inestabilidad política en la
metrópoli, pero los cubanos también tuvieron problemas: divididos por regionalismos de
miras estrechas, por la procedencia social y por conceptos diferentes de la estrategia militar.
La Asamblea Constituyente de 1869 proclamó la República, promulgó una Constitución
liberal que abolió la esclavitud y aprobó una moción a favor de la anexión a los Estados Unidos.
Por desgracia, también instauró una separación de poderes que dificultaría el esfuerzo de
guerra y la condenó al fracaso. Las tendencias autoritarias, como las de Céspedes, asustaron a
los delegados que se hallaban bajo la influencia del líder Agramonte, abogado joven y
romántico, y les empujaron a crear una República legalista donde los militares no podrían
actuar sin la aprobación del Congreso. Por las fricciones constantes entre las autoridades civiles
y militares, la mayoría de los líderes acabaron destituidos o criticados por un gobierno civil
que no quería ceder pero era incapaz de imponer plena autoridad.
En 1874 muchos integrantes de la elite que había iniciado la guerra —Aguilera,
Agramonte, Céspedes— habían muerto o estaban en el exilio. Nuevos líderes, de origen más
humilde pero forjados en el campo de batalla, radicalizaron la lucha (El dominicano M. Gómez y
el mulato cubano A. Maceo). Para entonces la estricta neutralidad de los Estados Unidos, ya
había disipado las ilusiones de recibir apoyo norteamericano, y borró las ideas anexionistas
entre los rebeldes.
El agotamiento de los fondos y el fin de la guerra carlista en España, que permitió a Madrid
concentrar sus esfuerzos en Cuba, convencieron a los líderes cubanos de que su única
esperanza era invadir las provincias occidentales. Gómez se dispuso a llevar este plan a la
práctica cuando otra disputa interna malogró su proyecto. Al volver a Oriente para restaurar el
orden, fue obligado a dimitir.
Combinando la presión militar con promesas de reforma, el nuevo general español
Martínez Campos, aumentó la división de los rebeldes. A finales de 1877 el presidente cubano
Estrada Palma fue hecho prisionero. Poco después una comisión cubana presentó al gobierno
español condiciones para un armisticio y se firmó el tratado de paz por el cual le concedían
autonomía a la isla. El general Antonio Maceo anunció su intención de continuar la guerra.
Pero en mayo las últimas fuerzas rebeldes aceptaron el tratado de El Zanjón. Terminó la
primera guerra de la independencia de Cuba.
Consecuencias de La «Guerra de los Diez Años»: contribuyó en los cubanos al crecimiento
y la madurez de una conciencia nacional. En el bando español incrementó el rencor y la
desconfianza contra los cubanos. El nuevo sector modernizado de la industria azucarera se
expandió por la destruida región oriental e incluso por la occidental. Se construyeron ingenios
más grandes y eficientes, mientras que los que habían sufrido grandes pérdidas se
transformaron en colonos que vendían su producción a los ingenios, frenando la tendencia al
latifundismo en la isla. Además, la guerra provocó la decadencia de la aristocracia hacendada
cubana, arruinada por el conflicto u obligada por las autoridades españolas a vender sus tierras
e ingenios. En muchos casos capitalistas norteamericanos los adquirieron a precios muy bajos,
lo cual representó el principio de la penetración económica estadounidense en Cuba.
Los tres acontecimientos más importantes del período entre guerra: A) el auge y la
decadencia del Partido Autonomista; B) el desplazamiento de España por los Estados Unidos
como metrópoli económica de Cuba; y C) la formación del Partido Revolucionario Cubano.
B) Hacia 1890, casi todas las exportaciones cubanas eran absorbidas por el mercado
norteamericano. Debido a esta dependencia, la isla era muy vulnerable a cualquier cambio en
ese país. Cuando en 1894, el gobierno norteamericano aprobó el arancel Wilson sobre las
importaciones de azúcar, las repercusiones fueron desastrosas en Cuba. De esta manera la
crisis en la industria del azúcar, se agudizó creando un ambiente favorable a una nueva
rebelión.