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M AT E R I A L C . P.

A 16-07-18
Pastor HUGO MÁRQUEZ Jesús es Rey

2 DA C L AV E PA R A U NA V I DA P L E NA

ESCOJA PERDONAR - 2da Sam 13:20-22


Esta es la triste y dramática historia de un hombre lleno de odio y venganza a causa de su incapacidad de
perdonar. Se trata de Absalón, hijo del rey David y su hermana Tamar. Esta fue llevada con engaños y abusada
por un medio hermano llamado Amnón. Al enterarse de este hecho, Absalón le dijo: “… guarda silencio, hermana
mía, pues es tu hermano. No te preocupes demasiado por este asunto”. Absalón no le dijo nada a Amnón, pero lo
odiaba por haber deshonrado a su hermana.
Durante años Absalón se lo guardó, no dijo nada, pero eso no quiere decir que lo resolvió. Muy adentro de él
crecieron toda clase de frutos que provienen de la falta de perdón, tales como amargura, resentimiento y
venganza. Después de años, y cuando Amnón bajó la guardia, lo invitó a una fiesta de esquila, y después de
comer y beber, lo mató. El creyó que actuó haciendo justicia y que eso finalizaría las consecuencias del agravio.
Muchas veces el hecho de tener razón nos hace creer que tenemos derecho a producir una ofensa mayor, lo
que lleva a cometer una injusticia mayor. Perdonar no significa ignorar que hubo una injusticia, significa liberase
de ella para continuar adelante con la vida. Ni el tiempo ni la distancia ni la ira ni la venganza aplacan el enojo.
Absalón fue desterrado por tres años, pero a pesar de la distancia y el tiempo, su furia no se aplacó, por el
contario, crecía día a día y lo consumía por dentro. Al regresar a Jerusalén, pasaron dos años más sin poder verse
cara a cara con su padre el Rey David. Pidió a un general de su padre que le consiguiera una audiencia, pero al
pasar el tiempo y no lograrlo, incendió el campo de ese intermediario. Cuando le preguntaron por qué lo hizo,
dijo que fue porque no había logrado conseguirle una audiencia. Obviamente que la falta de perdón nos puede
llevar a conductas desesperantes y en lugar de solucionar el problema, lo llevamos a situaciones cada vez más
complejas. La falta de perdón enceguece, hace tomar decisiones equivocadas, cometer injusticias e involucrar a
inocentes. También distorsiona el carácter y nos aleja de nuestro destino.
Absalón mató al ofensor, luego logró regresar a Jerusalén, su capricho fue satisfecho; pero la falta de perdón le
hacía sentir insatisfecho. En lugar de dar por terminada la historia, el enojo y el resentimiento se reorientó hacia
su padre y comenzó un plan para desplazarlo del trono. Se sentaba a las puertas de la ciudad por donde entraban
y salían los comerciantes, los habitantes y donde identificaba alguna persona con problemas le decía: Si yo fuera
rey atendería tu problema y te haría justicia. Finalmente tuvo éxito, se ganó el favor y apoyo de mucha gente y los
puso contra su propio padre. Hasta que finalmente se sublevó y su padre, por amor a su hijo huyó abandonando
el trono.
Hasta donde nos puede llevar una triste y lejana injusticia si no hemos hecho uso del derecho a perdonar. Nos
arrastra por las cadenas del enojo, el resentimiento y la venganza. ¿Cuántos presentes puede destrozar un
pasado no perdonado?. ¿Cuántas personas pueden quedar heridas en nuestro camino por no haber perdonado a
alguien en el mismo inicio de la injusticia?
En cierta oportunidad apareció una mancha de humedad en el techo hasta que se convirtió en gotera.
Tratamos de escarbar en el lugar para encontrar el origen. No hallamos nada. Tuvimos que seguir su rastro hasta
otras dependencias hasta descubrir que la filtración estaba en otro lugar, pero el agua había ido corriendo entre
la loza hasta encontrar un lugar por donde filtrar. Así sucede con la falta de perdón, correrá por el tiempo y la
distancia y un día goteará sobre otra circunstancia u otra persona.
Resentimiento proviene de una palabra compuesta que significa: Volver a sentir. Cuando uno no perdona queda
encerrado en una prisión de “resentimiento” y condenado a volver a sentir el dolor. Cuando a uno le cometen una
injusticia, uno sufre un dolor. Pero cuando NO PERDONA, el dolor es autoinfligido. Y ese dolor que nos
causamos vendrá siempre hasta el día en que decidamos perdonar.
El perdón es lo único que te puede abrir los barrotes de la celda y dejarte en libertad.
El perdón es lo único que hará que tu verdugo no te siga infligiendo más dolor.

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