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Pregunta SI N0
¿Hay antecedentes familiares de problemas
de conducta o salud mental?
¿Vive en un entorno marginal con alto riesgo
social?
¿Pertenece a una familia desestructurada
(separación de los padres), crianza con otras
figuras familiares (abuelos, tios...)?
¿Se conocen malos tratos hacia el niño
(físicos o psíquicos), abandono, negligencia o
incumplimiento de los cuidados básicos del
mismo (comida, higiene, escolarización,
etc..)?
¿Las primeras conductas disruptivas se
manifestaron antes de los 5 años?
¿Estas conductas son persistentes y
permanecen a lo largo del tiempo a pesar de
sufrir fluctuaciones en su frecuencia e
intensidad?
¿Disfruta de actividades que suponen riesgo
físico para él mismo u otros?
¿Existen paralelamente a las conductas
disruptivas un retraso significativo en el
aprendizaje escolar?
En niños mayores: ¿hay conductas de riesgo
como ingesta regular de alcohol o sustancias?
¿Es temido o rehusado por una parte
significativa de sus compañeros en el colegio?
¿Sus padres o tutores no se muestran
colaboradores y no suelen asistir
regularmente a las reuniones en el colegio?
¿Tiene el niño un patrón de comportamiento
caracterizado por dos o más de las siguientes
características?: Hiperactividad; Impulsividad,
Déficit Atencional, Baja tolerancia a la
frustración.
*Si= 1 punto. No=0
INTERPRETACIÓN RESULTADOS:
Puntuación o total Valoración
0-4 El niño presenta ningún o pocos factores de riesgo y, por tanto, su
evolución deberían ser positiva. Si aparecen conductas disruptivas
pueden deberse a circunstancias temporales.
5-8 Se sitúa en una zona media o media-alta de riesgo para presentar
episodios disruptivos frecuentes y de cierta intensidad. Su evolución
dependerá del control de los diferentes factores de riesgo y el
seguimiento por parte de los diferentes profesionales de la salud.
9-12 En esta franja se sitúan los niños con peor pronóstico al presentar casi
todos los factores de riesgo. En este grupo se incluirían los casos más
patológicos con necesidades atencionales especiales.
Independientemente de la puntuación total obtenida por un niño determinado, es interesante
comprobar si existe predominio de alguno de los factores de riesgo. En la siguiente tabla se han
agrupado los diferentes ítems según al factor al que pertenecen.
El niño debe saber que deseamos ayudarle pero que hay ciertos límites que no pueden
sobrepasarse.
Los niños que provienen de entornos marginales pueden haber observado y aprendido modelos
de interacción con los otros basados en la amenaza, la ley del más fuerte o en valores que se
apartan de las normas sociales básicas. Muchos de ellos presentarán un retraso significativo en
los diferentes aprendizajes debido a que han crecido en un ambiente poco estimulante y
propicio.
En la adolescencia configuran una población de alto riesgo para consolidar conductas violentas o
adictivas. Parte de la interacción con ellos debe basarse, pues, en ofrecerles modelos
alternativos. Probablemente no podremos cambiar su entorno pero sí intentar darles una
perspectiva diferente siempre desde el respeto a sus orígenes y creencias.
Cuando predominan estos factores en un niño que presenta conductas disruptivas en el aula, es
posible que lo haga para llamar la atención del maestro. Frecuentemente puede interpretarse
como una demanda de ayuda desadaptada a pesar de que el niño no sea capaz de identificar
con claridad qué le ocurre. Muchos niños viven con cierta "normalidad" sufrir malostratos por
parte de personas allegadas dado que no han conocido otra cosa. Son niños que nos someterán
constantemente a prueba y tratarán de manipularnos afectivamente ("ya no te quiero", "eres un
mal profesor prefiero a...".
Destacar que, en general, los niños que han sufrido importantes carencias afectivas,
dependiendo de la presencia de otros factores de riesgo, pueden desarrollar tanto
conductas externalizantes (conductas disruptivas, agresivas, violencia...)
como internalizantes (depresión, retraimiento, etc..), también una mezcla de ambas.
El trato con este colectivo debe basarse en encontrar un equilibrio entre marcar los límites y
proporcionar un apoyo afectivo que les permita desenvolverse con mayor seguridad en el
entorno escolar. Es un juego de equilibrios no siempre fácil de poder regular en nuestro medio.