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Abordaremos los derechos del niño a través del texto “la niñez en los espacios
urbanos” (1820-1920) de los autores Julio Cesar Ríos y Ana María Telak. En dicho
texto nos plantean que la sociedad de esa época tenía dos modos de ver al niño, uno
era visto como normal y otro como anormal.
El niño “normal” era el que crecía contenido por su familia, el que concurría a la
escuela, el disciplinado. Era muy valorado en la sociedad de ese momento el modelo
de familia tradicional burguesa con valores morales occidentales. El niño era
considerado desde el discurso académico biologicista y medicalizado como un ser
violento por naturaleza, citando a V. Mercante “Filogenéticamente consideradas las
tendencias criminosas le son naturales como eran naturales en el hombre primitivo
(…) El niño no nace un dechado de bondades, por el contrario, la geminación
delictuosa es mucho más activa y variada que en el adulto”. Es por esto que cobra
relevancia el papel de la educación y de la familia, ya que será tarea de éstos contener
al niño para que no se convierta en un ser violento, si no que pueda desarrollarse de
acuerdo a las normas sociales que son las que establecen la normalidad del niño.
Por otro lado, está el niño “anormal”, que son los que están fuera de la norma
esperada por la sociedad, éstos generalmente son los hijos de inmigrantes quienes
por el modelo industrial llevado a cabo en el país deben salir a trabajar durante varias
horas tanto hombres como mujeres y esos niños quedan sin contención los cuales a
temprana edad comienzan a vivir en la calle. Otros de los motivos es que viven
hacinados en conventillos por lo que ven en la calle la salida tanto para la diversión
como para la comunicación entre sus pares. En esa época hubo un alto índice de
mortalidad de madres en la sala de parto y abandono de parte de los padres. Es por
todos estos motivos que el niño queda librado a la suerte y termina en la calle el cual
es un lugar hostil, en el cual se viven situaciones de violencia, conviven con la
prostitución, las adicciones, etc. muchos terminan siendo lustrabotas, vendedores
ambulantes, vendedores de diarios, vagos, mendigos, delincuentes o se dedicaban a
la prostitución infantil.
Con el fin de salvar y regenerar a estos niños crean “los institutos de menores, ya sean
reformatorios o colonias agrícolas, y los asilos religiosos tratan de constituirse en
alternativas altruistas que los mantengan alejados del “exterior””. Estas instituciones
estarían a cargo de formar la subjetividad de esos niños de acuerdo con la moral
vigente, así como también tratarán de imponer una identidad nacional a los hijos de los
inmigrantes, basándose en un ideal de formación patriótica-pedagógica, la cual
incorpora símbolos y emblemas que constituirán los valores de la nacionalidad. En
éstas instituciones se les provee a los niños un espacio de contención, alojamiento,
vestimenta, alimentación, atención de salud, formación moral, educación y
capacitación, así como también se los disciplina.