Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
La autora menciona una serie de factores sobre la literatura infantil que generan la pérdida de
especificidad de los libros dándole mayor importancia a otros aspectos como como por ejemplo:
la sobreestimación del formato, tamaño, colores en la tapa personajes reconocibles.
“Bestsellerismo”, circuito industrial de libreros, docentes, padres y bibliotecarios. “Inhospitalidad”
de los medios de comunicación, etc.
A partir de la década del 60, fue debatido el concepto de literatura infantil debido a que esta
última palabra, implicaba una restricción, limitaba la recepción e imponía un modo
preterintencional de producción. La literatura infantil de ese momento, se trataba de libros para
niños de 6 a 12 años donde se marcaba los qué y cómo concebir el universo del niño a partir de las
pautas establecidas por la psicología evolutiva; la presencia constante de una normativa ética que
mostraba qué valores preservar y cuáles no. La lectura se convertía en un instrumento de
disciplina individual y colectiva, las antologías o libros demostraban en sus escritos, intenciones
anunciadas, que mostraban tendencias, ideologías, políticas etc.
En Argentina, las corrientes migratorias del siglo 19 y 20 trajeron consigo libros y narraciones de
fantasía infantil con acciones en espacios lejanos y tiempos imprecisos, lo que fue provocando un
proceso de transculturación que daría lugar a nuevas voces, cada una con su significado y su
producción. Pero a su vez, se procuraba descentrarse de las lecturas de los extranjeros y articular
una línea de escrituras con fundamento en el propio territorio argentino. El exponente notable de
este proceso será la obra de María Elena Walsh, conocida en los mediados de la década del 60.
Esta autora, con un estilo desenfadado, provee el humor la alegría y el disparate que le faltaban a
las lecturas infantiles. A partir de sus obras logra distender la relación adulto/niño y reúne las
formas singulares entre lo culto y lo popular, lo europeo y lo nacional, lo pedagógico y lo
fantástico, lo simbólico y lo concreto. En sus textos incorpora juegos de palabras, ironías, rimas,
ritmos, etc. La literatura infantil abre su propio espacio cultural y cambia las direcciones
conservadoras, tradicionales y populistas que se venían dando. Empieza a crecer y a auto
reconocerse en una modalidad poética oral y escrita, desde las canciones los libros y el teatro.
Incorporando también la ilustración para un apoyo al texto y como facilitadora de la comprensión
del mismo. De esta manera, la literatura infantil sale de la marginalidad mediante la instalación de
nuevos modos de escrituras que generan a su vez nuevos modos de lecturas.
Para Gabriel García Márquez, un curso de literatura no debería ser más que una guía de lectura y
lo esencial es leerlos con placer. No se deben leer libros obligatoriamente o por penitencia.
De este modo el afán por nacionalizar las lecturas para niños y estimular la producción literaria de
escritores del país, irá consolidando una estética menos estrecha y más oxigenada y un modo de
contar a los niños más directo. Es lo que propone Germán Bardiales: hay que escribir como se
habla cuando se pone en la palabra todo el calor del alma. Los textos literarios deben gustar
interesar y beneficiar a la gente menuda.