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RESUMEN 1:
RESUMEN 2:
2.1 INTRODUCCIÓN
Edmundo de Amicis Enrique asiste a una escuela provinciana de Italia; este año será diferente
porque ha empezado a escribir un diario, y en el va detallando día a día sus sentimientos mas
íntimos, describiendo sus alegrías, sus tristezas, y aquellos momentos especiales que marcarán su
existencia.
A través de este diario encontramos a los compañeros de Enrique, niños que, como él, también
tienen sueños y empiezan a asomarse a un mundo que de pronto puede resultar algo
atemorizante, pero siempre interesante.
Es un libro que a través de sus personajes, Edmundo de Amicis dibuja un retrato estupendo de la
niñez, mostrándola con una fuerza, entereza y entusiasmo que solamente se tiene en esa etapa de
la vida; y sin embargo, nos recuerda al niño que habita en todo hombre.
Quizá por eso, este libro que fue publicado por primera vez en 1864, continúa siendo uno de los
grandes favoritos de todos los tiempos.
2.3. PERSONAJES
— Enrique
— La madre de Enrique
— El padre de Enrique
— Silvia— Hermana de Enrique.
— Roberto Derossi, el que siempre obtenía las mejores notas y acaparaba el primer premio.
— la maestra Delcati
— el maestro Perbonil es el nuevo maestro,
— Robetti—el niño accidentado por un carro.
— Garrone y es el mayor de la clase; tiene cerca de catorce años.
— Coretti; Siempre está alegre. Es hijo de un revendedor de leña.
— El pequeño Nelli, un chico jorobadito, endeble y descolorido.
— Votini.
— El albañilito
— Garoffi, un tipo alto y delgado, con la nariz de pico de loro y los ojos muy pequeños.
— Carlos Nobis
— Stardi, pequeño y ordinariote, sin cuello y gruñón.
— Franti—Un descarado.
— Precossi, el hijo del herrero.
— Garrone es, sin duda, el mayor y el mejor de todos.
— Crossi, el rubio del brazo malo.
2. 4. ARGUMENTO:
Enrique es un niño que entrará a quinto grado en el grupo escolar Baretti. Describe la narración en
primera persona, todo lo que le rodea tiene que ver con lo que pasa en la escuela. Enrique es muy
nostálgico, observa a sus profesores antiguos y conversa con ello, y siente que el tiempo los
separa.
Enrique personifica el niño de hogar de clase media y con buenas costumbres. La relación con su
maestro siempre es cordial, la relación con su padre es fraterna y entrañable.
Su madre es también un ejemplo de solidaridad.
“La mujer no paraba de darnos las gracias y de bendecirnos. Mientras tanto vi en un rincón de la
oscura y desnuda habitación a un chico arrodillado delante de una silla, de espaldas a nosotros, y
que parecía estar escribiendo, como así era, efectivamente, teniendo el papel en la silla y el tintero
en el suelo. ¿Cómo lograba escribir con tan escasísima luz? Mientras pensaba esto para mí,
reconocí de pronto los cabellos rubios y la chaqueta de fustán de Crossi, el hijo de la verdulera, el
del brazo inmóvil.
Se lo dije a mi madre mientras la mujer se hacía cargo de la ropa que le habíamos llevado.
-¡Calla! -respondió mi madre-. Puede ser que se avergüence al ver que das una limosna a su
madre; no le digas nada.”
Su padre participa en la historia con una serie de cartas en las cuales se imposta la importancia de
la moralidad, de la ética, de las buenas costumbres. Esto lo hace sobre todo a través de cartas:
“Viernes, 28
Sí, querido Enrique, el estudio te resulta pesado, como dice tu madre; no te veo ir a la escuela con
la resolución y la cara sonriente que yo quisiera. Aún te haces algo el remolón. Pero mira, piensa
un poco en lo vana y despreciable que sería tu jornada si no fueses a la escuela. Al cabo de una
semana pedirías de rodillas volver a ella, harto de aburrimiento, avergonzado, cansado de tus
juguetes y de no hacer nada provechoso (...)Valor, pues, pequeño soldado de semejante y colosal
ejército. Tus armas son los libros; tu compañía, la clase; toda la tierra, campo de batalla; tu victoria,
nuestra victoria, significará el establecimiento de una paz verdadera, la comprensión entre todos
los hombres, la civilización humana. ¡No seas, hijo mío, un soldado cobarde!
TU PADRE”
Hay además, para reforzar los valores, la lectura del cuento mensual, historias hermosas como El
pequeño patriota paduano, El pequeño vigía lombardo, El pequeño escribiente florentino, entre
otras historias.
Todas las narraciones tienen que ver con los muchachos de la clase, por lo que es más un diario
de clase que una novela. Los conflictos de los niños se relaciona con la de sus padres, por ejemplo
la del niño Precossi. “No es raro que vuelva su padre a casa borracho. Le pega sin motivo, le tira
de un revés los libros y cuadernos, y el pobrecito va a la escuela con el semblante lívido, algunas
veces hinchado, y los ojos inflamados de tanto llorar.”
“...Su padre bebe y apenas trabaja, por lo que la familia pasa hambre. ¡Cuántas veces va el pobre
Precossi a clase en ayunas, y se come a escondidas un mendrugo de pan que le da Garrone, o
una manzana que le entrega la maestrita de la pluma encarnada, que lo conoce bien por haberle
tenido de alumno en primero inferior! Pero él jamás dice: «Tengo hambre; mi padre no me da de
comer. »
Escenas como esta son comunes por lo que en ese colegio los muchachos ricos de clase media y
pobres se entremezclan, dando lugar a muchos conflictos de clase por lo que la educación se hace
más difícil.
La narración también constituye por su espacio moral, la tradición y el patriotismo italiano, por
ejemplo el profesor celebra e ilustra a los alumnos sobre “Los funerales por Víctor Manuel «Hace
ahora cuatro años, tal día como hoy y a la misma hora, llegaba delante del Panteón, en Roma, el
carro fúnebre con el cadáver de Víctor Manuel II, primer rey de Italia, muerto después de
veintinueve años de reinado, durante los cuales la gran patria italiana, fragmentada en siete
Estados, oprimida por extranjeros y tiranos, quedó constituida en uno solo, independiente y libre,
tras veintinueve años de reinado que él había ilustrado y dignificado con su valor, con su lealtad,
con su sangre fría en los peligros, con la prudencia en los triunfos y la constancia en la
adversidad.”
Esa idea es también la idea pedagógica que recoge Edmundo de Amicis para la juventud italiana.
Como en toda clase siempre hay un elemento negativo, en este caso es Franti, el que tendrá que
ser expulsado del colegio porque siempre está llevando a cabo sus maldades. Franti es de un
espíritu cruel.
“Pero esta mañana hizo que le echaran como a un perro. Mientras el maestro daba a Garrone el
borrador del Tamborcillo sardo, el cuento mensual correspondiente a enero, para que lo pusiese en
limpio, Franti tiró al suelo un petardo que estalló, haciendo retemblar las paredes. Toda la clase
experimentó una sacudida. El maestro se puso en pie y gritó:
-¡Fuera de la escuela, Franti!
El respondió:
-¡No he sido yo! -pero se reía.
El maestro repitió:
-¡He dicho que te vayas!
-¡Yo no me muevo! -replicó.
El maestro perdió los estribos, se fue hacia él, lo cogió de un brazo y lo arrancó del banco. Franti
se revolvía, rechinaba los dientes, y tuvo que arrastrarlo a viva fuerza. ”
Este acontecimiento sella una etapa difícil de la clase, porque había momentos en que la clase se
hacía insostenible por la culpa de Franti. Esto nos da una lección de que a veces, por más
tolerancia que se tenga , es necesario extirpar a un mal elemento para que el resto de la sociedad
pueda convivir en paz. Aunque luego se le reciba otra vez.
Franti jamás cambiará porque sabe que las súplicas de su madre le defenderá.
“-Hijo mío, sé bueno. Tengan paciencia con él. Muchas gracias, señor Director; ha hecho usted una
gran obra de caridad. Adiós, hijo. Pórtate bien. Buenos días, niños. Gracias, señor maestro; hasta
la vista. Perdonen tanta molestia. ¡Soy una madre...!
Y dirigiendo desde el umbral una mirada más de súplica a su hijo, se fue, recogiendo el chal que le
iba arrastrando, pálida, encorvada, temblorosa, y aún la oímos toser cuando bajaba por la
escalera.
El señor Director miró fijamente a Franti en medio del silencio de la clase, y le dijo con voz que
hacía temblar:
-¡Franti, estás matando a tu madre!
Todos miramos a Franti, y el sinvergüenza se sonrió.”
Son escenas crudas que nos hace entender que no hay peor persona que la que hace sufrir a su
madre o a alguno de sus parientes.
Este espacio, la clase, tiene una movilidad de día y otra de noche, pues se convierte en escuela
nocturna:
“Jueves, 2
Anoche me llevó mi padre a ver las clases nocturnas de nuestra sección Baretti. Estaban ya las
aulas iluminadas y los obreros empezaban a entrar.
Al llegar vimos que el Director y los maestros estaban disgustados porque poco antes habían roto
de una pedrada el cristal de una ventana. El bedel había salido inmediatamente, atrapando a un
muchacho que pasaba; pero en el mismo momento se presentó Stardi, que vive enfrente de la
escuela, diciendo:
-Este no ha sido. El culpable es Franti, que tiró la piedra y me dijo: «¡Ay de ti como digas algo!»
Pero yo no le tengo miedo.
El Director dijo que Franti quedaría definitivamente expulsado. Entretanto se iba fijando en los
obreros que entraban por parejas o en grupitos de a tres, habiendo ya en las clases más de
doscientos.
¡Nunca me había imaginado que fuese tan digna de verse una escuela nocturna! Había
muchachos de doce años en adelante, y hombres con barba que volvían del trabajo, llevando libros
y cuadernos. Eran carpinteros, fogoneros con la cara ennegrecida, albañiles con las manos
blancas, mozos de panadería con el pelo enharinado; se notaba olor a barniz, a cuero, a pez,
olores de todos los oficios. También entró un grupo de obreros de la Maestranza de Artillería,
uniformados, mandados por el cabo. Todos ocupaban seguidamente su sitio en los bancos,
quitaban el travesaño donde nosotros ponemos los pies y en seguida inclinaban su cabeza sobre
el trabajo escolar. Algunos se acercaban al maestro para pedirle explicaciones, llevando los
cuadernos abiertos. Vi al maestro joven y bien vestido, al que llaman «el abogadillo», con tres o
cuatro obreros alrededor de su mesa, y hacía correcciones con la pluma; también estaba allí el
maestro cojo, que se reía con un tintorero que le había llevado un cuaderno manchado de tinta roja
y azul. Asimismo daba clase mi maestro, ya curado, que mañana volverá a encargarse de
nosotros.”
Franti, no tardará en ser expulsado definitivamente por una de sus malas acciones:
“La pelea
Domingo, 5
Era de esperar: Franti, al ser expulsado por el Director, quiso vengarse y esperó a Stardi en una
esquina a la salida de la escuela, cuando acostumbra a pasar por allí todos los días con su
hermana, a la que acompaña desde su colegio, sito en la calle Dora Grossa. Todo lo presenció mi
hermana Silvia al salir de su sección, y llegó a casa muy asustada.
He aquí lo sucedido: Franti, que llevaba puesta su lujosa gorra de hule, aplastada y caída sobre
una oreja, fue de puntillas hasta alcanzar a Stardi, y para provocarlo dio un estirón a la trenza de
su hermana, pero tan fuerte que casi la hizo caer al suelo. La niña lanzó un grito y su hermano
volvió la cara. Franti, que es mucho más alto y fuerte que él, pensaba: «O se aguanta o lo muelo a
golpes. » Pero Stardi no lo pensó dos veces. A pesar de lo pequeño y débil que es, se arrojó de un
salto sobre el chulo grandullón y le propinó muchos puñetazos; sin embargo, no le podía y recibió
más golpes de los que dio.”
El heroísmo también se puede cosechar desde los niños. El enfrentamiento entre el de condición
humilde y sencillo, con el de condición rico, o pedante y cruel.
La despedida fue nostálgica y triste:
“Fue emocionante ver cómo se acercó el pobrecito Nelli a Garrone, del que no podían despegarlo.
Todos rodeaban a Garrone, lo abrazaban y zarandeaban en prueba de cariño, como bien se lo
merecía el ejemplar muchacho, que a todos sonreía. Su padre estaba allí embobado ante
semejante muestra de afecto. A Garrone fue el último a quien abracé, ya en la calle, procurando
contener un sollozo al tener mi cara sobre su pecho; él me dio un beso en la frente.
Después corrí a reunirme con mi padre y mi madre. Mi padre me preguntó si me había despedido
de todos, y yo le dije que sí.
Luego me recomendó que buscara y pidiera perdón a quien le hubiese faltado alguna vez.
-No hay ninguno -le respondí.
-Bueno, pues entonces, vámonos.
Dirigió una última mirada a la escuela y dijo con voz conmovida:
-¡Adiós!
Mi madre repitió:
-¡Adiós!
Yo... no pude decir nada.”