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Oración 08 de Junio

Evangelio del día


Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 31-37

En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que
no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado
era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y
que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al
primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a
Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino
que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto
salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que
dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se
cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»

Reflexion

El profeta ilustra con acierto la realidad de la Alianza con el símil del


matrimonio, y suma, además, el amor de un padre hacia su hijo para
dejar bien claro su mensaje. Es admirable que ante la mera posibilidad
del castigo por la actitud idolátrica del pueblo, se estremezcan las
entrañas de Dios, y el corazón le dé un vuelco, expresiones más que
gráficas de lo que siente Yahvé por sus hijos, por su pueblo. Dios es el
Padre, el pedagogo y el guía de su pueblo, que ha sido mimado siempre
por los paternos desvelos cariñosos. Y si, a pesar de tanta generosidad,
el hijo se rebela y endurece su corazón, las entrañas del Padre
reaccionarán ante el castigo porque su amor es fiel, eterno. Es el santo
en medio de su pueblo, mensaje que abre boca a la hondura del amor
sin reservas manifestado en Cristo Jesús.

Oración

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Te adoro con toda mi alma y te consagro para siempre
jamás, todos mis pensamientos, mis palabras y obras.
¡Ojalá pudiera, oh divino Corazón, consagrarte tantas adoraciones, tanto amor y tanta
gloria como Tú consagras a tu eterno Padre! Sé el reparador de mis defectos, el
protector de mi vida y mi amparo en la hora de mi muerte. Esta gracia te la pido
también para los pobres pecadores, los corazones afligidos, los enfermos y los
agonizantes; para mis parientes y bienhechores, amigos y enemigos; por las personas
que se encomiendan a mis oraciones, especialmente por aquellas por quien tengo
obligación de pedir y, en fin, para todos los hombres que existen en la tierra, a fin de
que los méritos de tu preciosa Sangre no se pierdan para ellos.

Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas


y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a éstos
que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina
contigo por los siglos de los siglos. Amén.

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