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Entrar en el pacto era asunto que tenía que decidir cada familia en lo
individual, como puede verse en la famosa resolución de Josué. Aunque
Israel funcionaba como una nación, el pacto era esencialmente un
asunto de familia, y todavía lo es. Hechos 16:31. Ellos dijeron: Cree
en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Podemos optar por tener a nuestros dioses falsos (el amor al dinero,
ropa, joyería, deportes, TV, etc.) o podemos optar por caminar con
Dios. Tenemos que ser conscientes de que lo amamos más que Dios
es un dios falso. Al igual que Josué, el apóstol Pablo nos
amonesta: Romanos 12:2. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta.
Así como Josué señaló el camino a Dios, cada uno de nosotros tenemos
la misma oportunidad. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a
examinar nuestro corazón, porque como creyentes nacidos de nuevo
la Biblia nos dice que somos embajadores de Cristo. 2 Corintios
5:20. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por
medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Al igual que Josué había dado un buen ejemplo para su familia para
seguir a Dios, cada hombre cristiano y mujer cristiana debe hacer una
declaración similar a la familia que el Señor le ha dado. Aunque Josué
podría dar el ejemplo, no podía tomar la decisión por ellos, la gente
tenía que elegir por sí mismos, ese principio no ha cambiado. ¿A quién
quieren servir hoy?
Veamos lo que implicó para Josué esta declaración. Josué tomo una
decisión a nivel personal. Él Estaba dejando una herencia, un legado a
nuestros hijos, su descendencia sería afectada por esta decisión. Josué
tomo responsabilidad de su familia. Nosotros debemos tomar una
responsabilidad de orar por toda nuestra familia diariamente. Se ha
dicho que la oración es para la familia lo que un techo es para la casa,
protege a los que están adentro de los enemigos y las adversidades de
la vida. Josué unió a su familia.
“Tuve oportunidad de leer hace pocos días el texto de Josué donde dice que
él y su casa servirán a Jehová (Cf. Josué 24:15). Sin duda todos anhelamos
prestar un servicio decidido y consagrado delante del Señor. ¿Cómo lograrlo?
Es la pregunta que me formulo siempre.”
Respuesta:
Decidirnos a servir a Dios junto con toda nuestra familia, demanda no
solamente compromiso y perseverancia, sino además la aplicación de
profundos cambios en nuestra forma de pensar y de actuar. No es algo que
logramos en nuestras fuerzas sino con la intervención de nuestro amado Dios
y Padre nuestro, quien opera los cambios que requerimos.
¿Se puede? Por supuesto que sí. No olvidemos que todo viaje comienza con
un paso. Y la decisión que tome hoy puede marcar la diferencia. El reto está
en asumir la decisión de traer cambios al interior de la familia, pero no en
nuestras fuerzas sino con ayuda de Dios.
Quizá hasta hoy nos hemos movido alrededor de las pautas que gobiernan al
mundo, en el cual la unidad familiar importa poco, se legitima el divorcio y
los contrayentes de matrimonio esperan que tal compromiso dure poco. Pues
bien, si nos movemos alrededor de lo que enseña la Palabra: “Pero si te
niegas a servir al Señor, elige hoy mismo a quién servirás. ¿Acaso
optarás por los dioses que tus antepasados sirvieron del otro lado del
Éufrates? ¿O preferirás a los dioses de los amorreos, en cuya tierra
ahora vives? Pero en cuanto a mí y a mi familia, nosotros serviremos
al Señor.” (Josué 24:15. NTV), es necesario aplicar cambios profundos y
duraderos que permitan llevar nuestras familias a un nuevo nivel.
Hay que renunciar a los errores en los que hemos incurrido hasta hoy, dejar
de lado los patrones de comportamiento que aprendimos en la niñez en los
que quizá no solo recibimos daño sino que podríamos replicarlo con nuestro
cónyuge e hijos, sino que— además— debemos movernos en una nueva
dirección, que honre y glorifique a Dios también en casa.
Sus servicios se realizan por deber. Las acciones están ahí, pero su motivación
no proviene del corazón. Cenicienta no adora o ama a sus “amos.” Ella les
sirve sólo porque es su deber.
Nuestro servicio no puede añadirse a lo que Dios hace; sólo puede magnificar
quién es él, extender su amor a los que nos rodean, y expresar nuestro
agradecimiento por lo que él ha hecho. Entre más reconozco mis defectos y
cuán profundamente Dios me ama a pesar de ellos, más acepto la mentalidad
de servicio.
Un Ejemplo a Seguir
Reconociendo la Gracia
Para poder servir a Dios, debemos conocerlo. En el libro “La Vida Centrada en
el Evangelio” (The Gospel-Centered Life), Robert H. Thune & Will Walker
explican de esta manera la relación entre la comprensión de lo que Dios ha
hecho por nosotros, y nuestro servicio a él: “Cuando la gracia de Dios está
trabajando en nosotros y dentro de nosotros, también trabaja en sí misma a
través de nosotros. La renovación interna de la mente y corazones crea una
propulsión externa que nos mueve en amor y servicio hacia los demás.”9
Los autores continúan, diciendo que la gracia de Dios nos permite responder al
girar nuestro enfoque de servirnos a nosotros mismos hacia la grandeza y la
bondad de Dios. A la luz de la gracia de Dios, yo puedo examinar mi propio
corazón. Eso no sólo abre los ojos a las oportunidades de servicio a mi
alrededor, sino que también me permite experimentar la alegría a medida que
veo a Dios trabajando a través de mí.10
Las cosas que hago al reconocer la gracia de Dios son mis actos de servicio
para él. Esto significa que puedo servir a Dios constantemente en mi actividad
diaria simplemente estando consciente de su grandeza mientras vivo mi vida.
Por el contrario, talvez nunca podría servirle realmente si mis acciones
provienen del deseo de trabajar para ganarme la aceptación o aprobación de él
— o la aceptación o aprobación de otros.
La manera en la que los cristianos lo entienden, Jesús era Dios hecho carne; él
era perfecto, por lo que podría servir a todas las personas perfectamente.
Somos seres humanos, por lo que tenemos algunas limitaciones. Pero no dejes
que eso te detenga de hacer mucho de Dios — y de adorarlo sirviéndole.
El servicio a Dios será diferente para cada persona. Dios obra en nosotros en
momentos distintos y de maneras distintas y trabaja a través de nosotros en
momentos distintos y de maneras distintas.
Una persona puede ser un hábil orador quien sirve a Dios proclamando su
grandeza. Otro puede ser un talentoso chef quien lleva comidas a personas
enfermas. Otro más puede tener un talento musical que lo utiliza para
demostrar la belleza de Dios.
O puede ser que Dios nos de recursos para que hagamos uso de ellos: Dios
puede dar a alguien una hora del día libre de manera inesperada, que puede
ser utilizada para visitar a un prójimo que se encuentre solo. O puede dar
abundancia a alguien para que comparta bendiciones con otros. 12
Además de proveer el talento y los recursos necesarios para servir a Dios, Dios
nos promete que nos dará la fuerza para servirlo. La primera de Pedro 4:11
dice, “El que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios.
Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo.”
Por lo tanto, como puedes ver, incluso nuestra capacidad para servir a Dios
proviene de él — nuestros talentos, recursos, y fuerza. Cuando le servimos,
estamos haciendo lo que fuimos diseñados para hacer — conocer y disfrutar a
Dios intimamente. Nos sentimos más satisfechos cuando estamos haciendo lo
que fuimos creados para hacer. Debido a que fuimos creados para glorificar a
Dios, nuestros actos de servicio se sienten profundamente satisfactorios.
¿Qué te hizo hacer Dios? ¿Qué puedes hacer para glorificar a Dios a través del
servicio hacia él y hacia otros?