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AP1 MARTA LOPEZ GIL

Pensar: acoger aquello para lo cual no estamos preparados para pensar


Estar dispuesto a acoger aquello que el pensamiento no está preparado para pensar, eso es lo
que cabe llamar pensar. Esto se encuentra tanto en lo racional, como en lo poético, en el arte y en la
lengua corriente.
No se admite entonces la idea occidental de la separación de las ciencias con las artes
considerando estas últimas como función la de distraer al ser humano.
Pensar es cuestionar todo, incluidos el pensamiento, la cuestión y el proceso. Pero para
cuestionar se requiere que suceda algo cuya razón aún no conoce. Cuando se piensa, se acepta la
ocurrencia por lo que es: “aún no” determinada.
Se distinguen entonces dos modos de asumir el cuestionamiento según sea la urgencia de la
respuesta. El principio de razón es la manera de cuestionar que se precipita a su fin, la respuesta.
Tiene cierta impaciencia porque se considera que siempre debe haber una “razón” o una causa a
toda pregunta. Sucede contrariamente en los sistemas no occidentales. Allí no se trata de de
determinar una respuesta lo más rápido posible, sino de ser y permanecer por el objeto, mantenerse
por la meditación “en reposo”. Basándose en un versículo del Torah se describe que hay que prestar
oídos al fenómeno, descifrarlo e interpretarlo, naturalmente pero con humor, sin ignorar que la
interpretación.

AP2 P. PERRENOUD

DE LA REFLEXIÓN OCASIONAL A LA PRÁCTICA REFLEXIVA


El autor menciona que en algún momento todos hemos reflexionados espontáneamente
sobre la propia práctica. Cualquier enseñante principiante reflexiona para asegurar su supervivencia,
luego en su proceder por estos caminos toma envión y busca objetivos más ambiciosos.
Un “enseñante reflexivo” reflexiona a partir del momento en que consigue arreglárselas,
sentirse menos angustiado y sobrevivir a la clase. Esto produce un progreso (inclusive en su carrera)
porque la reflexión se ha convertido en una forma de identidad y de satisfacción profesionales.
Reflexionando se emplean o se confían herramientas conceptuales y métodos que ayudan a
reflexionar más y luego construir nuevos conocimientos. Evalúa sus objetivos y se va
perfeccionando y con esto teoriza sobre su práctica. La práctica reflexiva entonces es un trabajo
que, para convertirse en regular exige una actitud y una identidad particulares.
Cabe destacar que este hábito de acción reflexiva no nace espontáneamente en las personas,
es por ello que se debe desarrollar. El autor recomienda que puede ayudar el sobrecargo del
currículo académico inicial disciplinares y metodológicos y hacer tiempo y espacio para la
resolución de problemas y el aprendizaje práctico de la reflexión profesional. Se deben formar en
las aulas ocasiones que ejerzan esquemas generales de reflexión y regulación.
El autor menciona que en la formación inicial se pueden encontrar buenos principiantes pero
solamente porque tienen una buena capacidad de autorregulación y aprendizaje (no por su
formación continua). Es por eso importante que se trabaje sobre la formación de desarrollo de las
capacidades de auto-socio-construcción del habitus.

MC1 ALEJANDRO A. CERLETTI

Enseñar filosofía: de la pregunta filosófica a la propuesta metodológica


Introducción
La cuestión de enseñar filosofía se ha comenzado a ver cómo un problema propiamente
filosófico. Es por ello que se enriqueció el análisis de la actividad de filosofía y se volvió al centro
de atención el problema de la función educativa ahora circunscrito en el campo de la filosofía: el de
la “producción” y la “reproducción” de los saberes y las prácticas. Se consideran ambos ámbitos
diferenciados. Por un lado, hay lugares en donde se “produciría” la filosofía y por otro en donde se
“reproduciría”. La producción filosófica está presente en libros, artículos (tradicionalmente). Es por
ello que en este caso la enseñanza de la filosofía se trata de trasladar de alguna “forma” hacia el
mundo profano de los alumnos. Esa “forma” entonces es la “metodología” de la enseñanza de la
filosofía.
Para superar la contraposición de “producción-reproducción” es necesario volver sobre la
estructura pedagógica y empezar a cuestionarse ¿Por qué filosofar? ¿Qué significa enseñar
filosofía?
La producción y reproducción de la filosofía segmenta a quienes están vinculados a ella. Por
un lado los filósofos e investigadores y por otro los legos filosóficos o los “aprendices” de filósofos.
Los profesores de filosofía estarían en el medio cuya función es la de intentar acercar o transformar
a los segundos en los primeros.
El enseñar filosofía tiene tres cuestiones problemáticas vinculadas:
1) La delimitación de un campo teórico y textual (la filosofía).
2) El reconocimiento de una actividad o una práctica singular (el filosofar).
3) La posibilidad de introducir a otro en ese campo teórico y textual, y de iniciarlo en esa práctica
(enseñar a filosofía / a filosofar).
Los puntos 1 y 2 se basan en hechos, pues es un hecho que existe la filosofía y hay gente que
ejerce la filosofía. Lo problemático es que al profundizar los análisis entre los saberes y las
actividades se percibe que no hay pocas divergencias en qué se entiende por filosofía o por
filosofar.
No es sencillo llegar a acuerdos en los puntos 1 y 2. Construir un corpus filosófico
reconocido por todos ha sido, hasta el momento, una tarea imposible y por ello imposible plantear
un significado homogéneo del filosofar.
Yendo al punto 3, el autor menciona que siempre se debe cuestionar al principio del período
de clases. Si los alumnos tuvieron una clase de filosofía todo se produce mejor pues “ya se sabe de
que se trata”, basta en ampliar el conocimiento. Comenzar de cero viene consigo preguntas como
¿Qué es la filosofía?, ¿Para qué sirve? ¿Qué hacen los filósofos?. El autor menciona que se puede
apelar a una definición de filosofía o desplegar un abanico de definiciones. También se puede
encarar como la caracterización de la filosofía en una actividad o la “utilidad” que tiene la misma
mismo en la cultura general, aunque remarca el autor que la situación no deja de generar
incomodidades. El autor dice que efectivamente que para la filosofía la delimitación de su campo ya
es un problema filosófico. Esta incertidumbre, molesta, insatisfacción o imposibilidad de dar cuenta
cabalmente de lo más básico de la actividad filosófica, lejos de ser un obstáculo constituye al motor
mismo del filosofar. El autor considera lo que mueve a filosofar es el desafío de tener que dar
cuenta, permanentemente, de una distancia o un vacío que no se termina de colmar. Entonces, el
que enseña filosofía es aquel que intenta reducir aquella distancia que busca un sentido. ¿Qué
sucede entonces con aquellos para los cuales la filosofía es algo ajeno y recién toman contacto con
ella?, ¿Se puede enseñar, se puede transmitir o “contagiar” ese interés por problematizar, surgido de
una incertidumbre inicial? ¿Se puede enseñar el deseo de filosofar?.
El autor supone en su trabajo que la filosofía es más que ciertas habilidades lógica-
argumentativas.
Sobre el alcance del campo de la filosofía, teniendo en cuenta el enfoque tradicional
podemos definirla como un conjunto de conocimientos, que es factible transmitir. Asimismo, podría
eventualmente reconocerse cierta práctica -el filosofar- también susceptible de ser enseñada o
transmitida. Entonces se cree que la enseñanza consta de un problema técnico -la didáctica- y se
trata con ella poner en contacto al estudiante con los contenidos y procedimientos propios de la
filosofía. La actividad del profesor entonces consta en facilitar la transición de un saber y una
práctica, llegando a la conclusión de que nada la diferenciaría de cualquier otro tipo de enseñanza
de otra disciplina. Siempre se plantea la opinión de “bajar” el nivel para la adaptación del estudiante
aunque nos debemos preguntar hasta qué punto se puede bajar para que lo esencial no se pierda, es
decir, debemos preguntarnos ¿Cómo podemos medir el grado de “distorsión” de un conocimiento
cuando se lo escolariza? ¿Cuándo deja de ser lo que era en su origen? ¿Utiliza recortes el profesor?
¿Son metáforas? ¿Una analogía?

II
El autor se preocupa entonces en la adaptación de la práctica de la filosofía sin dejar nada en
el camino, es decir que la enseñanza de la filosofía en cualquier nivel tenga algo propio de lo
filosófico. ¿En qué medida se podría ser un poco filosófico, sin importar el nivel de conocimiento?
Existen entonces diferencias tanto cualitativas como cuantitativas. Se puede aplicar en todos los
niveles respecto a lo cualitativo ciertas condiciones las cuales se llega a la conclusión que
cualquiera podría filosofar, quiere decir que cualquier persona se puede hacer preguntas filosóficas
y al menos intentar responderlas.
Si tratamos de enseñar algo de la filosofía en sí, lo que podemos aquí es engendrar una
actitud cuestionadora, crítica y desconfiada. Una actitud que radica a problematizar. La actitud
cuestionadora que hace propia la interrogación ¿Por qué?. No se busca que cualquier respuesta sea
satisfactoria, sino que interrogar e interrogarse permite hacer propia una molesta o insatisfacción.
Desde su etimología el filósofo busca algo que no tiene. Enseñar a filosofar es enseñar una
ausencia. Pero es obvio que no se pueden enseñar a “amar” la sabiduría llegando así a una paradoja,
lo esencial de la filosofía es inenseñable debido a que estamos hablando de personas y
subjetividades.
Ya se mencionó que se puede partir de la pregunta ¿Por qué?, teniendo así una cuestión
cuestionadora y problemática. Pero que cada uno pueda filosofar no quiere decir que todos
queramos hacerlo. Se pregunta el autor que debe proponer el docente de filosofía o como incitar a
una persona a filosofar. Se basa en Aristóteles y menciona: “Todos los hombres desean saber por
naturaleza”. Se aprecia un optimismo y confianza hacia el pensamiento, es por ello que la filosofía
es, para el autor una oportunidad al pensamiento.
Filosofar, entonces, es atreverse a pensar por uno mismo y hacerlo requiere de una decisión.
Atreverse a pensar genera una nueva relación con el mundo y el conocimiento y a su vez provoca
incertidumbre.
En un sentido estricto, más que amor o deseo de saber, filosofía sería deseo del deseo del
saber.
¿Qué será una clase “filosófica”?, deberá ser un espacio donde pueda irrumpir el pensar del
otro. Generar temas de discusión ante cualquier problema ya que el factor importante es que la
palabra del otro pueda tener algún sentido diferente que el de repetir lo sabido; que lo que se estable
en un aula de filosofía no sea simplemente un circuito de reproducción y verificación. “Aprender” a
filosofar conlleva una decisión que, como señalamos, es en última instancia, personal.

III
El autor busca una forma de la metodología de la enseñanza filosófica. Se basa primero en
criticar la idea esa de producción-reproducción que reducía la enseñanza de la filosofía como una
cuestión técnica. En segundo lugar considera que enseñar filosofía implica construir un ámbito para
el filosofar. También remarca que el profesor tiene como objetivo en la clase en “hacer filósofos” a
los estudiantes, es decir, crear una actitud filosófica. Los textos filosóficos deben tomarse como una
herramienta de comprensión pero no como un fin. Aunque se trate de planificar lo necesario, el
autor indica que todo es subjetivo es por ello que quizás no se llega a lo que se pretende. Considera
que no se debe tomar eso como una debilidad, sino como una fortaleza filosófica, en donde a partir
de la emergencia se puede comenzar de nuevo.
La planificación dice el autor se debe basar en las inquietudes que quiere generar el profesor
hacia sus alumnos, siempre con un plan inicial (disparador) y que el profesor desafíe a pensar a los
estudiantes.
El mínimo esquema de opertavidad debe contener: un momento de problematización y otro
intento de resolución. Es decir, distinguir la construcción (o reconstrucción) de un problema
filosófico y en la forma en que se intenta resolverlo.

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