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Pio Moa
Empecemos por la ideología LGTBI que ustedes profesan como seña de identidad básica.
Uds. afirman que hombres y mujeres son iguales o deben serlo (no está claro: ¿son o deben
ser?) y que cualquier forma de sexualidad es equiparable a la que siempre se ha
considerado normal entre hombre y mujer porque, en definitiva, el acto sexual no tiene otro
objeto que la obtención de placer y este puede conseguirse de muchas formas. En particular
exaltan uds la homosexualidad como un motivo de orgullo, atribuyéndole las cualidades de
libertad, igualdad y amor. Las formas tradicionales de amor sexual serían simplemente unas
más, en realidad inferiores al estar contaminadas de lo que uds. llaman “machismo”. Creen
también que el aborto no es la liquidación de vidas humanas, sino una manifestación de
libertad y derechos de la mujer, derechos que deben ejercerse lo más ampliamente posible,
para ser eficaces.
En cambio yo, y muchos otros, creemos –en realidad constatamos porque es la misma
evidencia– que hombres y mujeres son notablemente diferentes y complementarios tanto
física como psíquicamente; y que ello determina la sexualidad normal. Digo normal no solo
porque es la forma más frecuente con mucho, sino porque es la que asegura la reproducción
humana, la permanencia de la especie, mientras que la homosexualidad y otras formas son
estériles. La reproducción exige además la familia y el compromiso de ambos cónyuges
más allá de las conveniencias o placeres pasajeros. Por eso una sociedad donde esta
evidencia se niega o denigra es una sociedad que corre a la desintegración. Constatamos,
además, que lo que concibe la mujer en su seno es una vida humana, no una especie de
tumor; y que el derecho más elemental del niño y su mejor modo de desarrollarse, en
principio, es una familia con un padre y una madre reales, y no la parodia de dos “papás” o
dos “mamás”. Creemos que la sociedad debe seguir el camino de apoyar la sexualidad y la
familia normales, sin equiparar otras formas de relación sexual, aunque sin perseguirlas
salvo en sus formas delictivas.
Hasta aquí podríamos decir que se trata de una cuestión de opinión. Todo normal: ustedes
tienen sus ideas y nosotros las nuestras, la Constitución y en general la democracia amparan
por igual la expresión de unas y otras. Parece que no debería haber ningún problema, pero
los hay, y muchos.
Además de los efectos sociales, otro modo de acercarse al valor y verdad de las ideas es
el debate. Pero ustedes lo vician de antemano diciéndose representantes de la mujer, de los
homosexuales etc. Claro está que el feminismo representa a la mujer o el homosexismoa a
los homosexuales, lo mismo de que el comunismo a los obreros, los separatistas a los
catalanes, etc; es decir, nada. Ustedes usurpan una representación irreal. Ustedes se
representan a sí mismos e, insisto, son responsables de sus consecuencias, que tratan de
eludir con verborrea fraudulenta.
Invito a mis lectores y oyentes a difundir esta carta del modo más insistente y
masivo.