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DANIEL ELLEBERG
PREFACIO, 1968
disuasión resistencia
aceptación 90 100
Castigo 0
Disuasión resistencia
Aceptación 10 100
Castigo 0
disuasión resistencia
aceptación 100 , 10 50 , 100
castigo 0,0
Disuasión Resistencia
Aceptación 100 , 10 50 , 100
Castigo 0,0
Disuasión Resistencia
Aceptación 100 , 10 -1 , 100
Castigo 0,0
Unión Soviética
Status quo Agresión
Aceptación 0 10
EEUU
Retaliación -1000
i
Todos los puntos de vista expresados aquí son los del autor. La corporación RAND no se
hace responsable por lo aquí expuesto ni ello representa el punto de vista de RAND o
cualquiera de sus patrocinantes privados u oficiales.
ii
New York Times 5 de Marzo de 1959.
iii
La mejor referencia general a la teoría del juego es la de Duncan Luce y Howard Rafia,
Games and Decisions (New York, 1957), parcialmente reimpreso aquí.
iv
Frederick Zeuthen, Problems of Monopoly and Economic Warfare (Londres, 1930).
v
Thomas Schelling, “Un ensayo sobre negociación”, reimpreso en esta colección.
vi
Frederick Zeuthen tiene un concepto equivalente en su ensayo “Guerra Económica”
reimpreso aquí. El lo aplica a una situación de negociación bilateral, un contexto que
consideraremos en otras conferencias.
vii
Savage, The Foundations of Statistics (New York, 1954).
viii
Ramsey, “Verdad y Probabilidad” (1926) in The Foundations of Mathematics (Londres,
1931).
ix
New York Herald Tribune, 4 de Diciembre de 1958.
x
Este robo se llevó a cabo en la hora de almuerzo de una de las esquinas más transitadas del
mundo: séptima avenida con calle 34, enfrente de Macy‟s. La señora caminó con su vaso en la
mano pasándole por enfrente a guardias armados sin decir una palabra. Su salida fue un poco
antes de que entraran dos guardias más, dos policías y dos agentes del FBI que estaban en la
esquina.
xi
New York Herald Tribune, 3 de Enero de 1959.
xii
Ella fue eventualmente procesada por los dos robos (cuando la enfrentaron con su primera
víctima, confesó “ese fue el muchacho que atraqué la primera vez”) sin ni siquiera haber dado
su dirección (o, como sospechan algunos, su nombre correcto). Sobre el dinero del primer
robo, le informó a la policía que “unos minutos después de haber salido del banco, la bolsa de
dinero se cayó. Un hombre la recogió y me la dio pero yo estaba tan nerviosa que le dije, „eso
no es mío‟ y seguí”.
xiii
New YorK Herald Tribune, 4 de Noviembre de 1958.
xiv
Subrayo tanto este punto porque hay una distinción mayor entre el enfoque que propongo en
estas conferencias y muchos otros tantos previos dados a situaciones de amenaza. Por
ejemplo, Luce y Rafia, disertando sobre los enfoques teóricos del juego, mencionan en
diversas ocasiones que es posible juzgar la efectividad de las amenazas solo si se pueden
hacer comparaciones entre los estimados de los participantes en la negociación. En otras
palabras. Ellos y otros escritores han señalado la importancia de que el chantajista pueda decir
“Esto te herirá a ti más que a mí” muchos críticos han dudado de la posibilidad de hacer tales
comparaciones sobre una base empírica, significativa; y mi propio enfoque me convence de
que no es necesario hacer eso.
xv
No he hecho comparaciones entre el enfoque que les presento aquí y otros enfoques
alternativos. Es conveniente remarcar que el punto es una novedad del presente análisis.
xvi
Schelling, op. cit.
xvii
En este punto podríamos citar nuevamente las palabras de Kruscher a Harriman, citadas al
principio de la conferencia: “nuestros misiles volarán automáticamente” y sus colegas corearon
la palabra “automáticamente” Life, 13 de Julio de 1959, p. 33.
xviii
En la más reciente publicación de Schelling sobre este asunto, “La estrategia del conflicto:
Prospecto para la Reorientación de la Teoría del Juego”, Journal of Conflict Resolution, II, N° 3
(Septiembre de 1958), 240, ha propuesto independientemente la misma formalización de su
trabajo previo.
xix
Parece natural inferir que la víctima cederá con certeza, ya que, podría decirse, él asumirá
que el chantajista está seguro d llevar a cabo su amenaza. Sin embargo, hay buenas razones
para discutir esto. Esta táctica implica sus riesgos, no le garantiza la victoria al chantajista.
xx
Departamento de Estado Bulletin, XXX (25 de Enero de 1954) 107-110.
xxi
New York Herald Tribune, 16 de Mayo de 1952. En este planteamiento, la similitud esencial
aparece claramente entre la amenaza “disuasiva” y el “chantaje”.
xxii
Dean Acheson, “Los deseos no salvarán a Berlín”, Saturday Evening Post, 7 de Marzo de
1959, p. 85.
xxiii
Dean Acheson, Power and Diplomacy (Cambridge, 1958) p. 51.
xxiv
Op. cit. P. 47
xxv
New York Herald Tribune, 10 de Marzo de 1959. El atraco anterior fue reseñado en el mismo
periódico el 20 de Febrero.
xxvi
Dos semanas después de que esta hipótesis se planteara en público, el gerente del banco,
en vista de que había alcanzado una conclusión similar, comenzó la instalación de un sistema
que fotografiara a los clientes automáticamente. Durante el curso de la instalación, un cliente
obtuvo miles de dólares con una nota que comenzaba simplemente con la frase “Dame…” y no
hizo ninguna mención a armas. (En otro atraco, fue descubierto, resultando ser un contador
quien había tomado un receso en su trabajo de oficina).
xxvii
Raymond Aron, On War (New York, 1959) p. 113.
xxviii
El 10 de Marzo de 1959 es la fecha en la que se dio esta conferencia de Lowell. Al
momento de esta edición, Julio de 1959, parece no haber razones par modificar los
señalamientos.
La rueda de prensa presidencial al día siguiente el 11 de Marzo de 1959 generó reacciones
frente a la estrategia de los EEUU en la crisis de Berlín. El Presidente hizo los siguientes
comentarios: “no vamos a iniciar una guerra sobre territorios en Europa….No se podría iniciar
una guerra de ese tipo si ello implicara que esa fuera la vía de reforzar nuestras posiciones. Es
necesario buscar otras vías”. Luego dijo “No sé cómo se puede liberar a algo o a alguien con
armas nucleares…La destrucción no es buena política de fuerza. No se pueden lanzar
granadas en la calle par que las calles sean más seguras. Esa es la forma como se debe ver
una guerra nuclear como algo general es una forma de autoderrotarnos, porque después de
todo, con ese tipo de explosiones nucleares en todo el mundo, no se lo que le pasaría al
mundo y en particular al hemisferio del norte; y no creo que nadie sepa, pero lo que sí sé es
que sería algo sumamente serio.
Estas afirmaciones le parecieron a algunas contradictorias. Surgió la pregunta que si se
descartaba un guerra terrestre y una guerra nuclear no liberaba a nadie, que amenaza tenía el
presidente en mente. El Presidente respondió: “Yo nunca dije que la guerra nuclear era
completamente imposible”.
En el contexto de sus otras afirmaciones, era claro que la amenaza a la que nos estábamos
exponiendo era una posibilidad (la cual el presidente tendía a minimizar) de una respuesta
nuclear. Tal como lo sugería Aaron, ello sería efectivo, debido al suficientemente bajo riesgo
crítico en el oponente. Pero además debe señalarse que si una amenaza así funciona hoy en
día en la disuasión, puede funcionar mañana en el chantaje.
xxix
Acheson, Power and Diplomacy p. 47.
xxx
Jhon Foster Dulles, citado en “How Dulles averted War” p. 78.