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El concepto de valor en Husserl y Ortega.

Mtro. Luis Ignacio Rojas Godina.


Reporte de lectura sobre el texto de Ortega y Gasset - Discurso para la Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas (1918).
Ari Lázaro Maya Dávila

El texto que nos presenta Ortega es una conferencia dirigida claramente a un público
cultivado que, aunque nunca fue leída ante tal auditorio, pretende ser una introducción a la
Estimativa, la cual, en términos generales, puede ser entendida como la ciencia fundamental
del valor. ¿Qué se busca lograr con esta teoría general del valor? En primera instancia, la
Estimativa busca poner sobre la mesa el ámbito del valor en contraposición con el ámbito del
ser, el cual ha sido el que ha dominado y se ha pensado como el único ámbito fundamental de
las cosas. Lo que muestra Ortega en este ensayo filosófico es que, como señaló acertadamente
el filósofo alemán Hermann Lotze, la filosofía ha privilegiado el concepto de ser, pero no ha
visto que hay otros modos de realidad, en este caso, el mundo de los valores. Para explicar
mejor lo dicho en las líneas anteriores, daré un panorama general del hilo conductor
argumental que nos ofrece Ortega en este texto.

El filósofo español comienza refiriendo que el concepto de valor ha sido dado por supuesto en
la historia de la filosofía. Si hacemos la pregunta ¿qué es el valor?; no qué es el valor moral,
el valor económico o el valor estético sino ¿qué es el valor en general?, nos daremos cuenta
de que, paradójicamente, mientras la filosofía desde sus inicios se ha dedicado a reflexionar
sobre el problema del ser, su equivalente en extensión y dignidad, el problema del valor,
aparece casi completamente ignorado por los filósofos. Esto se explica por el hecho de que
históricamente la idea del Bien fue la que pretendió englobar en sí la idea de valor. ¿Cómo es
esto? En realidad, dice Ortega, el Bien es una especie del género valor; confundimos el Bien
con el valor, a la especie con el género, y esto se entiende mejor al analizar la manera como
los antiguos griegos pensaban el ser con la corporeidad. En la mentalidad de los antiguos
filósofos no existían más que objetos corporales o físicos, y debido a esto, creyeron que el ser
se define por la corporeidad; confundían el género (ser) con una especie del ser (el ser
corpóreo o físico) hasta que posteriormente gracias a Pitágoras se pensó en la existencia de
seres incorpóreos como números y relaciones geométricas puras, lo que permitió desechar la
vieja idea del ser únicamente como corpóreo y entenderlo y distinguirlo como un género
supremo.
Análogamente, hemos pensado el Bien como el género supremo del valor, y sin embargo
resulta que el Bien es un valor positivo y el Mal un valor negativo; y si el Bien y el Mal
siendo contrarios comparten algo en común, resulta que el valor tiene que ser un género
supremo a ambos. ¿Qué es, pues, ese «valor» común a ambos? Para comenzar a despejar esta
pregunta necesitamos reconocer que existe un ámbito en el cual no sólo explicamos las cosas
según su ser, sino que además las estimamos o desestimamos, las preferimos o las
posponemos; en suma, las valoramos. No sólo nos movemos en el mundo del Ser, sino
también en el mundo del valer. Y este mundo de los valores es este mundo en donde las cosas
no son sólo cosas a secas sino que poseen cualidades objetivas por medio de las cuales las
reconocemos como buenas o malas, mejores o peores, valiosas o inválidas, estimables o
desestimables, etc. Es este ámbito el que busca estudiar la Estimativa y que, como dijimos, ha
sido ignorado en su dimensión real por los filósofos.

Ortega prosigue su discurso criticando la idea de Locke según la cual las cosas son buenas o
malas sólo por su relación al placer y al dolor que nos producen. Esta teoría lockeana es
continuada posteriormente por Meinong, un discípulo de Brentano, al decir que el valor es el
cariz que sobre el objeto proyectan los sentimientos de agrado y desagrado del sujeto. Para
Meinong, el hecho de que un sujeto dé valor a una cosa y otro se lo dé a otra; el que yo
prefiera lo que éste otro pospone; es una clara muestra de que con el sujeto varía la
valoración, o lo que es lo mismo: el valor adviene al objeto desde el sujeto. Ante esta idea que
podemos nombrar de subjetivista, Ortega responde férreamente que “A la esencia de la verdad
son indiferentes las vicisitudes del sufragio universal”, o lo que es lo mismo: el que todos los
hombres coincidan en una misma opinión no la hace más verdadera. En este punto queda
claro que Ortega se inclina más bien hacia una posición objetivista, pues dice: “De modo que
lejos de parecerme bueno un hombre porque me agrada lo que positivamente acaece en mi
conciencia, es que me agrada porque me parece bueno, porque hallo en él este carácter
valioso.” En otra parte menciona: “Él es el que me aparece y a quien disputo por bueno —
como el verde de la hoja me aparece en la hoja y cual propiedad de ella, no mía.”

Ahora, es necesario distinguir entre placer y valor, ya que no siempre al sentimiento de


desagrado corresponde un valor negativo, pues el que sufre una herida por salvar a otro sufre
su dolor y, sin embargo, valora positivamente el hecho objetivo que lo produjo, a saber, la
salvación del otro. Por ello, el valor de una cosa tiene que ir más allá del hecho de que nos
complazca o no, en otras palabras, el valor trasciende las sensaciones corporales y es un
ámbito más complejo. El valor es reconocer una condición yacente en el objeto. No es una
cuestión de hecho, sino una cuestión de derecho. Pues así como consideramos una falsedad
atribuir a un objeto blanco la propiedad de negro, así cuando algo nos parece bueno
consideramos un error que alguien o nosotros mismos reaccionen ante ello con un sentimiento
negativo o una repulsión volitiva. Dice Ortega: “Si los motivos en que se funda mi preferencia
de X a Z son injustificados, caprichosos, mi preferir será erróneo: habré creído ver en X un
valor que no existía y habré preferido lo que, en verdad, no es preferible.” Esto responde a la
idea de Meinong según la cual no se puede explicar la diferencia de valoraciones en los
distintos sujetos más que aceptando que es el sujeto quien atribuye el valor al objeto. Desde el
objetivismo lo que sucedería realmente es que unos sujetos valoran correctamente y otros
erróneamente. Ahora el problema a resolver será aclarar el hecho de que no hay paralelismo
entre la claridad con que se nos presenta una cosa y la claridad con que nos es presente el
valor o valores de esa cosa. La dilucidación de esta cuestión será la tarea de la Estimativa.

Cada cultura y época posee su propio sistema estimativo. Yo creo que gran parte de la labor
investigativa debería consistir en escudriñar las notas esenciales valorativas que puedan
compartir los distintos sistemas estimativos con miras a vislumbrar los cimientos de una
teoría general del valor.

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