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El tema ciudad, ha retomado importante auge en México, sobre todo dentro del discurso político.

Éste ha surgido, considerablemente, a raíz de un despertar ciudadano que ha tomado fuerza de la


conciencia por mejorar los niveles en la calidad de vida urbana. Hasta no hace mucho, los
instrumentos que se han encargado de moldearla se han limitado a definir sólo usos y densidades
de suelo, a efecto de controlar un supuesto crecimiento. Sin embargo, se ha verificado que este
modelo, por sí solo, no resuelve de raíz los conflictos inherentes a la ciudad, pues éstos se
desprenden no únicamente de aspectos urbanos, sino también económicos, sociales, ambientales,
psicológicos, culturales y biológicos.

Conforme a lo anterior, uno de los principales problemas a los que se enfrenta el proceso de
planificación es la -no errónea pero sí- fragmentada concepción de ciudad, pues ¿Cómo se
pretende organizar algo que no se conoce? Dentro del discurso político y normativo, la
concepción de ciudad se desliga de la visión holística necesaria para abordar y confrontar
realmente los conflictos que dentro de ésta se generan. Si bien, generalizadamente se sabe que la
disciplina directa encargada del estudio de la ciudad es el urbanismo, el enfoque, en algunas
ocasiones, se limita a la condición física, espacial y temporal de la urbe, olvidando factores de
índole aún más abstractos como la economía, la sociología, la psicología, la biología o la ecología
urbana. Los encargados de llevar la rienda de una ciudad, a través del uso de instrumentos como
planes y programas, olvidan que cada elemento que forma parte de una ciudad está conectado –
directa o indirectamente- uno con otro y que el desempeño de uno afectará el desempeño de
otro.

Este texto no pretende discernir sobre la definición real del término, busca en todo caso, iniciar
una discusión entre algunos enfoques que se han encargado de definir la ciudad, para con ello,
complementar la visión del lector y aclarar que mucho depende de la disciplina encargada de
explicarla.

Etimológicamente ciudad deriva del vocablo latino civitas, conformado por civis (ciudadano) y el
sufijo tat (dad: cualidad, afinidad, dignidad, serenidad). Era utilizado por los romanos para dirigirse
a la ciudadanía romana, que a diferencia de otros hombres extranjeros, éstos adquirían ciertos
derechos y obligaciones al ser miembros de la ciudad de Roma. Se entiende así, que el término
alude a la acción y al desenvolvimiento del hombre dentro de un colectivo o una sociedad, que
busca por tal, una convivencia estable entre los mismos.

La descripción común del término apunta hacia el “conjunto de edificios y calles, regidos por un
ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no
agrícolas” (RAE, 2014). Esta definición deriva en cierta medida de la oposición de la que nace la
ciudad, tal como lo dice Zambrano (1999, pág. 130) es “resultado de la más antigua división del
trabajo: tierras de labor y actividades urbanas”, es decir, de la dicotomía campo-ciudad. Es
necesario recordar que la generación de excedentes en la actividad agrícola permitió desarrollar
otro tipo de actividades económicas, las cuales pudieron concentrarse y así densificar un territorio.
La seguridad alimenticia, el excedente de mano de obra en el campo y la vida sedentaria,
permitieron la ocupación definitiva del espacio y con el tiempo el mejoramiento de la vida
doméstica y el control de la gente; surge así la aldea “conformada como una asociación
permanente de familias y vecinos” (Zambrano, 199, pág. 123). Estas relaciones básicas constituyen
para algunos urbanistas y arquitectos, la plataforma sobre la que se soporta la conformación de la
vida urbana, ya que como lo dijo Munford (como se citó en Zambrano, 1999) la estructura
embrionaria –como la casa- se configuró inicialmente en la aldea.

Para De Hoyos (2010) la ciudad es el “resultado de la suma de iteraciones que la población realiza
en el espacio-tiempo en un territorio”; su argumento posiciona a la vivienda como la estructura
básica1 que se repite hasta aproximarse al barrio, y la repetición de éstos a la ciudad. La casa (o
vivienda) es el reflejo de las prácticas culturales propias de un grupo humano, manifiesta en este
sentido, el nivel de ingreso, la identidad y la forma de organización que se origina en la familia. Por
otro lado, para el mismo autor, el barrio constituye una extensión de la casa y es en éste espacio
donde se desarrollan las actividades colectivas. Bajo la premisa de que la ciudad no debe verse en
un sentido absoluto, sino en un sentido relativo al tiempo y al espacio, ésta resulta del “producto
de la práctica del urbanismo como exterior y de la arquitectura en la ciudad como mirada desde el
interior, que logra, a través de su fusión, la integración de barrios y en suma de la ciudad” (De
Hoyos, 2014, pág. 124) “en virtud de que la ciudad es espacio en construcción” (De Hoyos, 2014,
pág. 128).

Sin embargo, más allá de la organización físico-espacial y temporal que puede ser la ciudad, existe
una apreciación que surge de la esfera de las relaciones sociales. De la Peña realiza un análisis de
la visión de Simmel quien asume un modelo de ordenación social y quien perfila a la ciudad como
“el campo de acción sobre el cual los individuos establecen relaciones conforme al constante
cambio de estímulos, de especialización y de racionalización” (De la Peña, 2012, pág. 30). Su
enfoque emerge de la psicología social y forma parte de las bases que fundamentaron la ideología
de la escuela de Chicago. Este análisis define a la ciudad como una construcción social
permanente, y sus estudios toman como base el comportamiento y las interacciones múltiples
entre los individuos; así por ejemplo, se observó que las pandillas de Chicago de 1927 se
desarrollaron en zonas de transición de la ciudad, lo que era inherente a la desorganización social
de la misma (De la Peña, 2012, pág. 38). La ciudad constituye el reflejo de la complejidad en las
relaciones humanas, representa así, el fenómeno físico-territorial de la organización social.

Otro enfoque importante para el estudio es el relativo a la ciudad como sistema complejo. Un
sistema o ecosistema puede definirse como el conjunto de componentes provistos de ciertas
características, los cuales mantienes cierta interdependencia (relaciones directas o indirectas), con
la función de cumplir un objetivo conjunto del sistema (González, 2002, pág. 95). Bajo este
argumento, la ciudad se percibe como un ecosistema más, “un sistema complejo de organismos
vivos naturales y artificiales con procesos cognitivos que se despliegan en comunidades sociales,
sistemas artificiales y en dinámicas” (Hernández, Hernández, G& Niño, enero/junio 2012, pág. 68),
donde su funcionamiento “está ligado a intercambios energéticos, que se traducen en recursos
físicos, fuerza de trabajo, inversiones, información, etc…” (González, 2002, pág. 95).

1
“Se relaciona con la organización de la vida cotidiana que mantiene a la familia como centro, base de la estructura social en una visión
cultural de construcción del lugar” (De Hoyos, 2010, pág. 102).
Visto desde este punto de vista, la ciudad no sólo es “la producción y construcción social del
espacio” (Hernández, et al. enero/junio 2012, pág. 75), constituye un sistema complejo donde
varios factores se relacionan entre sí (económicos, ecológicos, sociales, culturales, físicos, etc.), y
el cual puede, de acuerdo a Hernández, et al. (2012), auto-organizarse, adaptarse, y según Ruíz
(2001), auto-regularse. Estas características corresponden a lo que se denomina sistema
emergente, es decir, “un tipo de organismo que sostiene una gran capacidad para generar
conductas o procesos innovadores, pudiéndose adaptar a los cambios bruscos de mejor forma que
los modelos jerárquicos o más rígidos” (Orellana, 2008, pág. 142). La teoría explica el
comportamiento de un sistema complejo que muestra, al mismo tiempo, orden y desorganización
en un todo de factores interrelacionados; y afirma que las ciudades, o muchas de éstas2, son fruto
de un proceso colectivo no planificado. Estos patrones de orden y anarquía, ya los había
identificado Jane Jacobs en su libro The Death and Life of Great American Cities (1961), donde
promueve el intercambio social en las calles para el aprendizaje de la ciudad, manera en la que es
capaz de reconocer patrones y así, reconstruirse y remodelarse una y otra vez por sí sola.

Por su parte, la economía urbana busca explicar no sólo el funcionamiento económico de las
ciudades, sino los patrones de representación física que tiene sobre el espacio esta actividad.
Desde el punto de vista económico, la ciudad representa un conjunto de decisiones tomadas por
actores políticos y agentes económicos en función de las ventajas económicas que puedan
generar; así pues, varios teóricos han elaborado diferentes modelos para explicar la localización de
actividades humanas dentro de un territorio. Esta disciplina se ha utilizado como método de
investigación “desde el punto de vista de la producción y de la distribución de la renta”, de “la
naturaleza y la causa de la riqueza, de las relaciones de complementariedad pero también de
conflictividad entre clases sociales” (Camagni, 2005, pág. 5). Boix (2003), quien realiza una
investigación de las redes de ciudades, establece que de la interacción del intercambio de bienes,
servicios, información y conocimiento (entre otras cosas), se generan ventajas que inciden sobre el
crecimiento económico no sólo de las empresas, sino también de las ciudades. De ello puede
establecerse que la ciudad es vista como una unidad de producción, y que su forma, tamaño y
estructura depende mucho de las relaciones económicas –internas y externas- que experimente.

Si bien la definición de ciudad podrá cambiar según la disciplina que se encargue de estudiarla, lo
cierto es, que los nuevos instrumentos de planificación en México deben considerar los diferentes
factores que la construyen, así como las múltiples relaciones que éstos mantienen, a fin de diseñar
estrategias que resuelvan diferentes ámbitos que competen al desarrollo de una ciudad. Por otro
lado, se deberá tener presente que ésta (la ciudad) no es un fenómeno estático, sino dinámico en
el tiempo, la cual representa físicamente el modelo social, económico, cultural, psicológico y
ecológico en el cual se encuentre una sociedad.

2
Orellana (2008) explica que puede ser aceptada la existencia de Brasilia, San Petersburgo o París del Barón Haussmann, ciudades
“donde predominó un agente adaptador”.
“Se relaciona con la organización de la vida cotidiana que mantiene a la familia como centro, base
de la estructura social en una visión cultural de construcción del lugar” (De Hoyos, 2010, pág. 102).
2
Orellana (2008) explica que puede ser aceptada la existencia de Brasilia, San Petersburgo o París
del Barón Haussmann, ciudades “donde predominó un agente adaptador”.

Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Recuperado de
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Zambrano, P. F. (1999). La ciudad en la historia. En C. A. Peñaloza, F. Viviescas, E. Pérez (Eds), La


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De Hoyos, M. J. (2010). La casa: origen de la conformación territorial. Aportaciones


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De la Peña, G. (2012). Simmel y la escuela de Chicago en torno a los espacios públicos en la ciudad.
En L. R. Valladares (Ed), La ciudad. Antecedentes y nuevas perspectivas. Recuperado de
https://www.uibk.ac.at/geographie/personal/borsdorf/pdfs/la-ciudad--antecedentes-y-nuevas-
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