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Cuando tratamos de explicar los hechos y las conductas del pasado solemos hacerlo
desde dos perspectivas, que derivan en dos tipos de explicaciones: la causal y la
intencional.
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En la historia, es posible combinar ambas explicaciones y llegar a una explicación
integrada. Ambas son complementarias, ya que las acciones de los protagonistas no
tuvieron siempre los efectos esperados y las causas de los hechos históricos suelen ser
múltiples, dada la complejidad de las relaciones sociales.
Como ciencia, la Historia tiene un ámbito de estudio que no es el pasado en sí, ya que
este es inexistente e inaprehensible. Su campo de estudio lo constituyen las “reliquias
del pasado”, el conjunto de restos y vestigios del pasado que perviven en el presente
bajo diversas formas. Al trabajar con estas reliquias, el conocimiento no es el pasado,
sino una parte fragmentaria y parcial del pasado.
Uno de sus principales representantes, Leopold von Ranke, entendía la Historia como
un discurso fuertemente unitario en el que la política desempeñaba un papel
fundamental en torno al cual se desarrollaba el discurso histórico. Era una Historia
nacida al calor de la lucha por la unidad alemana y justificadora del Estado-Nación
propio de la ideología nacionalista y liberal de los años centrales del siglo XIX. En ella,
las ideas políticas y los principios morales de los protagonistas individuales (los reyes,
los jefes de Estado o los grandes personajes) dejaban de lado la historia de las
colectividades, la historia económica o la historia social. Esta historiografía estaba
claramente influida por el positivismo. Los historiadores aparecieron como una clase
profesional, lo que les llevó a considerar su disciplina como ciencia.
La influencia alemana hizo que se extendiese por Europa una visión de la historia
reducida a la mera reconstrucción de acontecimientos, basada en el estudio de los
documentos.
Frente a esta forma de hacer historia surgieron a finales del siglo XIX, al margen de los
círculos académicos, nuevas alternativas historiográficas: las teorías de Marx y de
algunos sectores de la historiografía dominante:
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El pensamiento marxista suponía una subversión profunda de la historiografía.
Incidía en la historia del movimiento obrero y en ciencias sociales, como la
Economía y la Sociología.
Así mismo, entre los historiadores académicos surgió el cultivo de la historia
económica y social, al centrarse en el estudio de las relaciones entre el Estado
-eje del análisis historicista-, la sociedad y la economía.
En EE. UU., surgió la idea de la que la Historia era una ciencia social más y, por
lo tanto, tenía que contribuir al descubimiento de las leyes del desarrollo
humano. Así nació la historia científica, llamada “New History”, como una rama
de las ciencias sociales.
No obstante, fue en Francia donde nació la historia social. Hacia 1900, en torno
a Henri Berr, nació una nueva clase de historia apoyada por las nuevas ciencias
sociales (“humanas”, según la terminología francesa): geografía, economía y
sociología. Esta nueva historia se enfrentó con la historia académica y de la
confrontación salieron beneficiados los que han sido considerados padres de la
historia social: Lucien Febvre y Marc Bloch, fundadores en 1929 de la revista
Annales d’histoire économique et sociale.
La llamada Escuela de los Annales, formada en la década de los 30 del siglo XX, como
reacción a la historia académica, intentó una reconstrucción del pasado sobre bases
científicas tomadas de otras ciencias humanas o sociales, para acabar desintegrándose
en los años 70 en múltiples direcciones.
Su objetivo era hacer una historia global, total, partiendo de la premisa de que los
aspectos sociales y económicos formaban parte de la Historia.
La nueva historia nació con dos objetivos: sacarla de la rutina de la escuela “metódica”
y primar lo económico y lo social en detrimento de lo narrativo-factual y de lo
exclusivamente político.
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caracterizó por el rechazo al historicismo, la búsqueda de nuevos objetivos de
estudio, con énfasis especial en lo social.
La segunda generación comenzó tras 1945, en torno a Fernand Braudel, y llegó
hasta los años 70. Fue la etapa de mayor influencia de la Escuela. Se caracterizó
por la introducción de propuestas tomadas de otras ciencias sociales.
La tercera generación, la de la Nouvelle Histoire o Nueva Historia, tuvo como
principales representantes a Jacques Le Goff, George Duby, Pierre Chaunu,
François Furet, Jacques Revel, André Burguière y Roger Chartier. Fue la etapa
de la fragmentación del objeto de análisis y la búsqueda de nuevos caminos por
el análisis de nuevos temas (como la mujer, la vida privada, la infancia o la
familia) o por el uso de nuevos métodos (como el estudio de las mentalidades).
La Escuela de los Annales ha recibido diversas críticas. Entre ellas, las principales han
sido la ausencia de una concepción historiográfica propia y la primacía de los aspectos
económicos sobre los sociales.
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La historia estructural o de las estructuras fue una tendencia centrada en Francia y muy
relacionada con la Escuela de los Annales.
Estudia las regularidades, los hechos cotidianos, que se repiten, frente a los sucesos
excepcionales, únicos o singulares que caracterizan a la historia narrativa tradicional.
Las estructuras son fenómenos geográficos, ecológicos, técnicos, económicos, sociales,
políticos, culturales y psicológicos, que permanecen constantes durante un período largo
de tiempo y que evolucionan de manera casi imperceptible. Frente a la estructura se
halla la coyuntura, las fluctuaciones manifiestas en el contexto de la estructura. El
tiempo de las estructuras es muy lento (“tiempo largo”, según Braudel), mientras que el
de las coyunturas es un “tiempo corto”.
Si bien la cuantificación de los sucesos históricos comenzó en los años 30 del siglo XX,
la defensa de un paradigma cuantitativista para explicar los hechos del pasado humano
apareció en Francia y los Estados Unidos en los años 70, se extendió durante los 80 y ha
entrado en crisis desde entonces.
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Frente a los paradigmas de la historia marxista, la historia estructural, el cuantitativismo
o la Nouvelle Histoire, ha surgido en los últimos años una reivindicación de la historia
narrativa, una vuelta al relato histórico, que no supone una vuelta a los modos de hacer
historia del siglo XIX. Este retorno, unido a la inmensa fragmentación que ha
experimentado la historiografía en las últimas dos décadas, son síntomas claros de la
crisis de la historia analítica como ciencia.
Esta crisis de los grandes modelos historiográficos no supone, en cambio, una pérdida
de interés por la Historia. Al contrario, el crecimiento de los problemas políticos a
escala global hace mayor la necesidad de información que el conocimiento del pasado
proporciona para la comprensión del presente. En esta “era de la incertidumbre” la
Historia es necesaria. Este hecho y la creciente demanda de novela histórica revelan la
atracción que siente el ser humano por el conocimiento, el estudio y la lectura sobre las
raíces históricas de las distintas culturas existentes en el planeta.
De la crisis de los grandes paradigmas han surgido nuevas formas de hacer historia, que
han marcado la historiografía de los últimos 15 años; entre esas nuevas formas
historiográficas destacan las siguientes:
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antropología y otras ciencias sociales y su proximidad a la historia local la hacen
estar próxima a la creación literaria y la narración.
La nueva historia cultural. Influida por la antropología y la lingüística, incide en
el mundo de las “representaciones”. Va más allá de la historia de las
mentalidades y la tradicional historia cultural o intelectual. Pretende el estudio
de las creencias populares colectivas como objeto etnográfico, lo que se ha
llamado el “imaginario colectivo”. En este sentido, sería una especie de
antropología histórica, pero que más que describir las prácticas socioculturales
del pasado, resalta la manera en que esas formas se representan en la mente de
los distintos grupos sociales.
La ciencia histórica socioestructural o historia socioestructural. Es la más
renovadora de todas estas nuevas formas de hacer historia. Su máximo
representante es Christopher Lloyd, que se inserta dentro de la amplia vía de la
historia social. Ligada a la sociología histórica, defiende un estatus “científico”
que se niega a las otras dos corrientes señaladas, enmarcadas en el narrativismo.
La historia socioestructural pretende descubrir la real estructura oculta de la
sociedad, el proceso real del cambio social estructural.
A los ojos de los filósofos, los hechos del pasado eran solo fenómenos sueltos e
independientes, cuyas causas y consecuencias no se podían establecer. Por ello, en su
opinión, los historiadores únicamente habían de dedicarse a explicar dichos sucesos de
forma cronológica, sin interpretarlos. Solo estaban capacitados para reflexionar sobre el
pasado los propios filósofos.
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Los principales inspiradores de la crítica al método y la concepción de la historiografía
positivista fueron los filósofos Henri Bergson, Edmund Husserl y Ernest Cassirer.
Wilheim Dilthey
George Simmel
Benedetto Croce
Rasgos biográficos.
Benedetto Croce (1866-1952) fue una de las más importantes figuras intelectuales de la
Italia de la primera mitad del siglo XX. Fue escritor, filósofo, periodista, historiador y
político. De origen acomodado, se dedicó a la cultura, realizando diversos estudios
sobre historia, filosofía y arte. En 1910 fue nombrado senador. Criticó abiertamente la
participación italiana en la Primera Guerra Mundial, lo que, al terminar la contienda,
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reafirmó su prestigio político. Ocupó el cargo de ministro para la Instrucción Pública
entre 1920 y 1921, durante el último gobierno de Giovanni Giolitti. Tras el asesinato del
político socialista Giacomo Matteoti en 1924 rompió con el movimiento fascista,
alejándose de la vida política. En 1938 publicó su obra La historia como hazaña de la
libertad. Acabada la Segunda Guerra Mundial, volvió a la escena política para tratar de
mediar entre los partidos antifascistas. En 1946 fundó el Instituto Italiano para los
Estudios Históricos. En 1948 fue nombrado senador. En 1949 publicó el resumen de su
pensamiento en Filosofía e historiografía. Murió en 1952 siendo uno de los personajes
públicos más respetados de Italia.
Pensamiento.
Concepción de la Historia.
Como uno de los máximos representantes del historicismo que reaccionó contra el
positivismo, Croce piensa que el método científico-experimental no es aplicable a la
historia, ya que esta no es ni universal ni objetiva. Al contrario, es subjetiva y relativa.
Además, al contrario que la ciencia, que tiene por objeto lo universal, lo abstracto, la
historia narra los sucesos concretos e individuales, sin presuponer la existencia de un
diseño preestablecido o providencialista del curso histórico. Oponiéndose a Hegel y de
acuerdo con Giambattista Victo y su principio del “verum-factum” (lo verdadero es el
hecho concreto), Croce cree que la historia es el resultado de las acciones de los
hombres, movidos por ideales.
Por otra parte, el pensamiento de Croce recibió la influencia de uno de sus profesores, el
socialista Antonio Labriola, a quien dedicó su obra Materialismo histórico y economía
marxista (1900). En ella, Croce explicaba que el materialismo histórico, con su acento
en el sustrato económico de la sociedad, puede servir al historiador para interpretar y
comprender mejor la Historia.
En cuanto a la obra de Marx, El Capital, Croce afirmaba que no puede ser considerado
una descripción histórica ni un tratado de economía, ya que creía que contenía errores
desde el punto de vista de la ciencia económica:
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satisfacer cualquier necesidad y también de su mayor o menor escasez o
disponibilidad).
Por otra parte, Croce identificaba filosofía e historia. Influido por Vico, afirmaba que el
conocimiento histórico coincide con el conocimiento. La filosofía, en cuanto
conocimiento de la realidad, coincide con la historia, ya que la realidad es historia.
Además, toda filosofía está siempre históricamente condicionada y cambia
históricamente: no existe, pues, una filosofía definitiva o una metafísica consistente en
el conocimiento de la verdad suprahistórica y última.
Heinrich Rickert
Max Weber
La reflexión sobre la metodología de las ciencias sociales alcanzó su máximo nivel con
Max Weber (1864-1920).
En relación con la historia, buscó una vía intermedia entre los planteamientos de los
historiadores y los filósofos.
Karl Popper
Kart Popper (1902-1994) realizó una dura crítica al historicismo en La sociedad abierta
y sus enemigos. La obra fue escrita por este filósofo y sociólogo judío, de origen
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austríaco y nacionalidad británica, durante la Segunda Guerra Mundial, en Nueva
Zelanda, donde vivió exiliado durante unos años huyendo de la amenaza nazi.
Popper critica el historicismo porque este sostiene que el desarrollo de la Historia está
determinado por leyes generales de cumplimiento necesario. Popper interpreta que
cualquier historiador que conozca dichas leyes podría predecir el futuro y conocer las
medidas adecuadas para promover el éxito de proyectos políticos que podrían ser
totalitarios. Popper pensaba que las teorías historicistas eran utilizadas para impedir el
desarrollo de la sociedad abierta.
Su crítica intenta destruir las bases metodológicas del historicismo, demostrando que no
se puede utilizar el método de las ciencias naturales para la construcción histórica. Para
ello, alega diversas razones:
Por todos estos motivos, Popper sostenía que los historiadores no pueden escribir una
historia universal de la Humanidad y que no tenía ningún sentido la historiografía
historicista basada en el reconocimiento y la formulación de leyes históricas generales.
Conclusión
A partir de estos planteamientos fue surgiendo la idea de estructura, entendida como una
construcción ideal en la que concurren diferentes variables que es posible analizar
(geografía, economía, engranajes sociales, sistemas de valores, etc.), y cuya formulación
más avanzada estaría representada por la corriente de los Annales.
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2. Los modelos macroteóricos: de Spengler a Toynbee
En esta tradición de reacción ante el empirismo positivista narrativo aparecieron los
“macroteóricos” de la historia universal, como Spengler, con su obra La decadencia de
Occidente, y Toynbee, con su tratado Estudio de la Historia.
Oswald Spengler
Entre las fuentes de inspiración del ensayo, el propio Spengler destacó la crisis de
Agadir (en 1911, un buque cañonero alemán fondeó en el puerto marroquí de Agadir,
desafiando a las autoridades francesas; el asunto terminó con un fiasco diplomático para
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Alemania). Spengler consideró que el suceso era una señal anunciadora de una guerra
inminente por el dominio del mundo.
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madurez en la época del Barroco moderno, se encontraba en esos momentos en su fase
de decadencia o de “civilización”, que es el nombre específico que le asignaba a las
culturas declinantes. Para Spengler, la “civilización” era el destino inevitable de una
cultura. Y ponía como ejemplo la degradación de la cultura griega bajo la forma de la
civilización romana.
Consideraba que las causas de la decadencia de la cultura occidental eran, por analogía
con el declive del Imperio Romano, las siguientes: el triunfo de la demagogia como
democracia, la idolatría del dinero y la proliferación del imperialismo, iniciado en la
época de Napoleón.
Arnold J. Toynbee
Toynbee propuso una filosofía de la historia, esto es, presentó una visión sistemática y
unificadora de la Historia de la Humanidad. Sin mucho rigor metodológico, realizó un
estudio comparativo de una veintena de civilizaciones que, según él, componían la
Historia universal, analizando sus respectivas fases de nacimiento, crecimiento,
decadencia y desintegración.
Fase de nacimiento.
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o Toynbee consideraba que la interacción entre reto y respuesta constituía
el germen fundacional de las civilizaciones. Observó que el origen de
todas las civilizaciones podía hallarse en una respuesta ofrecida por la
población en conjunto, dirigida por una minoría elitista con capacidad
creativa, para superar un reto natural o social, interno o externo, al que
esa población estaba sometida. Por ejemplo, según Toynbee, el reto de la
civilización egipcia fue dominar el clima y las crecidas del Nilo para
generar riqueza económica, hecho que logró una minoría elitista,
representada por el faraón y la casta sacerdotal, “respondiendo” con la
creación de un sistema de canales y riegos que permitió el auge de la
agricultura.
o Toynbee llamó “civilizaciones abortadas” a aquellos pueblos que no
pudieron dar una respuesta creativa y satisfactoria al reto que se les
planteó.
Fase de crecimiento.
o El crecimiento de una civilización dependía también de la respuesta
creativa a los nuevos retos que se iban presentando a lo largo de su
historia.
o Las civilizaciones que no consiguieron resolver los problemas fueron
denominadas por Toynbee “civilizaciones detenidas”, que nacieron pero
se estancaron en la fase inicial de su evolución.
o Por otra parte, Toynbee señaló que una consecuencia directa del
crecimiento era la aparición y el crecimiento progresivo de la
espiritualidad (y la religión) en la civilización, un elemento que
presentaba como fundamental para la cohesión del pueblo.
Fase de decadencia.
o Toynbee creía que la decadencia de una civilización no tenía por qué
terminar en su desintegración, ya que el relevo de las minorías creadoras
podía permitir la solución de los retos causantes de la decadencia. No
obstante, si el reto no era resuelto, la civilización iniciaba su
desintegración.
o La decadencia podía ser pasiva (mantenimiento de instituciones inútiles
con peso histórico previo) o activa (militarismo suicida).
Fase de desintegración.
o Según el teórico británico, el resultado de la desintegración podía ser la
formación de una sociedad más simple y uniforme (sin rasgos distintivos
respecto a otras civilizaciones) o, incluso, su disolución y extinción.
o La decadencia producía un doble cisma, espiritual y social. La separación
social se apreciaba en la existencia de tres elementos: la minoría
dominante (que había perdido su creatividad y mantenía el poder por
medios militares y policiales), el proletariado interno (la masa de
esclavos que no podía liberarse de la opresión de la minoría) y el
proletariado externo (la horda de bárbaros que remataba la civilización).
o El proceso de desintegración de una civilización se produce en varios
tiempos:
Tiempo de angustias, en el que un grupo de estados de la
civilización se enfrentan entre sí en guerras fratricidas.
Estado universal, que uno de los grupos contendientes o un
conquistador extranjero impone a la civilización.
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Interregno, en el que el estado universal se desintegra, dando paso
a reinos bárbaros que terminan de consumir la civilización por
completo.
Para Toynbee, las civilizaciones que habían de ser objeto de la Historia universal eran
las siguientes:
De todas ellas, Toynbee reconocía que solo cinco pervivían en su tiempo: la Occidental,
la Cristiana-Ortodoxa Rusa, la Islámica, la Hindú y la del Lejano Oriente.
Otro logro de Toynbee fue romper con la tradicional concepción lineal o evolutiva de la
Historia. Creía que las fases de una civilización no debían verse en un plano continuo,
sino que la Historia se caracterizaba por la alternancia de ritmos. A un período de
creatividad, podía seguirle otro de decadencia y agotamiento, para volver a otro período
de creatividad. Es decir, la decadencia no había de ir seguida inevitablemente por la
desintegración; si la minoría creativa lograba responder al reto que se le planteaba,
podía sobrevenir otro período de crecimiento. Por tanto, la capacidad de respuesta a los
retos a los que se iba enfrentando una civilización era la clave de la evolución histórica.
El ocaso de una civilización se producía cuando la élite dirigente impedía de forma
tiránica la creatividad de otros grupos y no daba respuestas a los retos que se
presentaban.
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Las macroteorías de Spengler y Toynbee presentan semejanzas y diferencias:
Semejanzas:
o La obra de Spengler influyó en la de Toynbee en la rigurosidad filosófica
de los procedimientos de análisis.
o Ambas obras tienen relación con el tiempo en que fueron escritas: sobre
Spengler influyó el contexto de la Primera Guerra Mundial y sobre
Toynbee el período de entreguerras.
En los dos tratados se centra el estudio histórico en las civilizaciones.
Diferencias:
o Spengler opinaba que la decadencia de una civilización era
inevitablemente el paso previo a su desaparición.
o Toynbee pensaba que la desaparición de una civilización en decadencia
podía evitarse si sus miembros conseguían responder de forma positiva a
los retos que se les presentasen.
Las ideas de Toynbee han sido continuamente revisadas a lo largo del siglo XX. Las
principales críticas han tratado sobre los siguientes temas:
Pese a ello, el marco teórico descrito por el historiador británico permanece como una
de las cumbres de la historia del pensamiento europeo.
Para el autor, la Historia “ha terminado”, es decir, que han terminado la lucha de las
ideologías y la evolución de las formas políticas y el hombre ha alcanzado con ello el
bienestar material y el reconocimiento universal de la dignidad como individuo, gracias
al apoyo del derecho y la justicia: es el “último hombre”.
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El hecho de que el modelo económico liberal capitalista genera desigualdades,
“pobrezas relativas”.
El deseo humano individual de ser reconocido como superior.
Samuel P. Huntington
Huntington cree que las líneas de fractura entre las civilizaciones son casi todas
religiosas:
Huntington argumenta que desde el final de la Guerra Fría, los conflictos mundiales más
destacados han tenido lugar en las fronteras entre civilizaciones; cita como ejemplos las
guerras que llevaron a la desintegración de Yugoslavia, la guerra de Chechenia o los
conflictos recurrentes entre la India y Pakistán.
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También afirma que los conflictos entre civilizaciones son inevitables, puesto que cada
una cuenta con sistemas de valores significativamente distintos. Argumenta que el
crecimiento de nociones como la democracia o el libre comercio desde el fin de la
Guerra Fría solo ha afectado realmente a la cristiandad occidental, mientras que el resto
del mundo ha intervenido escasamente.
Walter Benjamin
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desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese
aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como
una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina
sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los
muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se
arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán
lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el
cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos
progreso”.
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Orígenes de la historia económica y social
Contexto político
La revista Annales fue creada en 1929. Los años previos a tal fecha, la situación política
europea fue bastante agitada. Iniciado el período de entreguerras, los distintos países
europeos se estaban restableciendo política, social y económicamente de la destrucción
ocasionada por la Primera Guerra Mundial.
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Federación Obrera Católica o la Federación Obrera Comunista, para defender sus
derechos.
La gran Crisis de 1929, surgida en los Estados Unidos, afectó al sistema social,
económico y político francés a partir de 1931, una vez que el gobierno tuvo que retirar
las medidas proteccionistas.
Marcados por la catástrofe de la guerra, afirmaron que el sentido primordial del trabajo
del historiador había de ser comprender y hacer comprender los motivos profundos de
los movimientos sociales que llevaban a los hombres a unirse unos contra otros, en
distintos tiempos históricos y en los diferentes lugares del mundo.
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Interpretación de procesos históricos y no de sucesos simples e individuales.
Ampliación de la perspectiva temporal en el análisis histórico; no se limitan a
analizar sucesos de forma independiente; para descubrir cambios históricos,
comparan hechos e ideas extraídas de distintos momentos, incluso de distintos
decenios o siglos.
Ampliación de los temas de estudio.
Rechazo del protagonismo de la política, la diplomacia y los hechos bélicos,
típico de la práctica historiográfica de los historiadores decimonónicos.
Enriquecimiento de la comprensión del pasado y de la construcción histórica con
las aportaciones de otras ciencias, como la geografía, la antropología, la
economía, el derecho, la literatura, la sociología o la psicología.
Inicio del estudio de los pueblos; la historia no es solo consecuencia de las
acciones y decisiones de los hombres eminentes.
Estudio del contexto social de los protagonistas de la historia para comprender
mejor sus movimientos.
Aplicación del método crítico a las fuentes (no solo las documentales).
Utilización de analogías para descubrir semejanzas y diferencias entre los rasgos
característicos de una cultura (como la religión, las costumbres, el manejo del
lenguaje, o las visiones antropológica y cosmogónica, entre otros), o de las
culturas entre sí.
Raíces intelectuales
Los historiadores de los Annales enriquecieron sus planteamientos historiográficos
gracias a la recepción de múltiples influencias provenientes de especialistas de
distintas ciencias e, incluso, de historiadores de diferentes corrientes historiográficas.
Entre todos ellos, cabe citar a los dos más influyentes: Henri Berr y Henri Pirenne.
Henri Berr
Henri Berr (1863-1954) fue un filósofo francés que ejerció una gran influencia sobre
Lucien Febvre y Fernand Braudel (líder de la segunda generación), tanto en su
formación como en la creación de la revista Annales.
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Estudió filosofía en la Escuela Normal Superior de París. Fue profesor de Retórica en
Douai, en Tours y en el Liceo Enrique IV de París.
En los últimos años de su vida, Henri Berr abandonó la labor docente para entregarse
por completo a las actividades del Centro de Síntesis y a la producción editorial.
Concepción y método.
Las ideas de Berr tuvieron una profunda influencia sobre la historiografía francesa y,
especialmente, sobre los componentes de las dos primeras generaciones de historiadores
de la corriente de los Annales. Veamos las características principales de su concepción
de la historia:
No quiso crear una nueva teoría de la historia, sino analizar, criticar y obtener
resultados de teorías ya existentes.
Concedió importancia a la relación de la filosofía con la historia para una mejor
comprensión del pasado y del presente.
Promovió la colaboración con intelectuales de otras ciencias, como la psicología,
la antropología, la economía o la biología, con la intención de enriquecer el
conocimiento histórico con aportaciones intelectuales interdisciplinarias. (Esta
idea la pusieron en práctica los principales representantes de los Annales: Bloch,
Febvre y Braudel).
Pretendió desarrollar una historia global, que tuviese en cuenta todas las
dimensiones de la realidad, desde lo económico hasta lo psicológico, desde una
perspectiva científica.
Defendió el estudio del pasado desde la perspectiva del presente, para poder
aprovechar el carácter magistral de la historia tanto en el presente como para la
preparación del futuro.
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Hizo énfasis en la necesidad de incluir los factores psicológicos en los estudios
históricos, para mejorar la explicación de los acontecimientos del pasado. (Esta
propuesta tuvo influencia en la historia de las mentalidades).
También insistió en la importancia de los factores sociales en la construcción
histórica, partiendo del carácter social del hombre.
Los cambios conceptuales y metodológicos propuestos por Berr tuvieron tal influencia
en el pensamiento de Febvre, Bloch y Braudel, que les llevaron a transformar su
concepción del trabajo del historiador.
Henri Pirenne
Concepción de la historia.
Trató en sus obras históricas no solo los acontecimientos políticos, sino también
las circunstancias económicas y sociales. De hecho, les concedió tal importancia
a los hechos económicos y sociales para la comprensión del pasado, que buena
parte de sus escritos históricos basan sus explicaciones en ellos. Por ejemplo, en
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Las ciudades de la Edad Media, analiza el progreso urbano utilizando como
marco de referencia la evolución del comercio. Pirenne consideraba que los
hechos económicos tenían relación con sus causas y consecuencias sociales.
Pirenne consideraba necesario conocer el pasado para comprender el presente y
viceversa, es decir, conocer el presente para comprender el pasado.
Creía que para poder teorizar sobre la historia era imprescindible la disposición
de una buena base de conocimientos concretos (erudición).
Método historiográfico.
Lucien Febvre (1878-1956) fue uno de los fundadores de la escuela de los Annales,
junto a Marc Bloch.
Nació en Nancy (Lorena, al noreste de Francia) en el seno de una familia procedente del
Franco-Condado, lo que le hizo sentir a lo largo de su vida un especial afecto por esta
región, cuya historia y cultura estudió. Su padre, psicólogo de profesión, le inició en el
estudio de los textos antiguos y de los idiomas, lo que influyó decisivamente en su
forma de pensar. Realizó sus primeros estudios en el Liceo de Nancy y posteriormente
marchó a París, a cursar Geografía e Historia en la Escuela Normal Superior, donde
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recibió la influencia del geógrafo Vidal de la Blache. Tras licenciarse en 1902 comenzó
a trabajar como profesor de Historia en el Liceo Louis Le Grand de París, al tiempo que
trabajaba en su tesis. Se doctoró en 1911 tras defender la tesis titulada Felipe II y el
Franco-Condado.
En esta época conoció a Henri Berr, quien ejerció una gran influencia sobre su vida
profesional. Participó con él en reuniones culturales. Escribió varios artículos para la
Revista de Síntesis histórica, el trabajo El Franco Condado para la colección Las
regiones de Francia y las obras Al margen de la historia universal en dos volúmenes y
La Tierra y la evolución de la Humanidad, que aparecieron publicadas en La Evolución
de la Humanidad.
Tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914 tuvo que dejar su plaza docente
para enrolarse en el ejército, en el que sirvió durante los cuatro años de la contienda. En
1919 consiguió una plaza de profesor en la Universidad de Estrasburgo y fue
distanciándose progresivamente de su maestro Berr. En Estrasburgo compartió las
labores docentes con un grupo de historiadores entre los que se hallaba Marc Bloch,
quien a partir de este momento sería su colaborador y amigo.
Obras principales.
Concepción de la historia.
Amplía el ámbito de estudio de la historia al ser humano (no solo a los grandes
hombres, sino también a todos los demás, a los individuos, a los grupos y a las
colectividades).
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En sus escritos históricos efectúa un estudio global del contexto social,
económico, político, cultural y de las mentalidades de la época en que están
inmersos los personajes que analiza. Esta línea se aprecia ya en su tesis doctoral
Felipe II y el Franco-Condado y se confirma sus obras “biográficas”.
Justifica el carácter científico de la historia argumentando que es una de ciencia
social global, porque incluye aspectos sociales, económicos, políticos y
culturales, propios de otras ciencias sociales.
Valora el potencial pedagógico de la historia. Gracias a ella, pretende
comprender el presente a través del pasado y el pasado a través del presente. No
juzgar, ni describir, ni enumerar: reconstruir con imaginación para comprender
el proceso histórico.
Cree que la historia debe tener una orientación utilitarista. El historiador debe
estudiar el pasado en función de los problemas que preocupan a los hombres de
su tiempo, para contribuir a su resolución. Por ejemplo, en su tesis doctoral parte
de dos problemas contemporáneos: uno historiográfico, la interdependencia
entre los diferentes aspectos de la historia (sociales, económicos o políticos); y
otro social, la inseguridad socioeconómica derivada del auge del socialismo y la
extensión del sindicalismo.
Método historiográfico.
Críticas de Febvre.
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búsqueda de la comprensión global de todo el proceso histórico, cree que
Toynbee se excede en sus planteamientos.
Marc Bloch
Marc Bloch (1886-1944) nació en Lyon, en el seno de una familia judía. Su padre,
Gustave Bloch, era profesor de Historia Antigua de la Universidad de Lyon. Inició sus
estudios en el liceo Louis-le-Grand de París. Posteriormente cursó estudios
universitarios de Geografía e Historia en la Escuela Normal Superior de París (1904-
1908) y completó su formación en las universidades de Leipzig y Berlín y en la
Fundación Thiers (1908-1912). Ejerció como docente en los liceos de Montpellier y
Amiens hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Bloch fue movilizado,
participó en la contienda, fue herido, alcanzó el grado de capitán y fue condecorado con
la Cruz de Guerra. En 1919 comenzó a impartir docencia de Historia Medieval en la
Universidad de Estrasburgo, donde conoció a Lucien Febvre. En 1920 presentó su tesis
doctoral Reyes y Siervos. Intentó sin éxito en varias ocasiones (en 1928 y en 1934-1935)
ingresar en el Colegio de Francia. En 1929 fundó junto con Febvre la revista Annales.
En los años siguientes se dedicó fundamentalmente a la publicación de artículos
históricos en ella. En 1936 consiguió una cátedra de historia económica en la Sorbona
de París. No obstante, el inicio de la Segunda Guerra Mundial cambió su vida. Pese a su
maltrecha salud y a que era padre de familia numerosa, participó en la guerra. Tras la
campaña de Francia, en 1940, la aplicación de leyes antisemitas por el gobierno de
Vichy supuso su expulsión de la cátedra. Se trasladó a las universidades de Clermont-
Ferrand y Montpellier. Se unió al movimiento de la resistencia francesa en 1943.
Finalmente, en 1944, la Gestapo le detuvo en Lyon, donde fue torturado y fusilado.
Murió gritando: “Vive la France!”
Obras principales.
Concepción historiográfica.
29
Así mismo, el historiador debe conocer el presente, ya que en su labor de síntesis
histórica ha de relacionar constantemente el presente con el pasado a través de
sus huellas documentales.
La síntesis global debe explicar los procesos históricos; no puede quedarse en
una mera descripción factual. El historiador debe estar preparado para asumir los
riesgos interpretativos necesarios para conseguir explicar el pasado.
Bloch prefería analizar las sociedades en tiempos largos (en ocasiones de varios
siglos, como en Los reyes taumaturgos o en La sociedad feudal).
No se quedaba en el simple análisis de los acontecimiento políticos; al contrario,
introducía también en su estudio aspectos sociales, económicos, psicológicos,
geográficos y culturales.
Para ello, recurría al apoyo en otras ciencias sociales:
o Dio primacía a los aspectos sociales, convirtiéndolos en muchas obras en
el objeto de estudio (por ejemplo, estudió la sociedad rural agraria
medieval en Los caracteres originales de la historia rural francesa, o el
feudalismo en La sociedad feudal). Utilizó la demografía para el análisis
social.
o Prestó atención a aspectos económicos, como la configuración de las
tierras o los ingresos señoriales.
o Estudió la influencia de las mentalidades (las creencias, la moral, las
relaciones afectivas) en la vida social (definiendo líneas historiográficas
que han marcado la antropología histórica actual).
o Introdujo la geografía humana en la explicación histórica, al analizar el
marco geográfico desde la perspectiva de la interacción entre el grupo
social y el medio natural.
o Analizó las manifestaciones artísticas o literarias para mejorar el
conocimiento de los rasgos culturales de las sociedades analizadas.
Método historiográfico.
30
Breve reseña biográfica.
Gracias a esta obra, Braudel se convirtió en uno de los historiadores más reconocidos
del momento. Al jubilarse, Febvre le cedió su cátedra del Colegio de Francia (1949), lo
que le permitió dedicar más tiempo a la investigación. En 1951 fundó junto a su maestro
Febvre el Centre de Recherches Historiques (Centro de Estudios Históricos), lo que
aseguró la publicación de varias colecciones de historia económica y social. Tras la
muerte de Febvre en 1956, pasó a dirigir la revista Annales y la École Practique des
Hautes Etudes.
Contribuciones historiográficas.
31
Énfasis en los factores económicos, sociales e incluso políticos en la
construcción histórica; escaso interés por las mentalidades o la religión.
Reconocimiento del papel fundamental de las distintas ciencias sociales para la
explicación histórica.
Integración del espacio en el discurso histórico como protagonista de la Historia
(influido por la concepción geográfica de sus maestros del período de
entreguerras, como Vidal de la Blache).
Visión multicéntrica de los factores con influencia en la evolución histórica de la
región analizada.
Introducción en la historiografía de una nueva visión del tiempo histórico, que
tiene tres niveles o duraciones:
o Duración larga. Es la historia estructural. Hace referencia a la
geohistoria, a la relación del hombre con el medio que le rodea. Braudel
se interesa por el medio en el que viven los hombres de la cuenca
mediterránea: clima, montañas y llanuras, mar y ríos, caminos y
ciudades. Analiza el ritmo casi inmóvil del “tiempo geográfico”.
o Duración mediana. Es la historia coyuntural. Hace referencia a la
estructura social de los “destinos colectivos y movimientos de conjunto”.
En El Mediterráneo es subdividida en economías, imperios,
civilizaciones, sociedades y formas de guerra. El tiempo medio se
corresponde con los ciclos socioeconómicos (la evolución de los precios,
las tendencias demográficas, el movimiento de los salarios). Es el
“tiempo social” en el que se producen los cambios de los fenómenos
demográficos y económicos.
o Duración corta. Es la historia episódica. Hace referencia a los
acontecimientos, la política y los hombres. Es la historia política, factual,
de los acontecimientos, a la medida de los individuos.
32
largo de los siglos (mediana duración), en el contexto del entorno habitado por
las sociedades (larga duración).
Desarrollo de una historia “total”, “globalizante” o “totalizante”. Tiene este
calificativo porque estudia todas las manifestaciones humanas acontecidas en
todos los períodos históricos, rompiendo las divisiones de la Prehistoria y de la
Historia.
Los principales representantes de esta tercera generación son Jacques Le Goff, Pierre
Nora y, en menor medida, François Furet, Jacques Revel, André Burguière, Marc Ferro,
Emmanuel Le Roy Ladurie, Philippe Ariès y Michel Vovelle.
Definición de mentalidad
La RAE define mentalidad como la cultura y modo de pensar que caracteriza a una
persona, a un pueblo, a una generación, etc.
33
La palabra “mentalidad”, más que designar un concepto bien definido, ha sido utilizada
como un término descriptivo que aludía a un amplio y poco preciso ámbito de estudio,
en el que se incluían los comportamientos, los gestos cotidianos, el inconsciente, las
emociones, las creencias populares, las formas de conciencia, las estructuras ideológicas
o los imaginarios sociales, entre muchos otros elementos posibles. Ello llevó al propio
Jacques Le Goff -uno de los principales representantes de la tendencia- a afirmar que se
trataba de una historia ambigua.
34
La conducta. La inclusión de los comportamientos colectivos en la historia de
las mentalidades permite la conexión con la psicología, la antropología histórica
(también interesada por aspectos como los gestos, los rituales, las fiestas o las
tradiciones) y con la nueva historia sociocultural.
Entre los temas relacionados con la historia de las mentalidades que han servido para la
elaboración de estudios históricos, podemos destacar el vocabulario, la vida cotidiana y
la violencia.
Han analizado formas mentales complejas, como la memoria, las actitudes, las
creencias o los valores.
Han realizado estudios sobre un tema determinado (entre los que destacan los
siguientes: tiempo, espacio, naturaleza, trabajo, poder, institución,
acontecimiento, revuelta, propiedad, dinero, justicia, igualdad, naturaleza,
locura, vida, muerte, etc.).
Han analizado diversos sujetos: individuo, estamento, clase, profesión, género,
grupo de edad, minoría, nación, civilización.
Han estudiado períodos temporales concretos.
Fuentes y método
Los historiadores de las mentalidades están haciendo un uso desigual de las fuentes
más tradicionales:
35
Prácticamente no están utilizando las fuentes narrativas tradicionales de la
historia política, quizá porque el acontecimiento propio de la “corta duración” no
suscita un gran interés para el estudio de las mentalidades.
En cambio, las fuentes notariales y judiciales (especialmente los testamentos y
los procesos), explotadas principalmente por la historia demográfica, económica
y social, sí empiezan a ser más empleadas por los historiadores de las
mentalidades.
La amplitud de las fuentes y la dificultad que conlleva el análisis de las mentalidades (lo
subjetivo hasta lo inconsciente) han requerido el desarrollo de una metodología
específica para esta tendencia historiográfica. Para definir un método que permita
extraer información de las fuentes, verificar dichos datos y sacar conclusiones ha sido
necesario buscar el apoyo de las ciencias sociales que más han trabajado temas
relacionados con la mente, esto es, la psicología y la antropología. Ello ha resaltado el
carácter interdisciplinar de la historia de las mentalidades.
36
Evolución de la historia de las mentalidades
La constante preocupación de Marc Bloch y Lucien Febvre por construir una historia
sintética y total les llevó a estudiar tanto las bases económicas como las psicológicas y
culturales de los hechos históricos. De estas líneas de trabajo surgió la historia
económica y social, que tuvo un papel preponderante durante las dos primeras
generaciones de la corriente de los Annales y, posteriormente, la historia de las
mentalidades, la llamada Nouvelle Histoire, que fue desarrollada por la tercera
generación entre 1968 y 1989.
Esta etapa está relacionada con la propuesta original de Bloch y Febvre. Presenta las
siguientes características:
37
metodológica y la relación con diversas disciplinas históricas, que tuvieron, en general,
una buena difusión pública.
El triunfo de la historia de las mentalidades supuso una ruptura radical con los
planteamientos originales de la corriente de los Annales (que proponía el desarrollo de
una historia sintética, total, con una fuerte base en los aspectos sociales y económicos).
La nueva tendencia se acercó progresivamente a la antropología histórica. De hecho, los
temas más tratados en los trabajos de la Nouvelle Histoire fueron materias
antropológicas: la familia, la alimentación, el cuerpo, la sexualidad, la enfermedad, las
fiestas, la brujería, etc.
En 1981, François Furet publicó en la revista Le Débat un artículo titulado “Al margen
de los Annales. Historia y ciencias sociales” en el que criticaba la vaguedad de la
definición de la historia de las mentalidades y el distanciamiento de los planteamientos
originales de la corriente, y afirmaba que el éxito de la tendencia se debía a que
constituía un sustituto a la francesa del marxismo y el psicoanálisis.
En 1983, el propio Furet publicaba en la misma revista Le Débat una editorial titulada
“¿Dónde va la historia?, en la que criticaba la multiplicidad temática de la historia de las
mentalidades y sus escasos resultados desde el punto de vista de la investigación y la
interpretación histórica, y anunciaba el agotamiento de la Nouvelle Histoire.
38
También la historiografía anglosajona criticó a los historiadores de mentalidades por su
minusvaloración de los cambios históricos, su sofisticación metodológica inútil y su
potenciación de la historia inmóvil.
Pese a las críticas, la historia de las mentalidades sigue conservando un gran atractivo
para el investigador, ya que le plantea el reto de estudiar los modos de pensar, sentir,
imaginar y actuar de los hombres, realizando un considerable esfuerzo interdisciplinar.
Hoy parece claro que el futuro de la historia de las mentalidades como disciplina
depende de la reanudación de sus relaciones con la historia social, ya que solo así la
historia de las mentalidades puede contribuir a la explicación de la actividad humana en
la historia. Este giro hacia el estudio concreto de la subjetividad humana para la
comprensión de la sociedad se puede ver beneficiado por los éxitos alcanzados
previamente por la historia de las mentalidades:
El retraso español
39
conferencias, seminarios, tesinas, tesis y publicaciones comenzó a generalizarse a partir
de 1988.
Este apogeo tardío tuvo ventajas e inconvenientes. Entre estos últimos, destaca la falta
de conexión y la deficiente asimilación de la historiografía extranjera. Entre las
ventajas, cabe reseñar la apertura de un amplio abanico de posibilidades al historiador
español, que empezó a trabajar no solo la historia de las mentalidades, sino también la
antropología histórica, la nueva historia cultural o la psicología social histórica.
El auge de la historia de las mentalidades en España, desde finales de los 80, conllevó
una benéfica multiplicación temática. Muchos otros temas, objetos de investigación
mental y psicológica, fueron estudiados por los historiadores: la imagen del rey; la
justicia, la criminalidad y la violencia; los conflictos y las revueltas; los caballeros y los
clérigos; etc. A ellos habría que sumar los propios de la antropología histórica: la
familia, la cultura popular, la tradición oral, la enfermedad, la fiesta, la alimentación, la
sexualidad, la infancia, la vida cotidiana y la religiosidad popular. Y también los
relacionados con la nueva historia cultural.
La cuarta generación de la Escuela de los Annales nació movida por causas internas y
externas:
Por una parte, la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución del “Telón de
Acero” promovieron la aparición de importantes movimientos sociales, que
generaron entre los historiadores la necesidad de revisar los paradigmas
historiográficos vigentes en busca de explicaciones.
Y por otra, las críticas que cuestionaban la utilidad del análisis de las
mentalidades para explicar los problemas históricos también llevaron a los
representantes de los Annales a buscar nuevas vías historiográficas.
40
Características historiográficas.
Josep Fontana
Especialmente duras resultan las críticas de Josep Fontana (realizadas en 1974), para
quien la Escuela es reaccionaria e involucionista por distintos motivos:
La carencia de una teoría social globalizadora, que sirva para explicar los
cambios sociales.
La obsesión por el desarrollo de instrumentos cuantitativos de análisis (una línea
de trabajo que se convirtió en un fin en sí misma).
El desinterés por la historia política.
La falta de análisis de los grandes problemas históricos por el exceso de atención
por la evolución de las sociedades.
George G. Iggers
41
El hecho de que sea un fenómeno específicamente francés, sin seguidores
destacados fuera de Francia.
La obsesión por encontrar nuevos campos sobre los que historizar (que
habitualmente son objeto de estudio de otras disciplinas, como la psicología, la
etnografía o la antropología), por hallar nuevos problemas que resolver y por
inventar nuevos métodos historiográficos.
Juan Manuel Pérez García ha realizado una crítica favorable de Annales, señalando
como sus principales virtudes:
Hervé Coutau-Begarie
François Dosse
42
Por último, hemos de destacar la feroz crítica que realiza otro historiador francés,
François Dosse, quien publicó en 1987 el ensayo L’histoire en miettes. Des «Annales» à
la «nouvelle histoire», traducido en 1989 al castellano con el título La historia en
migajas.
43
Debates sobre el historicismo en Alemania
El siglo XIX fue “el siglo de la historia” si tenemos en cuenta el prestigio social que
alcanzaron los principales historiadores, el peso que adquirió la enseñanza de la Historia
en el sistema educativo o la influencia política que adquirió la disciplina.
Profesionalización de la historia.
Conversión en una disciplina académica.
Defensa del carácter científico de la Historia.
Reducción del objeto de estudio a la historia política, diplomática y militar.
Método de análisis basado en la crítica y la utilización de fuentes documentales.
Estilo narrativo de descripción cronológica de hechos, con notas sobre las
fuentes.
Utilización política y pedagógica.
Pretensión de objetividad.
Las diferentes perspectivas existentes entre los profesionales del gremio en Alemania
dieron origen durante la segunda mitad de la centuria a un buen número de largas e
intensas disputas que se centraron no solo en el objeto de estudio, sino también en el
método, las fuentes, la utilidad o, incluso, el carácter científico de la historia. Pese a la
variedad de las líneas críticas, todas aspiraban a un mismo objetivo: la adaptación de la
historia a las nuevas demandas sociales con el apoyo en las ciencias sociales. Los
44
defensores del historicismo utilizaron su poder institucional académico para aislar,
marginar y desprestigiar a la mayoría de los críticos.
Otros países, como Francia o los Estados Unidos, se mostraron más receptivos hacia los
esfuerzos por establecer una relación más estrecha entre la historiografía y las ciencias
sociales.
En los Estados Unidos, la historiografía de la segunda mitad del siglo XIX presentaba
características típicas del historicismo europeo: orientación narrativa descriptiva,
búsqueda de valor literario, temática política ajena al análisis de aspectos sociales y
económicos, uso pedagógico, y estudio de élites y grandes hombres.
No obstante, el interés por explorar nuevas vías historiográficas se tradujo entre 1886 y
1890 en la aparición de cinco publicaciones académicas que acercaban la historia a otras
disciplinas, trataban de reforzar su carácter científico e introducían perspectivas sociales
y económicas en la construcción histórica: Political Science Quarterly, Quarterly
Journal of Economics, Annals of the American Academy of Political and Social
Sciences, Journal of Political Economy y American Historical Review.
En este contexto y con motivo de la reunión conmemorativa del cuarto centenario del
descubrimiento de América, organizada por la American Historical Association, en
45
Chicago, en 1893, un historiador apenas conocido, llamado Frederick Jackson Turner
(1861-1932), pronunció una conferencia titulada The Significance of the Frontier in
American History, que tuvo una enorme repercusión, tanto socio-histórica como
historiográfica.
Tras la derrota en Alemania, a principios del siglo XX los debates sobre la reforma de la
historia se trasladaron a Francia, donde diversos intelectuales (no solo historiadores,
sino también filósofos o sociólogos) impulsaron una nueva concepción historiográfica,
más relacionada con las ciencias sociales.
46
El darwinismo social y las teorías racistas
La crisis del paradigma histórico rankeano, producida a finales del siglo XIX, fue
coetánea a la extensión de otras corrientes historiográficas menores, a la aparición de
nuevas perspectivas criticas, y al desarrollo de las restantes ciencias sociales.
Entre las corrientes historiográficas menores destacó por sus nefastas consecuencias el
darwinismo social. Las tesis evolucionistas expuestas por Charles Darwin en El origen
de las especies por medio de la selección natural dieron origen al “darwinismo social”,
una tendencia que pretendía hallar leyes de evolución social similares a los principios
biológicos de la selección natural. Su máximo representante fue el británico Herbert
Spencer, quien en su Sistema de filosofía sintética trasladó la selección natural al ámbito
de la sociología, proponiendo la teoría de la “supervivencia del más apto”. Esta
tendencia tenía una perspectiva muy individualista, por lo que no pudo explicar la
evolución de colectivos sociales. Además, dio origen a posturas sexistas, racistas y
etnocéntricas, y fue utilizada para justificar situaciones de injusticia social.
Por otra parte, a finales del siglo XIX los filósofos, encabezados por Wilheim Dilthey,
comenzaron también a criticar la concepción historicista vigente, negando el carácter
científico de la historia, las aspiraciones de objetividad y la capacidad de los
historiadores para interpretar y explicar los procesos históricos.
47
De forma inversa a la estancada historiografía académica, las ciencias sociales
experimentaron un gran crecimiento en el tránsito del siglo XIX al XX. Disciplinas
como la lingüística, la psicología o la antropología experimentaron sorprendentes
avances. No obstante, de todas ellas, la ciencia humana que más progresó fue la
sociología, de la mano de teóricos como el francés Émile Durkheim o el alemán Max
Weber.
Émile Durkheim
Émile Durkheim (1858-1917) fue uno de los creadores de la sociología moderna. Fundó
la primera revista dedicada a la sociología, L’Année Sociologique, en torno a la que se
concentró un grupo de estudiosos dedicados a la investigación sociológica. Entre sus
obras, destacan Las reglas del método sociológico y La división del trabajo social.
Max Weber
Max Weber (1864-1920) fue una de las principales referencias intelectuales del tránsito
del siglo XIX al XX. Destacó como filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo
y, sobre todo, como sociólogo. De hecho, junto a Durkheim, es considerado uno de los
padres de la sociología moderna.
Weber nació en Erfurt, en el seno de una familia protestante, bien relacionada con los
políticos y académicos locales. Fue intelectualmente precoz y entró en la Universidad
de Heidelberg (1882), habiendo escrito ya varios ensayos históricos. Estudió Derecho,
Economía e Historia. Completó su formación en las universidades de Berlín y
Goettingen. A finales de los 80 entró en política y se doctoró en leyes. En los 90 se casó,
se dedicó a escribir y empezó a ejercer como profesor en las universidades de Freiburg
y Heidelberg. Tras la muerte de su padre, en 1897, Weber tuvo algunos problemas de
salud, que le hicieron abandonar temporalmente la docencia universitaria en 1899. En
1903 renunció a su cargo de profesor universitario, para trabajar como profesor privado.
En 1905 publicó La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En 1907 recibió una
herencia, que le facilitó el mantenimiento. En 1912 trató sin éxito de organizar un
partido político de izquierdas (liberal, social-demócrata). Durante la guerra dirigió los
hospitales militares de Heidelberg. Tras actuar como consultor en el Tratado de
Versalles, elaboró un borrador de la Constitución de Weimar. En 1918, retomó la
48
docencia en la Universidad de Viena. En 1919, consiguió una plaza en la de Munich. Y
en 1920 murió de neumonía.
En ella, Weber se interesó por el capitalismo por ser uno de los temas de estudio más
demandados en su época. En contra de la interpretación marxista, que defendía que los
aspectos económicos eran el motor de la sociedad capitalista, Weber afirmó que los
factores que ejercían una mayor influencia sobre ella eran los ideológicos, como los
elementos religiosos, éticos o morales.
Weber analizó los perfiles generales de los católicos y los protestantes, y halló
diferencias considerables en sus concepciones vitales. Mientras los católicos preferían la
49
estabilidad económica, aun sacrificando la posibilidad de mejorar su calidad de vida, los
protestantes se mostraban más emprendedores, más dispuestos a asumir riesgos
profesionales o empresariales, con el objeto de promocionarse o de incrementar sus
ingresos.
Uno de los pioneros, Fustel de Coulanges, consideraba que la historia era “la
sociología misma”.
Ya en el siglo XX, Lucien Febvre, cofundador de Annales, afirmaba que “la
historia es, por definición, absolutamente social”, en Combates por la Historia.
Años más tarde, en 1944, George M. Trevelyan la definió en su obra English
Social History como “la historia sin política” (“’history with the politics left
out”).
En 1980, Peter Burke la definió en Sociología e Historia; ofreció otras
definiciones que si bien mejoraban la de Trevelyan, valían para definir la historia
social desde enfoques distintos: “la historia de las relaciones sociales; la historia
de la estructura social; la historia de la vida diaria; la historia de la vida privada;
la historia de las solidaridades sociales y los conflictos sociales; la historia de las
clases sociales; la historia de los grupos sociales vistos como unidades distintas
y mutuamente dependientes”.
En 1985, la revista History Today solicitó a siete destacados historiadores que
respondiesen a la pregunta “What is Social History?” Todos encontraron
dificultades para definirla por la complejidad de los fenómenos sociales, la
existencia de diversas corrientes y la influencia de distintas disciplinas (como la
psicología, la antropología o la sociología).
Tras estos intentos, Harry Ritter definió en Dictionary of Concepts in History
(1986) la historia social como “el estudio de grupos sociales, sus interrelaciones
y sus funciones en las estructuras y procesos económicos y culturales”.
50
Influencia de las condiciones sociales, económicas y políticas: la difusión del
marxismo, la formación de la economía mundial, la expansión del capitalismo y
el surgimiento de sociedades de masas propias de las economías industriales
avanzadas.
Ampliación del objeto de estudio de la historia: del hecho político, diplomático o
militar al análisis de aspectos sociales, económicos y culturales, como los
precios, las rentas, el endeudamiento, la producción, el consumo, la población,
los matrimonios, los nacimientos, las defunciones, etc.
Ampliación de los tiempos históricos analizados.
Cambio del sujeto histórico: de los grandes personajes o los Estados a las masas
sociales.
Innovación metodológica: aplicación de métodos estadísticos de cuantificación
de datos para la observación y el análisis histórico.
Utilización de métodos hipotético-deductivos para la explicación de los procesos
históricos.
Siguiendo la línea avanzada por Turner, James Harvey Robinson propuso en 1912 la
creación de una Nueva Historia cuyas bases rompían radicalmente con la “escuela
científica” historicista:
51
Charles Beard fue el líder de los “progressive historians”. Sus obras reflejan claramente
posiciones historiográficas de la New History, como la búsqueda de razones socio-
económicas para la explicación de los acontecimientos y los procesos históricos o la
aproximación a las ciencias sociales.
Las ideas de Beard sobre la Constitución estadounidense tuvieron una gran repercusión
y recibieron múltiples críticas, especialmente en los años 50 y 60 del siglo XX, en el
contexto histórico de la Guerra Fría:
52
Los avances en la teoría económica efectuados por John Maynard Keynes y sus
discípulos (especialmente en los conceptos de medición macroeconómicos,
como la contabilidad social o el cálculo de productividad).
La importancia de los estudios económicos realizados por economistas, como
Simon Kuznets (que sería uno de los pioneros de la Cliometría) o Walter Rostow
(quien presentó en su obra Las etapas del crecimiento económico la teoría del
desarrollo).
El avance de la tecnología informática, que permitió el tratamiento y la
explotación de ingentes cantidades de información estadística.
El inicio de la utilización de métodos cuantitativos de análisis orientados a la
mejora del estudio histórico (análisis de los comportamientos electorales, de los
censos para estudiar la movilidad social, de aspectos propios de la demografía
histórica como la reconstrucción de familias, o de los procesos económicos).
53
llegaron a la conclusión de que la afirmación de algunos historiadores sobre el
hecho de que el sistema esclavista habría desaparecido sin la Guerra de Secesión
era una hipótesis “romántica” contraria a la realidad. Y demostraron que el
esclavismo sureño era rentable económicamente, si bien necesitaba expandirse
hacia los territorios del sudoeste.
Robert Fogel. Es el máximo representante de la tendencia cliométrica. Fue
Premio Nobel de Economía en 1993, precisamente por sus innovaciones en la
investigación de la historia económica a partir de la aplicación de técnicas
cuantitativas para la explicación de cambios económicos e institucionales. Su
obra más destacada es Railroads and American Economic Growth, publicada en
1964. En ella, consiguió refutar la creencia general (basada en los estudios de
Schumpeter y Rostow) de que el desarrollo capitalista estadounidense había sido
posible gracias a la red de ferrocarriles creada en el país. Para ello, construyó un
modelo contrafáctico, imaginario, sin ferrocarriles, pero con otros medios de
transporte alternativos, y aplicando técnicas de análisis cuantitativas, logró
demostrar que la red ferroviaria no había sido un factor decisivo para el
desarrollo económico de los Estados Unidos.
Robert Fogel y Stanley Engerman. Junto a Engerman, Fogel publicó años más
tarde, en 1974, otro estudio cliométrico de gran trascendencia, Time on the
Cross: The Economics of American Negro Slavery. En ella, trataron de rebatir
algunas ideas generalizadas por la historiografía anterior sobre el sistema de
producción esclavista: su estado de decadencia en los momentos previos a la
Guerra de Secesión, su ineficiencia, el hecho de que hubiese sido la causa del
estancamiento del sur de los EE. UU., las extremadamente penosas condiciones
de vida de los esclavos o la creencia de que la Guerra Civil norteamericana solo
adelantó su final unos años. Gracias a la aplicación de técnicas cuantitativas y al
apoyo de la tecnología informática, Fogel y Engerman pudieron demostrar que
la esclavitud era una institución vigorosa y eficiente, que su eliminación se debió
a la voluntad política y que las condiciones de vida de los esclavos eran mejores
que las de los trabajadores libres de las fábricas. Las afirmaciones de los dos
cliometristas generaron una gran polémica.
No obstante, no solo fueron objeto de crítica los resultados de las investigaciones de los
historiadores de esta nueva tendencia cuantitativista. El debate sobre la cliometría
enfrentó a sus representantes con historiadores de otras corrientes:
54
microeconómicos, sin realizar interpretaciones de procesos históricos, como la
transformación de los sistemas económicos o el crecimiento a largo plazo.
Desde los años finales del siglo XIX, con el desarrollo del capitalismo y la difusión de
las tesis económicas marxistas, el estudio de la historia económica experimentó un
considerable auge en Gran Bretaña. Hitos claros de este período son los trabajos de los
siguientes historiadores:
Francia y Bélgica
55
Como ya indicamos, en Francia las nuevas ideas historiográficas que pretendían la
ampliación del objeto de estudio de la historia a la sociedad y la economía y el
acercamiento a las ciencias sociales tuvieron mejor acogida que en Alemania.
Alemania
56
plenamente historicista por autores como Otto Hintze y Max Weber. Estas críticas no
menoscabaron la vigencia del historicismo en Alemania.
Los principales representantes de esta línea historiográfica fueron los alemanes Hans-
Ulrich Wehler, Jürgen Kocka y Hartmut Zwahr, y el austriaco Michael Mitterauer.
En los años 70, la nueva tendencia de la historia social empezó a romper el monopolio
del historicismo clásico en las universidades. Además, como consecuencia de las
fundaciones de la serie de monografías Estudios críticos sobre la ciencia histórica en
1972 y de la revista Historia y Sociedad en 1975, las posibilidades de publicación para
estos nuevos historiadores se multiplicaron.
57
En cuanto al estudio del movimiento nazi y de sus catastróficas consecuencias,
rompieron radicalmente con las interpretaciones de los historiadores tradicionales:
Las diferentes interpretaciones sobre las causas y las consecuencias del nazismo
llevaron a los historiadores de ambas tendencias a entablar un duro debate en los años
80, que enfrentó inicialmente a Ernst Nolte (historicista) y a Jürgen Habermas
(historiador social), y que tuvo una importante repercusión social al tener eco en los
medios de comunicación de masas. El debate perduró hasta bien entrados los años 90.
5) La historiografía marxista
Orígenes de la historiografía marxista
Karl Marx
Karl Marx nació en Tréveris, en 1818, en el seno de una familia burguesa judía
convertida al protestantismo y atraída por el espíritu de la Ilustración.
Realizó sus estudios, entre los años 1830 y 1835, en el instituto de Tréveris, y después,
entre 1835 y 1840, en las universidades de Bonn (Humanidades) y Berlín (Derecho y
Filosofía). Defendió su tesis sobre el pensamiento griego (el estoicismo, el epicureísmo,
etc.) en Jena en 1841.
Entre 1844 y 1850 vivió en París, Bruselas, Colonia y Londres. Trabó con Friedich
Engels una amistad a toda prueba y una entente intelectual fructífera. Entró en contacto
con los socialistas franceses, polemizando con Pierre-Joseph Proudhon –Miseria de la
filosofía (1847)-. Participó en la Liga de los Comunistas y se entusiasmó con las
revoluciones europeas –Manifiesto del partido comunista (1848)-. Estudió
especialmente los acontecimientos que se desarrollaron en Francia –La lucha de clases
en Francia (1850); El 18 de Brumario de Luis Bonaparte (1852)-.
58
A partir de 1851, Marx y su familia se instalaron con carácter definitivo en Londres, y
vivieron de los artículos que Marx escribía para grandes diarios -como el New York
Tribune o el Neue Rheinische Zeitung-, beneficiándose de vez en cuando de la ayuda
financiera que le prestaba su amigo Engels.
Durante más de treinta años, Marx consagró lo esencial de su energía a leer muchísimo,
a acumular voluminosos cuadernos y a publicar algunos bosquejos –Los principios de
economía (1857), La crítica de la economía política (1859)-, hasta llegar a la
publicación de su obra más importante: el libro I de El Capital, en 1867. Después, Marx
continuó dedicado a su tarea, pero la enfermedad le fue debilitando, y murió en 1883.
Engels acabó El Capital, a partir de las notas dejadas por su amigo y de sus propias
reflexiones, publicando el libro II en 1885 y el libro III en 1894.
El materialismo histórico
El marxismo apareció durante la segunda mitad del siglo XIX, en un momento en que el
historicismo era la tendencia historiográfica dominante tanto en Europa como en
Norteamérica.
59
El marxismo surgió como consecuencia de un intento de comprensión de la realidad de
aquella época, del contexto histórico de la industrialización europea, marcado por las
transformaciones económicas, las corrientes migratorias, el desarraigo de las
comunidades campesinas, la extensión de la miseria social urbana y la generación de
una nueva clase social (el proletariado obrero industrial).
Dicho análisis llevó a Marx a formular una nueva filosofía de la historia, que fue
denominada “materialismo histórico”. El pensador alemán expone dicha tesis en obras
como La ideología alemana o Contribución a la crítica de la economía política:
60
Antiguo. Relación de producción: esclavitud. Ejemplos: Mundos helenístico y
romano.
Feudal. Relación de producción: servidumbre. Ejemplo: Occidente medieval
señorial.
Burgués-capitalista. Relación de producción: trabajo asalariado. Ejemplo:
Occidente tras la revolución industrial.
Los modos de producción podían coexistir en ciertos momentos históricos. Por ejemplo,
en el siglo XVIII, en el que aparece el trabajo asalariado en la Europa Occidental, en la
Oriental se implanta la servidumbre y en América se extiende el modo esclavista.
Además, se podían reproducir en formaciones sociales muy distintas entre sí; por
ejemplo, el feudal tuvo vigencia en el Sacro Imperio Romano Germánico del siglo XI,
en la Francia de los Capetos del siglo XIII o en el Japón de los Tokugawa en el siglo
XVIII.
Marx reflexionó sobre la evolución de la Historia, que tenía como marco de referencia
los distintos modos de producción. Creía que la Historia no era lineal y que podía
pasarse de un modo de producción a otro por dos vías: la revolucionaria (corta y brusca)
o la reformista (más larga y lenta). Para explicar el cambio de infraestructura partía del
método dialéctico de Hegel para afirmar que la lucha de clases es el motor de la
Historia. La contradicción entre la clase trabajadora y los propietarios de los medios de
producción y de las plusvalías llevaba a la lucha de clases, a la revolución, a la
destrucción de la infraestructura y a su sustitución por otra nueva.
Un ejemplo de este proceso de cambio de modo de producción fue, según Marx, el que
experimentó Francia tras la Revolución (del feudal al capitalista). En el siglo XVIII, el
desarrollo económico, el progreso de las ciencias y de las técnicas, la renovación de los
cultivos y el crecimiento de la población chocaron con el orden antiguo, la
administración monárquica, el marco señorial y el sistema corporativo gremial. Fruto de
la lucha de clases, sobrevino la Revolución y, después, la estabilización del Imperio
entre 1789 y 1815. Posteriormente, en el siglo XIX, se introdujo la sociedad capitalista
liberal, dirigida por una burguesía de empresarios que explotaba a la masa de los
obreros asalariados.
61
La burguesía (clase dominante, propietaria de los medios de producción y
acaparadora de las plusvalías generadas por la comercialización de mercancías
en el mercado).
El proletariado (clase dominada, obligada a trabajar con los medios de
producción de la burguesía, a cambio de un salario siempre inferior al valor de
su trabajo en el mercado).
La explotación social del proletariado por la burguesía era la causa de la lucha de clases
propia del capitalismo, que había de llevar, tras la revolución, al modo de producción
comunista. Como podemos apreciar, Marx concedía al hombre un papel activo en la
Historia; el proletario podía y debía luchar para cambiar la infraestructura.
El análisis marxista no pretendía ser solo una interpretación de la realidad histórica, sino
que pretendía promover una revolución proletaria que acabase con el modo de
producción capitalista e instaurase un nuevo modo de producción (el comunista) que
llevase a la formación de una sociedad sin clases ni explotación humana. De hecho,
Marx propuso en varias obras (como El manifiesto comunista o El 18 de Brumario de
Luis Bonaparte) la intervención política inmediata: la movilización del proletariado, la
revolución y la ejecución del programa político comunista. El ejemplo más claro de esta
faceta activista lo encontramos en la consigna final de El manifiesto comunista:
“¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
La influencia de Marx sobre la historiografía fue mínima durante la segunda mitad del
siglo XIX. Aparte de algunos casos aislados (como Jean Jaurés en Francia o Franz
Mehring en Alemania), la práctica totalidad de los historiadores permanecieron fieles a
la corriente historicista. El marxismo no ganaría protagonismo entre el gremio de los
historiadores hasta la Primera Guerra Mundial y el triunfo de la revolución bolchevique
en Rusia.
La deformación dogmática
Tras la muerte de Engels en 1895 tanto los pensadores como los dirigentes políticos de
los distintos partidos socialistas hallaron dificultades a la hora de interpretar las obras y
las ideas de Marx. A partir de este momento, el marxismo fue simplificado y sufrió dos
tipos de deformaciones:
62
Esta tendencia economicista, de orientación más reformista que revolucionaria, se
invirtió gracias a Vladímir Ilich Lenin. Lenin reavivó los planteamientos originales de
Marx en dos líneas de trabajo:
63
La enseñanza de la Historia en la URSS también fue controlada por el Partido
Comunista y tuvo una orientación doctrinaria y propagandística. Una Instrucción oficial
de 1934 dirigida a los historiadores soviéticos ponía claramente de manifiesto la línea
pedagógica que los profesores de Historia habían de seguir:
“Una buena enseñanza de la Historia debe crear la convicción del inevitable fracaso del
capitalismo […] y que en todo, en el ámbito de las ciencias, de la agricultura, de la
industria, de la paz y de la guerra, el pueblo soviético marcha a la cabeza de las demás
naciones, que sus importantes acciones no tienen igual en la Historia. […] Es
importante insistir sobre las guerras y los problemas militares para sostener el
patriotismo soviético1”.
64
Por otra parte, si bien se reconoce de forma generalizada que el hito fundamental del
desarrollo de la corriente historiográfica marxista británica fue la fundación de la revista
Past and Present, no existe acuerdo en torno al tema del origen y las influencias
intelectuales de la tendencia. Varios historiadores han estudiado este tema, llegando a
conclusiones distintas.
Raphael Samuel analizó la historiografía marxista británica desde 1880 hasta 1980, en
The British Marxist Historians, y llegó a la conclusión de que la tradición
historiográfica marxista fue desarrollándose progresivamente, en contacto con diversas
influencias:
Eric Hobsbawm, al contrario que Samuel, afirmó en The Historians’ Group of the
Communist Party que la tradición historiográfica marxista comenzó con la formación
del grupo de historiadores del Partido Comunista, justo después del fin de la Segunda
Guerra Mundial (1946). La iniciativa fue promovida por especialistas, como Maurice
Dobb, Christopher Hill, Victor Kiernan, John Saville, Eric Hobsbawm o Rodney Hilton,
de distintas generaciones, comprometidos intelectual y políticamente por las
consecuencias de la guerra, la oposición al fascismo y la pertenencia activa al Partido
Comunista, y unidos por la ideología marxista y la voluntad de estudiar de forma
organizada la Historia y de divulgarla a través de estudios individuales y proyectos
conjuntos.
Un tercer teórico, Richard Johnson, estudió en Culture and the Historians la ensayística
histórica británica. Afirmó que la tradición historiográfica marxista surgió como
consecuencia del interés que se generalizó tras la Segunda Guerra Mundial entre los
historiadores socialistas (marxistas y no marxistas) por estudiar la influencia de los
aspectos culturales en la Historia. Diversos historiadores, como Hill, Hilton, Hobsbawm
o Thompson, participaron de esta tendencia, alejándose de las explicaciones históricas
tradicionales marxistas, de carácter más economicista. El nuevo enfoque historiográfico
recibió la denominación de “marxismo cultural” o “culturalismo”.
65
El hito fundamental del proceso de crecimiento de la corriente historiográfica marxista
británica fue la creación en 1952 de la revista Past and Present. La creación fue
promovida por el grupo de historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña
(CPGB), encabezado por Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric
Hobsbawm y John Morris (a quien se le reconoce un protagonismo principal en la
organización inicial de la revista).
No obstante, no fue una revista limitada a los estudios marxistas históricos. De hecho,
publicó trabajos de historiadores no marxistas afines o con intereses investigadores
comunes y acogió en su consejo de redacción a historiadores no marxistas (como
Lawrence Stone) y a sociólogos y antropólogos.
Con el paso de los años, Past & Present se convirtió en una de las revistas líderes en los
estudios históricos, contribuyendo notablemente al desarrollo de la historia social y de
la sociología histórica.
Algunos historiadores del grupo inicial siguen en la actualidad ligados con la revista.
Hill es presidente de la Past & Present Society. Y Hilton y Hobsbawm son director y
vicedirector del comité editorial. Su trabajo colectivo en la revista ha persistido en el
tiempo al margen de las diferencias políticas. De hecho, la cohesión del equipo editorial
se mantuvo pese a que algunos de sus representantes (entre ellos, Hilton, Hill o
Thompson) abandonaron el Partido Comunista como consecuencia de la invasión
soviética de Hungría en 1956 y del fracaso de la oposición a esta por parte del Partido, y
el grupo de historiadores se resintió.
Los principales temas abordados en la revista han sido la Historia Moderna, la de Gran
Bretaña y la de Europa. Aunque en su origen, los números aparecieron con periodicidad
bimestral, posteriormente la revista se hizo trimestral. En la actualidad, ya han sido
publicados más de 200 números.
Estructuralismo y culturalismo
Las críticas fueron el germen de una nueva visión del marxismo, la “culturalista”, que
sería desarrollada por el marxismo británico y que presenta las siguientes características
básicas:
66
Concedía importancia a la superestructura en la explicación de la historia.
En contra del determinismo económico, defendía que la conciencia individual y
colectiva puede convertir al hombre en un sujeto activo en la historia, a la hora
de enfrentarse a los problemas de su tiempo.
Neomarxismo estructuralista
Entre los representantes de esta corriente, podemos destacar a Maurice Dobb, Paul
Sweezy, Robert Brenner, Guy Bois e Inmanuel Wallerstein.
Neomarxismo culturalista
67
Su principales representantes fueron E. P. (Edward Palmer) Thompson, Christopher
Hill, George Rudé, Eric Hobsbawm, Eugene Genovese, Carlo Ginzburg, Giovanni Levi
o Carlo Poni.
De cualquier forma, el estudio este tema no ha sido únicamente abordado por marxistas,
ni comenzó tras la publicación de la obra de Dobb. La citada transición fue objeto de
análisis de distintos economistas (como el propio Adam Smith, en La riqueza de las
naciones) o sociólogos (como Saint-Simon, Durkheim en La división del trabajo social,
o Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo). En la actualidad, el
nacimiento del capitalismo sigue siendo un tema interesante para los investigadores de
las distintas ciencias sociales, marxistas o no, especialmente por sus implicaciones
políticas.
68
mercado comercial (con la correspondiente competitividad empresarial a nivel
particular e incluso estatal) y el desarrollo del sistema colonial de explotación
económica.
Dobb criticó las definiciones del “espíritu del capitalismo” y del “capitalismo como
comercio”, porque, en su opinión, eran demasiado generales y no ilustraban
adecuadamente el desarrollo histórico de los últimos siglos. Y se quedó con la marxista
porque creía que explicaba mejor el fenómeno analizado y porque, además, consideraba
el estudio de aspectos sociales y económicos (al tratar sobre el modo y las relaciones
sociales de producción). A partir de esta definición marxista, desarrolló la suya.
El historiador británico creía, no obstante, que no era suficiente relacionar una época
histórica concreta (los siglos bajomedievales y modernos) con el modo de producción
(capitalista). Pensaba que era más adecuado realizar un estudio “dinámico” del proceso
histórico que llevó al origen del capitalismo y a la sustitución del modo de producción
feudal por el capitalista; un análisis que tuviese en cuenta tanto los períodos de
estabilidad, en los que se producían modificaciones graduales y continuas del modo de
producción, como aquellos de revolución social, en los que los cambios se aceleraban,
alterando bruscamente el curso de los acontecimientos y marcando la transición a un
nuevo modo de producción. Dobb afirmaba que el motor de dichos cambios era la
estructura social de clases y, en concreto, la lucha entre las dominantes y las dominadas
en el marco del modo de producción.
De acuerdo con estas premisas teóricas, Dobb expuso su propia interpretación sobre el
origen del capitalismo y la relación entre el modo feudal y el capitalismo. Situó el inicio
de la era capitalista en Inglaterra y lo dató en la segunda mitad del siglo XVI y en los
primeros años del XVII, cuando se formó una clase burguesa mercantil capitalista,
propietaria de los medios de producción, que comenzó a contratar a trabajadores
asalariados para lograr incrementar la producción (putting-out system) y poder
beneficiarse del comercio a gran escala.
69
campos, y el descenso de la productividad. Esta tendencia, iniciada en el siglo XIV,
afectó en distinta medida a los señores feudales en función de diversos factores. Entre
ellos, señaló la realización o no de concesiones económicas a los trabajadores (como la
remuneración en metálico por el trabajo), el grado de presión sobre ellos, la mayor o
menor fuerza de la oposición campesina, el poder militar o político de los señores, o la
voluntad real de reforzar la autoridad señorial o por debilitarla. Dobb concluyó
afirmando que el declive del feudalismo se debió a su ineficacia como modo de
producción, y que las causas de la crisis y el final de este orden se hallaban en las
relaciones económicas de explotación entre la clase dominante y la dominada.
En resumen, Dobb concluyó que las causas de la sustitución del modo de producción
feudal por el capitalista fueron:
70
Dobb respondió a las críticas de Sweezy:
Defendió su definición del modo de producción feudal, por estar basada en las
relaciones sociales de producción entre las clases, y no en las relaciones
económicas (que era en lo que se fundamentaba la del norteamericano).
Sobre la causa del declive del feudalismo, defendió su posición de que este había
decaído por causas internas y externas, aunque fundamentalmente internas. Y
afirmó la pobreza de la de la posición de Sweezy, que solo admitía una causa
externa como causa del fin del modo de producción feudal (el comercio).
Acerca del intervalo de los dos siglos, criticó la existencia del modo de
producción intermedio de Sweezy, afirmando que la clase dominante en aquella
época seguía siendo la feudal.
Y, por último, defendió la “vía revolucionaria” señalando que uno de los grupos
más avanzados, económica y políticamente, fue la clase de pequeños
terratenientes, surgidos del mismo campesinado.
En los años 50, Rodney Hilton, Christopher Hill y Eric Hobsbawm participaron en el
debate, realizando aportaciones destacadas.
Rodney Hilton criticó a Sweezy al afirmar que el motor del modo de producción
feudal era la lucha continua de los señores por acumular bienes y por reforzar su
posición dominante respecto a la clase dominada (y no la vertiente económica
del sistema de producción feudal). Y apoyó la opinión de Takahashi de que las
relaciones sociales de producción estructuraron el mercado y no al revés.
Posteriormente, Dobb suscribió la importancia que Hilton asignó a la lucha de
clases.
71
Christopher Hill criticó la tesis de Sweezy de que en el “período intermedio”
había varias clases dirigentes, afirmando que hasta el siglo XVII la única clase
dominante fue la clase feudal de los hacendados (la nobleza) y que su poder se
puso de manifiesto en el surgimiento del estado moderno: la monarquía absoluta.
Eric Hobsbawm estudió la crisis del siglo XVII, la última fase de la transición
general del modo de producción feudal al capitalista. Describió las distintas
manifestaciones de la crisis en la Europa mediterránea, en la del noroeste, en las
colonias españolas en América o en la Europa del este, lo que le permitió
demostrar la importancia de las relaciones sociales en los modos de producción.
Justificó dicha influencia en que el hecho de que las citadas relaciones sociales
pusieron las bases de la revolución industrial en Inglaterra y la Europa
noroccidental y, en cambio, retrasaron su progreso en la Europa oriental o,
incluso, en Italia, donde, pese a que la industria había adquirido cierto desarrollo
y a que existía una clase de comerciantes, la estructura social feudal inhibió o
prohibió la apertura al capitalismo.
Tras esta primera fase del debate, con predominio de historiadores británicos, la
discusión se extendió por todo el mundo historiográfico y comenzaron a participar
especialistas latinoamericanos, estadounidenses y de otros países de Europa y del Tercer
Mundo.
Las ideas de Frank fueron criticadas por teóricos argentinos como Rodolfo Puiggrós o
Ernesto Laclau. Ambos afirmaron que el modo de producción vigente en la América
Latina colonial era el feudal y que era un error identificar la economía mercantil con el
modo de producción capitalista.
Influido por Sweezy, Immanuel Wallerstein trató de explicar el origen del capitalismo
desarrollando un modelo teórico diferente del que utilizaban los marxistas (que era el
modo de producción) para la comprensión de la historia: el sistema económico
capitalista mundial. Wallerstein defendía que este sistema surgió en el siglo XVI y que
ponía en relación distintas áreas del mundo:
72
Áreas centrales: la Europa del noroeste, que se apropiaba de los excedentes de
producción de las demás áreas, buscaba la producción para la venta en el
mercado con el objetivo de conseguir beneficios y tenía un régimen de división
del trabajo basado en el arrendamiento y el trabajo asalariado.
Áreas semiperiféricas: la Europa mediterránea, en la que el régimen de división
del trabajo era la aparcería.
Áreas periféricas: la Europa oriental y el Nuevo Mundo, en las que el régimen
de división del trabajo se basaba en la esclavitud y el trabajo del campo a
cambio del pago de rentas obligatorias.
Otras contribuciones interesantes al debate sobre la transición son las que tienen en
consideración los aspectos políticos. Destacamos las de Perry Anderson y Robert
Brenner.
Influido por el marxismo estructuralista de Althuser y las ideas de Max Weber, Perry
Anderson estudió el desarrollo de los estados absolutistas de la última fase de la época
feudal, en relación con el nacimiento del modo de producción capitalista, comparando
los estados de la Europa del este y los del oeste.
73
nuevo Estado moderno fue “la nueva coraza política de una nobleza amenazada” más
que un arma de la naciente clase capitalista en contra de la vieja clase feudal dirigente.
Anderson defendió que el feudalismo, por sí mismo, no dio origen al capitalismo, sino
que este fue posible gracias a la concatenación de antigüedad y feudalismo que se
produjo durante el Renacimiento. En esta época se dieron tres circunstancias que
llevaron al origen del capitalismo:
Por último, analizaremos las aportaciones de Robert Brenner al debate. Este historiador
norteamericano criticó los modelos demográficos y económicos (fundamentalmente
comerciales) de interpretación de la transición al capitalismo porque no podían explicar
satisfactoriamente determinados procesos históricos:
La intensificación del señorialismo desde el siglo XIV hasta el XVI, con el fin
de reforzar las relaciones sociales de producción basadas en la servidumbre.
La distinta capacidad de los campesinos para oponerse a los señores y lograr
asegurarse el control de tierras.
74
En Alemania, Eduard Bernstein realizó una revisión completa de El Capital.
Criticó aspectos centrales de la concepción marxista, como la teoría de la
plusvalía, la importancia de la dialéctica o el determinismo económico en los
cambios históricos. Y manifestó que la sociedad avanzaba hacia el socialismo
movida por el impuso de los ideales morales. También cabe destacar la labor de
Franz Mehring, como formador y divulgador de las ideas marxistas, y también
como historiador; en este ámbito, realizó un estudio del rey sueco Gustavo
Adolfo y de la Guerra de Treinta Años, justificando esta contienda, no en
aspectos religiosos, sino en los intereses sociales y económicos de las clases.
En Francia, Jean Jaurés intentó realizar una síntesis entre la tradición
democrática, heredada de la Revolución Francesa, y el socialismo de inspiración
marxista. Jaurès opinaba que el motor de la historia no eran las relaciones
sociales de producción, sino la contradicción entre las aspiraciones altruistras del
hombre y su negación en la vida económica.
En Italia, Antonio Gramsci realizó una nueva reflexión del marxismo, que
criticaba la simpleza del recurso al determinismo económico para explicar la
política y la ideología, aspectos que consideraba que mantenían cierta autonomía
respecto a las luchas de clases y las estructuras económicas. Gramsci inventó
conceptos, como “catarsis” para aludir a la toma de conciencia que lleva a la
clase dominada a luchar por la libertad en el marco de un nuevo modo de
producción, o “bloque histórico” para hacer referencia a la alianza de muchas
clases o fracciones de clase. El Partido Comunista Italiano, influido por el
stalinismo, se abstuvo durante mucho tiempo de difundir la obra de este
innovador teórico.
Junto a Gramsci, también son reseñables las críticas del húngaro Georg Lukács y
el alemán Karl Korsch a las deformaciones cientifista y economicista del
marxismo.
En Francia, algunos integrantes de la Escuela de los Annales, como el propio
Marc Bloch, o cercanos a tal corriente, como Ernest Labrousse, se vieron
influidos por determinados aspectos de la concepción marxista de la historia
(como la definición de las clases o la influencia de los aspectos económicos
sobre las distintas capas sociales).
En Alemania, diversos teóricos marxistas, críticos del cientifismo, se reunieron
en torno a la llamada Escuela de Frankfurt, dirigida por Max Horkheimer. Entre
sus representantes más destacados podemos citar a Siegfried Kracauer y a Walter
Benjamin, autor de las conocidas Tesis sobre la filosofía de la historia.
75
En los años 60 y 70 del siglo XX, la influencia del marxismo se extendió de la historia
económica a la historia de las mentalidades, como puede apreciarse en la producción
historiográfica de autores como el medievalista Georges Duby. Así mismo, historiadores
marxistas, como Michel Vovelle o Regine Robin, se aproximaron a ámbitos de estudio
típicos de la superestructura, como la propia historia de las mentalidades o de la
lingüística. También destacaron las figuras de los marxistas Albert Soboul (especialista
en la Revolución Francesa) y Pierre Vilar (hispanista, autor de la conocida obra
Cataluña en la España Moderna), quien estudió las convergencias entre la corriente de
los Annales y la historiografía marxista.
Por último, cabe destacar la influencia de los historiadores marxistas (especialmente, los
británicos) sobre la historiografía norteamericana, especialmente patente desde la
fundación en 1969 del Shelby Cullom Davis Center for Historical Studies, de la
Universidad de Princeton, bajo la dirección de Lawrence Stone.
1 Citado en Marc Ferro, Cómo se cuenta la Historia a los niños en el mundo entero, p. 239. G.
Barraclough, Main Trends in History, pp. 21-28. E. Breisach, Historiography, cap. 25. S. H. Barón y
N.W. Heer, «The Soviet Union: Historiography Since Stalin», en G. Iggers y H. Parker, International
Handbook of Historical Research, cap. 15. J. Fontana, op cit, pp. 214-226.
Demografía
Orígenes de la demografía histórica
76
Durante la Edad Moderna, la idea de que la población constituía la principal fuente de
riqueza de un soberano tenía un significado fundamentalmente económico, ya que
constituía la fuerza de trabajo, la principal fuente de ingresos económicos (gracias al
pago de los impuestos) y la materia prima para los ejércitos. Por ello, los gobiernos
siempre mostraron un notable interés por contabilizar los recursos humanos, con el fin
de conocer sus capacidades fiscales y militares.
Los tratadistas de la economía política del siglo XVIII introdujeron un nuevo concepto a
la reflexión sobre la población. Los recursos humanos comenzaron a ser considerados
también como parte constitutiva y esencial de los “mercados”.
Para evitar dichos riesgos, es imprescindible que el historiador relacione los datos
demográficos con otras vertientes del conocimiento histórico:
77
Con aspectos sociales. Fuentes demográficas, como las actas parroquiales y
notariales de matrimonios, pueden proporcionar información sobre el estatus
social, las profesiones, el grado de alfabetización o la movilidad social del
colectivo a analizar. Además, las variables sociales pueden explicar las
demográficas: el promedio de edad de los conyuges al casarse puede depender
de las estructuras sociales y de la mentalidad colectiva; la restricción voluntaria
de los nacimientos puede ser diferente según los grupos sociales.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la historia demográfica aparece como una disciplina
autónoma en el marco de la ciencia histórica. En 1946 aparecen dos importantes
artículos de Jean Meuvret (“Las crisis de subsistencia y la demografía de la Francia del
Antiguo Régimen”) y Louis Chevalier (Para una historia de la población”) en la revista
Population. Y en 1956, Michel Fleury y Louis Henry publican el manual De los
registros parroquiales a la historia de la población, que incluye una sistematización de
la metodología adecuada a la investigación demográfica basada en los registros
parroquiales.
Desde ese momento se multiplicaron los estudios demográficos en Francia, país que
presenta el más notable desarrollo en el campo de la historia demográfica. La disciplina
también tuvo un gran impulso en Inglaterra, sobre todo, gracias a los trabajos del
denominado Grupo de Cambridge (Cambridge Group for the History of Population and
Social Structure) y en otros países como Bélgica, España (Jordi Nadal) o Italia
(Massimo Livi-Bacci).
En esta primera etapa, los historiadores prefirieron prestar atención por cuestiones
metodológicas y por la realización de análisis cuantitativos, lo que dificultó la
realización de estudios sobre temas relacionados con la demografía, como la historia de
la familia o la historia social.
78
demógrafos y orientaba el estudio hacia la antropología. Construyó su tesis cultural
sobre la familia a partir de fuentes iconográficas y literarias, y de memorias personales.
La obra fue publicada en una época en la que la cliometría tenía muchos seguidores, por
lo que fue puesta bajo sospecha.
Tras el trabajo de Hajnal, los demógrafos han realizado diversas aportaciones sobre los
mecanismos de “autorregulación demográfica” haciendo hincapié en distintos elementos
como:
Antropología
79
Antropología e historia
Desde la década de los 70 del siglo XX, los historiadores han comenzado a asimilar en
sus estudios los problemas, los métodos y los enfoques de las diversas escuelas
antropológicas. Esta nueva influencia ha enriquecido las perspectivas de los
historiadores, que han integrado en sus trabajos nuevos objetos de análisis como las
formas de religiosidad, el lenguaje, la iconografía, el vestido, la alimentación o las
costumbres.
Definición
Historia de la antropología
Durante la Edad Media, apenas podemos hallar obras con cierta orientación
antropológica. Únicamente cabe destacar a finales del siglo XIII las aportaciones del
viajero veneciano Marco Polo, que describió en su obra Il Milione (que originalmente
llevó el significativo título de “Descripción del mundo”) las culturas que encontró en
Catai (China), Malaca, Ceilán, la India y Persia.
80
A finales del siglo XV y durante del siglo XVI, durante la época de los grandes
descubrimientos, los exploradores y los mercaderes establecieron contactos con pueblos
de toda la costa africana, el sur de Asia, los Mares del Sur o el Nuevo Mundo. Ello
promovió el interés por estudiar la historia cultural y biológica de la humanidad. Son
muy abundantes los escritos de carácter antropológico (la carta de Cristóbal Colón de
anuncio del descubrimiento, la Breve relación de la destrucción de las Indias, de fray
Bartolomé de Las Casas, la Historia general de las cosas de la Nueva España de
Bernardino de Sahagún o los Ensayos de Michel de Montaigne.
No obstante, tras el impacto del conocimiento de estas “nuevas” culturas para los
europeos, los trabajos históricos se centraron en el estudio de los estados y las grandes
personalidades. Hasta el siglo XVIII, al calor de la Ilustración, no surgieron voces
críticas de esta concepción historiográfica:
En el siglo XIX, la tendencia historiográfica que tenía como objetivo la descripción del
origen de la humanidad, las costumbres y los comportamientos sociales siguió
desarrollándose en paralelo a la historia narrativa política:
81
Los hallazgos de restos humanos y materiales prehistóricos probaron el proceso
evolutivo del hombre, propiciando un gran desarrollo de la arqueología.
En esta época, destacaron los trabajos del estadounidense Lewis Henry Morgan
(La sociedad primitiva, sobre la organización social de los iroqueses), el
británico Edward Burnett Tylor (que estudió la evolución del hombre, prestando
atención a los orígenes de la religión) o el polaco Bonislaw Malinowski (que fue
pionero en la realización de trabajos antropológicos de campo, en Papúa Nueva
Guinea).
Ramas de la antropología
82
Antropología física o biológica (antropobiología). Analiza la evolución de la
anatomía humana en el tiempo, así como las diferencias y relaciones entre los
pueblos actuales y sus adaptaciones al ambiente. En ocasiones, llega a analizar
también la evolución de los primates. Comprende otras antropologías más
concretas, como la forense, la genética o la paleoantropología.
Antropología social, cultural (de tradición británica), sociocultural o etnología
(de tradición francesa). Estudia el comportamiento humano en la sociedad y las
manifestaciones culturales. En la actualidad, se ha centrado en el estudio de la
cultura occidental. Uno de sus principales representantes es Claude Lévi-Strauss,
cuyo enfoque estructural del análisis del comportamiento del hombre
describimos más adelante, en este mismo tema. Comprende otras antropologías
de rango inferior: la del parentesco, la religión, la filosófica, la económica, la
política, la urbana o la rural, entre otras.
Arqueología. Estudia los pueblos del pasado a través de los restos materiales
encontrados mediante el análisis estratigráfico en excavaciones y yacimientos. A
esta rama se asocian también los estudios de arqueoastronomía y de arqueología
subactuática.
Antropología lingüística o lingüística antropológica. Estudia las lenguas de los
pueblos.
Estructuralismo
El estructuralismo es una corriente filosófica, que ejerció una considerable influencia
sobre otras ciencias humanas, como la lingüística, la antropología o la historia. Parte de
la definición de una estructura para explicar el funcionamiento general de una sociedad.
Esta estructura es definida a partir de una serie de modelos construidos en función de las
relaciones sociales (como el lenguaje oral o escrito, la comunicación, la nutrición, la
salud, el ocio, la religiosidad, etc.)
Por otra parte, también buscó semejanzas y diferencias entre ambas disciplinas:
83
Reconoció que ambas tienen por objeto el estudio de la sociedad para conseguir
un mejor conocimiento del hombre.
Admitió la importancia del conocimiento del desarrollo histórico para el análisis
de las sociedades “actuales”.
Y separó las fuentes. Mientras la historia se ocupaba del estudio de los
testimonios “conscientes” de los hombres, la etnología utilizaba otras fuentes
“inconscientes”, subyacentes en las instituciones o las costumbres, como el
lenguaje, para conocer las sociedades y sus respectivas culturas.
Historia cultural
Definición de cultura
Desde un punto de vista más filosófico, las manifestaciones culturales son productos de
la intervención racional (no animal) y voluntaria del hombre sobre la naturaleza.
El término ‘cultura’
84
humanistas utilizaban la expresión ‘civilización’ (derivada de otras latinas como
«civis», «civitas», «civilitas»), para contraponer al hombre civilizado o culturizado que
vivía en las ciudades y al hombre tribal.
85
Ha transcurrido casi un siglo y medio desde que Tylor introdujo el término ‘cultura’ en
la antropología (1871) y pese a ello sigue sin existir una definición única que goce de
consenso general entre los investigadores. Sin embargo, por encima de las discusiones
teóricas y de las perspectivas ideológicas, existe una definición «operativa» de ‘cultura’,
asumida por la UNESCO y que incorpora al mismo tiempo las dimensiones
humanísticas y antropológicas. La definición fue aprobada por unos 130 gobiernos,
adscritos a esta organización. En su sentido más amplio, la cultura puede considerarse
como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y
afectivos, que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Además de las letras y las
artes, comprende los modos de vivir, los derechos fundamentales del ser humano, los
sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.
Historiografía cultural
A finales del siglo XVIII, Johann Christoph Adelung utilizó por primera vez la
expresión “historia cultural” (“Kulturgeschichte”) para hacer referencia a una historia
general que contrastase con las historias específicas de la filosofía, la ciencia, la
literatura o el arte.
Medio siglo más tarde, en 1816, Jakob Burkhardt publicó quizá el estudio más conocido
sobre historia cultural: La cultura del Renacimiento en Italia. No obstante, la
historiografía rankeana y la primacía de los temas políticos y diplomáticos impidieron el
desarrollo de la nueva línea histórica cultural.
Los primeros años de los 70 fueron los del auge de la antropología histórica en Europa.
Algunos historiadores comprendieron la importancia que en su producción podía tener
el trabajo de los antropólogos.
86
El descubrimiento de la vida cotidiana a través de la cultura popular (la música
popular, las imágenes, la comida, la vestimenta, las viviendas del pueblo),
siguiendo el camino abierto previamente por los antropólogos (especialmente,
por el estadounidense Clifford Geertz).
La elaboración de “invenciones” o construcciones culturales, como La invención
de lo cotidiano, de Michel de Certeau; la colección de ensayos editada por Eric
Hobsbawm, titulada La invención de la tradición; y el libro Comunidades
imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, de
Benedict Anderson (hermano de Perry Anderson).
En la actualidad, entre las formas actuales de historia cultural más populares destacan la
historia del libro (y la lectura), la de la memoria (basada fundamentalmente en los
testimonios orales) y la del cuerpo. Por otra parte, también se puede apreciar un
acercamiento de la historia cultural a la historia política y a la económica.
A través del estudio de la cultura material, el historiador puede ser capaz de llegar a
conocer al hombre en su época, ya que los objetos materiales ofrecen información sobre
las relaciones sociales.
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Fernand Braudel afirmaba que la cultura material podía servir para el estudio de la
historia económica. En este sentido, escribió: “la vida material es como la planta
inferior de una construcción cuya planta superior está constituida por lo económico”.
Advertía también que no solo era interesante conocer las “cosas” (alimentación,
vivienda, vestido, lujo, herramientas, instrumentos monetarios, pueblos y ciudades),
sino también la distribución de su propiedad o uso entre la población para obtener de
ella información útil para la elaboración de estudios de historia social y demográfica.
Andrea Carandini cree también que el estudio de la cultura material puede ofrecerle al
historiador información sobre la actividad laboral y las relaciones sociales, ya que el
análisis de los medios de producción y las materias primas puede llevar al conocimiento
de los medios de producción y comunicación, y a las características del consumo en un
grupo social.
John Greville Pounds considera que la cultura material es el reflejo de las necesidades
humanas, desde las más elementales a las evolucionadas, lo que debe permitir el
desarrollo de estudios de historia social y económica.
Por último, el colombiano Víctor Manuel Patiño entiende por cultura material “el
complejo de logros, actividades y realizaciones tocantes a la vida diaria y congruentes
con la satisfacción de las necesidades físicas, que el hombre comparte con los otros
miembros de la escala zoológica, pero también con los componentes psíquicos y
religiosos que le son privativos y hacen de él el animal social por excelencia”.
Como podemos apreciar, también falta consenso en la definición del concepto de cultura
material. No obstante, en lo que sí coinciden los investigadores es en la utilidad de su
estudio en los trabajos históricos y arqueológicos.
De hecho, son escasos los trabajos de cultura material de carácter histórico. Hasta el
momento, la cultura material apenas ha sido utilizada para la elaboración de estudios
sobre la alimentación, la vivienda o el vestido, o para el análisis de las técnicas
productivas.
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La historia de la cultura material no se ha desarrollado aún como disciplina y algunos
autores la han subordinado a la historia económica o a la de las técnicas. También ha
influido notablemente en el desarrollo de otras historias, como la de las mentalidades, la
microhistoria, la de la vida cotidiana, la historia social, las historias de vida o la nueva
historia cultural. A todas estas corrientes historiográficas la cultura material les ha
facilitado fuentes históricas (los objetos materiales).
Arqueología
La RAE define la arqueología como la ciencia que estudia lo que se refiere a las artes, a
los monumentos y a los objetos de la antigüedad, especialmente a través de sus restos.
Quizá no sea una definición demasiado ajustada a la realidad actual. La arqueología es,
más bien, una disciplina que estudia las sociedades a través de sus restos materiales. No
es una “ciencia auxiliar” de la historia, que ayuda al historiador a reconstruir períodos
no suficientemente iluminados por las fuentes escritas. La arqueología es una ciencia
social independiente, que estudia a los seres humanos a través de su cultura material y
psicológica. En algunos países es considerada una rama de la antropología, al ocuparse
del estudio de las manifestaciones materiales de las culturas humanas.
El ser humano siempre ha tenido conciencia de su pasado más o menos remoto, gracias
a la existencia de tradiciones orales o escritas o de vestigios de cultura material. Estos
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últimos comenzaron a concitar una especial atención de los europeos en el
Renacimiento. Durante la época de los grandes descubrimientos geográficos y de la
colonización del Nuevo Mundo, los exploradores y los conquistadores trajeron consigo
objetos de los pueblos con los que habían entrado en contacto. Algunos estudiosos,
como Ulisse Aldovrandi, se dieron cuenta de que había objetos muy parecidos en las
ruinas antiguas europeas (herramientas líticas, armas, joyas, etc.), lo que demostró que
en Europa también hubo un tiempo en que la cultura era primitiva.
Por otra parte, este tipo de actividades se extendió fuera de Europa y tuvo como
principal motivación el expolio de los tesoros de la cultura material de las sociedades de
los territorios colonizados (obeliscos, cerámicas, frescos, esculturas, sarcófagos, etc.),
que pasaron a enriquecer las colecciones de los grandes museos, como el British
Museum o el Louvre. Ello conllevó el desprecio de los objetos cotidianos y la falta de
cuidado por los yacimientos.
Durante el último cuarto del siglo XIX se desarrolló el difusionismo, una corriente
arqueológica que afirmaba la existencia de zonas nucleares de irradiación de
innovaciones (fundamentalmente posteriores al Neolítico, como la agricultura, la
ganadería, la escritura, la rueda, el estado o la construcción arquitectónica, entre otras).
En esta corriente se pueden enmarcar los grandes descubrimientos arqueológicos de
finales del siglo XIX y principios del XX:
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Los grandes descubrimientos se sucedieron con rapidez en el tiempo. Los investigadores
se centraron en la acumulación de datos sobre los hallazgos, la clasificación, la datación
y el desarrollo de especulaciones históricas no científicas. En esta etapa primó el
protagonismo de los arqueólogos sobre el desarrollo científico o la salvaguarda del
patrimonio.
Por otra parte, a finales del XIX y durante el primer tercio del XX, la arqueología
prehistórica también tuvo gran desarrollo en la Europa occidental, particularmente en
Francia, donde los investigadores intentaron definir la secuencia del Paleolítico a partir
del análisis estratigráfico de distintos yacimientos. En esta tarea destacaron arqueólogos
como Gabriel de Mortillet, Henri Breuil o Denis Peyrony, cuya competencia tuvo como
consecuencia el destrozo de los yacimientos.
En 1925, el arqueólogo marxista australiano Vere Gordon Childe publicó el libro Dawn
of the European Civilization, revolucionando la arqueología prehistórica. En él, estudió
el impacto indodeuropeo sobre el origen de la civilización occidental, analizando
aspectos como la lingüística o los movimientos migratorios. Acuñó la expresión
Revolución Neolítica. Y defendió la existencia de múltiples influencias y contactos
(pacíficos o no) entre las distintas culturas. La nueva perspectiva dio origen a la
arqueología cultural historicista.
A partir de los años 60 del siglo XX el panorama comenzó a cambiar. Poco a poco
fueron apareciendo enfoques más científicos. Fueron publicados los primeros manuales
universitarios que no solo se limitaban a explicar la mecánica del trabajo arqueológico o
la sucesión de culturas, sino que presentaban propuestas para la interpretación teórica de
los resultados. Y aparecieron nuevas corrientes arqueológicas:
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La arqueología marxista moderna, orientada al estudio de los modos de
producción de la Prehistoria (el comunismo primitivo y el modo de producción
asiático).
La arqueología postprocesual anglosajona, surgida en los años 80, que negaba la
idoneidad de la aplicación del método universal de las ciencias naturales por la
especificidad e individualidad de cada yacimiento, y promovía el debate sobre la
interpretación arqueológica con el fin de enriquecer la interpretación de los
hallazgos.
7) Historia de género
Introducción
La historia de la mujer se fue abriendo paso durante la segunda mitad del siglo XX entre
una historia militante, activista, feminista, y otra historia androcéntrica, que omitía el
pasado femenino. Gracias al auge del movimiento feminista en los países
industrializados, la historia de la mujer ha experimentado un espectacular desarrollo en
las últimas cuatro décadas, llegando a adquirir el rango de tendencia historiográfica o de
disciplina en el ámbito de la historia.
Las fuentes
Las fuentes para la realización de estudios sobre historia de la mujer varían según las
distintas épocas históricas y los objetos de estudio.
Así mismo, también tienen valor como fuentes la documentación personal de mujeres
con presencia en la vida civil o los testimonios autobiográficos. En ambos casos, es
necesario confrontar la información que proporcionan con fuentes complementarias que
permitan probar la veracidad o la objetividad de los hechos relatados.
También podemos encontrar fuentes de interés para la historia de género en los archivos
de las instituciones religiosas o laicas, que reflejan sus actividades cotidianas.
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Por último, también han sido utilizados los archivos judiciales y notariales para
desarrollar la historia social de la mujer.
No obstante, las primeras en indagar sobre el pasado de las mujeres fueron feministas de
formación universitaria, que no eran historiadoras. Les abrió el camino la filósofa
Simone de Beauvoir, que trabajó para el reconocimiento del estatus de la mujer como
persona. Estos primeros trabajos formaron parte de un proceso de toma de conciencia de
la identidad de la mujer y de su influencia en la historia. No obstante, esta primera
historia comprometida presentaba algunos problemas, como el presentismo o la
utilización de fuentes de segunda mano.
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Con el desarrollo de la tendencia historiográfica, la mujer pasó de ser víctima a sujeto
de la historia. Posteriormente su concepción evolucionó hasta constituirse en un agente
de la historia. La mujer comenzó a ser estudiada como un actor que de forma no solo
individual, sino también colectiva, podía tener una influencia crucial en el desarrollo
histórico. Este cambio de perspectiva conllevó la publicación de gran número de
estudios que trataron de reflejar la experiencia y las perspectivas de la mujeres, en
contraposición a los hombres. Los temas tratados fueron muy diversos:
No obstante, esta iniciativa recibió algunas críticas, quizá por avanzarse en el tiempo.
Algunas historiadoras afirmaron la necesidad de seguir trabajando en la historia de la
mujer para profundizar en el conocimiento de la influencia femenina sobre la historia.
Para ellas, no se podía aún realizar una síntesis correcta.
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