RECUPERANDO LA PASIÓN POR LAS ALMAS
Por Luis Fernando Zabaleta González
Introducción:
La pasión es una emoción experimentada en toda su fuerza,
que logra dominar los deseos, la razón, la voluntad y todos
los pensamientos. Agudizando el foco de atención en
aquella persona o cosa que estimula dicha pasión. La pasión
te ciega, te “enloquece”, te enamora, te resucita, te
reanima… es una droga estimulante, es una fuerza
incontrolable. La pasión, ha sido el estímulo para que los
grandes proyectos humanos se lleven a cabo. Las grandes
obras arquitectónicas, artísticas, poéticas y sublimes, han
sido el resultado de gente apasionada.
Dios es un Dios de pasión. Sus sentimientos y emociones
son expresadas en su máximo esplendor… cuando ama, lo
hace con pasión (igualmente cuando odia, cuando rechaza,
cuando castiga). Su amor, lo llevó a realizar el mayor acto
de locura jamás imaginado, su autosacrificio, por la
salvación de su creación separada de Él.
Desde el principio de la creación, vemos a un Dios
trabajando incansablemente… apasionado por su proyecto
creativo, donde por fin existirían aquellos recipientes de Su
Inmenso amor. La historia apasionada del Libro de
Cantares, refleja la pasión de dos enamorados, consumidos
por la pasión; en dicha historia, encontramos frases
poéticas inmortales como:
“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu
brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el
Seol los celos; Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los
ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de
cierto lo menospreciarían.” (Cantares 8:6-7)
La pasión amorosa de Dios por su creación perdida, es
expresada en San Juan 3:16, de manera profunda:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna” (Juan 3:19)
Noten la fuerza de este amor, que conduce al sacrificio
personal, a la renuncia del “YO” personal, para alcanzar
aquella meta, aquel sueño, aquel estímulo de la pasión.
Algunos no entienden este tipo de pasión que impulsa a
darse enteramente… en algunos casos, la pasión es
enfermiza; pero en el sentido espiritual, es la mayor
expresión del amor.
La pasión nos impulsa a darnos
La pasión no es solo una atribución de Dios, Él espera que
su pueblo sienta la misma pasión con que Él se expresa.
Toda acción humana, aceptada por Dios en la Biblia es el
resultado de la pasión que ha atrapado la mente, el corazón
y la vida entera de los hombres y mujeres de Dios.
Aprendamos los siguientes principios para experimentar
una genuina pasión cristiana, que nos permita recuperar la
pasión por las almas.
DIOS ES NUESTRA PASIÓN.
No es posible, tener pasión por las almas, si primero no se
tiene amor por Dios. El amor por Dios debe ser expresado
de manera plena (Marcos 12:30):
 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón
(Voluntad-Yo)
 Y con toda tu alma (Sentimientos).
 Y con toda tu mente (Pensamientos).
 Y con todas tus fuerzas (Conductas).
No somos llamados a tener otro sujeto de nuestro amor
apasionado, ni nuestra familia, ni patria, ni ninguna otra
cosa, puede ocupar el lugar céntrico de nuestra pasión
amorosa, como lo sentimos para Dios. Esta pasión, nos
impulsa a darle todo nuestra voluntad, todos nuestros
sentimientos más profundos.
LA PASIÓN ES ATRACCIÓN
Cuando un discípulo está plenamente apasionado por Dios,
sencillamente lo expresará estando en el lugar donde Él
está, haciendo lo que Él hace.
Dios amó tanto al mundo, que dejó su Trono en Gloria:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad” (Juan 1:14)
Asimismo, Dios que nos ama con pasión, ha querido hacer
su morada en nuestro corazón. San Pablo le recordaba a sus
hermanos en Corinto:
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora
en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le
destruirá a Él; porque le templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
es”. (1 Corintios 3:16-17).
“… El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente…” (Santiago 4:5)
Así que, Dios está en el mundo y está en su iglesia. Si Dios
está allí, allí estará todo aquel que tenga pasión por su
Señor. Esto es lo que expresa la Gran Comisión:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y hace discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo . Amén”
Dios prometió su compañía continua a aquellos que quieran
estar donde él está… en la MISIÓN. Dios espera que aquellos
que dicen tener amor por Él hagan lo que el está haciendo
día y noche, reconciliar al mundo… nos ha encomendado el
ministerio de la reconciliación:
“Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para
vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto:
 que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos
murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel
que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en
adelante a nadie conocemos según la carne, y aun si a Cristo
conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios,
quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres
sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la
reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo,
como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre
de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios” (2 Corintios 5: 13-21)
Todo aquel que ame a Dios apasionadamente, amará estar
donde Él está. Es una dicha unirnos al proyecto de
reconciliación del mundo con Dios. “El fruto del justo es
árbol de vida; y el que gana almas es sabio” (Proverbios
11:30)
LA PASIÓN ES AUTODONACIÓN
El segundo mandamiento nos invita a ser coherentes con el
primero, si amamos a Dios, debemos amar a nuestro
prójimo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos
12.31). La expresión de nuestro amor por Dios, podemos
reflejarla en el prójimo:
“Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero. Si alguno
dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el
que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a
Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de
él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:19-21)
Este amar a nuestro hermano, ya no es en el sentido que
expresaba el Antiguo Testamento, donde la medida de
nuestro amor, estaba en nosotros mismos. Amar a nuestro
prójimo como nos amamos a nosotros mismos, ya no es la
medida; Jesús nos enseñó un nuevo mandamiento: “Que os
améis unos a otros; como yo os he amado, que también os
améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan
13:34-35).
Así que la pasión por las almas, inicia en amar a Dios y
continúa en amar a nuestros hermanos. El amor por el
Cuerpo de Cristo, será el estímulo para amar lo no amable…
el mundo. No amamos al mundo, ni al pecado, amamos a las
personas por quienes deseamos que vengan a nuestra
familia amada, la iglesia.
Jesús contó una historia, la cual conocemos la Parábola del
Buen Samaritano, en ella observaremos una motivación
más para esforzarnos por alcanzar a nuestro prójimo
evidenciando nuestro amor por Dios. Veamos algunos
detalles (Lucas 10:25-37):
1. La pregunta decía: ¿haciendo qué cosa heredaré la
vida eterna? Es una pregunta válida; que busca
asegurarnos de estar en lo correcto para alcanzar la
salvación eterna.
2. Jesús indicó que la respuesta estaba en la Biblia: Amar
a Dios y a nuestro prójimo (lo cual es consecuencia de
 nuestro creer en el sacrificio de Jesucristo). Jesús dijo:
“… has esto y vivirás” (v. 28)
3. La segunda pregunta, aunque maliciosa, también es
válida: ¿quién es mi prójimo? Dicha pregunta requirió
una respuesta ilustrada.
 Un hombre imprudente, iba en camino
peligroso… aunque sabía que era peligroso, viajó
por el mismo.
 Mientras iba, cayó en manos de ladrones (el
diablo, el mundo y la carne, los enemigos del ser
humano, Efesios 2:1-3), quienes le despojaron, lo
hirieron, lo abandonaron y le dejaron medio
muerto.
 Un sacerdote (legalista) iba por el mismo camino
de la vida. Prefiriendo cumplir con el rito de no
tocar a un muerto, porque era inmundo; pasó de
largo.
 Otro, un levita (religioso), quizá iba apurado a
cumplir con sus asuntos eclesiásticos… a lo
mejor al ver al moribundo, tuvo miedo de que él
corriera con la misma suerte, así que viendo a la
víctima, pasó de largo sin sentir un poco de
compasión.
 La historia se pone mejor, cuando Jesús compara
al sacerdote y al levita… ahora con un
“samaritano”, este hombre odiado, de una “raza”
despreciable, que crueldad haría con el
desdichado moribundo. Todo lo contrario; Jesús
contó la historia de cómo reaccionó ante la
víctima:
o Caminaba cerca de él, también en peligro.
o Viéndole, se fijo en el necesitado.
o Fue movido a misericordia…
o Acercándose…
o Vendó sus heridas…
o Echándole aceite y vino…
o Poniéndole en su cabalgadura…
o Lo llevó al mesón…
o Cuidó de él…
o Sacó dos denarios para que lo cuidaran…
o Asumiendo el compromiso de pagar por más
gastos…
Conclusión:
Jesús es un modelo de amor práctico… así es el amor. No
existe como un concepto abstracto, sino como una
expresión generosa de darse a sí mismo. La historia del
buen samaritano es la historia de Jesús ayudándonos, y la
nuestra ayudando al mundo. Si usted tuviera la cura para el
cáncer, si usted tuviera mucho dinero, si usted tuviera el
conocimiento que dé vida… sería un verdadero crimen que
no lo compartiera con el enfermo, el pobre o el ignorante.
Así sucede con el cristiano que esconde el tesoro del
evangelio. No es para atesorarlo para sí mismo, el evangelio
hay que compartirlo con el mundo necesitado.
La pasión por las almas se recuperará cuando Dios vuelva a
ser nuestra gran pasión, nuestro primer amor. Esa pasión
nos atraerá continuamente a Él, a donde Él esté, no
querremos otra cosa que estar con Él… y Él está en la
misión. Caminar con Él en la misión, es una renuncia
personal, una muerte a los sueños propios, para vivir por
algo mayor, la reconciliación del mundo.