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Otto Kernberg, psicoanalista:

“EL ODIO FORMA PARTE DEL AMOR”


Cristián Warnken

Otto Kernberg es uno de los psicoanalistas más importantes de la actualidad. Su teoría sobre los
afectos ha significado un enriquecimiento sustantivo para la práctica sicoanalítica. Presidente de la
Sociedad Internacional de Sicoanálisis, ha publicado múltiples estudios sobre patologías siquiátricas
limítrofes y un libro sobre el tema del amor y el odio. Kernberg está en la punta de las investigaciones
interdisciplinarias del sicoanálisis y la neurobiología

Michel Foucault afirma: “Freud dice que hay tres grandes heridas narcisistas en la cultura
occidental: la herida causada por Copérnico, la que provocó Darwin cuando descubrió que el
hombre descendía del mono, y la herida hecha por Freud cuando él mismo descubrió que la
conciencia reposaba sobre la inconsciencia”. También coloca el pensamiento de Marx y el de
Nietzsche como heridas. ¿Considera usted al sicoanálisis una herida en la conciencia
occidental, después de la cual ya no podremos vernos nunca más como antes?

Es una herida desde el punto del vista de la antigua presunción que suponía que la conciencia humana
regía los destinos del hombre, una herida en el sentido de captar y mostrar fuerzas inconscientes que
nos mueven profundamente, tanto al individuo como al individuo en situaciones de grupo y de masa.
Pero al mismo tiempo es un enriquecimiento para el conocimiento humano, algo de lo cual la
humanidad puede enorgullecerse, en el sentido de que ahora sabemos mejor lo que nos pasa como
seres humanos, aunque a veces no podamos controlarlo. Y el conocimiento en sí mismo gratifica,
aunque no siempre lleve a una acción y a resolver los problemas. Yo creo que quizás la herida
fundamental del sicoanálisis es que el descubrimiento de las motivaciones inconscientes y sus
consecuencias siempre va muchos pasos adelante de la posibilidad de resolver los problemas que esto
crea, y ésta es una humildad que los psicoanalistas tomamos de Freud y que seguimos manteniendo.

Desde un punto de vista sicoanalítico, y tratando de explicar misterios tan grandes como el
amor y el odio, ¿no habría que aceptar que los hombres somos una especie muy particular de
animales, unos lobos sanguinarios disfrazados de dioses?
No es lo mismo decir que somos animales a que tenemos una naturaleza biológica. Nos diferenciamos
de los animales en la conciencia de la limitación, en la comprensión mutua del funcionamiento de otros
seres humanos y eso nos hace trascender de lejos el funcionamiento animal. Al mismo tiempo estamos
movidos por la biología. Estamos movidos por sistemas sicobiológicos, especialmente los afectos. Y
eso nos une a todos los mamíferos, puesto que en ellos, como en nosotros, los afectos tienen la
función de señalar al adulto a cargo del bebé la necesidades de éste. El mamífero necesita ser
protegido después del nacimiento, el bebé de los mamíferos necesita crecer, los mamíferos para
desarrollar plenamente su cerebro necesitan desarrollarse fuera del seno materno y ello exige
protección, exige que la madre sepa cuáles son las necesidades del bebé, y el bebé lo señala con los
afectos que son de un tipo positivo, “el mundo está bien”, o señala pena, agresión, rabia, o sea, “el
mundo está mal”. Entonces se movilizan la mamá y el papá para hacerse cargo de esa necesidad. El
mamífero tiene una capacidad innata para expresar afectos y verlos, la mamá no necesita ir al texto
para interpretar eso. Los afectos están basados en estructuras neuroquímicas, transmisores
neurohormonales por un lado, y en la experiencia subjetiva de placer y de dolor por el otro. O sea, son
estructuras que tienen un lado biológico y otro síquico.

¿Qué ocurría antes de que existiera el sicoanálisis, en las culturas “primitivas”, frente al mundo
inconsciente y a las patologías siquiátricas?
Nuestro conocimiento respecto a muchos conflictos y enfermedades sicológicas o sicosomáticas es que
existían ya, por lo menos desde el mundo de la antigüedad. Pero ha habido cambios en las
manifestaciones de los trastornos siquiátricos, porque la cultura influye en la forma de expresar los
conflictos inconscientes. En ese sentido, con la cultura cambian las manifestaciones; por ejemplo, en
culturas relativamente primitivas en que existe poca comunicación verbal, hay una mayor tendencia a la
somatización de conflictos; en culturas en las cuales la comunicación lingüística es muy dominante,
aumenta la expresión de conflictos en forma de afectos patológicos, angustia y depresión.
Hay muchos modos en que las personas se pueden ayudar mutuamente, el sicoanálisis no es el único
modo en que una persona puede ayudar a otra; todo lo contrario, la empatía, el afecto, la comprensión,
la tolerancia, el contener a un individuo perturbado en medio de su grupo social, el socializar su
patología, cumplen una función tan sanadora como el sicoanálisis.
La ritualización de la enfermedad y de la cura de la enfermedad es una forma de socialización que
aumenta la tolerancia que tiene el individuo a través de la tolerancia que tiene el grupo frente a él. En
condiciones óptimas, la comprensión, el amor, la paciencia, la conmiseración, son factores muy
positivos para ayudar a las personas, son terapéuticos. Nosotros los seres humanos siempre usamos a
los amigos como terapeutas, no hay necesidad de que todos vayamos al psicoanalista. Hay ciertas
patologías tan graves, sin embargo, que destruyen los esfuerzos de los que quieren ayudar al enfermo.
Es ahí donde el psico-análisis se ha mostrado más útil, en descubrir las tendencias autodestructivas del
ser humano. En traerlas a la conciencia y permitir a los individuos superar eso. Yo creo que éste es uno
de los más grandes progresos en el tratamiento terapéutico, el tratamiento de tendencias auto-
destructivas; y el otro es el descubrimiento de la sexualidad infantil, un descubrimiento muy importante
que muestra las profundas represiones sexuales y su repercusión en las limitaciones y frustraciones en
la vida sexual adulta.

Ha habido un gran tabú en nuestras sociedades frente a la sexualidad infantil. Se ha actuado —


se ha educado— como si esa dimensión de la infancia no existiera.
Ésa fue una de las grandes revoluciones de Freud, ésa sí que fue una herida en la conciencia
occidental, destruir el mito de la inocencia infantil y mostrar cómo el origen de la sexualidad infantil
influye en la sexualidad del adulto, cómo elegimos personas que inconscientemente nos recuerdan las
imágenes parentales, o bien son totalmente opuestas. Freud descubrió cómo las llamadas perversiones
sexuales en el fondo corresponden a tendencias infantiles normales que bajo ciertas condiciones se
pueden independizar y reemplazan una vida sexual adulta más plena. En la cultura, sin embargo, los
tabúes contra la sexualidad siempre persisten; es una ilusión pensar que lo que el sicoanálisis ha
descubierto puede ser tolerado socialmente. Ésa es una de las más interesantes paradojas: que ciertos
descubrimientos profundos del sicoanálisis realmente hieren la sensibilidad humana y todavía nos
escandalizamos cuando pensamos que los niños no son simplemente víctimas de la sexualidad, sino
que tienen pulsiones sexuales ellos mismos, y nos escandalizamos cuando pensamos que grupos y
organizaciones tienen tendencias autodestructivas, que en ciertas organizaciones la mayor energía
está dedicada a destruirse a sí misma: entender y aceptar eso es algo muy difícil de tolerar. Lo
sabemos en teoría y lo olvidamos una y otra vez. Incluso, en la Sociedad Sicoanalítica Internacional
esas tendencias yo las veo a diario (risas).

¿No le parece que el sicoanálisis ha tendido, en muchos lugares, a convertirse en una especie
de secta cerrada, con un lenguaje críptico, con jerarquías, en un saber-poder más?
Yo creo que hay aspectos justos e injustos en su afirmación. Es cierto, ha habido una tendencia en
ciertos grupos sicoanalíticos a constituir un elitismo institucional, a encerrarse en una torre de marfil, a
actuar como si el sicoanálisis fuera la última verdad que sólo los iniciados pueden compartir. En ese
sentido ha habido una tendencia a la ideologización del sicoanálisis. Pero, por otro lado, los
psicoanalistas modernos están sumamente preocupados de continuar la exploración del inconsciente,
de estudiar derivaciones, de ver cómo el sicoanálisis se puede aplicar en otros campos, de incluir una
conciencia social. Al mismo tiempo, hay cada vez más una conciencia de que el sicoanálisis depende
en su desarrollo científico de la ligazón con otras ciencias circundantes. El hecho de que Freud haya
abandonado temporalmente la neurobiología no significa que el sicoanálisis pueda existir como ciencia
independiente, eso sería suicida. Entonces, es importante reconectarse con las ciencias biológicas. Es
lo que acabo de hacer con mi propia obra, con las ciencias sociales. A mi juicio, la neurobiología y el
sicoanálisis son dos ciencias fundamentales para comprender al hombre. Sabemos que existen zonas
de pensamiento inconsciente del cerebro, y relacionar el inconsciente dinámico con sus
predisposiciones neurobiológicas yo creo que es una de las tareas más excitantes de este nuevo siglo.

Hablemos de la agresión y el odio, que parecen ser una de sus pasiones como tema de
investigación.
Yo me interesé hace mucho por el diagnóstico y el tratamiento de los trastornos de personalidad
graves. Ésas son enfermedades siquiátricas que consisten en una pérdida de la capacidad de relación
normal con otras personas y consigo mismo. Son perturbaciones en la vida amorosa, en la capacidad
de trabajo, en la profesión, y se manifiestan en el desarrollo de síntomas secundarios de angustia,
depresión, trastornos alimenticios, adicciones a drogas, alcoholismo, tendencias suicidas, o sea una
vasta gama de síntomas. Traté de estudiar a esos pacientes desde un punto de vista descriptivo, y
entonces me pareció muy claro que había un fenómeno fundamental común a los trastornos graves de
personalidad, lo que se ha denominado el síndrome de difusión de identidad. Éste fue descrito por
Erikson, por otros y por mí también: consiste en una incapacidad de tener una imagen integral de sí
mismo, una incapacidad de un concepto integral y una incapacidad de un concepto integrado de las
personas más importantes que lo rodean a uno. La consecuencia de esto es que uno no puede predecir
la propia conducta ni predecir la conducta de los demás, hay profundas perturbaciones de las
relaciones íntimas, uno no puede dedicarse a una temática de vida, hay perturbaciones sexuales y en
el plano ético, en los casos más graves. La causa fundamental es la incapacidad de integrar las
relaciones de objeto establecidas bajo la sombra y el control de los afectos más intensos. La relaciones
idealizadas están escindidas de las relaciones malas, persecutorias, y esta escisión entre un segmento
idealizado y un segmento persecutorio de la mente está subyacente a las estructuras anormales. En el
tratamiento les ayudamos a reencontrar la unión de estas relaciones escindidas. Eso me llevó al
estudio de la agresión, porque la causa fundamental de esa escisión es el temor inconsciente de que la
agresión es tan intensa que destruiría el amor; entonces, se produce una escisión de las relaciones
idealizadas con el fin de protegerlas del peligro de que sean socavadas por el odio.

¿Qué es el odio?
Hay afectos primarios y secundarios. Los afectos primarios son esos afectos que aparecen en los
primeros meses de vida. Uno de estos afectos es la rabia. La rabia es un afecto primario que aparece
en momentos cuando hay estímulos nocivos y aparece el esfuerzo de eliminarlo. La guagua tiene dolor
y tiene un llanto con rabia porque quiere eliminar el dolor, está llamando a la mamá para que lo haga.
Esta tendencia de la rabia a eliminar un estímulo nocivo gradualmente se transforma a medida que hay
frustraciones, rabias muy intensas. Es difícil tolerarla y se tiende a expresarla en acción y proyección, y
entonces la rabia se crea un objeto malo, frustrador, y así la rabia de eliminar un estímulo nocivo se
transforma en el deseo de destruir un objeto malo. La rabia tiene por objeto ahí destruir a alguien que
está causando la pena; más adelante será no sólo destruir el objeto malo, sino castigarlo haciéndolo
sufrir como uno sufre, y hay un placer en inducir dolor como venganza. Más adelante, uno quiere
controlar los objetos malos para que no lo ataquen, para proteger la autonomía. Si hay relaciones muy
repetitivas de este tipo, se crea una representación interna del sí mismo atacado por un objeto malo, un
objeto malo al cual uno quiere destruir, hacer sufrir y controlar. Eso se transforma después en que uno
busca un enemigo externo. El odio es un fijación caracterológica de una relación persecutoria en que
uno como ser perseguido quiere tomar venganza destruyendo, haciendo sufrir, controlando.

¿Todos odiamos, o el odio es una patología extrema?


Todos tenemos una cierta capacidad de odio, pero en algunas personas esto se desarrolla de manera
tan anormal y dominante que esa relación termina por dominar a todas las demás. Estas personas
están a la búsqueda de enemigos, viven en la sospecha, desconfían, son agresivos, y tienden a atribuir
la agresión a los demás, buscan enemigos de quienes defenderse, a quienes atacar: estamos ahí
frente a las personalidades paranoides. Ese odio puede tomar una forma más especializada y más
compleja en el odio a una persona u objeto malo en el cual se reconocen cosas buenas, sólo que este
objeto es malo, retiene las cosas buenas y no nos las da, y eso transforma el odio en envidia. La
envidia es un odio contra algo bueno que alguien tiene y que uno no tiene, y un deseo de destruirlo.
Odio y envidia son las emociones más importantes del sector agresivo de la mente. Odio y envidia
tienden a destruir las relaciones y llegan a organizarse como una profunda tendencia a la destrucción
de las relaciones humanas.

El poeta latino Catulo dice “te amo y te odio”. Usted, en varios de sus estudios, incorpora
positivamente la agresión como un elemento fundamental al interior del amor. ¿Cómo se puede
amar y odiar al mismo tiempo, sin dañar?
Le dije anteriormente que uno tiene que integrar los segmentos idealizados y persecutorios. La posición
depresiva es un desarrollo sicológico en que se reconoce que la rabia, el odio, la envidia que siente un
niño frente a las personas más importantes que lo rodean necesariamente lo frustran. Ese odio está
dirigido a las mismas personas que también ama y quiere, de modo que se descubre la ambivalencia.
Es normal. Lo normal es que el amor domine sobre el odio, y eso permite que se pueda integrar el odio
y las tendencias negativas sin que destruyan la relación. Cuando se reconoce odio a la persona que
uno quiere, eso crea sentimientos de culpa, deseos de reparación, y esto tiende a profundizar la
relación con el otro y tiende a que uno se vea de manera más profunda, porque ya puede reconocer los
lados buenos y malos juntos, ya no es una imagen escindida, toda buena o toda mala. Entonces la
integración del amor y del odio produce profundización, capacidad de compromiso, de amor. En las
relaciones maduras de amor hay siempre integrado un elemento de agresión que da intensidad y
profundidad a la relación, pero si esta agresión lo domina todo es peligroso porque destruye el amor. El
odio es como la sal, una pequeña cantidad mejora el gusto.

Al contrario de lo que uno pensaría, un poco de agresión es necesario en el amor. Eso me


produce un cierto escalofrío.
Sí, sí, ése es uno de los hallazgos importantes del sicoanálisis. En la relación amorosa eso se ve en los
tres planos que he descrito: en la relación sexual, en que los impulsos sexuales siempre tienen un
elemento agresivo, un deseo de controlar, de invadir al ser querido, y en las tendencias sádicas y
masoquistas, un aspecto muy importante de la excitación sexual normal. También son normales las
tendencias fetichistas, la idealización de partes del cuerpo del ser amado, las tendencias voyeristas y
exhibicionistas también lo son. Y entonces normalmente la excitación sexual reúne el deseo, la
idealización del cuerpo del ser querido, con esas otras tendencias. O sea, la agresión está integrada al
amor. Lo mismo pasa en la relación emocional, en que la capacidad de ambivalencia da profundidad.

La palabra amor tiene una tremenda carga en nuestra cultura. Desde el punto de vista
sicoanalítico, ¿usted cree que existe una tendencia innata a amar? ¿Es algo natural del ser
humano, o el amor es una conquista cultural que va en contra de nuestros instintos más
primitivos?
La capacidad potencial hacia el amor existe desde el nacimiento como un potencial de ligazón amorosa
en el apego del bebé a la madre, así como también existe la capacidad del odio a la madre que frustra
al bebé, y algunas de esas frustraciones son indispensables. Bajo condiciones normales, domina el
amor sobre el odio. ¿Qué es el amor? Es una pregunta difícil de contestar, porque hay distintos tipos de
amor muy diferentes Me limitaré, entonces, al amor sexual, al amor de pareja. Ese amor es un deseo
pasional por la otra persona, que incluye atracción sexual, ternura, aprecio, el ver a la persona como
representando en la realidad lo que son profundos ideales de lo que quisiéramos que fuera nuestra
propia vida, la vida de pareja. Hay planos diversos que se reúnen en el amor y que se juegan en forma
integral frente al objeto de amor que elegimos. Este amor es pasional, porque un aspecto esencial es el
deseo y al mismo tiempo el captar la limitación de la posibilidad de fusionarse con otra persona, la
tolerancia a la separación, a la ambivalencia mutua: ésos son un aspecto inevitable del amor normal,
como lo es también la limitación dada por el tiempo y por la vida, algo que afecta a las parejas en la
segunda mitad de la vida. Yo creo que el amor es una necesidad emocional fundamental. Eso tiene
implicaciones prácticas, se ha pensado que el matrimonio es una imposición artificial de la cultura, pero
yo no lo creo; toma formas distintas según la sociedad, pero yo creo que es una necesidad muy
profunda del ser humano.

Usted estudia dos de los más grandes misterios humanos: el amor y el odio. ¿Cómo influye eso
en su propia vida personal?
En primer lugar, el sicoanálisis no es una filosofía de vida, y es muy peligroso cuando llega a serlo. Yo
me opongo radicalmente a hacer del sicoanálisis una ideología, yo creo que es una ciencia y un arte:
arte en el sentido de la creatividad individual y aplicada. Los psicoanalistas podemos penetrar
profundamente en la vida de otra persona, como quizás no podríamos hacerlo por otra vía. Por
ejemplo, uno tiene la posibilidad de conocer al otro sexo, pues como hombre uno conoce y se identifica
con lo que pasa dentro de una mujer de un modo que no es posible en otra situación de la vida. Lo
extraño es que usted sale de la situación analítica, se enamora, y va a ser igualmente tonto en
relacionarse con la mujer que estima, a Dios gracias. Piense que los ginecólogos todavía se excitan en
sus relaciones con las mujeres. El sicoanálisis es un conocimiento muy profundo, pero no se transforma
automáticamente en una sabiduría de vida. El tratamiento sicoanalítico de los futuros psicoanalistas
tiene por objeto no hacer seres perfectos, sino evitar que los propios problemas los cieguen frente a
ciertas problemáticas de las mujeres, por ejemplo, que no tengan manchas ciegas. Idealmente un
analista es capaz de analizar a otros sin que sus propios problemas influyan, pero eso no quiere decir
que no tenga sus propios problemas. Cuando uno ve a los psicoanalistas actuando en situaciones
sociales puede reconocer que son iguales a las otras personas, a Dios gracias

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