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DEFINICIÓN Y CONCEPTUALIZACIÓN

La voz es definida como una función compleja que permite transmitir de


manera adecuada lo que se desea comunicar o expresar de forma verbal, la cual
entrega características únicas y representativas de cada persona (Calvache Mora,
2015). Esta función utiliza los pliegues vocales como órgano vibrador fundamental
junto con el aparato fonador compuesto por la laringe, pulmones, cavidad oral y
nasal, además de un complejo neuromuscular (Ortega, 2009). Dicho lo anterior, se
puede decir que la voz es parte del carácter sexual de cada persona, ya sea para
individuos cisgénero como para las personas transexuales (Cobeta, Núñez y
Fernández, 2013).

La identidad de género hace referencia a la vivencia interna del género, o sea


la forma en que cada persona lo experimenta, lo cual puede apuntar a su sexo
biológico como en el caso de los individuos cisgénero, o no, como en el caso de los
individuos transexuales (Pega, 2015).

El termino cisgénero es utilizado para describir a personas que se sienten


acorde a su sexo biológico asignado al nacer con su identidad de género, desde el
nacimiento hasta la adultez, es decir, durante toda su vida (Aultman, 2014).

Por otra parte, la transexualidad es un concepto etic, creado por la


biomedicina con el que se legitima el empleo de herramientas diagnósticas y
tecnologías hormono-quirúrgicas sobre aquellas personas que rechazan el género
de asignación (Soley-Beltrán 2012). Este es un trastorno en el cual existe un
conflicto entre el sexo fisiológico y el género de una persona determinada (Gómez
Raya , 2018). Por otra parte, este trastorno se encuentra recogido en el Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-V) como un trastorno de la
identidad de género (American Psychiatric Publishing, 2014). Además, la OMS la
define con los siguientes criterios: deseo vivir y ser aceptado como miembro del
sexo opuesto, el cual es acompañado con sentimiento de mal estar y sentimientos
de rechazo hacia el sexo anatómico propio; deseo de someterse a tratamiento
quirúrgico y hormonal para hacer que su cuerpo sea más acorde al sexo deseado
(Gómez Gil & Esteva de Antonio, 2006).

Hausman (1995), apunta el concepto de “identidad de género” aparece y se


desarrolla en la endocrinología y la cirugía plástica es quien proporciona la bases
tecnológicas e ideologías para el surgimiento de la transexualidad. A mediados de
los años 60, el endocrinólogo Harry Benjamin difunde este término para referirse al
deseo irreversible de pertenecer al sexo opuesto del genéticamente establecido,
además de asumir el correspondiente rol de este, asimismo solicita un tratamiento
hormonal y quirúrgico para corregir la discordancia entre la mente y el cuerpo
(Benjamin, 1966). Por otra parte, la biomedicina dice que la transexualidad es fruto
de una alteración, producida durante el desarrollo intrauterino, que provoca que el
cerebro se desarrolle en sentido inverso al sexo cromosómico, gonadal y genital
(Zhou et al, 1995; Gómez-Gil, Esteva de Antonio y Férnandez-Tresguerres, 2006).
Con respecto a la anterior, el tratamiento privilegiado se basa en la modificación
corporal del sujeto y no en la psicoterapia reconstructiva, ya que las personas trans
acuden al profesional médico, al momento de interiorizar su falta de
correspondencia sexo-género (Planas, 2010).

Por otra parte, la antropología nos proporciona una herramienta conceptual


correcta para entender el modo en que la clase médica y algunas personas trans
conciben la transexualidad, dentro de estas se encuentran los ritos de paso, los
cuales cumplen la función social de representar simbólicamente la transición entre
dos estados fijos, estables y culturalmente reconocidos llegando a ser aceptados
representando la normalidad genética (Van Gennep, 1986). Existen fases que
dividen los ritos, las cuales son; los ritos de separación (preliminares), en donde la
persona se aleja del viejo mundo, o sea, de su anterior posición; los ritos de margen
(liminares), los que son efectuados cuando el individuo se encuentra en el margen
entre dos mundos y le ayudan a prepararse para la posterior reincorporación a la
estructura social; y finalmente los ritos de agregación (postliminares), que sancionan
la integración al nuevo mundo, la obtención de su nuevo estatus (Van Gennep,
1986; Hérault, 2005).

Cuando la voz no se desarrolla en armonía con la identidad de género, se


crea una sensación de incoherencia en el interlocutor y la persona que está siendo
confundida con el sexo contrario y este es el principal motivo por el que las personas
transexuales acuden a la consulta fonoaudiológica, en busca de una voz acorde a
su género y estilo de vida (Gómez Gil & Esteva de Antonio, 2006). Con respecto a
lo anterior, las personas transexuales, la voz es un factor que afecta a su vida e
identidad de género, pese a que generalmente los transexuales no presentan
trastornos vocales, presentan dificultades para producir una voz apropiada para el
sexo con el que se identifican (Cobeta et al, 2013)

Según los datos de la WPATH en el año 2012, se estima una prevalencia de


1:11.900 a 1:45.000 mujeres trans y de 1:30.400 a 1:200.000 hombres trans a nivel
mundial. En Chile el movimiento de integración y liberación homosexual (MOVILH),
señala que a pesar de no existir datos de estudios de prevalencia de transexuales
en el país, se estima que en relación a las cifras otorgadas por la WPATH y
considerando datos del Censo del 2012 en Chile habría una población aproximada
de 266 hombres transexuales y 717 mujeres transexuales.

Las personas transexuales requieren de asistencia para feminizar o


masculinizar su discurso, voz y aspectos comunicativos no verbales como gestos,
posturas, expresiones faciales, contacto visual, etc. Los cambios en los aspectos de
la comunicación pueden ayudar a facilitar la presentación de su identidad de género,
lo cual influye en una mejor salud mental y calidad de vida (Davies & Goldberg,
2006). Su asistencia necesita de un equipo multidisciplinario que debe incluir un
psiquiatra, psicólogo, cirujano plástico, endocrinólogo, otorrinolaringólogo,
ginecólogo, urólogo y fonoaudiólogo (T’Sjoen et al., 2006). La intervención vocal
comienza con la evaluación del otorrinolaringólogo, el cual valora la estructura
anatómica y la funcionalidad de la laringe a través de distintos métodos de
exploración, el cual dependiendo del diagnóstico se indicará el tratamiento
farmacológico y/o quirúrgico, también, se proporcionarán pautas de higiene vocal y
se derivará a terapia fonoaudiológica en caso de ser necesaria (Casado y Adrián,
2002 y Boone y Mc Farlane, 2000 cita-dos en Nercelles, Fernández, Retamales y
Vergara, 2012).

El fonoaudiólogo realizará una evaluación exhaustiva, diseñará un programa


de tratamiento y ayudará a prevenir futuros problemas vocales. Esta evaluación
constará de dos puntos de vista, el del profesional, que determinará el tono,
entonación, resonancia, intensidad, calidad de la voz, articulación, duración,
discurso y aspectos no verbales de la comunicación, lo cual en conjunto constituyen
la evaluación clínica. Y el punto de vista del paciente que corresponde a la
autopercepción de su voz y sentimientos sobre las percepciones que tienen los
demás de ésta (Davies & Goldberg, 2006).

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