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“Siendo el Estado el primer elemento empobrecedor del proletariado, sólo los trabajadores
mediante su organización y luchas, podrán mejorar su situación.”
En 1904 el Min. Del Interior Joaquín. V. González llevó un proyecto de ley nacional de trabajo
con el objetivo de aplacar conflictos e integrar a los trabajadores al sistema por medio de
estrategias que combinaban coerción y consenso. La iniciativa era ante todo una reacción de
conflicto social que había estallado en 1901. En el proyecto colaboraron miembros del PS con
medidas de protección laboral y de seguridad social y ponía énfasis en la regulación de los
sindicatos y limitación de la acción anarquista.
La iniciativa fue un fracaso pero no tanto por la poca iniciativa de legisladores porque la mayor
oposición vino de la Unión Industrial Argentina y del movimiento obrero nucleado por la FOA
y orientado por anarquismo. Ambos sectores pensaban que la intervención estatal afectaba a las
libertades individuales. En el caso de los empresarios porque afectaría negativamente al
desarrollo fabril y además porque pensaban que una ley no frenaría el desarrollo huelguístico.
La Federación Obrera, por su parte, planteaba que el proyecto favorecía a los patrones y
atentaba contra la libertad de asociación. Los anarquistas celebraron el fracaso del proyecto
como un triunfo propio.
1- La cuestión social.
Los anarquistas estaban convencidos que los trabajadores tenia naturalmente ganado el derecho
al bienestar pero la mayoría eran pobres. El problema era que el excedente era apropiado por
una minoría con privilegio antinatural encarnado en la propiedad privada. Este desequilibrio se
debía a la falta de armonía entre el trabajo humano, elemento productivo por excelencia, y el
capital considerado por los anarquistas como parasitario. Las agitaciones eran producto de “las
exteriorizaciones de la cuestión social, del problema que entraña esa desigualdad injustificable,
irracional, ilógica e innecesaria”.
La solución sería la armonía con el capital y el trabajo en tanto se trataba de dos entidades
antagónicas: la cuestión social existirá mientras exista un solo hombre oprimido por la sociedad.
La solución solo es posible con la supresión del dinero (capital) y restaurar la economía sobre la
armonía natural, repartiendo el producto del trabajo de acuerdo al principio de: a cada uno según
su trabajo.
El movimiento libertario se opuso a este proceso. El hombre, sostenían, puede vivir sin leyes,
reglamentos ni gobiernos, sin administración, burocracia, ejercito, libros verdes y azules, ni
jerarquías. Puede vivir libremente cada individuo comiendo, bebiendo, durmiendo y trabajando
según sus necesidades y como consienten sus facultades. El gobierno no contribuye en nada al
progreso de los pueblos y a su bienestar. No crea nada, no produce nada. El Estado destruye la
tendencia a la cooperación voluntaria y violaba la naturaleza de la sociedad en tanto representa
mando y obediencia.
El anarquismo se enfrenta a un estado que se adjudicaba la defensa del bien común y también se
arrogaba la representación de la voluntad general y de la libertad de los individuos. Es a partir
de esta concepción negadora del Estado que el anarquismo organiza gran parte de sus prácticas
sociales, culturales y políticas. Esta postura implica que no solo hay que negar sino también
enfrentar a ese Estado.
Esta visión se vincula con la crítica a la ley: mediante la legislación se conforma una
herramienta de dominación porque todo el funcionamiento de la sociedad se halla vinculado con
la legislación.
La ley representaba la sanción escrita de la costumbre emergente del orden natural pero las
costumbres cambiaban y la ley se convertía en un elemento perjudicial al trabar la evolución de
las costumbres y generar un relajamiento de la acción pública. El hombre, para no chocar con la
ley, debe ser automático, no debe tener iniciativa.
“La ley se establece para confirmar y robustecer las posiciones de la minoría dominante así, en
los tiempos presentes en que el arma de esas minorías es el dinero, el objeto de las leyes es
mantener inalterable las riquezas del rico y la pobreza del pobre”. El Estado es instrumento de
dominación y explotación de la burguesía.
Justificaban la ineficiencia de las leyes. “las leyes no impiden la delincuencia porque el delito
tiene sus causas en la miseria y la escasa instrucción del pueblo y en factores de orden
fisiológico que la ley es incapaz de modificar, los anarquistas nos declaramos adversarios de
toda legislación”
Aun en leyes más progresistas como las de salud los anarquistas veían en ellas herramientas de
control social: “la ley nunca es buena porque su principio es malo. Por eso ni siquiera sirve
como medio de educación”
3- La legislación laboral.
Les preocupaba las consecuencias de la nueva legislación: “un atentado sin precedentes a todas
las libertades colectivas e individuales”. Dos argumentos centrales: favorecen a los empresarios
porque ellos estaban en condiciones de eludir su cumplimiento mientras los trabajadores tenían
que hacerlo si o si. Además, destruye las bases gremiales y legaliza el encarcelamiento y
persecución de los dirigentes obreros. Los artículos 6, 7 y 14 establecía castigos para ciertas
clases de inmigrantes; los artículos 16 y 17 rotulaban vagos con penas carcelarias para quienes
no tuvieran domicilio fijo y trabajo, los art. 28, 46 y 52 determinaban prerrogativas patronales
para otorgar autonomía para presidir los contratos laborales o cobrar multas (si el obrero hace
algo fuera de la ley)
Los aspectos más irritantes eran los asociados a las asociaciones industriales y obreras. Se
reconocía el libre funcionamiento de las asociaciones con límites para otorgar personería,
obligación de dar a conocer sus estatutos y una lista con la identificación de sus miembros. A
través de diversos artículos el P. Ejecutivo podía intervenir en los siguientes casos: alterar paz y
orden público a través de asambleas públicas o la impresión de panfletos, periódicos, etc.;
emplear la fuerza o violencia para obtener metas gremiales, atentar contra la libertad de trabajo
y comercio; contrariar disposiciones policiales. Todo esto tenía penas de 6 a 12 meses de prisión
pero además se consideraba atentado a la paralización del tráfico ferroviario y portuario por más
de diez días por lo que el gobierno podía desterrar o expulsar a los imputados. Es evidente que
las disposiciones atacaban las tácticas empleadas por anarquistas.
Castro y Balsas: el proyecto de ley no era consecuencia de una acción meditada por los
legisladores para resolver los problemas de los obreros, del estudio de sus hombres, sino una
reacción temerosa. El proyecto solo es una variante de la política represiva para frenar el
conflicto social y disciplinar a los trabajadores.
Profundizan su crítica con la creación de puestos de inspectores: espionaje y control del Estado
que sumaba el art. 14 con el control de extranjeros.
Castro y Balsas sostenían que la legislación legitimaba la explotación del hombre por el
hombre. Rechazaban la posibilidad de un progreso gradual de la sociedad, como defendían los
socialistas, porque nada cambiaba con la reducción de la jornada laboral, ni con el descanso
semanal, ni con la reglamentación del trabajo femenino e infantil.
Quiroule: sostenía que la legislación podía lograr mejoras temporales como casas para los
obreros, jubilación o aumentos salariales pero no los beneficiaba a largo plazo porque las leyes
contribuían a una mayor estabilidad social. El ejemplo mas claro, decía, es la ley de jubilación:
este objetivo es para alejarlos de la lucha sindical y asociativa. Una vez jubilados, se convertían
en pasivos receptores de salarios devaluados sin la menor posibilidad de mejoras.
La única salida posible era la eliminación de grupos improductivos que eran patrones y
empresarios, políticos, sacerdotes, gobernantes y militares y también empleados y funcionarios
públicos. Fueron esos empleados públicos los que durante la Semana Trágica persiguieron
trabajadores anarquistas.
¿Qué aportaba una legislación obrera? Nada nuevo. Traducir en forma de ley algo que los
trabajadores organizados ya había obtenido como fruto de sus acciones colectivas. Los
anarquistas no concebían a la ley como un logro porque alcanzaría a aquellos que no se
comprometieron con la lucha.
Luego de cada reclamo estaban inhabilitados para cristalizar las mejoras obtenidas mediantes
ellas luchas, al no aceptar la sanción legal- pero entre 1902 y 1916 se sancionaron varias leyes
de carácter laboral y el estado se fue involucrando a través de leyes como con la creación del
Departamento Nacional de Trabajo en 1907.
Sin embargo, los anarquistas no dejaron de percibir que la acción legislativa respondía a la
movilización obrera. Se afirmaba que el verdadero propósito del Estado era amortiguar
conflictos y el consecuente desarrollo de tendencias contestatarias que crecían por la opresión
del Estado. Ninguna ley podía poner fin a la lucha de clases porque los trabajadores buscan
emanciparse del salario, dejar de trabajar en beneficio de otro, por eso toda legislación
fracasaría siempre.
4- Conclusión.
La actitud anarquista era supra histórica en la medida en que no reconocía las realidades
cambiantes del proceso social. Sin embargo, contribuyó a la emergencia de la cuestión obrera y
la cuestión social ocupó un lugar central en la primera década del XX. Es también una
construcción de los mismos actores: los trabajadores y militantes sindicales y políticos, es decir,
del movimiento obrero en su conjunto. Su desarrollo obligaba a pensar rápidamente sobre el
tema y forzaba la aparición de reformadores desde los grupos dominantes.