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explorar en los dionisíacos terrenos del sentir, a los que se dirigen los
poderes sanadores y salvíficos, nunca terapéuticos, de los misterios
eleusinos; esos "conocimientos" a los que, me imagino, se los ignora por
lo mistéricos y secretos.
Son esos los "conocimientos" que Platón le propusiera a Sócrates y que
él explica y emplea en Banquete, Fedro y en otros de sus Diálogos y
Cartas, porque él, al igual que Aristóteles y tantos otros "sabios", no los
consideraron ni extraños ni ajenos ni contrarios ni contradictorios, para
el "cuidado del alma" y con el "buen sentir y pensar", más bien, para ellos,
eran "experiencias" "de satisfacción y de felicidad":
"Pues bien, querido Sócrates, tal vez tu también puedas ser
iniciado en esta doctrina del amor; pero llegar al grado más perfecto
de la contemplación mistérica, que es la meta de todo lo dicho -con
tal de que se siga el camino justo- no sé si serás capaz de alcanzarlo"
(Platón, Banquete, 209e).
Claro, sobre ese asunto habría que escribir también lo mismo que
escribió Platón:
"Desde luego que yo no he escrito nada sobre esas cosas, y nunca
lo escribiré; porque este conocimiento no es en modo alguno
comunicable, como otros, sino que sólo después de una intensa
familiaridad con el objeto y después de haber convivido largo
tiempo con él, de repente -como luz que brota de una llama
palpitante- surge en el espíritu y el mismo se alimenta de sus
propias virtualidades" (Platón, Séptima carta, 341 c-d).
Pienso que ese incomunicable conocimiento hace parte de esa sabiduría
secreta de Platón, de la que escribió Giovanni Reale, lo mismo que
también puede hacerse extensivo a Aristóteles y, desde él, a tantos otros
"sabios", hasta llegar a Plotino y más acá.
Porque la cosa era seria, puesto que, hasta el serio y respetado
Aristóteles, terció en el asunto con igual devoción, aceptación y secreto y
lo compartió y experimentó con los suyos:
"(...) aquellos cuya vida, por ser participación en los misterios e
iniciación consumada, debe estar llena de satisfacción y de
felicidad ... Después nos sentaremos aquí abajo en religioso silencio
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"PROPOSICIÓN IX
El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto
las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una
duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Spinoza,
Ética, II).
Anhelo que para Nietzsche es:
"Basta amar, odiar, anhelar, o simplemente sentir, para que
enseguida nos sobrevengan el espíritu y la fuerza del sueño y
subamos por los más peligrosos caminos"(Friedrich Nietzsche,
Gaya ciencia, Aforismo 58).
Creo que por esta cita viene al caso una digresión: Como se puede notar
por fecha, Nietzsche, desde antes de Así habló Zaratustra, ya había
"iniciado su viaje" por "la vía", "el camino", "los senderos", que lo
conducirán hasta "la llama", "la iluminación", esa que, en su
enamoramiento por Lou, le permitirán "contemplar" la "fuente de
Diana":
"Ninguno cree posible ver el sol, el universal Apolo y luz absoluta,
excelentísima y suprema especie; mas sí ciertamente su sombra, su
Diana, el mundo, el universo, la naturaleza que se halla en las cosas,
la luz que se oculta en la opacidad de la materia (es decir, aquella
misma en tanto que resplandece en las tinieblas). De los muchos,
pues, que por las dichas y otras vías vagan por esta desierta selva,
poquísimos son los que acceden hasta la fuente de Diana" (Los
Heroicos Furores, II, 2).
¿Serán "las dichas y otras vías" que menciona Bruno, eleusinas? No hay
que olvidar que él trabajó y escribió sobre esos temas mistéricos y
herméticos que lo llevaron a la hoguera.
De retorno al tema:
Y, para darle al tema del anhelo una perspectiva desde el punto de vista
de la filosofía de la mente, bien vale la pena reflexionar sobre lo que dice
John S. Searle sobre el asunto de la intencionalidad, a la que define:
"La intencionalidad es la propiedad de la mente por la cual esta se
dirige, se refiere o alude a objetos y situaciones del mundo
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con los ojos? ¿Habrá que atronar igual que timbales y que
predicadores de penitencia? ¿O acaso creen tan sólo al que
balbucea?
Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso que
los llena de orgullo? Cultural lo llaman, es lo que los distingue de los
cabreros.
Por esto no les gusta oír, referida a ellos, la palabra Vesprecid. Voy
a hablar, pues, a su orgullo.
"Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre» (Z,
Prólogo, V).
Nietzsche lo advierte; para emprender la Guía de iniciados a
Superhombres, es necesario que los hombres "(...) aprendan a oír con los
ojos", con todos los sentidos; beber el agua del Leteo, olvido y vida nueva:
restauración del recuerdo y proyección del "Logos/Verbo": tiempo,
necesidad y acción; pasado, presente y futuro, en el mismo "instante": el
"eterno retorno de lo mismo".
Porque, y más asombroso todavía, es la relación sustancial entre
Zaratustra y la idea del "eterno retorno de lo mismo", fundamento
filosófico del poema y de la que, al contrario de la interpretación
cosmológica que comúnmente se le ha dado, Alexander Nehamas afirma
y explica lo siguiente:
"El eterno retorno no es por tanto una teoría del universo, sino
una visión de la vida ideal. Sostiene que una vida se justifica
únicamente si uno desea repetir la misma vida que ya le ha sido
dada, ya que como demuestra la voluntad de poder, ninguna otra
vida es posible. El eterno retorno afirma, pues, que nuestra vida
sólo tendrá justificación si se modela de tal forma que nuestro deseo
sea repetirla exactamente tal como ya ha sucedido" (Alexander
Nehamas, Nietzsche, la vida como literatura, Turner/Fondo de
Cultura Económica, México, 2002, p. 203).
A partir de todo lo anterior, todas las terapéuticas serán buenas y útiles
para el alivio de la enfermedad individual y de "la enfermedad de nuestro
tiempo".
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Despertar al Superhombre:
"Zaratustra está transformado, Zaratustra se ha convertido en un
niño, Zaratustra es un despierto ("el Despierto" también se llamaba
a Buda): ¿qué quieres hacer ahora entre los que duermen? " (Z,
Prólogo, I).
Porque, es el Superhombre quien debe seguir el camino del creador, el
que con su voluntad de poder se hace libre como el niño que juega, "una
rueda que se mueve por sí misma", ya no "camello" alienado, ya no "león"
resentido:
"Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el
camino hacia ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza
para hacerlo!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer
movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma ¿Puedes
forzar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de
los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un
ambicioso!
Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo
que el fuelle: inflan y producen un vacío aún mayor. ¿Libre te
llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que
has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de
uno hay que arrojó de sí su último valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben
anunciarme con claridad: ¿libre para qué? " (Z, I, Del camino del
creador).
La respuesta a esa última pregunta es la conquista que debe realizar el
Superhombre:
"Prestad atención, hermanos míos, a todas las horas en que
vuestro espíritu quiere hablar por símbolos: allí está el origen de
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vuestra virtud.
Elevado está entonces vuestro cuerpo, y resucitado; con sus
delicias cautiva al espíritu, para que éste se convierta en creador y
en apreciador y en amante y en benefactor de todas las cosas.
Cuando vuestro corazón hierve, ancho y lleno, igual que el río,
siendo una bendición y un peligro para quienes habitan a su orilla:
allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando estáis por encima de la alabanza y de la censura, y vuestra
voluntad quiere dar órdenes a todas las cosas, como voluntad que es
de un amante: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando despreciáis lo agradable y la cama blanda, y no podéis
acostaros a suficiente distancia de los comodones: allí está el origen
de vuestra virtud.
Cuando no tenéis más que una sola voluntad, y ese viraje de toda
necesidad se llama para vosotros necesidad: allí está el origen de
vuestra virtud.
¡En verdad, ella es un nuevo bien y un nuevo mal! ¡En verdad, es
un nuevo y profundo murmullo, y la voz de un nuevo manantial!
Poder es ésa nueva virtud; un pensamiento dominante es, y, en
torno a él, un alma inteligente: un sol de oro y, en torno a él, la
serpiente del conocimiento" (Z, I, De la virtud que hace regalos).
Quien se decida a esculpir su "sí-mismo", paso a paso y según la guía
que Nietzsche ofrece en Así habló Zaratustra, habrá tallado y escrito, en
su "sí-mismo", la piedra filosofal de su propio destino: la materia de su
propia sabiduría: su propia voluntad de poder.
Habrá alcanzado "su conocimiento", y repito la cita de Platón:
"(...) este conocimiento no es en modo alguno comunicable, como
otros, sino que sólo después de una intensa familiaridad con el
objeto y después de haber convivido largo tiempo con él, de repente
-como luz que brota de una llama palpitante- surge en el espíritu y
él mismo se alimenta de sus propias virtualidades" (Platón, Séptima
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