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Alumno: Arturo Núñez Hernández.

Materia: Filosofía de la Ciencia.

Control de lectura: Rudolf Carnap La superación de la metafísica por medio del análisis lógico del

lenguaje. Gaston Bachelard La filosofía del no.

Rudolf Carnap y Gaston Bachelard, ambos físicos y filósofos, se preocupan por los criterios

involucrados en la Ciencia para definir sus conceptos. Aunque el tema a tratar por ambos

pensadores sea el mismo, el método y las metas son harto divergentes.

Para Carnap, el fin que persigue su trabajo, es poder usar las reglas del lenguaje y la lógica moderna

para establecer un criterio de demarcación. Carnap busca plantar una aduana que exija se

identifiquen aquellas áreas del pensamiento que quieren hacerse pasar por científicas. Para ello, va

a establecer criterios de significado, así si hay conceptos que no cumplan con lo establecido, deben

ser epistémicamente desvalorados, adjudicados al mundo de la literatura y no al del conocimiento.

Una proposición, para que tenga significado, debe cumplir al menos dos cosas; Tener contenido

empírico y ser lógicamente coherente. Si alguien se despierta un día con la fabulosa idea de querer

investigar si los verbos son de color azul o verde, sería imposible hacerlo, porque esto ni siquiera es

un problema. La “proposición” presentada mezcla contenidos del lenguaje y elementos empíricos

de manera incompatible. Aunque es posible involucrar a los verbos y colores en una función

predicativa por separado, juntarlos implica imposibilidad de corroborar empíricamente. El problema

con estás pseudoproposiciones es que no se pueden verificar en la experiencia. Por lo tanto, no sería

la realidad la que decide la validez de nuestras proposiciones. Pero si no podemos comprobarlas,

entonces estamos simplemente en el terreno de la ficción donde cada quien puede decir lo que le

venga en gana. Esto puede permitirse en la literatura, pero no la Ciencia. Tampoco podría yo, darme
a la tarea de investigar si hay triángulos de cuatro lados, ya que al ser éste un concepto analítico, el

cual se define por el número de sus lados, sería contradictorio, las reglas de la lógica no permitirían

semejante aberración. No podemos investigar pseudoproposiciones, no porque éstas sean muy

complejas o porque no tengamos la tecnología aun para comprobarlas, sino porque son por

principio un sin sentido.

Para Carnap, los conceptos tendrán significado si es posible retrotraerlos a sus elementos empíricos.

La base empírica es la que determina los significados. Para hacer esto, es necesario fijar la forma de

la proposición elemental, que hace referencia a la sintaxis de la palabra. Debemos usar la manera

correcta de dirigirnos a las palabras para eliminar la posibilidad de confusión. Así para la palabra

ladrillo, le correspondería “x es un ladrillo”, donde “X” puede ser cambiado por otros conceptos y

proposiciones que aclaren más el significado. Pero aquellos conceptos por los cuales “X” es

intercambiable, tienen que derivar en algún momento en lo que Carnap llama proposiciones

protocolares. Estás proposiciones últimas son aquellas de observación, tienen su base en la realidad

experimentable por los sentidos.

Una palabra que no pueda seguir su camino deductivo hasta enunciados de observación, no serán

significativas. Este criterio nos sirve para eliminar las definiciones arbitrarias, ya no podemos definir

completamente por decreto, si alguien quiere que su expresión tengan sentido, debe usar la

derivación lógica hasta tocar alguna proposición protocolar y así sabremos, según el modelo de

Carnap, el significado de los conceptos.

Carnap explica que la investigación metafísica está llena de pseudoproposiciones y por lo tanto no

puede ser considerada una Ciencia. El problema es que la forma gramatical de un lenguaje permite

crear ciertas expresiones que no tienen sentido, pero que muchas veces, logran camuflarse y esto

lleva a mal entendidos irresolubles (propios de la metafísica). Carnap somete a prueba la lectura
sobre la Nada de Heidegger. Aquí, Heidegger se pregunta por la naturaleza de la Nada, pero al

hacerlo, pone a ésta como un sustantivo, al cual es posible adjudicarle predicados y acciones. El

problema, nos dice Carnap, es que el hecho de que podamos usar el término Nada como un nombre

propio, no lo vuelve uno. No porque en el lenguaje ordinario que usamos día a día nos sea posible

hablar de la nada como lo hace Heidegger, ésta se llenará de significado. La forma correcta de hablar

de la nada, sería para Carnap, expresiones tales como “No hay nada allá dentro”. Así darle a la nada

apariencia de nombre propio es hacerle pasar injustificadamente por un sustantivo.

El problema entonces es que la gramática del lenguaje común permite estas expresiones, las cuales

a no tener significado por estar mal usadas nos llevan a sinsentidos como la “investigación” sobre la

“Nada” que pretende Heidegger. Para Carnap, la metafísica está llena de conceptos vacíos y

psudoproposiciones. Por lo tanto no es posible hacer Ciencia con ella y lo más que pueden

“significar” sus conceptos son actitudes emotivas, que claro está, no es esto a lo que quieren referir

los metafísicos cuando escriben sus libros. Pero dado a que no en sus proposiciones hay conceptos

que no refieren a entidades empíricas, tienen que ser declarados incongruentes y epistémicamente

insignificantes.

Bachelard, no intenta crear un criterio de demarcación para saber cuándo un concepto corresponde

al terreno empírico o al metafísico y así poder expulsar a los segundos del campo de los primeros.

Para Bachelard, los conceptos de la Ciencia siempre tendrán su carga metafísica, y por lo tanto será

posible estudiarlos filosóficamente. Bachelard, va a proponer una unión entre ambos saberes, que

lejos de ser incoherente, es por el contrario, recomendable y complementaria. La Ciencia vista como

un organismo que se desarrolla, que se supera con cada avance, necesita no de una sola filosofía,

sino de un conjunto de pensamientos que den sentido al desarrollo científico en sus etapas

particulares. Cada concepto científico guarda relación no solo con la realidad empírica, sino con un

conjunto de ideas que se asientan en dicho concepto y lo hacen coherente. Pero como la Ciencia
está en devenir, como no es un organismo completo y cerrado, sino que es abierto, se va creando,

es necesario entender las afinidades y discrepancias que hay entre el mismo concepto al avanzar la

ciencia. Racionalismo y empirismo, son para Bachelard, dos caras de la misma moneda ya que uno

necesita al otro para complementarse y adquirir pleno sentido. El empirismo sin articularse al

pensamiento no podría ser pensado, pero también un racionalismo que no se aplica, que no aterriza

en el plano empírico no puede legitimarse.

Bachelard, confiado en que la Ciencia avanza, y si todo concepto de ciencia cambia con los adelantos

de pensamiento, será posible encontrar en los desarrollos progresivos de los conceptos de la

Ciencia, una progreso no solo científico sino también uno filosófico, ya que siempre hay un soporte

de entendimiento en los conceptos científicos.

El concepto de la Ciencia que Bachelard va a analizar para buscar el desdoblamiento de la filosofía,

es el concepto de masa. El concepto de masa, no ha sido el mismo en la Ciencia durante su

desarrollo, por lo tanto es posible encontrar el carácter filosófico específico de cada etapa de avance

de dicho concepto. En el primer nivel que nos presente Bachelard, la masa es vista como el volumen

de alguna cosa. Pero es fácil notar con la más ligera interacción que hay objetos que tienen menos

volumen que otros y son aun así más pesados. Es necesario hacer una pequeña reformulación y

asignarle a la masa la cualidad intensiva, la masa empieza a ser vista como algo que tiene cantidad.

En la segunda etapa, la masa es pensada en relación a la báscula, ya no es una propiedad calculada

a ojo de buen cubero, el instrumento aunque aún desprovista de teoría, el intermediario de la

balanza nos acerca más a una noción general de masa. La masa aquí es entendida como una noción

inmediata, sumergida en un seco empirismo. La tercera etapa es la masa de Newton, aquí la masa

es comprendida ya no de manera aislada, sino en completa correlación con otros términos que son

la que la definen y le dan sentido. La masa llega a ser para Newton, el resultado de una relación

matemática entre la aceleración y la fuerza. Aquí, no es tan fácil aceptar el realismo, la masa ya no
es esa noción aislada, sino que obedece a una relación y la forma de entender ésta es haciendo uso

de la razón matemática. Si se quiere aceptar el realismo de la noción newtoniana de masa se debe

al menos partir la realidad en dos y aceptar la realidad de las leyes que le dan sentido al concepto

de masa. La masa de Einstein es la siguiente. En ella al contrario que con Newton, la masa ya no solo

entra en relación con otros elementos para medirse, sino que ella misma es esa relación, no es

posible seguir separando la masa y explicándola como si fuera una entidad aislada. La masa ya no

es solo pensada en relación hacia fuera determinable matemáticamente, sino que se reconoce la

interior de la masa, propiedades como la velocidad que se pensaban como separadas de la masa

involucran cambios hacia dentro de ésta. La masa ya no puede seguir pensada como elemento

simple, sino como complejo, pero aun así es vista como un elemento para los fenómenos físicos. La

quinta noción es la física de Dirac. En ella, la masa se entiende como la manera de propagación. Lo

complicado de esta noción es que suelta un presupuesto que todas las concepciones de masa deban

por hecho; la masa corresponde a un solo objeto. Dirac, gracias al cálculo de propagación se percata

de que hay dos tipos de masa correspondiente a un mismo objeto. La primera cuadra perfectamente

con todas etapas de masa anteriores. La segunda a éstas porque el resultado es un cálculo de masa

negativo. La masa negativa rompe con la noción más intuitiva sobre el mundo, y prefiere hacer caso

a complejos cálculos que reorganizan la forma de pensar el mundo.

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