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Ricardo Lafferriere

La batalla del campo


La mecha que encendió el futuro

Buenos Aires
2008
Lafferriere, Ricardo

La batalla del campo : la mecha que encendió el futuro. - 1a


ed. - Buenos Aires : el autor, 2008.

386 p. ; 21x14 cm.

ISBN 978-987-05-4950-5

1. Política Argentina. I. Título

CDD 320.82

La batalla del campo – La mecha que encendió el futuro


Primera Edición – 2008
ISBN: 978-987-05-4950-5
Copiyright @2008 Ricardo Lafferriere
Autor y editor: Ricardo Lafferriere
ricardo.lafferriere@gmail.com
Editado por el sistema Impreso por demanda
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del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

2
El 17 de julio de 2008 a la mañana, algo más tarde
que de costumbre porque como millones de argentinos
habíamos trasnochado hasta las 4 y media de la
madrugada para seguir el desenlace del debate del Senado,
mi esposa y yo fuimos a cumplir la rutina del desayuno en
el bar de Amenábar y Juramento, en el barrio porteño de
Belgrano.
Leticia, la simpática camarera, mostraba una
sonrisa mayor que la de costumbre que, curiosamente,
también se veía en los animados ocupantes de todas las
mesas.
-“Buen día, chicos, ¿Lo de siempre?”
-Buenos días. Sí, lo de siempre.
(No termino de acostumbrarme al afectuoso tuteo
informal de los adolescentes, mucho menos a ser
identificado como “chicos”, a pesar de llevar encima
varias décadas...)
-“¿Ya vieron los diarios? ¡Hicieron una segunda
edición! ¡Ganó el campo! –exclamó- mientras mostraba
con alegría el tradicional gesto de festejo, con el puño
cerrado.
Y regresando a su sonrisa y a sus tareas, nos dejó
con el murmullo adueñado del pequeño local, en el que la
palabra “Cobos” se destacaba con nitidez en todas las
conversaciones cada pocos segundos.
En ese momento me dí cuenta que el país había
cambiado. Se había liberado de la crisis del 2002 y
empezaba, otra vez, a mirar hacia adelante.

R.L.

3
4
INDICE

LA LUCHA DEL CAMPO

INTRODUCCION. El mensaje del mundo 17


Un mundo globalizado y violento

CAPITULO 1. Las retenciones 45


Concepto. Funcionamiento. Historia. La actualidad

CAPITULO 2. Las retenciones y la


productividad agropecuaria 65
Dos ejemplos. Incidencia en la rentabilidad
agropecuaria en explotaciones de alta, media y baja
productividad.

CAPITULO 3. Destino económico de la


rentabilidad agropecuaria 83
La fiscalidad de la Argentina del centenario. La
fiscalidad en argentina en el presente. El efecto de
las retenciones. La circulación de la riqueza sin
retenciones. Con retenciones. Las retenciones
como reguladoras del precio.

CAPITULO 4. Encuadramiento legal 115


Constitucional, legal, reglamentario. Opinión del
campo y la visión oficial.

5
Análisis constitucional. Las retenciones. La
posición oficial. Conclusión.

Capítulo 5 Los “pools de siembra” : ¿ángeles o


demonios? 141
Los precusores – La evolución – Los “pools de
siembra” financieros – Políticas integrales – El
aporte productivo del campo

CAPITULO 6. La Argentina posible 155


El modelo constitucional. El modelo populista. La
decadencia, la confianza y el estado de derecho.
Las retenciones desde el 2007. ¿Cómo será la
Argentina que viene? Primera hipótesis: continuar
la decadencia. Los sectores medios –estatal y
privado-. Los empresarios. Una economía dual. El
aislamiento. La segunda hipótesis: remontar la
cuesta.

CAPITULO 7. La Argentina exitosa en el


mundo global 211
Requisitos para el éxito. Los ejes conceptuales de
las políticas necesarias.

CAPITULO 8. La democracia republicana 233


Recuperar el debate creador y la capacidad de
generar consensos. El sistema político. La
ingeniería social. ¿Poder democrático o sociedad

6
democrática? La democracia en nuestra América.
El debate en el siglo XX. El éxito instrumental de
la democracia. La democracia hacia los poderes
locales y hacia el mundo. Estados nacionales,
intervención y ciudadanía universal. La democracia
y las nuevas demandas sociales.

CAPITULO 9. Los años ·post-crisis” 269


¿Éxito económico, o reiteración del ciclo? Los
interrogantes. Navegando en el mundo global.

CAPITULO 10. Las semillas de la Argentina


exitosa: futuras fuerzas del cambio 291
Científicos y técnicos. Los productores
agropecuarios. El turismo. Las industrias
culturales. Los emprendedores y las PyMEs. La
industria. Fuerzas del cambio frente a la
“corporación de la decadencia”.

CAPITULO 11. La inserción de la Argentina en


el mundo 325
Las cuatro dimensiones de la integración – Física,
económica, virtual y política – La política exterior.

CAPITULO 12. El camino abierto 347


La vuelta de la política – Enriquecimiento del
debate público – El oficialismo revive en su

7
pluralismo y la oposición se despierta – Los
reagrupamientos que vienen.

CAPITULO 13. Una visión de la Argentina


exitosa en el año 2030 361
La vida cotidiana. Acuerdo de élites. El país
logrado en veinte años. Gobierno y seguridad.
Economía e infraestructura. Territorio y
urbanismo. Energía y medio ambiente. Educación,
cultura y ciencia. Trabajo y relaciones laborales.
La defensa. Relaciones con el mundo. La región.
Los resultados.

CONCLUSIÓN 391

8
9
10
La lucha del campo

Este libro está dedicado a la Argentina.


Los episodios que absorbieron la atención
pública entre marzo y julio de 2008 están llamados
a entrar en la historia por su enorme influencia en
la conciencia de los argentinos, hasta ese momento
adormecidos por el shock sufrido a raíz de los
dramáticos acontecimientos ocurridos siete años
atrás.
Fue una lucha sin violencia, salvo pequeños
episodios aislados que no dejaron heridas
personales, salvo algunos que, aún provocando
daños importantes en el patrimonio de productores
–por incendios y sabotajes aislados-, no llegaron a
convertirse en hechos de sangre. Fue una lucha por
la dignidad del propio esfuerzo y la defensa del
producto del trabajo.
No la llevaron adelante esclarecidos
intelectuales, ni políticos o revolucionarios de
profesión. Millares de familias que dedican su vida
a trabajar la tierra, que producen el trigo para el
pan, los tambos para la leche, la ganadería para la
carne, las huertas, chacras y quintas para las
verduras y frutas, se volcaron a centenares de
espontáneas manifestaciones en todas las rutas de
la pampa húmeda. Llevaron allí sus dramas,

11
mostraron su esperanza y transmitieron su
frustración.
Con esa actitud, despertaron la solidaridad
de la gran mayoría de sus compatriotas. Y no sólo
la solidaridad: también su sentido ciudadano.
A partir de la lucha del campo, cambió la
Argentina. Y no fue sólo un cambio de humor
político o social, sino un cambio de tiempos.
Llegó al país para quedarse la onda del
mundo global: abierto, individualista y
voluntariamente solidario, democrático y celoso
custodio de la libertad personal, apegado al sentido
común y receloso de las abstracciones, hasta de las
de sus propias conducciones.
Y el libro está dedicado también a los
dirigentes agropecuarios: Alfredo De Angeli,
Luciano Miguens, Antonio Buzzi, Mario Llambías,
Fernando Gioino, Hugo Biolcatti y todos los
hombres y mujeres de sus organizaciones y
autoconvocados que, en todo el territorio argentino,
dieron la lucha del campo, que fue una mecha.
La mecha que encendió el futuro.

12
Cronología de la “Batalla del Campo”

11 de marzo de 2008.
Se dicta la Resolución 125 del Ministerio de
Economía que implanta el sistema de “retenciones
móviles” según el valor del precio internacional de
la soja. Con los valores de ese momento, el arancel
de exportación de la soja pasó del 35 al 44,1 %
Se produce una movilización espontánea de
productores y las entidades agrarias comienzan un
plan de lucha.
25 de marzo de 2008.
Luego de varios días de paro agrario, la Presidenta
de la Nación pronuncia un duro discurso contra el
reclamo. Se genera un masivo “cacerolazo” de
repudio a sus palabras en todo el país.
31 de marzo de 2008.
El Ministro de Economía anuncia las primeras
modificaciones, para atenuar el aumento de los
aranceles sobre los pequeños productores.
18 de abril de 2008.
El Jefe de Gabinete de Ministros anuncia
reintegros para pequeños productores de soja y
girasol, y para fletes de agricultores de zonas
extrapampeanas.
25 de mayo de 2008.
Se realizan dos actos en respaldo de las posiciones
de los productores agropecuarios, con una

13
concurrencia estimada en 350.000 personas en
Rosario respaldando al campo, y 50.000 en Salta
respaldando la posición oficial.
29 de mayo de 2008.
Renuncia el Ministro de Economía, y el nuevo
ministro anuncia un tope a las retenciones con el
propósito de contribuir a reconstruir el mercado de
futuro.
9 de junio de 2008.
La Presidenta de la Nación anuncia la creación de
un fondo de redistribución social, que estará
sostenido por los aranceles de exportación que
superen el 35 %.
14 de junio de 2008.
La Gendarmería detiene al dirigente Alfredo De
Angeli, en un operativo transmitido por radio y
televisión en directo a todo el país. Se produce el
segundo y gran “cacerolazo” de repudio contra el
gobierno en todo el país. El dirigente detenido debe
ser liberado de inmediato, aún antes de prestar
declaración, ante la espontánea protesta popular.
17 de junio de 2008.
La Presidenta de la Nación decide el envío al
Congreso de la Nación de la Resolución 125, a
efectos de su ratificación.
Trasciende extraoficialmente la información de que
el presidente de la Corte Suprema habría

14
adelantado a la Presidenta el criterio sobre la
inconstitucionalidad de las retenciones.
El ex presidente Kirchner pide a la Corte que
desmienta la información, lo que no ocurre.
18 de junio de 2008.
El Jefe de Gabinete de Ministros anuncia que el
Congreso “no modificará ni una coma” el proyecto
oficial.
5 de julio de 2008.
La Cámara de Diputados aprueba el proyecto
oficial por una exigua mayoría y luego de 19 horas
de sesión.
15 de julio de 2008.
La Comisión de Enlace convoca a un acto en la
ciudad de Buenos Aires, al que concurrieron
250.000 personas. Como respuesta, el ex
presidente Néstor Kirchner, presidente del Partido
Justicialista, convoca a un acto en la Plaza del
Congreso, al que concurrieron alrededor de 90.000
personas, en el que pronuncia un discurso que
imputa al campo intenciones golpistas,
identificando a sus dirigentes con los “Comandos
Civiles” de la Revolución de 1955 y con los
“Grupos de Tareas” de la represión ilegal durante
el gobierno militar.
17 de julio de 2008.
El Senado, luego de un empate en la votación en la
que participaron todos los Senadores Nacionales,

15
rechaza el proyecto por el voto de desempate del
Vicepresidente de la Nación, Julio César Cleto
Cobos, a las 4,24 hs. de la madrugada con su
histórica frase: “Mi voto no es positivo. Mi voto es
en contra”.

16
Introducción
El mensaje del mundo

Un mundo globalizado y violento

A partir de la crisis del petróleo, en la década


de la séptima década del siglo XX, un fenómeno de
aceleración creciente comenzó a golpear el
equilibrio mundial bipolar edificado luego de la
finalización de la segunda guerra mundial. Los
ingredientes de este fenómeno fueron varios,
algunos de ellos relacionados entre sí y otros con
una dinámica autónoma. Sin embargo, su
coincidencia temporal desató el gigantesco proceso
de cambio que dio a la humanidad un impulso
exponencial como pocas veces en su historia.
Una crisis geopolítica, expresada en la
reivindicación de los países petroleros sobre sus
riquezas en el subsuelo, desató una inflación
internacional desconocida hasta entonces. La
respuesta de los países industriales al incremento
generalizado del precio del petróleo fue la
finalización del sistema de respaldo “oro” al valor
del dólar, moneda internacional generada en los
Acuerdos de Bretton Woods. El dólar seguiría
siendo la divisa de intercambio global, pero ya no
dependería del respaldo de los depósitos de Oro en

17
Fort Knox, sino del poder, la economía y el
prestigio global de los Estados Unidos. Es el
primer dato: la liquidez financiera.
Los Estados Unidos, a su vez, abrirían la
puerta a la inflación mundial, al comenzar a
fabricar moneda sin respaldo, al estilo de las
obsoletas políticas económicas de los países en
desarrollo. Y sus bancos, además, canalizarían las
riquezas de los nuevos millonarios árabes, que
carecían de capacidad de absorción de esas
riquezas en sus raquíticas economías.
Se ponía en marcha el cambio de paradigma
mundial de producción, de intercambio, de
organización política y de formas culturales. El
mundo comenzó a ingresar, a borbotones, en la
“posmodernidad”.
La gran liquidez generó una gran deuda,
impulsada por la necesidad de prestar esos
depósitos a deudores cuyas perfomances crediticias
comenzaron a ser evaluadas con criterios bastante
más suaves que antes. El “genio” de la
transformación, Robert McNamara, diseñaría el
beneficio adicional para la economía
norteamericana al inducir a los gobiernos del
mundo a adquirir con esos créditos repentinamente

18
blandos, arsenales que moverían las fábricas de
armas de su país1.
Ese primer dato llegó en un momento de
maduración de las tecnologías de la información
y las telecomunicaciones. Una compleja red de
vínculos telemáticos unificó financieramente las
grandes plazas del mundo capitalista. De pronto,
las transferencias de capitales se podía realizar en
tiempo real, con espacios de negociación abiertos
durante las veinticuatro horas. El capital simbólico
–que abundaba, como pocas veces en la historia-
tenía, además, una libertad de desplazamiento que
pasaba por encima de sus viejos rivales, los
Estados nacionales. La globalización financiera
estaba instalada, junto al fenómeno de la deuda,
como la nueva y terrible realidad para los gestores
políticos no sólo del mundo en desarrollo, sino del
propio mundo desarrollado. Los Estados
Nacionales fueron las grandes víctimas, al
debilitarse en forma irreversible su capacidad de
“cerco” al movimiento de la riqueza y su potestad
impositiva, y al nacer la competencia entre los
Estados por garantizar las más confortables
condiciones posibles a fin de atraer a esos
capitales2.

1
Saul, John Ralston, “Los bastardos de Voltaire – La dictadura de la
razón en Occidente”, Ed. Andrés Bello, Barcelona, 1988.

19
El tercer ingrediente fue político, pero
igualmente trascendente: las reformas de mercado
en China, decididas por el Tercer Plenario del
Undécimo Congreso del Partido Comunista3. Los
objetivos fueron seis:
1.Modernizar la Agricultura.
2.Modernizar la Industria.
3.Modernizar la Ciencia y Tecnología
4.Modernizar la Defensa
5.Dejar que actúen las fuerzas del libre mercado.
6.Aprovechar el capital, la tecnología y los
mercados extranjeros para el desarrollo chino.
Sus banderas modernizadoras –al comienzo,
tomadas con desconfianza y hasta con ironías por
los economistas e intelectuales- comenzaron a
impulsar el crecimiento acelerado del país con
mayor población del planeta. Sus números fueron
impactantes desde el comienzo, creciendo a tasas
que oscilaban en el diez por ciento anual, que sin
embargo no eran consideradas como trascendentes
a nivel global en razón del ínfimo nivel desde el
que partían. Sin embargo, el mantenimiento del
ritmo y su efecto incremental pronto daría cuenta
de que en el futuro más cercano que lejano, China

2
Friedman, Thomas L., “The World is flat: A Brief History of the
Twenty-Fist Century”, USA, 2005
3
Lafferriere, Ricardo, op. cit.

20
se encontraría entre los países de mayor dimensión
económica del mundo. No sólo eso: se convertiría,
junto a Estados Unidos, el otro gran motor de la
globalización. De cara a nuestro presente, la
gigantesca expansión de la economía mundial y la
incorporación al mercado de centenares de
millones de seres humanos incrementó y
mantendrá sólida la demanda de alimentos
El fin del mundo bipolar fue el cuarto
ingrediente. El germen de la globalización
financiera, originariamente limitado a los países
occidentales, encontró de pronto la posibilidad de
extenderse a todas las regiones del planeta. Las
economías del ex - bloque socialista, obsoletas y
en crisis, comenzaron a producir reformas
orientadas a la reconstrucción de sus mercados, y a
incorporarse lo más rápidamente posible a sus
reglas. Y los grandes conglomerados financieros
del mundo occidental llevaron su presencia a los
nuevos espacios de crecimiento, ávidos de
financiamiento, tecnologías, acceso a mercados, e
instituciones políticas.
El quinto ingrediente fue, claramente, el
surgimiento de Netscape –seguida muy pronto
por otros programas de navegación por Internet
hasta la llegada del exitoso “Explorer”, de
Microsoft- y la facilidad de intercambio de
información, cada vez más democratizada en

21
razón de protocolos gratuitos de conectividad,
extendidos a todo el mundo4. Las consecuencias
del crecimiento de Internet y el perfeccionamiento
de los nuevos programas de navegación, correo,
transferencias de datos y estandarización de los
protocolos de transferencia de información (TCP-
IP) tomaron una dinámica de red invasiva que no
sólo era ayudada por su propio impulso, sino
además atraída por una fortísima demanda de
ciudadanos, organizaciones y países de todo el
mundo. La información –sobre economía, avances
tecnológicos, técnicas novedosas en todas las
actividades humanas, educación general, finanzas,
creaciones culturales- se puso, ya para siempre, al
acceso del hombre común, del campo o la ciudad,
joven o viejo, pobre o rico.
Ese quinto ingrediente dio origen a varios
fenómenos, que se abrieron en abanico para
instalarse definitivamente como características del
nuevo paradigma global.
a. Por un lado, facilitó la
fragmentación de los procesos
productivos, ya insinuada desde
varios años antes, pero acelerados
dramáticamente con la masificación
de Internet. El surgimiento de
modalidades productivas
4
Friedman, Thomas L., op. cit.

22
deslocalizadas e integradas
globalmente se incrementó hasta
niveles nunca vistos y mantiene una
dinámica creciente. Empresas
virtuales –que tienen su sede
administrativa en algún paraíso
fiscal, contratan el diseño de los
productos, tercerizan su fabricación,
su distribución y sus servicios
posventa, cada etapa en las empresas
del lugar del mundo que sea que
ofrezcan condiciones más
competitivas- son las hegemónicas
en la producción mundial, que ha
crecido a niveles impensados, pero
que, paralelamente, superan el
concepto de las “economías
nacionales” tal como se las conocía.
Un automóvil armado en Brasil tiene
componentes fabricados en
Tahilandia, en Francia, en
Argentina, en Estados Unidos, en
Sudafrica, en la República Checa, en
China, en la India... y así ocurre con
una computadora, un reproductor de
DVD o una cámara digital,
fabricados en una planta de
cualquier país del mundo, desde

23
Estados Unidos hasta Rusia, desde
Malasia hasta México.
b. Por el otro lado, posibilitó un
creciente protagonismo de los
ciudadanos comunes, tanto en
iniciativas empresariales como en el
desarrollo de organizaciones y redes
sociales unidas por preocupaciones
que alcanzaban y alcanzan a todo el
planeta, de las más diversas:
protección del medio ambiente,
solidaridad con comunidades en
problemas, trabajo en defensa de
fauna en extinción, lucha por la
extensión de la vigencia de los
derechos humanos y de
comunidades específicas
(discriminación, políticas de género,
etc.) Esta internacionalización del
concepto de la ciudadanía,
abandonando también el límite del
Estado Nacional, ha creado el
prototipo del ciudadano “global”,
preocupado por los temas que
conforman la “Sociedad del riesgo
mundial”5 –preservación del
ambiente, terrorismo globalizado,
5
Beck, Ulrich, “La Sociedad del riesgo mundial”, Paidós, 2008

24
redes delictivas globales, etc- cuya
prevención y tratamiento trasciende
a los Estados Nacionales.
c. Masificó el acceso a la
información, permiendo que las
personas tuvieran acceso a la mayor
cantidad de información gratutita
que cualquier ser humano en la
historia, tanto científica y técnica,
como artística, social, histórica y
personal. Un simple “click” en la
tecla “enter” de una computadora
permite acceder a la información
que se necesite, potenciada por la
extensión de los programas de
código abierto y acceso gratuito, de
los que la Enciclopedia
autogenerada “Wikipedia”6 se ha
transformado en un ejemplo de
vanguardia reemplazando en
cantidad de artículos, actualización
constante y control social en una
muestra de vanguardia de creación
intelectual global.
d. Abrió espacios para nuevas formas
empresariales globales y de
colaboración empresaria –
6
www.wikipedia.com

25
outsorcing, off-shoring, open
sorcing, supply-chaning,
insourcing, etc-, al alcance de
pequeñas empresas y hasta de
ciudadanos individuales. El espacio
para la creación audiovisual,
artística y literia, así como las
modalidades abiertas de distribución
y venta global, ayudados por
sistemas de publicidad de costo
ínfimo, modalidades permitidas por
un mercado de Mil millones de
personas y el surgimiento
consecuente de cada vez mayor
cantidad de “nichos” virtuales, abrió
otro espacio a los ciudadanos
comunes para vincularse
productivamente.
e. Posibilitó el surgimiento de nuevas
formas delictivas y el
perfeccionamiento y globalización
de redes7, algunas con finalidades
políticas, otras de actividades
delictivas, otras religiosas, y la
facilitación de conformación y
7
Castell, Manuel, “La era de la información – La Sociedad red”,
Alianza, Barcelona, 2001; Attali, Jacques, “Une breve histoire de
l’Avenir”, Fayard, Paris, 2007.

26
ejecución de redes y actividades
terroristas es consustancial con esta
nueva realidad.
El sexto ingrediente fue el cambio en la
naturaleza de la violencia8, anteriormente limitada
al peligro de las guerras entre Estados y –
eventualmente- a movimientos guerrilleros en el
marco de la Guerra Fría. La nueva realidad, con el
derrumbe de algunos Estados Nacionales y el
debilitamiento de muchos de ellos ha generado el
fenómeno de las “nuevas guerras”, formas de
violencia que han perdido la característica
tradicional de luchas entre Estados para
transformarse en campañas de terror para dominar
de hecho determinados territorios y población civil,
en ocasiones hasta con la colaboración recíproca de
las facciones teóricamente “en pugna”, como
ocurrió en la ex Yugoslavia. La violencia se ha
extendido tanto horizontal como verticalmente, y
sus componentes son el resultado de la retracción
del poder coercitivo interno y externo del viejo
edificio intitucional nacional e internacional, y la
demora en la creación de un nuevo marco
normativo con capacidad ejecutiva que alcance a
todo el planeta como antes lo hacían las potestades
soberanas de los Estados Nacionales. La “primera
modernidad” muestra un fuerte agotamiento –con
8
Kaldor, Mary, “Las nuevas guerras”, Ed. Tusquets, 2001.

27
su organización “estrella”, los Estados Nacionales-,
y la “segunda modernidad” aún no se ha
implantado globalmente, aunque avanza a
empellones buscando construir una organización
política del mundo que contemple la sofisticada
realidad global.
Las causas de la violencia son variadas y su
jerarquización no es homogénea, sino que en cada
lugar su preeminencia es distinta. En ciertos casos,
se expresa en la desaparición de los Estados –caso
Somalia, Costa de Marfil, Chad-. En otros, en la
pérdida de jurisdicción efectiva de algunos Estados
exitosos en parte de su territorio –como Colombia,
e incluso Tahilandia-. En otros, Estados que no
implosionan pero que han caído en manos de las
redes terroristas o delictivas –Sierra Leona,
Afganistan de los Talibanes- que no aprobarían
ningún examen de derechos humanos. En otros, la
implosión de Estados plurinacionales que
desataron las tensiones violentas de grupos internos
–como la ex Yugoslavia-. En otros, la implantación
de redes delictivas con mucha fuerza territorial,
imbricada con estamentos estatales –caso las
diferentes mafias en el sur de Italia como la –
Drangheta napolitana, la Cosa Nostra Siciliana, las
tríadas chinas, los Yacuzi en Jaón-, extendidas a

28
diversos lugares del mundo como una red global9.
En otros, la imbricación de redes delictivas
globales de tráfico de drogas, armas y personas,
lavado de dinero, con estamentos políticos locales,
fenómeno que da origen al surgimiento de
pandillas, “maras” y columnas militarizadas
irregulares, que se da en varios países de América
Latina –Salvador, Brasil, México, Argentina-. En
todos los casos, la base de la violencia es su
capacidad de imposición por el terror a la
población civil y a los estamentos del
funcionariado del cual requieren determinadas
actitudes u omisiones.
Y no pueden dejar de mencionarse los casos
de redes internacionales delictivas con un “pie” en
cada lado de la legalidad, utilizada por empresas y
funcionarios corruptos para “blanquear” los
resultados de sus negocios. Estas redes incluyen
desde acreditados Bancos internacionales hasta
sociedades comerciales que explotan negocios
lícitos –Construcción, obras públicas, casinos-, e
incluyen a prestigiosas empresas multinacionales
de diversos rubros, como laboratorios
farmacéuticos.
El sexto ingrediente se relaciona con el
primero, aunque tiene sus particularidades: se trata
9
Gayroud, Jean-Fraçois, “El G-9 de las mafias en el mundo”,
Tendencia Editores, Barcelona, 2008

29
del problema energético y fundamentalmente del
agotamiento del petróleo como fuente primaria10.
Ese agotamiento desata conflictos latentes, en los
que se van agregando los países que están llegando
a estadios de desarrollo que demandan gran
cantidad de energía, especialmente China y la
India. El tema no es menor, ya que la provisión
energética es la savia vital de cualquier economía,
y ninguna sociedad aceptará pacíficamente el corte
de su “yugular” resignada y pacíficamente. Este
componente también se abre en varias
consecuencias:
a. A la tensión existente por los
yacimientos de petróleo que se
produjo con diversas características
durante todo el siglo XX, se suman
los nuevos actores complicando el
juego geopolítico y generando
nuevas dependencias.
b. La necesidad de reducir la
dependencia energética del petróleo
lleva al diseño de nuevas políticas
de generación de energía, como los
biocombustibles y la reaparición de
la generación nuclear como una
alternativa valiosa. Estas alternativas
10
“Escenarios hasta el 2050 – Estudios del CME 2004/2007”
www.cacme.gov.ar

30
deberán cubrir el “bache” que se
producirá entre la actual limitación
de provisión de hidrocarburos y la
“puesta a punto” tecnológica de las
fuentes del futuro –hidrógeno y
fusión nuclear-, cuyo ingreso masivo
al mercado se prevé para la tercera
década del siglo XXI.
c. Los biocombustibles provocan un
incremento de la presión sobre la
tierra explotable, lo que si bien abre
posibilidades de nuevos negocios a
poblaciones empobrecidas rurales en
gran parte del mundo, también
provoca un incremento en el precio
de los alimentos, con lo que se
incrementan los conflictos, y amplía
la demanda de agua dulce para su
uso agrícola.
d. La generación nuclear, por su parte,
provoca la expansión horizontal de
la tecnología nuclear, dificultando
cada vez más el control de la
proliferación. La hipótesis de una
docena de países de Oriente Medio
poseyendo artefactos nucleares en la
tercer década del siglo XXI no es ya
lejana sino que es muy probable.

31
El séptimo ingrediente atraviesa toda la
geografía del planeta, sus sectores sociales y sus
visiones ideológicas: es el cambio climático11.
Está íntimamente relacionado con el
crecimiento de los “recién llegados” –China, India-
que demandan un consumo incremental de
petróleo, y con el acercamiento de su agotamiento.
Las tensiones que sufre el ambiente a raíz del
desarrollo industrial son de diverso tipo –pérdida
de la biodiversidad, presión creciente sobre las
fuentes de agua dulce, extinción masiva de
especies como resultado del cambio de los
ecosistemas provocado por el hombre, etc- pero
ninguno ha mostrado la potencialidad catastrófica
del calentamiento global.
El calentamiento es provocado por varias
causas naturales, sobre las que no es posible actuar,
pero también por una causa antropogénica que sí
está en manos de los seres humanos controlar, que
es la quema de combustibles fósiles. Esta tensión
muestra dos presiones: la necesidad del desarrollo
industrial de los “recién llegados” de consumir
cada vez más petróleo para mejorar sus niveles de
desarrollo, pero a la vez, que este petróleo
incremental consumido también profundizará la
crisis ambiental global. A esta altura es oportuno
11
Stern, Nicolas and Staff, en Stern Review Report, en www.hm-
treasury.gov.uk; Lafferriere, R., op cit.

32
recordar que las economía desarrolladas, por las
características de su crecimiento en el estadio
superior en el que se encuentran, tienen una
relación neutra o negativa entre el crecimiento
económico y el consumo de combustibles –crecen
principalmente en servicios, por lo que no
aumentan su consumo de hidrocarburos- mientras
que los nuevos países tienen una relación altamente
positiva –cuanto más crecen, más petróleo
consumen-. La tensión entre el crecimiento y el
equilibrio ambiental incluye, en consecuencia,
implicaciones políticas, económicas, ambientales,
éticas, normativas, etc., sobre las que no existen
cartabones unificados, lo que hace incierto el
resultado y conllevan un alto contenido de
conflictos.
El octavo ingrediente es el de las
migraciones globales12. La facilidad de
desplazamiento y el efecto-demostración
transmitido por los sistemas de comunicación
universales han cambiado la relación entre factores
expulsores y atractores que movían a las personas
en la segunda mitad del siglo XX, cambiando
también el saldo global de los desplazados. Las
migraciones, por su parte, conllevan otros
12
Taran, Patrick, “Migración: uno de los desafíos del siglo XXI”, en
FUTUROS, Revista Trimestral Latinoamericana de Desarrollo
Sustentable, Nº 17 año 2007

33
fenómenos como formas culturales no siempre
compatibles con las regiones receptoras, la
inclusión de mafias y organizaciones criminales, el
terreno fertil para el crimen global aprovechando
las necesidades de adaptación de los recién
llegados y la usualmente carencia de mecanismos
de incorporación a las sociedades receptoras, etc.
Este fenómeno no es propio o exclusivo de las
sociedades más desarrolladas, sino que se da en el
plano regional cuando existen sociedades con
diferente nivel de desarrollo, capacidad de
generación de empleo, servicios sociales,
conflictos violentos, etc. Lo vemos en Europa con
relación a los países del Magreb, Turquía e incluso
los países de Europa Oriental, pero también lo
vemos en Estados Unidos y Australia –los mayores
receptores de migración de todo el planeta- e
incluso en la Argentina, donde es constante el
aporte migratorio de los países vecinos. Sin
embargo, las migraciones serán constantes y
forzarán a incorporar a la agenda política de las
sociedades receptoras todos los efectos que
producen, ya que no podrán prescindir de ellas por
el siguiente ingrediente.
Han surgido y surgirán nuevos peligros a la
salud pública13, facilitados por el desarrollo de los
13
“Informe sobre la salud en el mundo 2007. Un porvenir más seguro”,
OMS, en http://www.who.int/whr/2007/es/index.html

34
viajes internacionales y el desplazamiento de
personas y poblaciones. Nuevas enfermedades,
epidemias desconocidas hasta hoy e incluso viejas
enfermedades reaparecidas ante la resistencia a los
tratamientos antibióticos demandarán respuestas
globales, y una nueva definición de la asignación
de gastos en salud. Sin embargo, el peligro no se
reduce al ámbito de la salud pública, sino que
afecta fuertemente a la economía, en razón de las
medidas de prevención que disparan –interrupción
de viajes, suspensión del comercio internacional,
etc.- Una economía globalizada es más vulnerable
a estas interrupciones que el viejo paradigma
productivo, ya que cada región del mundo forma
parte de algún eslabón de producción necesario
para que el conjunto funcione.
El envejecimiento de las sociedades
desarrolladas –más China-14 es el siguiente
componente de la ecuación mundial. La crisis de
los sistemas de jubilaciones y pensiones será un
efecto constante en las próximas décadas, pero no
el único. La reducción de mano de obra activa
implicará una presión hacia formas robotizadas y
automatizadas de producción, lo que si bien puede
aliviar la carencia de operarios en las sociedades
14
Radio Internacional de China, CRI Online, “¿Nos jubilaremos más
viejos?”, en http://espanol.cri.cn/161/2007/09/13/1@136152.htm

35
desarrolladas, también impregnará el resto de las
economías mundiales, aún las que tienen
excedentes de población activa, ampliando la
desocupación y en consecuencia las tensiones de
las sociedades expulsoras. El envejecimiento de la
población en China, por su parte, provocará una
reducción abrupta, calculada para el año 2014, de
la curva entre activos y pasivos, produciendo una
mayor presión sobre las finanzas públicas para la
atención de los ciudadanos en edad de retiro. En
ese momento, las proyecciones preven un PBI “per
capita” en China de aproximadamente USD 2.500.
China enfrentará la posibilidad de “hacerse vieja
antes de llegar a hacerse rica”, y ello tendrá sus
consecuencias en diversos aspectos del escenario
económico, político y hasta militar.
El desarrollo científico-técnico con altísima
capacidad de impregnación de la vida cotidiana15
será otro elemento en esta nueva sociedad. El
ejemplo de los teléfonos celulares y la Internet, que
en menos de dos décadas han alcanzado ya la
mitad de los hogares del planeta –en muchos casos,
hogares con ingresos inferiores a la línea de
pobreza- será extendido a muchísimas otras áreas
de la vida, con mayor o menor profundidad en su
expansión. Nuevas tecnologías médicas y de
15
Rand Corporation, “The Global Technology Revolution 2020” Bio-
Nano-Materials-Information Trends

36
diagnóstico, sistemas de seguridad cada vez más
extendidos, sistemas de depósito de información en
bases de datos gigantes y en artefactos portables de
altísima capacidad, tecnologías de fabricación de
tejidos biológicos y de órganos miméticos,
tecnologías para prendas de vestir con implementos
tecnológicos cada vez más diversos, sistemas de
generación eléctrica portables, artefactos de
comunicación en tiempo real permanentemente en
línea que mantenga a las personas que lo deseen
constantemente vinculadas, tarjetas de ubicación –
para cosas, animales y personas- aplicados a la
producción, a la seguridad, al comercio, al
transporte, etc-... son sólo algunas de las
tecnologías que marcharán en el mismo rumbo:
independizar cada vez más a las personas, aún a
costa de renunciar a espacios de privacidad cada
vez mayores. Pero serán artefactos que las personas
incorporarán a su vida cotidiana al margen de los
deseos de los Estados, como ha ocurrido hasta
ahora con los “jeans”, los teléfonos celulares, las
computadoras, las zapatillas deportivas, los
contenidos audiovisuales bajados de la red en
forma legal o “pirateados”, etc. etc. La influencia
de estos productos en el balance económico global
es significativo, y la rápida masificación de su
demanda actuará fortaleciendo la tendencia al
individualismo y a la universalización de la

37
sociedad.
El desbalance económico global16 es un
nuevo componente del escenario internacional. El
déficit comercial norteamericano, financiado con
su déficit presupuestario, que a su vez es soportado
por colocaciones de deuda centralmente adquirida
por China, que a su vez cierra el ciclo con su
superávit comercial con Estados Unidos, ha
comenzado a diseñar en el plano sistémico una
nueva matriz de funcionamiento económico
financiero estatal-privado global. Círculo vicioso,
para los analistas más tradicionales, que anuncian
una crisis sistémica por el alto nivel de
endeudamiento norteamericano, de la cual el
episodio de los créditos hipotecarios sub-prime no
sería más que la punta de un iceberg; y círculo
virtuoso para los economistas que avizoran el
surgimiento de una nueva matriz de economía
mundial que supera el marco de las economías
nacionales –como si China estuviera “financiando”
con su adquisición de deuda, la venta de sus
productos a la economía norteamericana-. O, como
sostiene el autor, crisis de cambio con elementos
de ambos análisis superpuestos en diferentes
medidas, es probable que los ajustes y desajustes
parciales que se presenten irán definiendo el nuevo
16
Anderson, Niall, “Coloso – Auge y decadencia del Imperio
americano”, Barcelona, 2005

38
equilibrio, el que sin dudas se acomodará al
funcionamento de la economía globalizada.
El mapa geopolítico global ha cambiado
sustancialmente y va cambiando en forma
acelerada, vis à vis con el existente durante el
mundo bipolar e incluso con el diseñado en los
años inmediatos posteriores a la Guerra Fría. El
surgimiento de los “BRIC” –nuevas economías que
orillan y en ciertos casos superan el billón de
dólares de PBI- agrega a la dinámica mundial
nuevas tensiones: flujos comerciales sur-sur,
presión sobre las fuentes energéticas, alteraciones
al equilibrio financiero, actores regionales
diferentes en los problemas de seguridad, fuerte
incidencia en el salario medio global de los
trabajadores con repercusiones en las economías
desarrolladas y en las economías en desarrollo. El
despegue de Brasil hacia su estatus de potencia
mundial formula, además, interrogantes cercanos
sobre las características y dinámica de la relación
con nuestro vecino, que no pueden reducirse a la
vieja visión regional y limitada de los siglos XIX y
XX.
En el plano del balance de poder global, los
cambios de escenario han sido dramáticos17. El
mundo bipolar con las disciplinas intra-bloques
garantizada por cada una de las superpotencias, fue
17
National Intelligence Council, “Mapping the Future”, USA, 2005.

39
reemplazado por un mundo multipolar con una
potencia superior, cuya fuerza militar es
descomunal pero, paradógicamente, está dirigida a
enfrentar peligros que ya no son los propios del
nuevo paradigma. El presupuesto militar y de
seguridad de Estados Unidos es mayor a la suma
del presupuesto militar y de seguridad de todo el
resto del mundo. Sin embargo, los peligros que
amenazan al mundo globalizado no se centran en
las luchas entre Estados, para las que centralmente
sirve el poder militar, sino que se han disgregado
en infinidad de peligros que afectan principalmente
la vida cotidiana de las personas, más que la
hegemonía y el liderazgo político de algún Estado.
Ni los atentados terroristas, ni el riesgo de la
seguridad de las redes, ni los peligros de nuevas
epidemias, ni los conflictos regionales, ni la
piratería global, ni las redes de narcotráfico, armas
o personas, rozan siquiera el predominio político,
militar y económico de Estados Unidos: todos ellos
afectan a los ciudadanos comunes, que pueden
vivir en Estados Unidos, en Europa, en Rusia, en
Indonesia, en Argentina, en Ruanda, en Somalia,
en China, en Japón...
El enfrentamiento a los nuevos peligros
exige una acción solidaria entre los interesados en
crear una normativa global, los “responsables”.
Enfrente quedarán los “autoexcluidos”, por

40
diversas razones –ideológicas, económicas,
políticas- y los nuevos delincuentes globales. Una
de las consecuencias –y no menores- del nuevo
escenario en este capítulo es la desaparición de la
tradicional división entre “defensa” y “seguridad”.
El prototipo del nuevo agente de seguridad global
es una especie de “policía-soldado”, cuyas
funciones deberán dirigirse a la aplicación de una
especie de normativa cosmopolita, y para lo cual es
muy probable que necesite contar con la máxima
fuerza potencial –como los Ejércitos- pero con
habilidades de fortalecer la convivencia y los
“islotes de civilidad” que existan en zonas
conflictivas, sobre la base del servicio a los
ciudadanos que trabajen y se esfuerzen por crear
una convivencia en paz y sujeta a normas
homologables. La experiencia de la guerra de Irak
ha mostrado este fenómeno en toda su gravedad. El
mayor Ejército del mundo no tuvo inconveniente
alguno en triunfar en una guerra convencional
prácticamente sin bajas y en un lapso impensable
apenas pocos años atrás. Sin embargo, luego de
varios años de ocupación, no ha logrado implantar
formas de convivencia pacíficas, y por el contrario,
ha abierto el espacio para el surgimiento de la
violencia más cercana a las nuevas guerras, por la
evidente incapacidad de sus soldados para actuar
como fuerzas de seguridad al servicio de los

41
ciudadanos, papel para el que no fueron preparados
y para el cual carecen de doctrina, entrenamiento,
equipamiento y objetivos claros.
En este mismo plano se asistirá a una
profundización de fenómenos ya insinuados a
partir de la última década del siglo XX: la
debilidad de Naciones Unidas para actuar en
resguardo de la paz y el surgimiento de nuevas
formas organizativas –estatales, interestatales,
coaliciones “ad hoc”, fuerzas regionales,
organizaciones no gubernamentales- que
conformarán un entramado con alto grado de
sofistificación destinado a prever y dar respuestas a
las diferentes amenazas a la seguridad, al eficaz
tratamiento de los problemas de alcance global y
regional, de garantizar crecientemente la vigencia
de los derechos humanos en todo el planeta y de
construir una normativa global cada vez más
integradora. En esta normativa, seguramente las
Naciones Unidas recuperarán el terreno perdido
luego de una crisis que pase en limpio las
obligaciones de convivencia cosmopolita, y en
consecuencia que genere para sus integrantes un
resultado positivo en la actualización de la
“ecuación de Hobbes”: asegurar a sus miembros
que delegar en un poder superior parte de su
libertad, garantiza mejor su seguridad que asumir
su defensa directamente. Para ello es probable que

42
se atraviesen sucesivas crisis –entre las que no
habría que descartar la propia desaparición de la
actual organización-, para renacer con nuevos
componentes, al menos en los aspectos referidos a
la paz y la seguridad internacionales, que
impliquen obligaciones de los Estados miembros
en lo referente al respeto y vigencia de los
derechos humanos, funcionamiento democrático
homologable, preservación del ambiente y
adecuados niveles de libertad económica a sus
ciudadanos.
Este es el escenario global en el que se ubica
la Argentina. En él se instala el “cambio de
tiempos” que se ha puesto en marcha luego y a raíz
de la “batalla del campo”. En sus influencias sobre
el país, sobre su economía, su ubicación
internacional, su cultura y –lo que es
sustancialmente más trascendente- sobre el nivel y
calidad de conciencia de sus ciudadanos se
edificará el proceso modernizador que se instalará
crecientemente en nuestra vida cotidiana.
Este libro intenta aportar a su análisis y
comprensión.

43
44
Capítulo 1
Las retenciones
Concepto. Funcionamiento. Historia. En la actualidad

Concepto

Las sociedades modernas son el resultado de


una larga evolución iniciada en las cavernas, hace
decenas de miles de años, cuando los seres
humanos comenzaron a diferenciarse de la vida
animal basada en el instinto y avanzaron en la
construcción de grupos de convivencia más
complejos, cuyos comportamientos empezaron a
ser reglados por las normas.
La creciente complejidad de la vida social
produjo la aparición de normas destinadas a
responder a las necesidades de supervivencia y
reproducción. Estas normas fueron cada vez más
sofisticadas y les agregó la necesidad de la
autoridad, ejercida al comienzo por los más fuertes
del grupo y luego por formas más complejas de
selección de líderes. El “poder” para mandar y las
“normas” de comportamiento que lo limitan y
regulan su ejercicio serían los extremos de una
interacción en continua lucha en la búsqueda de su
equilibrio.

45
La justificación y perfeccionamiento de las
“normas” y la “autoridad” desembocan, luego de
miles de años de avances, retrocesos, confictos,
pensamientos, luchas, guerras y acuerdos, en los
sofisticados “Estados” de la vida actual. “Estados”
y “Derecho” son entonces construcciones
complejas resultados de la historia, la racionalidad
creciente, la complejidad de las necesidades
sociales y la convivencia entre los seres humanos y
entre diferentes sociedades que han establecido las
formas dirigidas a que esas convivencias sean
posibles, eficaces y pacíficas.
El Estado moderno, que es creado por las
Constituciones –ley fundamental concebida como
un “contrato” entre los ciudadanos para
reglamentar el ejercicio del poder y definir los
derechos que conservan en sus manos y los que
delegan en él- existe para cumplir con
determinadas funciones, definidas por la
Constitución y las leyes, que le dan legitimidad,
reglamentan sus competencias y funcionamiento y
establecen los límites dentro de los cuales debe
hacerlo.
Para llevar adelante estas funciones, entre
otras cosas, necesita recursos, que obtiene de los
ciudadanos a través de los impuestos.
Éstos son de diversa clase. En la Argentina
los más importantes gravan los patrimonios, los

46
ingresos obtenidos por las personas (Ganancias), la
agregación de valor (IVA), las ventas, las compras
de productos externos (aranceles de importación),
las ventas de productos nacionales al exterior
(aranceles de exportación) y muchos –demasiados-
más. A los efectos de nuestro análisis, enfocaremos
los mencionados en último término: los aranceles
de exportación.
La palabra “retenciones” tiene una
connotación errónea. No se trata de un “adelanto”
de un impuesto, “retenido” hasta el momento de la
liquidación final –como en el caso del impuesto a
las ganancias, o de otros gravámenes-. Tampoco se
trata de una suma que luego la autoridad fiscal
devolverá a sus titulares, por una u otra vía, como
sería el caso de ser luego imputada al pago de
algún otro impuesto.
Y no se relaciona con la suma que en
determinados casos un actor económico que realiza
una operación comercial con otro, obligado
impositivamente por esa operación, debe “retener”
en nombre del fisco y entregar a éste para adelantar
la percepción de un tributo determinado.
En el sistema fiscal argentino, el término
vulgar “retenciones” se refiere específicamente al
arancel de exportación y se aplica en el momento
en que se realiza una operación de venta al
exterior.

47
El Código Aduanero, al contemplar ese
arancel, textualmente dice:
“Art. 754.- El derecho de exportación
específico deberá ser establecido por ley”.
Sin perjuicio de que el artículo siguiente
delega esa facultad “in totum” en el Poder
Ejecutivo, instituyendo un oxímoron jurídico
propio del libro Guiness, lo que interesa a esta
altura es determinar la caracterización legal de la
gabela: “derecho de exportación”.
Así lo denominan las resoluciones
ministeriales que las imponen, en uso de la facultad
delegada por el Código Aduanero y por el Decreto
que –en 1991- transfirió esa facultad al Ministerio
de Economía. En todos los casos se hace
referencia, como fuente legal, a la norma
mencionada del Código Aduanero y a las
delegaciones que esa norma y el mencionado
decreto contienen.
¿Por qué las “retenciones” no se denominan
en la referencia cotidiana, entonces, como todos los
demás impuestos, directamente “aranceles” o
“derechos de exportación”?
La respuesta no es difícil. Los impuestos a la
exportación son un barbarismo fiscal que sólo
utilizan los países con rudimentarios sistemas
económicos, productores de materias primas no

48
renovables –como minerales, hidrocarburos o
piedras preciosas-,
Su justificación, que para algunos puede ser
aceptable, de que al reducirse la riqueza natural en
razón de la extracción y envío al exterior de los
mencionados productos, la aplicación de un
gravámen sobre su exportación compensa esa
reducción de riqueza natural acumulada, que no
afecta a la economía interna porque se trata de
productos que no se consumen en el respectivo
país.

Funcionamiento

El funcionamiento de las retenciones tiene


como característica su facilidad de recaudación. No
requiere, como el impuesto a las ganancias, un
complejo sistema de determinación, deducciones y
cálculos. Tampoco requiere, como el Impuesto al
Valor Agregado, seguir la cadena de valor para
determinar su monto final, deduciendo lo abonado
en etapas anteriores para evitar la doble imposición
o la propia “exportación de impuestos”.
Su funcionamiento es rudimentario. No
incluye ninguna herramienta sofisticada, como los
mencionados, cuya elaboración tiende a perseguir
la justicia tributaria, respetando los mandatos y
límites de la Constitución Nacional, que luego se

49
analiza en profundidad. Tampoco necesita otra
verificación que la constatación de la cantidad y el
precio de los productos que se exportan.
Sin embargo, acarrean con el peso de esa
misma rudimentariedad. No respetan la
proporcionalidad ni la progresividad, no
discriminan entre operaciones de alta o baja –o
ninguna- rentabilidad, no contemplan los límites
que establece el sistema legal para evitar la sanción
de confiscatoriedad y, por el contrario, caen en
todas esas prevenciones desechadas por la ciencia
fiscal y por la normativa jurídica contemporánea.
Siguiendo las características técnicas de los
impuestos, sus elementos son:
Hecho imponible: la exportación de los
productos gravados.
Sujeto pasivo: el exportador de los productos
gravados.
Base imponible: el precio de exportación,
que se determina por la autoridad administrativa en
base a la documentación presentada por el
exportador.
Tipo de gravamen: es el porcentaje sobre la
base imponible determinada por la normativa.
Como puede observarse, la simplicidad de
recaudación es su nota predominante. Al requerirse
la participación del organismo estatal de control –
la Aduana- para autorizarse la operación de

50
comercio exterior, su evasión es prácticamente
imposible, lo que no impide que puedan existir
maniobras elusivas o delitos que no alteran
sustancialmente la eficacia del tributo.
Si bien su eficacia recaudatoria es alta, con
sus beneficiosos efectos en las finanzas públicas,
también lo es su incidencia en la economía
agropecuaria, como lo veremos en el capítulo
respectivo. Ahí notaremos que su eficacia
económica provoca consecuencias notables tanto
en la macroeconomía regional, como en la
microeconomía de las empresas rurales.

Historia

Los aranceles a la exportación tienen una


historia enraizada en los orígenes de la tributación.
En nuestro país fueron la causa principal de las
luchas civiles que se extendieron desde la
emancipación hasta la sanción definitiva de las
Constituciones –1853 y 1860-, proyectándose
incluso en las primeras décadas de vida
independiente hasta llegar a nuestros días con un
tema sin resolver.
Producida la Revolución de Mayo, que
desmanteló el sistema virreynal, cada antiguo
“Cabildo” y posterior “provincia” comenzó a
edificar su propio sistema fiscal.

51
El principal recurso fueron los derechos de
exportación de sus productos. Cabe destacar, como
lo analizaremos más adelante, que el efecto
económico de estos derechos era la reducción de
los ingresos de los productores, ya que –por
definición- es imposible trasladar al precio
internacional el mayor costo que implica el arancel
aduanero de exportación –salvo que se trate de un
producto de oferta mundial monopólica, que no lo
era ninguno de los exportados entonces-.
El único puerto de exportación era, en esos
tiempos, el de Buenos Aires. La repercusión
directa de esta realidad fue que en los años previos
a la organización nacional, el presupuesto de la
provincia de Buenos Aires era más de diez veces
superior al de las restante trece provincias
sumadas.
Cada provincia impuso derechos a sus
propios productos, con lo que la tributación
múltiple anulaba cualquier potencialidad
exportadora de las provincias interiores. Los
constituyentes establecieron por ese motivo la
prohibición del establecimiento de aduanas
interiores y estatuyeron que las únicas aduanas
existentes serían las nacionales. De esta forma se
buscaba crear un espacio nacional unificado, y que
las rentas aduaneras beneficiaran a toda la Nación,
cuyas normas de funcionamiento político y

52
distribución de riquezas se establecía en la
Constitución.
Sin embargo, siguiendo la Constitución de
los Estados Unidos, volcaron en el texto
constitucional su decisión de no gravar la
exportación, al punto que cuando el país se integra
definitivente en 1860, la Constitución incluye en su
redacción la finalización de dichos impuestos en el
plazo de seis años (1866). Ello en razón de que la
provincia de Buenos Aires, que tenía hasta ese
momento el manejo de su Aduana y los perdía al
nacionalizarse ésta, recibía a cambio, como
garantía de la Nación, el pago de su presupuesto
por un lapso de cinco años, lo que hacía imposible
renunciar a esos impuestos en forma inmediata por
parte del naciente Estado nacional.
La cláusula que en definitiva adoptó la
Constitución de 1860 al establecer las fuentes de
financiamiento del naciente Estado facultaba al
Congreso a “Establecer igualmente los derechos
de exportación, hasta 1866, en cuya fecha
cesarán como impuesto nacional, no pudiendo
serlo provincial”. De esta forma, se sancionaba la
buena doctrina de impedir gravar con derechos a la
producción exportable, considerada con razón la
base primaria de la acumulación económica de la
economía del país.

53
La prevención de la última parte de la frase
(“no pudiendo serlo provincial”) se adelantaba a
cualquier presunto intento de las provincias –o de
la propia provincia de Buenos Aires- de retomar
una fuente de tributación de fácil ejecución pero
considerada nociva para el sano desarrollo de la
economía de un país integrado, y se completaba
con la ya mencionada prohibición del
establecimiento de aduanas interiores y cualquier
otra limitación al comercio interior, establecidas en
los artículos 9, 10, 11 y 12.
La casuística de estos artículos marca con
claridad la importancia que tenía para los
constituyentes la decisión de conformar un país
económicamente integrado, marcando entre los
primeros artículos –y dedicándole nada menos que
cuatro de ellos íntegramente- las normas diseñadas
a tal fin:
Dicen estas normas:
Artículo 9o.- En todo el territorio de la
Nación no habrá mas aduanas que las nacionales,
en las cuales regirán las tarifas que sancione el
Congreso.
Artículo 10o.- En el interior de la República
es libre de derechos la circulación de los efectos
de producción o

54
fabricación nacional, asi como la de los géneros y
mercancías de todas clases, despachadas en las
aduanas exteriores.
Artículo 11o.- Los artículos de producción o
fabricación nacional o extranjera, asi como los
ganados de toda especie, que pasen por territorio
de una provincia a otra, serán libres de los
derechos llamados de tránsito, siéndolo también
los carruajes, buques o bestias en que se
transporten, y ningún otro derecho podra
imponérseles en adelante, cualquiera que sea su
denominación, por el hecho de transitar el
territorio.
Artículo 12o.- Los buques destinados de una
provincia a otra no seran obligados a entrar,
anclar y pagar derechos por causa de tránsito, sin
que en ningún caso puedan concederse
preferencias a un puerto respecto de otro, por
medio de leyes o reglamentos de comercio.
Estas normas conforman en sí el gigantesco
programa asumido por los pueblos de las
provincias cuando deciden poner fin a las guerras
civiles y comenzar a vivir en armonía. La
Constitución incluye en sus cláusulas ese
programa, crea las autoridades, les da sus
herramientas de gobierno y les fija sus
competencias y limitaciones.

55
En 1865, la República Argentina entra en
guerra con el Paraguay. Las necesidades de
financiamiento del conflicto bélico son el motivo
por el cual se reúne la Convención Reformadora de
1866, a fin de prorrogar el plazo establecido en la
Constitución reformada de 1860 como límite para
la vigencia de los derechos de exportación. Así lo
declara, eliminando el final del inciso del artículo
67 (hoy 75) inc. 1, el que en consecuencia
establece en definitiva la facultad del Congreso
para “establecer los derechos de exportación e
importación”, sin condición alguna, y en el
entendimiento de que esa modificación lo era hasta
la finalización del conflicto bélico, cuya duración
era imposible determinar. Sin embargo, la semilla
de la concentración y de la distorsión centralista
del “modelo” originario quedaba sembrada.
Terminada la guerra con el Paraguay, las
obligaciones fiscales del gobierno nacional fueron
otras y los derechos de exportación se habían
constituido en una fuente demasiado importante de
recursos como para prescindir de ellos. Así fue
como acompañaron la construcción del país
moderno, siempre considerados como
“provisorios” por los analistas económicos y
políticos, pero siempre vigentes. Su nivel osciló
alrededor de la tasa del diez por ciento (10 %).

56
A tal punto llegó la convicción sobre su
negativa influencia en el sano desarrollo del país a
través del tiempo, que la Comisión Reformadora
del Código Aduanero, en 1981, reiteró en su
exposición de motivos su convicción de que sería
deseable que la mercadería de exportación no
estuviera sujeta al pago de derechos, no obstante lo
cual estatuyó el sujeto, el hecho y la base
imponible, en razón de que mientras ese objetivo
no se lograra, era necesario dar seguridad jurídica a
las operaciones de exportación.
En la historia contemporánea de la Argentina
los derechos de exportación fueron utilizados,
normalmente, como ingresos extraordinarios en los
casos en que era necesario producir un ajuste fiscal
que incluyera la devaluación del signo monetario
nacional. El motivo era doble: en primer término,
permitían incrementar abruptamente la recaudación
fiscal en forma expeditiva y en segundo lugar,
como los productos gravados tenían precios
establecidos por el mercado internacional en su
condición de “commodities” agropecuarias, el
impuesto no podía trasladarse al comprador
externo, sino que se descargaba sobre el productor,
generando una reducción del precio de venta
interno y, en consecencia, implicaba una
transferencia de riqueza entre privados, desde el
productor hacia el consumidor. El efecto

57
macroeconómico de la medida, en el corto plazo,
permitía mantener los salarios reducidos sin que se
notara su pérdida de valor provocado por la
respectiva devaluación, ya que el destino principal
de los salarios más bajos, que es consumir
alimentos, no se veía afectado.
El gobierno de la Revolución Libertadora
aplicó, en oportunidad de su ajuste y devaluación
un arancel a las exportaciones agropecuarias de
hasta el 25 %. Con posterioridad, el gobierno del
presidente Frondizi, en oportunidad de impulsar su
Plan de Estabilidad y Crecimiento, las fijó entre el
10 y el 20 %. Durente el gobierno radical de Arturo
Illia, se impusieron retenciones de entre el 6,5 y el
13 %. El gobierno de la “Revolución Argentina”,
en marzo de 1967, decidió una devaluación del 40
% y a fin de una neutralización parcial impuso
retenciones cuyo valor oscilaba entre el 16 y el 25
%, y el de Alejandro Lanusse las estableció en una
tasa de entre el 10 y el 20 %.
Las retenciones fueron aplicadas por
diferentes gobiernos, hasta la década de 1990, en
que se eliminaron durante el gobierno del
presidente Menem, estableciéndose sólo un arancel
destinado al financiamiento de la elaboración de
estadísticas, del 3,5 %.
La Convención Reformadora de 1994,
teniendo la oportunidad de la revisión de esta

58
norma constitucional, dejó sin embargo como
facultad del Congreso la de imponer aranceles de
importación y exportación. Se concretó, a fines del
siglo XX, uno de los temores de Alberdi y el
derecho positivo argentino incluyó, sin reserva
cultural alguna, esta facultad, la que sin embargo se
atribuyó en forma excluyente al Congreso, como se
analiza más adelante.
Así continuó la situación hasta 2002, en que
la pesificación asimétrica y la macro-devaluación
que llevó a la pérdida del valor de la moneda
argentina de su nivel de “1 a 1” a su nueva paridad
de “3 a 1”, el colapso de las finanzas públicas, el
default declarado y la desaparición del signo
monetario unificado, reemplazado por varias
monedas provinciales, fueron acompañados por el
reestablecimiento de los aranceles de exportación,
en un nivel establecido en el 15 %.
La situación interna –reducción de costos en
pesos- y el incremento de los precios
internacionales –que comenzaron un repunte
sostenido a mediados del año 2002- evitaron que
esta nueva imposición de retenciones afectara las
finanzas agropecuarias y, por el contrario, fueran
absorbidas sin mayores inconvenientes, por la
economía agraria. La profundización de la bonanza
externa repercutió en la cadena productiva basada
en el campo, produciéndose un desarrollo en

59
cadena de todo el complejo alimentario que
incluyó desde la soja –como producto estrella-
hasta el trigo, los lácteos, el maíz, el girasol y la
carne.

La actualidad

En el año 2005 se producen dos fenómenos


paralelos: en el plano interno, comienzan a
mostrarse los límites de la reactivación motorizada
desde mediados del año 2002 por la recuperación
del consumo interno, que permitió a la economía
mostrar cifras encomiables partiendo de la caída
abrupta de la crisis 2001/2002. Esos límites estaban
motivados por varias causas, entre las que puede
destacarse como fundamental la ausencia de
inversión, tanto en infraestructura, que llegó a
bordear su saturación, especialmente en el sector
eléctrico, como en la ampliación de la capacidad
instalada, motivadas ambas por la insuficiencia
seguridad jurídica que mostraba el país por esos
años –y que lamentablemente aún exhibe al
momento de escribirse este libro, a mediados del
año 2008-.
En el plano externo, por el contrario, la
expansión del comercio de “commodities” los llevó
a convertirse nuevamente en una locomotora de la
economía mundial, incidiendo tanto en la cantidad

60
demandada, como en el precio. Se revirtió el
fenómeno estudiado por Prebisch definido como
“deterioro de los términos del intercambio” entre
los países productores de materias primas y
productos industriales, que indicaba el valor
creciente de los productos industriales comparados
con los productos agropecuarios. El nuevo
paradigma globalizador, que generó un impulso
gigantesco al desarrollo de la economía mundial,
valorizó nuevamente los “commodities” al
incorporar millones de personas al mercado de
alimentos. Entre estos productos, la “estrella” de
cara a la economía argentina fue la soja, cuyo
precio internacional pasó, en el período 2005-2008
de una cotización de USD 250 la tonelada, a USD
550. En el 2001, esa misma soja se había cotizado
internacionalmente a USD 150.
Los precios subieron, y con ellos la
recaudación que el Estado hacía a través de los
aranceles de exportación (“retenciones”). Sin
embargo, el desajuste fiscal –cuyos gastos habían
retomado una fuerte tendencia creciente, por los
subsidios abonados a la energía y al transporte-
requería más recursos que los recibidos co las tasas
vigentes. Ante esta situación, desde noviembre de
2007 hasta marzo de 2008 el gobierno nacional
decidió aumentar las tasas de los aranceles de
exportación, en sucesivos pasos, desde el 15 %

61
establecido en el 2002 al potencial nivel del 95 %
de lo que subiera el precio internacional,
mecanismo fijado en la Resolución 125 del
Ministerio de Economía que estableció las
retenciones móviles, luego modificada para
establecer un límite debido a la indignación
generalizada en el sector productivo.
La reacción del gobierno frente a la protesta
agropecuaria fue el dictado de la resolución
modificatoria del Ministerio de Economía de fecha
29 de mayo de 2008, estableciendo límites al
aumento, cuyo efecto final era un eventual arancel
máximo del 52,7 %, considerado igualmente
confiscatorio por el sector agropecuario. Frente a
esta actitud oficial se generalizó el conflicto que
duró más de tres meses, finalizado luego del envío
de la mencionada resolución al Congreso por parte
del Poder Ejecutivo, solicitando su aprobación
legislativa y el rechazo de la misma luego de un
intenso debate en el que partiparon amplios
sectores de la población.
Aunque al momento de redactarse este libro
el gobierno nacional dejó trascender su intención
de dictar una nueva modificación al sistema de
retenciones y la propia presidenta de la Nación
expresó en su primer Conferencia de Prensa de
fecha 2 de Agosto que volvería a impulsar la
propia resolución 125, las entidades agropecuarias

62
por su parte, en la misma fecha, expresaron su
negativa a aceptar cualquier modificación que no
sea fruto del consenso.
La “guerra del campo”, aún sin terminar y
que a juicio del autor seguirá repitiendo batallas en
los próximos tiempos, actuó sin embargo como una
mecha que encendió un cambio en la relación entre
los ciudadanos y la política.
Sus efectos se verán con el tiempo, pero su
primer consecuencia es colocar nuevamente a la
política argentina en el camino de la modernidad,
recreando el interés de los ciudadanos por el
escenario público y mostrando en su desarrollo que
la vieja pugna entre el poder y sus límites se instaló
nuevamente en la agenda argentina.

63
64
Capítulo 2
Las retenciones y la productividad
agropecuaria
Dos ejemplos. Incidencia en la rentabilidad
agropecuaria en explotaciones de alta, media y baja
productividad.

Dos ejemplos

El primer caso que analizaremos en este


capítulo poco tiene de relación con la producción
agropecuaria. Sin embargo, sí lo tiene con el
destino de su oferta: el mercado exterior.
Se trata de una exitosa explotación turística
desarrollada al pie de la cordillera de los Andes,
cerca del glaciar Perito Moreno, en la localidad
santacruceña de El Calafate.
Se llama “Hotel Casa Los Sauces”, y sus
características son de acceso libre en su sitio web
www.casalossauces.com, mostrando la excelencia
de un servicio de primera categoría.
La explotación fue iniciada en el año 2007,
con una inversión declarada superior a los Ocho
millones de dólares.
Habitaciones de cuarenta metros cuadrados,
todas con excelentes vistas panorámicas al
majestuoso paisaje de la patagonia sur, ofrece a lo
lejos la imagen de cerros con nieves eternas,

65
glaciares y un entorno majestuoso, sereno y alejado
de las depredaciones de la sociedad industrial.
El hotel-boutique (que así se define en su
presentación) consta de ocho habitaciones, cuya
utilización por huéspedes configura su ingreso de
explotación.
Según el tarifario que –a mediados del año
2008- muestra la referida página WEB, el precio de
una habitación para dos personas por un período de
seis días, alcanza a la suma de Cuatro mil
novecientos cincuenta y ocho dólares americanos
(USD 4858).
Si suponemos una ocupación del 80 por
ciento (en realidad, la ocupación orilla el 100 %
por el excelente nivel de prestaciones, la escasez de
alternativas en la zona y la demanda internacional
de este destino turístico), en seis meses las ocho
habitaciones proyectan un ingreso bruto de
Setecientos cuarenta y seis mil ciento ochenta y
ocho dólares americanos (USD 746.188).
Imaginamos además, para este cálculo, que un día
cada semana la habitación queda libre.
Ese será el “ingreso bruto” que generará la
renta del hotel, el equivalente al precio que obtiene,
en el siguiente ejemplo, un productor agropecuario.
Para este segundo caso, tomaremos el
ejemplo de un productor mediano de la provincia

66
de Entre Ríos, que explota en conjunto con un
hermano un campo de seiscientas hectáreas.
El valor del campo en la zona sur de la
provincia es de aproximadamente, en niveles de
mercado, de Seis millones de dólares. El
equipamiento para la explotación del campo puede
estimarse que sume dos millones más, contando la
maquinaria para todo el ciclo de labranza.
En los niveles de rentabilidad obtenidos en
esa zona, el promedio de “rinde” de una
explotación de soja fue de Dos mil doscientos
kilogramos por hectárea (Veintidós “quintales”, en
la jerga campesina). Seiscientas hectáreas con ese
“rinde” sumarían Mil trescientas veinte toneladas,
lo que, al precio vigente en el mercado
internacional (USD 550 la tonelada) sumarían
Setecientos veintiseis mil dólares (USD 726.000).
Como vemos, la inversión en ambos
ejemplos es comparable, el mercado de destino es
similar (el internacional) y el ingreso bruto que
producen también es aproximadamente equivalente
(USD 746.000 en el primer caso, USD 726.000 en
el segundo).
Pero aquí llega la gran diferencia: mientras
en el primer caso, el titular de la explotación puede
contar con la totalidad de su ingreso para abonar
sus costos de producción, amortización, seguros,
etc., en el segundo, antes de comenzar a hacer su

67
cuenta debe deducir de sus ingresos... las
retenciones. En los valores vigentes (35 %), deberá
entregar al fisco Doscientos cincuenta y cuatro mil
dólares (USD 254.000), con lo que le quedan
Cuatrocientos setenta y un mil novecientos dólares
(USD 471.900). El costo operativo de su
explotación es de 290 dólares por hectárea, o sea
que asciende a Ciento setenta y cuatro mil dólares
(USD 174.000), que deben deducirse de su ingreso
bruto. El saldo en su poder al final del ciclo de seis
meses es de Doscientos noventa y siete mil
novecientos dólares (USD 297.900).
En el primer caso, sin embargo, el costo
operativo del hotel durante los seis meses fue el
equivalente –aproximado- de Sesenta mil dólares
(USD 60.000), por lo que quedan en su poder
Seiscientos ochenta y seis mil dólares (USD
686.000).
La diferencia es de aproximadamente el
doble. La rentabilidad de la explotación del hotel,
con una inversión aproximada, en el mismo
período, con similar mercado de destino, duplica la
de una explotación agropecuaria debido
principalmente al efecto... ¡de las retenciones!
A partir de allí, ambos deberán pagar
impuesto a las ganancias (35 %). Deducido ese
impuesto, la explotación hotelera deja un saldo en
el semestre de Cuatrocientos cuarenta y cinco mil

68
novecientos dólares (USD 445.900), y la
explotación de soja de Ciento noventa y tres mil
seiscientos treinta y cinco dólares (USD 193.635).
Con el agregado que, de haberse hecho operativas
las retenciones móviles a la exportación en los
términos de la resolución 125, el ingreso disponible
de la explotación sojera apenas hubiera superado
los Ciento setenta mil dólares (USD 170.000), el
38 % de su equivalente turístico.
Aquí no termina, sin embargo, el análisis de
los hechos.
En efecto, si en lugar de ser propietarios se
tratara –como ocurre en la gran mayoría de los
casos- de productores que arriendan el campo
abonando al propietario el porcentaje de la cosecha
que es usual en la zona (que es variable pero se
puede estimar en 10 quintales, o sea una tonelada
por hectárea), el productor debe destinar a ese pago
600 toneladas, o sea Seiscientos mil pesos: USD
200.000 dólares. Con lo que su explotación pasa a
mostrar una pérdida neta de seis mil trescientos
sesenta y cinco dólares (USD 6.365) con las
retenciones vigentes, y de Treinta mil dólares en
los seis meses, con el nivel de retenciones que
imponía la resolución 125.
La aproximación que antecede no toma en
cuenta los diferentes niveles de riesgo de ambas
explotaciones. Mientras que la turística sólo corre

69
con los riesgos naturales del mercado y muy pocos
–o ninguno- relacionado con el proceso productivo,
en la agropecuaria los riesgos se amplían a las
cuestiones climatológicas –sequías, granizos,
exceso de lluvias, etc-, la volatilidad del mercado
internacional de “commodities” y a la
incertidumbre fiscal, que como se demostró en el
primer semestre del 2008 podrían golpear el
cálculo de rentabilidad muchísimo más que los
factores productivos o externos.
Los ejemplos son aproximaciones, ya que es
imposible contar con los datos precisos, y la
estimación es realizada a costo de mercado de los
factores de producción utilizados en ambos casos.
El Hotel Casa Los Sauces, en Calafate, y la
explotación agropecuaria de los dos hermanos
chacareros en Entre Ríos son la demostración de la
injusticia que motorizó los tres meses y medio de
la “batalla del campo”, entre marzo y julio de 2008
en la Argentina, simbolizados en la prédica por la
“redistribución del ingreso” de la presidenta
Fernández de Kirchner y la defensa de la
producción agropecuaria de Alfredo de Angelis,
los dos extremos más mediáticos de la batalla del
campo.

70
Rentabilidad agropecuaria en explotaciones de
alta productividad

Un sobrevuelo a las diferentes formas de


trabajo agropecuario nos muestra de inmediato
diferentes realidades. En todas ellas existen
desafíos organizativos, económicos, tecnológicos y
de mercado. A los efectos de una aproximación
mejor dividimos el análisis de tres situaciones
diferentes según la productividad la que, bueno es
destacarlo, no siempre está relacionada con la
extensión de la explotación sino con la
optimización de las herramientas tecnológicas, de
gestión y de organización empresarial.
La mayor rentabilidad está relacionada con
la utilización plena de los diferentes factores de
producción: mejores tierras, reducción de costos
por compras de insumos en escala, optimización
del uso de maquinarias, organización empresarial
que reduzca los costos administrativos e
impositivos, capacidad de almacenamiento y de
negociación en la venta de la cosecha, y capacidad
negociadora para la reducción de los costos de los
servicios.
El la denominada “zona núcleo”,
conformada por la zona sur de la provincia de
Santa Fé, el norte de la provincia de Buenos Aires
y el sudeste de la provincia de Córdoba, el “rinde”

71
–es decir, la producción por hectárea obtenida en
una explotación cuyos costos hayan sido
optimizados hasta el máximo posible aplicando la
tecnología más eficiente- alcanza a los cincuenta
quintales (o cinco toneladas) de soja por hectárea.
Ello significa, en los valores brutos aproximados
de la soja a mediados del 2008 en el mercado
argentino, a Cinco mil pesos por hectárea.
Cuadro 1
Precio de mercado en $ - Estimación por hectárea – enero
de 2008
Semillas 115
Agroquímicos 300
Siembra directa 70
Pulverizaciones terrestres (3) 45
Pulverización aérea (1) 25
Contratista cosecha (8 % 400
valor)
Comercialización 60
Seguros (3,3 % valor cosecha) 165
Impuesto inmobiliario, 200
estructura –movilidad,
administración, sostenimiento
infraestructura-
Total por hectárea 1380
Fuente: Elaboración propia. Datos extraídos de “Costos e ingresos del
productor de soja en el sur de la provincia de Santa Fé”, por Zuliani,
Susana, en http://www.fcagr.unr.edu.ar/blog/?p=16; y La Opinión de

72
Rafaela en http://www.laopinion-
rafaela.com.ar/opinion/2008/01/08/c810811.php
Para obtener esa producción se ha invertido
en tierras propias un monto cercano a los mil
doscientos ochenta pesos ($ 1380) por hectárea
(cuadro 1), con lo que la rentabilidad bruta
ascendería a tres mil setecientos veinte pesos ($
3.720/ha). El cuadro 1 detalla el precio aproximado
de los diferentes insumos y servicios, por hectárea.
Si se trata de tierras arrendadas –lo que
ocurre en la gran mayoría de los casos- se debe
abonar el arriendo, que en esa zona alcanza
aproximadamente a los veinte quintales por
hectárea (o sea, dos mil pesos por hectárea). La
rentabilidad bruta queda reducida así a mil
ochocientos veinte pesos por hectárea ($ 1.720).
Sobre este monto habrá que abonar el impuesto a
las ganancias (35 %, $ 637), lo que deja una
rentabilidad neta después de impuestos de mil
ciento ochenta y tres pesos ($ 1.183) por hectárea.
Es la situación mejor de mayor
productividad agropecuaria en la Argentina,
obtenida en la mayoría de los casos por
explotaciones de gran escala, que incorporan alta
tecnología, optimizan la contratación de servicios y
la compra de insumos en gran cantidad, realizada
por empresas o “pooles” financieros.

73
Rentabilidad en explotaciones de productividad
media

El siguiente caso considerado es el promedio


de la pampa húmeda por productores medianos
(explotaciones de 200/300 hectáreas de promedio),
que realizan su labores con maquinaria propia y
eventualmente asociándose con similares para
reducir el costo de amortización de las
maquinarias.
En estos casos, tomando como referencia el
cuadro 1, observamos que hay ítems que no
cambian y otros en los que se nota una menor
incidencia de algunos costos, en razón de que la
producción global sobre la que se calculan es
menor. Así ocurre con el rubro “contratista de
cosecha”, y sobre el rubro “seguro”. En el cuadro
1, esos conceptos alcanzan a cuatrocientos pesos ($
400) y ciento sesenta y cinco pesos ($ 165),
respectivamente. Adecuado a la producción
obtenida, que promedia los treinta quintales (o tres
toneladas) por hectárea, esas sumas quedan
reducidas a doscientos cuarenta pesos ($ 240) y a
noventa y nueve pesos ($ 99), respectivamente. El
costo de producción, a precios de mercado, por
hectárea, queda reducido así a mil ciento setenta
seis pesos ($ 1176).

74
Con el supuesto de una producción de tres
toneladas por hectáreas, el ingreso bruto alcanzará
en precios de julio del 2008 a aproximadamente
tres mil pesos ($ 3000) por hectárea. Deducidos los
costos de producción, el ingreso neto por hectárea
en campos propios será de mil ochocientos
veinticuatro pesos ($ 1824).
Sobre este monto se debe aplicar el impuesto
a las ganancias (35 %), que alcanzará a seiscientos
treinta y ocho, lo que reducirá la rentabilidad por
hectárea a mil ciento ochenta y seis pesos ($ 1186).
Sin embargo, si ha debido arrendar la tierra
para la explotación, debe descontarle a ese monto
el precio del arrendamiento. En esta zona y con la
productividad mencionada, el costo del
arrentamiento es de aproximadamente dieciseis
quintales (o 1,6 toneladas) por hectárea. Tendría
una rentabilidad de Doscientos veinticuatro pesos
por hectárea. En la eventualidad de tener que
abonar impuesto a las ganancias, entraría en
quebranto.

Rentabilidad en explotaciones de productividad


baja

Quedaría la última situación a analizar: la


que atraviesan productores que han obtenido un
“rinde” de veinte quintales por hectárea. Es la

75
existente en numerosas explotaciones de Entre
Ríos, en las que el promedio apenas superó esa
suma, mostrando explotaciones levemente por
encima o levemente por debajo de ese nivel.
Aquí la situación se hace realmente
problemática, ya que los costos de producción no
se reducen de manera tan sustancial como lo hace
el rendimiento y, si bien hay costos que se reducen
–como en el caso anterior- la mayoría permanece
en los mismos niveles que en la situación descripta
en primer término.
El ingreso bruto, por hectárea, en estos casos
y con el precio de mercado de mil pesos ($ 1000)
la tonelada, es de dos mil pesos ($ 2000).
Los costos de explotación en campo propio,
partiendo de la tabla 1, se reducen en los dos ítems
mencionados –costo de contratista de cosecha y
costo del seguro- de los quinientos sesenta y cinco
pesos ($ 565) allí enunciados, a doscientos
veintiseis pesos ($ 226). En consecuencia, el
cálculo del costo total por hectárea explotada
alcanzaría un monto de mil cuarenta y un pesos ($
1.041). Esa suma debe deducirse del ingreso bruto
de dos mil pesos arriba mencionado, lo que deja
una rentabilidad antes de impuestos, en campos
propios, de novecientos cincuenta y nueve pesos ($
959). Sobre esa suma debe calcularse el impuesto a
las ganancias ($ 365,65), lo que deja una

76
rentabilidad, después de impuestos, de poco más de
seiscientos veinte pesos ($ 620 por hectárea).
Si en lugar de campo propio hubiera debido
arrendarse, para lo cual lo usual es un porcentaje
que oscila entre siete y diez quintales por hectárea,
la explotación entra en quebranto y se transforma
en inviable, ya que a los novecientos cincuenta y
nueve pesos, hubiera debido descontársele entre
setecientos y mil pesos correspondientes al precio
del arriendo del campo.

Soportabilidad de las retenciones

Los análisis previos demuestran situaciones


diferentes según la productividad. Las retenciones
pueden ser soportadas, en términos económicos,
por las explotaciones de mayor productividad, gran
parte de las cuales son “pools” de alta eficiencia
tecnológica, estándares empresariales sofisticados,
acceso a capitales de inversión y, en la mayoría de
los casos, organizados e integrados por empresas o
empresarios no vinculados en forma permanente a
las explotaciones agrarias.
Según los casos, podrían ser toleradas por las
explotaciones de rentabilidad intermedia, aún a
costa de perder gran parte de su ganancia. Se trata
en su mayoría de productores medianos, residentes
en el campo o en ciudades cercanas, que tienen el

77
control de sus explotaciones y toman año a año las
decisiones de explotación que consideran más
adecuadas para su empresa, pero también para la
conservación de su campo.
Pero las retenciones llevan a los productores
medios-chicos y chicos a una situación de
permanente linde con el quebranto. Su vida queda
convertida en una incertidumbre constante, ya que
cualquier traspié –climático o de mercado- o
cualquier capricho impositivo los coloca en la zona
de pérdida.
La sensación de injusticia que sienten estos
productores con la aplicación de las retenciones a
la exportación –en realidad, todos, pero estos
últimos al advertir que pueden llevarlas a perder su
capital- es creciente. Se incrementa cuando
advierten que explotaciones de otros rubros, como
ocurre con el ejemplo con el que se inició este
capítulo, se repite en diversas actividades
económicas.
¿Por qué una explotación turística en
Calafate, con una rentabilidad decenas de veces
superior y riesgos claramente menores no tiene
“retenciones”? ¿Por qué cualquier otra actividad
económica en la que se obtenga una alta
rentabilidad no existe una “mordida” en el precio
final como la que se le realiza a la exportación
agropecuaria? ¿Por qué la ganancia agropecuaria es

78
condenable y cualquier otra no? ¿Es la producción
de alimentos más negativa que la explotación
privada de los juego de azar? ¿Por qué éstos tienen
el trato impositivo común –ganancias, cuando las
hay- mientras que la rentabilidad que se obtiene
con el cultivo de la tierra merece este destrato?
Estas preguntas, sin respuesta, son el
combustible de las reflexiones y la creciente
preocupación –cuando no indignación- de los
productores y explican la persistencia en una lucha
que mantuvo al país en vilo durante tres meses y
medio.

Cálculos de tasa implícita de ganancias con la


aplicación de la escala de la Resolución 125 o de
“retenciones móviles”

Las retenciones son aranceles de exportación


fijadas sobre el precio de venta al exterior. Sin
embargo, es posible calcular la tasa equivalente de
impuesto a las ganancias a que las mismas
ascienden, a fin de determinar su posible
confiscatoriedad, habida cuenta de la tradicional
interpretación de la Corte Suprema de Justicia que
ha sostenido en forma pacífica que una tasa
superior al treinta y tres por ciento (33 %) cae
dentro de la inconstitucionalidad por afectar el
derecho de propiedad y la prohibición de la

79
confiscación en el derecho argentino estipulado por
el artículo 17 de la Constitución Nacional, lo que
se analiza en otro lugar.
Sobre la base del costo de producción
existente en la Argentina a mediados del año 2008,
se ha calculado que para una producción de alta
rentabilidad (cinco toneladas por hectárea), la tasa
implícita de ganancias (que incluye la reducción
del precio generado por las retenciones y la tasa
explícita de impuesto a las ganancias) alcanza a
alrededor del setenta y ocho por ciento (78 %)18.
Para una explotación mediana que obtenga
un rendimiento de tres toneladas por hectárea, la
tasa combinada asciende al ochenta y cinco por
ciento (85 %).
En cualquier situación de precios posibles, la
tasa es superior al setenta por ciento (70 %),
sustancialmente superior a la establecida en
Estados Unidos e Italia –las más altas del mundo,
que alcanzan al cuarenta por ciento (40 %)-,
España y Francia 35 %, países escandinavos y
Reino Unido 30 % y superiores a todo el entorno
regional (Brasil 34 %, Chile 16 % y Uruguay
30%).

18
Lagos, Ricardo, “La Aritmética de las Retenciones Móviles”, en
http://rl561a.googlepages.com/AritmeticaRetenciones210608notecnico.
pdf

80
El análisis demuestra que las retenciones
móviles son excesivas en relación a cualquier país
del mundo con las que se las compare.
Pero también son regresivas: gravan a los
más chicos con una tasa de alrededor de un diez
por ciento mayor que a los más grandes.
Y magnifican los riesgos del productor,
haciendo más vulnerables a los más pequeños –que
no tendrían rentabilidad adicional para soportar
mayores costos en los insumos, que los más
grandes conservarían en mayor margen-. Al
aplicarse el tributo sobre el precio bruto de venta,
no se tiene en cuenta la incidencia de los costos de
producción que, como vimos, son mejor soportados
por las explotaciones más concentradas, logrando
una consecuencia exactamente inversa al objetivo
que se postula –discriminar a favor del productor
pequeño-.
Sin embargo, lo más curioso es que para el
resto de las actividades económicas, incluso las de
exportación –como lo observamos al comienzo del
capítulo en el caso de los servicios turísticos- o la
exportación de bienes industriales no existe una
tasa adicional a la general del impuesto a las
ganancias, fijada en la Argentina en el 35 %. Sólo
se aplican “retenciones”, además de las
exportaciones agropecuarias, a las ventas al
exterior de productos generados por la actividad

81
extractiva, con lo que una producción de alta
incorporación tecnológica y trabajo humano
calificado generando riqueza renovable, como la
agropecuaria, recibe impositivamente un trato
comparable a la minería, a pesar de su notable
diferencia económica, productiva, tecnológica y de
capacitación de trabajo.

82
Capítulo 3
Destino económico de la rentabilidad
agropecuaria
Sin retenciones. Con retenciones. Efectos sobre la masa
coparticipable. Efectos sobre la masa recaudatoria.
Incidencia en las economías regionales

En el segundo mes del conflicto


agropecuario, un mensaje distribuido por correo
elecrónico conmovió los ambientes políticos y
económicos argentinos.
Era sencillo, llano en su lenguaje pero
contundente en su reclamo. Marcos Rodrigué,
Intendente del pequeño pueblo de Inriville, en el
sudeste de la provincia de Córdoba. Merece ser
transcripto:

“Estos últimos días se estuvo hablando y


discutiendo, sobre las retenciones al agro. Si
eran justas, si queríamos un país con inclusión
social y una mejor distribución de la riqueza, o
qué país queremos.
Inriville, mi pueblo, en el sudeste cordobés, zona
núcleo por excelencia, tiene 4.300 habitantes.
Durante el año 2007, aportó con el viejo
esquema de retenciones, la suma de
$96.000.000, de lo que no recibimos nada a

83
cambio, porque las retenciones no son un
impuesto coparticipable.
¿No es razonable pensar que una buena
distribución de la riqueza debería ser un 33%
para Inriville, que la produce, un 33% para la
provincia de Córdoba y un 33% para el gobierno
nacional?
De esta manera mi pueblo recibiría $32.000.000
por año, 8 veces más que el presupuesto
municipal. Les cuento lo que podríamos hacer:
1.- Me haría cargo y duplicaría el sueldo de los
maestros, policía, empleados municipales y
personal de la salud, con esto gastaría
$4.000.000.
2.- Me haría cargo de todos los jubilados y le
pagaríamos el doble de lo que ganan, con una
jubilación mínima de $2.000, con esto gastaría
2.000.000.
3.- Cubriría la necesidad de 150 viviendas, que
nos costaría $10.000.000.
4.- Con el resto, pavimentaría todo el pueblo,
terminaría la obra de gas, haría el parque
industrial, tendríamos cloacas, sala de terapia
intensiva, sala de partos, un polideportivo
municipal??
Todo esto con el aporte de tan sólo un tercio de
un año de retenciones.

84
La pobreza y la ignorancia, son un muy buen
negocio político.
Vi muchos empresarios y políticos que callaron,
o que miraron al costado, o que participaron de
actos por temor a represalias, tienen que saber
que con su silencio y su actitud, hipotecaron el
futuro de sus hijos y de sus nietos, comprándole
su libertad y su dignidad.
Quiero un país federal, con inclusión, con
crecimiento del interior sin empobrecimiento de
su gente, sin destrucción de las economías
regionales,con igualdad de oportunidades para
todos, y tener como dice la prosa de nuestro
querido poeta Atahualpa Yupanqui,'yo tengo
tantos hermanos que no los puedo contar....y una
hermana muy hermosa que se llama LIBERTAD.

Marcos Rodrigué
Intendente de Inriville”

Internet fue el vehículo, y de inmediato


comenzaron a proliferar cálculos similares,
realizados por ciudadanos, autoridades o
instituciones de diversas zonas productoras, que de
pronto advirtieron la magnitud de la transferencia
de recursos que se escondían detrás de las
“retenciones”, concepto que hasta ese momento no
significaba más que un oscuro tecnicismo sólo

85
interesante para los productores que lo sufrían y las
autoridades que lo cobraban.
La interacción fue inmediata. Los hombres
de campo comenzaron a recibir la solidaridad de
miles de compatriotas, conciudadanos de
centenares de poblados de la pampa húmeda, la
zona productiva más dinámica de la economía
argentina. Se trataba de industriales, comerciantes,
profesionales, técnicos, a los que esa gigantesca
suma extraída de sus regiones no sólo se les
corporizaba en montos tangibles, sino que afectaba
su vida cotidiana al impedir que el extraordinario
ciclo internacional de demanda de alimentos
pudiera dinamizar en plenitud su crecimiento, su
modernización y el fin de su letargo de décadas.
La Argentina moderna fue edificada con sus
cimientos en el campo. La conquista del desierto,
en la novena década del siglo XIX (1878-1885)
completó la ocupación del territorio definiendo la
extensión de la geografía argentina y profundizó un
proyecto modernizador que había tenido sus
antecedentes en Entre Ríos y Santa Fe: la
inmigración de colonos europeos.
La República Argentina comenzó un proceso
que la llevaría, en poco más de treinta años, de ser
un desierto despoblado con pequeñas aldeas
diseminadas en la amplitud de la pampa, a ser una
nación que sorprendería en los albores del siglo

86
XX ubicándose en el pelotón de vanguardia de las
potencias de entonces.
Seis millones de personas llegarían entre
1880 y 1930 –de los que tres millones elegirían al
país como lugar de radicación definitiva-. Un
aporte migratorio proporcionalmente superior a
cualquier otro lugar del mundo, incluido Estados
Unidos –el mayor receptor neto de inmigrantes en
el siglo XIX-.Gino Germani ilustra el impacto
social de este fenómeno con un dato contundente:
entre 1880 y 1930, entre la población masculina
adulta, cuada cuatro habitantes tres eran
extranjeros y uno nativo, proporción que en el
litoral expresaba igualmente un considerable
predominio de seis extranjeros frente a cuatro
argentinos. Por más de setenta años, el sesenta por
ciento de la población de la Capital Federal y el
treinta por ciento de la de las provincias de
Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, estaba
constituida por extranjeros.
Esa inmigración construyó el país moderno.
Con vocación pionera, valores ancestrales de
afecto al trabajo y al ahorro, preservación de su
cultura, creencia en el futuro al que consideraban
exitoso apoyado en la educación y el trabajo, no
sólo hicieron un país económicamente pujante,
sino una sociedad impregnada de valores
democráticos que estaban declamados pero no

87
desarrollados por las élites de la generación del 80.
Como informa Alfredo Lattes en su obra “La
dinámica de la población rural en la República
Argentina –1857/1924”,

“En 1872 la población argentina era de 2.231.049


habitantes y la extensión cultivada se elevaba a 580.000
hectáreas. En 1914, la situación se había modificado
sustancialmente. El país contaba con alrededor de 8
millones de habitantes y sus cultivos ascendían a
24.317.199 hectáreas, de las que 6 millones y medio
correspondían al trigo. La República Argentina se
ubicaba así en los primeros lugares entre los grandes
proveedores mundiales de granos y el inmigrante no era
ajeno a esa prosperidad.”

Las conducciones políticas del país de


entonces completaron la agenda del siglo XIX con
mayor éxito que muchos otros países: colonias
agropecuarias, ferrocarriles, educación al acceso de
todos, instituciones laicas, puertos, universidades
de excelencia, se muestran en instituciones y
edificios que, aún hoy, muestran la potencia y
optimismo con que la Argentina llegaba a su
primer centenario.
¿Cómo había diseñado su sistema económico
y rentístico esa Argentina exitosa?
¿Cuáles fueron los principios sobre los que
se asentó su éxito económico?

88
La fiscalidad de la Argentina del centenario

Desde la sanción de la Constitución y sus


primeras reformas (1860 y 1866) hasta los cambios
intervencionistas de la década de 1930, las normas
originarias rigieron la fiscalidad del país.
El Estado Nacional se financiaba con
recusos aduaneros. Los desequilibrios transitorios
se financiaban con empréstitos, por lo que el
prestigio del Estado como buen pagador era
considerado un elemento principal de buen
gobierno.
Las provincias, por su parte, tenían sus
sistemas impositivos apoyados en los tradicionales:
imposición inmobiliaria, impuestos de sellos,
impuesto a las herencias, impuestos a las ventas y
otros de menor trascendencia macroeconómica.
El desequilibrio relativo de las diferentes
regiones era compensado por una acción del
Estado nacional en la prestación del servicio
educativo, ámbito en el que las “Escuelas Láinez”
se convirtieron en la herramienta alfabetizadora de
los amplios contingentes migratorios que recibía el
país moderno. El Estado nacional asumió también
la función de formación de docentes y la extensión
del nivel educativo medio, así como el

89
financiamiento de las Universidades Nacionales.
Los principales gastos del Estado Nacional,
además de la administración central que era
reducida y el mencionado en educación, se
concentraban en la Defensa y el Servicio Exterior,
financiando igualmente los principales hospitales
del país. Las redes ferroviaria, eléctrica y de
transporte de pasajeros era sostenido por empresas
privadas, que periódicamente eran noticia cada vez
que se renovaban sus concesiones, por las
acusaciones –o sospechas- de corrupción.
Las provincias, por su parte, tuvieron a su
cargo el mantenimiento del orden público a través
de sus sistemas policiales, la organización de la
justicia, los caminos y la prestación adicional de
los servicios de educación y salud, con pocas
escuelas provinciales y “Dispensarios” de atención
primaria.
Los principos económicos que rigieron en
las cinco décadas de 1880 a 1930 fueron los
establecidos en la Constitución. La acumulación se
realizaba en cabeza de empresas y personas que
actuaban en el mercado, sin que estuviera ausente
el privilegio que generaba la distribución de la
tierra pública, no siempre equitativa. Esa fue una
diferencia notable con el proceso norteamericano,
en el que la ocupación del Oeste tuvo en los
pioneros protagonistas fundamentales. En la

90
Argentina, la ocupación del territorio realizada por
expediciones militares oficiales fue seguida de una
distribución que no respondía a cánones
productivistas, sino a la cercanía al poder. Los
inmigrantes, salvo en el caso temprano de la
provincia de Entre Ríos que siguió la tendencia
urquicista a poner en marcha “Colonias” con
parcelas de 25 hectáreas distribuidas entre las
familias inmigrantes, trabajaron la tierra como
arrendatarios, siendo en general superexplotados
por los terratenientes y provocando como reacción
su organización y reclamos por mayor estabilidad y
condiciones de labor. El “Grito de Alcorta”, en
1912, fue una de esas eclosiones, de las que surgió
la Federación Agraria Argentina.
Con todos esos conflictos distributivos
internos, el país creció en esas cinco décadas desde
los 1700 dólares por habitante en 1880 (en valores
del dólar de 1992) hasta llegar a un ingreso por
habitante de 3760 dólares, al que retornaría,
curiosamente, setenta años después, a raíz de la
crisis de 2002. La Argentina de Duhalde y de
Kirchner mostraba el mismo ingreso por habitante,
en valores constantes, que la de Hipólito Yrigoyen
en 1930 y apenas superior a la de Roque Sáenz
Peña (USD 3390) en 1913.
En el medio siglo de 1880 a 1930, sin
embargo, había duplicado su riqueza por habitante,

91
además de haber multiplicado por cuatro su
población.
Había protagonizado un proceso exitoso.

La fiscalidad argentina en el presente

En la década de 1930 se produjo la primera


ruptura del órden constitucional. En la misma
época, la crisis global del sistema económico
golpeó fuertemente al país, cuyo motor económico
eran las exportaciones agropecuarias abruptamente
interrumpidas.
Los gobiernos de la década debieron
enfrentar desafíos inéditos. Los compradores
tradicionales del país cerraron sus mercados para
protegerse. El Imperio Británico decidió cerrar el
comercio a sus colonias, desplazando a
proveedores que no integraran ese espacio,
específicamente la República Argentina. Ello dio
origen al Tratado “Roca – Runciman”, fuertemente
cuestionado por el pensamiento nacionalista pero
considerado en su momento un éxito diplomático y
económico al permitir mantener el flujo comercial
con Gran Bretaña a pesar de su política
proteccionista. Sin embargo, fue realmente un
“cambio de época”, en el mundo y en el país.
En términos político-culturales, comenzó el
cuestionamiento a los valores de la democracia

92
como sistema. Los autoritarismo europeos parecían
exitosos y sus prédicas encontraron pronto
seguidores en el país en el pensamiento
nacionalista. Y el nuevo protagonismo de los
Estados llegó hasta la Argentina con iniciativas
como la creación del Banco Central, las Juntas
Reguladoras de Carnes y de Granos y el nuevo
diseño fiscal, con la aparición del Impuesto a las
Rentas –hoy denominado “a las ganancias”.-
Este impuesto se constituyó en el principal
recurso nacional, junto a los aduaneros. El Estado
nacional fortaleció sus ingresos y, como reflejo
inmediato, consolidó y expandió su poder sobre los
demás estamentos constitucionales, principalmente
sobre las provincias. El equilibrio del sistema
constitucional se rompió a favor de la Nación, que
multiplicó su presencia en el territorio con nuevas
Escuelas, caminos, hospitales y empresas públicas
que se sumaron a la existente YPF: Gas del Estado,
ENTEL, los nacionalizados “Ferrocarriles
Argentinos”, Aerolíneas Argentinas, Obras
Sanitarias de la Nación y muchas más.
El nuevo impuesto, de discutible
constitucionalidad y jurisdicción, apareció con la
justificación de la “provisoriedad” por el estado
crítico de las finanzas públicas, pero su vigencia
fue permanente. Junto con la unificación de los
impuestos internos, y el impuesto a las ventas,

93
formaron la primer “masa coparticipable”. La
primera ley de coparticipación estableció como
destino de esa masa impositiva un porcentaje del
82, 5 % para el Estado Nacional, y del 17,5 %
restante para distribuir entre las provincias.
La Constitución reformada lo incorporó
como una de las fuentes normales de
financiamiento del Estado Nacional, aunque
disponiendo su condición de “coparticipable” al
igual que los indirectos, situación que se da de
hecho pero que no se ha institucionalizado en una
norma legal o “ley-convenio”, por lo que su
recaudación queda, en gran medida, en la
discrecionalidad del poder nacional.
De esta forma, el sistema económico y
rentístico del país, base de cualquier organización
institucional, se apoya en el endeble sustento de la
discrecionalidad presidencial.
Las consecuencias de esta situación no son
menores. El diseño de delicado equilibrio de la
Constitución Nacional, sin la ley de
coparticipación federal de impuestos, queda
desarticulado.
1. Los impuestos deben surgir de leyes. Esta
afirmación es la consecuencia natural de
adoptar el sistema republicano: “no hay ley
sin representación”, principio que rige en los
estados modernos como proyección

94
perfeccionada de la Carta Magna, otorgada
por Juan Sin Tierra a los nobles ingleses en
1215.
2. Las leyes requieren un procedimiento de
doble lectura que exige la aprobación de la
mayoría de los representantes del pueblo
(Diputados) pero también de la mayoría de
las provincias (Senado). De esta manera, los
Constituyentes querían garantizar la vigencia
del Federalismo, también adoptado como
sistema –artículo 1 de la Constitución-.
3. El doble recaudo se refuerza con el principio
de “no hay gasto sin presupuesto o ley
especial que lo disponga”. Esta ley debe
también ser aprobada por ambas Cámaras y
su objeto es garantizar también que lo
recaudado a través de los impuestos se gaste
luego de una discusión y acuerdo en los que
participen los representantes del pueblo
(nuevamente, Diputados) y de las provincia
(ídem, Senado).
4. La recaudación de impuestos coparticipables
debe distribuirse según una ley especial.
Nuevamente, el propósito del Constituyente
es la participación de pueblo y provincias en
esta decisión.
Analizaremos la juridicidad de las retenciones
en forma especial. En este momento, el propósito

95
del enunciado es recordar que el principio de la
legalidad no es un reclamo caprichoso de las
provincias y de los ciudadanos, sino la base que ha
justificado el dictado del Pacto Constituyente, que
obliga a las personas en tanto sea respetado por el
poder, pero que comienza a perder legitimidad si el
poder otorgado a las autoridades no se ejerce según
las normas que ese pacto fundamental establece.
Veamos a continuación qué ocurre con la
fiscalidad nacional actualmente.
El efecto de las retenciones en la fiscalidad
es notable. En los precios récords de mediados del
2008, con un nivel también récord de volumen (94
millones de toneladas), la producción agrícola
alcanzará a cerca de cuarenta mil millones de
dólares (USD 40.000.000.000). La suma es
exhorbitante e implica uno de los componentes
más importantes del producto bruto.
Suerte para el país, y suerte para la
administración Kirchner. Ese mismo volumen de
cosecha, en tiempos de de la Rúa, significaba un
monto de poco más de doce mil millone de dólares
(USD 15.000.000.000).
También esta cosecha permite al país una
diferencia, con respecto a esos tiempos. Un
informe de Miguel Angel Broda y Elizabeth
Bacigalupo publicado en La Nación
(www.lanacion.com.ar) calculaba que los saldos

96
exportables, sumando cantidad y valor, agregarían
al país en 2008 treinta y un mil doscientos millones
de dólares (USD 31.200.000.000) de ventas al
exterior de origen agropecuario, frente a los
dieciocho mil ochocientos millones de dólares
(USD 18.800.000.000) obtenidos con los
excelentes precios del 2007 y a los doce mil
cuatrocientos millones (USD 12.400.000.000) del
año 2002.
Su impacto en la recaudación es
consecuentemente importante. Si en 2007 las
retenciones alcanzaron a veinte mil cuatrocientos
cincuenta millones de pesos ($ 20.450.000.000), en
el 2008 superarán los cuarenta y tres mil millones
($ 43.000.000.000). El aporte adicional del campo
a las finanzas públicas es, al observar estas cifras,
de muy fuerte impacto. La contracara es que son
montos que se absorben del sector productivo. Y
no son coparticipables. Su destino lo decide
exclusivamente la Nación.
Los recursos nacionales, según la Ley de
Presupuesto vigente para 2008, asciende a
aproximadamente doscientos treinta y tres mil
millones de pesos ($ 233.000.000.000). De ese
monto, los ingresos originados en impuestos y
contribuciones asciende a poco más de ciento
sesenta y nueve mil millones ($ 169.462.800.000)
de los cuales corresponderían a aranceles de

97
exportación en el presupuesto originario la
cantidad de veinticinco mil millones ($
25.000.000.000), que ascenderán con los precios
del 2008, a aproximadamente cuarenta y tres mil
millones ($ 43.000.000.000).
La ley “transitoria” de Coparticipación,
sancionada en 1988 durante la presidencia de Raúl
Alfonsín –obviamente, antes de la Convención
Constituyente de 1994- estableció un sistema de
redistribución de impuestos coparticipables con
porcentajes fijos, de transferencia diaria y
automática, a cada jurisdicción provincial. Esos
impuestos comprenden a la totalidad de la masa
recaudada por todos los impuestos nacionales
creados o a crearse, con las siguientes excepciones:
a. Derechos de exportación e importación.
b. Los que tengan formas especiales de
distribución, aprobados por ley.
c. Los que tengan finalidad específica, hasta el
cumplimiento de esta finalidad. Cumplida la
finalidad, pasan a ser coparticipables si
persistieran como impuestos.
d. Los que estén destinados a obras, servicios
declarados de interés nacional por una Ley
nacional a la que deben adherirse las
legislaturas de las provincias afectadas.
La norma mencionda avanza en la recreación
del equilibrio constitucional originario entre los

98
ciudadanos, el estado nacional y los estados
provinciales. A diferencia de la ley nacional
20.221, de 1973, que fijaba sumas similares para la
Nación –que en esa época incluía en su jurisdicción
a la Capital Federal y a Tierra del Fuego- y las
provincias (48,5 % a cada jurisdicción), la nueva
norma destinaba a la Nación el 41,64 %, y a las
provincias se destinaba el 57,36 %. No tardarían en
aparecer las distorsiones.
La primera gran distorsión la constituyó la
modificación destinada a financiar el déficit del
sistema previsional, que transfirió a la Nación el 15
% de la suma que recibían las provincias. La
segunda distorsión fue la necesidad de hacer frente
a compromisos de la deuda externa. La tercera, las
necesidades de asistencia social. Estas causas
provocaron que la masa impositiva sujeta a
comparticipación automática, sumado a una serie
de impuestos y contribuciones de distribución
específica, redujera la cuota provincial al mínimo
histórico, que se alcanza durante la administración
kirchnerista: el 27 % del total, mientras aumentó la
de la Nación al 73 %.
Por cierto es que una mitad del libro justifica
la transferencia: el sistema previsional era –y sigue
siendo- deficitario, y para que no golpeara tan
fuertemente a las provincias, la Nación ofreció en
la década del 1990 hacerse cargo de las pasividades

99
que pagaban las Cajas Provinciales, y de recibir sus
sistemas previsionales a fin de unificarlos con el de
la Nación. Y la pobreza generada por la crisis del
2002 a raíz de la “pesificación asimétrica” y la
cuestión de la deuda, fueron argumentos de
urgencia que parecían justificar la distorsión. Pero
por el lado de la concentración de recursos en la
Nacion, fue otro paso en línea exactamente
divergente con el diseño constitucional. Esa
concentración y el crecimiento de la
discrecionalidad en su distribución provoca
desequilibrios enormes entre las provincias, cuyos
casos extremos lo muestran la provincia de Santa
Cruz, recibiendo más de seis mil pesos por
habitante, frente a la provincia de Buenos Aires,
recibiendo poco más de cien.
Es bueno recordar a esta altura, que para
algunas provincias los fondos coparticipados
constituyen hasta el 90 por ciento de sus ingresos
anuales, por lo que cualquier retraso, disminución
o distorsión del sistema afecta en forma directa su
situación social, ya que en la actualidad la totalidad
del sistema educativo y de salud ha sido transferido
a su responsabilidad y financiamiento, lo que se
agrega a sus tradicionales funciones de policía,
administración central, vialidad y demás
requerimientos de gobierno. Ello provoca una
correlativa concentración de poder en la

100
administración central: cualquier demora o
manipulación en la transferencia de los recursos
puede generar protestas sociales de magnitud que
eventualmente podrían afectar hasta la estabilidad
de una administración provincial.

El efecto de las retenciones

Las retenciones son, como se explicó en el


capítulo pertinente, un arancel aplicado a la
exportación de determinados productos. Son, en
consecuencia, un impuesto de jurisdicción
nacional, en los términos de la legislación vigente.
Desde esta perspectiva, es indudable que su
determinación y recaudación corresponde a la
Nación. Sin embargo, como también lo
analizamos, la Nación tiene un procedimiento para
establecer impuestos que la propia Constitución
establece, a fin de cumplir con el sistema
“representativo, republicano y federal” que adopta.
En este procedimiento, es central la participación
de los órganos representantivos del pueblo (la
Cámara de Diputados), de las provincias (el
Senado) y de la Nación –el Presidente-. Y su
expresión orgánica y formal es una ley sustantiva.
No hay legitimidad constitucional para la
determinación de impuestos sin sanción de una ley,
como quedará demostrado más adelante.

101
Sin embargo, los efectos económicos de las
retenciones son más graves que su ilegitimidad de
origen. Efectivamente, al reducir el precio de los
productos agropecuarios, reduce correlativamente
la masa de impuesto a las ganancias, que es
coparticipable, porque disminuye las ganancias de
los productores agropecuarios. Las retenciones
terminan funcionando como una vía de
expropiación de recursos provinciales a través de
un cambio de mecanismo de imposición.
Esto ocurre cuando su tasa deja de ser un
razonable arancel aduanero para transformarse en
una gabela que incide en el precio obtenido por el
productor en una cantidad tal que, si se calculara
como una tasa implícita de impuesto a las
ganancias, implicaría para el sujeto imponible no
menos del doble de su tasa nominal, en precios de
mediados del 2008. La ganancia se reduce por
efecto de la reducción forzada del precio, y en
consecuencia la provincia deja de percibir su
porcentual por esta vía. Ello ocurre porque el
precio final de la producción exportable, al estar
fijado por el mercado mundial y operar en un alto
grado de transparencia, no tiene posibilidad alguna
de trasladar el impuesto a los compradores
externos.
Como, por otra parte, la variación de costos
de producción no forma parte de ningún cálculo

102
para la determinación de esos precios, fijados como
está dicho por el mercado internacional, un
incremento de estos costos debido a la inflación
interna reduce aún más la rentabilidad, y en
consecuencia también la ganancia. El impuesto que
deberán pagar por este concepto –nuevamente-
sufre otra disminución.
En consecuencia, las retenciones terminan
reduciendo ingresos provinciales y ampliando la
masa impositiva nacional no coparticipable, con su
correlativo incremento de la concentración de las
decisiones políticas del Estado en el Poder
Ejecutivo Nacional.

La circulación de riqueza sin retenciones

Invirtamos los términos. Imaginemos que el


Estado Nacional funciona con los recursos que le
otorga la Constitución Nacional y las retenciones
desaparecen –o se fijan en el mínimo compatible
con una tasa aduanera, como el 3,5 % que rigió en
la última década del siglo XX-.
El efecto macroeconómico de este flujo de
riqueza en la economía poductiva repercutiría en
forma virtuosa. La rentabilidad de los actores
agropecuarios se destinaría a incrementar su
capacidad productiva, ampliando los saldos
exportables. Crecería más rápidamente el

103
complejo agroindustrial, las fábricas de
maquinarias agrícolas –para la demanda interna
creciente y para la exportación-, los talleres de
mantenimiento, las fábricas metalmecanicas de
partes, los diseñadores y constructores de sistemas
informáticos para ese complejo agroindustrial; las
productoras de semillas, de híbridos, de
fertilizantes, de agroquímicos en general.
Se impulsaría la demanda de servicios
adicionales a la producción –acopiadores,
comercializadores, transportistas, financiamiento-
con sus respectivas externalidades.
Se potenciaría el comercio local en los
pueblos de la región, y se dinamizaría la actividad
económica vinculada indirectamente con el campo,
pero arraigada en la zona. Todo ello generaría,
además, fuertes impactos en la recaudación de
tasas e impuestos locales, incrementando la
autonomía de funcionamiento de Municipios y
provincias y potenciando la vida pública local, con
todos sus efectos benéficos en el debate público, la
mejor asignación del gasto y el control de la
ejecución presupuestaria.
La actividad de la construcción sentiría el
impulso ante la tradicional tendencia de los
productores agropecuarios a tener su lugar de
residencia en los pueblos, tanto para su retiro al
momento de jubilarse, como para lugar de

104
residencia de sus hijos, sea en la etapa de sus
estudios secundarios o sea, en ciertas ciudades,
para sus propios estudios universitarios.
Difícilmente sea imaginable un sector de la
economía en el que la propia sociedad civil o
“mercado” tenga un comportamiento
previsiblemente más virtuoso, sin necesidad de
intervención estatal, que en éste. La proyección de
una política que responda al modelo constitucional
llevaría al país, en poco tiempo, a seguir un camino
parecido al recorrido por Canadá, Australia o
Nueva Zelanda, los tres con un complejo
agroindustrial integrado ubicado en la base de su
estructura productiva y con una riqueza por
habitante que los ubica en el pelotón de los más
ricos del planeta.
La masa impositiva que se incrementaría,
por el multiplicador virtuoso de la economía
reciclando su riqueza sería la del impuesto a las
ganancias y el del valor agregado. Ambos son
coparticipables.

La circulación de riqueza con retenciones

Por el contrario, la circulación de la riqueza


retenida por el Estado Nacional a través de las
retenciones tal como las concibe la cuestionada

105
Resolución 125 tiene una previsible circulación
totalmente distinta.
Los fondos formarán parte de la
discrecionalidad del poder central. El debate sobre
su destino sufrirá la debilidad probada de la
ausencia de discusión parlamentaria. El control
sobre la ejecución presupuestaria se debilita al
alejarse de los beneficiarios directos, y caer en
kafkianos organigramas y procedimientos que
dificultan, aún para los propios responsables
políticos, una adecuada gestión y control.
Su influencia negativa trasciende a la
fiscalidad y golpea a la economía privada,
agregándole el desestímulo de un “riesgo de
arbitrariedad” que el modelo constitucional no
prevée. Se afectará por esta vía a la inversión y se
ampliará la brecha entre la producción posible y la
producción real.
El caso de la producción cárnea es la más
demostrativa. Tradicionalmente el mercado
exterior de carnes estaba limitado a pocos países de
buen poder adquisitivo, que protegían sus
mercados y aún lo hacen. Sin embargo, el mercado
mundial de carnes se ha expandido por las mismas
razones que el resto del mercado de alimentos: la
incorporación al consumo de nuevos contingentes
de “clases medias globales”.

106
La demanda de ese mercado se concentra
principalmente en los cuartos traseros y desecha,
en general, los cuartos delanteros y demás cortes.
El efecto de esta segmentación es que cuanto más
se incremente la producción exportable de cortes
traseros, más se incrementará la del resto de los
cortes –al menos, mientras no se inventen vacas
con cuatro patas traseras....-. El mercado interno,
por su parte, no tiene afección por los cuartos
traseros –desechados por el gusto del consumidor
argentino-.
La sana política debiera ser liberar –y más
aún, incentivar- la exportación de carnes, a fin de
que la abundancia de cortes traseros exportados
amplíe por reflejo la oferta de los demás cortes, y
en consecuencia, impulse a la baja su precio para el
consumidor argentino. Es la política seguida por el
Uruguay, que llevó a nuestro vecino a superar las
exportaciones de carnes argentinas.
Ese es el efecto del “modelo constitucional”.
¿Cuál fue, por el contrario, la actitud del “modelo
populista”? Prohibir las exportaciones de carnes y
fijarle precios máximos en el mercado interno. Su
lógica –parcial- fue que prohibiendo la exportación
se ampliaría la oferta interna y que la fijación de
precios máximos evitaría el incremento de su
precio. Por supuesto, la consecuencia ha sido la
reducción del stock ganadero y la ausencia de

107
inversión en “madres”, debido a la caída de
rentabilidad. Se perdieron mercados externos
conseguidos en décadas de trabajo y permanencia y
ni siquiera pudo cumplirse con la Cuota Hilton.
Similar procedimiento se está adoptando, al
momento de escribir este libro, con los lácteos.
Mediante una resolución de la Secretaría de
Comercio se ha prohibido la exportación, dañando
el prestigio comercial de los exportadores privados
argentinos y forzando aún más la descapitalización
del sector y el desestímulo a la inversión.
Proyectando ambas políticas hacia delante, no sería
de extrañar que en poco tiempo comience a
escasear tanto la carne como la leche.
Esos ejemplos indican las consecuencias del
“modelo populista”.
El poder se concentrará. Recibirán “obras
públicas” y nuevos servicios las gestiones locales
cuyos titulares respeten el alineamiento con el
poder decisorio.
El desestímulo a la producción que genera el
impuesto se potencia con la falta de conocimiento
sobre su destino. La reducción de excedentes en las
empresas del sector reducirá correlativamente su
posibilidad de reinversión, y conspirará contra el
crecimiento de la producción a pesar de contar con
una demanda internacional –al margen de los

108
“picos” y “bajas” periódicos- de tendencia estable
al largo plazo y buenos niveles de precios relativos.
Se reducirá el multiplicador de la actividad
económica. Se estrechará la masa de impuesto a las
ganancias y al valor agregado –coparticipables- y
se incrementará la recaudación aduanera –
exclusivamente nacional-.

Las retenciones como reguladoras del precio

Uno de los motivos de más efecto en la


opinión pública para fundamentar la aplicación de
las retenciones a través de la Resolución 125 fue la
necesidad de “garantizar la mesa de los
argentinos”, frase con la que se expresaba el
propósito de reducir el precio de los alimentos de
alcance popular.
Sin embargo, en una situación estable, esta
afirmación no es correcta. Tres por ciento (3 %) es
la incidencia del precio del trigo en el precio del
pan vendido al consumidor. Es el producto más
importante, que a valores de mediados del 2008
incrementaría su precio de venta al público de $
4,50 el kilogramo a $ 4,635 si las retenciones a la
exportación de ese producto de eliminaran
totalmente. Similar fenómeno ocurriría con la
carne –que merecerá una reflexión aparte-.

109
El grueso de la producción exportable, en
cantidad y valor, fue la soja. Sólo el 5 % de la soja
se consume en el país. El 95 % se exporta. La mesa
de alimentos populares no sufriría cambio alguno.
Estos ejemplos rebaten de manera terminante
el argumento de que las retenciones son
imprescindibles para mantener el precio de los
alimentos al alcance de los hogares argentinos.
Ante esta información, la respuesta suele ser
de que con los recursos obtenidos por las
retenciones es posible subsidiar a los hogares
populares. Si es así, el razonamiento cambia. El
objetivo ya no es el precio, sino la recaudación.
Aunque es muy discutible que la política de
subsidios cruzados pueda potenciar el crecimiento
integrado al mercado internacional, está claro que
aunque así fuera, el fundamento enunciado en
último término no puede estar reducido a la
procedencia o no de las retenciones, sino que se
inserta en el debate más amplio sobre la justicia
tributaria, es decir, de dónde deben salir los
recursos para financiar esos subsidios. Recordemos
que, por disposición constitucional, los impuestos
deben ser igualitarios y equitativos –artículo 16-.
La Constitución prohibe castigar a un sector
determinado discrecionalmente, o en forma
selectiva.

110
La ciencia fiscal moderna ha desarrollado
herramientas para ello: son los impuestos a las
ganancias, que han alcanzado un grado de
sofistificación en su diseño que, herramientas
informáticas de por medio, posibilitan contar con
gabelas que no generen nuevas injusticias bajo el
sedicente propósito de terminar con otras.
Si se necesitan recursos es necesario pensar
bien de dónde obtenerlos. Claramente, un impuesto
a las ganancias bien diseñado y bien controlado es
la mejor herramienta, en razón de que por el lado
del contribuyente refleja el verdadero estado
contributivo de su situación económica –pagará el
que gana, y no pagará el que no gana- y por el lado
de la justicia fiscal no se castigará al más pobre de
un sector sino que el “corte” alcanzará a todos los
sectores económicos.
Si la razón es la recaudatoria ¿Por qué razón
debe castigarse impositivamente al sector
agropecuario, y dentro de él con mayor encono a
los productores pequeños y medianos, y no al
empresario de los juegos de azar, o a los titulares
de renta financiera, o a las propias empresas
turísticas con superganancias sustancialmente más
rentables, como se muestra con el ejemplo del
capítulo 2 con el hotel “Casa los Sauces”,
emprendimiento hotelero de la familia
presidencial?

111
Costos internos vs. costos externos

Suele mencionarse, para justificar la


aplicación de retenciones en casos de devaluación
del tipo de cambio, que los costos internos son
subsidiados por toda la sociedad, que se empobrece
correlativamente a la tasa devaluatoria, y que en
consecuencia la producción interna produce con
costos “pesificados”, lo que implica una ganancia
injustificada con respecto al precio internacional de
los productos, que surgen de precios de mercado.
En los casos en que las retenciones, en
nuestra historia, han sido utilizadas como
mecanismo de transferencia de ingresos desde los
sectores internos de ingresos fijos –salarios,
pasividades, sistema de precios de insumos
nacionales- ese razonamiento es correcto y la
temporaria aplicación de retenciones hasta que los
precios encuentren su nivel es aceptable. Sin
embargo, no ha sido el caso actual: los costos de
producción se han incrementado, mientras que el
tipo de cambio se ha mantenido constante. No ha
existido una “devaluación”, sino una “revaluación”
y, en consecuencia, ningún fenómeno
macroeconómico coyuntural justifica una
apropiación del precio en esa dimensión.

112
Los precios de producción regionales son
similares a los argentinos, y aún inferiores (como
el caso de salarios), notándose en la Argentina sólo
uno de los insumos que supera el nivel regional,
que es el gasoil utilizado en las tareas
agropecuarias. Sin embargo, este mínimo “precio
diferencial” provocaría un incremento de las
ganancias por las que se tributaría mayor cantidad.
Ni siquiera el gasoil “subsidiado” –en términos
comparativos con el precio del gasóil utilizado para
la producción similar en países del entorno
regional- puede ser utilizado entonces como
argumento para el incremento de los aranceles de
exportación, y muchísimo menos para imponer una
tasa gradual determinada por el precio de venta.

113
114
Capítulo 4

Encuadramiento legal
Constitucional, legal, reglamenario. Opinión del campo y
visión oficial

Análisis constitucional

La Constitución Nacional establece un


sistema económico y rentístico cuyos principios
básicos se originaron en las “Bases y Puntos de
Partida para la organización económica y rentística
de la República Argentina”. Su autor fue Juan
Bautista Alberdi y a ella debemos remitirnos como
sana doctrina, por ser la inspiración originaria de
los Constituyentes al establecer el pacto
fundamental de la República.
El tema no es menor, porque motorizó
durante más de cuarenta años sangrientas luchas
civiles, específicamente relacionadas con el control
de la Aduana. En efecto, el antiguo Virreynato, con
capital en Buenos Aires, reproducía el modelo
centralizado borbónico. Los cabildos tenían
potestades de imposición locales, pero los flujos
comerciales internacionales, principal riqueza del
virreynato, eran controlados por la autoridad
central.

115
Luego de la independencia, el Cabildo de
Buenos Aires primero y la provincia de Buenos
Aires luego heredaron el control del único punto de
entrada y salida de productos de ultramar, al
detentar el único puerto de ultramar del extenso
país. Lo recaudado marchaba directamente a las
arcas locales, aunque el incremento de precio de
los productos importados y la reducción de precio
de los productos de exportación fuera soportado
por su destino u origen en las provincias interiores.
La lucha por las rentas aduaneras fueron, en
consecuencia, el motor principal de las luchas
civiles antes de la organización nacional.
La Constitución resuelve este conflicto a
través de un doble mecanismo.
1. Por un lado, estatuye que no hay más
aduanas que las nacionales. Sus rentas
alimentarán el tesoro del naciente Estado y
por mucho tiempo serán su soporte principal.
2. Por el otro, el Estado adopta la forma
Federal de gobierno, es decir toma el diseño
de la Constitución de los Estados Unidos,
incorporando dos espacios de debate para la
toma de decisiones por parte del Congreso:
el pueblo de la Nación, que en forma
proporcional designa diputados
independientemente del lugar de radicación
formando la Cámara de Diputados: y las

116
provincias, que en forma igualitaria y
cualquiera sea su población, envía igual
cantidad de representantes al Senado. Ambas
Cámaras tienen los mismos derechos y
poder, con un leve predominio del Senado
en los temas relacionados con el orden
público (autorizar al presidente a la
declaración de Estado de Sitio), los acuerdos
para la designación de Jueces Federales,
Embajadores y Jefes Superiores de las
Fuerzas Armadas y la iniciativa en la ley de
Coparticipación Federal –agregada en 1994-;
y de la Cámara de Diputados que debe ser
cámara iniciadora en las leyes referidas a
Impuestos y a la movilización de tropas.
En consecuencia, la base del sistema es una
obra de equilibrio de relojería. Si bien la aduana
será nacional, sus aranceles deberán ser
establecidos por ley para cuya sanción el pueblo y
las provincias deben formar mayoría. En este
equilibrio subyacen los cimientos que posibilitaron
la existencia de la República Argentina como
Estado organizado.
El diseño del sistema impositivo constitucional
se completa con el juego armónico de varias
normas, entre las cuales se establecen reglas que
fijan el origen de los recursos, la circulación de la
riqueza y las prioridades del gasto. Todas esas

117
decisiones deben cumplir con el equilibrio que se
refleja en el Congreso y en ambas Cámaras:

“Articulo 4o. - El Gobierno federal provee a los gastos de la


Nación con los fondos del Tesoro nacional formado del
producto de derechos de importación y exportación, del de la
venta y locación de tierras de propiedad nacional, de la renta
de Correos, de las demás contribuciones que equitativa y
proporcionalmente a la población imponga el Congreso
General, y de los empréstitos y operaciones de crédito que
decrete el mismo Congreso para urgencias de la Nación o
para empresas de utilidad nacional.
Articulo 9o. - En todo el territorio de la Nación no habrá más
aduanas que las nacionales, en las cuales regirán las tarifas
que sancione el Congreso.
Articulo 10o. - En el interior de la Republica es libre de
derechos la circulación de los efectos de producción o
fabricación nacional, así como la de los géneros y mercancías
de todas clases, despachadas en las aduanas exteriores.
Articulo 11o. - Los artículos de producción o fabricación
nacional o extranjera, así como los ganados de toda especie,
que pasen por territorio de una provincia a otra, serán libres
de los derechos llamados de tránsito, siéndolo también los
carruajes, buques o bestias en que se transporten, y ningún
otro derecho podrá imponérseles en adelante, cualquiera que
sea su denominación, por el hecho de transitar el territorio.

118
Articulo 12o. - Los buques destinados de una provincia a otra
no serán obligados a entrar, anclar y pagar derechos por
causa de tránsito, sin que en ningún caso puedan concederse
preferencias de un puerto respecto de otro, por medio de
leyes o reglamentos de comercio.”
Articulo 14o. - Todos los habitantes de la Nación gozan de los
siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su
ejercicio, a saber: de trabajar y ejercer toda industria licita; de
navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de
entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de
publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y
disponer de su propiedad; de
asociarse con fines utiles; de profesar libremente su culto; de
enseñar y aprender.
Articulo 14o. bis.- El trabajo en sus diversas formas gozará de
la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador:
condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada;
descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario
mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea;
participación en las ganancias de las empresas, con
control de la producción y colaboración en la dirección;
protección contra el despido arbitrario; estabilidad del
empleado público; organización sindical libre y democrática,
reconocida por la simple inscripción en un registro especial.
Queda garantizado a los gremios: concertar convenios
colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el

119
derecho de huelga. Los representantes gremiales gozaran de
las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión
sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo. El
Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que
tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley
establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de
entidades nacionales o provinciales con autonomía
financiera y económica, administradas por los interesados con
participación del Estado, sin que pueda existir superposición
de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección
integral de la familia; la defensa del bien de familia; la
compensación económica familiar y el acceso a una vivienda
digna.
Articulo 16o.- La Nación Argentina no admite prerrogativas de
sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni
íitulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales antes la
ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la
idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las
cargas
publicas.
Articulo 17o.- La propiedad es inviolable, y ningún habitante
de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de
sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de
utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente
indemnizada. Solo el Congreso impone las contribuciones que
se expresan en el Articulo 4o. Ningún servicio personal es

120
exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley.
Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra,
invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley.
La confiscación de bienes queda borrada para siempre del
Codigo Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer
requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.
Articulo 20o.- Los extranjeros gozan en el territorio de la
Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden
ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes
raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas;
ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las
leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar
contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen
nacionalización residiendo dos años contínuos en la Nación;
pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo
solicite, alegando y probando servicios a la Republica.
Articulo 25o.- El Gobierno federal fomentará la inmigración
europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto
alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros
que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e
introducir y enseñar las ciencias y las artes.
Articulo 26o.- La navegación de los ríos interiores de la
Nación es libre para todas las banderas, con sujeción
únicamente a los reglamentos que dicte la autoridad nacional.
Articulo 27o.- El Gobierno federal está obligado a afianzar sus
relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras

121
por medio de tratados que esten en conformidad con los
principios de derecho píblico establecidos en esta
Constitución.
Articulo 28o.- Los principios, garantias y derechos
reconocidos en los anteriores artículos, no podrán ser
alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio.
Articulo 29o.- El Congreso no puede conceder al Ejecutivo
nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores
de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder
píblico, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la
vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a
merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta
naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a
los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad
y pena de los infames traidores a la patria.
Articulo 75o.- Corresponde al Congreso:
1. Legislar en materia aduanera. Establecer los derechos de
importación y exportación, los cuales, asÍ como las
avaluaciones sobre las que recaigan, seran uniformes en
toda la Nación.
2. Imponer contribuciones indirectas como facultad
concurrente con las provincias. Imponer contribuciones
directas, por tiempo indeterminado, proporcionalmente iguales
en todo el territorio de la Nación, siempre que la defensa,
seguridad comun y bien general del Estado lo exijan. Las
contribuciones previstas en este inciso, con excepción de la

122
parte o el total de las que tengan asignación específica, son
coparticipables.
Una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la
Nación y las provincias, instituirá regímenes de
coparticipación de estas contribuciones, garantizando la
automaticidad en la remisión de los fondos.
La distribución entre la Nación, las provincias y la ciudad
de Buenos Aires y entre éstas, se efectuará en relacion directa
a las competencias, servicios y funciones de cada una de ellas
contemplando criterios objetivos de reparto; sera equitativa,
solidaria y dará prioridad al logro de un grado equivalente de
desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidad en todo
el territorio nacional.
La ley convenio tendra como Cámara de origen el Senado
y deberá ser sancionada con la mayoría absoluta de la
totalidad de los miembros de cada Cámara, no podrá ser
modificada unilateralmente ni reglamentada y será aprobada
por las provincias.
No habrá transferencia de competencias, servicios o
funciones sin la respectiva reasignación de recursos,
aprobada por la ley del Congreso cuando correspondiere y por
la provincia interesada o la ciudad de Buenos Aires en su
caso.
Un organismo fiscal federal tendrá a su cargo el control y
fiscalización de la ejecución de lo establecido en este inciso,
segun lo determine la ley, la que deberá asegurar la

123
representación de todas las provincias y la ciudad de Buenos
Aires en su composición.
3. Establecer y modificar asignaciones específicas de
recursos coparticipables, por tiempo determinado, por la ley
especial aprobada por la mayoría absoluta de la totalidad de
los miembros de cada Cámara.
4. Contraer empréstitos sobre el Crédito de la Nación.
5. Disponer del uso y de la enajenación de las tierras de
propiedad nacional.
7. Arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la
Nación.
8. Fijar anualmente, conforme a las pautas establecidas en
el tercer parrafo del inciso 2 de este artículo, el presupuesto
general de gastos y cálculo de recursos de la administración
nacional, en base al programa general de gobierno y al plan
de inversiones públicas y aprobar o desechar la cuenta de
inversión.
9. Acordar subsidios del Tesoro nacional a las provincias,
cuyas rentas no alcancen, segun sus presupuestos, a cubrir
sus gastos ordinarios.
10. Reglamentar la libre navegación de los ríos interiores,
habilitar los puertos que considere convenientes, y crear o
suprimir aduanas.
11. Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las
extranjeras; y adoptar un sistema uniforme de pesos y
medidas para toda la Nación.

124
18. Proveer lo conducente a la prosperidad del pais, al
adelanto y bienestar de todas las provincias, y al progreso
de la ilustración, dictando planes de instrucción general y
universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la
construcción de ferrocarriles y canales navegables, la
colonización de tierras de propiedad nacional, la
introducción y establecimiento de nuevas industrias, la
importación de capitales extranjeros y la exploración de los
rios interiores, por leyes protectoras de estos fines y por
concesiones temporales de privilegios y recompensas de
estimulo.
19. Proveer lo conducente al desarrollo humano, al progreso
económico con justicia social, a la productividad de la
economía nacional, a la generación de empleo, a la formación
profesional de los trabajadores, a la defensa del valor de la
moneda, a la investigación y al desarrollo cientifico y
tecnologico, su difusión y aprovechamiento.
Proveer al crecimiento armónico de la Nación y al
poblamiento de su territorio; promover políticas
diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo
relativo de provincias y regiones. Para estas iniciativas, el
Senado sera Cámara de origen.
Sancionar leyes de organización y de base de la educación
que consoliden la unidad nacional respetando las
particularidades provinciales y locales: que aseguren la
responsabilidad indelegable del Estado, la participación de la

125
familia y la sociedad, la promoción de los valores
democráticos y la igualdad de oportunidades y posibilidades
sin discriminación alguna; y que garanticen los principios de
gratuidad y equidad de la educación pública estatal y la
autonomía y autarquía de las universidades nacionales. Dictar
leyes que protejan la identidad y pluralidad cultural, la libre
creación y circulación de las obras del autor; el patrimonio
artistico y los espacios culturales y audiovisuales.
Articulo 76o.- Se prohibe la delegación legislativa en el Poder
Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o
de emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y
dentro de las bases de la delegación que el Congreso
establezca.
La caducidad resultante del transcurso del plazo previsto en el
párrafo anterior no importara revisión de las relaciones
jurídicas nacidas al amparo de las normas dictadas en
consecuencia de la delegación legislativa.
Articulo 99o.- El presidente de la Nación tiene las siguientes
atribuciones:
1. Es el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y
responsable político de la administración general del país.
2. Expide las instrucciones y reglamentos que sean
necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación,
cuidando de no alterar su espíritu con excepciones
reglamentarias.

126
3. Participa de la formación de las leyes con arreglo a la
Constitución, las promulga y hace publicar. El Poder Ejecutivo
no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e
insanable, emitir disposiciones de caracter legislativo.
Solamente cuando circunstancias excepcionales hicieran
imposible seguir los tramites ordinarios previstos por esta
Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de
normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o el
régimen de los partidos politicos, podrá dictar decretos por
razones de necesidad y urgencia, los que serán decididos en
acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos,
conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros. El jefe de
gabinete de ministros personalmente y dentro de los diez dias
someterá la medida a consideración de la Comisión Bicameral
Permanente, cuya composición deberá respetar la proporción
de las representaciones políticas de cada Cámara. Esta
comisión elevará su despacho en un plazo de diez dias al
plenario de cada Cámara para su expreso tratamiento, el que
de inmediato considerarán las Cámaras. Una ley especial
sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cada Cámara regulará el trámite y los alcances
de la intervención del Congreso.

127
CLAUSULAS TRANSITORIAS RELACIONADAS CON EL
SISTEMA ECONOMICO Y FINANCIERO
SEXTA.- Un régimen de coparticipación conforme lo
dispuesto en el inciso 2 del artículo 75 y la reglamentación del
organismo fiscal federal, serán establecidos antes de la
finalización del año 1996; la distribución de competencias,
servicios y funciones vigentes a la sanción de esta reforma, no
podrá modificarse sin la aprobación de la provincia interesada;
tampoco podrá modificarse en desmedro de las provincias la
distribución de recursos vigente a la sanción de esta reforma y
en ambos casos hasta el dictado del mencionado régimen de
coparticipación.
La presente cláusula no afecta los reclamos administrativos o
judiciales en tramite originados por diferencias por distribución
de competencias, servicios, funciones o recursos entre la
Nación y las provincias.
(Corresponde al articulo 75 inciso 2).
OCTAVA.- La legislación delegada preexistente que no
contenga plazo establecido para su ejercicio caducará a los
cinco años de la vigencia de esta disposición, excepto aquella
que el Congreso de la Nación ratifique expresamente por una
nueva ley.
(Corresponde al articulo 76).
Como podemos observar de la transcripción
de las cláusulas constitucionales, lós pilares

128
básicos del sistema económico y financiero
establecido por la Constitución Nacional son dos:
1) El derecho de propiedad sobre sus bienes
es garantizado a los habitantes de la Nación como
principio originario –artículo 14: “usar y disponer
de su propiedad”; artículo 17: “La propiedad es
inviolable y ningún habitante de la Nación puede
ser privado de ella sino en virtud de sentencia
fundada en ley...”; artículo 17: “la confiscación de
bienes queda borrada para siempre del Código
Penal Argentino”; artículo 20: “Los extranjeros
gozan en el territorio de la Nación de todos los
derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su
industria, comercio y profesión; poseer bienes
raíces, comprarlos y enajenarlos” y estos
principios no pueden ser alterados por las leyes que
reglamenten su ejercicio (artículo 28).
Al ser este derecho de raigambre
constitucional su protección es máxima y sus
limitaciones, en los casos en que por razones de
interés público debieran imponerse por el
Congreso, deben ser compensadas con una
indemnización previa, luego de un juicio y una
sentencia que debe estar fundada en una ley. Está
terminantemente prohibida la confiscación y estos
derechos son propios de todos los habitantes, en
forma idéntica para nacionales y extranjeros.

129
La protección a la propiedad tiene entonces
una garantía directa (ley de expropiación por causa
de utilidad pública, juicio e indemnización previa)
y las contribuciones establecidas en el artículo 4,
impuestas por el Congreso, que deben ser
equitativas. La confiscación está directamente
prohibida, por lo que una imposición de aranceles
o impuestos que sea confiscatoria cae dentro de
esta sanción constitucional. Esta protección está en
manos de la justicia, que debe determinar en cada
caso si existe confiscatoriedad en un impuesto,
arancel o contribución.
2) Las leyes sancionadas por el Congreso
son la única fuente legítima de imposiciones –
artículos 4: las imposiciones deben ser establecidas
por el Congreso General; artículo 75 incisos 1 y 2:
Corresponde al Congreso legislar en materia
aduanera (inciso 1) e imponer contribuciones
indirectas (en forma concurrente con las
provincias) o directas (inciso 2). En estos casos
(del inciso 2) las imposiciones son coparticipables.
La Constitución no admite ninguna
limitación a la propiedad de los ciudadanos sin una
ley formal. Es el Congreso, con representación
popular y de las provincias, el único cuerpo
político autorizado para establecer imposiciones,
facultad que tiene prohibido delegar –artículo 76-.
Las delegaciones realizadas con anterioridad a la

130
última reforma constitucional de 1994 caducan, por
disposición de la cláusula transitoria octava, a los
cinco años, por lo que cualquier norma anterior a
esa fecha que hubiera delegado en algún órgano de
la administración la determinación de impuestos
terminó en 1999.
Cabe destacar a este respecto que este
principio no pertenece a la distribución de
competencias entre organismos del Estado, sino
que está instalada en el sistema de derechos de los
ciudadanos –artículo 4º- por lo que no puede
salvarse u omitirse con una decisión legislativa.
Para cambiarla debería existir una sanción de la
misma jerarquía normativa, es decir, emanada de
una nueva Convención Constituyente.
El Poder Ejecutivo Nacional –presidente de
la Nación- es el “responsable político de la
administración general del país” –artículo 99
inciso 1- y tiene a su cargo la reglamentación de las
leyes aprobadas por el Congreso, “cuidando de no
alterar su espíritu con excepciones
reglamentarias” –inciso 2-. El presidente, por otra
parte, tiene expresamente prohibido dictar
decretos de necesidad y urgencia que regulen,
entre otras cosas, materias tributarias (artículo 99,
inciso 3º)
Los recursos obtenidos con las
contribuciones establecidas por el Congreso en

131
virtud del artículo 2 son coparticipables. En
consecuencia, su modificación altera los recursos
provinciales, por lo que la propia Constitución
establece un procedimiento de mayoría especial
para la sanción de la Ley de Coparticipación,
imponiendo un plazo para su sanción a través de la
cláusula transitoria sexta (“antes de la finalización
del año 1996”). La omisión por parte del Congreso
y del Poder Ejecutivo para debatir y sancionar esa
ley implica una violación a una obligación
constitucional expresa.

Las retenciones

Las retenciones son aranceles de


exportación. Su fijación, como hemos visto,
corresponde al Congreso de la Nación a través de
una ley formal. Como cualquier imposición, deben
respetar los derechos originarios de los ciudadanos
reconocidos por la Constitución: no pueden ser
confiscatorias, y deben cumplir con el requisito de
la proporcionalidad y la equidad –artículo 4 y 16
de la Constitución Nacional-.
La fuente legal de las retenciones es el
Código Aduanero, ley nacional que en su artículo
755 reglamenta el mecanismo impositivo de los
aranceles de exportación. En una norma de dudosa
constitucionalidad y a pesar de expresar en su

132
exposición de motivos la inconveniencia de los
aranceles de exportación para la economía general
del país, establece el hecho imponible, el sujeto
imponible y la base imponible, dejando en el
Poder Ejecutivo la determinación de la tasa. O sea,
“delegando” una facultad que es indelegable.
El Código Aduanero (ley 22.415) fue
aprobado en el año 1981. Si bien su artículo 754
dispone que los aranceles de exportación deben ser
establecidos por ley, en un increíble oxímoron el
artículo siguiente establece la “delegación” al
Poder Ejecutivo autorizándolo a establecer
derechos de exportación virtualmente sin límites.
La ley 22.792 permitía al Poder Ejecutivo delegar
en el Ministerio de Economía la facultad de
determinar los aranceles de exportación (“sub
delegación”), pero esa ley fue, a su vez, derogada
por el artículo 75 del decreto 2284/91, ratificado
por el artículo 29 de la ley 24.307, del año 1993. El
decreto 2752/91, a su vez, “subdelega” en el
Ministerio de Economía esas facultades, invocando
en sus fundamentos la ley que había ya sido
derogada.
La Resolución 125 invoca la facultad
delegada por el decreto 2751/91, pasando por sobre
la Convención Reformadora de 1994, que en la
cláusula transitoria Octava declaró la caducidad
automática de todas las delegaciones anteriores a la

133
sanción constitucional a los cinco años (1999) y
que, además, no podían ser objeto de nuevas
delegaciones parlamentarias por la prohibicón
expresa del artículo 76 de la Constitución
reformada en 1994.
En consecuencia, el establecimiento de
aranceles de exportación, sea por parte del Poder
Ejecutivo Nacional, en forma directa, o del
Ministerio de Economía en forma de “sub
delegación” no tiene fundamento constitucional
ni legal. No lo tiene la resolución 125, y no lo
tienen tampoco las resoluciones anteriores que
establecen esos derechos, a pesar de su aplicación
forzada por parte del gobierno nacional. El único
órgano del Estado que puede imponerlos es el
Congreso de la Nación, mediante una ley formal.

La posición oficial

Desde la perspectiva legal, la posición oficial


sostiene que la sub-delegación prevista por el
decreto 2751/91 está plenamente vigente. Sostiene
que el Código Aduanero es una ley plenamente
activa, y que el decreto que autoriza la sub-
delegación en el Ministerio de Economía tiene
plena validez jurídica, fundando su pretensión en la
ley 22.792 –ajena al tema, que además ya había
sido derogada por el mencionado decreto 2284/91

134
ratificado por el artículo 29 de la ley 24.307, de
1993-. Pero también invoca su validez por haber
sido utilizada esa facultad en administraciones
anteriores, así como por estar motivada por
objetivos de política económica que formarían
parte –en esa opinión- de las facultades
constitucionales del Poder Ejecutivo.
La utilización anterior por parte de diversas
administraciones no configura sin embargo, de cara
a los ciudadanos, un antecedente válido. La validez
de las normas, mientras no sean impugnadas ante
la justicia, no forman antecedente, ya que no existe
en nuestro derecho algo así como una
“prescripción adquisitiva de facultades” por parte
de los órganos políticos, frente a los ciudadanos. Si
no han existido impugnaciones que no han dado
lugar a pronunciamientos judiciales firmes, esos
antecedentes no avalan ni legitiman su uso frente a
una impugnación como la que, tanto en términos
políticos como en términos judiciales, se produjo
entre marzo y julio de 2008.
Entre los “objetivos de política económica”
que, de estar al discuso oficial, estaría el Poder
Ejecutivo con facultades para establecer, figuraron
sucesivamente en el período que corrió de marzo
hasta julio de 2008 los siguientes:

135
1. La “apropiación de la renta
extraordinaria” producida por la suba de
los precios internacionales de la soja.
2. Producir la “des-sojización” de la
producción agropecuaria argentina.
3. Provocar la reducción del precio interno
de los alimentos.
4. Formar un Fondo Especial que destine el
producido de esos aranceles a fines
específicos.
5. Contribuir al pago de la deuda pública
externa de la Nación. Este último destino
no surge de la legislación bajo análisis,
sino de las declaraciones periodísticas del
ex Presidente de la Nación Néstor C.
Kirchner, quién, en términos políticos,
asumió durante todo el período de marzo
a julio de 2008 la conducción de hecho
del conflicto con el campo, en nombre del
gobierno nacional.
Sin embargo, la pretendida facultad de
establecer, por actos discrecionales del Poder
Ejecutivo, “objetivos de política económica” a los
cuales quedarían subordinados los derechos de los
ciudadanos o las facultades de otros poderes del
Estado no tiene fundamento constitucional. El
Poder Ejecutivo no tiene facultades para disponer
la “apropiación de la renta extraordinaria” de la

136
actividad privada, legal y protegida
constitucionalmente, de los habitantes de la
Nación. No tiene facultades para disponer la
limitación al uso de la propiedad por sus legítimos
titulares cultivando un producto lícito: los límites a
la propiedad deben ser establecidos por ley. No
tiene facultades para provocar una transferencia de
riqueza entre privados omitiendo el procedimiento
constitucional de impuestos y gastos. No tiene
facultades para disponer por su propia
discrecionalidad de recursos obtenidos por los
impuestos. Y no tiene facultad para destinar
recursos al pago de la deuda sin autorización
parlamentaria.
En el debate parlamentario, se sostuvo
además que la facultad de fijar la alícuota de los
aranceles a la exportación está incluida dentro del
“poder de administración”, que la Constitución
Nacional asigna al Presidente de la Nación por el
artículo 99, incisos 1 y 2. Sin embargo, en ese
mismo debate, otros legisladores que sostuvieron la
iniciativa oficial, en forma coincidente con los
fundamentos de la Resolución, atribuyeron a la
norma objetivos de política general, como la
“redistribución del ingreso”.
La pretensión de considerar a los aranceles
de exportación como “actos de administración”
excede claramente la competencia de esos actos,

137
cuyos límites están dados por el funcionamiento de
la administración nacional y no pueden afectar
derechos de las personas que no la integran. Y los
objetivos invocados, por su parte, carecen de
fundamento legal sustantivo ya que cualquiera sea
el propósito que persigan, no cumplen con el
principio de legalidad –que rige en el país por
manda constitucional-, con antecedentes tan
arraigados como el Acta Capitular del Cabildo del
25 de Mayo de 1810, proyectándose en todos los
antecedentes constitucionales previos a la sanción
de la Constitución Nacional.
El principio de legalidad no forma parte de
una u otra “distribución de poder” entre los
órganos del Estado –sea el Congreso o el poder
Ejecutivo-, sino, como se analizó anteriormente,
está fundado en un derecho de los ciudadanos,
sobre los que ningún órgano del Estado puede
avanzar por expresa prohibición constitucional. No
puede hacerlo el Congreso, y tampoco puede
hacerlo el Poder Ejecutivo.

Conclusión

El análisis realizado nos demuestra que los


aranceles a la exportación de productos
agropecuarios, para tener sustento constitucional,
deben cumplir con los siguientes requisitios:

138
1. Ser determinados por una Ley del Congreso
–artículos 4, 17, 71 incs. 1 y 2, 76 y 99 inc. 3
de la Constitución Nacional-, órgano que no
puede delegar esa facultad –artículos 76 y 8ª.
transitoria de la Constitución Nacional-.
2. Cumplir con los recaudos constitucionales
de:
a. No ser discriminatorias –artículo 16
“in fine” de la Constitución Nacional-,
vale decir, alcanzar a todas las
situaciones similares con similar
tratamiento impositivo.
b. No ser confiscatorias –artículo 17 de
la Constitución Nacional-.
No cumpliendo con estos recaudos, las
retenciones conforman un avance del Estado
sobre derechos de los ciudadanos que otorga a
éstos el derecho a oponerse a su aplicación,
accionando jurídica y políticamente contra los
funcionarios y órganos del Estado que
pretendan negar sus derechos constitucionales.

139
140
Capítulo 5
Los “pools de siembra” : ¿ángeles o
demonios?
Los precusores – La evolución – Los “pools de siembra”
financieros – Políticas integrales – El aporte productivo del
campo

Entre la batería de descalificaciones que


durante el apasionamiento de la “batalla del
campo” cruzaron el escenario, varios de los ataques
más fuertes fueron dirigidos a los “pools de
siembras”.
En boca de sus detractores, serían los
responsables de la tendencia al monocultivo de
soja, el desplazamiento o destrucción de otras
formas productivas, el ahogo de los pequeños y
medianos productores tradicionales, el deterioro
del suelo, la especulación financiera y el
despoblamiento rural. La presidenta de la Nación,
en oportunidad de su discurso en el Foro de
Alimentos, en Roma, los descalificó también por
permitir a sus inversores una “alta tasa de
rentabilidad en dólares”.
Sus defensores, por su parte, sostienen que la
tendencia al monocultivo de soja no tiene relación
con los “pools” sino con el ahogo a la rentabilidad
de todos los cultivos alternativos por la política de
precios máximos que llevaron a la inviabilidad a la

141
crianza de animales para carne, a la avicultura, a
los tambos y a los cultivos relacionados más
directamente con la alimentación, como el trigo, el
girasol y el maíz.
El desplazamiento de formas productivas
arcaicas se daría, dicen, con independencia de los
pools y responden a la tecnificación rural; los
pequeños y medianos productores tienen, por el
contrario, una alternativa más para mantenerse en
el negocio agropecuario participando en un “pool”;
el deterioro del suelo está más protegido por los
pools debido a su mayor incorporación tecnológica
y conocimientos agronómicos que planifican
adecuados fertilizantes y rotaciones, y la inversión
financiera que canalizan independiza al sector de
las tasas de interés y del compromiso con los
bancos, que históricamente han generado
situaciones angustiantes de incobrabilidad debido a
las particularidades del ciclo económico
agropecuario, que no está articulado con los plazos
rígidos del sistema bancario. La rentabilidad, por
último, -dicen- depende de la eficiencia
microeconómica de cada empresa y es el sistema
impositivo, a través del impuesto a las ganancias
de aplicación general, el que debe atenuar los
eventuales ingresos extraordinarios.
La verdad, como sucede a menudo, toma
ingredientes de ambos razonamientos y nada

142
impediría, frente a un debate de buena fe, encontrar
la solución para los problemas que ambos extremos
plantean.
Una mirada a los últimos años puede
orientarnos en tal rumbo

Los precursores

Hace ya tres má de tres décadas, a


comienzos de la década de 1970, una nueva figura
comenzó a agregarse a las tradicionales del campo
argentino: los contratistas.
Se trataba de personas idóneas en trabajos
rurales, muchas veces jóvenes hijos de productores
pequeños o medianos, que no se sentían atraídos
por la propiedad de la tierra sino por la prestación
del trabajo con maquinarias de las ellos –o su
familia- que eran titulares.
Efectivamente, finalizados los trabajos de
labranza del predio propio, las maquinarias –que
tenían año a año mayor valor por su creciente
sofistificación tecnológica- quedaban disponibles y
nada mejor que utilizarlas en trabajos ajenos. El
contratista comenzó prestando los servicios de
siembra, o de cosecha, y poco a poco fue
integrando su esquema productivo hasta conformar
verdaderas empresas integradas que abrieron el

143
paso a una nueva forma de explotación a
porcentaje.
Las modalidades, como ocurre con los
numerosos contratos rurales, no fue idéntica,
aunque sí mantenía características similares. El
contratista acordaba con el propietario la siembra
de un predio a cambio de un porcentaje de la
producción obtenida. Las condiciones eran
pactadas en cada caso y en su determinación valía
el interés de ambas partes, además del propósito
económico. La tendencia a la superganancia de
cada parte, a su vez, tenía su contrapeso natural en
su contrario. Un porcentaje demasiado alto para el
propietario podía llevar al deterioro de su campo
debido a una explotación más intensiva que lo
aconsejable. Demasiados requerimientos
conservacionistas por parte del propietario podía
llevar a la falta de rentabilidad o al desinterés por
parte del contratista. Pero por el lado virtuoso, el
sistema significó la optimización del capital de
trabajo y la creación de nuevas empresas
agropecuarias de no-propietarios, o de trabajos
realizados sobre campo ajeno.

La evolución

La evolución del sistema y la situación


general del país hizo lo demás. Cuando se produjo

144
la crisis de fin de siglo y el derrumbe del sistema
financiero, muchos pensaron que la ausencia de
crédito golpearía mortalmente la producción. Sin
embargo, la cosecha de la campaña 2001/2002 fue
record, sin un solo crédito bancario. ¿Qué había
ocurrido?
Los ahorros “salvados” del “corralito” y del
“corralón” por parte de personas de clase media –
rural o urbana: productores pero también
profesionales, comerciantes, rentistas,
funcionarios- con adecuados reflejos o buena
suerte, necesitaban contar con una alternativa para
invertir sus ahorros sin la intermediación bancaria
en la que ya no confiarían.
Comenzaron a formarse los primeros
“pools”, primero de palabra y luego con
rudimentarios instrumentos legales, asociando a las
diferentes partes de la cadena de producción:
titulares de predios, dueños de maquinarias,
empresas proveedoras de insumos, pequeños
ahorristas aportando capital de trabajo. El
fenómeno fue exitoso y fraguó un vínculo virtuoso:
el nuevo entrelazado de intereses entre el campo y
la ciudad, beneficioso para todos. La excelente
situación internacional hizo el resto.

145
Los “pools de siembra” financieros

Los “pools” tomaron un camino de creciente


complejidad. Si bien al comienzo se extendían por
una campaña, comenzaron a extenderse a plazos
plurianuales. Lo que había tenido como objeto en
sus orígenes “una siembra” empezó a diversificar,
para atenuar riesgos. La soja dejó de ser el sólo
propósito y comenzaron a aparecer los pools que
incorporaban la ganadería en alguna o varias de sus
etapas y cultivos alternativos con los que buscaban,
no sólo diversificar los riesgos de mercado, sino
también posibilitar las rotaciones a fin de evitar el
desgaste de la tierra.
La producción agropecuaria se hizo
crecientemente demandante de maquinarias e
insumos de alto costo, por lo que la explotación de
pequeñas parcelas por sus dueños se convirtió en
crecientemente antieconómica. La asociación entre
varios o la formación de un “pool” abrió un camino
de subsistencia sin forzarlos a renunciar a la tierra,
y permitiéndoles una rentabilidad básica apoyados
en la cual podían sostener explotaciones que la
política comercial había convertido en inviables –
tambos, ganadería, aves-.
Pero, por el otro lado, el fenómeno comenzó
a ser advertido por los inversores institucionales.
Comenzó la última etapa, la que generó la mayor

146
polémica: los pools institucionales, que a través de
la figura jurídicamente novedosa de los
“fideicomisos” –exentos de impuestos a las
ganancias- fueron organizados por empresarios,
financistas o sociedades que no necesariamente
tenían su principal actividad en el campo, sino que
detectaron rápidamente el nicho de rentabilidad.
No deja de ser económicamente virtuoso que
los excedentes financieros se vuelquen a la
actividad de mayor rentabilidad y capacidad
exportadora. Su aspecto positivo fue que se
convirtieron en el vehículo más potente de la
gigantesca modernización tecnológica y
empresarial del campo. Legiones de economistas,
administradores de empresas, ingenieros
agrónomos, veterinarios, fueron convocados como
“esqueleto operativo” de emprendimientos en los
que el tradicional productor no tenía lugar, como
no fuera por sólo el alquiler de su predio.
Este fenómeno comenzó a presionar sobre
los “pools” originarios en la disponibilidad de
tierras, ya que por su eficiencia microeconómica
estaban en condiciones de ofrecer el mayor alquiler
a los propietarios, que preferían entregar en
arriendo su fracción a la gran empresa –
virtualmente sin riesgos- que hacerlo a un grupo de
productores con menor capacidad empresarial.

147
Los “pools” empresariales dieron el último
impulso a la producción nacional, permitiendo la
virtual duplicación de la producción en un lustro. Y
dejaron planteado el tema para el gran debate, que
debemos enfrentar como un tema de interés
nacional, pero contemplando las consecuencias a
que llevan las diferentes decisiones.

Políticas integrales

La concentración económica en empresas de


alta densidad de capital y tecnología es el rumbo
natural de crecimiento y acumulación de la
economía, capitalista o socialista. Nadie puede
justificar preferir una empresa menos productiva a
una más productiva. Desde esa perspectiva, los
pools han sido la expresión de la acelerada
modernización empresarial y tecnológica del sector
más dinámico de la economía nacional.
Pero la concentración trae consecuencias.
Preverlas, neutralizar los efectos no queridos,
compensar con un diseño regulatorio adecuado los
aspectos que el mercado no puede corregir de por
sí con adecuadas políticas públicas, es un debate
que debe contemplarse de inmediato con total
transparencia y participación de todos los intereses
en conflicto y del interés nacional.

148
El gobierno nacional, terminada la “batalla del
campo” ha tomado una medida, aislada pero
efectiva, en nivelar la situación de los
protagonistas, al finalizar la exención de impuesto
a las ganancias a los fideicomisos. La medida fue
adoptada de la forma en que ha sido usual durante
el período kircherista: sin debate y sin contemplar
derechos adquiridos y expectativas de personas que
invirtieron con determinadas reglas de juego y le
son alteradas en la mitad del proceso. Hubiera sido
posible hacerlo en la forma legal correspondiente.
Pero haciendo esa salvedad, la decisión de fondo
parece avanzar en la línea correcta.
Otra medida, solicitada por las entidades
agrarias, es la sanción de una nueva Ley de
Arrendamientos adecuada a las situaciones de la
producción agropecuaria actual, que imponga
obligaciones mínimas obligatorias para los
contratos, a fin de que la sobreexplotación de la
tierra no termine siendo la norma, frente al
excesivo interés de lucro de los propietarios de los
predios. En numerosos casos, no es el contratista o
el “pool” el que impone condiciones depredatorias,
sino el propio dueño, que termina exigiendo al
arrendatario un arriendo sólo posible de obtener
con sobreexplotación y deterioro del predio. Los
límites adecuados, fijados por las normas técnicas

149
agronómicas y el debate abierto en el Congreso,
avanzará en la solución de este problema.
La adopción de una política agropecuaria en
la que los precios tengan un tratamiento adecuado
al resto de los precios de la economía hará el tercer
aporte. Numerosos productores, por predisposición
natural, preferirían no sembrar soja sino utilizar su
campo para hacienda –vacuna, o lanar, o porcina-;
para otras clases de cultivos; o incluso hasta para
una explotación integrada. Eso sólo es posible si no
se agrega a sus riesgos el capricho –o las
decisiones- de un funcionario administrativo con
capacidad para determinar el precio en el que su
producción puede llegar al mercado, o si puede o
no puede exportar.
La situación en la que se encuentra un
productor que debe cumplir con un contrato de
exportación de quesos, por ejemplo, y que se entera
cuando la producción está embarcada que un
funcionario nacional prohibe la exportación de
quesos –con lo que implica en el deterioro de su
prestigio comercial, en pérdidas operativas, en
frustración de realización de ganancias, en
imposibilidad de cumplimiento de su giro
empresario y hasta de poder proyectar con
normalidad cualquier negocio- no puede ser
considerada de otra forma que como un barbarismo
jurídico, económico y administrativo. Ese

150
productor cuenta en teoría con los procedimientos
impugnatorios y recursivos, que demorarán años.
El daño que sufrirá será irreparable, y seguramente
el mayor sufrido sea en su propio espíritu
emprendedor.
La economía agropecuaria tiene
particularidades pero no puede escapar a las reglas
básicas de la economía: los factores que integran el
costo y el libre juego de precios de mercado
orientando la inversión. Las políticas públicas que
se adopten para reducir o subsidiar los precios para
sectores específicos de la población no pueden
recaer exclusivamente sobre los productores
agropecuarios, sino que deben surgir del esfuerzo
compartido de todas las personas con capacidad
contributiva, en la medida que lo disponga la
legislación vigente dispuesta por Ley.

El aporte productivo del campo

El sector agropecuario conformó las bases


del país. No hubo en este fenómeno ninguna
particularidad: la mayoría de las economías
desarrolladas comenzaron su desarrollo en el sector
primario.
La particularidad de la economía argentina
fue su capacidad exportadora. Ella le permitió
financiar la acumulación originaria, por una u otra

151
vía: infraestructura, industria, educación, sistema
de salud.
La Argentina moderna es inexplicable sin el
campo. Sus primeras industrias –saladeros,
frigoríficos- estuvieron apoyadas en él, procesando
sus materias primas. Las que surgieron en la
segunda etapa del desarrollo industrial, lo hicieron
en forma indirecta, al apropiarse de recursos
generados por el campo para financiar sueldos
bajos y, por su intermedio, la rentabilidad necesaria
para la primera acumulación.
La instalación de un nuevo paradigma
económico mundial repercute en el campo en
forma indirecta, impregnado además de la
revolución científica y técnica. Los cientos de
millones de seres humanos que se incorporan año
tras año al consumo a raíz de la globalización
económica y tecnológica, desde hace casi tres
décadas y con perspectivas de proyectarse por otro
lapso similar, genera una demanda adicional de
alientos que es especialidad del campo argentino
producir.
Todas las formas empresariales tienen
espacio abierto para participar en el abastecimietno
de este mercado, desde los altamente concentrados
para producciones masivas hasta las explotaciones
individuales para nichos de demanda de alta
calidad y precio.

152
Las políticas públicas tienen la
responsabilidad constitucional de encauzar y
promover, pero de ninguna manera obstaculizar, la
potencialidad empresarial del sector. Y deberán
acompañarla con una política comercial que
potencie la inserción internacional, abra puertas de
mercados, imbrique la vanguardia tecnológica del
sector con sus similares del mundo para evitar la
dependencia tecnológica, evite el deterioro del
suelo por su sobreexplotación, preserve los
recursos naturales, acuíferos y boscosos, y fomente
su articulación virtuosa con el desarrollo integrado
de todo el país.
Estos objetivos no encierran muchos
secretos. Técnica, sentido común, solidaridad y
vocación patriótica pueden conjugarse facilmente
para retomar el camino del modelo constitucional.
El camino posible que puede llevarnos, en
menos de una generación, a retomar el tiempo y las
posiciones perdidas en el siglo XX, que para
muchos es considerado nuestra “centuria perdida”
pero que, simplemente, deberemos revalorar en su
experiencia para absorber todo lo de bueno –que lo
hubo- y evitar los errores –que lamentablemente
también existieron-.
Y mirando hacia delante, dirigirnos a la
construcción de la Argentina exitosa en el mundo
globalizado.

153
154
Capítulo 6
La Argentina posible
El modelo constitucional. El modelo populista. La
decadencia, la confianza y el estado de derecho. Las
retenciones desde el 2007.

El modelo constitucional

Hemos visto en los capítulos anteriores el


modelo económico financiero que la Constitución
Nacional previó para la organización del país y la
evolución que el mismo sufrió hasta nuestros días.
La complejidad de la vida del siglo XXI es
sustancialmente mayor que la existente a mediados
del siglo XIX, cuando era necesario pensar en un
país que aún no existía, en un mundo con
particularidades que han cambiado con respecto al
existente hoy.
Sin embargo, ese modelo constitucional
permitió alumbrar una Nación exitosa. Superó las
luchas civiles, convirtió a las montoneras
inorgánicas en fuerzas políticas, llevó los
liderazgos de las diferentes geografías a compartir
el debate sobre el país naciente y pudo convertir a
un territorio desierto y despoblado en un país
emergente que compartía el lote de los primeros
diez países del mundo, por el dinamismo de su

155
economía, su perspectivas de futuro y su riqueza
por habitante.
El “modelo constitucional” es el que rige
formalmente la convivencia y organización jurídica
y política argentina. Ningún modelo alternativo
podría impulsarse, ni desde el poder ni desde la
sociedad, sin alterar las cláusulas de la
Constitución, por el procedimiento que la misma
establece para su reforma: una ley aprobada por los
dos tercios de los integrantes de cada Cámara.

El país populista

Hoy, el país es... lo que es. Y su futuro


aparece incierto, con potencialidades pero sin
ilusión entusiasmante de realización de esas
potencialidades.
Sin embargo, la Argentina tiene hoy en su
seno todos los futuros posibles. Se encuentra entre
los países con mediano desarrollo, adecuada
provisión de recursos primarios propios, generador
relativo de rentas –en su caso, agropecuarias- y
tiene la ventaja de que generar estas rentas requiere
–a diferencia de las petroleras- que los especialistas
en generarlas mantengan su interés en sostener su
actividad productiva. Ello limita las arbitrariedades
del populismo, que no puede prescindir de respetar
cientas conductas básicas de racionalidad

156
económica compatibles con el mantenimiento de la
producción.
Cuenta con una población de fácil
adiestramiento por su historial educativo y una
tradición de movilidad social apoyada en la actitud
emprendedora, como lo requiere el nuevo
paradigma global.
A contrario, le pesan las personas expulsadas
del sistema formal -que alcanzan ya a más del
tercio de la población-, el retraso en su
infraestructura, las fuertes oscilaciones en sus
políticas económicas que reflejan la desorientación
nacional sobre su mejor estrategia, su retroceso
institucional sistemático, cierta despreocupación
inercial por el futuro (“Dios proveerá”...), la
indiferencia general por su sistema de
investigación y desarrollo y un evidente demérito
social del éxito económico, que quizás oculte la
envidia por la suerte de aquéllos a quienes “les va
bien”.
Su debate político es rudimentario, el ámbito
académico se ha congelado en el escenario de hace
décadas y la deslegitimación de la
representatividad del sistema político de cara a la
credibilidad ciudadana es enorme, lo que eclosionó
ante la incapacidad política para gestionar la crisis
de fines del año 2001 y comienzos del 2002. A
partir de esa fecha, comenzó una recuperación

157
tumultuosa que amenaza con un final nuevamente
abrupto.
¿Qué le pasa a la Argentina?

Decadencia, Confianza y Estado de derecho

Hace algunos años, Alain Peyrefitte publicó


un estudio comparativo de las características
comunes de las economías históricamente
exitosas19. Centró su análisis en la Holanda del
siglo XVI, la Inglaterra del Siglo XVIII, los
Estados Unidos del siglo XIX, el Japón del siglo
XX, para bucear en modelos tan diferentes alguna
característica común. Su conclusión fue que en
todos los casos el común denominador fue la
confianza de sus ciudadanos entre sí y de todos
en su país. Por causas diferentes, un holandés del
siglo XVI que se encontraba con otro holandés en
cualquier lugar del mundo, confiaba en él y en su
sensación de estar compartiendo un esfuerzo
común y lo mismo le ocurría a un británico en los
siglos XVIII/XIX, a un norteamericano en los
XIX/XX o a un japonés en la segunda mitad del
siglo XX. Similar concepto había sido ya
mencionado por Aristóteles en “Política”20 y
19
Peyrefitte, A., “Milagros económicos”, Ed. Andrés Bello, Santiago de
Chile, 1997
20
Aristóteles, “Política”, Libro Octavo, Capítulo IX

158
elaborado por Putnam21 con el novedoso concepto
de “capital social”.
La reflexión viene a cuento porque en los
últimos 75 años la Argentina experimentó con
todos los “modelos”, desde la planificación
intervencionista iniciada en los 30 hasta la
liberalización del gobierno militar en los 70, desde
la fuerte presencia estatal de la década 40/50 hasta
el predominio de protagonistas “privados” en los
90, desde la cerrazón casi hermética del primer
peronismo hasta la apertura indiscriminada de
Videla-Martínez de Hoz o unilateral de Menem-
Cavallo. La curva de la decadencia, sin embargo,
no se alteró en el largo plazo con ninguno de estos
cambios, como no se había alterado la tendencia de
crecimiento de largo plazo antes de 1930, a pesar
de haber sido gobernados por “la oligarquía” –
Roca- o el “nacionalismo popular” –Yrigoyen-.
El cuadro 1 muestra la perfomance
argentina durante el siglo XX. Se observará allí, en
comparación con un grupo escogido de países, la
evolución de la riqueza por habitante durante
diferentes períodos socio políticos, sin que se altere
la constante de fondo: el estancamiento y la
decadencia en relación con el escenario
21
Putnam, Robert, “Solo en la bolera – Colapso y resurgimiento de la
comunidad norteamericana”, Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores,
Barcelona, 2002.

159
internacional, a pesar de no haber sufrido en forma
directa ninguna de ambas guerras y de haber
disfrutado de un siglo que, a pesar de los altibajos
políticos internos, no castigó al país de manera
especial con ninguna catástrofe humana o natural.
Los números son elocuentes. Argentina
inició el siglo XX y mantuvo una situación relativa
estable en las primeras tres décadas con números
globales envidiables. El ingreso por habitante era
aproximadamente el 70 % del que tenían los
habitantes del Reino Unido, similar al de Francia,
la mitad de los Estados Unidos, superaba a España
en un cincuenta por ciento y a Brasil en un
cuatrocientos por ciento.
Al finalizar el siglo XX, el ingreso de los
argentinos era en promedio un 30 % del de los
británicos o franceses, un 24 % del de los
norteamericanos y un 160 % del de los brasileños.
Las decisiones del período 2002/2004
provocaron que, en el inicio del siglo XXI, los
argentinos llegaran a poseer en promedio y en
números globales el equivalente al 12 % de la
riqueza de los británicos, al 9 % de la de los
norteamericanos, el 14 % de la de los franceses, el
21 % de la de los españoles y el 80 % de la de los
chilenos. Durante el siglo XX, el país no había
sufrido, sin embargo, ninguna catástrofe natural,
guerra internacional o conflicto interno, como sí lo

160
sufrieron Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia o
España.
En 2002 comenzó la recuperación de los
precios de los productos agropecuarios de
exportación, todos “commodities”. Ello dio un
gigantesco impulso a la economía derrumbada,
empujándola a la recuperación del 20 % del
producto que había perdido con la crisis y
llevándola de nuevo a niveles cercanos a los
previos a la caída. Con ese “rebote” y luego de
desconocer más de la mitad de su deuda pública
protagonizando el “default” más grande de la
historia –aproximadamente 70.000 millones de
dólares-, la riqueza por habitante alcanzó en 2006
aproximadamente un 65 % de la que el país ofrecía
antes de su derrumbe.
Sin embargo, a poco menos de un lustro
desde que realizó su quita a los acreedores,
la economía vuelve a tener un
endeudamiento similar al previo,
recomenzando sus históricos problemas de
financiamiento. En otras palabras: producía
las dos terceras partes que antes, pero se
había ya endeudado al mismo nivel anterior.
En estos años los argentinos hemos buscado
y discutido mucho, demasiado. Indudablemente,
muy pocos –si hay alguno- pueda decir que nunca
se equivocó. Algunos, desde el pensamiento

161
liberal, no supieron separar sus banderas de las
autoritarias. Otros, desde el pensamiento
progresista, no supimos separarlas del estatismo
cerrado, cometiendo el mismo error que años atrás
confesara el presidente Lula da Silva: “cuando leo
lo que decía yo mismo hace veinte años, me
asusto”.
En el debate político argentino se formaron
“parejas conceptuales” contranaturales,
condicionados por las reacciones contra las
dictaduras que asolaron la región, impregnando la
convivencia de la más constante intolerancia. A
pesar de haber transcurrido más de un cuarto de
siglo sin dictaduras, la democracia no ha sido
precisamente exitosa en las dos décadas y media
que van desde 1983 hasta el 2007 y no hay
justificación alguna para persistir en un error de
análisis de tal magnitud, mucho menos a la vista
del éxito de los países vecinos (Chile y Brasil) al
modernizar sus visiones ideológicas y sus prácticas
políticas.
Si se intenta bucear en el análisis para
detectar cuál fue la diferencia sustancial entre el
período del auge y la decadencia, se encuentra una
constante y su inversa, presentes en cada uno de los
dos períodos: la vigencia del estado de derecho
hasta 1930, frente a su debilitamiento sistemático
desde 1930 hasta hoy. En esa fecha comienza la

162
Cuadro 1. Comparativo: Ingreso por habitante argentino y de varios países (*)

Años: 1885 1911 1917 1929 1963 Illia 1985 1990 1995 2000 de 2002 2004
Roca S.Peña Irigoyen Irigoyen Alfonsín Menem Menem la Rúa Duhalde Kirchner
Argentina 1770 3389 2967 3763 5156 2130 3220 7510 7800 4200 3600
Como % de otros
países
Reino Unido 48 71 49 73 57 25 19 40 32 16 12
Estados Unidos 54 67 49 57 42 13 14 27 24 12 9
Francia 80 105 92 83 61 22 15 30 32 19 14
Italia 113 143 84 128 73 32 17 40 38 22 16
Bélgica 58 84 79 76 66 25 20 32 31 18 14
Alemania 77 94 86 89 55 20 14 27 30 18 14
España N/d 157 123 132 117 49 30 56 53 29 21
Canadá 88 85 61 79 55 15 15 37 38 19 12
Australia 43 69 60 84 64 19 19 40 37 21 16
Nueva Zelanda 49 63 54 73 51 29 25 57 53 32 23
Brasil 290 407 319 343 207 130 100 165 200 167 132
Chile N/d 135 99 117 111 150 127 163 164 96 81
(Reino Unido, 57 79 63 75 55 19 16 32 24 16 13
EEUU, Alemania,
Francia y Australia)

Fuente: (1885-1963): “The world economy: a millenial perspective” OECD, Angus Maddison; 2000-2004:
elaboración propia sobre datos Banco Mndial. *1885/1963: en dólares de 1990; 1985/2004: en dólares corrientes.
163
decadencia en forma simultánea con la anomia, el
poder se sobrepuso a toda consideración
constitucional y jurídica y la organización política
del país pasó por encima de las normas y los
derechos de los ciudadanos, que empezaron a
considerarse como subordinados a un
fantasmagórico “interés general” cuya
consecuencia ininterrumpida y tenaz ha sido la
consumición paulatina del capital fijo y la
búsqueda de seguridades externas –fugando
capitales- para las ganancias obtenidas en el país.
Y como colofón de todo lo anterior, la
desconfianza –de unos a otros y de todos hacia el
país o el “Estado”-. En otras palabras, el país vivió
de la liquidación de su “capital social”, sin advertir
que con ello carcomía los cimientos de su
viabilidad.
Esta reflexión no toma partido en este
momento por la corrección o incorrección de las
políticas económicas aplicadas en el período. En la
mayoría de los casos, el Estado argentino siguió la
tendencia predominante en el mundo: durante la
década del 1930, aparecieron las regulaciones; en
la década del 40, los estados sociales y
nacionalistas; en las décadas del 50 y 60 los
estados empresarios e industrialistas; y en los 70,
las políticas redistribucionistas. Quizás en ninguna
de esas etapas las respuestas estatales podrían
haber sido diferentes.

164
Lo diferente en el caso argentino no han sido las
políticas en sí, sino la forma de definirlas,
orientadas a la consolidación del esquema de poder
circunstancialmente vigente en cada momento,
resueltas sin consenso y aplicadas en forma
sectaria. Estas valoraciones cubren a la etapa
reguladora de los ’30, a la social y nacionalista de
los ’40, a la industrialista de los ’50 y ’60 y a la
redistribucionista de los ’70.
En efecto, la historia económica argentina
nos ilustra sobre las características de las medidas
tomadas por los sucesivos gobiernos para enfrentar
situaciones coyunturales. Gerchunoff y Llach22,
explican los motivos que tuvo el presidente Alvear
para implantar la Caja de Conversión en 1927,
cuando el oro acumulado permitía garantizar la
convertibilidad para generar la máxima confianza
inversora, así como los del presidente Yrigoyen
para suspenderla dos meses antes de 1930, cuando
era inminente la corrida por el oro ante la crisis que
se había desatado en el mundo y en ambos casos
con la fuerte oposición de los adversarios
circunstanciales.
Los gobiernos reguladores de la década del
30 respondieron con la batería intervencionista –
creación del Banco Central, formación de las
Juntas Reguladoras de Carnes y de Granos, entre
22
Gerchunoff y Llach, “El ciclo de la Ilusión y el Desencanto – Un
siglo de políticas económicas argentinas”, Sudameriana, Bs. As., 2003

165
otras- a la coyuntura de la crisis del comercio
exportador dirigido a un mercado –el británico-
que implementaba una reestructuración
privilegiando sus colonias y suspendiendo sus
compras a la Argentina. La batería de medidas fue
descalificada por la oposición radical, acusando al
gobierno de “vendepatria”, “vacuno-cracia” y uno
de sus intelectuales más caracterizados, Arturo
Jauretche, las categorizó como “el Estatuto legal
del coloniaje”. Sin embargo, un análisis más
desapasionado las mostraba como imprescindibles
para mantener la economía argentina en
funcionamiento, bajo la alternativa de interrumpir
las exportaciones con su consecuencia directa en la
capacidad importadora y como resultado, la
paralización total de la economía23.
Las medidas intervencionistas e industrialistas del
peronismo no obedecían tampoco a una convicción
estratégica, sino que respondían a los embargos de
guerra, las limitaciones a la importación debido a
las medidas tomadas por los países exportadores y
al bloqueo de divisas con las que abonaban las
exportaciones argentinas. Las medidas sufrieron el
fuerte cuestionamiento radical de entonces, que las
tildaron de oportunistas y dilapidadoras del capital
acumulado durante la guerra. Nuevamente: una
evaluación desapasionada parece no haber dejado a
la administración económica medidas alternativas
23
Gerchonoff y Llach, op. cit

166
coyunturales, ante el enrarecimiento del comercio
en la posguerra.
La limitación en la producción agropecuaria
y la insuficiencia de la producción de petróleo
llevó a Perón –primero- y a Frondizi –luego- a
impulsar la inversión de capitales externos en la
explotación de hidrocarburos, con fuerte crítica de
la oposición, que las cuestionó desde una posición
nacionalista. Sin embargo, marcaron un cambio
modernizador en la matriz productiva del país que
se mantuvo durante toda la mitad del siglo XX.
El resultado, que en todos los casos hubiera
podido ser positivo si las medidas hubieran
resultado de un debate transparente que, además de
matizarlas y enriquecerlas, motivara el
acompañamiento de las decisiones públicas por
parte de los actores privados actuando en
consecuencia, por el contrario incrementaron
paulatinamente la inseguridad y llevaron a cada
sector a extremar las medidas para poner “a
resguardo” su ingreso, por la falta de confianza en
la aplicación de los planes sucesivos.
Por supuesto que nadie podría sostener en
pleno siglo XXI que el Estado no tiene
obligaciones: las tiene y decisivas. En el propio
ciclo ascendente de la Argentina (1880/1930) fue
el Estado el que realizó los esfuerzos de inversión
en infraestructura urbana, varios ferrocarriles,
mantuvo la fortaleza fiscal e incluso reguló el valor

167
de la moneda para evitar el deterioro de las
exportaciones.
Pero también está claro que los protagonistas
principales del crecimiento fueron ciudadanos del
país y del mundo que supieron aprovechar las
condiciones internacionales y la competitividad
creciente del sector dinámico de entonces, el
agropecuario y que lo hicieron por la absoluta
confianza que les generaba un país que mantuvo
funcionando sus instituciones durante más de
medio siglo y que podía hacer gala tanto de
estabilidad jurídica como de un estado de derecho
en el que al poder jamás se le hubiera ocurrido
negar las deudas contraídas, cambiar los impuestos
por una resolución ministerial o apropiarse de los
ingresos de un sector de ciudadanos por una simple
decisión política.
Comparando el país anterior a 1880 –
desierto y despoblado, vacío y sin infraestructura,
insignificante en el comercio internacional y pobre
marco de realización para sus habitantes-, la
primera incursión por el mundo global que realizó
la Argentina ubicó al país en la historia universal
con resultados sumamente exitosos. La Argentina
del centenario brillaba en su potencia y era la
sorpresa en el ambiente de entonces.
A partir de 1930 comenzó el doble motor de la
decadencia: el poder olvidó los límites que
establecía la ley y la discrecionalidad del Estado

168
Nacional comenzó a jugar con las reglas de la
economía. Puede haber innumerables argumentos
ideológicos haciendo gala de una ilustración
admirable a uno u otro lado del espectro buscando
otras causas, pero (de nuevo) los hechos están ahí y
los números no dejan de desmentir a unos y otros.
En esa fecha, las “estructuras”24 –sindical,
militar, empresarial y política- comenzaron a hacer
depender su subsistencia y prosperidad de la
cooptación estatal, mientras los ciudadanos –por su
parte- comenzaron a desconfiar cada vez más unos
de otros y todos de ese Estado, buscando las
formas de preservar sus ingresos por los caminos
más diversos hasta llegar a la sublimación de los
años 90 del siglo XX, en que hasta un estado
provincial retiró sus reservas del país para
defenderlas de su posible expropiación.

24
Saul, J.R. “Los bastardos de Voltaire – La dictadura de la razón en
Occidente”, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1992.

169
Evolución del PBI por habitante en moneda constante

En USD de 1992. Fuente: Llach y Gerchunoff, “El ciclo de la ilusión y el


desencanto” y elaboración propia

En esta última década del siglo XX el


fenómeno fue curioso: diez años de relativa
estabilidad macroeconómica y jurídica fueron
acompañados al final con un endeudamiento
insostenible y numerosos actos de corrupción, que
culminaron con el intento en volver a burlar el
estado de derecho con el ensayo “re-re-
eleccionista” del presidente Menem.
La consecuencia económica del período fue
un notable crecimiento coyuntural, que se evaporó
apenas el país volvió a las andanzas, a tal punto
que luego de producida la crisis de cambio de siglo
retornó al PBI por habitante de los 80 ...¡y de

170
1930! recuperando la tendencia de largo plazo
iniciada aquel momento.
El ingreso por habitante en los inicios de la
presidencia Kirchner era igual al de la Argentina de
Yrigoyen, aunque con una sociedad
sustancialmente más polarizada y desigual, fruto
entre otras cosas, de la falta de una acción pública
eficaz en aquello que se espera y es imprescindible
que el Estado garantice para mantener la cohesión
social: educación, salud, vivienda, seguridad y
justicia, temas ajenos al interés de las estructuras
dominantes del Estado.
Y otra diferencia, no menor: en 1930, el PBI
argentino por habitante equivalía al 75 % del
promedio de los países más desarrollados (EEUU,
Reino Unido, Alemania, Francia, Australia)
mientras que en el 2004 equivale a apenas al 13 %
del promedio de esos mismos países. Esta relación
no compara a la Argentina consigo misma, sino
con la evolución de las economías más fuertes,
grupo del que alguna vez formó parte.

171
Fuente: Gerchunoff y Llach, op. cit.; elaboración propia

Similar fenómeno se encuentra si se centra el


análisis en la década que se extiende desde 1997
hasta 2006. Siguiendo las cifras del Banco
Mundial, en sus respectivos informes anuales de la
situación de los países, vemos que en el contexto
regional el país que mejor atravesó la crisis del
2000/2001 fue Chile, que entre los extremos del
período aumentó su PBI en el 98,7 % y su ingreso
por habitante en un 80,4 %. El siguiente país en

172
performance fue Brasil, que pasó de un PBI de
772.000 millones de dólares a uno de 1.070.000
millones de dólares, lo que le permitió ubicarse en
el grupo de los “BRICs” y aspirar a integrar el
grupo de los países más importantes del mundo. Su
ingreso por habitante en la década ascendió un 38,6
%, atravesando la crisis del 2001/2002
prácticamente indemne.
Sigue luego Uruguay, que mantuvo su PBI
sin cambios, lo que implicó una caída de su ingreso
por habitante en 5,6 % -a raíz de su bajo
crecimiento vegetativo-. Luego está en el ranking
Paraguay, que redujo su PBI en 9,1 % y su ingreso
por habitante en un 32,1 % y por último, la
Argentina, que pasó de exhibir un PBI de 302.000
millones de dólares en 1997, a uno de 214.000
millones en 2006, con una reducción del treinta por
ciento y una caída de su ingreso por habitante del
35,9 %. El siguiente cuadro y gráfico posterior son
ilustrativos al respecto.

PBI 1997 2006 Variación %


Chile 73400 145841 98,7
Brasil 772000 1070000 38,6
Uruguay 19400 19400 0
Paraguay 10200 9110 -9,1
Argentina 302000 214000 -30
Fuente: Banco Mundial

173
El cuadro y el gráfico siguientes, exhibe por
su parte la caída del ingreso por habitante de la
Argentina con respecto a los demás países del
entorno regional.
PBI por habitante 1997 2006 Variación %
Chile 5020 9058 80,4
Brasil 4720 5631 19,3
Uruguay 6020 5680 -5,6
Paraguay 2010 1365 -32,1
Argentina 8570 5487 -35,9
Fuente: Banco Mundial

174
De ambos surge el error de concebir al
“rebote” de la economía argentina luego del
derrumbe del 2001/2002 como formando parte de
una “nueva matriz económica” de éxito probado su
aplicación. Sin negar que la nivelación existió, su
límite se patentizó al acentuarse las características
escasamente homologables de la administración
argentina en el período, lo que se fue insinuando
durante el lustro hasta hacer eclosión en el 2007
con el renacimiento inflacionario que refleja el

175
relanzamiento de la lucha por un ingreso
estancado.
Hasta aquí lo económico. Sin embargo, una
mirada a otros aspectos de la realidad –como la
política, la social, la cultural y la científico-técnica-
nos mostrará similar decadencia.
En el campo político, la Argentina tuvo una
etapa de “república conservadora” –los períodos
fundacionales- cuya característica fue el respeto
formal y la creencia general en las formas
constitucionales, aunque con una participación
política reducida a las familias más importantes.
Una nota característica fue la exclusión política de
la mayoría de las personas de la gestión pública y
otra el acierto en la definición de políticas que
llevaron al país de ser un desierto despoblado, a un
lugar destacado en el mundo al celebrarse el primer
centenario. Cabe acotar, para matizar esta
afirmación, que la exclusión de las mayorías en el
nacimiento de las democracias no fue un fenómeno
exclusivamente argentino. Democracias respetadas,
como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia,
fueron agregando paulatinamente contingentes de
ciudadanos a la vida política. La incorporación y
masificación de la democracia ha sido un proceso
natural de perfeccionamiento de los sistemas
políticos. Incluso entre nosotros no hay consenso
entre los historiadores si la generalización del voto
a los ciudadanos varones producido con la Ley

176
“Sáenz Peña” en 1912 fue el resultado de una
“presión” de los excluidos, o de una “cooptación”
buscada por las élites de entonces. O de la
conjunción de ambas causas.
Este período fue seguido por la etapa
caracterizada por Halperin Donghi25 como “La
república verdadera” (1910-1930). En su
transcurso, las revoluciones radicales y el proyecto
inclusivo de Sáenz Peña implantaron el sufragio
general sobre la base del padrón militar, el voto se
hizo masivo y rigieron las libertades
constitucionales que siguieron enmarcando el
comportamiento cívico.
Entre estos dos períodos, la historia política
argentina fue avanzando hacia la inclusión de las
mayorías y hacia el retroceso de las formas
viciadas de participación electoral, que aunque
persistentes, mantuvieron una tendencia declinante.
En este período fueron trascendentes las iniciativas
socialistas y aún la fiscalización conservadora del
gobierno radical, aunque ya comenzaron a
insinuarse las durezas irreconciliables y las
dificultades en la generación de consensos que se
harían permanentes durante todo el siglo XX.
La “república imposible” (1930-1945) fue su
continuación. La desaparición del dialogo de las
élites, condensado en la ruptura del orden
25
Halperin Donghi, T., “Vida y muerte de la República verdadera”,
Planeta, Bs. As., 2000

177
constitucional, fue el hito iniciador de la
decadencia. La exclusión política fue la nota
dominante del período, tras la fachada del fraude
electoral que subyacía en la máscara democrática.
La crisis internacional de 1930 no fue
enfrentada con el consenso nacional, sino por un
sector político-económico que identificó sus
intereses con los de la Nación y comenzó la
práctica de la limitación a la legalidad. Fue en esos
años que comenzaron a aparecer y justificarse tras
el argumento del “estado de emergencia” medidas
sin sustento constitucional –como las torturas, los
crímenes políticos y las medidas económicas
excepcionales-, que se sublimarían en el período
posterior, el del gobierno peronista de 1945 a 1955.
En este período la política sufrió un
retroceso aún mayor. Se edificó un sistema similar
al de los “partidos únicos” identificados con la
Nación, al estilo de los fascismos europeos de
moda en la época. El populismo –cuya nota
característica es la construcción de respaldo
político a través el reparto de los recursos estatales
según la discrecionalidad del poder- fue
acompañado de la exclusión de la oposición del
debate político.
La oposición fue descalificada y ubicada en
el borde mismo de la legalidad. La discrepancia
con la opinión oficial –sea en gremios, en el
parlamento o en la prensa- fue criminalizada. La

178
deformación corporativa se extendió a las
provincias, varias de las cuáles sancionaron
Constituciones claramente negatorias de los
principios democráticos. La consecuencia fue un
abismo creciente que polarizó el escenario y
generó las heridas más profundas que se abrirían a
la caída del régimen peronista, en 1955. El
retroceso político se profundizó con respecto a la
década de 1930. La democracia verdadera había
quedado en el olvido.
El gobierno revolucionario antiperonista
actuó cambiando el centro de la represión: los
perseguidos pasaron a ser los partidarios del
gobierno anterior. El retroceso fue ya hasta la
época fundacional: retornaron los fusilamientos
políticos.
El abismo fue creciente y la inestabilidad
una constante que acompañó a los gobiernos de
Frondizi, Guido e Illia. Por encima de la corrección
de las medidas tomadas –en el período debemos
destacar la vocación industrialista de Frondizi, así
como la eficiencia y honestidad del gobierno de
Illia-, grandes sectores del país se sintieron
excluidos y se posicionaron enfrentando las líneas
básicas de sus gestiones. Frondizi fue atacado por
su convocatoria al capital externo,
fundamentalmente a las empresas petroleras, e Illia
por haber anulado los contratos de Frondizi y haber
intentado reglamentar la acción de los laboratorios

179
multinacionales, quedando preso de las
reivindicaciones políticas del peronismo cuyo
ariete de choque fueron las organizaciones
gremiales y las ocupaciones de fábricas. Su caída
abrió una nueva etapa, la de la presencia militar
con vocación de gobierno –y no sólo de “factor de
poder”, como era hasta ese momento-.
El gobierno de Onganía disolvió los partidos
políticos. Se consolidó el retroceso institucional
hacia el siglo XIX. Se proscribió la opinión
adversa al gobierno. Se intentó disciplinar las
costumbres de moda en vestimenta y gustos
musicales. Se proscribió el trabajo creador de la
inteligencia expulsando virtualmente del país a lo
mejor de la inteligencia argentina. “El Matadero”
de Esteban Echeverría, cuento fundacional de la
narrativa argentina, podría caracterizar la época,
por el desprecio a las ideas y el recurso a la “pura
fuerza”.
En los años 70, apareció el fenómeno de la
violencia desatada y masiva. Grupos guerrilleros
alentados por la moda de la Revolución Cubana e
interpretando la situación argentina bajo los
cánones ortodoxos del marxismo insurreccional (en
el marco de la “realpolitik” de la guerra fría)
comenzaron un ataque selectivo contra objetivos
militares y empresarios. El gobierno peronista –al
comienzo, el propio Perón y luego su sucesora,
Isabel Martínez y el presidente del Senado, Italo

180
Luder- hizo causa común con los atacados y
ordenó una represión sin límites, que abrió la
nueva etapa, la de sangre en las calles.
El “Proceso de Reorganización Nacional”
llevó la violencia a su expresión más elevada. La
respuesta a la “lucha armada” de los infantilistas
iluminados fue el terrorismo de Estado. Las calles
se transformaron en ríos de sangre, los derechos de
los ciudadanos desaparecieron, las formas políticas
institucionales fueron reemplazadas por parodias
como la “Comisión de Asesoramiento Legislativo”
–que se reunía en el edificio del viejo Congreso
Nacional-, la Justicia fue obligada a subordinarse a
los “Objetivos básicos” del Proceso de
Reorganización Nacional como documento
superior en la pirámide jurídica a la propia
Constitución Nacional y el Presidente de la
República se convirtió en un funcionario
dependiente del organismo constituyente supremo,
la Junta de Comandantes en Jefe de las Fuerzas
Armadas, integradas por los Comandantes en Jefe
de cada una de la Armas.
La violencia no se limitó al país, con los
miles de muertos, desaparecidos, torturados,
encarcelados y exilados: se la llevó a los vecinos.
A un paso de la guerra con Chile, detenida en el
último y dramático instante por la intermediación
papal, el conflicto bélico se trasladó al Atlántico,
desatando la primera guerra internacional de la

181
Argentina en más de un siglo –desde la Guerra del
Paraguay-. La derrota desató el derrumbe del
gobierno militar y la apertura de la nueva
democracia, iniciada en 1983.
Esa nueva democracia tuvo avances políticos
importantes en su primera etapa. Rigieron los
derechos y libertades como nunca había ocurrido
en la vida de la mayoría de los argentinos vivos, se
respetó la separación de poderes, la independencia
de la justicia y la libertad de prensa y se intentó
reencauzar la convivencia nacional hacia un clima
de consensos básicos.
Sin embargo, la historia reciente pesó
demasiado en las decisiones de los actores. Grupos
militares protagonizaron varios conatos de
rebelión, víctimas de la represión ilegal acentuaron
sus reivindicaciones, el peronismo volvió a utilizar
a los gremios como ariete de choque contra el
gobierno para catalizar su reorganización, y el
clima coyuntural hizo imposible la profundización
de los acuerdos estratégicos propuestos por el
presidente en el “Documento de Parque Norte”.
El triunfo del peronismo en 1989 parecía
conducir a un nuevo retroceso, pero la gestión del
presidente Menem sorprendió con una imprevista
propuesta de integración al mundo. Esa propuesta
podría haber sido –al igual que la gestión
alfonsinista- una buena plataforma para un
profundo debate nacional, ya que integrándola con

182
el programa de Parque Norte –recordemos que
radicales y peronistas expresaban en ese momento
cerca del 90 % de al representación electoral del
país- hubieran podido convertirse en la base de un
acuerdo marco similar al Pacto de la Moncloa.
Pero nuevamente pudo más el peso de la historia.
El radicalismo liderado por el ex presidente
Alfonsín, que tanto había aportado a la pacificación
del país y a la modernización de la política, una
vez pasado a la oposición no mantuvo su discurso
de Parque Norte sino que regresó al más obsoleto
ideologismo de las décadas del 1930/40, dejando al
país, virtualmente, sin oposición creíble. El
gobierno llevó su propuesta aperturista a un grado
caricaturesco, desentendiéndose del arbitraje
político y de la administración de la apertura. Las
consecuencias fueron trágicas para numerosos
sectores económicos descolocados por el nuevo
escenario y sin alternativas de reconversión. No
obstante, debe reconocerse que en la década el país
creció como no lo había hecho nunca desde 1930,
en el marco de tasas de inflación negativas.
Sin embargo, nuevamente la historia “metió
su cola”. El intento de pasar por encima de las
normas habilitando una tercera elección
presidencial y la utilización de las finanzas
públicas para alinear voluntades generó un nivel de
endeudamiento público incompatible con la
economía, lo que eclosionó cuando el sector

183
externo se enrareció con las crisis financieras de
1997 y 1999 –crisis de Rusia y de Brasil-.
El endeudamiento superó en tal forma la
performance económica, agravada por el deprimido
precio internacional de las commodities, que la
economía implosionó en 2001 al no poder hacer
frente a la crisis financiera externa ante la
imposibilidad de honrar las obligaciones del sector
público, generando el derrumbe del gobierno y la
transferencia del poder, esta vez sí en un retroceso
gigantesco, a un gobierno provisional que respetó
las formas legales en su llegada, pero que
desmanteló todas las garantías de protección a los
ciudadanos, sus derechos y sus patrimonios.
Ya no había posibilidad de un consenso entre
partidos, porque dejó de haber partidos. Las dos
fuerzas políticas más importantes se fragmentaron
en pedazos. En las elecciones de 2003 existieron
seis candidaturas originarias en los dos antiguos
partidos, ninguna de ellas surgida de
procedimientos democráticos aceptablemente
transparentes.
El sistema político argentino se desmanteló
totalmente. A la desaparición de las fuerzas
partidarias sucedió la aparición de los “espacios”,
formaciones circunstanciales catalizadas por el
prestigio coyuntural de determinados dirigentes.
La desaparición de los partidos y sus
necesarios marcos de debate y disciplina abrió la

184
necesidad de ejercer el poder sin cortapisas. El
parlamento se convirtió en un órgano sin
importancia alguna en el esquema de poder,
despojándose a sí mismo de sus facultades
fundamentales, como lo son la fijación de
impuestos y decisión de gastos. Tales facultades se
transfirieron al Poder Ejecutivo, único detentador
de las potestades de soberanía sobrevivientes. Esa
discrecional facultad de gastar ha sido utilizada
para la construcción gregaria, (en su acepción
menos agradable)26 de adhesiones políticas, sin
vigencia de los mecanismos de mediación en la
formación de decisiones públicas previsto en la
Constitución Nacional.
La culminación de la decadencia la muestra
el símbolo de la competencia electoral del 2007, en
la que las dirigencias de los diferentes “espacios”
no fueron capaces de ofrecer a la sociedad una
muestra pública de convivencia, ni siquiera
compartiendo una comida, (no ya un debate) como
si en cada uno de ellos viviera la totalidad del país
y no sólo el sector que representaban.
¿Qué hacer entonces para revertir la
decadencia? ¿Cómo frenar el deterioro y
recomenzar un camino virtuoso de crecimiento con
equidad, de “empoderamiento” de los ciudadanos,
de modernización e integración al mundo para
26
Gregaria: “Que sigue ciegamente las ideas e iniciativas ajenas”
http://www.wordreference.com/definicion/gregaria

185
aprovechar en forma inteligente la potencialidad de
la globalización?
Quizás valdría la pena probar con lo único
que la Argentina no probó en las casi ocho décadas
anteriores: volver a funcionar como una sociedad
con división de poderes, independencia de la
justicia, respeto al derecho de propiedad y
reverencia a la vigencia de la ley aplicada a todos
por igual –pobres y ricos, ricos y pobres-.
Esa plataforma institucional, que no sería
otra cosa que avanzar en el programa
modernizador de la Constitución de 1853,
permitiría ingresar en la modernidad del siglo XXI,
integrarse al mundo global aprovechando sus
potencialidad y recrear las condiciones que
hicieron grande a la Argentina cuando lo fue.
La globalización de fines del siglo XIX y
comienzos del XX se asentó en un consenso que
atravesaba todos los sectores políticos. No
significaba la ausencia de debates –que los hubo y
fuertes-. Cabe recordar las polémicas entre el
industrialismo proteccionista de Pellegrini frente al
pensamiento internacionalista de Juan B. Justo; o el
pensamiento obrerista de Joaquín V. González
frente al nacionalismo chauvinista de Cané. Todos,
sin embargo, coincidían en la visión del mundo y
en la forma en que la Argentina debía subirse al
tren globalizador de la época.

186
El debate –lo entendían con inteligencia-
debía procesar la manera de esa articulación, la
forma de optimizar las capacidades del país –como
el impulso a la educación popular-, de atenuar los
perjuicios que trae todo proceso de cambio a los
más débiles –como el proyecto del Código de
Trabajo de Joaquín V. González- o de proteger a
las personas más necesidadas en las relaciones
económicas –como las leyes de arrendamientos de
la época yrigoyenista-. A nadie se le ocurrió
oponerse al tendido de nuevas líneas de ferrocarril
porque afectaba el viejo sistema de postas y
carretas, o a la extensión de la red de telégrafos
porque dejaba sin trabajo a los antiguos chasquis.
La nueva globalización requiere más
decisiones que las de fines del siglo XIX y
comienzos del XX, que se sumen –no reemplacen-
a las formas del estado democrático.

¿Cómo será la Argentina que viene?

De cara al nuevo escenario internacional y a


las tendencias analizadas, a la Argentina se le
presentan dos hipótesis de trabajo: continuar el
consenso cultural de concebir a la política como
“lucha por el botín” iniciado en 1930, o someter
ese consenso a un fuerte debate a fin de diseñar un
nuevo sistema de decisiones políticas, un nuevo
“paradigma oficial” actualizado, más a tono con el

187
paradigma que se instalará crecientemente en el
escenario planetario.

La primera hipótesis: continuar la decadencia

Imaginar que el país continúe su proceso de


des-institucionalización, de precariedad política y
de deslegitimidad social y moral de lo público
iniciado en 1930 conlleva, como ineludible
consecuencia, la reproducción interna -con efectos
aumentados, como ha sido corriente en la mayoría
de los casos- de las tendencias centrifugantes del
mundo global que ya se instaló y cuya
profundización se insinúa. Si no hay una decisión
política autónoma y lúcida, se impondrá en lo
sustancial la fuerza del mundo global de manera
salvaje, y el conjunto nacional quedará indemne
frente a los altibajos, ciclos y coletazos que sufra el
escenario global.
No incursionamos aquí en el “barniz” del
debate político, que enfrenta posiciones
ficticiamente diferentes. En todo caso, tomamos la
continuación de la tendencia que ofrecen los
números del cuadro anterior, alimentados por todas
las ideologías y posiciones políticas a través de la
historia del siglo XX. Desde esta tendencia
proyectada extraemos por simple deducción las
consecuencias normales en cualquier sociedad
estancada, en la que su economía no puede

188
responder adecuadamente a los requerimientos y
necesidades de una población creciente y en la que
las estructuras estatales sufren la creciente
desconfianza y descrédito frente a los ciudadanos.
Sus notas características serán la creciente
fragmentación social y la anárquica vinculación de
los restos de la vieja sociedad argentina a sus
similares del mundo transnacionalizado. Las
esporádicas recuperaciones, al no estar asentadas
en reglas de juego coherentes y consensuadas, se
convierten en cíclicos estertores de un eterno
recomienzo.
La conjunción de las dos tendencias
irreversibles -el desarrollo científico técnico
incluido en la vida cotidiana y la creciente
globalización económica- impregnarán la sociedad
argentina en los próximos años. Esas tendencias
pasan por encima de estructuras estatales tan
fuertes como las de los países desarrollados y así
también serán indemnes a cualquier intento de
evitar su expansión en la sociedad argentina.
Llegadas estas tendencias, su influencia en la
población suponiendo la reproducción de la
práctica política vigente desde 1930 –en su aspecto
de ignorar los nuevos fenómenos hasta que éstos se
imponen con sus propias características y provocan
crisis de gobernabilidad-, es previsible que las
élites modernizadoras reforzarán sus lazos con sus
similares del mundo global, entrelazando su futuro

189
-el de sus jóvenes, sus empresas, su cultura, sus
retiros, su seguridad- a los sectores más prósperos
del mundo, mientras que los sectores menos
favorecidos se vincularán crecientemente, vía
“virtual”, a las iniciativas globales de protesta y
cuestionamientos.
La ausencia de un “marco nacional” adecuado
de debate y solución de conflictos tendrá
consecuencias cada vez más preocupantes. La
polarización social puede llevar a una creciente
fragmentación.
El “Estado”, en este rumbo, será cada vez más
lábil e impotente, ya que es improbable que derive
hacia una estructura fuertemente represiva habida
cuenta de la experiencia histórica y de la fuerte
actitud “contra-democrática”27 de amplios sectores
sociales argentinos. Ello deja el interrogante sobre
las fuerzas en las que se asentará el “piso” de orden
social requerido por la convivencia.
La -creciente- marginalidad generará un
incremento de la violencia cotidiana, convertida en
la única variable de expresión de la frustración de
los excluidos ante la expropiación sufrida de su
capacidad de incidencia en el diseño y
participación políticas.28

27
Rosanvallion, Pierre. “La política en la era de la contra-democracia”,
Ediciones Manantial, Bs. As., 2007
28
Bauman, Zygmund, “En busca de la política”, Bs. As., 2006.

190
La economía moderna se concentrará en los
sectores educados integrados al mundo. Los
sectores que accedan a la globalización serán los
que hayan logrado capacitarse en los nuevos
requerimientos y adoptado las nuevas habilidades
empresariales y ellos serán quienes hayan podido
acceder a una educación de excelencia, en colegios
exclusivos normalmente vinculados a otros
institutos educativos de los países desarrollados.
En su contracara marginal caerán contingentes
humanos limitados a vivir en un nivel apenas
de subsistencia, sin educación o con una educación
básica de pésima calidad que no los capacite
adecuadamente para los requerimientos de los
nuevos paradigmas productivos y eventualmente
condenados a vivir con limosnas sociales
Como respuesta a la creciente violencia
cotidiana, persistirá y se profundizará la
fragmentación del sistema de seguridad. Será cada
vez más amplia la diferencia entre los servicios
prestados a las personas de mayores ingresos,
integradas al mundo global y los recibidos por la
mayoría de las personas, convertidas en
“excedentes”29 humanos. El fenómeno no es
desconocido, aún en la actualidad. Los servicios
policiales, que cubren con alguna eficacia las zonas
más acomodadas, están virtualmente ausentes o
son inexistentes en las grandes aglomeraciones
29
Bauman, Zygmund, “Vidas desperdiciadas” Bs. As., Paidos, 2005

191
villeras, o en las zonas urbanas más pobres. Los
ciudadanos que allí viven estarán crecientemente
cooptados por las propias redes delictivas.

Los sectores medios

Los sectores medios proseguirán ampliando su


brecha interna: progresarán los más modernos con
chances de integrarse al sector socioeconómico
próspero y se estancarán los más retrasados
acercándose a los límites de la pobreza.
La clase media argentina ha tenido
tradicionalmente dos grandes pilares: la estatal y la
privada.

La clase media estatal

Esta vertiente de las clases medias es un sector


fuertemente dependiente del aparato público
comenzado a articular a comienzos del siglo
pasado: empleados públicos, militares, docentes en
los tres niveles, policías, empleados y funcionarios
judiciales, funcionarios y empleados de las
reparticiones de la organización central y
descentralizadas de los diferentes ministerios –
hospitales, vialidad, puertos, organismos de
control, registros públicos, inspecciones de
sociedades, organismos de recaudación impositiva
en los niveles nacional, provinciales y municipales-

192
Este sector sigue la suerte del aparato estatal,
con sus “modas” cíclicas, pero ha visto deteriorar
sus ingresos sistemáticamente y de manera más
pronunciada a partir del desmantelamiento
producido en los años 90, con la llegada del
“Consenso de Washington” aplicado como
caricatura más que como marco de reflexión, la
desaparición de la capacidad de análisis crítico y
autonomía política y el objetivo de reducir
indiscriminadamente el tamaño del Estado.
Es fuertemente dependiente de los altibajos
políticos y de los sistemas clientelistas. Las luchas
gremiales habían logrado blindar los aspectos más
sensibles de los trabajadores del sector público con
la incorporación del artículo 14 bis de la
Constitución Nacional, en la Reforma de 1957,
impulsada por el radicalismo, que estableció la
garantía de estabilidad, pero posteriormente los
gobiernos militares y los propios gobiernos
peronistas fueron estableciendo limitaciones a esa
estabilidad de tal magnitud, que en los hechos no
constituye una garantía. Un cambio de color
político del gobierno y en ocasiones hasta un
cambio de sector político interno a cargo de un
Ministerio, puede significar que la estabilidad
constitucional quede convertida en un grotesco.
Las clases medias estatales sufrieron el
desmantelamiento de los ferrocarriles, la
privatización de YPF, la venta de las empresas de

193
servicios públicos y el desguace de todo el aparato
productivo público producido en los años 90.
Al margen de la conveniencia de una política de
esa naturaleza –que no es el lugar de discutirlo-
significó para decenas de miles de funcionarios y
empleados de esas empresas y organismos un
desplazamiento laboral fatal para sus posibilidades
de futuro, el deterioro de sus ingresos y en muchos
casos su abandono de los hábitos de vida y de
consumo genéricos de la “clase media”.
Sus cosmovisiones se derrumbaron, sus
tradicionales valores de estabilidad y seguridad
colapsaron y sus restos se debaten desde entonces
en la búsqueda de un imaginario cultural que
reemplace al mundo perdido.
Depositarias de un conjunto de valores de
sublimación de lo “estatal”, expresan arcaicas
creencias sobre las bondades de “lo público” que
son presa fácil de discursos populistas sin
contenido transformador pero coherentes con los
ecos de una realidad de otra época.
Contradictoriamente, la frustración de las
últimas décadas ha alimentado fuertemente en estas
personas la desconfianza en la actividad política y
la deslegitimación social de las decisiones
públicas.
En el futuro, esa clase media estatal, en caso de
continuarse con la tendencia de la decadencia,
sufrirá un amesetamiento inexorable, la declinación

194
paulatina de sus ingresos, la desprofesionalización
constante de sus funciones y la clientelización
progresiva y sistemática de sus sistemas de ingreso
y permanencia.
Esta afirmación no es voluntarista. Se explica
por la fatal profundización de la lucha por la
apropiación de rentas públicas, la necesidad de
extender el clientelismo como sistema de
acumulación política y la ausencia de tareas
socialmente prestigiadas, definidas como
programas de gobierno dirigidos al cambio social.
El Estado, en este camino de decadencia, sólo
puede justificar su existencia ampliando su
capacidad de veto más que mejorando sus servicios
o su eficiencia en bien de los ciudadanos. Seguirá
siendo un mecanismo de transferencia de rentas a
favor de quienes los detenten y de los sectores que
formen con ellos “alianzas de poder”.
La hegemonía de estas alianzas la tendrán
socios políticos y socios empresarios.
Los primeros requieren llegar al aparato del
Estado por los mecanismos formales electorales y
luego mostrar capacidad de contención y en este
diseño necesitan ampliar la cantidad de empleados
y funcionarios públicos permanentemente en vilo
sobre su continuidad, para garantizar su lealtad.
Esta necesidad es congruente con sueldos bajos,
contrataciones por períodos determinados y

195
designaciones transitorias, removibles a pura
discrecionalidad.
Los segundos requieren protecciones y
tratamientos especiales para recibir rentas
confiscadas a sectores de mayor productividad
internacional, aunque en esa recepción deban
asociarse con los detentadores del poder de turno.
A pesar de su cercanía a los aparatos del poder,
la clase media estatal tendrá en este futuro
condiciones de vida más cercanas a la de los
excluidos que a las de los exitosos y su frustración
por la inexistencia de una carrera administrativa
basada en el mérito. La ausencia de mecanismos de
promoción que estimulen su esfuerzo y
capacitación y la ausencia de prestigio social le
quitarán calidad de vida.

La clase media privada

La otra gran columna tradicional de la clase


media argentina es la que se apoya en actividades
privadas. La constituyen productores
agropecuarios, de quintas y chacras, pequeños
industriales, profesionales, comerciantes,
emprendedores, artistas, empresarios de servicios
de los más diversos y en general, quienes
desarrollan sus actividades “en el mercado”.
La Argentina tiene una numerosa cantidad de
personas con las virtudes de los emprendedores.

196
Sus padres, abuelos y bisabuelos llegaron con las
grandes migraciones que se extendieron desde
fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
Su cultura está fuertemente imbuida de valores
de trabajo y ahorro, de espíritu emprendedor, de
desconfianza hacia “lo que viene regalado”, de
exigencia de respeto a su actividad, su dignidad y
sus ingresos.
Estas personas se integrarán de una forma u otra
en la economía global, definiendo nuevas
actividades adecuadas al paradigma naciente,
detectando y aprovechando las oportunidades del
mercado mundial y conformando el sector de la
sociedad que tendrá posibilidades de éxito en la
reconversión.
Especialistas en sobrevivir, serán los vehículos
de adaptación de algunos sectores de la economía
argentina a las oportunidades del nuevo escenario
internacional y trasladarán a la convivencia interna
modalidades de vida, visiones culturales y
necesidades de consumo a tono con las que se
vayan imponiendo en el mundo global.
Sufrirán inseguridad jurídica, inseguridad
personal y exigencias de ahorro para reproducir sus
condiciones de vida preparando a sus hijos en
buenos colegios, intentando acceder a mejores
servicios de salud e invirtiendo para modernizar
sus equipamientos. Sin embargo, compartirán con
las personas de la clase media estatal el deterioro

197
de las condiciones sociales de convivencia, cada
vez más tensas y violentas, ya que sus
posibilidades de “blindarse” en zonas exclusivas no
formarán parte de sus opciones cotidianas.
Sufrirán también en sus valores tradicionales –
honradez, trabajo tesonero, ahorro- y sentirán una
creciente contradicción entre su disposición
solidaria, que las motiva a participar de iniciativas
sociales diversas y la violencia en la convivencia
crecientemente instalada en la vida cotidiana, que
la incitará a la organización para la propia defensa
y hasta actitudes intolerantes. Y deberán estar
alertas frente al intento de apropiación de sus
ingresos por el conglomerado político-empresarial-
clientelizado que sustenta y promueve el
populismo.
La “clase media privada”, sin embargo,
cualquiera sea el camino que la política adopte,
será el motor de la inserción de la Argentina en el
mundo global, caracterizado por el auge creciente
de los servicios y el protagonismo de los
ciudadanos.

198
Los empresarios

Los empresarios, en una Argentina que continúe


su tendencia decadente, tenderán a arracimarse
alrededor del poder político, árbitro no sólo de sus
ingresos sino de su propia supervivencia.
Las inversiones que requieran altos plazos de
maduración –características de las grandes obras de
infraestructura, energéticas, industrias de base-
evitarán exponerse a un espacio sin reglas de juego
ni seguridad legal. Es probable que lleguen pocos
al país y que algunos de los que están tiendan a
desinvertir.
Persistirán los escalones industriales que
dependan de la protección pública, recibiendo
transferencias forzadas de ingresos del sector
agropecuario, que deberán compartir con la
estructura política mediante mecanismos delictivos
y cuasidelictivos.
El sector agropecuario sufrirá una permanente
tensión. Sin normativas legales que protejan su
inversión y su trabajo, pero conscientes de que
todo el funcionamiento del sistema político-
económico depende en última instancia de los
excedentes que ellos transfieren o se les confisque,
su relación con el poder tenderá a un permanente
conflicto.

199
Una economía dual

La economía se integrará al mundo global sin


mediaciones políticas inteligentes y reproducirá sus
ciclos, por su propia dinámica y sin el
acompañamiento de decisiones políticas capaz de
prevenir en los momentos de auge, para tener
capacidad de amortiguar en los momentos de crisis.
La creciente carencia de bienes públicos
-infraestructura, investigaciones científicas de base,
salud pública, educación masificada y calificada,
capacitación permanente de la fuerza de trabajo-
impedirá que esa integración al mundo global
incluya a la mayoría de la población con un rol
preponderante, pero es improbable que esa
tendencia al estancamiento genere la fuerza
suficiente como para producir un aislamiento total
del país, muchos de cuyos sectores más dinámicos
se encuentran crecientemente incluidos en la
economía global en una relación que será funcional
al propio “bloque del estancamiento” ya que es
desde donde podrán confiscar rentas para
reproducir su sistema de acumulación política
populista y económica parasitaria.
En efecto: los ingresos que lleguen de la
economía global a través de los sectores con
potencia exportadora serán los que sostengan el
funcionamiento económico nacional y hasta los
magros ingresos de los excluidos, a través de la red

200
clientelista-asistencial, por lo que deberán coexistir
en el marco de un conflicto permanente por el
ingreso, los unos defendiéndolo y los otros
intentando su confiscación.
Erradicado el debate sobre las formas de
recuperación de los excluidos -por las limitaciones
de la reflexión abierta y la debilidad del espacio
democrático, reducida la “plaza pública” al
degradante maniqueísmo televisivo- la discusión
tenderá a polarizarse en los extremos, entre quienes
demonicen el éxito económico y culpabilicen la
obtención de riqueza y quienes defiendan
posiciones cercanas al darwinismo social. El
populismo, con su rudimentario reduccionismo,
puede encontrar así un escenario permanentemente
favorable.
Progresarán, sin embargo, los que encuentren el
camino por sí solos, a través de su mejor acceso a
vinculaciones externas, nichos de mercado global
facilitados por la red y el comercio virtual y
capacitación adecuada a la nueva dinámica.
Es previsible que la acción pública que
recibirán no será una plataforma de apoyo, sino la
mirada ávida de cualquier indicio de acumulación
para expropiar y distribuir en la población
empobrecida, reforzando el estancamiento y la
tendencia al éxodo de las personas y sectores más
dinámicos y capacitados.

201
El mecanismo de expatriación de ingresos,
iniciado en 1930 cuando el estado de derecho
comenzó su camino hacia su descrédito, seguirá
formando parte de la matriz del funcionamiento
económico y de la lucha por el ingreso descrita
más arriba, entre los productores y el sistema de
distribución de rentas. El monto de capital en el
exterior de residentes argentinos supera, en cifras
de 2007, los USD 140.000 millones.
Los países del entorno -Brasil, Uruguay, Chile y
el propio Paraguay-, de continuar su tendencia de
los últimos lustros, superarán los niveles de riqueza
por habitante de la Argentina y avanzarán en su
calificación. Lograrán avances en la
homogeneización de sus sociedades en razón
inversa a la desarticulación de la sociedad
argentina.

El aislamiento

La decadencia reforzará el aislamiento y el


aislamiento generará rústicos liderazgos políticos,
gremiales y empresariales que en la búsqueda de
excedentes ajenos hipotequen el posicionamiento
internacional con actitudes cada vez menos
homologables internacionalmente pero de
repercusión populista.
Es previsible el alejamiento de los núcleos
dinámicos del mundo en construcción y el

202
estrechamiento de relaciones con lo peor del
planeta y de la región. La ausencia de debate y el
limitado papel de la prensa subordinada al
maniqueísmo televisivo facilitarán la elaboración
de rudimentarias justificaciones teóricas, políticas
o seudo doctrinarias para el aislamiento.
El medio ambiente sufrirá por la insuficiencia
de recursos públicos destinados a su protección, la
indiferencia sobre su situación de deterioro y su
marginación de la agenda pública, desplazado por
los temas urgentes relacionados con la inseguridad,
la desocupación, el estancamiento económico, el
retraso salarial, los problemas educativos y las
insuficientes respuestas del sistema de salud –
preventivo y curativo- ante los requerimientos de
una población vulnerable a las viejas y nuevas
enfermedades. El deterioro del medio ambiente
agregará mortificaciones adicionales a la calidad de
vida, fundamentalmente de las personas más
pobres y su marginación de la agenda demorará la
erradicación de basurales a cielo abierto, la
modernización de sistemas cloacales para el filtro y
depuración de las aguas negras, los planes de
reducción de emisiones de dióxido de carbono, el
reemplazo del petróleo por fuentes más limpias y la
provisión de agua potable.
Los negocios posibles serán los usuales en los
regímenes autoritarios: girarán alrededor del

203
Estado y sus actores retirarán también de inmediato
sus excedentes al mundo "seguro".
Es posible un crecimiento progresivo de la
represión ilegal de resistentes sociales, líderes
políticos opositores, periodistas críticos y
empresarios que reclamen normas homologables
con el consenso internacional o simplemente
reclamen por mejorar sus ingresos.
En esta dirección, es probable el debilitamiento
creciente del aparato estatal y –ante algún eventual
pico de crisis- la puesta en duda de la propia
existencia nacional. El recuerdo de las jornadas de
principios del 2002 es un alerta para el análisis. Es
imposible no recordar que durante su transcurso
llegó a discutirse la viabilidad de la propia
continuidad política de la Nación, habida cuenta de
las diferentes realidades regionales internas.
En el largo plazo se abre la hipótesis de que el
futuro fragmentado, con personas que habrán
dejado de imaginar la convivencia en clave de
comunidad nacional, incluya guettos aislados en
escenarios patéticos, imaginados por escritores
futuristas como una lucha de todos contra todos sin
ley, sin justicia y apoyado sólo en la fuerza.

La segunda hipótesis: remontar la cuesta

Como todos los futuros, por supuesto que el


descrito no es inexorable.

204
Hay formas de evitarlo.
Hasta la lucha del campo, estas formas no se
avizoraban en el corto plazo debido a la creencia
generalizada, tanto en las conducciones políticas
como en la opinión pública, en el periodismo
masivo y en importantes exponentes de la
intelectualidad, que la homologación con el mundo
sería perjudicial para el país, que los valores de la
democracia republicana son secundarios frente a la
discrecionalidad del poder y que la integración con
la sociedad global generará más inconvenientes
que el aislamiento y la búsqueda de una
idealizada independencia económica nacional. Esta
fue la realidad del primer período post-crisis y la
constante durante el primer período de la
administración “K”.
La adopción de reglas de juego
internacionalmente homologables era –y aún es, en
muchos sectores- visualizada con desconfianza y la
falta de respeto a las normas no es condenada, sino
con frecuencia premiada con el semánticamente
más benévolo calificativo de “transgresión”. En ese
marco, la dificultad en atraer inversiones externas y
de estimular las inversiones internas estratégicas y
de larga maduración fue, es y será cada vez más
evidente, reduciendo las posibilidades de
acumulación al incremento del ahorro interno –lo
que tiene como barrera la previsiblemente creciente

205
lucha sectorial por la distribución del ingreso,
alimentada por el estancamiento-.
Como una consecuencia de estas creencias se
proyecta internamente un alineamiento -tácito o
expreso- con las visiones y posicionamientos
internacionales alejados de la dinámica mundial de
construcción creativa, en actitudes cercanas a la
inestabilidad global. Entre el MERCOSUR y el
chavismo, por ejemplo, esos sectores terminan
inclinándose por el segundo.
Estos elementos potencian la primera visión.
Sin embargo, también existen otros argentinos,
cuya mención genera entusiasmo. Son los
herederos auténticos de las gestas de la
construcción del país moderno y honran el espíritu
pionero de los inmigrantes. Ellos advierten y
seguirán advirtiendo el error de estas creencias, al
cotejarlas con la marcha del proceso económico,
político y social del país "vis à vis" con la región y
el mundo y trabajan por un cambio de orientación.
Estos argentinos están en todos los sectores
sociales, aunque se concentran en la clase media
“privada”. Son los productores agropecuarios que
han diseñado formas empresariales novedosas, sin
necesidad de complejas fórmulas legales, para
romper todos los años los récords de producción
del año anterior, son los emprendedores que han
protagonizado en los últimos años el “boom” de los
servicios, los que aprovecharon la red de

206
telecomunicaciones tendida en los años 90 para
desarrollar servicios de valor agregado, sorteando
la crisis a fuerza de imaginación, los publicitarios
que rompen mercados en el mundo, también por su
creatividad y capacidad empresarial. Y son los
industriales que han aprovechado la crisis para dar
el salto exportador sin dejarse engañar por las
ventajas de las prebendas estatales de corto aliento
y alto costo ético.
Son las empresarias que con actividades
diversas -desde líneas de productos cosméticos
hasta líneas de diseño de ropas, desde comidas para
demandas especiales hasta artesanías-,
aprovecharon los nichos que abre el mercado
regional y global, apuntaron a los nichos de las
comidas étnicas o se montaron en el crecimiento
del turismo para desarrollar diferentes alternativas
de turismo receptivo.
Son los ex-piqueteros que apuntaron a
desarrollar iniciativas productivas, solos y en
cooperación, sorteando la trampa de la
dependencia clientelista pero sin abandonar su
solidaria lucha en común, transformada en trabajo
creador y los jóvenes que con ilusiones y alegría,
reparten pizza en patineta, o trabajan de meseras en
restaurantes elegantes para ayudar a pagarse sus
estudios.
Esa Argentina no tiene que ver con la
decadencia. Es desde allí que surgirá la fuerza para

207
poner al país en el tren del futuro. Hablaremos de
ellos más adelante.
Por supuesto que el contradictorio con las
fuerzas de la decadencia seguirá en el corto plazo.
Ese contradictorio probablemente se siga
saldando en el futuro próximo en favor de la
primera visión, pero como todos los futuros, lo que
realmente pase está abierto a la dinámica de la
historia.
Predecir lo que ocurrirá, en última instancia,
depende de la actitud de cada uno ante la vida.
Porque el presente, lo recordamos una vez más,
contiene en su seno todos los futuros posibles. La
característica del mundo actual es que el
protagonismo de los ciudadanos, como se vio entre
marzo y julio de 2008, tiene un espacio de
proyección mayor que en todos los paradigmas
anteriores.
Para participar individualmente en este nuevo
sistema de sociedad planetaria no serán necesarias
medidas del gobierno, ni decisiones de grandes
corporaciones. Si ellas fueran congruentes, el
proceso se aceleraría, se podría contener en sus
aspectos menos equitativos y podría ayudarse a
hacerlo más inclusivo, pero lo que no podrán hacer
ni el Estado ni las grandes empresas, por sí solas,
es imponer en forma excluyente las modalidades
hacia la modernización de la sociedad ni
obstaculizar la vinculación con el mundo global.

208
No lo pueden hacer ni siquiera los sistemas
políticos centralizados con tradición autoritaria –
como en China- ni los Estados más avanzados –
como Estados Unidos-.
Lo que puede hacer el Estado –y de hecho, lo ha
hecho- aunque con una perspectiva negativa, es
ignorar el proceso de globalización dejando que se
instale por su propia tendencia, abandonando a su
suerte a los excluidos que se generan, no previendo
las consecuencias de la instalación en el país del
delito global, ignorando su responsabilidad de
contención social y readiestramiento de la fuerza
laboral, u olvidando su obligación de programar
anticipadamente los efectos de las reconversiones
industriales para evitar sus efectos más
traumáticos.
La otra actitud negativa que usualmente se
escucha en el ambiente político es la extrema
ideologización, asumiendo posiciones previas a su
análisis y caracterizando al proceso globalizador
como una opción que se puede tomar, rechazar o
incluso combatir. Esta actitud conlleva el peligro
de desperdiciar las energías de los ciudadanos –
políticas, sociales y económicas- en una lucha
condenada de antemano, postergando enfrentar
situaciones que se agravarán crecientemente hasta
eclosionar en estallidos, crisis económicas, sociales
o políticas, o situaciones desbordadas de violencia
o caos social.

209
La autoexclusión voluntaria, la indiferencia o el
abandono de sus responsabilidades políticas serían
las modalidades de la decadencia secular de la
Argentina ofrecida por el Estado y sus viejos
gestores en los albores del siglo XXI.
Pero, como está dicho, existe otra vía, que está
presente en las potencialidades del presente como
un futuro diferente. Es la vía que se asomó con la
lucha del campo, proyectada a la recuperación de
la política y la reaparición correlativa del rol
“ciudadano” de las personas.
El futuro de una Argentina exitosa en el mundo
global.

210
Capítulo 7

La Argentina exitosa en el mundo global*30


Cuando Jacques Attali, en su obra “Une
brève histoire de l’Avénir” debe decidir por cuál
futuro apuesta, luego de su genial interpretación de
la marcha del “monde marchante” en los últimos
tres mil años de historia, no encuentra otro método
que el puro optimismo.
En su visión, la etapa del “imperio
americano” será sucedida por otra, más cercana o
más lejana según impredecibles eventos de una
historia desmadrada como la que vivimos, cuya
característica será la de un “hiperimperio” o
“imperio universal”. Su característica será la de la
multipolaridad, fenómeno que nunca se ha dado en
la historia con las características que lo anuncia.
Ciudades dinámicas y emprendedoras, rodeadas de
llanuras productoras de alimentos y cercanas a
puertos de ultramar, interconectadas a las redes
más sofisticadas y convertidas en nodos de las
redes de información, finanzas, comercio y
conocimiento, conformarán el nuevo centro
dinámico de la historia. Ya se avizoran: San
Francisco, Tokyo, Shangai, Singapur, Calculta,
Hong Kong, San Pablo, México, Nueva York,
30
*Éste y los siguientes capítulos forman parte de un trabajo previo del
autor, titulado “Argentina en el mundo globalizado”

211
quizás algunas del viejo mundo como Londres y
alguna africana, como Ciudad del Cabo.
Por primera vez, la hegemonía estará aislada
de un asentamiento nacional, un ejército y un poder
político centralizados. Su contracara será la
fragmentación, un planeta con islotes de
prosperidad entornados por un inmenso mar sin ley
ni seguridad, desmantelados los organismos
internacionales desgastados por su impotencia y su
crónica debilidad y con el actual “gendarme del
mundo”, los Estados Unidos, cansado de su rol
proveedor de la seguridad global y retirado a
asegurar sus fronteras territoriales y sus intereses
nacionales más primarios.
El “hiperimperio” será sucedido por el
inevitable “hiperconflicto”, que enfrentará a todos
contra todos en batallas motivados por las causas
más diversas: agua potable, recursos naturales,
alimentos, energía, límites, viejas rivalidades
étnicas o nacionales, ideologías, religiones.
Así será hasta que la humanidad, cansada del
hiperconflicto, organice un poder global,
articulando lo que quede de los poderes nacionales
con las fuerzas de la nueva sociedad civil, los
nuevos actores, y las nuevas necesidades. Un
gobierno universal, la “hiperdemocracia”, será el
punto final de la evolución del “mundo
mercante”....

212
Nada, ningún otro fundamento que la
historia de supervivencia de la humanidad luego de
tres mil años de conflictos atroces, apoya esta
intuición. Es la historia, escenario del más salvaje
proceso que especie alguna haya protagonizado en
el planeta, la que ha demostrado hasta hoy que a
pesar de todo, la vida sigue, y siempre ha seguido
saldando sus conflictos con un orden superior o
mejor al previo desde la óptica de la libertad
personal, de la seguridad de las personas y de la
inclusión.
Una foto muestra al mundo de hoy plagado
de inequidades, de conflictos y de injusticias. Una
película muestra a los menos de dos millones de
seres humanos originarios avanzando desde sus
oscuros tiempos cavernícolas y caníbales, órdenes
tribales y mágicas y un promedio de vida de menos
de veinte años, hacia una humanidad de más de
seis mil quinientas millones de personas, sistemas
políticos cada vez más inclusivos y sofisticados, un
promedio de vida de 60 años –cerca de 90 en los
países más desarrollados, y 40 en los más
retrasados-. Ninguna especie tuvo ese avance,
logrado entre guerras atroces y excelsos momentos
de entrega, entre guerreros intolerantes y sabios
admirables, entre canallescas traiciones y
sacrificios sublimes por los dolores ajenos.
Una visión de las alternativas, en el mundo y
en el país, deja abiertos los caminos, como siempre

213
han estado, a la acción de los hombres. Pero esa
historia proyectada permite realimentar el
optimismo.
La hipótesis de la decadencia y el retroceso –
lo veremos más adelante- no requiere en la
Argentina mucha imaginación. Simplemente
proyectando linealmente la tendencia de las últimas
décadas en distribución del ingreso, en la extensión
y calidad de la educación y el servicio de salud, en
los mecanismos de previsión social y cuidado a los
ancianos, en la protección de los niños, en la
comparación con la evolución de variables
similares de otros países de la región y del mundo,
en las estadísticas delictivas y en el grado de
violencia cotidiana, en la evolución de la cantidad
proporcional de científicos y técnicos con relación
a otros países de la región y del mundo, podemos
tener una noción del futuro que estamos
construyendo y de la sociedad a la que
arribaremos.
La otra hipótesis requiere, por el contrario,
definir los cambios de actitudes requeridos para
construir otro futuro. Esos cambios no pueden
aislarse de la tendencia predominante en el mundo.
En realidad, nunca pueden, pero muchísimo menos
en estos tiempos, en los que la humanidad está
gestando un nuevo paradigma de convivencia, cada
vez más global, con una economía que ha saltado
cualitativamente en la dimensión y complejidad de

214
sus fuerzas productivas escapando del cerco de los
viejos Estados Nacionales, un orden político
mundial con gigantescas lagunas normativas
productos de la transición y con personas cada vez
más protagonistas directas en la creación
económica, cultural, política, y delictiva.

Requisitos para el éxito

¿Tiene la historia un sentido?


Algo adelanté en los párrafos anteriores. Si
tiene un sentido –y opino que sí- ése tiene un
rumbo: el del incremento de la libertad personal.
Este juicio puede parecer reduccionista o una
concesión al romanticismo. Sin embargo, deja de
serlo si analizamos las motivaciones de los seres
humanos para tomar sus decisiones.
Es, por lo pronto, el sentido de la historia
hasta la fecha. En el mundo occidental, fue el
rumbo general que –con sus altibajos y
contradicciones- ha seguido la organización de
nuestras sociedades, cada vez más inclusivas, cada
vez más garantistas de la autonomía, cada vez más
protectora de los derechos considerados
inalienables e inseparables de la condición
humana.
Los retrocesos han existido y han sido
fuertes para quienes los sufrieron. La Inquisición al
terminar la Edad Media e ingresar en la

215
modernidad, las persecusiones a los “herejes” y a
las “brujas”, el propio reinado del Terror en las
etapas revolucionarias, los inhumanos sistemas
políticos represivos de entreguerras como el
nazismo, el stalinismo y algunos países-museos
exhibiendo con cinismo su esencial inhumanidad
pertenecen a estos paréntesis. Sin embargo, la
mayoría de la población del mundo de hoy vive
mucho más libre que nunca en su historia,
disfrutando de espacios de realización y avances
tecnológicos que potencian su libertad. Desde el
automóvil hasta el teléfono celular, desde la
economía libre hasta su libertad de desplazamiento,
la vida de cientos de millones de seres humanos es
sustancialmente más libre y autónoma que las de
sus ancestros. Las alienaciones de hoy, aún con sus
dramatismos, están a años luz de la alienación del
trabajo esclavo, feudal, o de la sufrida por los
trabajadores industriales del siglo XVIII y XIX.
La foto y el proceso. Ver a mil quinientos
millones de seres humanos que viven con menos de
dos dólares por día pareciera desmentir estas
afirmaciones. Es la foto. Sin embargo, es el 25 %
de la humanidad. El otro 75 % ha ido y va
mejorando su vida y su percepción de felicidad.
Los cientos de millones de seres humanos que en
China e India se incorporan a trabajos estables,
ingresan en el mercado y logran acceder a
comodidades básicas de la que estuvieron

216
excluidos sus padres y abuelos ritman un proceso
de inclusión que iniciaron, centurias antes, sus
predecesores de los países que desataron la
revolución industrial. Es el proceso.
Nuestra percepción es lo anormal. Todos los
países que hemos mencionado, y otros como
Brasil, México, Rusia, Indochina, toda Europa del
Este, Viet Nam, Sudáfrica, y muchos otros en los
que vive la mayor parte de la población del mundo,
han visto crecer sus variables positivas. Tienen más
producción, más educación, más seguridad, más
salud, más libertad, menos desnutrición, menos
mortalidad infantil. A todos les falta mucho. Pero
en muy pocos –si es que existe algunos- se
presenta la insólita tendencia argentina, en la que el
pasado siempre “fue mejor”. Hasta en nuestro
entorno regional, no hay países que sientan que
retroceden como es la percepción de la mayoría de
los argentinos.
En todos ellos, su percepción de libertad
personal se incrementó.
¿Cuáles son los requisitos para desatar entre
los argentinos un proceso parecido? ¿Cómo
responder al grado de complejidad de las demandas
y expectativas de la mayoría de los argentinos,
ayudar a delinear un horizonte deseable, respaldar
a la mayoría de las personas que deseen construirse
un mejor futuro en una sociedad que los contenga,
los estimule, los premie y los cuide?

217
Las dificultades del punto de inicio,
caracterizado por una anomia generalizada, el
descrédito de las normas y de su correlativo
comportamiento de acuerdo a sus preceptos, la
sensación de que el esfuerzo solitario, rápido y
despreocupado de los efectos de las conductas
propias para con el prójimo y con la convivencia es
el único que abre chances de éxito o progreso, son
elementos complejos de una sociedad que ha
vivido demasiado tiempo sometida a la
confiscación y transferencias de ingresos apoyadas
en el “puro poder”, el que, para colmo, tampoco se
apoya en una legitimidad consensuada por la
comunidad nacional sino que es simplemente
tolerado como lo único posible frente al caos, sin
advertir que es una curiosa forma de
institucionalizar ese caos.
Los tópicos que vienen son un intento de
avanzar en la detección de las bases que debe
incluir un proceso de cambio para abrir
expectativas en las personas de un cambio de
rumbo, sin abrir por el momento juicio sobre las
herramientas para ponerlo en marcha.
1) una sociedad cada vez más integrada.
La experiencia de los últimos años han
instalado un criterio de justificación para las
medidas públicas y privadas. En general obtienen
respaldo aquéllas que implican mayor integración
social. Se escuchan protestas, reclamos, recelos.

218
Sin embargo, el consenso general acompaña a las
decisiones que suman personas a la integración, y
por el contrario abandona a las que incrementan la
desigualdad en lo inmediato. Una propuesta de
cambio debe incluir necesariamente mecanismos
de integración social.
2) con creciente autonomía política de los
ciudadanos,
La sociedad acompaña el incremento de la
autonomía política de las personas, y resta su
apoyo a las medidas o decisiones que la limitan.
No está de acuerdo con los cortes de rutas o de
calles, pero se opone a que el poder coactivo actúe
limitando la capacidad de esos cortes calificando a
estas eventuales medidas de “represivas”. Prefiere
soluciones consensuadas, sin uso de la fuerza, que
concluyan en forma exitosa con el acuerdo de las
partes involucradas. Las personas, a pesar de las
molestias que sufren, no aceptan la limitación de la
autonomía política directa. Una propuesta de
cambio que no incluya la autonomía política de los
ciudadanos es inviable, seguramente porque las
consecuencias de lo ocurrido en los procesos
autoritarios se han encarnado en el sentimiento
colectivo con un fuerte rechazo.
3) con tendencia a la inclusión en la dinámica del
proceso creador, vale decir
a. en la política,
b. en la educación,

219
c. en la capacitación integral de los
ciudadanos,
d. en el cuidado de la niñez,
e. en el desarrollo de la infraestructura
pública,
f. en el respaldo a las investigaciones y el
crecimiento del conocimiento de base,
g. en la garantía de la seguridad personal a
todos sin diferencias de su nivel social,
h. en la implementación de mecanismos
públicos de prevención sanitaria,
i. en la extensión a todas las personas de la
calidad en la atención de su salud-.
Estos requisitos son imprescindibles de cara a
hacer exitoso el esfuerzo de inserción en el mundo
globalizado de toda la sociedad y no sólo de sus
actores más dinámicos. Esa sociedad requiere una
actitud proactiva de las personas, que no pueden
delegar en nadie su responsabilidad sobre sus
vidas, pero a la vez el diferente punto de partida en
que se encuentran esas personas requiere que exista
una acción colectiva de respaldo que nivele esas
posibilidades.
El abanico de acciones públicas necesarias
tiene, por supuesto, diferentes grados. Sin
embargo, el conjunto de políticas públicas
orientadas a obtener resultados exitosos no debe
desconocer ningún aspecto. El “empowerment”,
ese término con que en el mundo anglosajón se

220
define a las facultades crecientes de los ciudadanos
y que carece de una traducción exacta al español,
debe ser una constante y para lograrlo es
imprescindible garantizar el acceso para todos a la
educación y capacitación integral, el
involucramiento social en el destino de los niños,
el desarrollo de los servicios públicos
generalizados, la jerarquización del proceso
científico técnico imbricado a la vida cotidiana, al
Estado y a las actividades económicas, la garantía
de la seguridad personal para todos y una atención
integral a la salud que comience con la vida sana y
la atención sanitaria de excelencia para todos. Por
supuesto, todo ello asentado en el más transparente
funcionamiento del estado de derecho y la vigencia
de la igualdad legal de las personas, base formal
sin la cual el proceso queda sin cimientos.
Decía que el término no existe en español,
quizás como evidencia de las dificultades “latinas”
para imaginar un sistema claramente apoyado en la
autonomía ciudadana. Si habláramos de
“apoderamiento” dejaríamos la sensación de que
los ciudadanos deben recibir un “poder” de una
instancia externa. El concepto debe entonces
definirse, más que nombrarse. La definición
incluye la potestad cada vez mayor de las personas
en el control de sus vidas y de las instancias
organizativas de la sociedad, políticas y sociales,
educativas y económicas, traduciendo el principio

221
de que la democracia se asienta en las personas
que, en cuanto “ciudadanos”, son las últimas
referencias y los últimos decisores de las acciones
del conjunto y del control de lo público. El tema no
es menor, en tanto las personas en forma directa
son los nuevos recién llegados al escenario global,
abriendo espacios de participación al margen de las
estructuras que tradicionalmente han parcelado y
organizado el mundo (Estados, religiones,
ideologías, empresas, ejércitos, escuelas, etc.).
4) Vinculación con el mundo global.
Esa sociedad deseada debe estar fuertemente
vinculada con los actores del mundo global que
persiguen una convivencia en paz, respetuosa de
las personas y sus derechos, con libertad de
mercados, con justicia para todos y con normas de
alcance global y aplicación cada vez más
democratizada.
El mundo está diseñando las normas de la
globalización. Lo hace desde hace ya tres décadas
con intensidad. La presencia consciente y
consecuente de los intereses de los argentinos en
los ámbitos creadores de normas, de todas las
jerarquías y competencias, debe ser una constante
que interesa a todas las personas que viven en
Argentina. Esa presencia consciente, como lo
veremos más adelante, requiere también la
coordinación de un Estado moderno en muchos de
los espacios, pero también del protagonismo de los

222
ciudadanos individuales. El entramado global
contiene a unos y otros, Estados y personas,
empresas y ONGs, diseñando organismos globales,
supraestatales, internacionales, colectivos,
regionales, públicos, semi-públicos, privados,
mixtos, de diverso alcance. En todos ellos debe
estar presente la voz y los intereses de los
argentinos.
5)Los autoexcluidos, las redes delictivas, el
terrorismo.
Así como la participación en los grupos que
diseñan el mundo que viene debe ser permanente y
activa, debe serlo también el recaudo para aislar a
quienes pretenden colar en los intersticios no
normatizados comportamientos, acciones y
principios que conspiran contra la convivencia en
paz, la pacífica resolución de las controversias, o
apoyan la construcción de bloques y carreras
armamentistas, la reducción de la libertad de las
personas, la mediatización del respeto a los
derechos humanos con cualquier argumento o
justificación pretendidamente superior, la
soberanía ilimitada de los Estados sin matices ni
condiciones de respeto a los derechos humanos y el
incumplimiento de los tratados.
6)Reconstruir los espacios político multilaterales.
La propuesta de cambio debe incluir el impulso
para incrementar y fortalecer los espacios
multilaterales, la relación con la sociedad civil

223
normatizada, el cuidado del ambiente, la
prevención de epidemias globales, la persecución
de los nuevos delincuentes y los "nuevos piratas",
la desarticulación de las redes terroristas y de
tráfico de personas, drogas, armas y lavado de
dinero proveniente de actos ilegales. Debe
participar activamente en la construcción de la
normativa del mundo global, con una acción
diplomática y de actores sociales de presencia y
protagonismo constante en los espacios
multilaterales. La idea que debe guiar esta acción
es que los acuerdos, convenciones, tratados,
formales e informales, van configurando el
entramado legal que regirá el mundo en el siglo
XXI y que la ausencia o falta de protagonismo en
estos espacios conspirará contra los intereses
argentinos. Entre el MERCOSUR y el chavismo,
debe optarse por potenciar y perfeccionar la
asociación regional, principalmente profundizando
un férreo vínculo con Brasil, apostar por la
democratización de Bolivia y participar de manera
protagónica en los diversos escenarios
multilaterales constructores de la normativa y el
entramado de la sociedad global, abierta y
democrática. El crecimiento de Brasil, en especial,
acompañará a la región como un fuerte mercado
cercano, relativamente menos riesgoso que los
lejanos mercados asiáticos (a los que por supuesto
también se deben dirigir los esfuerzos de

224
integración), con un significado fuertemente
dinamizador para la Argentina. La apuesta
internacional debe apuntar a integrar la Argentina a
la "alta gerencia" del mundo democrático, tanto en
Naciones Unidas como en los escenarios
extrainstitucionales que lo expresen.
Las ideas que anteceden implican que estas
tareas no son, ni más ni menos, que asumir en
primer lugar la imprescindible recuperación de la
modernidad como ámbito de análisis y decisión de
políticas públicas, marco de contención de
demandas sociales y herramienta de inclusión
ciudadana para la construcción de una sociedad
pacífica, integrada a los sectores más modernos y
progresistas del mundo. A partir de allí, pueden
elaborarase los ejes conceptuales de las políticas
necesarias para un camino alternativo.

Los ejes conceptuales de las políticas necesarias

Para lograr las metas enunciadas, los ejes


conceptuales de esta política deben ser:
- Construcción de la democracia republicana,
con plena vigencia de sus principios básicos:
autonomía de decisión, separación de poderes,
periodicidad de los funcionarios,
independencia de la justicia, vigencia del
parlamento, irrestricta libertad de prensa y
partidos políticos orgánicos. El debate público

225
debe jerarquizarse con la creación y
multiplicación de foros plurales, la formación
de los jóvenes en la cultura del debate desde su
educación formal y la recuperación de la
conciencia de ciudadanía, con sus derechos y
obligaciones.
•Muy fuertes políticas de inclusión social,
atención de la educación y la salud pública,
urbanización inclusiva de los asentamientos,
mejoramiento sustancial del transporte público,
incorporación productiva de los jóvenes y
programas sociales apoyados en mujeres
dirigidos a la niñez y a la integración familiar y
diseñando políticas públicas de incorporación
de los inmigrantes a la sociedad local con
derechos y obligaciones iguales a los
argentinos, poniendo en práctica el programa
modernizador de la Constitución Nacional de
1853. Los ciudadanos deben sentir que el
proceso democrático los incluye y que su
bienestar es el propósito central del sistema
político.
• Educación y capacitación masivas,
incorporación del país a las redes globales de
generación de ciencia y tecnología, prédica
persistente para terminar con los obstáculos al
comercio abierto y los subsidios y vinculación
de nuestros centros académicos a los nodos de

226
excelencia de las universidades y a los
proyectos mixtos y empresarios de excelencia.
• Desarrollo del complejo agro-alimentario en
toda su cadena de valor (genética, fertilizantes,
maquinaria agrícola, técnicas modernas de
cultivo, elaboración industrial de los productos
primarios, servicios de marketing competitivos,
transporte integrado, respaldo financiero,
nuevas formas de asociación empresaria), a fin
de aprovechar nuestras ventajas montándonos
en la “onda larga” de crecimiento internacional,
agregando tecnología, procesando los
productos primarios, investigando tecnológica
y económicamente las tendencias de la
demanda, incorporando inversiones que
modernicen fuertemente el sector y lo vinculen
al circuito internacional. El complejo agro-
alimentario modernizado y tecnificado puede
volver a constituirse en el vector de inserción
de la economía argentina en el mundo, con
ingresos crecientes, altos salarios y vinculación
al desarrollo tecnológico, además de aportar al
crecimiento integrado de las diversas regiones
del país.
• Prever la crisis y necesaria reconversión de la
producción industrial interna de productos de
consumo masivo convertidos en
“commodities”, mostrados hasta ahora como
ejemplos del “modelo productivo” (textiles,

227
juguetes, zapatos, armado de electrónica de
consumo, etc.). Ellos son y serán
crecientemente ofrecidos por los países de
rápido desarrollo y salarios muy bajos con los
cuales sólo se podrá competir con sueldos con
niveles que hoy están marcados por el
“estándar” chino e indio y en las próximas
décadas lo estarán por el de los nuevos países
asiáticos y africanos que comiencen su
despegue económico con esos productos. La
política económica debe incluir la reconversión
de la fuerza de trabajo, el impulso a la
incorporación tecnológica para incrementar la
productividad industrial, su vinculación con la
economía global con la adopción de las
diferentes formas de colaboración empresaria y
la integración a las redes globales de
producción, comercio y finanzas.
• Promover la imbricación de actividades
realizadas en el país dentro de las cadenas
económicas globales, en los escalones
estratégicamente más elevados que sea posible,
actividades “cerebro-intensivas”,
investigaciones científico-técnicas, diseño, soft,
mercadeo, ingeniería de productos y procesos,
servicios tercerizados y trabajo a distancia.
• Desarrollar las industrias culturales,
contenidos audiovisuales, telemática y
servicios hispanohablantes, por su doble efecto

228
de vector dinamizador y modernización
económica y de forma de recuperar inserción
latinoamericana poniendo en valor, con visión
de futuro, el antiguo prestigio argentino en la
región. Entre estas actividades, respaldo y
fuerte impulso a la industria del software, que
en 2007 exporta ya más de 300 millones de
dólares, generando empleo de calidad a más de
40.000 personas31 y de los servicios en general,
que, excluidos turismo y transporte, generaron
ingresos por alrededor de 3000 millones de
dólares en 2007, con un incremento del 24 %
con respecto al año anterior y de un 400 % en
una década32.
• Diseño de una política energética de
proyección estratégica y horizonte
intertemporal que aproveche las ventajas del
territorio y la inteligencia del país,
garantizando la provisión autónoma de energía
para el desarrollo y evitando el ingreso de la
Argentina al conflicto global y regional por la
energía, aunque sumando la potencialidad
científica y técnica del país para participar en la
investigación y desarrollo de nuevas fuentes de
energía.

31
Pallotti, Carlos, “Mucho por hacer”, en La Nación, 25 OCT 2007
32
Mathus Ruiz, Rafael, “Ante un nuevo impulso exportador”, en La
Nación 17/2/2008, Sec“Economía y Negocios”.

229
• Convocatoria de becarios de la región a
estudiar e investigar en Argentina con el
objetivo estratégico de la interrelación cada vez
mayor con la América Latina hispanohablante.
• Tomar conciencia del peligro de las visiones
populistas-autoritarias, así como las relaciones
internacionales afines con líderes o modelos
cuyos objetivos no coincidan con la búsqueda
de la paz, la no proliferación de armas de
destrucción masiva, la pacífica coexistencia, la
libre circulación de personas, el respeto a los
derechos humanos y la vigencia de la
democracia.
• Capacitación de las fuerzas de seguridad y
respaldo franco en su lucha contra el delito, la
violencia y las redes delictivas, sistemas de
depuración permanente de sus cuadros y
tolerancia cero con la corrupción policial y
judicial.
• Reconstrucción del poder militar nacional.
La defensa deberá prever las nuevas amenazas
a la seguridad regional y global, contar con
adecuado adiestramiento y equipamiento de
última generación e incluir en su doctrina la
acción conjunta con fuerzas militares de la
región e internacionales en operativos de
mantenimiento de la paz.
• Coordinación con las agencias de seguridad
internacionales y nacionales de otros países de

230
lucha contra el delito, el lavado de dinero ilegal
y las redes terroristas y delictivas
internacionales. La inseguridad no es ni será
solo un fenómeno interno originado en la
exclusión social, sino un fenómeno
crecientemente global que requiere y requerirá
cada vez más respuestas globales.
• Trabajo persistente sobre la opinión pública
de los países centrales, fundamentalmente
Estados Unidos y la Unión Europea, espacios
naturales de inserción internacional de América
Latina, sin perjuicio de las relaciones pacíficas
e integración económica con todos los países
del mundo. Esa prédica debe dirigirse a hacer
tomar conciencia a los ciudadanos de
convicciones democráticas en esas sociedades
sobre su responsabilidad en facilitar la
inserción de nuestras sociedades
latinoamericanas en el circuito internacional de
las democracias avanzadas.
• Trabajo constante para el ingreso de la
Argentina al escalón de gobernabilidad
planetaria, vía “G-20” y participación pública
y privada argentina en otros eventuales
espacios multilaterales, desarrollando a tal
efecto políticas internas e internacionales
homologables por la opinión democrática
mundial.

231
• Fortalecimiento de los lazos políticos,
económicos y de seguridad con los países
limítrofes profundizando la democracia en la
región. El creciente protagonismo internacional
de Brasil no debe ser visualizado como
antagónico con los intereses nacionales, sino
como una ventaja comparativa que se debe
potenciar, con un MERCOSUR también
potenciado por su calidad institucional
mejorada, las posibilidades nacionales por la
ampliación del mercado, la acción política
global y un renovado prestigio regional.
• Respaldo, impulso y fortalecimiento a los
escenarios multilaterales que permitan el
intercambio de opiniones de los actores de
diversos nuevos problemas de la sociedad
global, en el camino de explorar las formas de
una nueva política de alcance planetario.
• Políticas de atenuación, previsión y
neutralización de los efectos posibles del
cambio climático, tanto en el orden interno
como internacional.

232
Capítulo 8
La democracia republicana

La observación y análisis del proceso


político desde 1930 deja la sensación que la “causa
madre” del deterioro sistemático de la Argentina
desde 1930 ha sido su retroceso institucional hasta
culminar, en los albores del siglo XXI, con una
situación de virtual desaparición del estado
democrático de derecho. Esta percepción pasa por
encima del “contenido” de las políticas de los
sucesivos gobiernos, que cualquiera hubiera sido
su “identificación ideológica” no han revertido la
tendencia de fondo.
Consecuentemente, si esto fuera cierto, el
principal desafío para lograr la reversión de la
decadencia no se traduciría en la definición de
alguna medida específica en el campo económico,
o social.
Podrían existir y de hecho existieron,
gobiernos de diverso signo llevando adelante
políticas que, desde la perspectiva de la corrección
técnica coyuntural de las medidas implementadas,
han merecido juicios positivos.
Sin embargo, no han logrado su objetivo y la
razón no está en el contenido de las medidas sino
en la falla de origen en la legitimidad de las
decisiones públicas.

233
Recuperar el debate público creador y la
capacidad de generar consensos

El primer paso debe dirigirse entonces a


recuperar, profundizar y consolidar la capacidad de
análisis, debate y generación de consensos
estratégicos sobre el futuro. No hay posibilidad
alguna de revertir la decadencia si no se
reconstruye el sistema político sobre bases
auténticamente democráticas.
Al adjetivar la democracia con la
característica de “auténtica”, se destaca la
integralidad de la concepción sobre el sistema
democrático, que supera ampliamente su mera
legitimidad electoral de origen y abarca la
compleja estructura de una democracia formal y
real, con su sistema legal e institucional y con sus
objetivos centrados en el mejoramiento de las
condiciones de vida y de autonomía de la mayoría
de las personas. Ésta será la única forma de asociar
las decisiones públicas con la actitud y decisiones
de los ciudadanos, poniendo en marcha una fuerte
alianza de metas que incluya la potencialidad de la
comunidad en marcha.
El debate no es menor, porque implica una
indagación sobre el verdadero enraizamiento de la
democracia en la axiología de la mayoría de los
argentinos. La historia argentina muestra, desde sus
inicios, esta ambivalencia sobre los beneficios o

234
molestias que la democracia liberal implican para
la convivencia.
La reflexión sobre la democracia es,
entonces, decisiva para este debate.

El sistema político

El comienzo del siglo XXI ha ubicado en el


escenario político y académico el debate sobre el
sistema político. La democracia está sufriendo por
un lado los embates del multiculturalismo, que
mediatiza su pretendido alcance universal y por el
otro los ataques “populista-autoritarios”, que
condicionan su vigencia a la construcción previa de
una sociedad “igualitaria”, que presuntamente
“liberaría” a los seres humanos de sus
condicionantes originados en una sociedad de
clases y les permitiría –recién entonces- tomar las
riendas de su destino.
Ambos frentes suelen confluir en uno solo en
términos políticos, al producirse su ocasional
alianza que no impide eventualmente incluir a otras
categorías políticas, como el “indigenismo”, que
también se siente cómodo en la relativización de la
democracia republicana como sistema de gobierno.
La discusión teórica es prolífica y se enraíza
en el debate sobre la vigencia o no de principios
naturales, inherentes a la naturaleza humana. Más
aún: ¿tiene la historia un “sentido”, que permita

235
evaluar el avance en la dirección del
perfeccionamiento y, en consecuencia, nos dé
herramientas para juzgar el “bien” o el “mal” –o lo
“avanzadas” o “retrasadas”- de determinadas
formas de convivencia? ¿O tiene el ser humano –
algunos dirían, yendo aún más allá, la propia
naturaleza- el derecho a ser respetado en su sentido
libérrimo, a que nada afecte el “curso natural de las
cosas”, tanto en lo que respecta al ambiente, la vida
vegetal y animal y los deseos, aspiraciones y
visiones de cada ser humano? Este presunto
“derecho” de la naturaleza, ¿implica la prohibición
ética de actuar modificando lo que está “dado”, o
de hacer juicios de valor universal sobre los
derechos de las personas? Y, desde otra óptica,
¿existe algún motivo por el que el ser humano deba
subordinar su vida, sus decisiones o su libertad, a
imposiciones heterónomas en cuya formación no
participe?
Hubiera sido difícil pensar hace algunas
décadas que el debate político de comienzos del
siglo XXI alcanzaría estos límites, que ponen en
cuestión los derechos de la propia inteligencia
humana y de su herramienta racional para
interpretar el mundo. La posmodernidad ha
acogido al multiculturalismo, con su fragmentación
de cosmogonías, pareciendo reivindicar el mismo
respeto para las opiniones más diversas, tengan o
no fundamento racional, se inscriban o no en un

236
contexto de coherencia de ideas (de “ideologías”),
respondan a una realidad científica o simplemente
expresen una creencia religiosa determinada, aún
rebatida por los hechos más patentes.
Estas reflexiones no son traídas al azar,
porque en realidad todas subyacen en el punto en
análisis: la democracia republicana y la dimensión
de su valor como sistema deseable.
El mundo occidental, vanguardia hasta el
siglo XX del pensamiento filosófico y político,
construyó alrededor de la democracia un aura de
respetabilidad y universalidad que, en cuanto
concepto, fue valorada por todos en forma positiva,
aún por quienes en los hechos violaban y violan
alguno o varios de sus principios fundamentales.
Quienes desde la visión del “realismo
socialista” construyeron sistemas fuertemente
totalitarios en el sentido técnico (es decir, que
pretendían cubrir “la totalidad” de la vida de los
ciudadanos con normas heterónomas dictadas por
el poder político) no negaron nunca “la
democracia” como valor, sino que, en todo caso,
sostenían que para lograr su vigencia plena el ser
humano debía ser liberado de la alienación
provocada por la diferencia en clases y que para
ello era necesario una etapa de “dictadura
proletaria” –la única clase no alienada, al menos en
su “vanguardia” organizada en partido político-
que superara las condiciones de la alienación. Se le

237
agregó el adjetivo “popular” y aunque diseñando
sistemas atrozmente represivos, las “democracias
populares” reinaron durante más de medio siglo
hasta su implosión, en las novena y décima
décadas del siglo XX, persistiendo sólo en algunos
pequeños “países museos” que ofrecen, aún
entrado el siglo XXI, su patética imagen. Que,
nuevamente, aunque sean en los hechos la absoluta
negación de la democracia, no reniegan de ella
conceptualmente.

La ingeniería social

El tema de la ingeniería social subyace en


este debate y sus orígenes pueden rastrearse en la
propia ilustración. Los “consejeros” reales que en
el siglo XVI y XVII abrieron el rumbo de la
modernización de la sociedad feudal encontraban
en las creencias místicas y religiosas, tradiciones
populares, costumbres ancestrales, supersticiones y
antiguos privilegios de las ciudades y fueros
municipales, fuertes rivales que era necesario hacer
desaparecer para “unificar” los nacientes estados
nacionales encabezados por el soberano en un
sistema de convivencia homogéneo y racional.
La legislación de la naciente modernidad
utilizaba la herramienta de la razón para diseñar
esa convivencia. Curiosamente, desde esta
perspectiva, la vida feudal permitía a los seres

238
humanos determinadas “libertades” originarias,
consagradas por la costumbre, que eran la
contracara de una serie de obligaciones que
también habían sido edificadas desde la caída del
imperio romano sobre una base eminentemente
contractual, pero transmitidas por generaciones.
Bauman33 acude a la feliz imagen comparativa del
“guardabosques” y el “jardinero”, para sintetizar la
diferencia entre el orden feudal, en el que regía
para los seres humanos una especie de “libertad
originaria” limitada por el señor feudal –el
“guardabosques”-, con el mundo moderno, en el
que el ser humano en su totalidad está sujeto a
sistemas normativos heterónomos diseñados y
gestionados por el Estado –el “jardinero”- sin que
quede nada –o quede muy poco- en el ámbito de su
decisión autónoma.
La nueva legislación se dirigiría y abarcaría
a todos de una forma cada vez más inclusiva. A
partir de entonces, nada estaría por encima de la
ley en aquello que hacía a la convivencia, ni
siquiera las normas religiosas. Se terminarían los
fueros especiales, el poder omnímodo de los
señores feudales y hasta los privilegios concedidos
a determinadas ciudades. Todos serían súbditos,
todos deberían comenzar a vivir según las normas

33
Bauman, “Legisladores e Intérpretes – Sobre la modernidad, la
posmodernidad y los intelectuales”, Edición Universidad Nacional de
Quilmes, Buenos Aires, 1997.

239
del nuevo sistema, secular y “pan-óptico”, es decir,
abarcador de la totalidad de las conductas y
controlador legítimo del funcionamiento totalmente
“racional” de una sociedad diseñada sobre
principios y mecanismos lógicos.
Se acentuó la separación del orden religioso
y el político; se rescataron y reelaboraron las viejas
leyes civiles romanas; se comenzó a reglamentar la
guerra; se separó la iglesia del poder temporal; se
unificaron las normas impositivas y de
movilización para la guerra; y se profundizó cada
vez más la reflexión sobre el origen, los límites y
las obligaciones del poder.
La “modernidad” liberó al ser humano de las
incertidumbres del mundo feudal, pero también de
sus certidumbres. A cambio, lo sumergió en un
entramado normativo más completo y abarcativo,
presuntamente diseñado sin deformaciones
irracionales, respetuoso de lo que se consideraba
inherente a la esencia humana universal: la razón.
Esta propiedad exclusiva de los seres humanos
permitía soñar con la utopía de un orden universal
organizado alrededor de sus reglas, extraídas de lo
que los seres humanos tienen en común,
sobreponiéndose a lo que los separaba.
Esa convivencia racional permitiría una vida
sin las limitaciones arcaicas de las costumbres
ancestrales, teologías, poderes locales diversos,
creencias mágicas y supersticiones, abriendo el

240
camino para la creación ontológica del “ser” y –en
términos políticos-, del “ciudadano”, nuevo
concepto sobre el que se edificaba la construcción
teórica democrática. Mientras no se lograra el
orden universal, eran los Estados nacionales
emergentes las “iglesias laicas” del nuevo edificio.
En su marco, la construcción de la sociedad
racional abarcaba a la democracia, la sanción y
respeto a las leyes, la formación de la opinión
general con la herramienta básica de la libertad de
expresión y prensa y el equilibrio de poderes.

¿Poder democrático o sociedad democrática?

Un matiz habría que introducir en este punto


y es la diferente perspectiva de la teorización de la
Ilustración en el “continente” y en Inglaterra. La
descripción anterior cabe paradigmáticamente al
proceso francés. Sin embargo, al otro lado del
canal, esa ingeniería social perseguida por la
ilustración no alcanzaba a la transformación de los
seres humanos y la búsqueda del “hombre nuevo”.
Por el contrario, el supuesto teórico del
liberalismo inglés partía del hombre tal cual es y la
protección que se fue edificando a su alrededor a
partir de la “Magna Carta” arrancada a Juan Sin
Tierra por la nobleza en 1215 no suponía la
existencia de un “poder” con derecho a modificar
la vida de las personas, sino que fue abriéndose

241
paso como el nuevo espacio intangible de las
personas, consideradas como la base de todo el
sistema, que delegaban en el poder apenas las
potestades imprescindibles para garantizar la vida
en común en paz.
Esta descripción, obviamente, no niega
avances, retrocesos, luchas e impregnaciones
teóricas recíprocas entre ambas vertientes de la
modernidad que daría origen a la democracia.
Observa, simplemente, la marcha del proceso en
sus trazos más notables. Locke, frente a Rousseau.
El individuo, frente al Estado.
La modernidad de la ilustración continental
fue el primer experimento de ingeniería social
desde el poder. Con algo de mala fe, podríamos
decir que los experimentos totalitarios del siglo XX
se enraízan en esos orígenes. Pero es indudable
también que a partir de la ilustración se sembraron
los gérmenes de las revoluciones democráticas
cuyo supuesto teórico-ideológico, por primera vez
desde la antigua Atenas, fue la autonomía de la
voluntad de los ciudadanos, como base del edificio
institucional.
Siguiendo con nuestras dos “corrientes”,
vemos que la concepción de la Ilustración
continental, herencia del poder del papado y del
Imperio –ambos de origen divino-, no podía
concebir la democracia sin incluirla en un edificio
político fuerte.

242
Podría decirse que esta visión perseguía la
“democratización del poder” al que concebía como
un fenómeno permanente, ajeno a los individuos,
símbolo de la continuidad de la comunidad.
Cuando el rey fue reemplazado por la soberanía
popular, el alcance del poder no cambió
demasiado. Cambiaron sus depositarios, pero no su
esencia, justificando desde el terror hasta la nueva
ingeniería revolucionaria que incluyó extremos
como el cambio de calendario y las normas civiles.
Se dividió al poder en tres ramas separadas
(Legislativo, Ejecutivo y Judicial) que
neutralizaran sus peligros, pero se lo siguió
imaginando como el único generador de las normas
provisto de legitimidad. La deformación
burocrática de esta visión desemboca en la
justificación de “estructuras” sectoriales, que
terminan intermediando entre los ciudadanos y el
poder, pero que en los hechos significan otra
concesión de la libertad hacia una heteronomía
normativa intermedia, que en la mayoría de los
casos carece de “accountability”34.
La visión inglesa del liberalismo, al
contrario, perseguía la “democratización de la
convivencia”, imaginando formas de coexistencia
entre el poder y ciudadanos que renovaban

34
Saul, John Ralston, “Los bastardos de Voltaire – La dictadura de la
razón en Occidente”, op cit.

243
permanentemente su desconfianza sobre el alcance,
límites y potestades de ese poder.
Si para la corriente continental el poder era
indiscutible y su potestad casi omnímoda, para la
corriente inglesa el poder era excepcional y sus
potestades legítimas las mínimas necesarias para
mantener el orden social, afectando lo menos
posible la libertad natural de los ciudadanos.
Refuerza esa visión la evolución del parlamento
incluyendo crecientes agregados de población y
funcionando como gobierno –popular- frente a una
monarquía simbólica.
Los sistemas legales vigentes en el
Continente y en Gran Bretaña son ecos de esas
visiones. En los países de herencia latina, la
generación de las normas –aún respetando la
ficción de la soberanía popular originaria- es un
privilegio excluyente del Estado. Su expresión es la
ley escrita y su máximo exponente son las
Constituciones y los “Códigos” y aunque la
costumbre se menciona como fuente secundaria de
la ley, tiene en los hechos una trascendencia
ínfima. En el derecho inglés, por el contrario, la
generación de normas tiene en la costumbre –es
decir, en la vida libre de los ciudadanos- una fuente
importante, así como en las decisiones judiciales
fuertemente influidas por el juicio por jurados, que
también representan en forma directa e inmediata
el sentir y la opinión de los ciudadanos.

244
La democracia en nuestra América

El traslado a América de las fuentes liberales


consustanciadas con las revoluciones
emancipadoras implicó también el traslado de sus
conflictos de origen. Rousseau frente a Locke, o al
propio Montesquieu. Los que querían un poder
independiente del dominio colonial pero no tan
diferente del de la Corona en sus potestades, frente
a quienes rescataban a la Constitución de Estados
Unidos, fuertemente individualista y republicana,
como modelo a seguir.
Nuestra historia política exhibe esta
dicotomía y la proyecta hasta hoy, aunque
matizada por supuesto con todos los condimentos
de los procesos histórico sociales.
Los escritos y las luchas de Moreno,
Monteagudo, Castelli, Alberdi, Echeverría y los
exilados de Montevideo, Mitre, Sarmiento y los
exilados en Chile, son continuadores de esta
tradición liberal inspirada en Montesquieu que
Alberdi llevó al texto en la Constitución de 1853.
Su modelo no fue la transformación republicana de
la monarquía colonial, sino la fundación de una
nueva estructura política, “una nueva y gloriosa
Nación”, que “se levanta en la faz de la tierra” sin
–virtualmente- reconocer antecedentes legítimos en
la organización previa. No era necesario. En sus

245
ideas, lo central era el “ciudadano”, ficción política
inexistente hasta entonces y que para muchos
revolucionarios siguió siéndolo.
El riesgo de la anarquía marcó una
evolución. El poder debía centralizarse, para
facilitar la construcción de una sociedad nueva. La
disolución de los Cabildos en 1821 -integrados por
“lo más sano y principal del vecindario”- y su
reemplazo por la Cámara de Representantes de
Buenos Aires, a la que se pretendía representativa
de los “ciudadanos” fue en línea con esa visión.
Locke se desplazó hacia Rousseau.
Pero la otra vertiente revolucionaria no
cultivó el pensamiento de Rousseau; se deslizó
desde su expresión local -cercana a la visión de
Saavedra- hacia la versión acriollada de la
restauración expresada por Rosas, aunque sin la
legitimidad monárquica sino buscándola en el
respaldo de mayorías inorgánicas cultivadas con un
“mix” de viejas creencias, supersticiones,
invocaciones al “orden” y el “mando” y lealtades
campestres entre peones y estancieros. No era
necesario definir el “ciudadano”, molesto invento
que dejaba la idea de la limitación al poder. Lo
central era tener poder real para ejercerlo: hombres
con armas, dispuestos a servir a su caudillo. Si se

246
permite la expresión, una especie de
“bonapartismo” autóctono . 35

Así fue tomando forma la real dinámica de la


política nacional, con triunfos parciales de unos y
otros, con impregnaciones recíprocas que fueron
paulatinamente ocultando –ya que no negando- las
esencias originarias. Así llegaron hasta hoy,
eclosionando ante cada situación crítica con los
ecos de sus identidades fundacionales.36
La mención no es inocente. En el trasfondo
profundo del debate sobre la propia “batalla del
campo” subyacen estas dos miradas sobre la
Argentina deseada, que hunden sus raíces en las
dos visiones de nuestra historia. Una, concibiendo
al Estado por encima de cualquier interés o derecho
de los particulares, siempre subordinados en última
instancia a las decisiones del poder; y otra
defendiendo la libertad originaria de los
ciudadanos, los hombres “libres e iguales” como
base de los derechos originarios, que se delegan en
el Estado en forma limitada y en condiciones
claramente pactadas en el contrato constitucional.
Y si no, no.

El debate del siglo XX

35
Sebrellli, J.J. “Crítica de las Ideas Políticas Argentinas”,
Sudamericana, Bs. As., 2002
36
Larriqueta, E. “La Argentina renegada”, Sudamericana Bs., As., 1992

247
Durante el siglo XX se dieron en el mundo
conflictos profundos, tanto en el plano económico-
social, geopolítico o en el propio campo de las
ideas. Los totalitarismos que motorizaron la
segunda gran guerra tuvieron un curioso
alineamiento: aquellos que renegaban de la
democracia invocando su superación –
principalmente Alemania e Italia- confluyeron en
el enfrentamiento al otro gran alineamiento, que
incluyó a las grandes democracias occidentales y a
la Unión Soviética, cuyo discurso oficial –como
está dicho- no era antidemocrático, sino reclamante
en todo caso de una forma superior de democracia,
superioridad apoyada en la invocada igualdad
garantizada a todos sus ciudadanos37. Sin embargo,
la guerra fría que sucedió a la IIda Guerra Mundial
mostró otro alineamiento.
En las democracias occidentales se abrió el
debate sobre su profundización hacia formas
activas de búsqueda de igualdad, con todos los
matices que caben en el funcionamiento
democrático republicano.
La URSS, sin abandonar su discurso oficial
de “democracia popular” impulsó por el contrario
la conformación de un bloque que incluyó
dictaduras étnicas, nacionalismos

37
Otra cuestión es si lo lograba. La vida política de la ex Unión
Soviética ha sido ya suficientemente estudiada, así como sus
componentes represivos difícilmente compatibles con la democracia.

248
antidemocráticos, liderazgos tribales y
“antiimperialismos” sesgados. Se originó el curioso
fenómeno de que una democracia pretendidamente
“avanzada”, legitimaba en forma espuria con su
respaldo político, militar e ideológico, a los
antiguos enemigos de la democracia moderna, los
poderes de base irracional o romántica. Por
supuesto, no por razones de coincidencia de
utopías, sino por la más cruda “realpolitik”,
idéntica a la de sus rivales norteamericanos
avalando dictaduras militares o sosteniendo
autocracias en Latinoamérica, África y el Medio
Oriente a contramano de la ideología democrática
que declamaba, e incluso aplicaba en los límites de
su territorio.
El derrumbe del bloque soviético disgregó el
conglomerado liderado otrora por la URSS,
creando un escenario internacional prolífico en
conflictos regionales y locales, potenciados por la
creciente disponibilidad tecnológica de formas de
destrucción masiva, desde las nucleares tácticas
hasta las biológicas, desde las electrónicas hasta las
químicas.
El mal de la legitimación política de las
formaciones premodernas por parte del
“progresismo”, sin embargo, estaba ya consumado,
ampliado por todo el sistema de ideas de los
intelectuales de izquierda dominantes en el
escenario académico mundial durante la mayoría

249
del siglo XX. La quema de libros38, como la
producida en la Universidad de Vincennes del
texto-denuncia “Los trajes nuevos del presidente
Mao”, de Simon Leys, primera obra en la que se
denuncian los salvajes crímenes de la china
“revolucionaria”, o la propia negativa de André
Malraux, mucho antes, a publicar en la editorial
Gallimard el manuscrito de Boris Suvarin
revelando lo que ocurría en los momentos previos
al Gran Terror en la Rusia de Stalin, fueron
síntomas de la pérdida del rumbo de un sistema de
ideas que se autojustificaba como la última etapa
hacia la liberación integral del ser humano. No
menos terrible fue el pronunciamiento del diario Le
Monde, en nota de Patrice de Beer, saludando en
1973 la llegada de los “kmers rojos” al poder en
Camboya, como si se tratara de libertadores, poco
antes que provocaran el asesinato de un tercio de la
población del país. Le Monde, como lo recuerda
Thérèse Delpech en su libro “El retorno de la
barbarie en el siglo XXI”, publicó un editorial de
disculpas... el 17 de abril del año 2005.
El pensamiento democrático del mundo
occidental, por su parte, siguió debatiendo sobre el
contenido y la esencia de la democracia. La
definición sólo por el respeto a las formas
(autonomía de los ciudadanos, división de poderes,
38
Delpech, T., “El retorno a la barbarie en el siglo XXI”, El Ateneo,
2007.

250
vigencia de la ley, libertad de prensa) mostró su
limitación para resultar entusiasmante de las
grandes protagonistas del siglo XX, las sociedades
de masas. Especialmente luego de la IIda Guerra
Mundial, los países triunfantes comenzaron a
ejecutar políticas públicas dirigidas a nivelar
socialmente sus sociedades, mejorando
sustancialmente la calidad de vida de sus
ciudadanos más necesitados.
Lo hicieron mediante medidas que no fueron
homogéneas, ni todas exitosas, pero que mostraban
una nueva preocupación: la democracia necesitaba
fortalecerse con el respaldo activo de la mayoría de
los ciudadanos y para lograrlo debía mostrar que
los ciudadanos eran el objetivo central de sus
preocupaciones.

El éxito instrumental de la democracia

El rumbo resultó acertado. Las grandes


democracias han visto consolidar sus sistemas y, en
algunos casos, han avanzado hacia formas
transnacionales de democracia, como en la Unión
Europea. El sistema democrático ha mostrado ser
el marco más adecuado para procesamiento de
conflictos y ha sabido coexistir con la proliferación
de entidades intermedias propias de la
posmodernidad.

251
Aún cuestionada desde diferentes enfoques,
ningún sistema alternativo ha mostrado hasta ahora
una conjunción superior de representatividad y
capacidad de gestión. Su adaptabilidad a las
diferentes necesidades de las personas y las
sociedades, así como su mejor garantía de los
derechos básicos de los seres humanos, hace de
este sistema de gobierno y gestión el menos
imperfecto de las opciones existentes, alejada de
los dogmatismos y abarcadora de las diferentes
visiones y pensamientos, a los que les puede
garantizar una convivencia en paz.
Ello no implica que su evolución teórica
haya culminado: por el contrario, cada cambio
demanda nuevas respuestas, aunque siempre sobre
su formato básico: el poder supremo es de los
ciudadanos, el poder tiene límites y debe estar
dividido en ramas que equilibren su ejercicio; la
justicia debe ser independiente y la prensa
funcionar libremente; y –ésta es la novedad del
siglo XX-, la democracia debe incluir una
progresiva marcha hacia la autonomía creciente de
las personas.

La democracia hacia los poderes locales y hacia


el mundo

252
La democracia, abstracción metodológica
cuyo ámbito de realización natural es otra
abstracción política, el Estado-Nación, evolucionó
dentro del Estado hacia los espacios más reducidos
de la convivencia –como los Municipios, o las
propias entidades de bien público de la sociedad
civil, como los clubes deportivos, centros
culturales, cooperativas, entidades de beneficencia,
etc.- La centralización del poder de la visión
democrática “continental” de sus épocas
originarias comenzó un movimiento de reflujo
hacia la base, acercándose a su visión inglesa,
aunque enriquecida con la impregnación de sus
formas representativas. Y también comenzó su
marcha hacia afuera del Estado: la sociedad
internacional, en la que comenzaron a proliferar
ensayos de los más diversos, desde acuerdos
multilaterales entre los sujetos básicos estatales que
en ejercicio de otra ficción, su “soberanía”,
acordaron marcos normativos específicos en
conjunto, hasta acuerdos privados supraestatales
que han ido construyendo un entramado global
normativo con distintos grados de alcance y fuerza
de aplicación.
Durante todo el siglo XX el entramado del
escenario público mundial ha crecido en forma
exponencial. A comienzos de siglo, apenas un par
de organismos internacionales de índole técnica –

253
relacionadas con las telecomunicaciones (OIT) y
los correos (UPU)- mostraban el germen de un
fenómeno que se haría gigantesco hacia fines de
siglo. Ese entramado incluye, al iniciarse el siglo
XXI, organismos públicos internacionales,
intergubernamentales, mixtos, privados, solidarios,
ONG’s de diversa índole y con diversos objetivos,
justicia internacional y regionales, organismos
internacionales y regionales de gestión del clima,
de la uniformidad de normas técnicas, del manejo
del espacio, de la pesca, del transporte marítimo y
aéreo, de la seguridad y de los delitos globales.
La democracia, cuyo ámbito de surgimiento
y elaboración ha sido el Estado Nacional,
encuentra nuevos desafíos que exigen redefinirla.
La responsabilidad frente los ciudadanos, base
última de la doctrina democrática, que acompañó
toda la elaboración teórica liberal, no se encuentra
presente en muchos de estos organismos y
organizaciones.
El mundo global, la interconectividad, las
redes virtuales y la posibilidad de comunicaciones
en tiempo real, han acrecentado aún más esta
demanda. El “mundo plano”39, permite a una
empresa virtual40 dividir su proceso económico en
zonas diversas, quizás teniendo la sede central en
39
Friedman, Thomas L. y Myers, Joanne J. – “The World is flat”,
Farrar, Straus and Giroux, NY, 2005
40
Lafferriere, Ricardo, “Escenario global y perspectivas”,
http://stores.lulu.com/lafferriere

254
algún pequeño paraíso fiscal, contratando el diseño
con científicos de un país desarrollado,
tercerizando la producción con un país con
ventajas comparativas, contratando el mercadeo
con una red internacional de distribución
especializada, difundiendo la imagen de su
producto a través de una campaña global también
tercerizada y también haciendo “outsourcing” del
servicio post-venta con otra empresa-red o grupos
de empresas dedicadas específicamente al tema.
Ese mismo mundo global permite el nuevo
fenómeno de “los nuevos piratas”. Personas y
organizaciones sin base territorial determinada,
también vinculadas virtualmente por el
omnipresente sistema de comunicaciones generado
por la tecnología en las últimas décadas del siglo
XX comienzos del XXI, se dedican a actividades
en el “borde” de la legalidad utilizando las
limitaciones del poder de policía de los Estados
encerrados en sus “soberanías” y con insuficientes
acuerdos normativos y policiales internacionales.
En algunos casos estos nuevos piratas
utilizan como sede los “no estados” o “estados
débiles”41, que poseen una soberanía formal vaciada
de contenido democrático y cooptada por las redes
delictivas o, simplemente, por grandes
concentraciones económicas o financieras. En
otras, la radicación de sus comandos es móvil y
41
Lafferriere, Ricardo, op. cit.

255
virtual. En todos los casos, su tendencia es
expandirse mundialmente, articulando el nuevo
fenómeno de la violencia que alcanza no sólo a
sociedades atrasadas sino que se instala en el
corazón mismo del mundo desarrollado.
El mundo global es el escenario de las
demandas normativas que vienen. La democracia
deberá acomodarse a esa realidad, llevando sus
principios y valores a un diseño muchísimo más
sofisticado del plexo axiológico y organizativo,
redefiniendo incluso conceptos tan arraigados
como la soberanía estatal, que creció y contuvo el
crecimiento de la propia democracia.
¿Cuándo existe un gobierno democrático?
¿Cuáles son los requisitos para así reconocerlo?
¿Cuándo una organización es democrática?
¿Cuáles son las formas posibles para garantizar la
responsabilidad ante los ciudadanos de las
organizaciones internacionales privadas o mixtas,
como el ISO vinculado a las normas de calidad
(IRAM), las normas de limitación de armamentos
que no constituyen Tratados (y en consecuencia, no
tienen control ciudadano y parlamentario) pero
obligan a los países firmantes, como el Comité
Zanger, el Grupo de Suministradores Nucleares
(GSN), el MTCR de control de desarrollo
misilístico y otros, las normas de control del lavado
de dinero emanadas del GAFI (Grupo de Acción
Financiera Internacional) o FATF en inglés, grupo

256
intergubernamental que acuerda normas de
cumplimiento obligado para los Estados, las
normas del Banco Internacional de Pagos de
Basilea que rigen movimientos y de capitales de
los Bancos Centrales?
Si estos organismos generan interrogantes,
¿qué decir de la enorme cantidad de organizaciones
no gubernamentales que canalizan fondos
internacionales en programas aprobados por las
Naciones Unidas, sin que existan mecanismos de
control y responsabilidad? ¿Y cómo desestimar las
iniciativas privadas mencionadas de entidades de
acción global, como la Fundación Clinton, o las
iniciativas para el acercamiento entre las partes en
Medio Oriente de la Fundación presidida por
James Carter?

Estados Nacionales, intervención y ciudadanía


universal

Queda un capítulo de reflexión inevitable y


es la determinación sobre el derecho a actuar en
sociedades ajenas en nombre de principios
universales. Este interrogante ha sido replanteado
por el multiculturalismo, con diferentes
conclusiones.
En efecto: ¿es lícito actuar en el marco de
una sociedad ajena que muestra profundas
desigualdades, que no ha incorporado a su

257
normativa –tácita o expresa- el respeto a derechos
de las personas que el pensamiento occidental
considera inseparables de la condición humana y
que no respeta derechos fundamentales de los seres
humanos?
Este interrogante tiene dos respuestas
exactamente divergentes.
Si la respuesta es positiva, implicaría aceptar
la superioridad de ciertas sociedades sobre otras, la
calificación más valiosa de determinadas formas de
ver y analizar el mundo sobre otras, de elaborar la
axiología y de considerar el progreso de la
humanidad de determinadas visiones sobre otras. Y
abriría otros interrogantes, como el de definir quién
estaría en condiciones de realizar ese juicio de
valor y cuáles son los límites y responsabilidades
de esa eventual intervención.
Pero si es negativa, implicaría aceptar que
los todos los seres humanos no son “libres e
iguales”, no forman parte de la unidad filosófica y
ética que les otorga en el mundo occidental su
condición humana y que, en consecuencia, no son
merecedores de ninguna solidaridad activa, aunque
sufran lo indescriptible y hasta paguen con sus
vidas por situaciones que no responden a causa
justificada alguna.
Implicaría retroceder en la tendencia de la
“ciudadanía universal”, de la posibilidad de
persecución penal internacional por delitos

258
aberrantes –que dejarían de existir, cobijados por la
obligación de respetar la costumbre étnica, la
religión del terruño, o la decisión de algún
déspota-. Pero más aún: implicaría liberar de
cualquier compromiso ético a cualquier persona (o
Estado) que se sienta moralmente obligada a dar
esa solidaridad.
Los derechos de las personas, cuyo
reconocimiento comenzó a insinuarse con la
ilustración, se consolidó con las revoluciones
democráticas y se expandió con la organización
internacional hasta llegar a la Carta de los
Derechos del Hombre de las Naciones Unidas, la
propia Corte Penal Internacional y otros acuerdos
regionales, han tenido reconocimiento filosófico
universal, pero su base normativa ha sido originada
en los Estados Nacionales.
Son los Estados Nacionales, sin embargo, los
que están sufriendo un creciente debilitamiento de
sus potestades, flanqueado por la
transnacionalización y el creciente protagonismo
local. El debilitamiento significa fragmentación. Y
fragmentación significa pérdida de legitimidad y
fuerza en aquellos temas que eran de su
competencia exclusiva (por si, o por delegación en
organismos internacionales), entre otros, el de
legislar sobre derechos humanos.
La nueva realidad ha dado origen a
movimientos ciudadanos que intentan recuperar el

259
espacio de participación en todos ellos, aspirando a
una especie de “ciudadanía internacional” que ya
tiene reconocimiento en algunos campos, como el
de los derechos humanos. Hay, en efecto, regiones
del mundo –la Unión Europea es un ejemplo- en
las que ciudadanos individuales pueden recurrir en
determinadas situaciones a competencias
supraestatales, con decisiones obligatorias incluso
para los propios Estados.
Este movimiento es y será creciente, como
creciente es la capacidad de acción de las personas
a raíz del exponencial crecimiento de las
posibilidades tecnológicas de comunicación y
acción. La tendencia es entonces a profundizar la
democracia, con personas que actúan como “punta
de lanza” de esta internacionalización de la
ciudadanía, cada una en su plano de interés pero –
bueno es destacarlo- en la mayoría de los casos
separando el interés personal y directo de cada uno,
de su interés en el tema de referencia en términos
globales.
Quienes luchan contra el extermino de las
ballenas, la protección de los bosques o la defensa
del agua potable impulsando acciones y normas
generales no lo hacen por su propio interés
concreto sino por una convicción de lo que es más
conveniente para el “interés general”, en algunos
casos no limitado a su propio país o región sino a
todo el planeta. Son los gérmenes de una especie

260
de “democracia planetaria” con su correlativa
“ciudadanía universal”, que supera al marco de
origen de la democracia, los Estados Nacionales,
para alcanzar a todo el género humano. El sueño
kantiano, culminación del pensamiento moderno,
se proyecta en su concreción hacia la
“posmodernidad”.
La democracia, principio de organización de
la convivencia asentada en la autonomía última de
las personas en cuanto “ciudadanos”, cuenta desde
hace décadas –por no decir siglos- con elementos
calificadores de su estructura y funcionamiento
público estatal. Sin embargo, no puede abandonar
la exigencia de contar con encuadres teóricos que
alcancen a estas nuevas formas de acción pública
que se dan en el plano internacional, aunque
también en el plano interno de los Estados.
En ese sentido, coincido con las reflexiones
de David Held42 sobre los requisitos para
considerar “democrática” una organización, según
la tendencia al incremento o limitación de la
libertad individual y autonomía de decisión de las
personas. Será “democrática” una organización o
medida que incremente la capacidad de acción y la
autonomía de la voluntad de las persona y “n-
autonómica” o “no democrática” la organización,
normas o medidas que reciclen situaciones de
42
Held, David, “Democracy and the Global Order”, Stanford
University Press, California, 1995.

261
desigualdad, impliquen una pérdida de autonomía
personal o de la cuota de libertad de la que gozan
las personas en un momento determinado.
Este principio, asentado sobre los tradicionales
requisitos de la democracia política, orienta en la
construcción de un marco democrático de
convivencia abarcador de las diferentes situaciones
y relaciones entre las personas. La democracia es la
forma más madura que hasta ahora ha elaborado la
humanidad para convivir en paz y mejorar la
situación de libertad personal de los seres
humanos, incrementando su autonomía –y por lo
tanto, sus derechos y también su responsabilidad-
por el futuro del conjunto.
En el debate sobre la democracia originada
en la democratización del poder frente a la
concebida como democratización de la
convivencia, toma partido por esta última visión.
Serán los ciudadanos reales los destinatarios de la
acción política y no la abstracción “ciudadana” de
los mismos. El cuestionamiento romántico –y
reaccionario- al ideario democrático continental
(“los “ciudadanos” no existen, existen hombres de
carne y hueso”) encuentra su respuesta en una
concepción que vuelve a colocar a los seres
humanos reales, a tono con los tiempos
“posmodernos”, como centro de legitimación de la
propia democracia.

262
Las otras alternativas son claramente
insuficientes para garantizar la convivencia en paz.
El populismo-autoritario, que descansa en el
predominio político de una persona o grupo de
personas; el indigenismo, que descansa en la
convicción de que existe un grupo de personas de
determinado origen que posee mayores
atribuciones políticas o normativas que otras; la
“dictadura de partido”, que supone la supremacía
de una visión ideológica por sobre las demás; el
caudillismo anárquico, que descansa en la
interacción no articulada entre una persona y el
respaldo de un sector –más grande o más pequeño-
de la población que justifican su preeminencia
política y normativa, son todos sistemas que no
pueden pasar la prueba de la “autonomía”-“n-
autonomía”, que implica el crecimiento constante
de la autonomía de decisión de las personas en el
marco de la convivencia.
Ninguno de esos sistemas ha podido, ni
materialmente ni racionalmente, demostrar
superioridad política o ética por sobre la
democracia representativa.
La reconstrucción –o construcción- del
edificio democrático institucional, cimiento de los
demás alcances de la democracia, es la materia
pendiente que debe aprobarse en la Argentina.
Todas las políticas públicas que demanda un
proyecto exitoso para las próximas décadas tienen

263
como supuesto el éxito de esta primera demanda:
lograr la vigencia plena, sin matices ni parcelas
excluidas, de la Constitución Nacional y el estado
de derecho. Para ello debe erradicar de raíz el
populismo y sembrar en los ciudadanos su
conciencia de autonomía, devolviéndole todas las
facultades que el populismo les fue expropiando al
convertirlas en valores de cambio ante las dádivas
clientelares.

La democracia y las nuevas demandas sociales

Las nuevas ideas sobre la democracia, que


enriquecen su contenido con la obligación de
incrementar de manera constante y sistemática los
niveles de autonomía personal como condición de
legitimidad agregada a su legitimidad de origen,
trae a los fundadores –Moreno, Monteagudo, la
Asamblea del año XIII, los Pactos preexistentes, la
Constitución de 1853, la formación del estado
moderno, la generación del 80, gran parte de los
aportes del radicalismo, del socialismo y del
peronismo a la libertad y autonomía de las
personas- hacia su proyección en el siglo XXI. Y
erradica las visiones autoritarias que, también,
tuvieron presencia en varios de los procesos
políticos mencionados impulsando la dialéctica de
nuestra historia.

264
Podría sostenerse que el populismo mejora
las condiciones de vida de algunos que, desde su
exclusión, reciben beneficios que les eran
negados43. La pregunta que debe hacerse frente a
esta afirmación desde el campo democrático es:
¿por qué debe una persona pagar innecesariamente
ese beneficio con la limitación a su autonomía
personal que implica el clientelismo? La
democracia no puede oponerse al mejoramiento
social. Por el contrario, debe ser su motor. Pero ese
mejoramiento debe servir para incrementar, no
para reducir, los márgenes de autonomía de las
personas, ni el ejercicio ni los límites de su libertad
personal. Los ciudadanos de una democracia deben
disfrutar –y defender- sus derechos, sin hacerlos
depender de una camarilla, organización, caudillejo
o mafia que los utilice como carne de cañón para la
ocupación de un poder autoritario o
antidemocrático.
La democracia debe, además, ser capaz de
contener un dialogo eficaz entre los representantes
de los ciudadanos y éstos mismos, destinado a
evaluar las alternativas de optimizar la ubicación
del país en el mundo y abrir las posibilidades a los
ciudadanos para que puedan sumarse al mundo
global con su máxima potencialidad. El “colectivo
nacional”, aún con la debilidad que conserva en el
43
Laclau, E., “La razón populista”, Fondo de Cultura Económica, Bs.
As., 2005

265
nuevo paradigma de convivencia global, tiene
posibilidades de diseñar mecanismos que
contribuyan a mejorar la convivencia y a la vez
posibiliten una buena performance de la capacidad
de trabajo e iniciativa en el marco de la nueva
economía. Aún sin coincidir totalmente con sus
implicancias, el reclamo de Fukuyama44
convocando al renacer del Estado Nacional
muestra claramente que mientras no aparezca un
reemplazo, el Estado Nacional democrático es el
más avanzado sistema institucional y sobre la
mayoría de sus aún vigentes competencias deberá
apoyarse cualquier ensayo de superación futura
hacia un gobierno mundial.
La democracia deberá, además, encontrar la
línea de convivencia y mutuo enriquecimiento con
lo que se ha dado en llamar “la contra-
democracia”45, es decir, la acción de ciudadanos
que más que intervenir en la conformación del
poder, unen sus esfuerzos para limitar, canalizar o
impedir decisiones de gobierno que consideran
injustas, perjudiciales para el bien común o para
algún bien que les es común o valioso y que
proliferan en todas las sociedades modernas o post-
modernas. Se trata, en efecto, de reclamos que no
conllevan un cuestionamiento global al sistema,
44
Fukuyama, F., “La construcción del Estado” Ediciones B, Barcelona,
2005
45
Rosanvallon, P., “Contra-democracia. La política en la era de la
desconfianza” Ed.Manantial, 2007

266
sino que reclaman una interacción más fluida del
sistema político democrático con la realidad, sin la
intervención excluyente, que visualizan como
extremadamente mediatizada, de las fuerzas
institucionales –políticas, o gremiales-. Es
imposible no detectar, en el fondo de estos
reclamos ciudadanos, la reconstrucción del vínculo
de confianza entre las personas y las estructuras de
representación o los propios “representantes”.
Esta visión podrá reconstruir la alianza entre
las personas comunes y el poder, a través del
contrato democrático. Reconstruida esa alianza, se
habrá recuperado la capacidad de acción colectiva
para trabajar por la solución de los muchos otros
problemas que presenta este inicio de siglo y que
se presentarán en los años que vienen.
Esa necesidad también estuvo presente en la
“batalla del campo”. La reconstrucción de lazos de
representación entre los ciudadanos reclamando y
diversos actores políticos fueron el dato nuevo del
paisaje social. Intendentes, legisladores –
oficialistas y opositores-, gobernadores de
provincia, líderes sociales, interactuaron de manera
eficaz y fructífera, como lo mostró el propio
resultado del conflicto, absolutamente impensado
hasta para sus propios protagonistas. La
recuperación de la política, como actividad
enriquecedora del debate común, había
comenzado.

267
Y es el primer paso para la recuperación del
prestigio del propio orden jurídico, cuyo deterioro
y descrédito fue una constante en la Argentina
desde 1930 en adelante.
Mientras ello no ocurra, mientras la ley no
sea visualizada y considerada por la mayoría de los
ciudadanos como un marco prestigioso para la
convivencia –y eso requiere la revalidación de la
democracia-, la Argentina no habrá logrado meter
la política en la normativa constitucional: seguirá
dependiendo de la lucidez de sus providenciales
liderazgos, los que, por supuesto, a veces acertarán
y otras errarán, pero cuyos aciertos y errores serán
más parecidos a las imprevisibles peripecias de una
tragedia griega, que a la construcción madura de un
futuro común.
Pero si lo logra, el camino de reconvertirse
en una sociedad moderna estará en marcha.

268
Capítulo 9
Los años “post-crisis”

La Argentina tiene una población de


aproximadamente cuarenta millones de habitantes.
El mundo ha superado los 6500 millones de
personas, de las cuales el 90 % (cerca de 6.000
millones) lo hacen en una economía que está o se
dirige hacia el nuevo paradigma globalizador.
Los principales espacios económicos del
planeta (América del Norte, Europa, Rusia, China,
India, Japón, los “Tigres” del Sudeste asiático, los
países petroleros del oriente medio, Turquía,
Sudáfrica, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Uruguay,
la mitad de Centroamérica) viven en un mundo
globalizado o se están en proceso de incorporación
al mundo global.
La creación de riqueza global en el mundo es
de poco menos de 48.500.000 millones de dólares
en valores calculados por el método “ATLAS”46 (en
46
Las cifras expresan el producto medido en el método “ATLAS”, para
el año 2006. Algunas fuentes usuales de información, como el BM, el
World Fact de la CIA y algunos documentos del FMI expresan el PNB
de los países expresados en “Purchase Parity Power”, es decir, paridad
de poder de compra, medida que expresa mejor la situación de los
ciudadanos en el orden interno de los países, pero no muestra la
incidencia de las economías en su recíproca relación y en su porcentual
de la economía global. De cualquier forma, vale en este caso lo
expresado en el capítulo “India y China” sobre el relativo valor de
aplicar las herramientas de análisis económico tradicionales basadas en
las cuentas nacionales, a una economía crecientemente globalizada en
sus flujos financieros, integración productiva y mercados de consumo.

269
la terminología internacional, son Cuarenta y ocho
billones Quinientos mil millones de dólares; en la
terminología española, son Cuarenta y ocho
trillones quinientos mil billones, es decir, 48,3
trillones). La Argentina tiene un Producto total
anual de aproximadamente 250.000 millones de
dólares (equivalente aproximadamente al 0,5 % del
total del planeta)
El funcionamiento de la economía argentina
en la “matriz” histórica reactualizada a partir del
año 2002, se apoya en su potencial exportador de
productos alimenticios. El notable incremento de
precios de los “commodities” producido en el
último lustro ha tenido dos consecuencias: alargar
la viabilidad del funcionamiento económico
tradicional del país e incitar a los productores
agropecuarios a extender su actividad, ya que
aunque son confiscados en más del 60 % de sus
ingresos, sus explotaciones pueden conservar una
aceptable rentabilidad apoyada, entre otras cosas,
en la manipulación artificiosa del tipo de cambio
que rige el modelo “autónomo”.
De esta forma, apenas transcurrido un lustro,
la terrible crisis financiera de 2001/2002 comienza
a esfumarse en la memoria colectiva,
sumergiéndose en la historia. Pero sus efectos en la

En este caso, el dato es utilizado sólo como un indicador de la


importancia relativa de los países entre sí.

270
comprensión del funcionamiento económico han
sido reinterpretados en una visión cerrada y parcial,
que oculta las verdaderas causas del derrumbe y –
en consecuencia- no sólo impide la correcta
elección de políticas sino que cae en el peligro de
repetir las circunstancias que las detonaron, al
menos en el plano de las decisiones internas.

¿Éxito económico, o reiteración del ciclo?

El “caso argentino” es, realmente, un “caso”.


Mientras la mayoría de la población aplaude
el crecimiento económico cuya tendencia comenzó
a mediados de 2002 y las voces críticas –o
simplemente prudentes- se llaman a silencio por
temor al destemplado castigo desde el escenario
oficial, algunos prefieren observar el horizonte e
indagar en lo profundo de este auge económico lo
que tiene de propio y permanente y lo que, por el
contrario, puede considerarse ajeno y por lo tanto,
precario o con algún peligroso grado de
incertidumbre. Veamos las dos visiones.
En el año 2007 el producto real de la
economía había recuperado su nivel pre-crisis y
marcha en rumbo de alcanzar el PBI por habitante
de esos momentos, medido en poder de compra
interno. Aunque la distorsión cambiaria –antes de
la crisis, un dólar artificialmente bajo y en 2007
uno artificialmente alto- dificulte las estadísticas,

271
puede trabajarse con un teórico “dólar de
equilibrio” que permite realizar comparaciones
también artificiales, ya que esconden las profundas
diferencias que resultaron de la fragmentación
social provocada por la crisis.
Puede, en efecto, argumentarse que el PBI de
casi USD 300.000 millones de 1999 resultaba de
una divisa subvaluada y que si no lo hubiera
estado, el PBI real medido en dólares hubiera sido
de un 30 % menor (alrededor de USD 210.000
millones). Otros pueden argumentar que el PBI del
año 2006 esconde una divisa sobrevaluada y que si
así no lo fuera, los $ 560.000 millones alcanzarían
los 220.000 millones de dólares. A estos montos
debe deducirse la devaluación del dólar frente a la
canasta de divisas, que le quita al PBI en dólares
entre un 20 y 30 %. Pero supongamos que, de una
u otra forma, el nivel de producción real de la
economía argentina fuera en 2007,
aproximadamente y como sostiene la estadística
oficial, el mismo que ocho años antes, aunque este
número esconda profundos cambios en su
composición.
El país habría perdido, entonces, “sólo” ocho
años de su historia (que no perdieron en la región
Brasil, Chile o el Uruguay), aunque la sensación
térmica de la población es que hoy todo anda sobre
ruedas, sin problemas a la vista. El “ambiente”
económico es de prosperidad indefinida, aunque

272
todos sienten que algo falta para sentirse
totalmente tranquilos. Y no están errados en esa
percepción.

Los interrogantes

El momento es entonces oportuno para


preguntarse: si todo está igual, ¿qué ha cambiado
con respecto a ocho años antes que justifique el
optimismo? ¿ha aumentado sustancialmente la
capacidad productiva? ¿no hay entonces peligro de
una nueva crisis?
Las respuestas optimistas, que niegan esta
posibilidad, destacan:
a. La deuda pública ha bajado por la exitosa
renegociación.
b. Los precios internacionales han subido,
principalmente por la presión de la demanda de
China e India y continuarán así.
c. Hay superávits “gemelos” en la balanza
comercial y en el presupuesto.
d. Hay un nivel de reservas adecuado para
enfrentar cualquier contingencia.
Las respuestas prudentes anotan:
a. La deuda nominal no ha bajado. La deuda
pública en 2007 es mayor que en el 2001. La
“disminución” lograda por la renegociación, fue
compensada –y excedida- por la nueva deuda
emitida luego del “default” y existe además un

273
adicional de USD 20.000 millones que no están
“normalizados” porque sus titulares no entraron en
el Canje pendiendo como una espada de Damocles
y los reclamos en el CIADI realizados por
empresas privatizadas, por más de otros USD
20.000 millones. En 2001, la deuda pública global
equivalía al 48 % del PBI y en 2007 alcanza a casi
el 100% del PBI.
b. Los precios internacionales de los “commodities”
agropecuarios se incrementaron –y ello “arrastró”
hacia arriba a todo el sector-. Los buenos precios
generaron mayores decisiones de siembra y la
producción agraria llegó a ser un 50 % mayor que
en el 2000. Ello durará lo que duren los buenos
precios, que no dependen ni del gobierno ni de la
economía argentina, sino de que continúe sin
grandes variantes la matriz de comercio
internacional existente, que requiere entre otros
requisitos que se mantengan la paz mundial, los
mercados abiertos y el entendimiento chino-
norteamericano en soportarse recíprocamente sus
desequilibrios.
c. Los “superávits gemelos” se apoyan
centralmente en la producción agraria. Si esa
producción volviera, en cantidad y precio, a los
niveles del 2000 –sea por la ruptura del acuerdo
chino norteamericano, o por desastres ambientales-
ambos superávits se esfumarían.

274
d. El nivel de reservas externas está en gran medida
“calzado” con endeudamiento público, ya que gran
parte de ellas fueron obtenidas mediante
endeudamiento del Banco Central o de la propia
Tesorería. Una corrida contra el peso generada por
el resurgimiento de la incertidumbre que obligara
al BCRA a defender la divisa esfumaría gran parte
de esas reservas.
Frente a este debate, cabe agregar a la
reflexión algunos interrogantes adicionales, más
dirigidos a desentrañar si han existido cambios
estructurales que permitan ser optimistas por
encima de las contingencias externas, o si la
excepcional bonanza está apoyada centralmente en
“simétrica” bonanza internacional.
Estas reflexiones no alcanzan a indagar
sobre la persistencia o no de esa situación
internacional favorable –sobre lo que en general,
hay mayoría de previsiones positivas aunque
también algunas dudas por la inestable situación
internacional-. Apuntan a desentrañar si la
reactivación de la economía argentina ha
significado sólo eso –es decir, reactivación- o si
además se han edificado los cimientos de un
crecimiento sólido y sustentable aún en el caso de
que los mercados de “commodities” volvieran a la
normalidad. Y ello nos hace retomar el debate
económico argentino tal como se encontraba en el
2001.

275
Sorprendentemente notaríamos que muy
poco varió con respecto a la situación existente
entonces.
La inserción internacional estructural del
país no cambió. La Argentina sigue asentada en
venta de productos de muy poco valor agregado –
agropecuario- o escaso componente en
conocimiento –industrias tradicionales- pero
apenas insinúa su componente “cerebro-intensivo”.
El mejoramiento relativo de los sueldos de
los científicos del CONICET –aún con sus efectos
positivos en la retención de cerebros- no puede
considerarse suficiente aliciente para el
renacimiento de la capacidad de iniciativa del
sector científico-técnico, central en el cambio
estructural de fondo, ni como demostrativo de un
compromiso estratégico del Estado en este sentido.
No existe protagonismo aún de la Argentina,
a pesar de los planes anunciados en tal sentido, en
las áreas de investigación y desarrollo científico-
técnico homologables con las que se anuncian en
un consenso mundial general como protagonistas
centrales de las próximas dos décadas:
nanotecnología, robótica, semillas con genética
modificada, confluencia nano-genética, energías
alternativas, sistemas electrónicos de seguimiento y
detección de productos y personas, tecnologías de
información, drogas dirigidas a detectar y destruir
tumores patológicos, análisis biológicos

276
instantáneos, especialidades farmacéuticas,
vehículos híbridos, ingeniería de tejidos, artefactos
portables computarizados, criptografía cuántica,
tecnología de desarrollo rural, métodos novedosos
de filtro y recuperación de agua, métodos
avanzados de procesamiento de residuos.
Los esfuerzos puntuales que en algunas de
estas áreas se están insinuando responden a
iniciativas individuales o a la inserción de
científicos o centros de investigación en proyectos
internacionales en los que el país no tiene ninguna
capacidad de decisión e incidencia. Los planes de
las autoridades del área de Ciencia y Tecnología
-como el mencionado “Plan Bicentenario”- no
están articulados con las demás áreas ni políticas
públicas, desperdiciando el efecto multiplicador del
gasto público bien aplicado, aunque debe
reconocerse la importancia de la creación del
Ministerio de Ciencia y Tecnología como un paso
en el camino correcto.
La industria agrega aún escaso componente
tecnológico generado en el país. Su desvinculación
del compromiso tecnológico la induce a reclamar
permanentemente la debilidad del tipo de cambio,
creando artificiosamente “competitividad” sobre la
base de debilitar el poder de los salarios. El sector
de mayor incorporación tecnológica, el
agropecuario, lo ha realizado sin respaldo oficial y
en contra de la política anti-agropecuaria de la

277
administración. La producción audiovisual no
logró aprovechar las enormes ventajas producidas
por la devaluación, fundamentalmente por la
inseguridad jurídica y la total ausencia de reforma
estatal. El Estado sigue funcionando con el
ejercicio corrupto e integral de su poder de veto a
las iniciativas individuales, habiéndose
generalizado la corrupción en sus diversos
escalones como pocas veces se ha visto en la
historia.
La inserción internacional argentina ha
funcionado en varias áreas a contramano de sus
intereses. La “novedad China” debiera haber
justificado exportaciones superiores luego del
promocionado Acuerdo Comercial, pero en los
últimos cinco años, al contrario, la Argentina
amplió las compras de productos finales
industriales desequilibrando la balanza bilateral.
En los servicios, la Argentina está
desperdiciando un momento especialmente
favorable, el que afortunadamente es aprovechado
por emprendedores privados con vocación de
pioneros, con desconocimiento estatal. La
inseguridad jurídica impide que el país sea
considerada una sede seria para proyectos
ambientales, para mercado de capitales, para el
desarrollo de seguros internacionales, o para
cualquier mecanismo financiero que requiera
sofistificación y seguridad jurídica.

278
El ideologismo ha aprisionado la política
exterior, renunciando a la negociación con Estados
Unidos –desde el Mercosur- para forzar un acuerdo
comercial que amplíe el acceso al mayor mercado
comprador del mundo y dejando a Brasil -en los
hechos- marcar el ritmo de esa negociación al
compás de su propio interés.
Mientras tanto, se opta por la opción de un
alineamiento “petro-financiero” con Venezuela que
nada agrega al desarrollo tecnológico ni a la
modernización argentina y, por el contrario, genera
deudas políticas y financieras con el proyecto
político “bolivariano” entre cuyos ingredientes
estratégicos se encuentra el incremento de la
inseguridad general del mundo, a fin de no reducir
el precio del petróleo. La Argentina exitosa en el
mundo global necesita exactamente lo contrario:
asegurar la distensión y la paz del mundo para
sostener el precio de los “commodities”
agropecuarios, mantener abiertas las corrientes de
comercio mundial y afianzar el desarrollo del
turismo, otro de los soportes de la reactivación.
Internamente, en lugar de promoverse los
sectores de mayor incorporación tecnológica y más
dinámicos e incluso el desarrollo científico-técnico
del complejo agropecuario, se han resucitado
empresas industriales “mercado-internistas” de
escasa incorporación tecnológica que no pueden
competir –obviamente- con la producción de

279
textiles, juguetes o ensamble final de productos
electrónicos de consumo ya convertidos en
“commodities”, que la economía globalizada hoy
realiza en los mercados emergentes de salarios
sumergidos, como Vietnam, Indonesia, Malasia,
India o la propia China.
La inversión en infraestructura no ha
existido o lo ha sido en grado mínimo. La
recuperación económica iniciada en el año 2002 se
apoyó en la infraestructura existente, en varios
casos realizada en los demonizados “años 90” y
poco se ha hecho para subir el umbral de la
capacidad instalada entonces, que en el 2007
funcionando al límite de sus posibilidades en
energía, puertos, ferrocarriles, transporte, rutas o
telecomunicaciones. La inversión pública está
trabada por los escalones de corrupción e
incapacidad de gestión y la privada por la
incertidumbre jurídica de un país que carece de
respeto no sólo a su palabra, sino a su ley y a su
Constitución, sin justicia independiente y sin
debate parlamentario.
El Estado sigue tan inútil y gigante como
hace una década, abriendo nuevos espacios de
despilfarro –como la creación de empresas
fantasmas, el sostenimiento de aventuras inviables,
la transferencia de recursos a empresarios amigos y
la incorporación de miles de nuevos agentes sin
funciones precisas, estatizaciones esquizoides

280
como la de Aerolíneas Argentinas, o proyectos
faraónicos como el “Tren Bala”-. La
institucionalidad ha retrocedido en calidad a
niveles pre-constituyentes, con una concentración
personal de las decisiones de recaudación y gasto
que no pasarían ninguna prueba de responsabilidad
(“accountability”) bajo estándares internacionales.
Es un Estado que no es capaz de garantizar el
orden público, la seguridad, la justicia, la salud, la
educación ni la defensa.
Una mirada a las condiciones de vida de los
argentinos nos plantea preguntas adicionales:
¿Viven en 2007 más seguros que antes de la crisis?
¿Están los jóvenes mejor educados? ¿Están los
trabajadores más capacitados? ¿Se avanzó en estos
años de destacado crecimiento en mejorar la
atención de salud pública, en las condiciones de
transporte público, o en los servicios que debiera
prestar el Estado? ¿Se han modernizado los
servicios? Una foto comparativa entre la Argentina
del 2007 y la del 2000 no muestra precisamente
hoy una situación mejor que la de entonces. Es
evidente que donde no ha existido estancamiento,
hay retroceso, salvo en la reactivación generada
por la excelente situación internacional
repercutiendo en el país al margen de las
decisiones de gobierno.
El delito sigue en aumento, impulsado por la
instalación en el país de las redes globales, que ya

281
han comenzado a relacionarse con escalones de
diversas áreas del Estado. Se han desarrollado las
mafias de robos de mercaderías, el contrabando, la
falsificación de marcas y el exponencial
crecimiento del tráfico de drogas ha impulsado el
salvajismo de los delitos corrientes, con una
respuesta insuficiente por parte de las autoridades y
las propias direcciones políticas, que desvían el
debate hacia la forma de tratar penalmente a los
jóvenes delincuentes, sin decidir acciones firmes
contra el delito organizado. Mientras tanto, las
aeronaves que aterrizan clandestinamente en el
norte argentino alcanzan ya a los mil vuelos al año,
con su carga de estupefacientes y contrabando, sin
que ni siquiera las autoridades encargadas de su
persecución sobre el terreno cuenten con
herramientas legales ni equipamiento como para
impedir su accionar. La situación ha merecido
fuertes reclamos de varias autoridades entre las que
destacamos al Juez Federal de Resistencia, Virgilio
Palud: “Está plagado de lugares para que
aterricen avionetas. Vienen de Paraguay y la
droga que traen es, generalmente, marihuana. El
gobierno de Santa Fe reconoció el problema y
admitió que tiene dificultades para coordinar
acciones por el cruce de jurisdicciones y la
desconfianza entre organismos estatales”47.

47
Palud, Virgilio, en La Nación, 17 OCT 2007, Pags. 1 y 15

282
La justicia, por su parte, ha reducido su
independencia a niveles ínfimos. Los cambios en el
Consejo de la Magistratura han generado que
centenares de jueces hayan abandonado su carrera
por la incertidumbre y la politización reduce la
imparcialidad e incrementa la posibilidad de
corrupción y dependencia de los aparatos políticos.
No es exageración afirmar que los ciudadanos no
tienen en el 2007 un servicio de justicia que
ampare sus derechos.
Se podría seguir hasta el cansancio, pero es
preferible volver a instalar las preguntas: ¿qué ha
cambiado con respecto a hace siete años que
justifique el optimismo? ¿ha aumentado
sustancialmente la capacidad productiva? ¿no hay
entonces peligro de una nueva crisis? ¿o los
cambios principales, en realidad, se dieron en el
mundo y simplemente repercutieron en la
Argentina, antes y ahora, para mal o para bien?
Podría preguntarse: ¿nada se ha hecho,
entonces?
Si. Sería necio negar el mantenimiento de un
cierto equilibrio macroeconómico sostenido hasta
el 2005, un mejor trato al sector científico
institucional y el mantenimiento de ciertos
programas sociales, aunque deformados por el
clientelismo. Son acciones que sin embargo no
fueron demasiado difíciles ante la exuberancia de
las cuentas públicas posibilitadas por el auge

283
internacional. Es poco para exhibir en casi un
lustro de manejo absoluto del poder y con el
escenario internacional más favorable de la historia
contemporánea. Demasiado poco, además, sin lo
cotejamos con el gigantesco daño ocasionado a la
imagen, la credibilidad, las instituciones y las
posibilidades de futuro de la Argentina.

Navegando en el mundo global

El período iniciado en el año 2002 no avanzó


en la globalización de la Argentina, sino que
amplió su aislamiento internacional. No “navegó”
en el mundo, sino que ancló fuertemente en el
pasado, intentando reconstruir una realidad
agotada, que la economía, la política y la sociedad
planetaria dejan atrás rápidamente.
La decisión no es inocua. Desperdiciar las
potencialidades que el destino puso en manos de la
Argentina a partir del 2002, cuando comenzó a
eclosionar más rápidamente el beneficio del
mercado global, licuándolas en gastos
inconducentes, se pagará con un retraso por años
en las posibilidades de una vinculación articulada,
contenida y programada con el nuevo paradigma y
acercará peligrosamente la convivencia a los
niveles de tensión que se generan cuando las
fuerzas económicas quedan libradas a su acción.

284
Ello no ocurrirá por la decisión del Estado, o
de las autoridades políticas, como casi nunca
ocurren las crisis. Cuando detonan –como en 1975,
en 1989 o en 2001- es porque los liderazgos se
niegan a aceptar la existencia de los desequilibrios
y persisten en diagnósticos alejados de las
condiciones realmente vigentes. Cuando las crisis
eclosionan, los gobiernos han quedado usualmente
sin herramientas para atenuar sus aristas más
lacerantes y deben lidiar con las consecuencias con
medidas de emergencia destinadas tan sólo a
atravesar la tormenta, sin tiempo ya para la
elaboración del pensamiento estratégico.
La Argentina ha sufrido durante casi ocho
décadas esta incapacidad, resultado de la
incapacidad de las élites de generar espacios de
diálogo y consensos de largo plazo. El existente
entre 1880 y 1930 no fue reemplazado nunca por
una visión alternativa y –como se explicó en el
capítulo 1- su consecuencia fue que el Estado, en
lugar de actuar como conductor organizado de la
sociedad, se convirtió en un botín de guerra de las
facciones en lucha o de los “acuerdos sociales”
coyunturales triunfadores en las sucesivas
contiendas por el ingreso estancado.
Como vimos en los capítulos 1 y 2, la
historia puede reciclarse para volver a comenzar el
mismo proceso “serrucho”, como un siempre
prometedor futuro circular, o puede cambiarse para

285
ubicar a la Argentina en la senda de la modernidad,
incorporándola a la construcción del mundo del
futuro. El cómodo pero frustrante eterno
recomenzar, como el mito de Sísifo, frente a la
tarea de liberar el fuego creador y construir de una
vez por todas un futuro estable y en crecimiento, lo
más cercano posible a la perfección de Apolo.
Los interrogantes y la elección no implicarán
que “el país” se condene al fracaso o al éxito. Eso
no ocurrirá más en los términos conocidos.
Habrá exitosos, porque entre los argentinos
hay muchos que se sumarán a la construcción del
futuro, hagan lo que hagan los demás. Los
pioneros, herederos de los que gestaron el gran
salto adelante de comienzos del siglo XIX y
principios del siglo XX existen, estudian, trabajan
y luchan. No dejarán escapar su futuro.
Ese no es el interrogante.
En todo caso, la incógnita que queda abierta
es si las élites del país, sus conducciones políticas,
sus liderazgos empresariales y sociales, sus
intelectuales, su “establishment” comunicacional,
entenderán que para que pueda seguir razonándose
en clave de una comunidad nacional, es
imprescindible tomar decisiones asentadas en el
mundo que existe, no en el que cada uno le gustaría
tener para sí.
Si esas decisiones no se toman, se irá
diluyendo el marco nacional, la convivencia se

286
parecerá cada vez más a una selva y el riesgo es
deslizarse imperceptiblemente a la peor condición
del mundo global: un territorio sin Estado,
gobernado por las mafias, donde reine la violencia
y en el que el crimen internacional organizado
construya uno de sus santuarios.
Los argentinos, pueblo crisol, en el que
resuenan ecos de las culturas que lo nutrieron –
criolla, italiana, española, colonial, centroeuropea,
francesa, inglesa, judía, árabe y hasta africana-
conforman un pueblo extraño. Ha aprendido a
hacer lecturas y alocuciones en las que las
denotaciones no coinciden con las connotaciones,
evitando reducir su entendimiento al discurso lineal
de la escena. Lo expresa magistralmente el tango
“Las Cuarenta”: “… si la murga se ríe uno se debe
reír…” Este cínico –y al parecer saludable-
apotegma ha guiado a la mayoría de los
intelectuales, periodistas, ensayistas y políticos en
los años de Kirchner, pero también antes. Todos
han sabido la verdad, que sin embargo
“descubrirán” recién cuando los límites aparecen,
el humor social cambia y alguien se dé cuenta que
“el Rey está desnudo”.
En ese momento –en este momento- la
murga dejará de “reír”, alegando además que nunca
se ha reído...; así pasó con los peronistas cuando
llegó la Revolución Libertadora, los frondizistas
que hicieron lo propio luego del golpe de 1962, los

287
peronistas luego del golpe de 1976, los procesistas
cuando llegó la democracia, los alfonsinistas
cuando llegó Menem y los menemistas cuando
ganó la Alianza. Y los aliancistas, luego del
derrumbe del 2001...; todos los gobiernos
mencionados habían llegado con una gran mayoría
popular.
Pero estos comportamientos no cambia la
realidad: la suerte del mundo decidió prolongar
coyunturalmente la agonía de la Argentina de la
decadencia aliviando sus síntomas, como la
morfina que mejora la vida de los enfermos
terminales. El narcótico del ciclo de auge mundial
adormeció nuevamente a muchos, que prefierieron
disfrutar del placer de un nuevo auge temporal sin
mirar el horizonte. A mediados del 2008 todavía
queda tiempo, pero nada indica por ahora que
estemos cerca de un cambio de actitud en el
gobierno, a pesar de algunos pequeños indicios de
una óptica diferente, como la mencionada al
momento de tratar la política científico-técnica. Sin
embargo, no es la decisión predominante.
La política, por su parte, tampoco muestra
actualmente alternativas nítidas, sino la
coexistencia de actores diversos -y aún con
intereses contradictorios- en agrupamientos
amorfos formados más bien por una dinámica de
corto plazo que por visiones e intereses
estratégicos. El conglomerado “K” tiene su centro

288
de gravedad en el conurbano bonaerense, sede de
las mafias políticas clientelistas, redes de
narcotráfico y delictivas, sobre las que construye su
edificio populista, pero cuenta también con el
apoyo de fuerzas transformadoras entre los
científicos, clases medias y aún productores
rurales, que apoyaron la elección de Cristina
Kirchner aunque difícilmente lo vuelvan a hacer
luego de su actitud frente al campo. Las fuerzas del
cambio están mayoritariamente en la oposición,
donde también se ubican, sin embargo, bolsones de
la vieja estructura clientelista y son notorias sus
dificultades en articular su expresión política en un
discurso y una práctica coherentes. En ambos
bloques se producirán reacomodamientos, pujas
internas e interacciones recíprocas de las que
resultará en algún momento el “consenso básico”
que reemplace al vacío dejado por el agotamiento
del modelo oficial vigente desde 1930. Y en ambos
existirán argentinos exitosos, dinámicos,
emprendedores, que asuman el desafío de vivir en
el mundo global.
La primer década del siglo XXI ha ofrecido
a la Argentina una situación tan o más favorable
que la existente en la transición entre los siglos
XIX y XX. Sus élites -política, económica,
gremial, intelectual, incluso comunicacional-
debieran analizar cómo la aprovechan, ante el
riesgo de estar desperdiciándola. La imagen es, sin

289
embargo, que en lugar de navegar en el mundo
global con las velas desplegadas, prefieren seguir
con el barco anclado en un puerto conocido aún a
sabiendas -sin reconocerlo- que es cada vez más
inseguro.
Sin embargo, sí la están aprovechando las
reservas activas del país, las “semillas de la
Argentina exitosa en el mundo global”, que sin
ocupar el escenario mediático, se integran
crecientemente al nuevo paradigma, sin dejar
escapar la historia. Si la Argentina tiene un futuro
como país, está en sus manos. Son como los
artesanos y comerciantes de la baja edad media,
alejados del poder de los señores feudales, los
obispos y los reyezuelos guerreros. Con su
tenacidad, su imaginación, su visión de futuro y su
esfuerzo estaban sembrando las semillas de la
revolución industrial y la modernidad, sin apoyo
del poder ni lugar en las Cortes.
Los siguientes quinientos años de la historia
de la humanidad serían suyos.

290
Capítulo 10
Las semillas de la Argentina exitosa:
futuras fuerzas del cambio

¿Está la Argentina tan mal como parecen


indicarlo las series estadísticas estructurales, su
ingreso estancado, su infraestructura deteriorada,
su política fragmentada y sectaria, su convivencia
violenta, sus horizontes perdidos?
Una mirada más profunda muestra islotes de
resistencia a la decadencia sistemática, que no
ocupan la escena pero proyectan con tenacidad sus
sueños de mejor calidad de vida, de preservación
del ambiente, de relaciones interpersonales
horizontales, de vocación universal, de solidaridad
voluntaria y hasta entusiasta y de horizontes
personales o grupales muy claros.
Las expresiones populares desatadas entre
marzo y julio de 2008 muestran esta multiplicidad
de ciudadanos que comparten, quizás sin asumirlo
conscientemente, el “modelo constitucional”.
Esa Argentina no sólo existe: tiene una
pujanza y una capacidad de lucha que hace honor a
la valentía y el esfuerzo creador de lo mejor de la
Argentina histórica.
¿Dónde están? Pues, en todos lados, como lo
hemos adelantado en capítulos anteriores y lo
analizamos a continuación.

291
Científicos y técnicos

Los vemos en los equipos científicos, que


siguen investigando y agregando conocimientos en
diversas áreas con aportes valiosos no sólo para la
ciencia universal, sino para el desarrollo de
tecnologías que -seguramente en otros países- se
convertirán en objetos de mercado y ayudarán a
mejorar la vida de las personas. Los científicos y
técnicos, por otra parte, suelen ser en las
economías desarrolladas protagonistas decisivos en
la formación de pequeñas empresas de alta
calificación tecnológica, con productos destinados
a la economía global.48
Su aporte quizás no sea de gran dimensión
desde el punto de vista de su aporte directo al PBI,
pero conforman una sólida base para la integración
del país al circuito mundial de generación de
conocimientos, la recuperación de prestigio
internacional y el aporte de nuevas tecnologías no
sólo para la economía, sino para el bienestar
general.
Son las primeras “semillas” de la Argentina
exitosa.

48
Leebaert, Derek, “La contribución de la pequeña empresa a la
expansión económica de Estados Unidos”, en eJournal USA:
Perspectivas económicas – octubre 2005, en
http://usinfo.state.gov/journals/ites/0106/ijes/leebaert.htm

292
Los productores agropecuarios

Las segundas son los productores


agropecuarios. Son herederos de quienes
construyeron la Argentina moderna. Han soportado
desde hace décadas todas las transferencias de
ingresos destinadas a subsidiar a los demás: los
empresarios protegidos, la capacidad adquisitiva de
los salarios industriales, los ingresos de las clases
medias estatales, los subsidios a empresas
faraónicas de los sucesivos gobiernos, las carreras
armamentistas de otros tiempos, el aparato político
clientelista de tiempos más modernos y hasta el
financiamiento de las deudas públicas generadas
por cualquiera de los mencionados. Sin embargo,
ahí están. Siguen siendo el soporte de toda la
economía nacional, generando con su trabajo
creador divisas que les son confiscadas.
Estos argentinos han adoptado las nuevas
tecnologías, algunas generadas en el país y otras en
el exterior. No sólo dieron el gran salto adelante
cuando comenzaron a sembrar la pampa húmeda,
con la adopción de la tecnología de entonces
-molinos de agua, alambrados, tractores a vapor y
cosechadoras- sino que atravesaron el siglo XX y
desembocaron en el XXI manteniendo esa
vanguardia. Ellos incorporaron mejoras genéticas
en la producción pecuaria, primero en forma
natural y luego con la inseminación artificial.

293
Comenzaron la incorporación -hace ya cuatro
décadas- de las técnicas de siembra directa, hoy
adoptadas crecientemente en todo el mundo por su
eficiencia en aumentar la productividad
preservando la tierra de la erosión y evitando la
desaparición de la diversidad biológica. Se
mantuvieron a la vanguardia de la adopción de
tecnología de labranza -tractores, sembradoras,
fertilizadoras, cosechadoras, silos- y comenzaron a
utilizar las semillas genéticamente modificadas en
simultáneo con los productores norteamericanos,
compitiendo con ellos a pesar de su trato desigual
-en Estados Unidos sus competidores reciben
subsidios y en la Argentina se les confiscan sus
ingresos- y en esta primer década del siglo XXI
son pioneros en la aplicación de los sistemas
robotizados con control telemático en las tareas de
labranza49.
Sufrieron la ausencia de créditos y la
enfrentaron reinventando el trueque. En el año
2002, cuando el sistema bancario no otorgó ningún
crédito para financiar la campaña anual de
labranza, siembra, cuidado y cosecha, respondieron
con la cosecha más alta de la historia nacional
hasta ese momento sin perder el tiempo en
lamentos o reclamos. Sus organizaciones
49
Bertello, Fernando, “La siembra, robotizada, con trazabilidad y
seguida por la Web”, en La Nación CAMPO, 10 NOV 2007, en
http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/elcampo/nota.
asp?nota_id=960660

294
cooperativas y empresarias arraigadas al medio
utilizaron la imaginación -que otros tuvieron para
retirar sus fondos del país- para organizar formas
empresariales novedosas con las que sortear la
crisis y comenzaron una de las etapas expansivas
más promisorias de los últimos cien años
aprovechando la situación internacional favorable.
Estos argentinos ni siquiera necesitaron
grandes o profundos análisis de consultorías.
Reinventaron formas asociativas -como los
“contratistas” con los propietarios-. Sus “pools de
siembra” surgieron como acuerdos de palabra entre
conocidos, sellando sus pactos con un apretón de
manos, en iniciativas basadas en la confianza que
se proyectaron también a la producción pecuaria.
Luego, al notarse el éxito de los mecanismos y
surgir inversores ajenos al sector, aparecieron las
figuras jurídicas adecuadas, como los fideicomisos,
que comenzaron a recurrir a la suscripción pública
de capitales.
Año tras año y a pesar de las exacciones
sufridas por parte de la Argentina de la decadencia,
han roto récords de siembra, producción y
rendimiento. Y sobre ellos, se reactivó la industria
de maquinaria agrícola, resurgió la producción de
semillas híbridas y mejoradas genéticamente y
aparecieron nuevos complementos para la siembra.
Los pueblos del interior -que habían sido
convertidos en “pueblos fantasmas”- renacieron y

295
se convirtieron paulatinamente en prósperas
comunidades con una calidad de vida envidiable,
buenos ingresos, nuevas fuentes de ocupación y
dinamización general de su actividad económica y
social.
Ese sector tiene horizontes favorables y
responderá a esos horizontes con respuestas
creativas. Los cultivos tradicionales, destinados a
producir alimentos, serán crecientemente
acompañados por cultivos destinados a los
biocombustibles. Ambos mercados -el de alimentos
y el de biocombustibles- tendrán en el primer
cuarto del siglo XXI una dimensión creciente, por
la creciente demanda global de energía y
alimentos. Estas tendencias permiten contar con
una “locomotora” que puede arrastrar, si existe la
capacidad de atar el vagón en ese tren, a gran parte
de la Argentina interior hacia un futuro de
excelencia. Y los cultivos no tradicionales,
apuntando a mercados más sofisticados,
suficientemente respaldados pueden profundizar
una expansión que alcanza a cultivos regionales,
como las frutas, la vid, la producción de vinos y
aceites de calidad, de carnes finas, de hortalizas
diversas destinadas al abastecimiento en contra-
estación.
¿Es inexorable que la situación mundial se
proyecte en el tiempo?

296
Pareciera que las tendencias mundiales
analizadas tienen un altísimo grado de
probabilidad. En consecuencia, la situación
favorable, aún con sus altibajos, probablemente
continuará. Es previsible que el sector protagonice
una etapa promisoria, pero las características
internas no dependen del mundo, sino de
situaciones también internas. El éxito del sector
seguramente generará sesudas elucubraciones que
actualicen los viejos postulados sobre la “renta de
la tierra” ignorando la incorporación tecnológica y
el esfuerzo en solitario realizado durante años, e
impongan crecientes confiscaciones de ingresos de
los que la corporación de la decadencia intente
adueñarse para preservar su condición. El resultado
de esta puja indicará el carácter de la sociedad que
se logre.
Si los argentinos que generan la riqueza
tienen en sus manos las decisiones de inversión
sobre sus excedentes, es previsible un crecimiento
dinámico e integrado a la región y al mundo. Se
potenciará la incorporación tecnológica -como se
ha hecho en la historia-, ello dinamizará la
Argentina interior deteniéndose el éxodo hacia los
“cordones de miseria” de las grandes ciudades, se
limitará el crecimiento de las redes delictivas
locales vinculadas al crimen global, se
democratizará el funcionamiento político al
acercarse la responsabilidad del gobierno a los

297
ciudadanos del lugar, con mayor capacidad de
control y fiscalización y se fortalecerá un estilo de
crecimiento que cubra gran parte de las
dimensiones continentales del país.
Si, por el contrario, el bloque “populista-
autoritario” logra apropiarse de los ingresos de
origen agropecuario, es previsible el reciclaje de la
situación de las últimas décadas. Los recursos
confiscados fortalecerán la matriz de acumulación
clientelista, con todas sus deformaciones en la
convivencia. Se desalentará el trabajo creador y se
estimulará la dependencia de las asignaciones
estatales, vía subsidios a empresarios cercanos al
poder, designaciones de personal en la
administración pública por afinidades partidarias, o
entregas de bienes a personas necesitadas a cambio
de convertirlas en herramientas de lucha política.
La reproducción de la situación vigente a
comienzos del siglo XXI augura, como está
analizado, el crecimiento de la violencia, de la
exclusión social, de la “burbuja joven” y la tensión
en una convivencia convertida -cada vez más- en
una selva.
Los ingresos generados por la producción
agropecuaria pueden multiplicarse por cinco en
veinte años, profundizando una tendencia que ya se
ha insinuado a partir del comienzo del siglo XXI.
Los cultivos de colza y la palma para la fabricación
de biodiesel y del maíz para el etanol, se agregarán

298
en forma creciente a la tradicional producción
agropecuaria ocupando tierras marginales, lo que si
bien generará la necesidad de una adecuada
política ambiental para evitar la deforestación
indiscriminada, también agregará un ingreso de
valor constante ya que la demanda de combustibles
será durante la transición energética global tan
sostenido como la demanda de alimentos. La nueva
“clase media” mundial, que actualmente mejora su
alimentación, irá agregando equipamiento del
hogar y automóviles y es absolutamente imposible
sostener esa nueva demanda de combustibles para
el transporte con la producción declinante de
petróleo.
La economía argentina podrá recibir,
entonces, para el 2030, un ingreso adicional
originado en la producción derivada de cultivos
-evito a propósito la descripción de “primaria” por
su creciente incorporación tecnológica e industrial-
que puede estimarse en un 50 %. Ello permite
suponer que el valor de las exportaciones
agropecuarias y MOA, proyectando por veinte
años su crecimiento en la década 1996/2006 -75 %-
un monto de 76.199 millones de dólares. El
agregado del 50 % estimado en el aporte de los
cultivos destinados a biocombustibles llevaría la

299
capacidad exportadora del sector a más de Cien mil
millones de dólares.50
El aporte del sector agropecuario al PBI
continuará previsiblemente -con los sistemas
actuales de medición- en alrededor del 8 % del
total.
Las consideraciones realizadas nos presentan
una conclusión: el sector vinculado a la producción
agopecuaria -tradicional y moderna- volverá a
actuar como “locomotora” y beneficiará a las
personas que desarrollen su actividad en él. Su
capacidad de difusión hacia la economía global y
su potencialidad como dinamizador general de la
economía, sin embargo, estará determinada por la
matriz de distribución de ingreso, la seguridad
jurídica y las decisiones políticas que tengan
vigencia en el período.

El turismo

Otro sector motorizado por el dinamismo


emprendedor es el del turismo, cuyo crecimiento
mundial se anuncia al ritmo del crecimiento de la
clase media global, consecuencia del despegue
económico de países de gran población -como

50
Estas cifras son de elaboración propia y se basan en el informe sobre
la tierra potencialmente utilizable para agregar a los cultivos destinados
a biocombustibles, y la diferencia de valor de la producción de aceites
de Soja y Girasol cuando es destinada al mercado de biocombustibles.

300
China, India, Brasil, México y Rusia- y de otros
países con similar tendencia.
El crecimiento de las visitas del exterior a la
Argentina ha sido constante desde comienzos del
siglo. La cantidad de visitantes pasó de 2.000.000
de personas en el 2000, a 4.000.000 en el 2006
(100 % en seis años) y se prevén 5.600.000 para
2008. El aporte de divisas generado por el sector
alcanza en el 2007 el tercer lugar, luego de los
tradicionales rubros agropecuarios menos
calificados -alimentos para animales, grasas y
aceites-, pero superando claramente las
exportaciones de petróleo y derivados, cereales y
carne.
La generación de actividad económica
directa e indirecta de este sector, así como las
inversiones en hotelería e instalaciones de turismo
receptivo permiten proyectar racionalmente este
crecimiento hacia el año 2030, con el objetivo de
alcanzar los 18.000.000 de visitantes y los 15.000
millones de dólares de divisas. Las ocupaciones
que genera el turismo requieren capacitación,
conocimientos de historia, geografía lugareña,
idiomas y servicios de excelencia, generando
empleos de calidad que dinamizarán
indirectamente las economías de las regiones
argentinas en condiciones de desarrollar turismo
receptivo -que lo son casi todas-.

301
La potencialidad de argentinos y argentinas
emprendedores para ofrecer actividades de los
distintos rubros del turismo receptivo se evidencia
en las numerosas iniciativas que abarcan desde el
turismo de estancia, aventura, cultural, de “tango”,
turismo gay, de pesca, de caza, de cabañas, de
observación -ballenas, lobos marinos, pingüinos,
aves- etc., así como los servicios gastronómicos
incentivados por la nueva demanda internacional.
Son, claramente, las terceras “semillas” de la
Argentina exitosa.

Las Industrias culturales

El complejo audiovisual es otro espacio que


cuenta con protagonistas de singular fuerza
competitiva. A mediados del siglo XX, la presencia
audiovisual argentina en su mercado primario de
llegada, el de habla hispana, tuvo un rol destacado
que aún resuena en la memoria de muchos
latinoamericanos. En la nueva era de las
comunicaciones, la potencialidad exportadora de la
producción audiovisual argentina ha sorteado las
diferentes etapas de crisis cíclicas y en el cambio
de siglo está instalada con personería propia en el
mercado internacional. Series, unitarios, formatos
de programas de entretenimientos, películas,
producciones publicitarias y documentales abrieron
un camino que con el cambio relativo del valor de

302
la divisa agregó la llegada al país de productores
extranjeros, aprovechando las coyunturales
ventajas competitivas de la producción local, e
impulsando su reactivación y reequipamiento
tecnológico.
Entre los componentes más dinámicos del
sector debe mencionarse a la actividad publicitaria,
cuyo prestigio es reconocido internacionalmente y
cuya dinámica ha tenido una expansión geométrica
en los últimos años. Nada más que entre 2003 y
2004, el incremento de la producción de
comerciales filmados en la ciudad de Buenos Aires
creció de 35 en el 2003, a 198 en el 2004, lo que
significa un incremento del 460 %.51
Antes de la crisis, la producción argentina de
bienes culturales -editoriales y audiovisual-
aportaba -para el año 2000- el 3 % del PBI,
equivalentes a 10.000 millones de dólares,
comparable a la producción de alimentos y bebidas
y apenas inferior al de la construcción. Su aporte a
la generación de empleo alcanzaba a 175.000
personas52. Aunque es un porcentaje significativo
de la riqueza global generada, es la mitad de la
lograda por Estados Unidos, que integra en su PBI

51
Observatorio de Industrias Culturales de la Ciudad de Buenos Aires,
Abril 2005, en
http://www.buenosaires.gov.ar/areas/produccion/industrias/observatorio
/boletin/gacetillaespecial3_audiovisual.htm
52
Moreno, Liliana. “Industrias culturales, cuestión de estado” Clarin,
22 JUN 2003

303
un aporte equivalente al 6 % de producción de
bienes culturales, aunque debe destacarse la
característica de su mercado global, conquistado
durante décadas de trabajo persistente con la
coordinación expresa y tácita de empresas y
Estado.
Una proyección hacia el 2030 permitiría
lograr un incremento de su participación en el PBI
hasta el 5 %, si lograra integrar una estrategia
combinada de recuperación de mercados,
principalmente en la región. América
hispanohablante es el espacio natural de
proyección de la producción cultural argentina, con
“rivales” (Estados Unidos y España) frente a los
cuales tiene ventajas importantes, pero también
capacidad de generación de acuerdos comerciales,
de producción y distribución.
La importancia de este sector amerita el
esfuerzo estatal, en razón de que la proyección
internacional de la imagen del país tiene en su
producción cultural un vehículo de singular
importancia. La producción audiovisual y editorial
proyecta presencia, identidad, valores, “marca
país” y bienes virtuales especialmente valiosos en
la sociedad global sentada en las redes y en los
bienes intangibles. Sus protagonistas -entre otros,
productores, autores, editoriales, cineastas, artistas,
publicitarios- son la “cuarta semilla” de la
Argentina exitosa.

304
Los Emprendedores y PyMEs

La quinta mención corresponde a los


emprendedores. En el pasado, fueron la fuerza
dinamizadora de la incorporación de la Argentina a
la globalización de fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX. Fueron los colonos y
chacareros que llegaron desde Europa con sus
habilidades productivas y su cultura, cubriendo el
territorio de la pampa húmeda y desatando la
revolución agropecuaria sobre la que se apoyó el
apogeo argentino entre 1880 y 1930. Fueron los
que montaron los pequeños talleres, desde
metalmecánicos hasta textiles, precursores de las
primeras fábricas nacionales. Los emprendedores
organizaron las primeras Cooperativas
Agropecuarias y brindaron los servicios requeridos
por la sociedad crecientemente compleja de
comienzos del siglo XX, con su saber
especializado en construcción, artesanías,
imprentas, ediciones, bares y restaurantes,
hotelería, sastres y zapateros, editores e
innumerables actividades que construyeron el
entramado social del país exitoso.
Hoy, los descendientes de esos
emprendedores siguen abriendo surcos con
iniciativas novedosas, adecuando sus servicios y
capacidades a las demandas de una sociedad
diferente y muchos de ellos ya han incursionado en

305
el mercado global, como lo hemos destacado en
otro capítulo. Su rol en la Argentina exitosa será
decisivo: constituirán su fuerza motora.
En las economías desarrolladas de
sociedades abiertas, aportan las cuotas más
importantes de generación de empleo y de riqueza.
En Estados Unidos, son pequeñas el 99 % de las
empresas existentes, aportan el 75 % de los nuevos
empleos generados anualmente en el país, emplean
globalmente el 50 % de la fuerza laboral privada,
conforman el 99,7 % de la totalidad de los
empleadores y aportan el 41 % de las ventas
privadas.53 En Italia, por su parte, el 80 % de las
personas ocupadas en la industria lo están en
empresas pequeñas, con un promedio de diez
personas por empresa.
En la Argentina, a diferencia de Estados
Unidos y de Italia, el fastidio del Estado de la
decadencia con las pequeñas empresas se expresa a
través de la ausencia de un trato impositivo
especial, la exigencia de requisitos de autorización
y gastos administrativos, tasas, aportes e impuestos
iniciales que en ocasiones superan el capital
necesario para poner en marcha el
emprendimiento, la ausencia absoluta de guías
estatales y de orientaciones en técnica organizativa

53
Barreto, Héctor V., OCT 2005, en eJournal USA, “Perspectivas
Económicas-Octubre 2005”, en
http://usinfo.state.gov/journals/ites/0106/ijes/barreto.htm

306
y la inexistencia de respaldo crediticio especial
adecuado a las características de los
emprendedores y emprendimientos.
No obstante, una Argentina exitosa contaría
con el principal requisito para ponerse en marcha:
los emprendedores. La decisión política de atacar
los obstáculos al renacimiento del empresariado
emprendedor en la consideración de las políticas
públicas, la reversión de la actitud fiscalista hacia
una actitud de respaldo y promoción y la
desaparición de recaudos reglamentaristas
neutralizantes de las iniciativas, reconvertiría a este
sector en un soporte de la nueva modernización, la
de la Argentina exitosa en el mundo global.
A las razones anteriores debe agregarse otra,
de similar importancia: el mundo global será el
mundo de las personas, más que de los Estados y
de las Empresas. La nueva sociedad-red estará
asentada cada vez más en los seres humanos
individuales. El desarrollo de las cualidades,
iniciativas y capacidad empresarial será
-valoraciones aparte- un ingrediente determinante
para el éxito o el fracaso de la vida en este nuevo
paradigma de sociedad global. La Argentina debe
multiplicar su capacidad de generar
emprendedores, facilitar su desenvolvimiento y
elevar la excelencia de la formación de sus
ciudadanos. No será, entonces, sólo económica la

307
razón del involucramiento del Estado en la
promoción de este sector.
Los emprendedores, con su vocación de
pioneros y su ética de trabajo, son la “quinta
semilla” para la Argentina exitosa.

La industria

Es impensable un mundo moderno sin


industria. Su desarrollo ha significado el desarrollo
de la modernidad, de la razón, de la ampliación de
la libertad personal, de la apertura de nuevos
horizontes de vida a personas antes condenadas a
una vinculación agobiante con el terruño. La
industria requirió la educación masiva -puerta de
entrada al mundo del conocimiento-, la democracia
política, los salarios, el acceso a bienes cada vez
más abundantes.
Como todo avance, la industrialización
también presentó nuevos desafíos y problemas que
debieron enfrentar los Estados: proteger a los
menores, mujeres y ancianos en una sociedad que
limitó el alcance de la familia pre-industrial como
ámbito de pertenencia y último espacio de defensa
de los seres humanos ante las incertidumbres de las
enfermedades y la vejez; defender al salario, como
mecanismo de compensación de la parte más débil
de las relaciones económicas del proceso
industrial; diseñar la normativa necesaria para

308
proyectar equidad en la distribución de los frutos
de la actividad económica; garantizar a las
personas el piso de dignidad compatible con el
desarrollo económico.
Los Estados nacionales, además, enfrentaron
nuevas demandas por parte de los titulares de las
empresas, los “capitalistas”: la protección de sus
mercados internos. La vida económica se hizo
crecientemente sofisticada y las normas
demandaron análisis más elaborados. Surgieron los
“lobbys” que presionaron a los Estados -en
ocasiones, con mucha fuerza- para lograr
decisiones favorables a intereses de los sectores, no
siempre equitativas. Su principal argumento era
protegerse y competir con un mundo en el que
todos hacían lo mismo.
Las empresas y los empresarios
(agropecuarios, industriales, financieros, de
servicios) conformaron un “poder económico”, a
menudo heterogéneo en cuanto los intereses
específicos de cada sector eran diferentes. No
obstante, los Estados -en el mundo preglobalizado-
medían su importancia por la dimensión de su
Producto Bruto, aportado por las actividades
industriales, que, en ocasiones y para mayor
complejidad, asumían por sí mismos.
El mundo global rompe este equilibrio
“interno”. Los nuevos problemas -escasez
energética, deterioro ambiental,

309
transnacionalización del capital financiero,
comercio crecientemente abierto, movilidad de
capitales en tiempo real, debilidad de los Estados,
protagonismo creciente de las personas en un
mundo de servicios y matrices de producción
fragmentadas y deslocalizadas- presentan a las
empresas nuevos desafíos.
En nuestro caso, la Argentina tiene una
historia de interdependencia entre su industria y su
Estado. Su “modelo oficial” desde la crisis de 1930
es el de un Estado protector y responsable del éxito
industrial, interrumpido por las pocas experiencias
modernizadoras, casi todas frustradas. La
economía, a grandes rasgos, funcionó con un sector
agropecuario proveedor de divisas, un porcentaje
de las cuales -mayor o menor, según los gobiernos-
se expropió para financiar las demandas de bienes
de capital e insumos intermedios importados,
destinados a una industria volcada al consumo
interno y escasamente exportadora debido,
justamente, a la protección de mercado impuesta
por el Estado. El campo subsidió estructuralmente
-no circunstancialmente- el modelo, vía sueldos
más bajos permitidos por los alimentos baratos
-consecuencia de las retenciones- y vía provisión
de divisas confiscadas por el juego “manipulación
del tipo de cambio-retenciones”.
El límite del “modelo” fue entonces la
disponibilidad de divisas agropecuarias. La tensión

310
“campo-industria” fue latente o explosiva, pero
estuvo siempre vigente.
De cara al nuevo paradigma global, este
“modelo” está condenado a la implosión. Las
industrias que sobrevivirán requerirán ser
mundialmente competitivas sobre una de las
siguientes columnas: los salarios más bajos, la
intensidad de capital más alta, o la capacidad de
innovación más rápida. Los países atrasados
optarán por la primera columna -al menos, al
comienzo de su proceso modernizador-; los países
desarrollados, por el segundo -tienen abundancia
de capitales para diseñar plantas totalmente
robotizadas-; queda para los países de desarrollo
intermedio, la tercera: la capacidad de innovación.
Por supuesto que los desarrollados también tienen
esta columna abierta y potenciada: saben mejor que
nadie que su supervivencia depende, también en
ese nivel, de su habilidad para innovar.
Esta columna es un intangible. Depende del
dinamismo emprendedor, de la capacidad de
incorporar a los procesos productivos innovaciones
que reduzcan costos indefinidamente, de la
profesionalización de su “management” para el
“marketing” interno y externo, de su habilidad para
detectar nichos de mercado y para relacionar su
cadena de valor con actores externos, en síntesis,
de su destreza para adaptarse a las nuevas reglas de

311
juego vigentes en el mundo, convertido en “el”
mercado.
La industria argentina también tendrá frente
a sí dos caminos: asumir su reconversión en actor
del nuevo proceso global, o persistir en su vieja
visión del mundo que se muere.
Si toma el primer camino, su papel en la
Argentina exitosa del mundo global será señero.
Por la capacitación de sus liderazgos, su
habitualidad de trato con sus similares de la región
y el mundo, su conocimiento sobre los mecanismos
financieros, su mayor facilidad para acceder a
información científico técnica y de mercado, puede
ser un eje articulador de la relación de la Argentina
con el mundo. Será la sexta -aunque quizás la más
importante- “semilla” de la Argentina exitosa.
Si toma el segundo, será un actor importante
en el estancamiento nacional. Se acercará a
liderazgos políticos clientelistas, de escasa
homologación democrática. Su relación con el
poder bordeará permanentemente el delito y su
enfrentamiento con los productores agropecuarios
reproducirá periódicamente el “serrucho” que
acompañó al estancamiento argentino en las
últimas décadas.
Los actores más dinámicos de las clases
medias, motores del cambio, sufrirán el aislamiento
que les bloqueará o dificultará sus posibilidades de
inserción global. Esta industria será, en síntesis, un

312
componente central de la “corporación de la
decadencia”.

Fuerzas del cambio frente a la “corporación de


la decadencia”

Para poner en marcha el proceso hacia la


Argentina exitosa, las fuerzas del cambio deben
predominar sobre el conjunto de actores
hegemónicos en el paradigma autárquico, una
especie de “corporación de la decadencia” y
articular sus demandas, impregnar con ellas a las
fuerzas políticas y eventualmente organizar sus
propias fuerzas representativas.
Frente a ellas tendrán varias clases de
obstáculos:
1. Económicos. Serán aquellos que requieren para
su subsistencia la persistencia de un sistema de
economía cerrada, con confiscaciones de ingresos
y subsidios cruzados decididos discrecionalmente,
según las necesidades de la acumulación política y
económica del grupo dominante. Empresarios
protegidos, personas sujetas a lazos prebendarios y
beneficiarios de mecanismos de apropiaciones de
ingresos.
Sus intereses serán claros: apropiarse de “rentas”
allí donde consideren que existen y sean captables
-hidrocarburos, excedentes agrarios, manejo
cambiario y financiero del aparato estatal, ahorros

313
previsionales- a través de diferentes mecanismos,
utilizados en diferentes etapas históricas:
retenciones a las exportaciones agropecuarias,
apropiación centralizada de la renta petrolera,
sobreprotección arancelaria, devaluaciones masivas
que transfieran ingresos hacia esa industria
protegida reduciendo ingresos a las personas con
ingresos fijos, apropiación y manipulación de
ahorros previsionales, etc.
2. Políticos. Las medidas se apoyarán en diversas
justificaciones, que utilizarán a menudo varios
tipos de argumentaciones ideológicas deformadas
por el dogma: nacionalistas, progresistas,
indigenistas y eventualmente, “anti-imperialistas
tardías”.
1. El pensamiento nacionalista, profundamente
reaccionario, enfrentará la globalización
aludiendo al temor por la desaparición o
licuación de la “nación”. De su seno es posible
que surjan reacciones chauvinistas, anti-
inmigración, racistas e incluso violentas. Si bien
en la Argentina no han tenido nunca una
predominancia política, muchas de sus ideas
han impregnado el imaginario cultural de
fuerzas políticas mayoritarias y, disimuladas
tras el progresismo, han postulado verdaderos
retrocesos a estadios premodernos.
2. El progresismo “ideológico”, por su parte,
carga con la herencia de las utopías socialistas

314
derrumbadas por la implosión del “socialismo
real” y la evidencia de las miserias humanas en
los países en los que perdura, convertidos en
verdaderas cárceles nacionales y en museos de
represión y violación sistemática de derechos
humanos. Vencido culturalmente por el
“neoliberalismo” en los años 90, los errores
políticos descomunales de la política exterior
norteamericana a partir de la gestión de George
W. Bush le abrieron un espacio de
recuperación, potenciado por otra beneficiosa
coyuntura internacional: el incremento del
precio del petróleo. Sobre esa base han
retomado impulso conservando las mismas
contradicciones teóricas del bloque soviético
durante la guerra fría: unir en un mismo bloque
esencialmente antinorteamericano a fuerzas
diversas, en general sin democracias
homologables y escaso respeto a la jerarquía del
individuo como núcleo de la organización social
y política, es decir, definidamente pre-moderna.
Como se analizó anteriormente, el propósito
real del liderazgo “chavista” es incrementar la
sensación de inestabilidad mundial, a fin de
fogonear el alza del precio del petróleo y para
ello se propone la conformación de un bloque
mundial consistente con ese propósito. El
progresismo en la Argentina está unido,
centralmente, por su aversión cerril a los

315
Estados Unidos y, en menor medida, a las
tradicionales instituciones ordenancistas, como
las Fuerzas Armadas y la propia Iglesia
Católica. Alejado de los conceptos señeros de la
modernidad y aún del marxismo clásico -que
consideraba importante el rol modernizador del
capitalismo internacionalizado-, ha retrocedido
incluso con respecto a los propios ideales de la
ilustración, su respeto a todos los seres humanos
en su condición de tales y su dignidad esencial,
que debe defenderse por encima de las
abstracciones sociales como el “Estado”, la
“Nación”, o la “soberanía”.
3. El indigenismo se apoya en reivindicaciones
telúricas de contenido racista, reivindicatorias
de culturas ancestrales existentes antes de la
llegada de la modernidad, del descubrimiento
de América y de la Revolución Industrial. Su
fuerza en la Argentina no es importante, salvo
en cuanto despierta solidaridades políticas en
actores que sí tienen importancia en el escenario
nacional: el progresismo y el “anti-
imperialismo”.
4. Por último, el “anti-imperialismo tardío”
tiene varios enfoques aunque se concentra
también en su aversión a los Estados Unidos.
Por diferentes causas, se autodefinen como
“anti-imperialistas” -y, en consecuencia, “anti
globalizadores” en cuanto perciben a la

316
globalización como una estrategia
norteamericana para preservar su hipotético
dominio del mundo- tanto los “nacionalistas”,
los “progresistas” y los “indigenistas”, aunque
también algunos matices de los tradicionales
partidos populares argentinos que han apoyado
su épica fundacional en viejos episodios de
enfrentamiento simbólico con Estados Unidos,
quizás justificados en el “viejo mundo” de los
Estados-nación pero con graves incoherencias
al trasladarse automáticamente al mundo
globalizado.
Omitimos en este listado a un racimo de
pensadores que impulsaron en las últimas dos
décadas en el plano internacional –principalmente
en Estados Unidos y Gran Breataña- el
autodenominado campo de los “estudios
culturales”, a partir de la antropología pero sin
lograr desarrollar un cuerpo coherente de ideas que
trascienda su descalificación folletinesca al
“neoliberalismo”. La corriente, que ha perdido
fuerza en los últimos años, ayudó sin embargo el
esfuerzo dialéctico de quienes unían fuerzas contra
la modernidad sin advertir que su consecuencia era
la adopción de un relativismo moral justificatorio
de las violaciones más atroces de los derechos
humanos cometidas en sociedades jerárquicas,
cerradas y represivas en la que la vida humana, la
integridad física y moral de las personas y la

317
autonomía de su voluntad era reducida a cenizas.
Esta influencia llegó al país en forma difusa
especialmente al campo intelectual y no fue
adoptada en forma explícita por ninguna de las
fuerzas políticas actuantes en la Argentina, aunque
se mantiene como un supuesto crítico de la
modernidad en el discurso “progresista”.
Ninguno de estos conglomerados ideológico-
conceptuales acepta la globalización, el cambio de
paradigma de organización planetaria, la realidad
de la sociedad-red, la revalorización del individuo,
las nuevas vinculaciones en tiempo real entre
individuos “deslocalizados”, los mercados abiertos,
la potencialidad del flujo global de bienes, valores,
finanzas, culturas, comercio, política y hasta
iniciativas personales. Son fuerzas esencialmente
reaccionarias, si por tal concepto entendemos el
intento por frenar la marcha del proceso de cambio
económico, político y social y conservadoras, en
cuanto su propósito es mantener el “statu-quo” . En
conceptos clásicos de la propia izquierda, se
oponen al cambio de las relaciones de producción
hacia las nuevas formas globalizadas, que liberarán
una nueva etapa de fuerzas productivas globales,
siendo en consecuencia y en esa cosmogonía,
“contrarrevolucionarios”.
Los objetivos de estas fuerzas son claros y
singularmente obsoletos:

318
1. Aislamiento del circuito mundial de
información, finanzas, tecnología, comercio libre e
instituciones multilaterales.
2. Reducción de los espacios de libertad personal a
niveles decididos exclusivamente por el poder.
3. Subordinación de los diferentes escalones del
poder a las decisiones políticas centralizadas.
4. Subordinación de los derechos y libertades
individuales a los fines establecidos por el poder.
5. Retroceso institucional hacia niveles de escasa o
nula homologabilidad democrática.
Esas fuerzas resistirán el cambio.
A ellas deberán enfrentar quienes deseen una
Argentina exitosa en el mundo global, cuyos
objetivos serán exactamente los contrarios:
1. La integración creciente al circuito mundial de
información, finanzas, tecnología, comercio libre e
instituciones multilaterales es inherente a la
posibilidad de desarrollar en el país
emprendimientos exitosos bajo el nuevo
paradigma, participando activamente en la
construcción normativa global.
2. La ampliación de los espacios de libertad
personal, con creciente autonomía de decisión en
los ciudadanos, imprescindible para potenciar la
iniciativa y el espíritu pionero que requiere un
mundo con personas en competencia constante.
3. La descentralización del poder hacia los niveles
más cercanos al ciudadano, requerida para

319
optimizar los recursos públicos, sociales y
naturales.
4. Subordinación del “poder” a los derechos y
libertades de las personas. Sus potestades deben ser
las mínimas necesarias para garantizar la
convivencia. Sin esta subordinación, la
potencialidad de la libertad para desatar un
crecimiento moderno está fuertemente limitada por
la incertidumbre y los proyectos que requieren
largo plazo de maduración son imposibles.
5. Perfeccionamiento y calidad institucional
democrática homologable con los requerimientos y
compromisos internacionales. Nadie -ni personas
del país ni del exterior- decidirán inversiones o la
implementación de proyectos de largo plazo en una
sociedad que no garantice que el fruto de su
inversión, trabajo y esfuerzo productivo no le serán
confiscados por la inseguridad, el delito o
decisiones políticas arbitrarias. En especial, sin
calidad institucional creíble y estable, los
requerimientos de inversiones en infraestructura
deberán ser financiados por ahorro interno,
restando posibilidades a la inversión de mercado y
a la inversión pública en equidad social. Nadie
confiará tampoco en un país gobernado por un
Estado despreocupado de construir ciudadanía,
indiferente ante los desequilibrios sociales,
ignorante de sus responsabilidades básicas o

320
sometido a la incertidumbre de los caprichos de los
funcionarios por encima de la vigencia de la ley.
Las fuerzas del cambio irán creciendo a
medida que el nuevo paradigma mundial avance.
El aislamiento resultará crecientemente asfixiante y
las limitaciones intrínsecas al crecimiento
provocarán las tensiones ya descriptas. El debate
público se hará más denso y la corporación de la
decadencia deberá optar por ampliar su ejercicio
represivo achicando los espacios democráticos, o
aceptar espacios de cambio, desatando el proceso
de apertura.
Sin embargo, ese proceso no será lineal.
Hemos sostenido que habrá en la Argentina
personas que no aceptarán el límite del modelo
“cerrado” y se relacionarán en forma directa con el
mundo, tal como ocurre con países que a pesar de
sus fuertes componentes represivos no logran aislar
totalmente el debate interno de la realidad mundial.
China es el caso paradigmático: su apertura
económica es crecientemente contradictoria con su
encierro político.
Ello no ocurrirá sólo por la dinámica interna
de la argentina: es la dinámica del mundo. Los
ciudadanos son cada vez más protagonistas de una
realidad planetaria cada vez más “plana”, menos
limitada por las estructuras y más asentada
directamente las personas. Esas personas, en el
mundo y en el país, se integrarán al sector

321
dinámico de la economía del mundo apoyadas en la
red, el comercio de servicios, la capacitación y el
intercambio de bienes intangibles y es probable
que suceda en el país un creciente “trade-off” entre
las fuerzas del cambio y la corporación de la
decadencia, que producirá un equilibrio inestable.
La inestabilidad marcará probablemente el
desarrollo del proceso argentino en las próximas
dos décadas.
Las consecuencias extremas de uno y otro
camino son previsibles. Lo que es difícilmente
previsible es el grado de compromiso en cada
momento entre ambas fuerzas y su avance
temporal. La situación internacional, los márgenes
que otorgue la generación de riquezas de la
economía y el nivel de conciencia de los
ciudadanos, la inteligencia de los actores políticos
y su capacidad de liderar el cambio o de liderar el
“statu-quo” determinarán ese ritmo.
Parece probable, de cualquier forma, que lo
que realmente esté en juego no sea tanto la
incorporación de argentinos al mundo global, sino
cuántos lo lograrán, para lo cual una correcta
política, asignación de recursos y adecuado
funcionamiento estatal serán decisivos.
Barrios privados y zonas elegantes habrá
siempre. El interrogante es si esos barrios privados
y zonas elegantes serán el espacio de vanguardia de
una Argentina exitosa destinada a incorporar a

322
todos al bienestar, la modernidad, los buenos
servicios de salud y educación, el respeto a las
normas, la homologabilidad global, e incluso el
lugar de concreción de los viejos valores culturales
de la solidaridad, la cooperación y el espíritu
pionero, o se convertirán definitivamente en el
bunker de los exitosos en un territorio que aunque
se siga llamando “República Argentina” habrá
dejado de razonar en clave de país, para convertirse
en un mero lugar de asentamiento territorial de
personas sin identidad nacional que las unifique.
En estos “bunkers” vivirán los exitosos por
sus propios méritos, aunque intentarán mimetizarse
entre ellos los gestores del país segregado. Se
constituirán en la muestra más palpable de las
contradicciones de un modelo conflictivo y
violento, que promueve la fragmentación social y
el desinterés por la construcción de un espacio
público de convivencia amigable, libre,
saludablemente estructurado y ámbito de
realización plena de sus habitantes.

323
324
Capítulo 11
La inserción de la Argentina en el mundo
Las cuatro dimensiones de la integración – Física,
económica, virtual y política-. La política exterior.

¿Cuál es el camino de inserción de la


Argentina en el mundo globalizado?
Antes de avanzar, cabe una digresión. El
mundo globalizado se impondrá, como lo está
haciendo, configurando un nuevo paradigma no
sólo económico, sino social y político. El
entramado de relaciones virtuales, comerciales,
productivos, políticos, humanos y económicos que
se está configurando por sobre la vieja división en
Estados Nacionales avanza en forma asincrónica,
pero inexorable. La integración global de procesos
económico-productivos, la posibilidad de
transferencia de información en tiempo real, la
proliferación e interrelación de redes, son
elementos irreversibles, salvo algún proceso
catastrófico que retrotraiga el mundo a la
prehistoria.
Se puede llegar a ese nuevo paradigma
conduciendo el proceso, o superado por él.
Conducirlo implica estudiarlo, comprender su
esencia, su dinámica, sus inexorabilidades y sus
flexibilidades. Analizar el sitio disponible, definir
una estrategia para acceder a él, incluyendo a todos

325
y formulando, igualmente, las políticas internas
coherentes a tal objetivo.
No es una visión resignada, pero tampoco
voluntarista. Por el contrario, comienza por
comprender la inexorabilidad de lo inexorable. El
gran salto adelante de la Argentina de fines del
siglo XIX hubiera sido imposible sin ferrocarriles,
aunque ello significara el fin de las redes de postas,
carreros, carreteros, criadores de caballos y oficios
vinculados a esa actividad. Esos oficios se
extinguieron y aparecieron los modernos
trabajadores del riel y sus servicios: conductores,
maquinistas, fogoneros, mecánicos, talleres.
Tampoco hubiera sido posible sin el tendido de
redes de telégrafos y teléfonos, aunque significara
–como se menciona en otro lugar- el fin de la
esforzada función de los chasquis, portadores
durante siglos de las noticias producidas en otros
lugares. No hubo más chasquis , pero surgieron los
telegrafistas, los administrativos, los carteros
distribuidores, los electricistas y mecánico-
electricistas, los ingenieros en comunicaciones y
hoy, los expertos en sistemas...
Esos ejemplos –y muchos otros- significaron
un cambio social, impuesto por la nueva realidad
del país moderno, que provocó el fin de actividades
ancestrales, fuertemente insertas en las sociedades
preindustriales.

326
En aquel cambio de paradigma del mundo
preindustrial al mundo moderno fue la realidad la
que actuó sobre las consecuencias y muy poco el
Estado. Hoy, por el contrario, la complejidad de la
vida social ha dado al Estado funciones y
capacidades de acción que antes a nadie se le
hubiera ocurrido que eran su responsabilidad.
Fueron surgiendo con la instalación en el país de la
modernidad y aunque en la última etapa del
período quedaron superadas por las
transformaciones socioeconómicas de fin del siglo
XX y comienzos del XXI, quedó el concepto de la
responsabilidad estatal para lidiar con los
problemas que la sociedad considera que superan
la esfera de influencia de los ciudadanos
individuales. Para desempeñarla con eficacia debe
comprender los fenómenos, ya que ignorándolos
no podrá actuar sobre sus consecuencias.
El esfuerzo de cambio será grande, aunque
en la prácticas políticas más que en lo intelectual.
Exigirá capacidad de generación de consenso entre
las élites, un cambio de actitud en la competencia
política, la aceptación de la pluralidad de visiones
con comprensión de la diversidad y la búsqueda de
articulaciones superadoras.
En este capítulo se esbozan, de cara hacia
exterior, diferentes niveles de integración al mundo
global. Imagina a la Argentina como el centro
nodal de diferentes estrategias, según las

327
características de los sectores analizados, que, en
una visión de geometría variable establezca las
políticas necesarias para que el ingreso en el
mundo globalizado roveche las potencialidades del
país y permita programar los cambios internos para
adecuar el funcionamiento social argentino a las
exigencias de la nueva realidad planetaria.

La dimensión regional: integración física

La primera dimensión de la integración


exitosa debe concretarse en el plano regional. El
desarrollo de la infraestructura con los vecinos, que
inserte a la Argentina con la región, que configura
su lugar primario de relación con el exterior, ha
sido objeto de esfuerzos fragmentados que deben
encararse como una política permanente. La
herramienta del MERCOSUR tiene en esta
dimensión un valor sustantivo, a condición de
despojarlo del ideologismo –aunque conservando
la cláusula democrática en plena vigencia- y
volcarlo al diseño y concreción de la red de
infraestructura.
Hay tres líneas prioritarias: hacia Brasil,
hacia Chile y hacia Bolivia por su importancia en
dimensión de mercado, apertura hacia los puertos
del Pacífico y la integración energética; y dos
necesarias articulaciones particularizadas, con
Uruguay y Paraguay, que aunque no parezcan tan

328
decisivas, tienen una significación muy grande
para ayudar a “soldar” la región.
En el primer caso, se trata de facilitar el
acceso al mercado en crecimiento más cercano a
nuestra realidad, el “BRIC” más accesible no sólo
por la cercanía sino por el entrelazado que, con
altibajos, han gestado nuestras economías en las
últimas décadas; y de desarrollar una base de
infraestructura energética que potencie las ventajas
de la escala, de la diversidad de fuentes y la
diferencia en los ciclos de demanda. La conversión
de Brasil en una potencia energética podrá ayudar a
la Argentina a atenuar los efectos de las patéticas
políticas desarrolladas en el sector desde 2002 en
adelante, que han reducido las reservas y
desinteresado las inversiones en exploración por la
inseguridad jurídica, la ausencia de planificación y
el temor a las apropiaciones por decisiones
políticas discrecionales al margen del estado de
derecho.
En el plano caminero debe culminarse
definitivamente la Autovía Buenos Aires – San
Pablo, por una traza que atraviese las provincias de
Entre Ríos y Corrientes y constituya la columna
vertebral del tránsito terrestre. Esa autovía
vinculará los dos mercados de consumo más
importantes de América del Sur, con su gran
capacidad de irradiación. Son también, en ambos

329
casos, centros logísticos de distribución del
comercio interno de cada uno de los dos países.
La integración ferroviaria debe concitar un
análisis especial. La recuperación del Ferrocarril
Urquiza, en nuestro país y sus vinculaciones con la
red ferroviaria brasileña, no deben descuidarse
atento a la revalorización del ferrocarril como gran
transportista de carga, frente a las exigencias de
ahorro energético y atenuación del deterioro
ambiental. La navegación por los ríos Paraná y
Paraguay debe aprovecharse con las obras
necesarias de la Hidrovía, que responden a una
necesidad compartida con Paraguay y aún con
Bolivia.
El sistema de distribución de gas debe
diseñarse tendiendo a la creación de un mercado
regional, que convocará inversiones
internacionales para su tendido y explotación.
Hacia Chile, el proceso iniciado con el
Tratado de Paz e Integración debe recorrerse
multiplicando los pasos fronterizos, el tendido de
líneas férreas a través de la Cordillera, y las
facilidades de utilización de puertos atlánticos
argentinos y pacíficos chilenos para uso binacional.
La integración energética ayudará al desarrollo de
emprendimientos conjuntos en el plano gasífero y
eléctrico.
Hacia Bolivia, la infraestructura incluye los
pasos fronterizos, la vinculación vial, el tendido del

330
Gasoducto del Norte y el análisis de posibles
desarrollos ferroviarios.
Con Paraguay y Uruguay, la integración
debe reforzar los pasos existentes, mejorar y
desarrollar la infraestructura portuaria, dragados y
señalizaciones, articular los sistemas ferroviarios,
completar la vinculación carretera con la
construcción de un nuevo puente más cercano a
Buenos Aires –sea a Colonia sobre el Río de la
Plata, sea a Carmelo sobre el Río Uruguay, o
incluso ambos-, ampliar la vinculación energética y
gasífera; y con toda la región, ampliar
sustancialmente el tendido de redes troncales de
fibras ópticas y microondas.
La integración regional debería apuntar a
consolidar una región en la que el libre
desplazamiento e intercambio proyectado de
bienes, capitales y personas en los documentos
básicos del MERCOSUR se convierta en realidad,
en un plazo no mayor a una década.

La dimensión económica: acuerdos de


comercio e inversiones

La globalización requiere comercio libre.


Pero el comercio libre lleva a la crisis a actividades
tradicionalmente protegidas por los mercados
cerrados. Entre estos extremos juega la exigencia
de claridad y compromiso del Estado, a fin de

331
facilitar la reconversión económica para ingresar al
mundo globalizado sin costos sociales sino por el
contrario, previendo y ayudando al surgimiento de
actividades novedosas y fuentes de ocupación que
contengan a las actividades condenadas a
desaparecer.
La organización comercial del mundo hoy
presenta escalones superpuestos de normativas
globales, grupos regionales y relaciones bilaterales
entre países o entre grupos regionales. Cada uno de
estos escalones es una oportunidad y un desafío.
En todos deben proyectarse los intereses del país,
entendiendo por tales los definidos en los capítulos
previos. Será imposible una estrategia coherente de
negociaciones económicas globales sin definir
claramente los objetivos internos de
transformación que se persiguen con su
correspondiente perfil de inserción externa y si ello
se intentare lo más probable es que las
negociaciones económicas internacionales sólo
reflejarían el balance de poder de los factores de
poder internos, más que la estrategia definida por
la Nación. Esa línea sería coherente con el
mantenimiento de la situación actual, en los
términos definidos en el Capítulo 16.
Los acuerdos de libre comercio serán
herramientas de la estrategia que se elija, al igual
que la construcción del mercado ampliado
regional. El comercio internacional, crecientemente

332
normado con la incorporación de nuevos Estados a
la Organización Mundial de Comercio, tiene
frentes de batalla en todo el mundo. Los Estados
juegan con la tensión de abrir el comercio de los
demás para conseguir mercados y de resistir a su
propia apertura para defender sus actores
económicos menos predispuestos al cambio o con
menos competitividad. Deben arbitrar
permanentemente entre estas dos tensiones y la
forma en que en definitiva lo hagan definirá su
actitud hacia la globalización y las posibilidades de
sacar ventaja de sus potencialidades. Abrir sus
economías demasiado rápido puede traducirse en
problemas sociales graves, lo que es conocido y
usado por los sectores afectados para presionar
para mantener protecciones; mantener su espacio
económico cerrado, por el contrario, tendrá como
contrapartida tensiones permanentes con otros
Estados, pleitos internacionales y dificultades para
proyectarse hacia fuera en los sectores en los que
es más competitivo, por lo que requiere una
decisión política lúcida y potente para garantizar su
proyección temporal.
Esa dimensión comercial de la integración
tiene, entonces, lógica propia. No puede atarse a
dogmas territoriales, ideológicos o políticos. Si la
integración territorial requiere por definición la
acción dirigida a los vecinos, la integración
comercial tiene como territorio la articulación de

333
intereses económicos, quizás con economías
geográficamente alejadas, pero complementarias,
avanzando hacia el utópico mundo sin fronteras.
En el mundo de la integración comercial, el
piso global son las normas de la Organización
Mundial de Comercio, en la que la acción
argentina debe mantener el objetivo de lograr la
liberación del comercio agrícola. Esta meta, sin
embargo, tiene como precio natural la apertura
industrial y de servicios. La dinámica de este
complejo proceso integrador no es ni será lineal,
pero su rumbo será mantenido hacia un creciente
comercio mundial liberalizado, ya que es
consustancial con el paradigma global en
construcción cuyas propiedades no dependen de la
decisión política de los países sino del avance
tecnológico, que no retrocederá porque está
funcionando como soporte de una red económica
ineludiblemente global. Mantener el encierro ata el
país al pasado, obstaculiza la incoporación a los
beneficios de la revolución tecnológica y lo va
convirtiendo lentamente en un museo, sin
capacidad de responder a las expectativas de
bienestar de una población creciente, lo que
incubará más tensión social y volencia cotidiana.
Una base es inexcusable: la vigencia del
orden jurídico. Como está analizado en el capítulo
correspondiente, un estado de derecho cuyas
normas y funcionamiento sean homologables

334
internacionalmente es un elemento decisivo para la
capacidad de generar una corriente inversora y para
reducir los costos de transacción incluidos en todas
las operaciones económicas.

La dimensión virtual: el mundo


hispanohablante

Un colectivo virtual que supera las


cuatrocientas millones de personas, ubicadas
mayoritariamente en América Latina, con
extensiones en las dos comunidades desarrolladas
más sólidas del planeta: Estados Unidos –más de
cuarenta millones de hipanohablantes- y España –
con otros cuarenta millones- permiten diseñar y
ejecutar una estrategia dirigida a un mercado con
una protección natural: la lengua que utilizan.
El mundo virtual ha agregado –como hemos
visto- un importante capítulo de generación de
riqueza que se extiende a prestaciones de servicios
de diferente naturaleza y calidad. Producción
audiovisual, producción de software, ediciones
impresas, producción educativa, servicios médicos,
consultorías, etc., configuran actividades
económicas de alta rentabilidad con la
contrapartida de su escasa demanda energética, lo
que ayuda a un crecimiento menos dependiente de
la utilización de los hidrocarburos.

335
La dimensión virtual es propia del mundo
del futuro y no está limitada por la vecindad –como
la territorial- ni por los intereses del intercambio –
como la comercial-. Es una dimensión que se
proyecta nítidamente sobre el perfil del mundo
global, con escasos límites político-administrativos
y que gira prácticamente sobre los circuitos
globales, tanto en el intercambio de productos
como en los pagos. Es, además, la dimensión que
los ciudadanos pueden utilizar en forma directa,
como lo vimos en el Capítulo 2 cuando vimos la
especificidad diferencial de esta globalización con
respecto a las anteriores, protagonizadas
centralmente por los Estados y por las empresas.
Es difícil analizar la potencialidad de la
economía virtual propia de esta integración. Tiene
una repercusión directa –por los fondos que
integran los precios, aranceles, honorarios, tarifas o
salarios- y una indirecta, por su llegada a los
lugares más recónditos de todos los países, aún los
más marginales, a sola condición de contar con
terminales de comunicación adecuadas y personas
adecuadamente capacitadas.
Su repercusión, además, no se agota en la
red, sino que suele servir de ingrediente a
producciones físicas. El caso quizás más
paradigmático sea el de la impresión por demanda,
sistema que permite la edición de libros o impresos
que, transmitidos por la red, son “bajados” al

336
mundo físico por pequeñas empresas radicadas en
diferentes lugares, cercanos a la demanda, que
permite reducir “stocks”, agilizar la entrega y darle
productividad a iniciativas antes condenadas a la
inexistencia por insuficiencia de demanda. Similar
comentario podría realizarse sobre la
diversificación de la oferta publicitaria, cada vez
más segmentada y más cercana a una
individualización inimaginable hace poco tiempo.
En los capítulos 2 y 19 mencionamos la
diversidad enorme de servicios que se prestan
sobre la red y que conforman un mercado en plena
expansión a medida que se profundizan las
facilidades en ancho de banda, sofistificación de
programas y complementos crecientes, en
confluencia con la telefonía móvil y el acceso
inalámbrico a INTERNET.
Esta dimensión requiere acciones de
impulso, más que de defensa de mercado. Respaldo
a iniciativas como coproducciones audiovisuales,
desarrollos de soft en español y empresas
publicitarias son el aporte que el sector público
debe brindar a quienes protagonicen esta incursión
en la globalización, que, a diferencia de la
territorial y la comercial, no necesita
indispensablemente la acción estatal directa o de
grandes empresas. Hemos expresado que en la
Argentina existen actores con el dinamismo
suficiente como para aprovechar estas ventajas sin

337
ayuda alguna del Estado, pero hay que destacar que
sin esa acción pública en educación de calidad, en
readiestramiento laboral y capacitación permanente
y en asegurar la extensión de la red convertida en
servicio universal, será más difícil que las
posibilidades sean aprovechadas no sólo por los
más activos y dinámicos, sino también por las
mayorías.

La dimensión política: hacia la democracia


planetaria

Vimos en la primera parte la demanda


central de la nueva etapa del mundo: construir una
política global que contenga a las fuerzas
globalizadoras sujetándolas a un diseño normativo
de origen democrático y alcance planetario.
En este esfuerzo, también aparece el
conflicto entre quienes se esfuerzan en desarrollar
ese entramado a partir de una base normativa y la
creación de instituciones multilaterales y quienes
actúan por el borde o al margen de estos esfuerzos,
tendiendo a mantener espacios de ilegalidad y
anomia, a fin de lucrar arbitrando la interacción
entre los actos legales e ilegales, incrementar la
inseguridad global con la que lucran, o preservar su
manejo territorial sin la vigencia para sus
ciudadanos o en su seno de los derechos humanos
reconocidos por la Declaración Universal de los

338
Derechos Humanos y acuerdos internacionales
vigentes.
En la construcción de esa democracia
planetaria el proceso no es lineal y es
imprescindible mantener el rumbo a pesar de los
avances y retrocesos impuestos por la dinámica
mundial. Los “compañeros de ruta” en esta cuarta
dimensión de la integración no serán
necesariamente los mismos que para la integración
territorial, ni para la integración comercial, ni para
la integración virtual. Serán quienes compartan la
misma visión democrática, abierta, plural,
respetuosa de los derechos humanos y responsable
por la paz y la seguridad internacional y tengan en
sus países mecanismos homologables con las
exigencias de la democracia representativa:
elecciones libres, libertad de prensa, división de
poderes, periodicidad de los cargos públicos y
justicia independiente.
Estos países pueden estar demasiado lejos
como para hacer con ellos autopistas o gasoductos,
tener intereses económicos y comerciales tan
diferentes con los argentinos que no haya sustancia
para negociar acuerdos económicos y hablar
lenguas tan extrañas que no resulten atractivos para
la integración virtual del mundo hispanohablante.
Pero pueden tener similar interés en la
construcción de una política global democrática,
sobre los mismos principios de responsabilidad,

339
“accountability”, respeto a la ley, instituciones
transparentes y garantía de la paz y la seguridad
internacionales.
La construcción de la seguridad
internacional se mantendrá como un objetivo
permanente, que demandará una acción paciente,
lúcida y matizada. En el mundo de comienzos del
siglo XXI el deterioro de la organización
internacional de cara a los problemas de la
seguridad ha derivado en una hiperactividad de la
única superpotencia sobreviviente, con reservas
militares gigantescas pero superada en el plano
político por la diversidad de un mundo lleno de
matices, posibilidades y peligros.
La acción argentina debe ser capaz de
comprender esta complejidad, reclamando
permanentemente la creación de foros y espacios
plurales, pero a la vez comprendiendo con realismo
las limitaciones que expresan los organismos
existentes. El propósito de largo plazo de
incorporar a la Argentina como miembro pleno a la
“alta gerencia” internacional debe guiar las
actitudes de la política exterior, menos afecta a la
solemnidad de las declaraciones y más involucrada
en la solución de los problemas y la construcción
de un sistema internacional basado en las normas,
en la democracia, en la paz, en la transparencia del
poder y en el respeto a los derechos humanos sin
sesgos ideológicos.

340
Con ellos debe trabajarse en la construcción
de esos objetivos, colaborando y participando en
las iniciativas que se planteen.
Por último pero no menos importante:
participar en la construcción de la democracia
planetaria exige la vivencia democrática hacia
adentro. La Argentina populista autoritaria de la
corporación de la decadencia poco podrá decir –y
si algo dice, poco será tenida en cuenta- en el
mundo de los responsables, para los que la
vigencia del estado de derecho, la autonomía de las
personas, el respeto a la palabra y a los acuerdos y
la economía de mercado son elementos inherentes
a la construcción de una sociedad superior.

La política exterior

La política exterior de una Argentina


decidida a ingresar en la modernidad con una
actitud optimista y proactiva debe contemplar
todos los espacios de esta geometría variable que
se han analizado, que alcanzan a diversas
competencias internas del Estado pero que deben
ser, de cara al mundo, coordinadas y ejecutadas por
el órgano especializado del Estado para las
Relaciones Exteriores, el Servicio Exterior de la
Nación. Éste deberá mantener y profundizar los
máximos niveles de profesionalidad y exigencia,
interpretar con claridad los objetivos en cada sector

341
y transformarlos en acciones eficaces de política y
relaciones exteriores.
Esa profesionalidad deberá ayudar a
discernir adecuadamente los propósitos en cada
una de estas redes de las que la Argentina se asuma
como centro nodal, de cara a los intereses
nacionales. La búsqueda de la integración física y
en infraestructura es el objetivo central de la
primera dimensión, la regional. Su principal
espacio de trabajo es el MERCOSUR, que incluye
algunos temas propios de las otras dimensiones,
pero que no pueden subsumirse en él, ni mediatizar
sus objetivos prioritarios para el país.
La integración económica al mundo tiene en
el MERCOSUR un escalón, pero no se agota en él,
aunque uno de los socios del MERCOSUR, Brasil,
es a la vez uno de los principales socios
económicos y comerciales del país y uno de sus
mercados externos de mayor significación. Sin
embargo, deben tenerse en claro la diferencia entre
uno y otro de los objetivos de integración.
La globalización incluye la producción
globalizada y ella es incompatible con el
regionalismo cerrado, que en última instancia no
sería otra cosa que una instancia diferente del
paradigma que se muere. Las críticas a la
“fortaleza europea” tienen relación con este
concepto. Por el contrario, los intereses de la
Argentina exitosa en el mundo global requieren la

342
construcción de lazos de confianza, intercambio,
financiamiento y acceso a las redes globales con
las economías más dinámicas y –lo que es más
importante aún- con la economía global.
Nuevamente, deberá ser la profesionalidad de la
política exterior la que compatibilice las
expectativas regionales, incluidas las de nuestro
principal socio, con las necesidades de un país que
se asume como protagonista exitoso del mundo
global en acelerada construcción. El MERCOSUR
que le sirve a la Argentina exitosa se identifica con
el regionalismo abierto y su potencialidad requiere
un escrupuloso respeto a los intereses y dignidad
igualitaria de todos sus integrantes con
independencia de su dimensión territorial,
poblacional, económica o política-militar.
La integración virtual, por su parte, demanda
acciones alejadas de la formalidad de la política
exterior pero no por ello menos trascendentes. En
este campo, será necesario definir las áreas
estratégicas que conforman la base del mercado
virtual: América Latina, la población
hispanohablante de Estados Unidos y España.
Hacia estas áreas es posible delinear políticas que
impulsen la cooperación para la producción, la
integración del mercado de productos virtuales, la
realización de emprendimientos conjuntos –al
estilo de las coproducciones cinematográficas, de
las empresas publicitarias multinacionales, de la

343
edición simultánea de libros en el mundo
hispanohablantes, etc- que potencien su desarrollo.
Igualmente pueden encontrarse y establecerse
formas de transferencias de pagos virtuales que,
ofreciendo suficientes garantías contra los ilícitos y
el lavado de dinero, faciliten el crecimiento del
mercado. Este tema es especialmente importante
para los emprendedores individuales, cuyo giro
particularizado de divisas es muy pequeño y que en
el caso de la Argentina no cuenta con un
tratamiento adecuado y a costos accesibles cuando
se trata de negocios realizados con personas
ubicadas fuera del país, en el mercado
internacional.
Por último, la integración política con el
mundo democrático exigirá la mayor templanza y
visión estratégica. Los socios de la Argentina en
este campo coincidirán con algunos de los socios
en la región –Brasil, Chile y Uruguay-, pero
incluirán a las democracias desarrolladas, que hoy
tienen la principal responsabilidad de brindar el
“bien público global” de la seguridad internacional,
e incluye a los Estados Unidos.
Un rápido sobrevuelo a los conceptos que
anteceden mostrará que hay países con los que
Argentina comparte tres de los cuatro campos
mencionados, aunque no los mismos:

344
a. Con Brasil, Chile y Uruguay
compartimos la primera, la segunda y la
cuarta dimensión.
b. Con España, compartimos la segunda, la
tercera y la cuarta.
c. Con Estados Unidos, compartimos
igualmente la segunda, la tercera y la
cuarta.
d. Con las demás democracias desarrolladas,
compartimos la segunda y la cuarta.
e. Con las economías emergentes del Asia-
Pacífico, compartimos la segunda y
eventualmente, según la evolución del
escenario internacional, la cuarta.
Puesto de otra forma, podría sostenerse que:
a. Para la primera dimensión de la
integración, los socios naturales son los
países limítrofes: Brasil, Uruguay, Chile,
Paraguay y Bolivia.
b. Para la segunda dimensión, los socios
deseables son los “BRIC” –entre los que
destacamos de manera especial y
privilegiada a Brasil-, las economías
maduras y los países emergentes volcados
a la economía global.
c. Para la tercera dimensión, los socios
naturales son los países americanos de
habla hispana, España y los Estados

345
Unidos, por su población
hispanohablante.
d. Para la cuarta dimensión, los socios
naturales son las democracias
desarrolladas del mundo y las
democracias del entorno regional y
latinoamericano.
Como puede observarse, el diseño del
discurso internacional de la Argentina exitosa debe
ser matizado, prudente y alejado de las posiciones
extremas salvo en lo referente a la vigencia de los
derechos humanos. Los intereses del país deben
proyectarse en un mundo complejo y para nada
lineal y hacerlo con eficacia demandará la
utilización plena del cuerpo de profesionales del
Estado de mayor calificación profesional,
lamentablemente no utilizado en las últimas
décadas en plenitud: el Servicio Exterior de la
Nación.

346
Capítulo 12
El camino abierto
La vuelta de la política – Enriquecimiento del debate
público – El oficialismo revive en su pluralismo y la
oposición se despierta – Los reagrupamientos que vienen.

La vuelta de la política

El primer efecto, el más claro, de la batalla


del campo ha sido la vuelta de la política.
Los dramáticos acontecimientos de la última
crisis, siete años atrás, que produjeron una
retracción del 20 % del producto nacional, la caída
de salarios y pasividades a menos de la mitad de su
poder adquisitivo, el incremento de la pobreza y la
indigencia a niveles jamás anticipados en la
Argentina (50 y 30 %, respectivamente), la
desocupación (25 %) y el surgimiento de grupos
expulsados hacia la marginalidad participando en
forma estructurada en el escenario público,
significaron un “shock” cuya consecuencia más
notable fue la desaparición del debate político, la
delegación en el poder y específicamente en el
Presidente de la Nación de una especie de
“dictadura clásica” consentida por la sociedad y
hasta por la sociedad política, y una tolerancia
raramente vista con la falta de respeto a las normas,

347
que fueron diseminándose a todos los estamentos
estatales y privados.
A medida que la crisis se fue superando,
gracias a la situación internacional que comenzó a
tornarse favorable a mediados del año 2002, la
reacción de la sociedad comenzó, primero
lentamente y luego marcándose con paulatina
firmeza. Los medios de comunicación
acompañaron esta evolución, con un alto grado de
tolerancia al comienzo. Y se sumaron, lentamente,
a los crecientes reclamos de conductas políticas
más homologables con una democracia madura.
Empezaron a difundirse las informaciones sobre
hechos de corrupción, a marcarse las actitudes
autoritarias, a reclamarse por la falta de
informacion pública, y fue creciente la
“emigración” de periodistas de credibilidad social
de las cercanías del poder.
Las elecciones intermedias del año 2005
mostraron el “pico” de la popularidad del gobierno.
Las del 2007, de renovación presidencial,
anoticiaban ya del malhumor nacional. La
candidata oficialista perdió en las principales
ciudades del país: Buenos Aires, Rosario, Córdoba
y Mendoza. Triunfó por la fragmentación opositora
y por el apoyo obtenido en los pequeños pueblos
del interior, los que pocos meses después
protagonizarían la “batalla del campo”.

348
En el escenario político, el deterioro de los
viejos partidos –que había llegado a su punto
extremo dos años antes- se había detenido para
fines del 2007, y el escenario no oficialista se
fortalecía con un mayor nivel de convocatoria de
las nuevas formaciones, que obtenían importantes
signos de representación popular: la fórmula
presidencial de la Coalición Cívica fue la segunda
más votada, el PRO obtuvo la Jefatura de Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, el peronismo
comenzó su reorganización con la titularidad del ex
presidente y el resurgimiento de antiguos
liderazgos locales –más o menos cerca de la
reorganización oficial- y el radicalismo detuvo su
caída, con una aceptable presencia parlamentaria
motorizada por nuevos dirigentes.
Sin embargo, la sociedad seguía “bloqueada”
en sus reacciones. Cientistas políticos que
realizaban tareas de campo insistían en un dato
curioso: la desconfianza hacia el gobierno por
muchas personas que, sin embargo, lo habían
votado. El renacimiento de la inflacion
acompañaba esa desconfianza, que no alcanzaba a
eclosionar.
Hasta que se desató la “batalla del campo”.
La decisión de apropiación lisa y llana del
excedente agropecuario, arrebatada a sus dueños
sin debate parlamentario, sin justificación
coherente y sin base legal, tuvo el efecto de “hacer

349
correr los velos” de numerosos ciudadanos, que
expresaron de inmediato su solidaridad con la
resistencia de los productores.
La espontaneidad de la movilización
agropecuaria fue tan marcada como su correlativa
en la ciudad. No fue la Comisión de Enlace la que
generó centenares de asambleas, reuniones y
“piquetes” en muchas rutas del país, como no
fueron los partidos políticos los que planificaron y
ejecutaron las movilizaciones ciudadanas con los
“cacerolazos”. En uno y otro caso se notó el
surgimiento de una nueva ciudadanía, mucho más
cercana a las personas reales y alejadas de las
estructuras sectoriales y políticas.
Era caldo de cultivo necesario para que
volviera la política. Y así ocurrió.

Enriquecimiento del debate público

Desde que se desató la “batalla del campo”


otro fenómeno se instaló nuevamente en el país: el
enriquecimiento del debate público.
De pronto, las personas comenzaron a estar
interesadas y analizar el conjunto de problemas del
complejo alimentario, los efectos de la soja en la
producción y en la economía nacional, la situación
internacional del mercado de alimentos, la
incidencia de la “sojización” en los demás cultivos,
el deterioro que habían sufrido las demás

350
producciones a raíz de las políticas de los años
anteriores –que habían acorralado al sector
productivo argentino en la única actividad a la que
le quedaba la posibilidad de rentabilidad-, el flujo
de recursos generado desde el interior hacia el
gobierno nacional a raíz de las “retenciones”, la
reducida dimensión del retorno de esos recursos a
las zonas productivas, la centralización no
coparticipada de los impuestos recaudados por esta
vía y, en general, los distintos matices y posiciones
que alimentaron el conflicto.
Hacía muchos años que el escenario público
argentino no protagonizaba un debate de tal
profundidad y ello provocaría –no podía ser de otra
forma- influencias que atravesarían no sólo los
diferentes escalones de la comunicación, sino las
propias estructuras políticas.

El oficialismo revive su pluralismo

El potente reclamo agropecuario, con sus


irrebatibles argumentos económicos y culturales,
desbordó e inundó al mundo político.
Centenares de Intendentes, de todo el arco
partidario y muchos de ellos oficialistas, se
movilizaron para solicitar la paralización de la
medida. Visitaron a legisladores provinciales,
gobernadores, diputados y senadores nacionales y
hasta al propio Vicepresidente de la Nación. Y

351
legisladores de diferentes provincias, al igual que
concejales y legisladores nacionales fueron
comprometiendo su adhesión y respeto a un
reclamo llevado adelante por sus propios votantes,
sosteniendo reivindicaciones que en muchos casos
habían formado parte de promesas electorales
(como el federalismo, el desarrollo del interior, el
respaldo a la producción agropecuaria, el apoyo al
desarrollo agroindustrial, y obras públicas locales).
En el oficialismo, el alineamiento monolítico
y monocolor que hasta ese momento exhibía el
gobierno nacional a través del “kirchnerismo”
comenzó a resquebrajarse. En el dilema de tener
que optar por las lealtades a los ciudadanos o al
encuadramiento oficial, comenzaron a surgir
quienes elegían la primera opción. Dirigentes
importantes de la coalición oficialista comenzaron
a tomar distancia de las posiciones extremas,
solicitando una revisión que les permitiera volver a
recrear el vínculo de representación, o al menos
impedir su definitiva ruptura. Y la intransigencia
del gobierno los fue acorralando.
Al terminar la fase aguda del conflicto, con
el rechazo del Senado, el saldo había sido la
fragmentación de los bloques oficialistas en el
Congreso, el surgimiento de un nuevo espacio
político interno en el peronismo para disputar
espacios de poder al kircherismo y la sensación

352
generalizada de que la etapa “K” había terminado y
se abría ya el debate por la sucesión del liderazgo.

La oposición despierta

Las fuerzas opositoras se expresaron desde


el inicio del conflicto a favor del reclamo
agropecuario. Cierto es que los matices con que lo
hicieron recordaban la historia y las
contradicciones de cada una, pero fue más
importante la incorpación al debate que enriqueció
a todos, más que la recordación de los momentos
en que unos y otros, en el pasado, habían sostenido
a las retenciones como un impuesto válido.
Como se ha visto en este libro, en la crítica
historia económica argentina contemporánea, los
aranceles a la exportación fueron una constante
que, en ocasiones, se convirtieron en el pilar sobre
el que giraron planes económicos completos. Su
función de atenuar “devaluaciones” sobre el salario
y la distorsión abrupta de los precios relativos
internos las había instalado ya en el paisaje fiscal
del país, a pesar del propósito originario de los
constituyentes y de la sana comparación
internacional.
Tanto el peronismo como la UCR habían
utilizado la apropiación de estas rentas
agropecuarias en su larga historia política. Y la
Coalición Cívica las había incorporado incluso a su

353
plataforma electoral última. Sólo el Pro no
mostraba antecedentes, por su corta historia y su
escasa participación en lides nacionales, aunque sí
lo habían hecho los partidos de afinidad liberal o
conservadora, cuando a algunos de sus hombres les
tocó estar en el poder.
Pero no se trataba sólo de los partidos
políticos: la propia Comisión de Enlace que
formaron las conducciones de las cuatro entidades
agropecuarias más importantes tampoco cuestionó
la existencia de las retenciones, asumiéndolas
como una realidad con la que el sector ha
convivido durante casi toda su historia.
La profundización del debate ha esclarecido
su esencial ilegalidad, pero más importante que el
tema en sí fue, también con respecto a la oposición,
su rol como “despertador”.
De pronto el Congreso fue protagonista. Y
como órgano por excelencia de la democracia y de
la política, pudo mostrarse ante los ciudadanos en
todo su esplendor. Intervenciones parlamentarias
de excelente nivel sostuvieron las distintas
posiciones ante el seguimiento atento de millones
de personas, muchas de ellas jóvenes, que nunca
habían siquiera imaginado un debate parlametario.
La oposición sintió sobre sus espaldas la
responsabilidad de expresar en ese ámbito un
reclamo que no había iniciado, y supo hacerlo con
buenos reflejos y gran capacidad. Todo el abanico

354
político mostró sus mejores espadas y los
ciudadanos comenzaron a descubrir que el colorido
de la democracia ofrecía un gusto para cada uno, y
que ello no necesariamente significaba peleas,
conflictos o incapacidad de generación de
consensos.
La necesidad de articular esfuerzos para
obtener éxitos legislativos abrió caminos a
acuerdos de gran trascendencia, como fue la
unificación en la posición adversa a la Resolución
125 en la Cámara de Diputados, que obtuvo el
respaldo no sólo de casi la totalidad opositora sino
de varios legisladores oficialistas, sin que ninguno
renunciara a sus principios o a sus aspiraciones
programáticas. Se mostró capacidad de diálogo, no
sólo entre “iguales” o “parecidos” sino entre
diputados que en otros temas pensaban totalmente
diferente.
En lo que respecta al radicalismo, el debate
fue curiosamente coronado por el reconocimiento
público al voto de desempate del Vicepresidente de
la Nación, hombre surgido de sus filas y que había
sido merecedor de una “expulsión de por vida” por
haber integrado la fórmula presidencial con el
oficialista Frente para la Victoria. Los ciudadanos,
normalmente alejados de las filigranas y escarceos
de la política del escenario y bambalinas,
identificaron sin mayores problemas al
vicepresidente como un hombre de origen radical,

355
y trasladaron la simpatía que generó su voto a una
especie de revalorización del viejo partido, que de
pronto se encontró con un escenario más favorable
a su renacimiento y con la necesidad de reveer la
expulsión de quien –a esa altura- se había ya
convertido en su afiliado más popular. Más aún
que la propia presidenta, a la que acompañó en la
fórmula.

Los agrupamientos que vienen

Prever el futuro es imposible: apenas es


posible una interpretación proyectando tendencias
y tratando de contemplar las posibles sorpresas.
La Argentina tiene dos agendas en carpeta.
La primera es la de completar las tareas de la
modernidad. Incluye pasar en limpio los cimientos
del Estado de Derecho, la vigencia de la ley,
edificar con solidez su democracia institucional,
terminar de fijar los límites claros entre las
competencias del Estado y los derechos de los
ciudadanos, garantizar la seguridad jurídica,
cumplir, en suma, con el programa modernizador
de la Constitución Nacional de 1853, sintetizados
en su Preámbulo.
Para esta agenda, deberá necesariamente
construir un consenso multipartidario, porque
requiere proyectarse en el tiempo y erradicar para
siempre los riesgos de conductas fuera de normas,

356
paso ineludible para su incorporación de pleno
derecho al escenario internacional de leyes,
economía, comercio, tecología e inversiones. Es
imposible saber el ritmo de esta recuperación.
Pronosticar lo que ocurrirá a largo plazo suele ser
más sencillo que imaginar lo que pasará al día
siguiente. Las fuerzas del cambio son amplias y
fuertes, pero las del “statu quo” han demostrado
durante décadas contar con recursos políticos
suficientes como para resistir exitosamente. Sólo
queda reiterar la convicción de que, sin un
consenso adecuado de las mayorías políticas, será
siempre posible recaer en la “premodernidad” en
que el país, luego de su experiencia democrática
políticamente exitosa iniciada en 1983, cayó enel
2002.
Pero está la otra agenda, la de la nueva etapa.
Esa agenda estará fuertemente imbricada con la
agenda mundial, de la que no podrá alejarse. Es la
que incluye los problemas del calentamiento
global, del desbalance económico, de las nuevas
formas integradas globalmente de producción y
trabajo, de la globalización, de la violencia
generalizada que atraviesa fronteras e impregna la
vida cotidiana, la cuestión energética que incluye
racionalizar el consumo y diversificar las fuentes
primarias, de los nuevos peligros de epidemias,
terrorismo internacional, crisis por temas
puntuales, intervención, creación del derecho

357
universal, derechos humanos de vigencia
planetaria, etc.
Esta agenda previsiblemente requerirá
nuevas respuestas, que no están previstas en la
“Convención de Avellaneda” del radicalismo, en
las “20 Verdades Peronistas” del justicialismo ni
en el “Manifiesto Comunista” de mediados del
siglo XIX. Es la agenda del mundo que viene, que
se expresará en la Argentina en nuevas
formaciones, quizás coincidentes o quizás no con
las existentes.
Cada etapa histórica, con sus demandas,
organiza sus expresiones políticas. La Argentina de
fines del siglo XIX tenía que dar respuestas al tema
de la Capital, a la ocupación del territorio, a la
construcción de su fiscalidad, a su inserción
internacional. Alineó sus debates en “mitristas”,
“alsinistas”, “roquistas”, como antes lo había hecho
en “unitarios” y “federales”. Entrado el siglo XX,
esas expresiones habían dajado paso a las
formaciones que expresaban los problemas del
nuevo siglo. Nadie recordaba ya, en 1916, que diez
años antes hubiera sido impensable gobernar el
país sin la venia del “roquismo”, el Partido
Autonomista Nacional y la Liga de Gobernadores.
El país político se había desplazado a las nuevas
fuerzas: radicales, conservadores, socialistas,
demócratas progresistas. En todos ellos había
antiguos mitristas y roquistas.

358
El siglo que comienza tendrá una nota
característica: la construcción de la globalización.
Esta tarea tendrá, como las anteriores,
potencialidades y peligros, que requerirán definir
respuestas, seguramente en relación con personas
que en otras partes del mundo piensen en forma
parecida. Y en todas las agrupaciones que se
formen seguramente existirán antiguos radicales,
peronistas, liberales y socialistas, reagrupados tras
otros problemas.
Ese es el país que viene.
Ese es el aporte que ha hecho el campo a la
marcha de la historia: las cuatro entidades
tradicionales –Sociedad Rural Argentina,
Federación Agraria Argentina, Confederaciones
Rurales Argentinas y Confederación
Intercooperativa Agropecuaria-, la Comisión de
Enlace que supieron constituir por encima de la
inercia histórica y sin negar sus legítimos orígenes;
los “autoconvocados”, que llenaron de sustancia
un reclamo que llegó al país; y los dirigentes
agropecuarios, sometidos a una presión
descomunal e injusta frente a la que supieron
pararse con la prestancia con los valores de sus
mayores traídos al complejo mundo de la
posmodernidad, de los que fueron un ejemplo
Alfredo De Angeli, Luciano Miguens, Antonio
Buzzi, Mario Llambías, Fernando Gioino y Hugo

359
Biolcatti y muchos otros hombres y mujeres de sus
organizaciones en todo el territorio argentino.
Ellos han mostrado que los enfrentamientos
del pasado formaron parte de una historia de la que
todos somos consecuencia, la historia que nos dio
el país que tenemos. Pero que el presente y el país
del futuro requiere otros alineamientos, otras
alianzas, otros horizontes, que no pueden estar
hipotecados a la mirada congelada en el ayer, que
ya pasó y que es historia.

360
Capítulo 13
Una visión de la Argentina exitosa en el
año 2030

Con todo lo expresado, ¿es legítimo


imaginarse una Argentina exitosa en el 2030? ¿No
implicaría pecar de voluntarismo, ante la ausencia
de señales claras en el escenario de decisiones del
país de que ese rumbo tendría chances de ser
asumido?
La respuesta sólo puede darse invocando al
derecho a la utopía. Raúl Alfonsín suele mencionar
que la diferencia entre la utopía y la quimera es que
una es posible y la otra es imposible. Las dos son
ilusiones, se dibujan en la imaginación del
pensador, pero mientras la segunda prefiere seguir
existiendo como un sueño, la primera no renuncia
al derecho a la existencia.
La quimera es el espacio del poeta y aún del
religioso. La utopía es el territorio del hombre de
acción, que no quiere marchar sin tener
configurado el horizonte, la guía de viaje y el
puerto al que pretende arribar.
En nombre, entonces, de la utopía que grita
su derecho, es que me atrevo a imaginar las
características de la Argentina exitosa en el 2030.
Esa será la fecha en que podremos constatar si
cumplimos un siglo de estancamiento, o hemos

361
retomado con vigor el camino de una sociedad
exitosa.

La vida cotidiana

Imaginar la vida cotidiana de la Argentina


exitosa en el mundo global del año 2030 es
apasionante.
Alejada de las zonas de conflicto más
importantes -Medio Oriente, Asia Central, África-,
con una población escasa en relación a su territorio
y a sus recursos naturales de subsistencia y
materias primas para la industria, con servicios de
avanzada, agua potable abundante, territorio
ocupado en forma armónica, servicios de salud de
excelencia, sin riesgos de inseguridad, con el
estado de derecho rigiendo en plenitud, sin
prepotencias del poder ni de las autoridades,
sistemas de comunicaciones del nivel tecnológico
más avanzado en el mundo, con todos sus
ciudadanos disfrutando de un ingreso social básico
pero con total libertad para desarrollar sus
iniciativas económicas, sociales, solidarias,
políticas, artísticas, la Argentina se habría
convertido nuevamente, como en los albores del
siglo XX, en un destino soñado por millones de
personas en todo el planeta.
Sería un país que disfrutaría de un privilegio
compartido con muy pocos: el autoabastecimiento

362
de agua potable, de alimentos y de energía. Su
medio ambiente estaría custodiado por estrictas
normas ambientales garantía de una sociedad
sustentable, pero más importante aún, sería cuidado
celosamente por personas que habrían tomado
conciencia de la finitud de los recursos del planeta
y de la responsabilidad de cuidarlos para las
generaciones futuras.
Toda las personas disfrutarían del avance
científico y tecnológico del mundo global en su
vida cotidiana. Estarían conectados por banda
ancha inalámbrica a la red desde el lugar en que se
encuentren y utilizarían esa conexión en forma
permanente. Contarían con su aparato de “memoria
portable universal” de reducidas dimensiones, en la
que tendrían toda la información de su vida, tanto
como sus archivos de trabajo, su currículum, su
información genética, su historial de salud, sus
canciones, sus películas, sus agendas y direcciones,
sus proyectos, su biblioteca completa y su
conexión ininterrumpida a la red.
La información, permanentemente utilizable,
estaría respaldada en una base gigante de
almacenamiento, que se comunicaría en forma
automática con su portátil cada cortos períodos, a
fin de guardar la información de respaldo para
asegurarla de cualquier complicación con la
memoria portátil. El artefacto de memoria portable
sería además el comunicador con cualquier persona

363
del mundo, al estilo de los antiguos “teléfonos
celulares”, pero sin costo de llamada, ya que se
realizarían a través de la red, por un sistema
altamente paquetizado y comprimido que
permitiría reducir el costo al nivel de un
“comodity”. La información viajaría encriptada por
poderosos sistemas de criptografía de estado
cuántico, que la haría inviolable.
Las personas que lo deseen contarían con
una “tag” personal de ubicación, lo que sería
generalizado para los menores de edad a fin de
garantizar su seguridad. Esa “tag” estaría
incorporada a una prenda -calzado, cinto, o
directamente en la ropa- y se comunicaría con el
centro de control -por ejemplo, sus padres- en
tiempo real y a través de un sistema de ubicación
global satelital.
El debate sobre los límites de la privacidad
que las personas estarían dispuestas a ceder en
función del aumento de su seguridad personal sería
decidido por cada uno, al acceder a su mayoría de
edad y por sus padres mientras permanezcan bajo
la patria potestad.
Los lugares públicos más sensibles -edificios
públicos, calles, plazas, paseos, bancos, estadios,
locales comerciales, transporte público, etc-
contarían con una red de cobertura total
monitoreada por los servicios de seguridad, lo que
habría logrado erradicar totalmente la inseguridad

364
personal. Cada persona decidiría la incorporación o
no de sus espacios privados -casa, departamento,
casa de fin de semana, etc- a este sistema.
El trabajo de la mayoría de las personas se
realizaría a través de la red, con independencia del
lugar físico de ubicación del titular. Millones de
personas trabajarían desde su hogar, desde su casa
de fin de semana, desde su canoa de pesca o
campamento, desde su club deportivo, o desde una
plaza pública. Las actividades de servicio
ocuparían la mayor fuerza de trabajo, e
impregnarían toda la actividad productiva,
alcanzando a las tradicionales categorías de trabajo
rural e industrial.
El desplazamiento de las personas por
razones de trabajo estaría reducido al mínimo, ya
que las actividades industriales estarían altamente
tecnificadas y robotizadas y las agropecuarias
requerirían en el terreno poco personal, altamente
calificado, ya que la mayoría de los procesos de
labranza, siembra, control de plagas y cosechas
estarían controlados por sistemas informáticos
programados que conducirían las maquinarias
agrícolas a control remoto. Trabajadores de
servicios controlarían permanentemente el sistema,
sin presencia física en el lugar.
El ingreso promedio de la mayoría de las
personas sería similar al Producto Bruto “per
capita”, debido a la reducción del “Coeficiente de

365
Gini”. El poder de compra de ese ingreso sería
equivalente al de una persona del mundo
desarrollado, disfrutando sin embargo de las
ventajas adicionales de vivir en un país sin
saturación poblacional, con amplios espacios
naturales y abundancia de recursos vitales. El
sistema de seguridad social garantizaría un ingreso
básico necesario para los requerimientos
imprescindibles y el haber de retiro para todos
quienes lleguen a la edad fijada como umbral de
liberación del trabajo, la que resultaría de las
posibilidades económicas del país.
El hogar medio de los argentinos sería
equivalente al de cualquier persona del mundo
desarrollado, dotado de las comodidades y
elementos de confort propios de una humanidad
liberada del yugo del trabajo horario volcada a
trabajos realizados con gusto. La comunicación
audiovisual llegaría a los hogares a través de la red
y desde cualquier hogar se accedería a todos los
canales televisivos de todo mundo, a todas las
cadenas informativas y a todo el archivo fílmico,
musical y en general, artístico, de la humanidad. El
conocimiento universal en todos los planos estaría
disponible a “fuente abierta” a disposición de
cualquier persona que lo requiera, desde cualquier
lugar del planeta.
Las terminales darían la opción de oír, ver en
pantalla o reproducir en tres dimensiones el objeto

366
o programa elegido, en un escenario virtual que se
ubicaría normalmente en la sala de estar.
La vivienda se encontraría altamente
tecnificada y los artefactos de confort serían de
mínimo consumo energético.
A través de esa conexión, tendría su acceso a
la memoria universal de la humanidad. Todo el
conocimiento disponible estaría a su disposición, a
fuente abierta. Podría acceder por teclado, o
directamente por voz y tendría la respuesta a sus
necesidades de información también en tiempo real
y en el idioma elegido, sea el idioma de origen de
la información o el propio, debido a que los
programas de reconocimiento de voz y de
traducción automática estarían incorporados al
sistema.
Las prendas de vestir tendrían incorporados
sensores de interfase entre el ambiente y la
temperatura del cuerpo, generando calor o fresco
de acuerdo a las necesidades. Las personas en
situación de riesgo podrían utilizar prendas con
complementos de fibras especiales, que
chequearían permanentemente los signos vitales y
estarían conectados a un sistema central de
monitoreo en forma permanente, a fin de disponer
el auxilio de emergencia en caso necesario. Por
supuesto, las enfermedades de la pobreza habrían
sido eliminadas varios años antes.

367
La población estaría armónicamente
distribuida en todo el territorio nacional, debido a
las nuevas actividades de utilización del suelo que
surgieron ante el agotamiento del petróleo y la
necesidad de diversificar las fuentes energéticas.
Los pequeños pueblos, dotados de excelentes
sistemas de comunicaciones, salud, educación y
confort, serían el lugar más buscado para
residencia, por su calidad de vida y los valores
humanos que desarrolla la convivencia local. La
atención primaria de salud de alta calidad sería
garantizada en cada lugar del país y una completa
red de salud tendría previstos los desplazamientos
para atención de emergencias y de pacientes de alta
complejidad hacia centros regionales, a través de
los medios de transporte más avanzados.
Los hogares rurales serían autosustentables.
No existirían alojamientos sin las comodidades
básicas de electricidad, agua potable, saneamiento,
respaldo de la red de salud y acceso a la red
inalámbrica. Los que no contaran con conexión
eléctrica tendrían autoabastecimiento energético
por sistemas de generación autónomos -eólico o
solar-, provistos por el Estado.
El país compartiría la frontera del desarrollo
científico-técnico mundial, tanto por su aporte en
conocimientos y tecnología como por su capacidad
para incorporar esos avances -cuando los
considerare necesarios- a su vida cotidiana. La

368
Argentina formaría parte destacada de las
democracias desarrolladas y sería protagonista en
la construcción de un gobierno mundial, al que
propondría la delegación de las facultades de
administración y control de los grandes temas
universales: derechos humanos, protección del
ambiente, garantía de la seguridad internacional y
normativa igualitaria de la globalización.
¿Cómo llegaríamos a ese país?

Acuerdo de élites

El supuesto hipotético de esta marcha es que,


por algún azar del destino, las élites decidieran en
los años próximos definir el marco de consensos
estratégicos y acordaran también acotar los temas
de debate cotidiano a los usuales en las
democracias maduras.
Acordarían el funcionamiento del Estado y
la política. Comprometerían el rescate del prestigio
parlamentario y la recuperación del Congreso
como ámbito de debate público de los temas
nacionales. Comprometerían la mejor disposición
para mantener el nivel intelectual de los debates en
un marco acorde con la responsabilidad
institucional y a cumplir con las leyes que allí
lograran consenso suficiente para su sanción.
Acordarían la independencia absoluta del
Poder Judicial, la libertad irrestricta para la prensa

369
y la erradicación definitiva de la manipulación
periodística a través de presiones, beneficios
económicos o tratos diferenciales.
Acordarían que el debate sobre temas
nacionales estaría sujeto permanentemente al libre
escrutinio de la opinión pública.
Acordarían el perfil de inclusión del país en
el mundo global, con un horizonte de una
generación. Lo harían teniendo especialmente en
cuenta la potencialidad de la población, el
funcionamiento republicano y transparente del
Estado y la impecable aplicación de los recursos
públicos.
Diseñarían un plan de obras públicas de
proyección intertemporal y de largo plazo, que
incluya la ocupación del territorio, la preservación
del ambiente, el equilibrio demográfico, la
autonomía de las comunidades locales y
provinciales, el autoabastecimiento energético y la
igualdad de todas las personas en el goce de los
servicios públicos.
Se comprometerían a garantizar en forma
absoluta la vigencia de los derechos y garantías
constitucionales, tanto en los derechos directos
como en las normas programáticas, con una acción
pública que implemente el programa de los
artículos preceptivos.
Y se comprometerían a mantener como
propósito la inclusión de todos los habitantes del

370
país en el fruto del crecimiento económico, en el
marco de una economía liberada de trabas
frustrante y que garantizara los cauces de
prosperidad a quien deseare trabajar por mejorar su
nivel de vida.
Ese país se parecería –“vis à vis” con el
actual- a un paraíso terrenal.

El país logrado en veinte años

Gobierno y seguridad

El gobierno sería un conjunto pequeño de


redes coordinadoras del trabajo de unidades
tercerizadas en la mayoría de las competencias, con
funcionamiento transparente y sujeta al permanente
escrutinio público.
El Estado tendría un comportamiento
financiero transparente y predecible, garantizando
el valor de la moneda nacional como valor de
cambio y de acumulación de riqueza. Se habría
proscrito la utilización de la moneda como
herramienta de transferencia de ingresos y la
política fiscal sería discutida totalmente en el
Congreso, siendo el Ejecutivo el mero órgano de
aplicación.
El déficit presupuestario estaría vedado, así
como la utilización de recursos públicos no
autorizados por el Congreso por el presupuesto o

371
una ley especial. El régimen rentístico del país
sería totalmente claro y transparente y una ley
especial habría determinado en forma permanente e
intertemporal la distribución de recursos entre los
diferentes niveles del Estado. Estarían vedadas las
transferencias entre los distintos niveles por causas
no previstas en esa ley especial, salvo casos
absolutamente puntuales y excepcionales –como
catástrofes naturales-, para los que se exigiría una
ley del Congreso.
La organización impositiva sería simple e
intertemporal. No se admitirían modificaciones
periódicas y se mantendría el tratamiento fiscal por
períodos extensos. Los inversores que eligieran la
Argentina para desarrollar sus proyectos estarían
seguros del respeto a su propiedad y a la
invariabilidad de las reglas de juego vigentes a su
ingreso. La Argentina estaría considerada el
espacio más seguro del mundo para la realización
de inversiones por su solidez institucional, su
responsabilidad de gobierno y su relación
económica con el mundo global. Esta
consideración habría permitido el acceso al crédito
externo y a las inversiones privadas internas e
internacionales en infraestructura, especialmente
en el área energética, a raíz de la posibilidad de
formular proyectos económicamente
autosustentables como las grandes centrales
nucleoeléctricas.

372
La gestión pública habría incorporado
crecientes espacios de participación ciudadana,
utilizando la vinculación informática y la
descentralización hacia los niveles más cercanos al
ciudadano estarían garantizados
constitucionalmente.
Se impulsaría la participación de la inversión
privada en el desarrollo de obras, servicios e
iniciativas públicas, así como la asociación
pública-privada, perfeccionando el mecanismo con
un adecuado control de eficiencia y honestidad,
totalmente transparente.
El sistema de seguridad sería altamente
profesional. Su equipamiento científico sería el
más avanzado para la represión del delito, pero
estaría centrado en la prevención. No se conocerían
casos de corrupción judicial, ni mucho menos
política o judicial. La intolerancia social con la
corrupción sería total y la publicidad de los hechos
de corrupción sería obligatoria.
El tránsito estaría garantizado para todos y
los derechos constitucionales de “entrar,
permanecer, transitar y salir del territorio
argentino” tendrían, al igual que todos los
enunciados por la Constitución Nacional, plena
garantía de su ejercicio.
La persecución de las redes de delitos
globales estaría coordinada con agencias
internacionales y no dejaría espacios en “zonas

373
grises”. La complicidad de funcionarios, políticos,
jueces o policías con estas redes implicaría la
inhabilitación definitiva, además de las penas
establecidas por la ley y la publicidad de los casos
verificados.

Economía e Infraestructura

Cerca de cincuenta millones de habitantes,


con alimentos, agua potable y energía limpia,
estarían distribuidos en pocas grandes y miles de
pequeñas ciudades vinculadas por un sistema de
comunicaciones como el logrado por Corea a
comienzos del siglo XXI, en el que la banda ancha
inalámbrica sería el soporte de los vínculos
telefónicos, de los negocios, de las transferencias
de productos virtuales, de la inserción en la
economía mundial y del desarrollo de cientos de
miles de empresas de servicios y auto-trabajo que
tendrían como mercado al mundo entero aunque
con especial focalización en los países
latinoamericanos de habla española y el entorno
regional.
La economía habría crecido a un ritmo
constante de 5 % anual. Su dimensión, de
aproximadamente USD 1.000.000 millones de
dólares, sería comparable a la de Brasil en 2007.
Su ingreso nominal por habitante estaría en UD
20.000 anuales, con un PPP (“Purchase Parity

374
Power”) por habitante que se acercaría a los USD
50.000, ubicando a la Argentina entre las diez
mejores países del mundo por calidad de vida.
El desarrollo económico estaría apoyado
fundamentalmente en la red de prestadores de
servicios de la más diversa naturaleza, cuyos
protagonistas serán profesionales, técnicos y
empresarios integrantes de las antiguas clases
medias. Los servicios cerebro-intensivos, de baja
utilización de energía, serían la base de un modelo
de producción inclusivo que habría buscado
democratizar la oferta, nivelar los ingresos y
estimular el esfuerzo creador haciendo a cada
persona el constructor de su destino. Se destacaría
la industria del software para el mercado
hispanohablante, exportando más de Cinco Mil
millones de dólares y generando ocupación de alta
calidad para más de cien mil personas.
El desarrollo de servicios destinados al
complejo agro-alimentario: semillas, genética,
técnicas productivas, mercadeo, comercio
internacional, alimentos procesados, “packaging”,
habría potenciado los beneficios para el país de la
nueva demanda internacional de alimentos,
impidiendo que quede reducida al beneficio de los
empresarios productores y exportadores de
“commodities” reproduciendo una estructura de
pocos ricos y empleos de baja calidad y habría
generado en su reemplazo un sofisticado complejo

375
agroindustrial fuertemente dinamizador de
pequeños pueblos y ciudades del interior del país54.
La Argentina sería un destino buscado por el
turismo internacional, por la atención de excelencia
y los precios competitivos. Los turistas contarían
con la seguridad personal en su estadía, en su
desplazamiento, en sus tratos con los prestadores,
en su asistencia médica y en su atención
personalizada por los funcionarios del Estado. Los
turistas llegados al país por año alcanzarían ya los
15.000.000 y los ingresos generados por el sector
alcanzarían los 13.000 millones de dólares al año,
ubicándose como la primera actividad económica
exportadora.
La política impositiva favorecería la
inversión, desgravándose totalmente las ganancias
que se apliquen a ampliación de equipamiento
productivo.
El transporte público de pasajeros en las
principales ciudades del país y en el conurbano
bonaerense funcionaría como un sistema integrado,
trazado con el objetivo de prestar un servicio
cómodo y económico, con sistemas de abonos
semanales y mensuales para trabajadores,
estudiantes, jubilados y mayores de setenta años.
Quienes no poseyeren el abono, pagarían por el
servicio el nivel internacional, para garantizar
ingresos compatibles con la reinversión para
54
Enríquez, Juan, en La Nación, “Campo”, 20 OCT 2007.

376
mantener las unidades y el sistema en perfectas
condiciones de seguridad y comodidad.
El transporte fluvial estaría fomentado con
un mantenimiento permanente del sistema de
puertos, así como dragado, señalización y policía
de seguridad de ríos y canales. El ferrocarril,
totalmente electrificado, habría recuperado su rol
integrador y se habría reconvertido en el principal
medio de transporte de cargas.

Territorio y urbanismo

Los “cinturones” del conurbano bonaerense


y grandes ciudades del interior del país habrían
sido objeto de una intensa actividad pública de
mejoramiento de servicios básicos, construcción de
viviendas, obras de salubridad pública, escuelas de
doble escolaridad, centros de readiestramiento
laboral, “usinas de empresas” destinadas a rescatar
viejas habilidades artesanales y a instruir en el
desarrollo empresarial de las mismas, tanto como a
respaldar las iniciativas de emprendedores en
servicios virtuales, semi-virtuales y destinados a
nichos de mercado.
La liberación de necesidades de inversión
pública en otros sectores de infraestructura -como
energía, vialidad, ferrocarriles, puertos,
comunicaciones, sostenidos con inversión privada-
habría permitido concentrar el esfuerzo inversor de

377
las finanzas públicas en la construcción del “piso
de ciudadanía” y en los servicios que conforman
los “bienes públicos básicos” -seguridad, defensa,
justicia, salud, educación-
No existirían ya villas de emergencia con el
concepto de las existentes hasta comienzos de
siglo, espacios sin ley y marginados del alcance
protector de la acción pública. Las que siguieren
existiendo por decisión de sus habitantes y de los
organismos estatales competentes contarían con
todos los servicios básicos a que tendrían derecho
todos los habitantes del país: agua potable,
salubridad, vivienda, comunicaciones, educación,
salud pública y entorno ambiental amigable.
Las capitales de provincia y ciudades
importantes estarían vinculadas por una red de
autopistas y los caminos pavimentados unirían
todas las zonas productivas entre sí y con los
puntos de salida y entrada del comercio
internacional. No existirían ya localidades aisladas
en ningún lugar del territorio nacional y en todas
ellas sus habitantes contarían con todos los
servicios públicos básicos.
El territorio habría sido objeto de una
política federal destinada a su ocupación racional,
su desarrollo armónico y sustentable y su equilibrio
poblacional. En todos los puntos del territorio
nacional estarían garantizados los servicios
públicos de agua potable, electricidad,

378
saneamiento, comunicaciones, transporte y
vinculaciones ferroviarias o viales.

Energía y Medio ambiente

Ese país y esas personas tendrían un


comportamiento congruente con el ahorro
energético y la preservación ambiental. El sistema
energético centralizado movería el transporte
electrificado –principalmente ferrocarriles y
subterráneos- y abastecería la industria y el
consumo de las ciudades, mientras que los hogares
rurales y cada vez más hogares en poblados
pequeños utilizarían fuentes autónomas solares,
eólicas y pilas de hidrógeno diseñadas y fabricadas
por empresas argentinas que, además, las estarían
vendiendo al mundo.
El desarrollo económico apoyado en los
servicios de alta calificación habría ayudado a
disminuir la dependencia entre el crecimiento y el
consumo de energía. La tasa de intensidad de
consumo energético, que mide la relación entre
crecimiento económico y demanda energética se
asemejaría a la de los países desarrollados,
reduciéndose del 1,54 de comienzos del siglo XXI
a 0,90 en el 2025, reducción impulsada por el
cambio de paradigma productivo hacia actividades
menos energo-intensivas -como los servicios- y en
la racionalidad en el consumo, impulsada por la

379
educación ambiental y el diseño tarifario racional
dirigido a ese fin.
La tecnología nuclear para reactores
medianos y pequeños se habría profundizado,
constituyéndose en uno de los soportes del sistema
energético. El parque electro-nuclear comprendería
cuatro grandes centrales y diez reactores CAREM
destinados a la red interconectada nacional, que
además se estarían produciendo para instalar en
diferentes países de América Latina, África, Asia
Central y hasta China y la India. La generación de
energía impulsada por la quema de petróleo habría
sido paulatinamente desplazada por el gas natural,
la construcción de nuevas represas y fuentes
alternativas, tendiendo a utilizarse como reservas
excepcionales. El parque generador habría
triplicado su capacidad de comienzos de siglo,
superando los 50.000 Megavatios de potencia de
generación. Esta gigantesca reconversión habría
sido lograda con una inversión anual constante,
resultado de un plan estratégico acordado entre las
fuerzas políticas que habría establecido las reglas
de juego que no se cambiarían durante veinte años,
del 2 % del PBI55, aportados por grandes empresas
internacionales y nacionales a cambio de reglas de
juego sólidas y absolutamente estables,
55
Montamat, Daniel, “Energía argentina, con pronóstico reservado”, 7
ABR 2006, en El Cronista Comercial, en
http://prensa.oceba.gov.ar/modules.php?name=News&file=print&sid=8
410

380
garantizadas por el máximo de seguridades
nacionales e internacionales con que se pueda
contar en el mercado. El Estado habría mantenido
una inversión marginal destinada a los sectores no
alcanzados por la red, pero se habría marginado de
los grandes aportes.
Los vehículos de transporte público
funcionarían todos con combustibles renovables:
biocombustibles, pilas de hidrógeno y otras
tecnologías limpias, mientras que los automotores
particulares serían en su totalidad híbridos,
habiéndose erradicado totalmente del parque
automotor los consumidores exclusivos de
combustibles fósiles.
Las grandes plantas fabriles habrían sido
adaptadas a sistemas limpios de producción,
reconvirtiendo sus equipos de fuerza a motores
ecológicos. Sus efluentes estarían todos tratados,
con procedimientos que garanticen que el agua
emitida sea potable, el escape de gas sea procesado
para eliminar los gases nocivos y el carbono
residual provocado por las pocas etapas de quema
de combustibles fósiles sea capturado para su re-
almacenamiento en el subsuelo.
La producción de biocombustibles habría
incorporado a la economía zonas tradicionalmente
consideradas marginales, aunque preservando el
adecuado equilibrio con la forestación originaria.

381
Las regiones y zonas rurales tendrán acceso a los
mismos servicios que las ciudades.

Educación, cultura y ciencia

La educación formal básica, el sistema


secundario y la formación universitaria, terciaria y
profesional estarían dirigidas a facilitar la
comprensión del funcionamiento del mundo y la
incorporación social –económica, profesional,
ética, política- de los jóvenes en la sociedad
planetaria, destacando la construcción de
personalidades asentadas en valores humanísticos y
abiertas al pluralismo y la tolerancia. Estaría al
acceso de todas las personas. Todos los hogares
contarían con terminales de red, convertidos en las
“interfases” de vinculación ciudadana con el
mundo y esa vinculación sería gratuita.
La Argentina sería el lugar de confluencia de
las tendencias artísticas y culturales más avanzadas
de América Latina y sería protagonista
fundamental en los eventos mundiales. La
literatura, el cine, la producción audiovisual y la
producción de programación en español tendría en
la Argentina una meca como la que a comienzos
del siglo XXI era Miami, favorecida por su sistema
moderno de comunicaciones y el estímulo a la
renovación permanente del equipamiento de
producción, a fin de mantener la productividad en

382
el borde de avance. El complejo audiovisual habría
recobrado su presencia continental de mediados del
siglo XX y estaría convertido en una de las
actividades económicas más potentes.
El sistema científico habría recuperado la
pujanza de los años 1960. Los equipos de
investigación y desarrollo asentados en el país
estarían íntimamente relacionados con los más
avanzados de la ciencia mundial y serían un lugar
de realización natural de científicos y técnicos
latinoamericanos. Existiría una potente
investigación de base articulada con los centros
mundiales de excelencia, la producción tecnológica
estaría volcada a la solución de los problemas más
diversos de la sociedad argentina y regional y su
relacionamiento tanto con el sector productivo
privado como con el sector estatal sería constante.
La alimentación y retroalimentación tecnológica a
las soluciones bajo responsabilidad del Estado sería
una práctica rutinaria.
Las Universidades serían centros de
investigación de alta calidad y centros de
educación de excelencia. Serían de acceso libre
para quienes contaran con la formación básica
estandarizada requerida y sus servicios educativos
de grado serían no arancelados. Sus niveles de
exigencia académica deberían compararse con los
estándares más elevados. Se habrían fijado la meta
de incorporarse en el listado de las quinientas

383
mejores Universidades del mundo y la UBA entre
las primeras cien y estimularían el rendimiento
académico con premios relacionados con
posibilidades de trabajo y acceso a la carrera de
investigación y docencia.
Se estimularía la recepción de estudiantes
latinoamericanos en los centros universitarios,
terciarios y extra-curriculares, tendiendo a
profundizar el relacionamiento de la Argentina con
la región. Se habría logrado implementar una red
de convenios entre Universidades argentinas con
similares de países desarrollados, a fin de ayudar a
la inserción de argentinos en los circuitos de
generación y transferencia de conocimientos,
tecnologías y eventualmente desarrollo de
empresas e inversiones. La formación profesional
en las Universidades argentinas sería la meca más
buscada entre la juventud del continente,
reemplazando a Estados Unidos como lugar de
recepción de estudiantes latinoamericanos.

Trabajo y relaciones laborales

Funcionarían las paritarias para acordar las


condiciones de trabajo entre patronal y trabajadores
y se garantizaría el derecho de huelga, aunque
estaría reglamentado para evitar daños a terceros o
a la actividad económica y social del país. No se
reconocerían organizaciones gremiales que

384
impulsaren paros fuera de la normativa vigente, o
desoyeren las decisiones y laudos de las
autoridades pertinentes en el marco de la ley.
Las características de los nuevos trabajos
-internacionalizados y gran parte de autotrabajo y
“home-business”, de difícil sindicalización- habría
ya llevado a establecer un piso de ciudadanía de
carácter general, que cubriría las necesidades
básicas de cada persona por el solo hecho de vivir
en el país. Este piso de ciudadanía alcanzaría a los
derechos que la Constitución Nacional garantiza a
todos los habitantes en sus cláusulas
programáticas: vivienda, salud, educación, e
ingreso y retiro digno.
No existirían sectores marginales, ni
personas no integradas al sistema educativo, de
salud, de asistencia social, de emergencia y de
seguridad. El Estado tendría hogares especiales
tercerizados hacia ONGs acreditadas y gestionaría
hogares sustitutos para niños descuidados por sus
padres, privilegiando el interés de los menores en
crecer en un ambiente saludable, tener una
educación de calidad y ser provisto de las
herramientas adecuadas para desempeñarse
exitosamente en la vida. El derecho del menor sería
prioritario a cualquier otro derecho invocado por
familiares, encargados o los propios padres, bajo la
permanente atención de organismos especializados
y supervisión de la justicia de menores. Toda la

385
infraestructura estaría preparada adecuadamente
para las personas con discapacidades.
La sociedad estaría conformada
cuantitativamente con una preeminencia clara de
los sectores de las clases medias, restando muy
pequeñas cantidades de personas con ingresos
reducidos y otras pequeñas cantidades con ingresos
muy elevados. La política fiscal sería progresiva,
pero estimulando la inversión –que se desgravaría
de ganancias-, reduciéndose progresivamente el
peso de los impuestos al consumo.

La defensa

El sistema de defensa nacional sería pequeño


pero de altísima calificación profesional. La
Argentina estaría adecuadamente protegida frente a
las nuevas amenazas del mundo global. Las
Fuerzas Armadas contarían con los elementos
tecnológicos de última generación, en condiciones
de garantizar la defensa del país y de participar de
operativos de mantenimiento e imposición de la
paz cuando fuera decidido por las autoridades
políticas nacionales, regionales e internacionales de
las que el país formare parte.
Los militares habrían recuperado un alto
prestigio social, con cuadros formados en Institutos
de nivel equiparable con las más prestigiosas
escuelas militares del mundo, con ingresos

386
equiparables a los de sus similares de la región. La
producción para la defensa trabajaría fuertemente
vinculada con las Universidades y con la industria
privada, en una interacción científico-técnica
constante.
La defensa nacional contaría como elemento
estratégico fundamental con su integración en un
sistema de defensa y seguridad regional y mundial

Relaciones con el mundo

La Argentina sería protagonista destacada y


respetada del sistema internacional. Su política
exterior sería una constante de promoción de la paz
y la convivencia, evitando su acercamiento a
bloques armamentistas, de prédica intemperante o
belicosa, así como a posiciones de enfrentamiento
ideológico, religioso o político que arriesguen la
paz del mundo.
La política exterior del país apuntaría a crear
y consolidar espacios multilaterales con especial
acercamiento a las democracias del mundo y de la
región. Participaría en todos los foros generadores
del entramado legal del mundo global, en el
camino a la conformación de una administración
planetaria de los problemas de alcance universal,
como el ambiente, los mares, el espacio y la
seguridad internacional.

387
La Argentina retomaría su defensa de los
derechos humanos en el mundo, trabajado en
conjunto con Organizaciones no gubernamentales
y otros países que persigan propósitos similares,
sin politización, ideologización ni miradas
sesgadas. Se mantendría el principio de que los
seres humanos de todo el planeta, que están
conformando una sociedad global, deben tener la
garantía del respeto de sus derechos básicos, sin
que ningún valor pueda sobreponerse a este
derecho.
La Argentina no reconocería que el principio
de la soberanía de los Estados, en especial,
impidiere la defensa de los derechos humanos en
ningún lugar del mundo, cualquiera fuere la
dimensión o ubicación político-ideológica del
lugar; y trabajaría cooperativamente para
garantizarlos, de la misma manera que mantendría
sus puertas abiertas al escrutinio internacional para
la verificación del respeto de los derechos humanos
en su territorio.

La región

La relación con los países vecinos se


centraría en la construcción de la infraestructura
regional de integración. Se impulsaría con los
países vecinos la construcción de caminos y
puentes, túneles y puertos, rutas y rieles

388
ferroviarios, redes de comunicaciones, electricidad
y gasoductos que vinculen todos los países del
entorno regional. En el año 2025 estarían ya en
funcionamiento tres vinculaciones ferroviarias con
Chile, llegando hasta puertos del Pacífico, desde
Jujuy, Mendoza y Neuquén y estaría construida la
Autopista del MERCOSUR, eje de vinculación
terrestre entre Buenos Aires y San Pablo,
construidas con el aporte de capital privado
internacional que habría sido convocado con
garantía pública de su inversión otorgada por los
países en los que se construya.
La asociación con Brasil sería considerada
un vínculo estratégico intertemporal y la
construcción del MERCOSUR habría erradicado la
exaltación ideológica para concentrarse en
objetivos prácticos que unifiquen la región en un
verdadero mercado común, manteniéndose como
requisito institucional la existencia de democracias
homologables. Las instituciones regionales que se
formen funcionarían en forma eficiente, sin
demandar gastos por encima de sus necesidades
reales de funcionamiento. En especial, se
establecerían sistemas de comunicaciones virtuales
entre los diferentes niveles de las administraciones
regionales y se estimularía el funcionamiento de
comisiones permanentes del órgano parlamentario
también por procedimientos virtuales.

389
Los resultados

El país habría logrado, en veinte años,


triplicar con creces su ingreso por habitante,
equiparando el nivel de España a comienzos del
siglo XXI. Lo habría logrado por la persistencia en
el rumbo trazado, el crecimiento real de la
economía y la valorización de su moneda, como
reflejo de la exitosa performance nacional.
Por encima de su ingreso nominal por
habitante, la Argentina habría logrado una calidad
de vida que le habría permitido ubicarse entre los
diez primeros países del mundo, rentabilizando su
cuidado del ambiente, la seguridad personal y
económica, la capacitación y la cultura media de
sus habitantes, la armonía de su convivencia y la
solidez de sus instituciones. El coeficiente “Gini”,
que mide el porcentaje de la diferencia de ingresos
entre los sectores más altos y más bajos de la
economía, que en 2004 se ubicaba en 48,3, habría
descendido a 25, ubicándose en el umbral de los
países nórdicos europeos.
Esta Argentina estaría a punto de ser invitada
a integrar la “alta gerencia” mundial, por sus
logros, su prestigio y sus aportes a la convivencia
planetaria. Habría recuperado el rumbo perdido en
1930. Habría dejado de ser la “excepción” nefasta
de los análisis académicos.
Estaría de nuevo entre los países exitosos.

390
Conclusión

En este recorrido han estado presente la


historia, el presente y el futuro. Más bien, los
futuros posibles.
Al imaginar éstos, es innegable que se ha
adoptado la posición más arriesgada: la de
proyectar hacia el mañana las distintas alternativas,
mas o menos lineales, de las tendencias presentes.
Seguramente, el futuro no tomará ninguna de
estas formas. Será una mixtura de varias de ellas.
El resultado del inestable equilibrio del presente
sólo podría catalizarse hacia alguna de las
imágenes “puras” con episodios conmocionantes,
de esos que ni siquiera en forma de hipótesis me
atrevo a arriesgar.
La realidad suele ser más fuerte que la
ficción.
Y los argentinos hemos sufrido muchos
episodios conmocionantes en las décadas que
comenzaron en 1930.
Sin embargo, ahora las tendencias del mundo
llegarán en forma más directa a los ciudadanos, sin
que las mediaciones estatales puedan hacer mucho.
Y para bien o para mal, nuestra suerte está ligada a
la suerte de la tendencia globalizadora, tanto en lo
bueno como en los peligros.

391
Para bien, porque el crecimiento económico
que conlleva la globalización seguirá
beneficiándonos por varios años. No sólo porque
habrá demanda para los productos del campo, sino
porque habrá turismo, porque habrá nueva
demanda para productos exclusivos, porque seguirá
el avance tecnológico desbordante y porque la
característica de este avance tecnológico será su
dirección hacia el bienestar de las personas en el
plano médico, informático, comunicaciones,
potabilización de agua, nuevas formas energéticas,
comodidades hogareñas y mejoras en efectos de
uso cotidiano como ropa, alimentos,
medicamentos, celulares, almacenamiento y
disponibilidad de información, esparcimiento,
rélax, arte.
Pero también para mal. La sociedad será más
violenta, los peligros para la vida se incrementarán,
deberemos convivir con mafias y delitos
desbordados, habrá tensiones de cambio y el
ambiente estará cada vez más deteriorado.
La actitud inteligente sería potenciar lo
bueno y prevenir lo malo. Aprovechar las ventajas
de la economía creciente para adaptar nuestro
comportamiento a esas nuevas condiciones, y a la
vez prever los efectos negativos de los cambios
para atenuarlos, procesarlos con una inteligente
acción política preventiva, incluir a los excluidos,
incorporar a todos al festival del futuro y atacar sin

392
cuartel las deformaciones violentas de la
convivencia, con la vigencia plena de los derechos
de las personas y el estado de derecho.
Las turbulencias del presente tienden a poner
nuestro sentimientos en el camino del pesimismo.
Una mirada más levantada y curiosa nos mostrará,
a nuestro alrededor, la existencia de las “semillas
de la Argentina exitosa”.
Ellas, contra todo pronóstico, eclosionaron a
la visibilidad con la batalla del campo, al que la
historia de los años que vienen deberán, en algún
momento, rendir tributo como a uno de los grandes
hitos de la historia nacional por su saludable efecto
en la recuperación ciudadana y la reaparición de la
política como actividad creativa, de dialogo y de
solidaridad nacional.
Si hiciéramos lo adecuado, en pocos años
podremos cambiar nuestro destino. No habría villas
de excluidos y prósperas zonas mundializadas.
Habríamos reconstruido el entramado social,
ocupando el inmenso territorio de dimensiones
continentales que se llama República Argentina
con miles de pequeños pueblos dotados de todas
las comodidades y avances del mundo
contemporáneo.
Tendríamos un medio ambiente de
excelencia y la vida en el país sería como lo
soñaran los espíritus más lúcidos de la generación
exitosa, pero también las ilusiones optimistas de

393
los seis millones de inmigrantes que llegaron hace
un siglo al territorio argentino.
Lo curioso es que, con sentido común y
buena voluntad, es una meta más bien sencilla. Hay
recursos de sobra para lograrlo y el futuro no
pareciera que conspirara contra ella. Pero que sin
ambas virtudes, es titánica para quienes deseen
impulsarla, por más recursos de que se disponga.
Es, en síntesis, una decisión humana. Ni del
destino, ni de la naturaleza, ni del ser supremo.
Nadie, sino cada argentino y todos en
conjunto, pueden hacer en su lugar la historia
personal y la historia de todos. Y la consecuencia,
el futuro, no será responsabilidad de nadie más que
de cada uno de nosotros
El campo, por su parte, quizás sin conciencia
plena de la trascendencia de su lucha, cumplió con
una parte muy importante de su responsabilidad:
prendió la mecha.
Y encendió el futuro.

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