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Derecho del Trabajo

y Seguridad Social
Este blog se crea con la finalidad de difundir adecuadamente las instituciones del
Derecho del trabajo y de la seguridad social. Busca que la comunidad interesada en él
aporte comentarios, análisis y críticas a la normativa laboral, a la doctrina y a la
jurisprudencia. Igualmente, se pretende brindar soluciones y absolver todo tipo de
consultas relacionadas con esta materia.

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domingo, 17 de julio de 2011

Las formas especiales de conclusión del proceso


contenidas en la Nueva Ley Procesal del Trabajo

1. LA CONCLUSIÓN DEL PROCESO

Todo proceso que ha iniciado deberá tener un fin, ya sea mediante una sentencia, el acuerdo de las
partes en conflicto o por el desinterés de continuar con él.

La sentencia es por excelencia la forma más típica y común de conclusión del proceso; sin embargo,
no es la única, ya que existen otras formas especiales para su terminación.

En efecto, la Nueva Ley Procesal del Trabajo prevé dos supuestos generales para la finalización del
proceso; por un lado, tenemos a la conclusión cotidiana o normal del proceso, que es aquella en
donde el órgano jurisdiccional emite un pronunciamiento sobre el fondo determinando a quién le
corresponden los derechos en cuestión, y, por otro lado, a la conclusión anticipada del proceso, que
es aquella que no necesariamente hay un pronunciamiento sobre el fondo, pero el proceso culmina
de forma previa y de modo distinto al primer supuesto.

Con relación a esto último, la Nueva Ley Procesal del Trabajo prevé en su artículo 30º que la
conclusión anticipada del proceso se puede dar por los siguientes motivos:

- conciliación;
- allanamiento;
- reconocimiento de la demanda;
- transacción;
- desistimiento;
- abandono; e
- inasistencia por segunda vez a cualquiera de las audiencias programadas en primera instancia.

Como quiera que resulta fundamental entender los alcances de cada uno de estos supuestos, en las
siguientes líneas los desarrollaremos, anotando cuál es su importancia y cómo inciden en la
particular naturaleza de los derechos laborales en cuestión.
2. LOS SUPUESTOS DE CONCLUSIÓN ANTICIPADA DEL PROCESO

2.1. La conciliación

2.1.1. Conceptualizaciones

La conciliación puede darse dentro o fuera del proceso judicial. En el primer caso se efectúa ante
una persona calificada y reconocida legalmente como conciliador, y puede realizarse en cualquier
momento, incluso durante la vigencia del proceso judicial. En el segundo caso, se efectúa ante el
juez que dirige el proceso, y debe llevarse a cabo luego de que el demandado haya sido emplazado
con la demanda y hasta antes de la notificación de la sentencia con calidad de cosa juzgada.

En términos generales puede decirse que la conciliación es un mecanismo alternativo de solución


de conflictos laborales que puede ser solicitada por el trabajador, ex trabajador, jóvenes en formación
o personas en capacitación para el trabajo, la organización sindical, por el empleador o por ambas
partes, en virtud de la cual las partes exponen sus perspectivas ante un tercero, que colabora para
que estas superen sus diferencias, identificando los intereses de las mismas. El tercero, llamado
conciliador, debe proponer fórmulas de solución para quienes decidirán en qué términos resolverán
su controversia de la manera más acorde con sus intereses.

La conciliación constituye, pues, aquella actividad dirigida a procurar el entendimiento entre las
partes, a componer los ánimos opuestos entre ellas y avenir sus voluntades en lo que atañe a las
cuestiones en que estaban en disidencia. La conciliación es la actividad realizada por las partes ante
un tercero llamado conciliador, que bien puede ser el juez del proceso, a través de la cual exponen
sus diversos puntos de vista, se busca una solución a la controversia y se arriba a un acuerdo
dejando de lado de ese modo todas sus diferencias.

La conciliación es un medio para alcanzar una solución persuasiva, haciendo uso las partes, todas
ellas o alguna de ellas, de la renuncia –total o parcial, en cuanto fuese permitido– de su derecho o
transigiendo sobre el mismo en forma total o parcial. La conciliación es el mecanismo por el cual las
partes conjuntamente convienen en algo, determinando los derechos y obligaciones que pondrán fin
al conflicto de intereses. La conciliación es aquel procedimiento en virtud del cual las partes en litigio
se presentan ante un tercero (conciliador) exponiendo sus diferencias, y será este último quien los
escuchará y propondrá soluciones, que aquéllas podrán aceptar o no; si se logra el avenimiento, la
conciliación culmina exitosamente, debiéndose dejar constancia de la fórmula conciliatoria o
acuerdo, que, destacamos, contiene la exposición de los derechos constituidos y reconocidos por
las partes y al cual deben ceñirse en el futuro.

La conciliación constituye un acto jurídico, pues representa la declaración de voluntad de los sujetos
involucrados en virtud de la cual crean, regulan, modifican o extinguen relaciones de orden jurídico.
Puede asumir un carácter complejo, ya que la conciliación puede contener un allanamiento o
reconocimiento, una transacción, una novación, condonación o una mixtura de tales instituciones,
todo ello dirigido a poner fin al conflicto y, por ende, al proceso.

La conciliación “es una forma de autocomposición dirigida por lo que es materia de controversia, que
puede realizarse fuera o dentro de un proceso judicial, interviniendo en ella un tercero que no decide,
pero sí dirige, orienta, coadyuva a que las partes alcancen la solución o composición justa a su
conflicto de intereses. En el caso de la conciliación judicial, este tercero es el propio juez, quien va
alterar su rol de decisor por el de conciliador en la etapa correspondiente o en el momento en que le
parezca conveniente”[1].

La conciliación es indudablemente consensual, pues las partes, a través de ella, acuerdan libremente
algo que pone fin a sus diferencias, siendo vinculante tal acuerdo siempre y cuando las partes lo
hayan convenido o aceptado libremente.
La conciliación es necesariamente de carácter bilateral pues, además de tener que intervenir
indefectiblemente ambas partes para que la conciliación se consolide o configure, los sujetos
participantes se someten a prestaciones recíprocas, salvo cuando en el acuerdo respectivo se haya
estipulado simplemente la renuncia de una de las partes a su derecho, hipótesis esta en que se dice
que la conciliación tiene naturaleza unilateral.

La conciliación es un acto jurídico conmutativo, porque las prestaciones acordadas por las partes se
determinan en el acuerdo de modo expreso, sin ningún tipo de inferencia.

La conciliación tiene una naturaleza extintiva, pues su finalidad no es otra sino poner término a la
controversia existente entre las partes y, en consecuencia, dar fin al proceso.

2.1.2. Operatividad de la conciliación

En una audiencia de conciliación el conciliador deberá ofrecer fórmulas de solución de conflictos,


siempre tomando en cuenta los distintos principios que inspiran al Derecho del trabajo, sobre todo al
principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales.

Decimos esto, pues la inobservancia de dicho principio podría derivar no solo en un grave perjuicio
sobre el trabajador sino también se constituiría en una flagrante infracción contra el inciso 2 del
artículo 26º de nuestra Constitución, lo que haría, finalmente, que el acta de conciliación sea inválida
en los extremos en que no se respetó el mencionado principio.

Teniendo en consideración que debido a su falta de preparación, a la deficiente y desigual capacidad


de negociación, por ignorancia o por desigualdad, en muchos casos el trabajador se encuentra en
una situación menos favorable que la del empleador, y por ese motivo en reiteradas ocasiones cede
a las pretensiones planteadas por este, incluso cuando las propuestas son notoriamente
vergonzosas y vulneran de forma evidente diversos mandatos constitucionales, como el principio de
irrenunciabilidad, quienes se encargan de llevar a cabo una conciliación no solo deben tratar que las
partes lleguen a un acuerdo a toda costa, sino, sobre todo, deben velar porque el trabajador reciba
lo que le corresponde o, en el peor de los casos, una cantidad que no afecte los montos mínimos
que debe recibir; en otras palabras, que no se afecte el principio de irrenunciabilidad de los derechos
laborales.

A este respecto, debemos decir que la observancia de dicho principio es fundamental, pues tanto el
Decreto Legislativo Nº 910[2], Ley General de Inspección del Trabajo y Defensa del Trabajador –
norma que actualmente se encuentra parcialmente derogada–, así como la Ley Nº 29497[3], Nueva
Ley Procesal del Trabajo, y la Ley de Conciliación[4] establecen que el conciliador y el juez deben
velar por el respeto del carácter irrenunciable o indisponible de los derechos reconocidos por la
Constitución y la ley.

Hemos dicho que la conciliación puede producirse también durante el proceso, supuesto en el que
estamos ante una conciliación judicial o procesal. La oportunidad para que se dé la conciliación entre
las partes es en cualquier estado del proceso, ya sea que nos encontremos en primera o segunda
instancia o incluso durante el trámite del recurso de casación, en tanto no se haya notificado la
sentencia con autoridad de cosa juzgada. Esto significa que en el proceso laboral, la conciliación
puede acontecer aun en el caso de que se haya emitido la sentencia de primera instancia, la
sentencia de segunda instancia o la sentencia que resuelve el recurso de casación, y producirá
efectos tal conciliación si emitida alguna de dichas sentencias no ha sido notificada todavía a las
partes.

Es importante recalcar que el juez se encuentra facultado para convocar a las partes a efectos de
que arriben a un acuerdo conciliatorio, lo que puede darse en cualquier estado del proceso hasta la
oportunidad descrita en el párrafo anterior. El magistrado, luego de escuchar las posiciones de las
partes, puede proponer fórmulas de conciliación, pero toda sugerencia que haga al respecto no
significa un prejuzgamiento de la autoridad judicial, quien, a falta de avenimiento entre los justiciables
y al momento de pronunciarse sobre la controversia, debe decidir la causa conforme a derecho.

Es de destacar también que las expresiones o manifestaciones que hagan las partes en la actividad
conciliatoria no constituye de ningún modo declaración alguna que el juez pueda apreciar y valorar
a efectos de tenerlas en cuenta al emitir la sentencia correspondiente. Esto resulta saludable y
acertado, porque sino todo intento de conciliación colapsaría ante la posibilidad de que se pueda
hacer valer con efectos probatorios cualquier declaración o dicho de las partes acontecido en el
procedimiento conciliatorio.

Con el objeto de impulsar o facilitar la conciliación, el legislador ha creído conveniente brindar a las
partes la posibilidad de presentar al órgano jurisdiccional su propio acuerdo conciliatorio destinado a
dar término al litigio, el mismo cuyo examen por parte del juez tendrá un trámite inmediato, no solo
con relación a los demás actos del proceso en que se presenta la conciliación sino también con
respecto a los demás procesos que tenga a su cargo el magistrado. La norma prescribe que cuando
las partes concurren al juzgado llevando un acuerdo para poner fin al proceso, el juez le da trámite
preferente en el día.

Es importante precisar que no todo acuerdo conciliatorio al que arriben las partes es susceptible de
poner fin al proceso. Para ello el juez debe evaluar si el acuerdo en mención cumple con el
denominado test de disponibilidad de derechos, ya que de no ser así tal acuerdo carece de toda
eficacia y el magistrado no podrá homologarlo.

Para que el acuerdo conciliatorio surta plenos efectos en el proceso laboral, es necesario que se
asiente sobre los siguientes criterios:

En primer lugar, el acuerdo conciliatorio debe estar referido a derechos contemplados en una norma
dispositiva, estando el magistrado obligado a comprobar que dicho acuerdo no vulnere derechos
indisponibles.

Al respecto, cabe indicar que los derechos indisponibles son aquellos que tienen el carácter de
irrenunciables por interesar al orden público o a las buenas costumbres. En cuanto a lo que tiene
que ver con las normas de orden público, estas son disposiciones legales que consagran y defienden
determinados intereses y fines sociales, por lo que no se admiten convenios contrarios a aquello que
la ley establece de un modo obligatorio o imperativo y que debe prevalecer por sobre todo. En lo que
concierne a las buenas costumbres, estas constituyen un veto a la autonomía de la voluntad que
disponga algo que se enfrente a ellas, pues representan elementos vinculados a la moral social.

En segundo lugar, el acuerdo conciliatorio debe ser adoptado por el titular del derecho que se ventila
en el proceso o del que se está disponiendo. De ningún modo el citado acuerdo puede provenir del
representante o apoderado del titular del derecho en cuestión, por lo que en este caso estricto de la
conciliación en el proceso laboral, las facultades especiales que se hubieren concedido al
representante o apoderado para conciliar no surten efectos en la mencionada clase de proceso.

En tercer lugar, en todo lo que tenga que ver con el acuerdo conciliatorio de las partes es obligatoria
la intervención del abogado del prestador de servicios de naturaleza laboral, formativa, cooperativista
o administrativa demandante.

Es de resaltar que la participación de dicho letrado en todo lo relacionado con el acuerdo conciliatorio
adoptado por su patrocinado tiene carácter obligatorio, incluso tratándose aquellos casos en que el
prestador de servicios demandante comparece al proceso sin abogado. En definitiva, si el prestador
de servicios demandante compareció al proceso sin abogado, deberá de todas maneras designar
uno a efectos de la conciliación, en salvaguarda de sus derechos.
Ahora bien, el artículo 30º de la Nueva Ley Procesal del Trabajo indica que las partes pueden
conciliar aun cuando no exista un proceso en trámite, es decir, se está refiriendo a la conciliación
extrajudicial o preprocesal.

En este supuesto no es necesario que el acuerdo conciliatorio al que arriben sea homologado a
efectos de su cumplimiento o ejecución, lo que no obsta que pueda el interesado solicitar que se
declare la nulidad del referido acuerdo conciliatorio si versa sobre derechos indisponibles o si es
contrario de alguna manera a las normas relativas al orden público o a las buenas costumbres.

Advertimos que no resulta viable la demanda de nulidad del acuerdo conciliatorio realizado por las
partes extrajudicialmente en la hipótesis de que el demandante de tal nulidad hubiese ejecutado el
indicado acuerdo en la vía del proceso de ejecución respectivo –acuerdo conciliatorio que, dicho sea
de paso, constituye título ejecutivo conforme al artículo 57º, literal f de la Nueva Ley Procesal del
Trabajo–, pues la referida ejecución hace que el acuerdo conciliatorio adquiera la autoridad de la
cosa juzgada, siendo, por tanto, irrevisable e inmutable.

Con relación al acuerdo conciliatorio que las partes pueden adoptar antes de iniciarse el proceso o
durante el proceso pero fuera de él, debe tenerse presente que la conciliación administrativa es
facultativa para el trabajador y obligatoria para el empleador. En caso el trabajador decida conciliar
deberá recurrir a los centros de conciliación gratuitos del Ministerio de Justicia, Ministerio de Trabajo
y Promoción del Empleo y a los centros de conciliación privados para lo cual deberán de contar con
conciliadores acreditados en esta materia por el Ministerio de Justicia, quienes fundamentalmente
deberán velar por respeto del carácter irrenunciable de los derechos del trabajador reconocidos por
la Constitución Política del Perú y la ley, y deberán tener en consideración que en toda audiencia de
conciliación en materia laboral las partes podrán contar con un abogado de su elección o, en su
defecto, deberá de estar presente al inicio de la audiencia el abogado verificador de la legalidad de
los acuerdos.

2.2. El allanamiento

Puede decirse que el allanamiento es el acto jurídico procesal unilateral en virtud del cual la parte
demandada no plantea oposición alguna y se somete a las pretensiones reclamadas por el
accionante, aceptando cumplirlas en el modo y tiempo que se le indique, pero sin admitir
necesariamente la causa petendi, vale decir, los hechos alegados por el actor, ni la fundamentación
jurídica de la demanda.

El allanamiento representa la conformidad del demandado respecto de las pretensiones del


demandante y la renuncia a toda defensa u oposición, lo que acarrea, si es procedente, la conclusión
especial del proceso con la pronta expedición de la sentencia condenatoria.

El allanamiento es, pues, una manifestación de voluntad del sujeto demandado efectuada, por lo
general, en el escrito de contestación de demanda, o en un momento posterior, siempre y cuando
sea hasta antes de la expedición de la sentencia de primera instancia, pues emitida esta ya no cabe
allanamiento alguno en la medida que existe ya un pronunciamiento judicial sobre las pretensiones
del accionante, manifestación cuyo contenido es el sometimiento a las pretensiones del actor, es
decir, la parte demandada acepta cumplir con las exigencias del accionante señaladas en la
demanda en el rubro atinente al petitorio del demandante.

Como se observa, el allanamiento es una declaración de voluntad del demandado que se contrae a
la pretensión del actor y no a los hechos o al derecho que la fundamentan. El allanamiento no supone
la admisión de los fundamentos fácticos de la demanda, sino más bien la renuncia a proseguir con
la contienda judicial, para lo cual el demandado se compromete a satisfacer lo reclamado por el
accionante, renunciando a toda defensa u oposición posible.
El allanamiento no puede presumirse ni por el juez laboral ni por nadie, por lo que se trata de un acto
procesal expreso. Constituye una declaración de voluntad categórica y que no genera ninguna duda,
pues en ella debe precisarse con toda claridad el sometimiento del demandado a las pretensiones
del demandante contenidas en su escrito de demanda. Asimismo, el allanamiento no admite
condiciones, es un acto procesal de naturaleza incondicional, pues el demandado no puede
establecer reservas ni objeciones al contenido de las pretensiones del actor, porque de lo contrario
no estaríamos ante un allanamiento[5]. El allanamiento debe producirse en momento oportuno, vale
decir, hasta antes que se emita la sentencia de primera instancia, porque una vez pronunciada esta
ya no es viable allanarse a la demanda por cuanto el juez ya dictó el derecho respectivo.

Si el allanamiento no se halla inmerso en alguna de las causales de improcedencia previstas por la


ley, entonces, el órgano jurisdiccional procederá a expedir la sentencia correspondiente, a no ser
que el allanamiento sea uno parcial y no se refiera a todas las pretensiones, hipótesis en la cual el
proceso sigue su curso respecto de las pretensiones sobre las que no versa el allanamiento.

Sobre el particular, hay que indicar que, según el artículo 332º del Código Procesal Civil, el juez
declara improcedente el allanamiento y ordena la continuación del proceso en los siguientes casos:

- cuando el demandado no tiene capacidad para disponer del derecho en conflicto;


- cuando el apoderado o representante del demandado carece de facultad para allanarse;
- cuando los hechos admitidos requieren ser probados por otros medios, además de la declaración de
parte;
- cuando el conflicto de intereses afecta el orden público o las buenas costumbres;
- cuando el conflicto de intereses comprende derechos indisponibles;
- cuando habiendo litisconsorcio necesario, el allanamiento no proviene de todos los demandados;
- cuando se presume la existencia de fraude o dolo procesal;
- cuando se advierte que la sentencia a dictarse va a surtir efecto frente a tercero no emplazado; o
- cuando el demandado es el Estado u otra persona de Derecho público, salvo que su representante
tenga autorización expresa.

2.3. El reconocimiento de la sentencia

El reconocimiento de la demanda es una forma especial de conclusión del proceso en virtud de la


cual el demandado no solo acepta las pretensiones del actor contenidas en la demanda, sino que,
además, admite la veracidad de los hechos alegados por el accionante y declara estar conforme con
los argumentos jurídicos de este.

El reconocimiento de la demanda es un acto procesal declarativo del demandado por el que expresa
su voluntad de satisfacer las pretensiones consignadas en la demanda y manifiesta que los
fundamentos fácticos y jurídicos contenidos en dicho escrito son veraces o correctos o que se ajustan
a la realidad.

A diferencia del allanamiento, que se configura con la sola aceptación expresa de las pretensiones
del demandante, el reconocimiento de la demanda supone validar tanto la pretensión como los
fundamentos de hecho y de derecho señalados por el demandante. Y es importante efectuar esta
diferencia porque los efectos de uno y otro pueden tener incidencia directa sobre otros derechos del
demandante e incluso sobre terceros.

Cabe precisar que no se configura el allanamiento ni el reconocimiento de la demanda si el


demandado, pese a reconocer la veracidad de los hechos expuestos en la demanda, no hace lo
propio con la fundamentación jurídica de la demanda, por cuanto puede ser una forma de oposición
o resistencia del demandado el admitir los hechos, pero no estar conforme con los argumentos
jurídicos del actor, supuesto en el cual se está ante una causa de puro derecho.
Ahora bien, el reconocimiento de la demanda no se presume, pues tiene que tratarse de una
declaración expresa, explícita y no tácita. El reconocimiento de la demanda es un acto procesal de
naturaleza unilateral en razón de que no precisa para su configuración del consentimiento del
accionante. Debe acontecer el reconocimiento de la demanda hasta antes de la emisión de la
sentencia de primera instancia, pues expedida esta ya no cabe reconocer nada al haberse
pronunciado el órgano jurisdiccional sobre el derecho ventilado en juicio.

El reconocimiento de la demanda, si resulta procedente, da lugar a la inmediata expedición del fallo


final por el juez laboral, que tendrá, como es obvio, un carácter condenatorio, en perjuicio del
demandado. El reconocimiento de la demanda puede ser declarado improcedente –por lo que el
proceso sigue su curso– en los casos contemplados en el artículo 332º del Código Procesal Civil.

2.4. La transacción

La transacción constituye una forma especial de conclusión del proceso en virtud de la cual las
partes, haciéndose concesiones recíprocas deciden sobre algún asunto dudoso o litigioso, evitando
el pleito que podría promoverse o finalizando el que está iniciado, pudiendo con las concesiones
recíprocas crear, regular, modificar o extinguir relaciones diversas de aquellas que han constituido
objeto de controversia entre las partes.

La transacción es un acto dispositivo convencional por el que los justiciables acuerdan solucionar un
conflicto de intereses que haya surgido entre ellos, para lo cual cada uno de ellos cede determinada
porción de su derecho que considera tener, lo que se conoce como concesiones recíprocas.

La transacción representa una fuente de obligaciones y tiene un efecto constitutivo. Además tiene
un carácter claramente dispositivo, por cuanto del acuerdo respectivo derivarán obligaciones
destinadas a producir un cambio en la relación jurídica.

A través de la transacción, las partes que se encuentran involucradas en una controversia deciden
darle solución ellas mismas, extinguiendo la relación jurídica preexistente al sustituirla por otra nueva,
acordada por ambas partes y emanada justamente del acuerdo transaccional.

Es así que quienes transigen renuncian a cualquier derecho o acción que pudieran tener sobre la
base de la relación jurídica preexistente a la transacción, extinguiendo de esa manera la controversia
surgida entre ellos y dando nacimiento a una nueva serie de derechos y obligaciones propias de una
nueva relación jurídica. Es efecto de la transacción precisamente el ser a todas luces extintiva, a tal
punto que el acuerdo transaccional tiene la autoridad de la cosa juzgada.

Para que exista transacción debe haber, en principio, una relación jurídica dudosa o litigiosa. La
relación jurídica dudosa es aquella en la que el derecho de al menos una de las partes no se
encuentra definido en forma clara y existe un cierto grado de incertidumbre sobre el mismo y sobre
sus alcances. La relación jurídica litigiosa, en cambio, se configura cuando hay de por medio una
controversia, un conflicto de intereses entre los sujetos, pues una de las partes aspira a algo y la otra
se opone a ello, dando nacimiento así al litigio.

Para que exista transacción debe haber, además, por el lado de los justiciables, la firme intención de
poner fin al conflicto de intereses mediante el acuerdo respectivo, por el que generan una nueva
situación jurídica que extingue a la preexistente dudosa o litigiosa.

Por último, para la configuración de la transacción es menester que hayan concesiones recíprocas,
esto es, debe haber sacrificios mutuos, porque si la concesión es unilateral no se podrá hablar de
transacción sino de conciliación, allanamiento, desistimiento, etc. En virtud de las concesiones
recíprocas cada sujeto sacrifica algo de su derecho o pretensión o se obliga a realizar algo en
beneficio del otro sujeto. Las concesiones recíprocas no deben dar pie a pensar que deben ser
equivalentes o proporcionales, pues, en virtud de la transacción, una de las partes puede hacer una
concesión que represente un mayor sacrificio respecto de la concesión que, a su vez, debe hacer la
otra parte. Lo importante es que, en razón de las concesiones recíprocas, las partes lleguen a un
acuerdo que ponga fin al conflicto de intereses y dé nacimiento a una nueva situación jurídica cuyas
obligaciones emanadas de esta deben ser acatadas por quienes transigen.

Únicamente los derechos patrimoniales pueden ser objeto de transacción, por cuanto los derechos
extrapatrimoniales tienen un carácter inalienable, estando, pues, fuera de todo acuerdo
transaccional.

La transacción debe contener la renuncia de las partes a cualquier acción que tenga la una contra la
otra sobre el objeto de dicha transacción. Es de destacar que la transacción tiene naturaleza
indivisible, por lo que, si alguna de sus estipulaciones fuese nula o se anulase, queda sin efecto la
transacción, salvo que exista pacto en sentido contrario. En dicho caso se restablecen las garantías
otorgadas por las partes pero no las prestadas por terceros. Además, la transacción debe hacerse
por escrito, bajo sanción de nulidad, o por petición al juez laboral que conoce el litigio, debiendo en
este último caso los litigantes precisar el contenido de la transacción.

En lo que concierne a la oportunidad para transigir, cabe indicar que la transacción puede operar
dentro del proceso, cualquiera que sea el estado en que se encuentre el mismo, siempre y cuando
no se haya notificado todavía la sentencia con calidad de cosa juzgada. Esto significa que las partes
pueden transigir en primera instancia, en segunda instancia e, incluso, durante el trámite del recurso
de casación, bajo la condición de que la sentencia respectiva no hubiere sido notificada aún y, por
ende, no adquiera la autoridad de la cosa juzgada.

El acuerdo transaccional pondrá fin al proceso siempre que el juez verifique que se hayan cumplido
los criterios del test de disponibilidad de derechos. En este sentido, es evidente que este acuerdo
tiene que estar referido a derechos emanados de una norma dispositiva y no debe afectar derechos
de naturaleza indisponible o sea, irrenunciables por guardar relación con normas imperativas o de
orden público o concernientes a las buenas costumbres. Asimismo, el acuerdo transaccional debe
ser adoptado por el titular del derecho y no por su representante o apoderado, por lo que las
facultades especiales que se hubiesen otorgado al representante o apoderado del titular del derecho
no surten en este caso efecto alguno. Del mismo modo, en el acuerdo transaccional debe participar
el abogado del demandante prestador de servicios de naturaleza laboral, formativa, cooperativista o
administrativa, incluso en aquellos casos en que, por la cuantía de la pretensión reclamada, el citado
prestador de servicios haya prescindido de contar con un abogado patrocinante, tal como establece
el último párrafo del artículo 16º de la Nueva Ley Procesal del Trabajo.

Es importante anotar que el acuerdo transaccional puede llevarse a cabo aun cuando exista un
proceso en trámite referido a la relación jurídica materia del citado acuerdo, hipótesis en la cual el
acuerdo transaccional no precisa ser homologado judicialmente a efectos de que sea cumplido o
ejecutado, lo cual no implica que no pueda demandarse la nulidad del acuerdo transaccional si es
contrario a la normativa jurídica.

Finalmente, es de resaltar que la demanda que se plantee para que se declare la nulidad del acuerdo
transaccional será inviable si el actor ejecutó el acuerdo en la vía del proceso ejecutivo, por cuanto,
en tal supuesto y según el artículo que analizamos, el acuerdo transaccional adquiere la autoridad
de la cosa juzgada, siendo irrevisable e inmutable. No podemos dejar de mencionar que, conforme
al inciso e del artículo 57º de la Nueva Ley Procesal del Trabajo, constituye título ejecutivo el
documento privado que contenga una transacción extrajudicial.

2.5. El desistimiento

El desistimiento “es una forma especial de conclusión del proceso por la cual una de las partes se
aparta del mismo en forma expresa renunciando a su pretensión, al proceso o a algún acto
procesal”[6].
En efecto, el desistimiento constituye una forma especial de conclusión del proceso, si está referida
al proceso, a la pretensión o a un acto procesal que busca que el proceso no concluya.
El desistimiento del proceso es aquel acto jurídico procesal unilateral y expreso por el que el
demandante manifiesta de manera clara, inequívoca y explícita su voluntad de apartarse del proceso
sin renunciar a la pretensión que reclama, extinguiéndose de esa manera la relación jurídica procesal
y el proceso, si tal desistimiento es aprobado judicialmente. Por su parte, el desistimiento de la
pretensiónes aquel acto jurídico procesal expreso por el que el demandante manifiesta su voluntad
de poner fin al proceso extinguiendo la relación jurídica procesal, y de renunciar a la pretensión que
reclama, afectándose así la cuestión de fondo –el derecho material–, la cual no puede ser exigida
en otro proceso. Mientras tanto, el desistimiento de un acto procesal que le pone fin al
proceso constituye aquel acto manifiesto y voluntario a través del cual una de las partes decide
abdicar de algún acto procesal que en definitiva le pone fin al proceso.

El Código Procesal Civil establece determinadas reglas acerca del desistimiento, las cuales pasamos
a detallar.

En primer lugar, el desistimiento no se presume debe ser expreso y categórico. El escrito que lo
contiene debe precisar su contenido y alcance, legalizando su firma el proponente ante el secretario
judicial respectivo.

En segundo lugar, el desistimiento es incondicional, por lo que no está sujeto a condición alguna, ni
a plazo ni a cargo, y solo perjudica a quien lo hace.

En tercer lugar, el desistimiento del proceso o del acto procesal se interpone antes que la situación
procesal que se renuncia haya producido efecto. En el caso del desistimiento del proceso, debe
producirse hasta antes de que la sentencia quede firme o hasta antes de que la resolución que ponga
fin al proceso –distinta a la sentencia, como la que declara inadmisible o improcedente la demanda–
quede firme.

En cuarto lugar, el desistimiento de la pretensión procede antes de que se expida sentencia en


primera instancia, salvo que sea convencional.

En quinto lugar, el desistimiento del proceso lo da por concluido sin afectar la pretensión, pudiendo
el actor reclamar esta en un nuevo proceso. Cuando se formula después de notificada la demanda,
requiere la conformidad del demandado expresada dentro de tercer día de notificado, o en su
rebeldía. Si hubiera oposición, el desistimiento carecerá de eficacia, debiendo continuar el proceso.

En sexto lugar, la resolución que aprueba el desistimiento de la pretensión, produce los efectos de
una demanda infundada con la autoridad de la cosa juzgada, por lo que es irrevisable e inmutable.
Este desistimiento no requerirá la conformidad del demandado, debiendo el juez laboral revisar
únicamente la capacidad de quien lo realiza y la naturaleza del derecho que sustenta la pretensión,
teniendo en cuenta lo dispuesto sobre la improcedencia del allanamiento en lo que corresponda.

Al respecto, el artículo 332º del Código Procesal Civil prescribe que el juez declara improcedente el
allanamiento y ordena la continuación del proceso cuando:

- el demandado no tiene capacidad para disponer del derecho en conflicto;


- el apoderado o representante del demandado carece de facultad para allanarse;
- los hechos admitidos requieren ser probados por otros medios, además de la declaración de parte;
- el conflicto de intereses afecta el orden público o las buenas costumbres;
- el conflicto de intereses comprende derechos indisponibles;
- habiendo litisconsorcio necesario, el allanamiento no proviene de todos los demandados;
- se presume la existencia de fraude o dolo procesal;
- se advierte que la sentencia a dictarse va a surtir efecto frente a tercero no emplazado; o
- el demandado es el Estado u otra persona de derecho público, salvo que su representante tenga
autorización expresa.
En séptimo lugar, si el desistimiento no se refiere a todas las pretensiones o si solo es deducido por
uno de los demandantes, el proceso continuará respecto de las pretensiones y personas no
comprendidas en él. En este último caso, debe tenerse presente lo dispuesto sobre litisconsorcio
necesario, entendiéndose que resulta inviable el desistimiento de la pretensión si no proviene de
todos los litisconsortes necesarios.

Finalmente, y en octavo lugar, el titular de una pretensión no resuelta en primera instancia, puede
desistirse de la misma antes que el proceso sea decidido por el superior jerárquico.

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