EDAD
MEDI A
PAIDOS STUDIO/BASICA
Títulos publicados:
1. K. R. Popper - La sociedad abierta y sus enemigos
2. A. Mclntyre - Historia de la ética
3. C. Lévi-Strauss - Las estructuras elementales del parentesco
4. E. Nagel - La estructura de la ciencia
5. G. H. Mead - Espíritu, persona y sociedad
6. B. Malinowski - Estudios de psicología prpnitiva
7. K. R. Popper - Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento
científico
8. M. Mead - Sexo y temperamento
9. L. A. White - La ciencia de la cultura
10. F. N. Cornford - La teoría platónica del conocimiento
11. E. Jaques - La forma del tiempo
12. L. White - Tecnología medieval y cambio social
13. C. G. Hempel - La explicación científica
14. P. Homgsheím - Max Weber
15. R. D. Laing y D. G. Cooper - Razón y violencia
16. C. K. Ogden y I. A. Richards - El significado del significado
17. D. I. Slobin - Introducción a la psicolingüística
18. M. Deutsch y R. M. Krauss - Teorías en psicología social
19. H. Gerth y C. Wright Mills - Carácter y estructura social
20. Ch. L. Stevenson - Etica y lenguaje
21. A. A. Moles Sociodinámica de la cultura
22. C. S. Niño - Etica y derechos humanos
23. G. Deleuze y F. Guattari - El Anti-Edípo
24. G. S. Kirk - El mito. Su significado y funciones en la Antigüedad y otras
culturas
25. K. W. Deutsch - Los nervios del gobierno
26. M. Mead - Educación y cultura en Nueva Guinea
27. K. Lorenz - Fundamentos de la etología
28. G. Clark - La identidad del hombre
29. J. Kogan - Filosofía de la imaginación
30. G. S. Kirk - Los poemas de Homero
31. M. Austin y P. Vídal-Naquet - Economía y sociedad en la antigua Grecia
32. B. Russeil - Introducción a la filosofía matemática
33. G, Duby - Europa en la Edad Media
Georges Duby
Y . - ‘‘
ediciones í ^ 0 -4
MDOS i
Barcelona —— ».'
Buenos Aires
México
Título original: L’Europe au Moyen Age. Axt román, art gothique
Publicado en francés, en edición ilustrada, por Arts et métiers graphiques, París,
1979, y en edición no ilustrada por Flammarion, París. 1984
1* edición, 1986
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida,
transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos o químicos,
incluidas las fotocopias, sin permiso del propietario de los derechos.
ISBN: 84-7509-384-1
Depósito legal: B. 6291/1986
INDICE
P r e f a c i o .......................................................................10
El año m i l .......................................................................13
La búsqueda de D i o s ..................................................... 35
Dios es l u z .......................................................................53
El r e in o .............................................................................89
La felicidad.......................................................................137
La m u e r t e .......................................................................161
K cykjavik
PREFACIO
ban ante todo lo que yo no había podido ver: por ejemplo, los
detalles del tímpano de Conques, de las naves de catedrales va
ciadas de su mobiliario moderno., Cangrande durmiendo su últi
mo sueño sobre la altura de la tumba que Tuzó edificar en Verona.
De todos modos el provecho vino principalmente de que otra
mirada se había posado en las obras de arte: sobre la marcha,
se habían impuesto otras selecciones y los montajes sucesivos,
yuxtaponiendo de manera inusitada las imágenes, provocaban
confrontaciones y suscitaban reflexiones nuevas. Esto explica la
sensible distancia entre el texto del libro de que partimos y éste.
Lo presento sin retoques, tal como fue elaborado con la vi
veza de una primera impresión visual, tal como fue dicho. Estas
fases han sido habladas. Ante un público inmenso y diverso. Lo
importante era que no desviaran la atención de la imagen. A la
imagen se han sometido y subordinado por entero. Son insepa
rables de ellas. Su única razón de ser consiste en ayudar a apre
ciar mejor su sentido. Aquí están fijadas simplemente para me
moria.
Georges Duby
1
EL AÑO M IL
«Las vastas soledades que se hallan en los confínes del Maine y de Bre
taña florecían entonces, como un segundo Egipto, con una multitud de ana
coretas que vivían en celdas separadas, santos personajes, famosos por
la excelencia de su regla de vida. |...j
¡Entre ellos, uno llamado Pedro.|
Pedro no sabía cultivar los campos ni el jardín; eran los brotes jóvenes
los que, con el complemento de su trabajo de tornero, le proporcionaban
los platos cotidianos de su mesa. Su casa, todo menos grande, se la había
construido igualmente con cortezas de árbol dentro de las ruinas de una
iglesia consagrada a san Medardo, cuya mejor parte habían abatido las
tempestades. |...|»
Geofroy le Gros,
« Vida de san Bernardo de T irón»
El c o m e r c io en L o m ba kd ia e n el sig lo x
« E l cantar de Aspremont»
R evuelta de lo s s ie r v o s de V ir y
CONTRA LOS CANONIGOS DE NUESTRA SEÑORA DE PARIS, 1067
S uecia en e l sig lo x i
«Los que atraviesan las islas danesas ven abrirse (ante ellos) otro uni
verso, en Suecia y en Noruega, dos inmensos reinos del norte que hasta
el presente nuestro mundo casi ha ignorado. A este respecto, he tenido
informaciones del muy sabio rey de los daneses: para atravesar Noruega
hace falta al menos un mes; en cuanto a Suecia, difícilmente bastan dos
meses para recorrerla. « Y eso, yo mismo he hecho la experiencia, me dijo,
yo que no hace mucho tiempo, bajo el rey Jacobo, he servido doce años
en estos países, ambos encerrados en montañas muy altas y principalmen
te Noruega que rodea a Suecia cotn sus montes.» Suecia no fue pasada
completamente en silencio por los autores antiguos Solín y Orosio. |...|
28 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
Adam de Bremen,
« Gesta Hammaburgensis ecclesiae pontificum »
«X V III. Entretanto los ávaros, según lo que piensan algunos, eran los
restos que subsistían de los hunos. Los hunos habían salido de los godos;
los godos habían salido de una isla que se llama, según cuenta Jordanes,
Suiza. Los godos reciben su nombre de su duque llamado «Gotha». Como
algunas mujeres en su ejército hablan sido acusadas ante él de prácticas
mágicas, fueron examinadas y halladas culpables. Como formaban una
multitud, se abstuvo d e castigarlas según merecían, pero de todos modos
las expulsó del ejército. Así, echadas, alcanzaron un bosque próximo. Como
estaba rodeado por el mar y las marismas Meóticas, no había ninguna sali
da para escapar. Pero algunas de ellas estaban encinta y alumbraron allí.
Nacieron otras y otras de ellas; se formó una raza poderosa y viviendo
como bestias salvajes, incultas e indómitas, estas gentes se convirtieron
en cazadores infatigables. Después de muchos siglos, como a fuerza de
morar en este sitio ignoraban absolutamente la otra parte dei mundo,
ocurrió que hallaron cazando una cierva y la persiguieron tan lejos que
franquearon las marismas Meóticas por un camino impracticable hasta en
tonces para todos los mortales de tiempos pasados; allí vieron ciudades,
fortalezas y una raza de hombres antes desconocida; volvieron por el
mismo camino y contaron estos hechos a sus compañeros. Estos, por cu
riosidad, se desplazaron en multitud para tener pruebas de lo que habían
EL AÑO M IL 29
En Laon, en e l sig lo x i i
Guíbert de Nogent,
« Historia de su vida, 1053-1124»
30 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
El h a m b r e de 1033
Raúl Glaber,
«Historias;>
Galberto de Brujas,
« Historia del asesinato de Carlos el Bueno»
C ontra lo s sacerdotes y l o s o b is p o s
Suger (1089-1151),
«Vida de Luis el Gordo»
EL AÑO M IL 33
C a rta d e A e lr e d de R ie lv a u x , abad c is te rc ie n s e ,
a un abad de F oü n tain s Abbey; 1160
2
34 eüropa en l a edad m e d ia
F o r u m C o n c h e (F u e r o de C uenca ), 1189
LA BUSQUEDA DE DIOS
X I, 45. Del fierro de qué form a ha de ser. El fierro para facer justicia
haya cuatro palmos en alto e esto porque aquella que lo hubiere de salvar
pueda poner de yuso la mano, e haya un palmo en luengo o en ancho
dos dedos; e aquella que el fierro hubiere de tomar, llévelo nueve pies e
póngalo en tierra quedo, mas primeramente sea bendicho de clérigo mi-
sacantaño.
X I, 46. De cómo calienten el fierro. El juez e el clérigo caüenten el
fierro, e entretanto non se llegue ninguno al fierro porque non fagan algún
maleficio; e aquella que el fierro hubiere de tomar, primeramente sea
escudriñada porque non tenga algún mal fecho, e desende lávese las manos
delante todos, e las manos limpias, tome el fierro, e después que el fierro
hubiere llevado, cúbrale el juez las manos con cera e sobre la cera ponga
estopa o lino, e desende átela bien con un paño; e esto fecho, traígala el
juez a su casa e después de los tres días cátele la mano e si la mano fuere
quemada, quémenla a ella o sufra la pena que le fuere juzgada; e aquella
sola mujer tome el fierro que fuere probada por medianera o la que con
cinco omnes hubiere fornicado, e la otra que de furto o de omnecillo o de
encendimiento fuere sospechada, jure o dé lidiador como es fuero.
X I, 47 y 48. Del que vendiere cristiano. Otrosí, el omne o la mujer que
cristiano vendiere, quémenlo, si probado le fuere; si non, el omne pásese
a la lid e ía mujer tome el fierro; e si alguno vendiere cristiano e fuyere,
nunca sea recibido en concejo; otrosí, la mujer que con moro o con judío
fuere tomada, quémenlos ambos.
X II, 8. Del que quebrase al otro el ojo. Cualquier que a otro quebran
tare el ojo, peche cien maravedíes; e si lo negare, sálvese con doce vecinos
o responda a su par; e quien diente quebrantase a otro, peche veinte mara
vedíes, e si lo negare, sálvese con doce vecinos o responda a su par; e quien
a otro tajare- e l dedo, peche veinte maravedíes, e si lo negare, sálvese con
siete vecinos o responda a su par; e quien el pulgar tajare, peche cincuen
ta. maravedíes, -& si lo negare, sálvese con doce vecinos o responda a su
46 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
par; e quien brazo tajare, peche cien maravedíes, e si lo negare, sálvese con
doce vecinos o responda a su par.
X II, 13. Del que la pierna quebrantare a otro. Quien quebrantare a otro
la pierna, peche cincuenta maravedíes; e quien el pie tajare, peche cien
maravedíes, e si lo negare, sálvese con doce vecinos o responda a su p^r.
X II, 16. Del que castrare a otro alguno. Cualquiere que onme castrare,
peche doscientos maravedíes e salga enemigo; e si lo negare, sálvese con
doce vecinos o responda a su par; pero si con su mujer o con su fija fuere
preso e lo castrare, non peche nada.
XI I , 28. Del que fuere fallado en pecado sodomitico. Cualquier que fuere
fallado en pecado sodomitico, quémenlo; e cualquier que a otro dijere «yo
te fodí por el culo», si pudiere ser probado aquel pecado que es verdad,
quémenlos ambos; si non, quemen a aquel que tal pecado dijo.
«En dicha época tuvo lugar una expedición ridicula: niños y hombres
estúpidos tomaron la cruz sin ninguna reflexión, por curiosidad más que
por afán de salvación. Participaron niños de ambos sexos, chicos y chicas,
y no solamente pequeños sino también adultos, lo mismo mujeres casadas
que solteras, marchando todos con la bolsa vacía y esto no sólo en toda
Alemania, sino también en la región de las Galias y la de Borgoña. N i sus
amigos ni sus parientes podían impedirles de ninguna manera intentarlo
todo para tomar el camino: la cosa iba tan lejos que por todas partes, en
los pueblos y en los campos, dejaban los instrumentos que teman en la
mano para unirse a los que pasaban. Como frente a tales acontecimientos
constituimos una multitud a menudo fácilmente crédula, muchas gentes,
viendo en esto el efecto de una verdadera piedad animada por la inspira
ción divina y no un entretenimiento irreflexivo, subvenían a las necesida
des de los viajeros distribuyéndoles víveres y todo lo preciso. A los clérigos
y a algunos otros de espíritu m ejor equilibrado, que ponían objeciones
contra esta partida considerada por ellos enteramente vana, oponían los
laicos una resistencia vehemente, tachando a los clérigos de incredulidad
y diciendo que, más que la verdad y la justicia, era la envidia y la avaricia
lo que les empujaba a oponerse a esta empresa. Pero un asunto iniciado
sin que lo hubiera examinado la razón y la discusión lo hubiera consoli
dado no llegó nunca a nada. Y así, cuando esta multitud estúpida llegó a
tierra de Italia, se desparramó y sé dispersó por las ciudades y poblacio
nes, muchos de ellos fueron retenidos como esclavos por las gentes del país.
Se dice que otros llegaron hasta el mar y allí, burlados por los marineros,
fueron transportados hacia otras tierras lejanas. Los que quedaron, cuan
do llevados a Roma vieron que no podían ir más lejos —pues no estaban
apoyados por ninguna autoridad— reconocieron por fin que su fatiga era
vana y huera, sin que por eso fueran relevados de su voto de cruzada a
excepción de los niños que no tenían la edad de la razón y de aquellos a
quienes la vejez abrumaba. Así es como, decepcionados y confusos, toma
ron el camino de vuelta. Los que antes tenían la costumbre de atravesar las
LA BUSQUEDA DE DIOS 47
« Armales Marbaccenses»
«En tiempos del rey de Francia Felipe (Augusto), predecesor del que
reina hoy, había en la ciudad de París un usurero muy rico llamado Teo-
valdo. Terna numerosas posesiones, vina infinidad de dinero amasado por
la usura. Presa de remordimientos por la gracia divina, vino al Maestro
Mauricio, obispo de la ciudad, y se remitió a su consejo. Este, inflamado
entonces por la construcción de la catedral dedicada a Nuestra Señora, le
aconsejó consagrar todo su dinero a la continuación de la obra emprendi
da. Habiendo parecido este consejo un poco sospechoso al usurero, fue a
encontrar a Maestro Pedro el chantre y le refirió las palabras del obispo.
48 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
Cesáreo de Heisterbach,
« Dialogus M iracuiorum »
Cesáreo de Heisterbach
« Dialogus Miracuiorum »
Cesáreo de Heisterbach
«Dialogus M iraculorum »
Cesáreo de Heisterbach
« Dialogus Miraculorum »
Cesáreo de Heisterbach
«Dialogus Miraculorum»
has causado uaal a alguien con esta piedra.» Volviendo sobre sí mismo, el
campesino dijo: «Y a me acuerdo: para extender mis campos, he despla
zado esta piedra más allá de los linderos.»
Cesáreo de Heisterbach
«■Dialogus M iraculorum »
Ca r ta de pa z pa ra L a o n . 1128
«5. Si alguien tiene un odió mortal contra otro, que se le prohíba per
seguirlo cuando salga de la ciudad o tenderle emboscadas cuando va a ella.
Si lo mata cuando va allí o se aleja o si le corta cualquier miembro y se
produce queja contra él, sea por haberlo perseguido, sea por haberle ten
dido emboscadas, que se purgue de la acusación por el juicio de Dios, Si
le ha golpeado o herido fuera de los límites de la Paz, cuando se haya
podido probar bajo testimonio legal de los hombres de la Paz que ha
habido persecución o emboscada, le será permitido purgarse de esta
acusación por juramento. Si se ha descubierto que es culpable, que entre
gue cabeza por cabeza, miembro por miembro, o bien, según decisión del
alcalde y de ios jurados, que se rescate honorablemente por la cabeza o
por el miembro, según la naturaleza de éste.»
BIOS ES LUZ
«Y entonces los griegos, que así estaban en conflicto con los francos,
vieron que ya no era cuestión de paz; y tuvieron consejo secretamente para
traicionarlo. Había allí un griego que estaba mejor visto por él que todos
los demás y que le había hecho entrar en conflicto con los francos más
que ningún otro. Este griego se llamaba Morchuflo ¡Alexis Ducas|.
De acuerdo y en connivencia con los otros, a media noche, cuando el
emperador Alexis dormía en su cámara, los que tenían que guardarlo,
Morchuflo en persona y los demás que estaban con él, los sacaron de su
lecho y lo arrojaron en una mazmorra, prisionero. Y Morchuflo se calzó las
botas rojas, ayudado y aprobado por los otros griegos, y se hizo emperador.
Después lo coronaron en Santa Sofía. Mirad si nunca fue hecha por nadie
tan horrible traición I...I
Cuando el emperador Sursac supo que su hijo estaba en prisión y que
aquél había sido coronado, tuvo gran temor y le acometió una enfermedad;
no duró mucho tiempo, murió. Y este emperador Morchuflo hizo dar ve
neno dos o tres veces al hijo que tenía en prisión; y no agradó a Dios
que éste muriera. Después de esto, lo estranguló para matarlo y cuando
lo hubo estrangulado, hizo decir por todas partes que había muerto de
muerte natural; y lo hizo enterrar como emperador, honorablemente; y
puso gran semblante de sentir aflicción. j...|
Entonces hubieseis visto abatir griegos y tomar caballos y palafrenes,
mulos y muías y otro botín. Hubo tantos muertos y heridos que aquello
no tenía fin ni medida. Una gran parte de los hombres principales de Gre
cia volvió hacia la puerta de Blanquema. Y era ya muy tarde al anochecer
y los del ejército estaban cansados de la batalla y de la matanza. Y comen
zaron a reunirse en una gran plaza que estaba en Constantinopla; y deci
dieron que acamparían cerca de los muros y de las torres de que se habían
apoderado; pues no creían que hubiesen podido vencer la ciudad en mi
mes, las fuertes iglesias y los fuertes palacios y el pueblo que estaba
dentro. Tal como se decidió así se hizo.
Acamparon delante de los muros y ante las torres, cerca de sus navios.
E l conde Balduino de Flandes y de Hainaut se alojó en las tiendas rojas
del emperador Morchuflo que éste había dejado puestas y su hermano
Enrique ante el palacio de Blanquema; Bonifacio, el marqués de Montfe-
rrato, con sus gentes al lado de la parte principal de la ciudad. El ejército se
hallaba acampado como habéis oído y Constantinopla tomada el lunes de
DIOS ES LUZ 65
Pascua Florida. Y el conde Luis de Blois y de Chartres había padecido
todo el invierno anas fiebres cuartanas y no se había podido armar. Sa
bed que era gran lástima para los del ejército, pues era muy buen caballe
ro en su persona y estaba acostado en un portal.
Así reposaron aquella noche los del ejército que estaban muy cansa
dos. Pero el emperador Morchuflo no descansó: reunió a todas sus gen
tes y dijo que iría a atacar a los franceses. Pero no. hizo lo que dijo: ca
balgó hacia otras calles, lo más lejos que pudo de los del ejército y llegó
a una puerta que se llama la Puerta Dorada. Por allí huyó y abandonó
"'tS-Sáldad; tras él huyó quien pudo huir, y de todo esto no supieron nada
los del ejército.
Aquella noche, por la parte del campo de Bonifacio marqués de Mont-
ferrato, no sé qué gentes que temían que los griegos los atacase», pusieron
fuego entre ellos y los griegos. Y la ciudad empezó a arder y a abrasarse
violentamente, y quemó toda esa noche y el día siguiente hasta la tarde.
Y fue el tercer fuego que hubo en Constantinopla desde que los francos
habían llegado al país. Y hubo más casas quemadas que las que hay en
las tres mayores ciudades del reino de Francia. j...¡
Entonces se publicó en todo el ejército por el marqués de Montferra-
to, que era jefe del ejército, y por los barones y por el duque de Venecia,
que todas las pertenencias fuesen aportadas y reunidas, como se había
convenido y jurado bajo pena de excomunión. Y fueron fijados los luga
res en tres iglesias, y se pusieron guardias de franceses y venecianos, de
los más leales que se pudo encontrar. Y entonces cada uno comenzó a
aportar el botín y a reunirlo.
El uno aportó bien y el otro mal, pues la codicia, que es raíz de todos
los males, no estuvo ociosa; pero los codiciosos comenzaron desde enton
ces a retener cosas y Muestro Señor comenzó a amarlos menos. ¡ Ah, Dios,
qué lealmente se habían comportado hasta ahora! Y el Señor Dios les
había mostrado que en todos sus asuntos los había provisto y cultivado
más que a cualquier otra gente; y muchas veces los buenos sufren perjuicio
a causa de los malos.
Fueron reunidos el dinero y el botín; y sabed que no todo fue entrega
do, pues hubo muchos que lo retuvieron, a pesar de ía excomunión del
papa. Lo que fue aportado a las iglesias fue juntado y repartido entre los
francos y los venecianos por mitad así como se había jurado en su con
trato. Y sabed que cuando hubieron repartido, jlos peregrinos] pagaion por
su parte cincuenta mil marcos de plata a los venecianos; y repartieron al
rededor de cien mil entre sus gentes. Y sabed cómo: dos sargentos a pie
por un sargento a caballo y dos sargentos a caballo por un caballero.
Y sabed que ningún hombre tuvo ventaja por rango o por méritos que
tuviera, sino según había sido decidido y establecido, a menos que no
fuese robado.
Y para el robo, aquel que fue convicto, sabed que se le hizo gran jus
ticia y que hubo muchos colgados. El conde de Saint-Pol hizo tomar con
el escudo al cuello a un caballero suyo que había retenido alguna cosa.
Y hubo muchos que retuvieron, pequeños y grandes, pero no se supo.
Podéis saber que mucho fue el caudal, pues sin lo que fue robado y sin
la parte de los venecianos, se entregaron unos cuatrocientos mil marcos
de plata y unas diez m il monturas, tanto de unas como de otras. El botín
de Constantinopla fue repartido como acabáis de oír. |...|
3
66 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
D el castigo de la bruja K a t la y de su h ij o O dd
Anselmo de Alejandría
« Tractaius de hereticis», hacia 1260-1270
«Hystoria albigensis»,
de Fierre des Vaux de Cemay
comprendida al fin: que los sordos oyen y los ciegos ven, Jesús
se muestra en la postura del maestro, del doctor, del que sabe,
.enseña. En su persona se celebran la sabiduría y el arte
del discurso. Las palabras que ha pronunciado y que todavía se
le ve pronunciar aportan la vida, aquella vida a la que los hom
bres se despertarán después de la muerte.
La muerte es un sueño. Si se pone la esperanza en Jesús, este
sueño será apacible. Y el despertar también, en la gran aurora
de la resurrección de los cuerpos. El gótico del siglo xin ya no
anuncia el fin del mundo de manera que haga temblar. Lo que
el año mil mostraba como un espantoso cataclismo se promete,
en esta época, por los señores de la Iglesia, como una liberación
gozosa. Los resucitados de Reims, los de Bourges, los de París,
se levantan de sus tumbas serenos, con gestos lentos, de dur
mientes que salen relajados del reposo; se estiran los cuerpos,
cuerpos jóvenes, en la edad de la plenitud, de una belleza que
conviene a la carne transfigurada. Se llaman unos a otros, se
reencuentran, reunidos en una comunidad perfecta que ya no
tendrá fin.
Antes de que sobrevengan esos tiempos de reconciliación, lo
esencial es confiarse. ¿A quién?, a la Iglesia. Es decir a la Virgen,
imagen de la Iglesia, la Virgen Madre. En el portal real de Char-
tres se había levantado su efigie al aire libre; todavía era hierá-
tica; apartada del tiempo, casi tan lejos como santa Fe de Con
ques. María era menos una persona que un signo, el instrumento
de la encamación, la sede de la divinidad, el trono de Dios. Cien
años más tarde, en Reims, hay estatuas de María por todas par
tes. En el vértice de todo el conjunto iconográfico, lanzada como
una flecha, está la Virgen coronada por su Hijo. Apoteosis. Esta
escena es la simple trasposición de las fórmulas litúrgicas de las
ceremonias de la Asunción: «la reina está sentada a su derecha
con un vestido de oro; él ha puesto sobre su cabeza una corona
de piedras preciosas». En esta fiesta de coronación, ángeles son
rientes que se parecen a los resucitados forman el necesario acom
pañamiento. Una consagración. Una delegación de soberanía.
Pero si recordamos que la Iglesia del siglo xm se identifica
con Nuestra Señora, se comprende el mensaje: le pertenece el
poder supremo en este mundo hasta el fin de los tiempos. Alinea
da detrás del papa, tras los arzobispos y los obispos, la Iglesia
quiere ser, como la Virgen en la gran vidriera de Chartres, impe
rial, asentada, como creía serlo el emperador del año mil, hasta
el punto de unión entre la naturaleza y la sobrenatuxaleza, entre
LA CATEDRAL, LA CIUDAD, LA ESCUELA 77
el pueblo de los hombres y el cielo donde entrarán todos, a con
dición de seguir los mandamientos de la Iglesia, de caminar rec
to, en buen orden, obedientes.
La eclosión del arte de las catedrales fue asombrosamente rá
pida. Chartres se construyó en veintiséis años, Reims, más de
prisa todavía entre mil doscientos doce y mil doscientos treinta
y tres. Tal vivacidad se explica por el impulso de prosperidad
que, surgiendo de los campos, arrebataba a la economía urbana.
Pero también fue efecto de otro desarrollo que no es disociable
del primero, el desarrollo del conocimiento. Toda catedral tenía
a su lado una escuela. Las más activas de esas escuelas se halla
ban en las provincias del arte de Francia, del arte gótico. Claro
está que también se estudiaba en los monasterios, pero el mo
nasterio era clausura. La escuela catedralicia, al mismo tiempo
que la economía mercantil, se expansionó cada vez más durante
el siglo xir.' En efecto, la función del obispo es difundir la pala
bra de Dios. La reforma eclesiástica hizo que esta función preva
leciera por el momento sobre todas las demás. Luego fue demasia
do pesada para que el obispo pudiera cumplirla por sí solo. Le
hicieron falta ayudantes que predicaran con él por todas partes
y, para formar estos predicadores, talleres bien equipados, pro
vistos de buenos libros, con buenos maestros que supieran co
mentarlos. Como cada vez se hacia más fácil viajar, los aventu
reros de la inteligencia se precipitaron hacia las mejores escue
las. Así se concentraron los estudios y sobre los mismos lugares
donde se alzan las obras maestras del arte gótico, en Laon, en
Chartres, en París que pronto superó a todas. Coincidencia en
tre los focos de la investigación intelectual y las vanguardias de
la creación artística.
El ciclo de los estudios>no había cambiado desde el primer
renacimiento de la cultura antigua, desde la época carolíngia.
Siete «artes liberales», como se decía. Tres disciplinas de inicia
ción: la gramática, la retórica, aprendizaje del discurso, y la dia
léctica, aprendizaje del razonamiento. Y cuatro disciplinas ter
minales que ayudan a descubrir las leyes misteriosas del univer
so: aritmética, geometría, astronomía y música. Estas siete vías
del saber 'conducían a la teología, reina de las ciencias, por la
que nos arriesgamos a penetrar en los secretos de Dios, interpre
tando sus mensajes, lo que él ha dicho, y otros signos invisibles
esparcidos por la naturaleza. El prodigioso éxito de las escuelas
de París, donde se formaron durante la segunda mitad del si
glo x i i todos los buenos obispos y todos los papas, se atuvo por
78 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
era aún inventada; diez años más tarde, en la nave, toma vida y
se empieza a poder reconocer en su follaje, en su verdad, cada
especie de plantas.
No se comprendería este arte si no se señalara lo que debe a
la cruzada, a los viajes por ultramar, recomenzados siempre con
la esperanza siempre fallida de reconquistar la tumba de Cristo
caída en manos de los infieles. Ante éstos estaba el fracaso. Los
cristianos orientales, considerados cismáticos, fueron al menos
vencidos y Constantinopla conquistada en 1204. Esta espléndida
ciudad desbordaba de tesoros. El saqueo fue completo, inolvida
ble. Con el oro y las mujeres se arrebataron las reliquias de las
que aquella ciudad santa estaba llena; reliquias de la Pasión,
con las arquetas historiadas, cubiertas de imágenes, que las con
tenían. Este botín maravilloso acentuó bruscamente la tendencia
que hacía más de un siglo inclinaba a los cristianos de Occiden
te a meditar sobre la vida terrenal de Cristo. Descubrían expre
siones que los artistas bizantinos, fecundos, habían sabido repre
sentar de la ternura y del sufrimiento. En Chartres, los escultores
posteriores al saqueo de Constantinopla no muestran ya al Cris
to Juez como un soberano glorioso, sino como un hombre des
pojado, exponiendo sus quejas, rodeado de los instrumentos de
su suplicio. Reims coloca por encima de toda la representación
al crucifijo. El cuerpo de éste, en el cuaderno de Villard de Hon-
necourt, se abate retorcido cuando es desclavado y los gestos que
hacen las santas mujeres para llorar su muerte vienen en línea
recta de Bizancio, sometida por un momento. Sólo algunos de
cenios separan esa imagen punzante de las arquerías desnudas
de Sénanque y del Thoronet; la historia, y sobre todo la historia
de la espiritualidad cristiana, marchaba entonces muy de prisa.
Entre tanto se había producido un giro capital. Inocencio III,
papa inteligente, había comprendido que para responder a la
expectación del pueblo fiel, ávido de una enseñanza sencilla, ator
mentado por su enriquecimiento y que soñaba con escapar a la
corrupción del dinero para desarmar también a la herejía puru-
Iante e invasora, había que dejar actuar a dos jóvenes. Eran sos
pechosos: pretendiendo ir directamente al pueblo, queriendo
ser totalmente pobres, partiendo con los pies desnudos acompa
ñados de sus discípulos vestidos de saco, como los discípulos
de Jesús, hablando en la lengua vulgar que los indigentes podían
comprender. Estos dos hombres, santo Domingo de Guzmán y
san Francisco de Asís, representaban toda la renovación del mun
do. El primero venía de una escuela catedralicia, la de Burgo de
LA CATEDRAL»-LA CIUDAD, LA ESCUELA 81
Osma, en España; el otro de una ciudad mercantil, Asís, en Italia,
Giotto ilustró la vida del «pobrecito» un siglo después de la
muerte de Francisco. Realizaba un -encargo de la curia romana
y por eso evidentemente deformó y manipuló el recuerdo por las
necesidades de una propaganda, pero no demasiado. De joven
era Francisco inmensamente rico, su padre era traficante de pa
ños, él recibió la educación de un caballero, era lírico y se prendó
de la cortesía y de las canciones. De repente oyó que el Crucifi
cado le hablaba, le decía que reconstruyera la Iglesia y para eso
renunciara a todo. Aquí se sitúa la escena dramática; en plena
ciudad de Asís, en la plaza mayor, ante los patricios vestidos coa
sus atavíos y su orgullo, Francisco se quedó desnudo; se envol
vió en el manto de su obispo, afirmando con este gesto que él no
se desviaba, que él no era, como tantos adeptos de la pobreza, un
hereje adversario del clero, que él permanecía sometido a la au
toridad eclesiástica. Inocencio I I I le ve en sueños, sosteniendo
la Iglesia que se desploma. Autoriza a predicar el Evangelio a
este hombre que no es un sabio, que no es sacerdote, que no se
inquieta por la marcha de las cosas, que conversa con los pája
ros, extendiendo su canto de alabanza a la naturaleza entera, di
ciendo que también ella es buena puesto que sale de las manos
de Dios. La palabra sembrada en las ciudades de Umbría y de
Toscana por Francisco y los amigos que le siguieron invitaba a
la penitencia, a vivir como había vivido Jesús, a imitarlo. Y Fran
cisco llevó tan lejos este mimetismo que llegó a llevar sobre su
cuerpo los estigmas de la Pasión. Cuando murió, descarnado,
llorado por sus hermanos en pobreza y por su hermana santa
Clara, a la manera que había sido llorado Cristo muerto en los
frescos bizantinos, todo el mundo lo tenía por un santo y mu
chos por un nuevo Jesús. La Iglesia no tuvo más remedio que
honrarlo como tal, esforzándose tanto como pudo en atenuar lo
que había de contestación radical de sus pretensiones temporales
en el mensaje lanzado por aquel loco de Dios.
Domingo fue menos celebrado. No porque su acción hubiese
sido menos profunda. La congregación que fundó, también una
fraternidad de pobres, la orden de Predicadores, estaba dedica
da a hablar; se aplicó en principio a desarraigar la herejía cáta-
ra; proporcionó a la Iglesia romana el armazón dogmático que
todavía le faltaba y que aseguró efectivamente su triunfo sobre
las sectas heréticas. ¿No fue dominico el héroe de la teología
católica, Tomás de Aquino? Pero los dominicos eran intelectua
les, gente de escuela, razonadores; se dirigían al entendimiento.
82 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
«Flores Historiarían»
eran más de cien, les vaciaron los ojos y les cortaron la nariz, pero dejan
do un ojo a uno de ellos para que -condujera a los demás a Cabaret...»
xHystoria albigensis»,
de Pierre des Vaux de Cemay
« Hystoria albigensis»,
de Pierre des Vaux de Cemay
<tSe hizo salir del castillo a Aimerico, que había sido señor de Mon-
treal, y alrededor de ochenta caballeros más. El noble conde propuso que
todos fueran colgados; pero cuando Aimerico, que era mayor que los
otros, fue ahorcado, se rompieron las horcas porque no habían sido fija
das bien en tierra a causa de la excesiva precipitación. El conde, al ver
el mucho retraso que resultaría de ello, ordenó matar a los otros. Los
peregrinos se acogieron a esto con gran avidez y los mataron en aquel
lugar con la mayor rapidez. Se arrojó a un pozo a la dama del castillo-,
LA CATEDRAL, LA CIUDAD, LA ESCUELA 85
qae era la hermana de Aimerico y la peor de los herejes, y el conde la
biza cubrir de piedras. Nuestros peregrinos quemaron a innumerables
herejes con inmensa alegría.»
«Hystoria álbigensis»,
de Fierre des Vaux de Ceraay
« Hystoria albigensis»,
de Fierre des Vaux de Cemuy
«Crónica»,
de Guillermo de Puylaurens
La suerte de l o s h e r e je s de M in e r v e , e .h j u l io de 1210
«... el abad ordenó pues que el señor del castillo y todos los que esta
ban en el interior, incluso los creyentes de los herejes, salieran a condición
de que quisieran reconciliarse y ponerse a disposición de la Iglesia y de
jasen el castillo al conde; incluso los herejes perfectos, de los que había
una numerosa multitud, saldrían si querían convertirse a la fe católica.
A estas palabras, un noble totalmente católico, Roberto Mauvoisin, oyen
do que los herejes, por cuya pérdida habían venido los peregrinos, serían
liberados, temiendo que el miedo no les llevara a prometer cumplir lo que
los nuestros querían, visto que ya estaban cautivos, se opuso al abad. Dijo
que los nuestros no lo seguirían de ninguna manera; a lo que el abad res
pondió: «N o temáis nada, yo creo que muy pocos se convertirán.» Después
de haber dicho esto, los nuestros, precedidos por la cruz y seguidos por
la bandera del conde, entran en la ciudad cantando el Te Deum laudamus
y van a la iglesia después de haberla reconciliado, colocan la cruz del
Señor en lo alto de la torre y ponen además la bandera del conde; Cristo
había tomado la ciudad y era justo que su bandera pasara delante y fuera
colocada en el lugar más elevado, atestiguando la victoria cristiana. El
conde no entra todavía.
Hecho esto, el venerable abad des Vaux de Cemay que estaba en el
asedio con el conde y se ocupaba de los asuntos de Jesucristo con un celo
único, al oír que había una multitud de herejes reunidos en una mansión,
se dirigió allí profiriendo palabras de paz y frases de salvación, deseoso
de convertirlos al bien pero ellos interrumpen sus palabras y dicen to
dos a una voz: «¿Qué nos predicáis? Rehusamos vuestra fe. Rechazamos la
Iglesia romana. Trabajáis en vano. Pertenecemos a una secta de la que ni
la muerte ni la vida nos podrían arrancar.» A estas palabras el venerable
abad sale en seguida de la mansión y llega hasta las mujeres que estaban
reunidas en otra casa para llevarles la palabra de la predicación. Pero él,
que había hallado a los hombres heréticos duros y obstinados, encuentra
a las mujeres todavía más duras y más profundamente obstinadas. Luego
nuestro conde entra en el castillo y, como hombre católico que quería
que todos se salvaran y llegaran al conocimiento de la verdad, viene allí
donde los herejes estaban reunidos y comienza a decirles que se conviertan
a la fe católica; pero como no pasaba absolutamente nada, les hizo llevar
fuera del castillo; eran ciento cuarenta herejes perfectos o más. Después
de haber hecho preparar un inmenso fuego, se les arroja allí a todos y no
fue necesario que los nuestros los arrojaran porque, obstinados en su error,
LA CATEDRAL, LA CIUDAD, LA ESCUELA 87
todos se precipitaban por sí mismos. Sólo escapan tres mujeres a las que
una noble dama, madre de Bouchard de Marly, salva del fuego y reconcilia
con 1a Iglesia.»
«Hystoria albigensis»
de Fierre des Vaux de Cemay
4
98 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
«En este año sucedió también que a un abad del Císter le robaron una
gran suma de dinero. Ocurrió también que por mediación de un hombre
que vivía en CMteau-Landon y que había sido preboste, por lo que se
llamaba todavía Jehan Frevost, se acordó entre él y un malvado brujo
que se procuraría saber quiénes eran los ladrones, y que éstos se verían
obligados a restitución, de la manera que sigue. En primer lugar, hizo
hacer con ayuda de dicho Jehan Prevost un escriño o canasto y meter
dentro un gato negro; luego lo hizo enterrar en el campo junto a una
encrucijada, le preparó su comida y lo puso en el canasto durante tres
días: con pan remojado y rociado con crema, óleo sagrado y agua bendita.
Y a fin de que no muriese el gato así enterrado, había once agujeros en
el escriño y once largas cánulas que sallan de la tierra donde había ente
rrado el escriño, gracias a lo cual el aire pudo entrar y respirar el gato.
Pero ocurrió que los pastores que llevaban sus ovejas a los campos pasa
ron por esta encrucijada según tenían por costumbres. Sus perros comen
zaron a olfatear y a sentir el olor del gato; encontraron en seguida el sitio
en que estaba y se pusieron a cavar y rascar con sus uñas creyendo que
habían olido un topo, y tan fuerte que nadie los podía mover de allí. Cuan
do los pastores vieron que los perros estaban tan obstinados se acercaron
y oyeron maullar al gato quedándose embobados. Y como los perros se
guían arañando, un pastor más viv;o que los otros fue a contar esto al
alguacil que se dirigió rápidamente al lugar y encontró el gato y la ma
nera en que había sido instalado. Se maravilló mucho, así como la gente
que había venido con el alguacil. Por esto el preboste de Cháteau-Landon
se sintió lleno de angustia ante la idea de saber cómo descubrir al autor de
tal maleficio, con qué fin y para quién, pues no entendía nada. Pero ob
servó, pensando dentro de sí mismo, que la arqueta era nueva, por lo
cual convocó a todos los carpinteros de la ciudad y les preguntó quién la
había, fabricado. Hecha la pregunta, se adelantó un carpintero y declaró
que había hecho este escriño a instancias de un hombre que se llamaba
Jehan Prevost, pero poniendo por testigo a Dios, no sabía con qué finali
dad lo había mandado hacer. Algún tiempo más tarde, dicho Jehan Pre
vost fue aprehendido; puesto en la prueba del fuego, muy pronto confe
só el hecho y laego acusó a un hombre que era eí principal responsable
y que había imaginado esíe maleficio y esta maldad que se llamaba Jehan
Persact. Además acusó a un monje del Císter, que era apóstata, como el
100 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
De la batalla en el V ig rafjo r d
pierna. Snorri dijo entonces que el doméstico era un imbécil de una es
pecie poco común al no haber pensado en esto.
Snorri Thorbrandsson era el menos abatido de los hermanos: por la
noche se sentó a la mesa al lado de su homónimo y comieron requesón
y después queso. A Snorri el godo le pareció que su homónimo no comía
mucho queso y le preguntó por qué comía tan lentamente. Snorri. Thor
brandsson respondió que cuando se les acababa de amordazar, los cor
deros no tenían ganas de comer. Entonces, Snorri el godo le palpó la
garganta y descubrió que se la atravesaba una punta de flecha en la raíz
de la lengua. Tomó unas pinzas y retiró la flecha. Después de esto, Snorri
Thorbrandsson comió. Snorri el godo curó a todos los hijos de Thorbrand.
Cuando el cuello de Thorodd comenzó a cicatrizar, la cabeza le quedó un
poco echada hacia delante. Thorodd dijo que Snorri quería curarlo para
hacer de él un inválido, pero Snorri declaró que esperaba que la cabeza
se enderezara cuando volvieran a anudarse los tendones. Pero Thorodd
no quiso oír nada de que se volviera a abrir la herida y de que se le pu
siera la cabeza más derecha.»
«Todos los que tienen una falsa libertad no buscan más que su propia
imagen.»
era vasallo del rey de Francia. Pero sobre todo era su rival. Para
defender su independencia se aferró al fondo cultural de sus pro
vincias insulares, a lo que quedaba de céltico, de escandinavo en
Gran Bretaña. Contra Caríomagno, contra Roldan y Oliveros, con-
los gustos franceses, contra Francia, los literatos dieron for
ma a la «materia de Bretaña» para agradar a su señor, Enrique
Plantagenet, rey de Inglaterra. Los constructores y los tallistas de
imágenes actuaron de igual modo, afirmando, como en Castel
del Monte y como en Lérida, la autonomía de una cultura nacio
nal. Dieron cuerpo a sueños forestales evocando, por fragosida
des y entrelazos, al rey Arturo, a Brocelianda, a las inmensas re
servas de caza donde los reyes y ios barones corrían el venado.
La fantasía se había liberado precozmente en la miniatura, arte
secreto y por ello independiente; permaneció durante mucho
tiempo reprimida en la arquitectura por el doble afán de raciona
lidad matemática y de renuncia cisterciense. Se la ve chisporro
tear bruscamente por todas partes en el siglo xxv, cuando se
desatan los lazos políticos que sujetaban la gran isla a Francia.
En Gloucester Abbey, levantada gracias a la limosna de los pere
grinos que venían a rezar sobre la tumba del rey Eduardo I I al
que se tenía por mártir, las bóvedas se convirtieron en arboledas
extravagantes. En las crujías del claustro acabó por desaparecer
toda la geometría de las estructuras, anegada en la exuberancia
de los follajes. La torre linterna de la catedral de Ely se había
hundido en 1325. Para reconstruirla, el maestro de la obra mandó
izar a lo alto del crucero ocho troncos de árboles. Más allá de
los grandes vanos donde se quería que las vidrieras fueran cada
vez más permeables a las iluminaciones, desde entonces la luz
cayó del punto culminante del espacio interior, donde el haz de
todas las oraciones se ata como una gavilla para ser lanzada a
lo más alto de los cielos. Cayó desde el lugar crucial de la comu
nicación mística, del centro del octógono de madera, vegetal
tanto por sus formas como por el material del que está hecho.
Esta corola se abría muy lentamente durante las horas matina
les, a medida que se levanta la bruma, lo mismo que la gracia di
vina, disipando las tinieblas, y se infiltra progresivamente hasta
lo más profundo del mundo.
F e d e r ic o II
«E ra un hombre astuto, trapacero, ávido, lujurioso, malicioso, irrita
ble. Y era al mismo tiempo un hombre lleno de valor cuando quería mos
trar sus bondades o amabilidades, benévolo, encantador, delicioso, activo;
sabía leer, escribir, cantar y componer cantinelas y canciones; era un
hombre hermoso y bien proporcionado, pero de talla media. Lo vi y lo
aprecié en seguida. Sabía igualmente muchas lenguas distintas. Para ter
minar, diré que si hubiera sido buen católico, hubiera amado a Dios y a la
Iglesia y a su alma, hubiera habido en el mundo muy pocos iguales entre
los soberanos |...|. Quiso saber por experiencia qué clase de lengua y de
idiomas tenían los niños cuando crecen sin hablar con nadie. Y mandó a
las sirvientas y a las nodrizas que dieran leche a ios infantes, que les hicie
ran tomar el pecho, que los bañaran y los limpiaran, pero no les mimaran
de ninguna manera ni les hablaran; pues quería saber sí hablarían hebreo,
la primera lengua que hubo, o el griego o el latín o el árabe, o bien la len
gua de sus padres de los que habían nacido. Pero se esforzaba en vano
pues todos los niños morían. Dio una excelente y copiosa comida a dos
hombres, envió uno a dormir y otro a cazar y a la noche les hizo sacar las
entrañas ante sus ojos porque quería saber cuál de los dos había digerido
mejor. |...|»
«Que s o n lo s brujos , a d iv in o s e in vo c ad o r e s de d e m o n io s
EL GIRO P E L SIGLO X IV
«Juan por la gracia de Dios, rey de Francia, eíc. 1. Porque muchas per
sonas, tanto hombres como mujeres, se mantienen ociosos en la ciudad de
París y en otras ciudades del Prebostado y Vizcondado de ésta y no quie
ren exponer sus cuerpos a hacer ningún trabajo, sino que unos vagabun
dean y otros están en tabernas y en burdeles, se ordena que toda clase de
tales gentes ociosas, o jugadores de dados, o encantadores en las calles,
o vagabundos, o mendigos de cualquier estado o condición que sean, ten
gan oficio o no, sean hombres o mujeres, que estén sanos de cuerpo y de
miembros, se expongan a hacer algunos quehaceres en los que puedan
ganarse la vida, o vacíen la ciudad de París o las otras ciudades de dicho
Prebostado y Vizcondado dentro de tres días después de esta llamada.
Y que si después de dichos tres días son hallados ociosos o jugando a los
dados, o mendigos, serán cogidos y llevados a la prisión a pan y tenidos
así por espacio de cuatro días; y cuando hayan sido liberados de dicha
prisión, si son hallados ociosos o si no tienen bienes con los que puedan
mantener su vida, o si no tienen garantía de personas suficientes, sin frau
de, a las que hagan trabajos o sirvan, serán puestos en la picota; y la
tercera vez serán marcados en la frente con un hierro caliente y desterra
dos de dichos lugares.
2. Item, se perseguirá con el obispo u oficial de París y con ios religio
sos jacobinos, franciscanos, agustinos, carmelitas y otros que digan a los
hermanos de su orden que cuando sermoneen en parroquias y en otras
partes y también los curas en sus propias personas digan en sus sermones
que los que quieran dar limosnas no las den a nadie sano de cuerpo y de
miembros, ni a gentes que puedan hacer trabajo, puesto que pueden ga
narse la vida; sino que las den a gentes ciegas, y a otras personas mise
rables.
3. Item, que se diga a los que guardan y gobiernan los hospitales o ca
sas de Dios que no alberguen a tales truhanes o a tales personas ociosas,
si no son impedidos o enfermos o pobres de paso sólo una noche.
4. Item, los prelados, barones, caballeros, burgueses y demás digan a
sus limosneros que no den ninguna limosna a tales truhanes sanos de cuer
po y de miembros.»
R ecetas
« Civet de liebre.
Primero cortad la liebre por el pecho; y si está recientemente cogida,
como de uno o dos días, no la lavéis, sino ponedla a tostar sobre la pa
rrilla, esto es, asar sobre buen fuego de carbón o al espetón; tomad luego
cebollas cocidas y tocino en un pote y poned las cebollas con el tocino
y vuestra liebre en trozos y rehogadlo al fuego moviendo la cazuela rany
a menudo o rehogadlo en la sartén. Luego tostad pan y mojadlo en el
caldo con vinagre y vino; y antes habréis cocido jengibre, grano, clavo,
pimienta, nuez moscada y canela, y cuézanse y diluyanse agraz y vina
gre o caldo de carne; recogedlo y ponedlo aparte. Luego tostad el pan,
vertedlo en el caldo y colad el pan y no las especias por el tamiz, y po
ned el caldo, las cebollas y el tocino, especias y pan tostado, todo cocido
136 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
Garza
Cervatillo
«L e Ménagier de París»,
final del siglo xiv
8
LA FELICIDAD
cías era un placer el viaje. 'El que üsaeíañlos peregrinos del año
mil, pero sin pretexto religioso. Precedidos de heraldos, de fan
farrias, los elegantes y las elegantes desfilan, rivalizan en frivoli
dades y todos los refinamientos de los oficios se aplican a sofisti
car sus atavíos. Situemos en el centro del arte cortés a la alta
costura que disfraza el cuerpo, lo envuelve en irreal, exhibe y en
mascara alternativamente los atractivos del cuerpo, femenino o
masculino. Ante todo la fiesta es esto: vestirse de extravagancia.
Acumular sobre sí lo insólito y lo inútil, lo que tiene el mundo de
más rico y más vano. El oro y las piedras preciosas que los cris
tianos del siglo XI, que Suger y san Luis todavía apilaban en torno
a las reliquias, ahora están sembrados, rutilantes, sobre la carne
de los caballeros y de las damiselas. Para el gozo.
« Manual de Inquisidores»
LA FELICIDAD 147
T ercer ve r e d ic to : el t o r m e n t o
« Manual de Inquisidores»
«Manual de Inquisidores»
La jaquebia (1357)
P e r se cu c ió n de ju dío s en P a r ís , 1382
«Carlos L.| nos ha sido expuesto por los amigos de Philippot du Val,
velero de sebo que vivía en otro tiempo en 5a vieja calle del Temple en
París, que por el tiempo de la rebelión que fue hecha en París de muchas
gentes que allí vivían, que en el presente se le llama Maillez, en el mes de
marzo del año de gracia de mil C C C IIII° y uno, dicho Philippot, estando
en su hotel donde hacía su oficio, inocente y no sabiendo de ninguna re
belión o desorden que debiese ser hecho, oyó y vio a muchas gentes co
rriendo que decían: «Venid a ver, toda la comuna de París se agita y no
sabe por qué».- Luego fue dicho Pñifippot para ver a esos malhechores que
eran en gran número y tai corno parecía, muy malas gentes. Y vinieron a
él algunos y le dijeron: «S i tú no vas bien pronto a armar y hacer como
nosotros, nosotros te mataremos aquí en tu casa, dentro.» Y fue lastimado
porque no estaba armado. Y entonces huyó a su casa y dudó mucho de
que no fuese muerto o escarnecido por aquellas gentes.
Después de esto, vio y oyó a sus vecinos que decían que un grandísimo
número que llevaban mallas de plomo iban y corrían a Saint Martin des
Champs, porque ellos hacían muchos males. Dicho Philippot dudó que no
fuese hallado y muerto en su hostal, fue a dicho lugar de Saint Martin,
sin armadura ni bastón y fue al lugar donde se hallaba el acólito de un
impostor, el cual estuvo en grandísimo peligro de ser muerto por los que
llevaban dichas mallas. Y con él fueron hallados dos monjes prisioneros
en dicho lugar, los cuales fueron dejados ir, tal como se decía, por lo que
no vio nada.
Y también, ese mismo día por la tarde, dicho Philippot estaba retirado
en su dicho hostal y oyó el estruendo de las gentes que decían que las
gentes de las mallas entraban en casa del maestro Guillermo Porel y que
destruían todos sus bienes. Y salió a la calle donde encontró a su cincuen-
tenero, quien le dijo que iba a ver si era verdad. Y entonces fue allí a ver
sin ninguna armadura y encontró tropeles de aquéllos con mallas y malhe
chores que rompían por fuerza puertas, ventanas y cofres, comían y be
bían de los bienes del lugar y se pusieron a beber delante de dicho Philip
pot y saquearon y se llevaron gran cantidad de dichos bienes. Y oyó a
uno que llevaba dos medidas de sebo, que pueden valer V II I o X sueldos
parisinos, diciéndole: «Toma, tú eres velero, quédate este sebo.» Y dicho
Philippot lo tomó que no osó rehusarlo por temor de muerte; y fuera del
hostal se lo dio a otro.
Y luego dicho Philippot oyó decir que habían tomado a una mujer ju
día en la encrucijada del Temple y fue allí a ver y encontró que aquellas
gentes de las mallas la tenían y le decían: «Falsa judía, que forjaste los
clavos con que Dios fue clavadlo, si tá no te haces cristiana, te daremos
muerte.» Y ella decía que más prefería morir. La cual fue muerta y roba
da. Y del robo fue lanzado a dicho PMEippot la pelliza que era de poco
valor, y él tomó y en seguida entregó a otro de la compañía.
Ai día siguiente dicho Philippot, estando y haciendo sts quehacer en su
hostal, varios le dijeron: «Vea con nosotros, a ver a los judíos que se han
encontrado en el Temple.» El cual fue a llí para verlos y halló que estaban
muertos por los dichos de las mallas y que se íes robaba y despojaba de
su dmera y ropas-
152 EUROPA EN LA EDAD MEDÍA
Mirando aquellos muertos, uno de los ladrones le dijo: «Ven con noso
tros a beber y huye de aquí y así procederás con prudencia.» El cual fue
allí y comió y bebió con varios de aquellos malhechores por el temor que
tenía de ellos. Y le dieron I I sueldos parisinos del pillaje de aquellos ju
díos los cuales no osó rehusar y los tomó y los dio ai hospital de París.
Después de este día, estando dicho Philippot en su hostal vio multitud
de gentes que llevaban a bautizar a Saint Germaia en Greve a dos judíos,
y entre ios demás había un escudero a quien dichos judíos habían dado
todo lo que tenían, para que ellos fuesen cristianos y les saivase la vida.
Dicho Philippot fue allí para verlos bautizar. Y después fue con dicho es
cudero y más de L X personas que iban a buscar el dinero de aquellos
judíos que habían dado a dicho escudero. Cuyo dinero estaba en casa de
Roger Gresillon. Y le dio dicho escudero l i l i francos y a todos los otros, a
uno más y a otro menos. Pero al partir del hostal hallaron varias gentes de
extrañas lenguas que por fuerza les robaron, especialmente a dicho escu
dero, a dicho Philippot, y a varios otros de su compañía, lo que tenían de
dicho dinero.»
«Ya sabéis, tal como está contenido más arriba en nuestra historia,
cómo el señor Guillermo de Lignac y el señor Juan de Bonne-Lance y va
rios otros caballeros y escuderos de Auvemia y del Lemosín habían ase
diado el castillo de Ventadour, y Geoffroy Téte-Noire dentro. Y duró este
sitio más de un año, pues el castillo es tan fuerte que, por asalto que se
pudiera hacer, no se ha de conquistar y dentro estaban provistos de todas
las cosas necesarias que les hacían falta para siete u ocho años aunque
no tuviesen nada nuevo. Los compañeros que estaban dentro y que lo
habían sitiado con bastidas venían a la vez a hacer escaramuzas como po
dían; y allí, durante el sitio, hubo muchas escaramuzas de armas; y había
a la vez heridos de los unos y de los otros. Sucedió que en una escaramu
za que hubo, Geoffroy Téte-Noire avanzó tan adelante que del tiro de una
ballesta fueron atravesados el bacinete y la cofia; y fue herido de un golpe
en la cabeza tanto que tuvo que yacer en el hecho; de que todos lo cam
paneros se encolerizaron; y en el término en que se halló tal estado, cesa
ron todas las escaramuzas. De esta lesión, si se hubiese guardado bien,
pronto hubiese estado curado; pero mal se guardó, especialmente de for
nicación de mujer; la carne lo corrompió y murió de ello. Pero antes de
que lo tomase la muerte, tuvo mucho conocimiento; le fue dicho que
se había guardado mal y que estaba y yacía en gran peligro y que quisiera
pensar en sus quehaceres y en sus ordenanzas. Pensó en ello. En primer
lugar hizo venir ante él y en su presencia a todos los soberanos compa
ñeros de la guarnición y cuando los vio se sentó en medio del lecho y Ies
dijo así: «Gentiles señores y compañeros, siento y conozco bien que estoy
en peligro y en aventura de muerte. Y hemos estado largo tiempo jimios
y hemos tenido buena compañía unos con otros. Yo os he sido jefe y ca
pitán leal según mi poder; y vería con gusto que viviendo yo tuvieseis un
capitán que ieaímente se portase con vosotros y guardase esta fortaleza,
pues la dejo provista de todas las cosas necesarias que corresponden para
LA FELICIDAD 153
guardar un castillo: "vmo, víveres, artillería y todas las demás cosas. Tam
bién os ruego que me digáis entre vosotros y en genera1 si habéis previsto
ni elegido capitán, ni capitanes, que os sepa, u os sepan llevar y gobernar
en la forma y manera que las gentes de armas aventureras deben ser
llevadas y gobernadas. Pues mi guerra ha sido siempre tal que ea. el fuerte
yo no tuviera cuidado de para quién sino de que allí hubiese provecho.
Además, a la sombra de la guerra y querella del r e y de Inglaterra me he
formado la opinión, pues siempre me he hallado en tierra de conquista;
y allí se deben traer y tener siempre compañeros aventureros que pidan,
armas y deseen avanzar. £n esta frontera hay buen país fructífero y por
añadidura gran cantidad de bienes, aunque hasta el presente nos hagan la
guerra y mantengan el sitio; pero eso no ha de durar siempre. Este sitio
y estas bastidas se romperán un día, Pero respondedme a este propósito
de que os hablo si habéis elegido capitán o hallado o previsto.»
Todos los compañeros se callaron un poco y cuando él vio que se ca
llaban, íes refrescó con dulces y nuevas palabras diciéndoles: «Creo que
esto que os pregunto lo habéis pensado poco; estando en este lecho yo he
pensado por vosotros.
—Sire, respondieron entonces, lo creemos y nos sería más aceptable
y agradable si viene de vos que de nosotros; y vos nos lo diréis si os place.
—Sí, respondió Geoffroy Téte-Noire, os lo diré y nombraré. Gentiles se
ñores, dijo Geoffroy Téte-Noire, sé muy bien que siempre me habéis amado
y honrado, así como se debe hacer a su soberano y capitán; y a mí me
agradaría mucho, si lo acordáis, que tengáis como capitán a hombre que
descienda de mi sangre mejor que de ninguna otra. Ved aquí a Alain
Roux, mi primo, y a Pierre Roux, su hermano que son buenos hombres
de armas y de mi sangre. También os ruego que queráis tener y recibir a
Alain como capitán; y que ie juréis en mi presencia, fe, obediencia, amor,
servicio y alianza, y también a su hermano; pero de todos modos quiero
que la soberana carga esté sobre Alain.» Respondieron: «Sire, de buen
grado y vos lo habéis elegido y escogido bien.» Allí Alain Roux fue jurado
por todos los compañeros y también lo fue Pierre Roux su hermano. Cuan
do se hubieron hecho y hubieron pasado todas estas cosas, Geoffroy Téte-
Noire habló todavía y dijo: «Ahora bien, señores, habéis obedecido a m i
placer. Sé que estáis contentos y por eso quiero que compartáis aquello
que habéis ayudado a conquíste. Os digo que en esta arca que veis ahí,
y entonces la señaló con ei dedo, hay hasta la suma de treinta mil fran
cos. Quiero ordenarlos, darlos y dejarlos en conciencia y vosotros cum
pliréis lealmente mi testamento. Decid sí.» Y todos respondieron: «Sire,
sí.» «En primer lugar, dijo Geoffroy, dejo a la capilla de San Jorge que
está en este recinto, para las recepciones, diez mil quinientos francos.
Luego, a mi amiga que me ha servido lealmente, dos mil quinientos fran
cos, y después a mi acólito quinientos francos. Además, a Alain Roux
vuestro capitán, cuatro mil francos. Y a Pierre Roux su hermano, dos
mil francos. Y a mis ayudas de cámara quinientos francos. A mis oficiales,
mil quinientos francos. Item el resto io dejo y ordeno tal como os diré.
Sois, según me parece, treinta compañeros a una; y debéis ser hermanos,
en una alianza, sin que haya entre vosotros debate, n i burla, ni riña. Todo
lo que os he dicho bailareis en el arca. Repartid entre vosotros treinta, el
resto, tranquilamente y si no podéis estar de acuerdo y el diablo se mete
entre vosotros, ved allí un hacha buena y fuerte y bien cortante y romped
154 EUROPA EN JLA EDAD MEDIA
lean Froissart
« Crónica»
«Tres días estuvo ei rey en Beziers en gozo y recreo con las damas
y damiselas antes de que Betisac fuese anulado ni demandado; pero los
inquisidores, que estaban comisionados por el consejo del rey, hacían
celosamente y secretamente una encuesta sobre él. Por encuesta hallaron
varios casos horribles acerca de él, los cuales no se podían perdonar.
Ocurrió que al cuarto día en que el rey hubo estado allí, fue demandado
ante el consejo del rey y encerrado en una cámara y examinado y le fue
dicho así: «Betisac, mirad y responded a estas cédulas que veis aquí.»
Entonces le fue mostrada una gran cantidad de cartas y de quejas, las
cuales habían sido traídas a Beziers y dadas al rey a manera de suplica
ciones, todas las cuales hablaban y cantaban del loco gobierno de Betisac
y de las impresiones y extorsiones que había hecho al pueblo. Todas le
fueron leídas en su presencia, una tras otra. A unas respondió bien y pru
dentemente para sus defensas y a otras no y dijo de éstas: «N o tengo
ningún conocimiento; habladlo a los senescales de Beaucaire y de Car-
casona y ai canciller de Berry.» Finalmente por eí momento se le dijo que
para purgarlo convenía que estuviera en prisión. Obedeció y hacerlo así
le convino. Tan pronto como fue aprisionado, los inquisidores fueron a su
hospedaje y tomaron todos los escritos y las cuentas en que se había mez
clado desde hacía tiempo y las llevaron consigo y las revisaron con gran
cuidado y hallaron, muchas cosas diversas y grandes sumas de dinero, las
cuales había tenido y sacado del tiempo pasado en las senescalías y seño
ríos deí rey ya dicho, y k>s números eras tan grandes que los señores, al
oír leer, estaban tocos asombrados- Entonces fu e demandado y llevado de
nuevo ante el consejo. Cuando hubo veaido se le mostraron sus escritos y
XA FELICIDAD 155
tigacíón sobre él por todas partes, y tal era la fama que quien nada
sabía preguntaba si esto iba adelante y ver a gentes de todas partes venir
a Beziers y preguntar por el hostal del rey y echar en aquel lugar supli
caciones y quejas crueles y dolorosas sobre Betisac. Algunos se quejaban
de que Betisac les había desheredado sin causa y sin razón; otros se que
jaban de la fuerza que les había hecho a sus mujeres o a sus hijas. Debéis
saber que cuando tantos casos caían sobre Betisac, los cónsules del rey
estaban cansados de oírlo; pues por lo que las quejas subían, era dura
mente odiado del pueblo; y todo le venía, ai parecer, por cumplir el gusto
y voluntad del duque de Berry y para Henar su bolsa. Los cónsules del
rey no sabían qué hacer; pues habían venido dos caballeros de parte del
duque de Berry, el señor de Nantouillet y el señor Fierre Mespin, que
aportaban y habían aportado cartas de crédito al rey; y defendían estos
caballeros, de parte del duque de Berry, todo lo que Betisac había hecho
en tiempo pasado, y requería el duque de Berry ai rey y a su consejo para
que devolviera a su hombre y tesorero. El rey había acogido a Betisac con
gran rencor por el fuerte escándalo y la fama diversa y cruel que corría
acerca de él; y se inclinaban el rey y su hermano en tan gran manera que
se vio perdido. Y decían que bien lo habían perjudicado. Pero los cónsu
les del rey no se atrevían a juzgarlo. Temían irritar al duque de Berry.
Y así se dijo al rey: «Sire, en el caso de que monseñor de Berry defienda
todos los hechos de Betisac como buenos, sean los que sean, no podemos,
ver, por ninguna vía de razón, que Betisac haya perjudicado, pues' en el
tiempo en que él se metió en las comarcas de aquí para asentar y poner
talas, subsidios y ayudas, tomar y alzar, monseñor de Berry, en cualquier
instancia que lo hiciera, tenía poder real como vos tenéis al presente. Pero
se podrá hacer una cosa según los artículos de sus delitos, tomar todos
sus muebles y pertenencias, y dejarlo en el punto en que lo tomó primero
monseñor de Berry, y restituir y dar a los pobres, por las senescalías, a
los que él más ha estrujado y empobrecido.» ¿Qué más os voy a decir?
Betisac estuvo a punto de ser liberado, claro que quitándole todo lo suyo,
cuando llegaron otras noticias; yo os diré cuáles. No sé ni puedo saber
más que por su conocimiento si era tal como se juzgó y dijo: que él había
sido mucho tiempo hereje y había hecho una cosa muy maravillosa y
desgraciada. Según lo que se me informó, vinieron de noche a Betisac
para asustarlo y se le dijo: «Betisac, vuestros afanes están en muy mala
situación, el rey de Francia, su hermano, y el duque de Borbón su tío os
han acogido mortalmente, pues les han llegado acerca de vos tantas que
jas diversas, de diversos lugares de las opresiones que habéis hecho por
ahí en el tiempo que habéis gobernado Languedoc, que todos consideran
que hay que prenderos y ni siquiera podéis pasar por vuestro señorío. Se
le ha ofrecido al rey; pero el rey, que os odia mortalmente, ha respondido
que vuestro señorío es suyo y el cuerpo también y no seréis guardado
largo tiempo; os lo decimos bien, pues mañana de día se os entregará; y
suponemos bien, por las apariencias que vemos- y hemos visto, que seréis
juzgado a muerte.» Esta palabra espantó grandemente a Betisac y dijo
a los que le hablaban: «Ah, Santa María. ¿Y no hay ningu-na razón que
pueda aducir? —Sí, respondieron ellos: por la mañana decid que queréis
hablar al consejo del rey, vendrán a hablar con vos u es enviarán a buscar.
Cuando estéis en su presencia les diréis: “ Monseñores, entiendo haber
irritado demasiado a Dios y por la irritación que Dios tiene sobre m i me
LA FELICIDAD 157
Jean Froissart,
« Crónicas»
9
LA MUERTE
6
162 EUROPA EN LA EDAD MEDIA;
te. Los cuadrilleros del mal usan una estratagema para triunfar:
lanzan cebos uno tras otro, hacen espejear todo lo que el agoni
zante ha deseado toda su vida, pues es lo que conviene hacer a la
hora del traspaso, rememorar las concupiscencias que en otro
tiempo han hecho tropezar, no para lamentarlas, para maldecirlas,
para deshacerse de ellas para siempre. He aquí pues la visión
tentadora de lo que el pecador ha tenido en sus manos, ha queri
do guardar: el poder, el oro, todas las irrisorias riquezas que no
se lleva consigo y evidentemente la mujer. El buen cristiano re
chaza todo eso, proclamando la vanidad de las cosas perecederas.
Morir es predicar un poco. Por eso hay que morir en público, para
distribuir en tomo a sí, a todos aquellos que allí están todavía
vivos, una lección de renunciamiento. No obstante, el «arte de
morir», recuerda cuán dudosa es la lucha, que no se salva uno solo
y que conviene tender los brazos en buen momento hacia el Sal
vador, es decir hacia Cristo en la cruz. Confiarse, en la esperanza:
en seguida los demonios huyen y el alma está salvada.
¿Pero y el cuerpo? ¿Este cuerpo «sabroso y tierno» del que
tanto se ha gustado disfrutar? El cristianismo que revela el arte
al secularizarse se ordena alrededor de esta cuestión primaria:
¿Qué sucede al cuerpo de los difuntos? La religión del pueblo es
naturalmente funeraria. La muerte es transición. Sobre el suelo
queda un objeto: el cadáver. En tomo a él debe desplegar sus
fastos un ceremonial. El uso impone una última fiesta, como para
las bodas, para la entrada de los príncipes en las ciudades, acu
mulando las larguezas en tomo a un héroe, el difunto. Sus des
pojos son engalanados, acicalados, embalsamados si se es bas
tante rico, largamente expuestos, conducidos en cortejo por todos
los amigos, los cofrades y los pobres hasta su última morada. Se
quiere que esto sea solemne. La obra principal de arte del si
glo xiv no es la catedral; más que el palacio, es la tumba. Cuando
una familia había adquirido cierta riqueza se preocupaba de sus
traer a los suyos de la fosa común, de esos osarios donde las
carretas iban a verter deprisa los despojos de los indigentes. La
familia encargaba que fuese dispuesto un lugar de reposo aná
logo al de los santos, al de los reyes de Saint-Denis, donde ma
rido, mujer, hijos, primos vendrían a alinearse uno al lado de
otro. Para la mayoría era una simple losa. Pero había de ser tan
decorada como fuera posible: usa figura, figuras de los desapa
recidos, mostrados tal como se Ies había visto por última vez
sobre el lecho funerario, vestidos, adornados, armados si eran
caballeros o bien arrodillados juntos ante la Virgen de la Mise
LA MUERTE 163
ricordia, los hombres a la derecha, las mujeres a la izquierda,
como en la iglesia. En todo caso, sus nombres grabados y sus
divisas a fin de identificarlos, pues el muerto quiere ser recono
cido. Pretende no salir de las memorias, que se le sepa allí, hasta
el fin del mundo, hasta que los cuerpos resuciten. Todos esos
difuntos gritando desde ultratumba, suplicando al que pasa que
llame a la misericordia divina para ellos. Estas piedras sepulcra
les pavimentaban por completo las cercanías y el interior de la
iglesia. Hacer testamento en aquella época es en primer lugar
escoger una sepultura, establecer rentas para asegurarse servi
cios religiosos, aniversarios perpetuos, doscientas misas de re
quiera, mil misas, cien mil misas, y todo un proletariado de
sacerdotes vive de las pensiones así dadas, y en todas las ciuda
des se enriquece una próspera corporación de tallistas de tum
bas. El dinero bien o mal ganado durante la vida iba en otro
tiempo a los monasterios, servía para construir claustros y cate
drales ; ahora se emplea sobre todo en edificar y embellecer pe
queños santuarios familiares.
Estos monumentos son a la medida de cada fortuna. No hay
igualdad en la tumba: la sociedad de los muertos está tan com-
partimentada como la de los vivos, jerarquizada, la humanidad
pasa al más allá tal cual es, con sus grados, sus dignidades y sus
oficios. Durante la alta Edad Media, la evangelización de Europa
había vaciado lentamente las tumbas de estas armas, estos uten
silios y estos adornos, espléndidos o insignificantes, que los muer
tos se llevaban consigo a la otra vida. Cuando a partir del siglo
xili, la predicación de franciscanos y dominicos hizo del cristia
nismo una religión verdaderamente popular, las sepulturas vol
vieron a cubrirse de adornos. Lo mejor de la creación artística
vino entonces a aplicarse a»algunos sepulcros, la de los podero
sos de la tierra.
Para que Enrico Scrovegni, el riquísimo usurero de Padua
reposara en paz, pero también en un marco digno de su grande
za pasada, el mejor pintor del mundo, Giotto, fue invitado a cu
brir la capilla funeraria con obras maestras. No hay que olvidar
que estos frescos son, como las pinturas del Valle de los Reyes,
los accesorios de un culto a los muertos. Convergen hacia la tapa
del sarcófago donde se ve esculpido el cuerpo del difunto dur
miendo. ¿Vivo o muerto? En todo caso el mismo, identificable
en sus rasgos. Ante todo se esperaba del arte de los constructo
res de tambas que fijara hasta el juicio final la inmóvil fisonomía
de tal hombre o de tal mujer. Se querían retratos parecidos. En
1 64 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
Un c u r io s o m a l : l a i o s f e r in a
«En esta época los niños cantaban por la tarde al ir a por vino con mos
taza; «Vuestro coño tiene tos, señora; tiene tos, tiene tos.» Ocurrió en efec
to, por capricho de Dios, que un aire malo y corrompido se abatió sobre el
mundo que hizo perder el bebser, el comer y el sueño a más de cien mil
personas en París, Se tenía dos o tres veces al día una fiebre muy fuerte,
sobre todo cada vez que se comía; todo alimento os parecía amargo, ma
lísimo y hediondo; a continuación se temblaba y por último, lo que
era peor, el cuerpo perdía todas sus fuerzas. Este mal duró, sin cesar, tres
semanas y más. Y comenzó por cierto hacia finales de marzo y se le llama
ba «E l golpe» o «E l porrazo». Y los que no lo tenían o ya se habían curado
se burlaban de los demás diciendo: «¿Lo tienes? Me parece que has can
tado: vuestro coño tiene tos, señora.» Pues además de todo lo que acabo
de decir, este mal daba una tos tan fuerte, un catarro tan cruel, una tal
ronquera que ya no se cantaba en las misas mayores en París y muchos,
a fuerza de toses, se rompieron los órganos genitales por el resto de su
vida. Mujeres encintas, que estaban lejos de su término, dieron a luz pre
maturamente sin ayuda de nadie a fuerza de toser, lo que no dejaba de
traer la muerte para la madre y para el niño. Cuando se acercaba la cu
ración, los enfermos lanzaban mucha sangre por la boca, por la nariz y
172 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
por abajo, lo que asustaba mucho, y sin embargo nadie se «aoráa. Pero
había trabaje para curarse, pues se necesitaba contar unas seis semanas
después de la curación completa antes de que volviera el apetito; y ningún
médico sabía decir de qué mal se trataba.»
D e te n cio ne s y m at an za s de l o s A r m ag nacs
xo, y entraron ea «lia íaaíos parisinos que los jefes de la cotradia afirma
ban que habían tenido que mandar hacer más de 60 docenas de sombreros
y sin embargo faltaban antes de mediodía. La iglesia de San Eustaquio
estaba llena a rebosar y olía tan bien que se hubiera dicho lavada con
El ham bre
en los campos, o por sus niños que .gritaban de hambre en casa, no po
dían tener pan, había que oír sus quejas y sus lamentaciones y a los niños
que gritaban: «¡M e muero de ham bre!»
Sobre los montones de estiércol en París hubieseis podido encontrar 20
o 30 niños, muchachos o muchachas, muriendo de hambre y de frío y no-
ta y corazón tan endurecido que al oírlos gritar: «¡Hay, me muero de ham
bre!», no hubiese sido trastornado y conmovido por la piedad. Pero los
pobres jefes de familia no podían venir en su ayuda sin pan, sin trigo, sin
madera ni carbón. Y el pobre pueblo estaba tan abrumado de buscar
noche y día que nadie podía ayudarse... El 27 de diciembre, Catalina de
Francia, con quien se había casado el rey de Inglaterra, partió para Ingla
terra: dejó al rey su padre con mucha emoción. El rey de Inglaterra dejó
al duque de Clarence y a otros dos condes como capitanes de París y ellos
hicieron muy poco bien. El sextario de trigo alcanzó entonces los 32 fran
cos y más, el sextario de cebada 27 y 28 francos y ei pan de 16 onzas -8
blancos. En cuanto a los pobres, no podían comer guisantes o habas a.
menos que se les regalaran. Una pinta de vino ordinario costaba por lo me
nos 16 dineros. No hacía tanto tiempo que se hubiera tenido m ejor o tan
bueno por 2 dineros.»
La llegada de l o s r o m a n íe s
«En su juventud, era vivo cíe naturaleza. Cuando ésta comenzó a com
prenderse a sí misma y se dio cuenta de que para sí misma era una pe
sada carga, esto le fue amargo y penoso. Buscó tretas y grandes peniten
cias para someter el cuerpo al "espíritu. Llevó algún tiempo una camisa
de crin y una cadena de hierro hasta que la sangre corría en fuente, tanto
que tuvo que quitárselas. Se hizo hacer en secreto un vestido interior y
dentro áe este vestido interior correas guarnecidas con ciento cincuenta
puntas de latón finamente limadas y estas puntas estaban siempre vuel
tas hacia la carne. Este vestido era muy ajustado y sólidamente apretado
por delante para que se adaptase tanto mejor al cuerpo y los clavos pun
tiagudos penetrasen hasta la carne; subía hasta la altura del ombligo.
E l Servidor lo llevaba por la noche para dormir. En verano,- cuando ha
cía mucho calor, la marcha le había fatigado y se sentía debilitado, o des
pués de ia sangradura cuando estaba así prisionero de sus sufrimientos,
atanneniadc por la miseria,- a veces lloraba, rechinaba los dientes en si
178 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
D ia l o g o a m o r o s o d el a l m a c o n c r is t o s u e s p o s o
DESCLAVADO DE LA CRUZ
en ti y así será para siempre jamás. ¿Cuánto tiempo estará m i lengua si
lenciosa, mientras todo mi ser íntimo exclama así? ¿O bien debo callarme,
porque no puedo tener al bien amado corporalmente cerca de mí? No,
absolutameEfl». a quien ama mi alma está oculto, los ojos de mi co
razón lo ven, lo miran, lo contemplan. Veo a m i bien amado descansando
bajo un manzano silvestre, agotado por sus heridas de amor y no puede
sostenerse; ha inclinado su cabeza sobre su amor, está sostenido por las
flores de la Divinidad rodeado por la corte de sus discípulos en su digni
dad. Por eso empiezo por pedir el permiso de hablar, pues soy ceniza y
polvo en razón de nú propia reprobación y quiero hablar a mi Señor, a
mi Esposo, eternidad y sabiduría luminosa y tierna, nadie me lo puede
impedir. Quiero conversar con mi bien amado y tal es el deseo de mi co
razón antes de que desaparezca a mis ojos y se oculte en ¡a tumba con
aromas.
Ah, dime, mi bien amado, ¿por qué has dejado a mi alma buscarte
tanto tiempo, tan ardientemente sin poderte encontrar? Te he buscado a
través de la noche en la voluptuosidad de este mundo y no he hallado más
que gran amargura de corazón, tribulación y tristeza constante en las imá
genes humanas; en la escuela de la frivolidad he aprendido a dudar de
todas las cosas y no te he encontrado en ninguna parte, oh verdad pura,
por lo que he seguido mi propia voluntad, he atravesado montes y cam
pes, sin sentido como un caballo desbocado que, para su perdición, se pre
cipita impetuosamente hacia los combates y mi pobre alma descarriada
en la tiniebla profunda estrechamente cercada por los dolores de la muer
te y del infierno, lamentablemente anegada por las olas desencadenadas
de la irreflexión, rodeada por las redes de la muerte eterna. Tú me has
mostrado en todas las cosas muchas nefastas vicisitudes, pero cuando fue
tu voluntad y tu gusto, enviaste a mí tu luz y tu verdad que antes me eran
por completo desconocidas, te volviste hacia mí y me confortaste, me re
tiraste de los abismos de la tierra, luego me alzaste por tu misericordia
cuando yo había caído, me orientaste cuando me había perdido, me lla
maste dulcemente cuando yo había huido, me mostraste verdaderamente
en todas las cosas que tú eres el Dios de misericordia y que es justo que
yo me retire en adelante de todo este miando y me dé a ti desde el fondo
de m i corazón.
Por eso, adiós, adiós al mundo engañador, hoy y para siempre. He des
pedido al mundo engañador y a’ su amor; que desaparezca la sociedad, la
amistad que hasta aquí he manifestado al mundo sin recibir de él ningún
reconocimiento. Porque quiero darme absolutamente al que me ha guar
dado cuando ha dejado perderse durante mucho tiempo a tantos atolon
drados muertos en la flor de la juventud, y me ha atraído misericordiosa
mente hacia él. Así, alma mía, alaba, bendice en lo más profundo de ti
al que ha nutrido y renovado su juventud como la de un águila; alábalo,
bendícelo, exáltalo siempre más, eternamente, y no olvides la multitud de
beneficios con que te ha colmado.
Oh vosotras, estrellas errantes, yo quiero decir pensamientos incons
tantes, yo os conjuro por las rosas floridas y los lirios de los valles, es de
cir por todos los santos adornados de virtudes, que no me importunéis.
Alejaos de mí un instante, dejadme cerca de él una sola hora, dejadme
hablar al bien amado, dejadme el beneficio de su presencia. Oh, todos mis
sentimientos interiores, tenéis que contemplarlo, dadle vuestro corazón.
180 EUROPA EN LA EDAD MEDIA
L'Europe au Mayen Age, tome II, fin IX ” siécle - fin X III" siécle, par Ch.-M.
de La Ronciére, Ph. Contamine, R. Delort, M. Rouche, série «Histoire
médiévale» dirigée par Georges Duby, collection U, Armand Colín París,
1969 (documents 2, 10, 17, 40, 55, 56, 62, 86, 98, 106, 107, 136, 141, 143,
160, 167).
«Un ermite: sa vie dans la forét au début du X I I” siécle», Vie de sant Ber-
nard de Tirón, par Geoffroy le Gros, éd. Migne, P. L., t, 172, col. 1380-1382.
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París, ed, L. Brandin, 2.* ed. revisada 1924, hacia 7480-7493, p. 45.
«Révolte des serfs de Viry les chanoines de Notre-Dame de París, 1067»,
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«V ie de Norbert, archevéque de Magdebourg; vers 1160», Vie de saint Nor-
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«La suéde an X P siécle», Adaxn de Bréme, Gesta Hammaburgensis eccie-
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Mittelalters, t. X I, Berlín, 1960, p. 460, 462, 464 y 470.
«Les Hongroís, vus par le Saxon Widukind», Widukindi Monachi Corbeien-
sis rerum saxonicanim lib ri tres, Hanovre, ed. H.-E. Lohmann y P.
Hirch, 5,* ed. 1935, p. 28-29, 5.
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ed. M. Prou. Collection des testes pour servir á l’étude et á l’enseig-
nement de ITústoire, t. I, 1886, p. 103,
«Une disette en Flandre en 1125», Galbert de Bruges, Histoire du meurtre
de Charles te Bon, París, ed. Pirenne, 1891, p. 6-7.
«Contre les prétres et les évéques», O. Dobiache-Ro jdes tvensky, Les poésies
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«De ceux qui dorment avec deux soeurs», Pierre Lombard. Livre des sen-
tences, livre IV, 34. P. L., ed. Migne, coi. 927-928.
«L a croisade dite des enfants, 1212», Armales Marbaccenses, éd. Wilman,
M.G.H. Scriptores, í. X V II, Hanovre, 1861, p. 172.
«Charte de rinsíLtution de paix pour Laon, 1128», Oráonnances des rois de
France, t. X I, París, 1769, p. 185 a 187.
EUROPA. W ira& B D A D MEDIA
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