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La escuela trascendente y la escuela inmanente

El pasaje de la escuela disciplinaria o escenario de realización de la promesa de


ascenso social a la escuela post disciplinaria o premisa del encuentro cotidiano entre
generaciones, es ontológico.

Vamos por partes. El inconsciente colectivo de los docentes todavía alimenta una
imagen escolar trascendente, organizada por principios que están más allá de la
experiencia misma. La escuela como antesala de la inserción laboral: pupitres
ordenados con la línea de producción. La imagen es anacrónica pero, en un plano
mayoritario, no ha sido reemplazada. El reemplazo no llega porque se volvió difícil
manipular probabilidades, disponer de estados de regularidad que releven con
imágenes actuales las figuras del pasado.

Testimonio:
“A mí me causa gracia cuando todavía escucho que la escuela secundaria prepara a
los chicos para el mundo del trabajo. Yo no tengo idea de qué necesitan saber los
chicos para poder trabajar. Ellos lo saben mejor que yo!” (experimentado profesor
porteño).

¿Qué mundo del trabajo espera a los jóvenes egresados de la secundaria?

Un mundo caracterizado por trayectos cortos, por una movilidad directamente


proporcional a las oportunidades de inserción, con capacidad para el trabajo
colaborativo e innovador, en redes, demostrando que pueden resolver problemas
creativamente, etc.

La normalización escolar, ese espectro que todavía recorre la escuela, fue subsidiaria
de la producción estandarizada y apostaba a una formación estable y reproductiva.

Este es el modelo de escuela trascendente: un tipo de ordenamiento sostenido por los


enlaces anteriores a la escuela –relaciones familiares- y por los enlaces posteriores –la
escuela como antesala de la fábrica o los estudios universitarios. El principio
regulativo de la escuela estaba por fuera de la escuela.

¿Sólo podemos habitar la escuela desde una perspectiva trascendente? ¿Qué efectos
tiene pensar la escuela de esta manera?

Una escuela pensada desde la trascendencia responde a una razón general y si este
código fracasa, se cae la institución misma. La escuela trascendente sólo puede
concebir las cosas desde moldes con pretensión de universalidad que luego deben ser
llenados de realidad. Los perfiles de alumno, por ejemplo, la redacción de ese conjunto
de aspiraciones acerca de los chicos que luego encuadrarán el encuentro de los
adultos con los jóvenes de carne y hueso. El PEI –proyecto educativo institucional- es
otra herramienta marco para la elaboración de principios de la organización. Cuando
los colegas se toman en serio la construcción de estos acuerdos, los convierten en una
instancia permanente de discusión y análisis del sentido de las prácticas escolares.
Pero lo habitual es que estas herramientas para la organización del trabajo docente no
superen el estadio de una formalidad burocrática. Una formalidad que difícilmente
despierta la pasión de los docentes. Las instancias administrativas que se realizan
como el mero cumplimiento de una formalidad, son algo más parecido a la letra muerta
que al fluir de la vida.

Cuando pensamos la escuela desde la trascendencia, la estamos pensando en el


espacio de la moralidad, en donde las cosas siempre tienen un valor de acuerdo al
mundo de sentido vigente. Estamos pensando la escuela que fue, no la que está siendo.
La escuela en inmanencia, en cambio, se asienta sobre el principio del movimiento y es
más potente cuanto más se alimenta de la incertidumbre como eje del hacer cotidiano.
La inmanencia es ese punto en el que podemos conocer las cosas no por su razón
actual sino por todas las relaciones de las que son capaces.

¿Cuántas otras relaciones pueden desplegarse en la escuela?

Una escuela en inmanencia es la que entiende que el mejor modo de preocuparse por
el futuro de los chicos es ocuparse de su presente y se concentra en la disponibilidad
al encuentro cotidiano. Una disponibilidad que suele quedar aplastada por el peso de
las tradiciones ancestrales. Porque la historia de la escuela aplasta la temporalización
de la escuela. Temporalizar es convertir lo eterno o espiritual como temporal, tratarlo
como temporal define el diccionario de la Real Academia Española.

El modelo por definición es trascendente. La planificación es uno de los recursos


operativos para que la escuela realice el modelo.

Propongo abandonar la persecución de la escuela modélica para encarar la


construcción del traje a medida de la escuela.

En términos conceptuales supone el pasaje de la escuela trascendente a la escuela


inmanente.

El carácter inmanente busca los modos de existencia envueltos en la comunidad


educativa, y no los valores trascendentes por fuera de esta comunidad. Esa es la
operación de la inmanencia.

Henri Bergson propone los “conceptos a medida”: a medida de la conformación


inmanente de lo real. Porque pensando en inmanencia, ninguna situación puede ser
comprendida desde parámetros externos.

Para ser más claros: la escuela pensada desde la trascendencia tiene el sentido de su
hacer por fuera de sí misma. Era la escuela que trasladada a los niños desde las manos
de sus padres a la de sus capataces. Correa de transmisión entre instituciones. Podía
hacerlo porque contaba con la alianza de la familia, con el consenso adulto acerca de
cómo educar y también porque conocía el estadio siguiente al que pasarían estos
niños, luego de la escuela. Este era el mundo de las certezas del progreso.
Reduplicación del diagrama disciplinario en sus diferentes modalidades.

La escuela pensada desde la inmanencia, en cambio, está envuelta en su propio


sentido. Ya no puede descansar en la alianza con las familias porque no tiene
garantizada la presencia de los adultos responsables ni su aquiescencia sobre las
decisiones escolares. Tampoco puede anticipar el futuro laboral en el presente de sus
alumnos porque la velocidad de los cambios en la estructura productiva y por la falta
de certezas en el curso del mediano plazo. Tiene que crear, desde su práctica
cotidiana, un sentido que sostenga su hacer.

Si en la escuela trascendente el pasado era la familia y el futuro la fábrica o los


estudios superiores, la escuela inmanente se experimenta como un presente absoluto
donde el pasado y el futuro hay que reinventarlo cada vez.

Marcela Martinez

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