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La guerra civil y los problemas de la democracia en España

Pio Moa

Carta la gobierno español de Pedro Sánchez (PSOE) el 13 de julio 2018

Empecemos por la ideología LGTBI que ustedes profesan como seña de identidad básica.
Uds. afirman que hombres y mujeres son iguales o deben serlo (no está claro: ¿son o deben
ser?) y que cualquier forma de sexualidad es equiparable a la que siempre se ha
considerado normal entre hombre y mujer porque, en definitiva, el acto sexual no tiene otro
objeto que la obtención de placer y este puede conseguirse de muchas formas. En particular
exaltan uds la homosexualidad como un motivo de orgullo, atribuyéndole las cualidades de
libertad, igualdad y amor. Las formas tradicionales de amor sexual serían simplemente unas
más, en realidad inferiores al estar contaminadas de lo que uds. llaman “machismo”. Creen
también que el aborto no es la liquidación de vidas humanas, sino una manifestación de
libertad y derechos de la mujer, derechos que deben ejercerse lo más ampliamente posible,
para ser eficaces.

En cambio yo, y muchos otros, creemos –en realidad constatamos porque es la misma
evidencia– que hombres y mujeres son notablemente diferentes y complementarios tanto
física como psíquicamente; y que ello determina la sexualidad normal. Digo normal no solo
porque es la forma más frecuente con mucho, sino porque es la que asegura la reproducción
humana, la permanencia de la especie, mientras que la homosexualidad y otras formas son
estériles. La reproducción exige además la familia y el compromiso de ambos cónyuges
más allá de las conveniencias o placeres pasajeros. Por eso una sociedad donde esta
evidencia se niega o denigra es una sociedad que corre a la desintegración. Constatamos,
además, que lo que concibe la mujer en su seno es una vida humana, no una especie de
tumor; y que el derecho más elemental del niño y su mejor modo de desarrollarse, en
principio, es una familia con un padre y una madre reales, y no la parodia de dos “papás” o
dos “mamás”. Creemos que la sociedad debe seguir el camino de apoyar la sexualidad y la
familia normales, sin equiparar otras formas de relación sexual, aunque sin perseguirlas
salvo en sus formas delictivas.

Hasta aquí podríamos decir que se trata de una cuestión de opinión. Todo normal: ustedes
tienen sus ideas y nosotros las nuestras, la Constitución y en general la democracia amparan
por igual la expresión de unas y otras. Parece que no debería haber ningún problema, pero
los hay, y muchos.

Ante todo, aunque las libertades democráticas amparan su libertad de opinión y la


nuestra, ello no quiere decir que todas las opiniones valgan lo mismo, pues en definitiva se
trata de ver cuál se acerca más a la verdad, única forma de progresar. Y hay al menos dos
formas de decidirlo. Una es observar los efectos reales de las ideas, por encima de su
retórica justificativa. Estos efectos son mucho menos opinables. Así, su feminismo, su
abortismo y su homosexismo tienen consecuencias sociales claras: la eliminación masiva
de seres humanos (unos cien mil abortos al año, mientras, curiosamente, se ha dado vía
libre a una inmigración en gran parte ilegal, cosas ambas llamativas); el también cada vez
más masivo fracaso familiar, cuyas víctimas principales son los niños y adolescentes,
criados con graves desequilibrios y deficiencias afectivas. Lo cual se refleja en fenómenos
juveniles como el aumento de suicidios, la proliferación de las drogas y el alcoholismo, el
sexo en grupo, consumo de ansiolíticos, etc, en todo lo cual España está entre los países
más “avanzados” de Europa, gracias a ustedes y a partidos como el suyo. Se refleja en la
pérdida de respeto del hombre a la mujer y el rechazo del primero a comprometerse, bien
visible en la violencia doméstica (de hombres a mujeres y viceversa, aunque menos a en
viceversa, y también de padres y madres a hijos y viceversa, una tendencia en fuerte
aumento, pero ignorada en los medios manipulados por ustedes); en las denuncias “de
género” falsas, de las que se trata de impedir la defensa al acusado, etc. En cuanto al
homosexismo, cualquier persona en sus cabales solo tiene que observar los espectáculos
grotescos y obscenos del “orgullo gay” para hacerse un concepto del asunto. Ustedes
denuncian a menudo los males que ustedes mismos provocan. Y basta ver las
consecuencias sociales de sus ideas para entender lo que siempre se ha dicho: al árbol se le
conoce por sus frutos. Ustedes son responsables de las consecuencias de sus teorías, y no
podrán eludir esa responsabilidad por mucho que manipulen el lenguaje.

Además de los efectos sociales, otro modo de acercarse al valor y verdad de las ideas es
el debate. Pero ustedes lo vician de antemano diciéndose representantes de la mujer, de los
homosexuales etc. Claro está que el feminismo representa a la mujer o el homosexismoa a
los homosexuales, lo mismo de que el comunismo a los obreros, los separatistas a los
catalanes, etc; es decir, nada. Ustedes usurpan una representación irreal. Ustedes se
representan a sí mismos e, insisto, son responsables de sus consecuencias, que tratan de
eludir con verborrea fraudulenta.

Y no solo vician de antemano el debate, de hecho lo sustituyen por una imposición


brutal en los medios y por la amenaza de aplicar la violencia del poder contra quienes no
comulgamos con sus teorías ni aceptamos sus usurpaciones. Ustedes empiezan por no
respetar el derecho de quienes pensamos de otro modo, y tratan de acallarnos mediante
campañas denigratorias de insultos y amenazas, y promueven manifestaciones de jaurías
histéricas, que intentan doblegar la ley al griterío callejero. Hasta se atribuyen la idea del
amor, en mil consignas., una nueva usurpación. Ustedes han impuesto sus banderas en el
espacio público y en las instituciones, de manera abusiva, han llenado los medios de masas
con sus lemas y versiones, promueven una retórica cargada de odio hacia la familia normal,
a la que tildan de “patriarcal” y “machista”, típicas palabras-policía totalitarias. Odian a la
familia de origen cristiano, porque ustedes odian también al cristianismo, raíz de nuestra
civilización. Y todo eso, como el “orgullo gay”, lo hacen con dinero que no es suyo,
obligándonos a pagarlo a quienes no estamos de acuerdo, es decir, robando, literalmente, un
dinero que no es suyo para aplicarlo ilegalmente a un adoctrinamiento indecente, una
corrupción más entre aquellas en que tanto han destacado ustedes a lo largo del tiempo: los
“Cien años de honradez”.

Ninguna de sus actuaciones políticas responde a los principios de la libertad de opinión y


expresión de la democracia, y por el contrario, los vulneran de un modo típico de los
partidos y gobiernos totalitarios. Y en ese camino están llegando demasiado lejos. Ustedes
pervierten el lenguaje sistemáticamente, cambiando sus significados. Lo que llaman amor
es odio; lo que llaman libertad es imposición desde el poder; lo que llaman pluralismo es
ataque al disidente. Y han ido más allá: han elaborado leyes “de género” o “de odio”, para
castigar la discrepancia. Con ello, ustedes pretenden algo sin precedentes siquiera en los
anteriores totalitarismos: regular los sentimientos. Asombra oír en labios de una ministra
semianalfabeta y ayudante de un juez delincuente, la pretensión de cambiar la mente de las
personas; o a otra determinar la relación sexual más íntima, o perseguir el amor romántico
como machista. Personajes despreciables política y personalmente exhiben una escalada de
disparates que darían risa si no fueran peligrosos al imponerse desde la violencia del estado,
que por eso mismo deja de ser legítima. Un poder, además, no salido de las urnas. Esto no
ha ocurrido siquiera en los regímenes soviéticos. Hay que decir que en esta siniestra
empresa no están ustedes solos. Los demás partidos, del PP a Podemos y la ETA, creo que
con la excepción de VOX, van por la misma senda de destruir la familia y con ella las
libertades más elementales. Ustedes no son demócratas, sino la amenaza más grave que ha
tenido hasta ahora la democracia. Uds son auténticos maleantes. Y, por supuesto, es preciso
pararles los pies si no queremos vernos sujetos a una tiranía que, como decía Tocqueville,
amenaza privar al ser humano de sus atributos más propios.

Podría extenderme interminablemente sobre sus fechorías contra la libertad de todos,


pero voy a centrarme después en otra cuestión clave, no menos decisiva y definitoria, la que
llaman ustedes “memoria histórica”.

Invito a mis lectores y oyentes a difundir esta carta del modo más insistente y
masivo.

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