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Introducción al Estudio del Hombre

LA EXISTENCIA CORPÓREA DEL HOMBRE


DESIATO MASSIMO, En: El Hombre: Retos, dimensiones y trascendencia
UCAB,Caracas (1996) Pp. 181-186

1.- El hombre como problema biológico de especiales características.

La necesidad que el hombre experimenta de reflexionar e interpretar su propia


existencia no es puramente teórica. El hecho de que el hombre se entienda a sí
mismo como creación e imagen de Dios o bien sólo como un mono que ha tenido
especial éxito, establece una clara diferencia en su manera de comportarse. Además,
es evidente que todo ser humano tiene una imagen de sí mismo que puede ser, según
las circunstancias, más o menos clara, pero que lo orienta en el mundo.

Por ello, podemos decir que una primera diferencia del hombre respecto del
animal radica en su capacidad de adoptar una postura con respecto de sí mismo,
haciéndose necesariamente una imagen de sí, esto es, una fórmula de interpretación.
Decir que el hombre asume posición frente a sí mismo significa valorar los impulsos y
propiedades que percibimos en nosotros mismos (pensamientos, deseos,
sentimientos, emociones, etc.) y también con respecto de nuestros semejantes, los
demás hombres, ya que el modo de tratarlos dependerá de lo que pensamos acerca
de ellos.

Puesto que nos proponemos reflexionar sobre el ser del hombre, parece
oportuno tratar de describir al ser humano utilizando algunos conceptos que sean muy
específicos y que sólo a él le puedan ser aplicados. Esto es muy importante si
queremos averiguar por qué el hombre es un ser necesitado de una imagen de sí
mismo, mientras que ningún otro ser viviente se ve forzado a hacerlo. En esta
dirección un hombre sabe que es un hombre y en cuanto tal defiende sus derechos
apelando a "derechos humanos inalienables", como el derecho a la vida y a la libertad.
Ningún perro hace eso, y no sólo porque no pueda hablar, sino porque él no puede
concebirse como perro, ni mucho menos como haciendo parte de la "perridad".

No resultará entonces extraña la afirmación de que el hombre es un ser aún


"inacabado", es decir, un ser que tiene ante sí una serie de tareas que se le presentan
por el mero hecho de existir y entre las cuales destaca la de construirse a sí mismo;
no, claro está, en un sentido biológico, pues su cuerpo está acabado y es dentro de su
especificidad perfecto, sino espiritualmente. Por ejemplo, queda mucho por hacer para
alcanzar sociedades justas política y económicamente. Pero esto no será posible si el
legislador no esta orientado por una imagen del hombre que quiere realizar; en este
caso una imagen del hombre que incluya entre sus rasgos el de una real igualdad de
oportunidades y una "caritas" en el sentido más amplio del término, esto es,
preocupación y respeto por el otro.

Pero si bien el hombre es un ser espiritual, un ser dotado de conciencia y


razón, también es, como veíamos hace poco, un ser corporal.
Nuestra tarea en este apartado es tratar de comprender y definir precisamente
la "posición especial" que el hombre ocupa entre los seres vivientes en virtud de su
propio cuerpo. Dicho en otras palabras, hay que indicar en qué se distingue el
hombre.

2.-Estudiar el hombre en su totalidad.

Sin embargo, esta es una labor muy compleja, porque el hombre ha sido
estudiado por muchas ciencias cuyos enfoques son muy distintos entre sí; piénsese
solamente en la biología, la psicología, la sociología, la fisiología, la política, la
economía... El mero hecho de orientarse en medio de ciencias tan diversas no es fácil,
y más difícil aún es encontrar un punto de vista, compartido por estas disciplinas,
desde el cual abarcar la totalidad de los enfoques en un solo tema. Lo que debemos
hacer es derribar los muros existentes entre dichas ciencias, pero de un modo
productivo, ya que de ese derribo se conseguirán materiales nuevos para la
construcción de una única ciencia.

La dificultad consiste, por tanto, en lo siguiente: en tanto que uno contemple


rasgos o propiedades por separado, no encontrará nada específicamente humano.
Ciertamente el hombre tiene una magnífica constitución física, pero los antropoides
(grandes monos) tienen otra bastante parecida; hay muchos animales que construyen
moradas o realizan construcciones artificiales, o viven en sociedad, desde las
hormigas y las abejas hasta los castores; los elefantes son también listos; existe una
comprensión acústica semejante a la lingüística en algunos animales.

De esta manera, mientras no tengamos una visión total del hombre tendremos
que quedamos en la contemplación y comparación de las características individuales,
y mientras permanezcamos ahí no existirá una antropología independiente, ya que no
habrá un ser humano propiamente.

Luego, si queremos establecer con firmeza ese ser humano, tendremos que
reconocer una "totalidad" al hombre. Una respuesta clásica al problema de la totalidad
humana nos dice que el ser humano está dotado de un cuerpo y de un alma, pero
este dualismo no nos aclara en lo más mínimo el problema, pues cabe preguntarse
¿por qué se le ocurrió a la naturaleza engendrar un ser expuesto a tan descomunal
capacidad de "error y de perturbación de la conciencia? Es decir, ¿por qué hay
conciencia y no más bien instintos seguros y firmes que guíen al hombre como a
cualquier otro animal?

La respuesta a estas interrogantes debe buscarse en el hombre pensado no


como un ser dual, sino como una unidad, es decir, será preciso encontrar un punto de
vista central, que imposibilite que un sólo rasgo característico (la razón, la mano, la
posición erecta, el lenguaje o cualquier otro) sea declarado como el "todo". Ya
sabemos que estos no bastan, pues cualquier rasgo aislado se puede encontrar de
alguna manera en el mundo animal y, tomado aisladamente, es equívoco.

3.-Un animal muy peculiar...

Esto último nos lleva a proponer como tesis que en el hombre nos encontramos
con un proyecto absolutamente único de la naturaleza, con el gran experimento de la
misma. De esta manera, conforme a lo visto, cualquier intento de hacer proceder al
hombre directamente del animal (grandes monos, chimpacés) bloquearía el
planteamiento de la cuestión.
Más aún: el propósito de buscar tal procedencia imposibilitaría el punto de
partida de un pensamiento auténticamente antropológico.

Mirando al hombre sólo desde su constitución corporal, esto es, desde un


enfoque que fuese sólo biológico, propio de una ciencia natural, y conociendo la
historia de la evolución zoológica, conociendo tal vez los fósiles, puede plantearse
unilateralmente la tesis de una procedencia lineal, directa a partir de los antropoides.
De este modo es seguramente posible estructurar una teoría global de la vida y de la
vida humana, pero al precio de una total desatención de la interioridad del hombre.
¿Qué es el lenguaje? ¿Qué es la fantasía? ¿Qué es la voluntad? ¿Existe el
conocimiento, y si existe, qué es lo que se conoce y qué no? ¿Qué es la moral y por
qué existe algo de ese tipo? Con los conceptos de una teoría estrictamente biologista
difícilmente se pueden plantear estas cuestiones, y con mucha más dificultad se
encontrará quien pretende haber encontrado soluciones.

El hombre se presenta como una ruptura dentro de la naturaleza misma, lo cual


no significa que el hombre sea un ser no natural, sino un ser que además de natural
es otra cosa. Es preciso abordar el problema del hombre desde una perspectiva
antropobiológica que estudie la especial disposición corporal del hombre juntamente
con la compleja interioridad que lo acompaña.

Así pues, cuando se trata del hombre, un estudio biológico no puede reducirse
sólo a lo corporal, sino que hay que preguntar por las condiciones de la existencia del
ser humano, es decir, preguntamos: ¿ante qué tareas se halla tal ser, si quiere
simplemente mantener su vida, prorrogar su supervivencia, sacar adelante su
existencia?
Aquí se involucra de modo lógico y necesario, nada menos que toda la
amplitud de la interioridad humana elemental, a saber: pensamientos y lenguaje, las
fantasías, las pulsiones, formadas de un modo especial, que no tiene ningún animal,
una movilidad y una motóricas únieas (formas de moverse en el espacio). Es decir, se
niega la idea de que la interioridad es un simple reflejo, una añadidura de la
corporalidad, defendiendo la tesis de que sin interioridad, dada la estructura corporal
del hombre, éste no sobrevive.

En efecto, si el hombre se diferencia de los restantes animales por no disponer


de la segura guía del instinto, si en el hombre aparece la conciencia, es decir, un
comportamiento en relación a sí mismo, entonces no puede limitarse a vivir
simplemente y ha de asumir la tarea es orientar su vida, creando sus propias formas
de organización, que en el animal se encuentran fijas y predeterminadas y que se
llaman justamente instintos.

¿Significa esto último que el hombre es mera conciencia? No. En el hombre


existe un remanente de instintualidad, unos instintos débiles que denominamos
pulsiones. La pulsión es algo así como un instinto indeciso que requiere, para actuar,
de la orientación de funciones superiores, esto es de la conciencia. Por eso el hombre
reflexiona, y por ello mismo, el arte, la religión, el derecho, la sociedad y la economía,
no pueden entenderse como puros reflejos de la vida orgánica. Si esto es así, la
conciencia resulta, en el hombre, una necesidad vital, pues sin ella éste se extraviaría,
sería como un barco sin instrumentos ni piloto.

4.-... Con un cuerpo muy especial.


Para fundamentar lo hasta aquí sugerido debemos mostrar la especial
ubicación morfológica del hombre, es decir, señalar cuales son los rasgos que tipifican
la corporalidad del ser humano. Haciendo esto, nuestro enfoque no se diferencia del
de las ciencias naturales: simplemente observamos lo que está ahí ante la vista.

El cuerpo del hombre presenta una carencia de órganos superespecializados,


es decir, adaptados específicamente a un medio ambiente. Sus órganos son
"primitivos" en tanto "no especializados". Esto no significa que sean inferiores o de
menos valor. Por el contrario, la especialización representa una pérdida de plenitud de
posibilidades encerradas en órganos no especializados, esto es, de apertura a nuevas
Formas de organización.

Este hecho, el del primitivismo, es más serio obstáculo con el cual se


encuentra la teoría que pretende hacer proceder al hombre directamente de los
animales, pues ¿ cómo es posible que unos órganos más primitivos como los del
hombre, se deriven de órganos más avanzados ? Si la evolución procediera
linealmente, debería ocurrir lo contrario: los órganos de los animales serían más
primitivos y los del hombre más avanzados.

A estas alturas es prudente recordar que en la actualidad existen dos clases de


doctrina evolucionista. Una, de ellas, tiene en cuenta el problema del primitivismo y
considera al hombre como un sei superarcaico, que ha evitado el camino de la
especialización. La otra teoría evolutiva es la clásica, la que hace proceder al hombre,
de modo rectilíneo, de ciertos tipos de grandes monos ya especializados. Esta no
tiene en cuenta el problema del primitivismo, y además debe resolver el famoso
problema del "eslabón intermedio" o "eslabón perdido", esto es la transición del mono
al hombre.
La teoría evolucionista que sugiere que la evolución no es ni lineal ni gradual,
sino que se da por saltos, puede aportar como hecho que confirma su tesis del
primitivismo de los órganos humanos el siguiente fenómeno: una de las formas
propias de los estados fetales de lo; mamíferos, principalmente antropomorfos, a
saber, la bóveda craneana y el escaso desarrollo de la dentadura colocada debajo,
sólo se ha conservado en el hombre. En efecto, es indudable que la posteríoi
formación poderosa del hocico en los grandes monos es una especialización con meta
muy precisa, en el sentido de ayudarse mutuamente las funciones de captación
(morder), devorar y oler. Según esto, el proceso es totalmente contrario a lo que
parece tener que postular la doctrina convencional evolutiva; no subiendo, desde lo
más bajo hasta lo más alto sino bajando desde lo más alto a lo más bajo. La forma
suprema de cráneo, la humana, es el punto de partida común de la evolución cranean;
de toda la serie de los mamíferos.
De esta forma, el hombre posee un árbol genealógico propio, mientras que los demás
primates, aun cuando procedentes de la misma raíz, no pudieron seguir el ritmo de
esa evolución, permanecieron atrás y más pronto o más tarde intentaron otros
caminos que los alejaron de la línea humana, de tal manera que en verdad (para
decirlo de un modo grosero) el hombre no procede del mono, sino que el mono
procede del hombre.

El hombre ha tenido que producir por sí mismo las condiciones necesarias para
el mantenimiento de su propia vida. En efecto, ya vimos que la no especialización
significa carencia de un medio ambiente que le sea propicio por naturaleza y con el
que vivir en equilibrio biológico. Esto es lo que señalamos como el fenómeno de la
ruptura. El hombre debió y debe abrirse camino mediante una auto-actividad, sin ser
movido por algo ajeno, que hace posible su existencia física mediante acciones
experimentales y controladas.

Esto da como resultado dos series de tareas mutuamente entrelazadas. La


primera consiste en la apropiación de esa plenitud que le ofrece el mundo (para el
hombre, hay mundo en vez de un medio ambiente) mediante una orientación en el
mismo. Tal orientación no se logra de un modo "teórico", sino "práctico"; a saber,
mediante movimientos que tienen un valor de apertura, de apropiación y de ejecución
y que actúan en colaboración estrechísima con los sentidos de la vista y del tacto.

Calificamos a esos movimientos de "comunicativos" en tanto establecen una


relación con el mundo. El segundo resultado, consiste en la construcción que el
hombre realiza del mundo visual, y que nosotros los adultos creemos haber recibido
de un modo inmediato y directo. Este mundo visual es reducido, simplificado mediante
la actividad propia, a centros de interés que llamamos "cosas", es decir, es
interpretado a través de una selección de los estímulos requeridos para actuar.

Así pues, el hombre lleva a cabo un proceso de descarga, es decir, de


liberación o exención del comportamiento frente a una multitud de estímulos que
deben ser seleccionados, so pena de que el individuo se vea sumergido por la
cantidad de datos que lo abruman, y no pueda procesar su entorno. Es algo así como
una computadora que no puede procesar sino cierta cantidad de datos, más allá de
los cuales el programa no opera.

La descarga representa también una desconexión de la presión inmediata del


presente, al poner entre paréntesis los estímulos que el sujeto en cuestión considera
no relevantes para la solución del problema que le aqueja. Con esto el hombre logra
dominar y aprovechar la realidad de una manera organizada.

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