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Tao

El Tao es, pues, una entidad primordial y eterna, anterior a todas


las cosas y principio de todos los seres, algo así como, mutatis
mutandis, la Idea de Hegel, con cuya filosofía el taoísmo presenta,
como después veremos, sorprendentes coincidencias. En cualquier
caso, el Tao es sin duda una evolución del primitivo shang di, de ese
dios antropomorfo de los antiguos chinos, al que viene a sustituir en
su papel de supremo rector de los cambios del universo. Idea ésta
claramente expresada en el Lao zi [54 (X)], donde se nos dice que el
Tao «engendra, alimenta y hace crecer (a los seres)».
Sin embargo, si tratamos de averiguar cómo es para el Lao zi esa
entidad primordial y eterna, cómo la entiende y la interpreta,
tropezamos
de frente con una serie de aparentes contradicciones, que unidas
a la misma profundidad del libro, hacen harto difícil la respuesta.
Ésta, si consideramos algunos pasajes de los textos clásicos, puede
parecer «misión imposible».

El Tao no se puede declarar con palabras, lo que se


declara con palabras no es el Tao... Quien responde
cuando le preguntan por el Tao, no conoce el Tao.

El Tao es la «ley universal»


Esta interpretación es aceptada, casi unánimemente, por los
comentaristas
del Lao zi. El carácter dao aparece a veces en el libro, muy
claramente, en su acepción de «ley universal», en su función de Orden
eficaz.
En este sentido, el Tao del Lao zi supone una profunda evolución
comparado con el Tao de Confucio o el de Mo zi. Evolución en el
sentido de que ha perdido todas las connotaciones religiosas que aún
se aprecian claramente en estos dos filósofos. En el Lao zi, en cambio,
el Tao se nos muestra exclusivamente en una dimensión racional,
como logos que se identificaría con las leyes de la Naturaleza. Otra
cuestión será si tras esta —o además de esta— concepción funcional
del Tao, se encuentra una realidad material o una realidad espiritual.
Cuestión que al Lao zi no parece interesarle; lo verdaderamente
importante
es el carácter de ley (fa), de norma, que garantiza y sustenta
cuando se dice del Tao que no actúa, y que
por eso nada deja de hacer, ¿qué otra cosa puede significar sino que
se identifica con la «ley universal del movimiento y de las
transformaciones
del universo»? Nos hallaríamos ante una concepción ateleológica
del Tao, opuesta a la de un Dios providente.

Escuela de Huang-Lao
— «Indulgencia para con los desiguales.» Intento superador de
las barreras sociales convertidas en prejuicios.
— «Interdicción de las agresiones.» Punto éste coincidente con el
«no a las agresiones» (fei gong) de los moístas.
— «Reducir y debilitar los sentimientos y los deseos.» En perfecta
sintonía con la doctrina budista, pese a que por aquel entonces no se
había producido ningún contacto entre el taoísmo chino y el budismo
hindú. Como después veremos, no será ésta la única coincidencia
entre ambas filosofías y sus posturas vitales.
— «No sentirse agraviado por las ofensas recibidas.»

Conservación del aire vital

— Mantenerse interiormente en un estado de vacuidad y sosiego.


Las técnicas de meditación y de ensimismamiento, bastante similares
a las del budismo, permiten y ayudan a alcanzar ese estado.
— Eliminar los deseos y prescindir de la reflexión.
— Evitar caer en la seducción de las cosas exteriores.
Complementariamente, aunque no por ello sea menos necesario,
se debe observar un régimen de higiene fisiológica (en el que el
prânâyâma, es decir, las técnicas respiratorias, ocupan un lugar clave),
así como un régimen dietético, los cuales pueden preservar al
hombre de la enfermedad.

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