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Ideas & Creencias

Estudio y resumen de la obra "Ideas y Creencias" de José Ortega y Gasset. Revista de


Occidente, Alianza Editorial. Madrid, 1995.
Capítulo uno: Creer y pensar
I.
Ortega comienza destruyendo la idea que sobre la historia se tenía en general en ese
momento: una idea de organización racional. A esta idea opone su tesis sobre la “razón
histórica”: la historia tiene un sentido, tiene una organización, pero es propia de esta
disciplina, no se relaciona con la razón que se aplica a las ciencias de la naturaleza, puesto
que la historia es de los hombres y mujeres, que no son naturaleza, sino historia. Hay que
buscar dentro de la vida misma sus propios desenvolvimientos. Algunas de las ideas que
prevalecían en la época sobre este tema pueden estar representadas por Oswald Spengler,
que escribió una obra denominada La Decadencia de Occidente, donde presenta a las
civilizaciones bajo el punto de vista de la historia natural: tienen su primavera, su verano,
su otoño y su invierno: del surgimiento vital a la decadencia y muerte.
Es por eso que Ortega dice que creer que si conocemos las ideas de una época, conocemos
la época, es una aseveración poco clara: equívoca.
¿Qué es una idea?
Tanto una idea científica como la idea más simple y banal.
Ante todo, la idea se le ocurre a un hombre o es repetición de la idea de otro. Pero en
primer lugar, para analizar el tema con claridad, es necesario pensar que antes de que se le
ocurra esta idea, el hombre ya estaba allí.
“La idea brota de uno y otro modo, dentro de una vida que preexistía a ella”.
Decir que el hombre ya estaba ahí significa que el mundo con el que nos topamos cuando
nacemos, ya está allí, y nuestra interpretación del mundo nos viene dada, por decirlo así,
con la leche materna.
Existe el mundo, pero por sí mismo, no nos significa nada. Podemos vivir porque tenemos
una especie de idea heredada sobre él. Crecemos y vivimos gracias a estas ideas heredadas,
que Ortega llama Creencias.
Estas ideas-creencia (colectivas) se distinguen de las ideas-ocurrencia (individuales).
Las ideas-creencia nos sostienen, hacen posible nuestra vida, nuestra organización mental,
por eso en ellas vivimos. Parecen estar ahí ya antes de que nos ocupemos en pensar. En la
creencia se está.
Las ideas-ocurrencias son las ideas que se nos ocurren a partir de esta plataforma de
creencias. Son ideas que tenemos, o con las que nos topamos. La idea se tiene y se sostiene.
Este problema necesita un análisis porque se trata de dos temas distintos, el de las ideas y el
de las creencias, y como en general se las llama con el mismo nombre: ideas, se producen
muchas confusiones. Por lo tanto Ortega hace algunas precisiones:
Ideas: designan a todo aquello que en nuestra vida aparece como resultado de nuestra
ocupación intelectual.
Creencias: No llegamos a ellas tras una faena de entendimiento, sino que operan ya en
nuestro fondo cuando nos ponemos a pensar sobre algo. Por eso, no las formulamos, son la
realidad misma. Aludimos a ellas, pero no hacemos disquisiciones sobre ellas. Pero no
quisiera que el término creencia en Ortega sea confundido con una creencia religiosa. Aquí
el término creencia implica todo aquello, que sin saberlo conscientemente, hace que
comprendamos el mundo en el que vivimos. Mientras que, por ejemplo, una teoría
científica, por más genial que sea, necesita ser formulada, porque perdura únicamente
mientras es pensada. Puede ser rebatida por otra, o, y eso lo veremos más adelante, con el
tiempo puede convertirse en una creencia. Piensen en Tolomeo, en Galileo, etc.
Las creencias son aquello con lo que contamos para vivir. Las ideas no son lo más eficiente
en nuestra vida, serán lo más consciente, pero lo que verdaderamente incide en nuestro
comportamiento es todo aquello con lo que contamos, y de puro contar con ello, no
pensamos.
II.
Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras
creencias auténticas. En las creencias vivimos, nos movemos, somos.
Ortega hace este planteo, porque este (lo dice en el año 1940, pero vale perfectamente para
nuestros días, en realidad para todo este siglo) es un momento de la historia en el que la
vida “intelectual”, las ideas han dejado de tener el valor que han tenido durante casi 1000
años, ésta es una época de azoramiento. Por lo tanto es necesario hacer la distinción entre la
vida viviente y la vida intelectual.
Las ideas, no tienen en nuestra vida valor de realidad. Toda nuestra vida intelectual, en
realidad, es secundaria a nuestra vida real.
Entonces, cabe la pregunta: ¿Por qué consideramos a algunas ideas como verdaderas y otras
como no ciertas? Porque esto depende del rango que ellas ocupen en el concierto total de
nuestras ideas. Se trata de un juego de abstracciones.
Otra vez. Vivimos por las creencias, es decir aquello en lo que no pensamos, recuerden el
ejemplo de la calle. El mundo de las ideas es abstracto, no nos hacen vivir, (para Ortega
vivir es estar viviendo, haciendo, comportándonos). Dentro de ese mundo abstracto de
ideas, hay algunas que no se corresponden lógicamente con otras, por eso decimos que no
son verdaderas. Por ejemplo: llegamos a casa, encendemos el televisor: contamos con él.
No lo pensamos ya. Ahora bien, con lo que no contamos subterráneamente, es con los
programas que se emiten. Entonces sobre ellos pensamos y podemos decir que algún
programa es más cierto, mejor que otros.
Para llevarlos a un ejemplo (no más serio, porque la televisión es un aspecto muy serio de
nuestra vida y de nuestra cultura) pensemos en las revoluciones científicas. Dentro del
repertorio de ideas prevalecientes en la época de Einstein “El buen Dios no juega a los
dados”. Para la física cuántica, que implica un nuevo repertorio de ideas, la casualidad, lo
que ocurre sin que podamos preverlo, es el centro de ese nuevo repertorio de ideas. ( Este
tema puede leerse en Heisenberg, Werner, Encuentros y conversaciones con Einstein y
Otros Ensayos, Alianza Editorial, Madrid,1979).
Todo esto significa que el hombre ejercita su intelecto sobre materias cuestionables. Las
ideas son lo que podemos discutir con otros. Las ideas implican toda una organización, un
sistema, pero es un sistema que crea un mundo aparte del mundo real. Y la validez que le
otorgamos a una idea, dependerá de su confrontación con otras ideas. Entre la realidad y las
ideas hay siempre un abismo. Muchas veces incluso nos resulta muy difícil vivir de acuerdo
a las ideas que sostenemos como válidas, es decir no siempre podemos tomarlas
completamente en serio, no siempre les entregamos nuestra conducta.
Ejemplo, la creencia en la razón: Por qué nos vacunamos, nos sometemos a operaciones,
usamos instrumentos que nos parecen peligrosos. Porque creemos en ellos como productos
de la razón. No creemos con fe directa en la vacuna, pero sí creemos en el valor de la razón,
como instrumento para preservar otra creencia en la que nos encontramos: en que la vida es
valiosa.
Ejemplo: la ciencia y la poesía se asemejan.
La ciencia está mucho más cerca de la poesía que de la realidad, su función en el organismo
de nuestra vida se parece mucho a la del arte.
En comparación con una novela, la ciencia parece la realidad misma. Pero en comparación
con la realidad auténtica, se advierte lo que la ciencia tiene de novela, de fantasía, de
construcción mental, de edificio imaginario.
III.
La creencia de que la tierra es firme.
La duda, es un modo de la creencia. También en la duda se está. Pero tiene un carácter
terrible. En la duda se está como en un abismo: cayendo. La duda es la negación de la
estabilidad. La duda, no se refiere a la duda metódica o intelectual, no la ponemos nosotros.
No es una idea. Creemos nuestra duda. Si no fuera así, si dudásemos de nuestra duda, sería
ésta inocua.
El mar de dudas como opuesto a la tierra firme (tierra viene de tersa: seca, sólida)
La duda es fluctuación. El dos queda claro en el du de duda.
La duda es ese agujero que se abre entre las creencias. ¿Y cómo lo llenamos? Urgentemente
con ideas. Fantaseando, inventando mundos. La idea es imaginación.
Al hombre no les dado ningún mundo ya determinado. Sólo le son dadas las penalidades y
las alegrías de su vida. Orientado por ellas, tiene que inventar el mundo. La mayor porción
de él la ha heredado de sus mayores y actúa en su vida como sistema de creencias firmes.
Pero cada cual tiene que habérselas por su cuenta con todo lo dudoso, con todo lo que es
cuestión. A este fin ensaya figuras imaginarias de mundos y de su posible conducta en
ellos. Entre ellas una le parece idealmente más firme y a eso llama verdad. Pero conste: lo
verdadero y aún lo científicamente verdadero no es sino un caso particular de lo fantástico.
Hay fantasías exactas. Más aún: sólo puede ser exacto lo fantástico. No hay modo de
entender bien al hombre si no se repara en que la matemática brota de la misma raíz que la
poesía, del don imaginativo.
Capitulo dos: Los mundos interiores
I.
Durante los últimos tres siglos se ha creído que la función intelectiva es algo maravilloso.
En eso consiste la fe en la razón.
Frente a las guerras, el hambre, la miseria, lo ocurrido en este siglo, vemos que todo esto no
condice con la razón. Ahora, la fe en la razón vacila, pero no hemos encontrado un sistema
de creencias que la reemplace, es por eso que no podemos vivir ni convivir (es que vivir es
convivir). Pero por otra parte, solamente muere una fe en el preciso instante en que nace
otra, y como no se ve ningún otro sistema de creencias en el horizonte, Ortega dice que la
fe en la razón no ha muerto, sino que sufre una enfermedad.
Volviendo al tema, las ideas son pues las cosas que nosotros de manera consciente
construimos, elaboramos, precisamente porque no creemos en ellas. Las ideas nacen de la
duda, tienen un carácter ortopédico. Actúan como una muleta, cuando una creencia se ha
roto o se ha debilitado. De acuerdo a lo dicho anteriormente, al caer la fe en la razón o en la
religión, surgen todas las ideas de la new age, son ideas, que sirven de muleta.
III.
Entonces, lo que solemos llamar mundo real o “exterior” no es la nuda realidad, sino que ya
es una interpretación de esa realidad, por lo tanto es una idea.
Una idea que ya se consolidó en creencia. Creer una idea significa creer que es la realidad,
ya no se la ve como una mera idea, sino que ya no se piensa sobre eso.
Mientras se creyó que la Verdad consiste en la adecuación del pensamiento a la realidad y
se creyó en las verdades que proponían las ciencias físicas por ejemplo. Pero sabemos, de
acuerdo al análisis que estamos haciendo que nunca una idea es igual a la realidad a la que
se refiere. El mundo de la física es ordenado, por eso es mundo cosmos (que significa
orden), la realidad no la conocemos, pero sí conocemos ese conjunto de ideas que son el
mundo en el que habitamos. Tan ordenado como el mundo de la poesía, de la literatura.
Como cuando vemos una película, creemos que esa es la realidad (aquí vendría muy bien
Platón y la alegoría de la caverna).
Por eso dice Ortega que el triángulo y Hamlet tienen el mismo pedigree. Son hijos de la
loca de la casa (la filosofía y la ciencia) – fantasmagorías.
Imagínense un primer hombre: se topa con la realidad. Como a los bebés, ésta le resulta
placentera o displacentera. Luego aprende a formarse una imagen de cómo será esto que le
causa placer o displacer, porque la primer pregunta que nos hacemos es ¿Qué es esto? Esta
realidad primaria no se descubre a sí misma. Hay que descifrarla y para ello, el hombre
utiliza la herramienta que según Ortega es la principal: la imaginación. Imagina que el
mundo tiene una cierta figura. Lo mismo que hace el novelista con sus personajes. Pero el
propósito de una obra literaria o poética o artística es diferente de un mapa, que no es la
realidad, pero nos permite tener una guía en un viaje. En realidad lo mismo hace una obra
de arte, pero en este segundo aspecto, va nuestra vida o nuestra muerte.
Digamos que el proceso ocurre así: un hombre dice: Si el mundo es como yo lo imagino, (o
una porción del mundo, digamos la física), entonces yo tendré que comportarme de tal o
cual manera. Vamos a probar si da resultado. Claro que esta prueba es riesgosa. No se trata
de que la realidad se ajusta a nuestra imaginación, sino que imaginada una situación, me
comporto dentro de esos parámetros y mi comportamiento será acertado si concuerda con el
mundo que he creado en primer lugar. Es así, que según Ortega, el hombre está condenado
a ser novelista. Es la única posibilidad que tiene para sobrevivir. Por eso lleva ya milenios
imaginando mundos, destruyéndolos, cometiendo errores (errores desde el punto de vista de
la vida o de la supervivencia), y corrigiéndolos, todo el tiempo. Por eso los errores son lo
único que verdaderamente hemos logrado, con la verdad no damos, pero si conservamos los
errores y eso es la historia, podremos seguir ensayando, es decir viviendo.
La historia son los errores que hemos cometido (colectivamente).
IV.
El hombre posee una pluralidad de mundo íntimos, interiores. El mundo real (que no
conocemos) nos fuerza a reaccionar con ideas científicas, filosóficas, religiosas, poéticas, y
el mundo de la experiencia de la vida (el relato que uno mismo hace sobre su propia vida y
que es una especie de plano sobre el cual sigue viviendo).
Por eso emparienta Ortega el mundo científico con el mundo poético: ambos son obra de la
imaginación: la ciencia es una fantasía exacta.
En estos momentos la articulación de todos estos mundos pone en primer lugar la ciencia.
Pero no nos olvidemos que este orden no ha sido siempre el mismo. Ha habido épocas en
que lo más próximo a la realidad fue para el hombre la religión y no la ciencia. Hay una
época de la historia griega en que la “verdad” es para los helenos Homero; por lo tanto, lo
que se suele llamar poesía.
Todas estas cosas son cosas que el hombre hace: filosofía, poesía, ciencia. Pero, ¿por qué
hace esto el hombre? Porque un buen día se encuentra con que está en la duda sobre
asuntos que le importan y aspira a estar en lo cierto. Estar en la duda implica que en algún
momento se ha caído en ella. El hombre no puede comenzar por dudar.
Quien cree, quien no duda, no moviliza su angustiosa actividad de conocimiento.

La creencia es certidumbre en que nos encontramos sin saber cómo ni por dónde hemos
entrado en ella. Toda fe es recibida. Pero por qué fabricamos nuevas ideas una vez que
caímos en la duda.
Porque una de las cosas en las que creemos sin duda alguna, es que tenemos las fuerzas
para hacer esto.
Tenemos facultades para esto, como tenemos brazos, piernas, etc.
Cada una de estas facultades aparecen en la historia en momentos determinados: solo desde
el siglo V a.C. aparece la filosofía en Grecia. Solo en el siglo XVII aparece la ciencia en
Europa.
Pero cuando se estudia historia tradicionalmente, se cree que en todo momento de la
historia el hombre ha desarrollado en conjunto todas estas actividades y entonces se
produce la confusión: se llama religión a toda creencia en algún dios, y es así como
llamamos religión al budismo, a pesar de que no cree en ningún dios. Llamamos
conocimiento a cualquier opinión, y llamamos poesía a cualquier obra humana verbal que
place.
Esto necesita ser revisado.

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