Quiroz Las primeras evidencias de un sistema filosófico aparecen con Tales de Mileto (siglo VI a.c.), sus aparentes aportes en la matemática, la geometría y la astrología, además del método deductivo (partir de una ley para explicar hechos) se consideran las primeras formas de la filosofía. No quiere decir que la filosofía nació de súbito con Tales, él expuso individualmente, sistematizó y purificó un método la actitud racional y crítica propia de la filosofía. Ya en Homero encontramos una especie de sesgo moral en el relato, un esteticismo y un antropomorfismo (propios del sesgo humanista) que caracterizará muchos de los elementos del misticismo matemático de Pitágoras, a la crítica religiosa de Jenófanes y al racionalismo moral de Sócrates y Platón. Sin hablar de la importante dimensión pedagógica de la obra homérica. Pero la obra de Homero expresa las creencias e inquietudes de una conciencia colectiva construida durante muchos siglos. No hay una preocupación sistemática de naturaleza individual sobre estos problemas. Entre Homero y Tales debe haber un punto intermedio. Lo que sugerimos es que ese punto intermedio es la poesía hesiódica (siglos IX y VIII) y la obra de los poetas gnómicos (siglo VI). Lo primero que hay que decir es que la inspiración ética y romántica de Homero han cedido su lugar a un espíritu moralista y pragmático. Además, en Hesíodo encontramos las marcas de un nuevo espíritu: el de la consciencia y la expresión individuales: los Trabajos y días se inspiran en un episodio personal de su vida (la injusticia de la que ha sido víctima por su hermano Perses) y la Teogonía se inicia con un preludio que anuncia su nombre, indicando en primera persona que es mensajero directo de las musas. Veamos: “[…] Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mí en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: <<¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad.>> Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una rama de florido laurel. Infundiéronme voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final”. Recordemos que la invocación obedece a un espíritu religioso. Si lo comparamos con la obra de Homero: La Odisea: “Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya, conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes. Muchos males pasó por las rutas marinas luchando por sí mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres, […] principio da a contar donde quieras, ¡oh diosa nacida de Zeus! La Iliada: “Canta, ¡Oh Diosa!, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves […]” Estamos en presencia del primer asomo de la individualidad al mundo literario occidental; pero es solo el primero y es todavía incierto. El poeta ya habla de sí mismo pero no con el acento y la hondura de una conciencia verdaderamente iniciada en la experiencia y en la expresión de la subjetividad. Cargado por el mensaje sobrenatural de las musas, su ser no es ya el innominado ser de cualquier hombre: es el de un ser singularizado por la naturaleza sobrehumana de su misión. La de Hesíodo no es una conciencia de la individualidad afectiva, existencial o de narrador impersonal (neutro). Es otro tipo intermedio: el de la individualidad magisterial, propia de la religión y objeto de la filosofía. W. Jaeger afirma “Con Hesíodo, el primero de los poetas griegos que se levanta con la pretensión de hablar públicamente a la comunidad, por razón de la superioridad de su conocimiento, se anuncia el helenismo como una nueva época en la historia de la sociedad” Ese espíritu magisterial lo veremos en Solón (al proclamar la deuda de gratitud del pueblo ateniense para su obra de legislador), en Heráclito (cuando exige que no se le crea a él, sino a la razón que él transmite), en Sócrates (que afirma que oráculo de Delfos le ordenó enseñar a los hombres la búsqueda de una verdad universal). Recordemos la importante relación entre la racionalidad y la concepción (propia) de la individualidad: en la racionalidad se afirma la persona, es ella, en su singularidad, quien rinde testimonio del ser y valer de las cosas. El juicio es siempre algo individual: es la conciencia individual la que se convierte en testigo de la realidad y puede afirmar yo veo. En el reconocimiento de la verdad la individualidad se afirma anulándose a sí misma mediante su entrega a la norma que la rebasa (la razón). En la racionalidad, entonces, se sintetizan la objetividad (percibida por el individuo en el exterior) y la subjetividad (consciencia de ser uno y juzgar como uno). Esta síntesis es la encarnan las figuras magisteriales que fundan su autoridad en el acatamiento de una autoridad superior (la razón). Trabajos y días se construye como un poema admonitorio que en su primera sección, la más significativa, contiene un conjunto de conceptos morales de carácter más o menos universal, ligados a la concepción de un orden moral supremo en el cual se funda la idea de justicia. Por ejemplo, Hesíodo distingue entre Aidos (sencillez, vergüenza y reverencia que impide las malas acciones), Némesis (justicia retributiva), Temis (ley natural, equilibrio y buen consejo) que dejan la tierra cuando surgen los hombres de la edad de hierro y Dike, una especie de justicia humana que evita que impere la ley del más fuerte y, en cambio, la del buen juicio (recordar la fábula del gavilán y el ruiseñor). Una justicia moral. “Pues esta es la ley que a los hombres, ha dado el hijo de Cronos: que los peces y las bestias y los alados pájaros se devoren entre sí, porque no está entre ellos la justicia; pero a los hombres ha dado la justicia, que es con mucho lo mejor.” Zeus no es ya la voluntad arbitraria (como en Homero), se trata ahora de una potestad tutelar del bien, cuyo querer se expresa en normas perdurables y justas, y funda el orden impersonal de la justicia, haciendo así posible la convivencia racional entre las personas. No se trata de una reflexión sobre los valores éticos (Sócrates, Platón), pero ya hay atisbos de lo que sería la filosofía de la conducta y de la vida social. Es una noción de justicia fundad en vivir conforme al buen sentido: la prudencia, la previsión, el trabajo y la responsabilidad individual. Una justicia de la utilidad. Es, por supuesto, una moral campesina: “A ti, Perses, pueril, hablaré con buen sentido…Delante de la virtud, han puesto nuestro sudor los dioses: largo y empinado es el camino que hacia él conduce, y es áspero al principio. Más si alcanzas la cima, fácil se hace al punto, no obstante sus dificultades. Así pues, recuerda siempre nuestros preceptos y trabaja, oh Perses de noble cuna, para que el hambre te odie y te ame en cambio la venerable Demeter coronada y llene tus bodegas de trigo que da la vida; porque el hambre es sin duda inevitable compañía del haragán. Tanto los hombres como los hombres se encolerizan con el que vive ocioso, y cuyo natural es como el de los zánganos sin aguijón, que, sin trabajar, malgastan y devoran el esfuerzo de las abejas. Tú, en cambio, date a preparar los trabajos adecuados, para los alimentos llenen en la estación propicia tus graneros. Por el trabajo se enriquecen los hombres en ganado y dinero, y trabajando se hacen amar por los dioses inmortales”.
Asesinos en Serie y Psicópatas: Los Asesinatos y Crímenes más Terroríficos Cometidos en la Historia. 2 Libros en 1 - Los Asesinos Seriales más Impactantes de la Historia, Los Asesinos Seriales más Brutales de Todos los Tiempos